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Discurso de Hugo Chavez en la Habana (1994)

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Señor Comandante en Jefe de la Revolución Cubana y presidente de la República de Cuba; señor rector de esta insigne casa de estudios; señor presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios; señor presidente de la Casa Simón Bolívar; queridos compatriotas, profesores universitarios, estudiantes de Cuba, de esta tierra de Martí y de Bolívar. Compañeros de armas: reciban, en primer lugar, un caluroso y sentido abrazo bolivariano que viene de esa tierra venezolana, de la cual nos sentimos tan llenos y en la cual tenemos comprometida nuestra vida entera.

Anoche, en este viaje fugaz pero profundo a Cuba, una compatriota cubana me preguntaba en el avión que sí era la primera vez que yo venía a Cuba, le dije que sí, pero al mismo tiempo le dije algo que quisiera repetir en este momento, tan emotivo y tan emocionante: primera vez que vengo físicamente, porque en sueños a Cuba vinimos muchas veces los jóvenes latinoamericanos.

En sueños a Cuba vinimos infinidad de veces, los soldados bolivarianos del Ejército venezolano, que desde hace años decidimos entregarle la vida a un proyecto revolucionario, a un proyecto transformador. Así que, de verdad, agradezco este nuevo honor que me hace el presidente Fidel Castro, que me hacen todos ustedes, y como les decía anoche, cuando recibí la inmensa y agradable sorpresa de ser esperado en el Aeropuerto Internacional José Martí por él mismo, en persona, le dije: Yo no merezco este honor, aspiro a merecerlo algún día, en los meses y en los años por venir.

Lo mismo les digo a todos ustedes, queridos compatriotas cubano-latinoamericanos, algún día esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos y en condiciones de mutuamente alimentarnos en un proyecto revolucionario latinoamericano, imbuidos como estamos desde siglos hace, en la idea de un continente hispanoamericano, latinoamericano y caribeño, integrado como una sola nación que somos.

En ese camino andamos, y como Aquiles Nazoa dijo de José Martí, nos sentimos de todos los tiempos y de todos los lugares, y andamos como el viento tras esa semilla que aquí cayó un día, y aquí en terreno fértil retoñó y se levanta, como lo que siempre hemos dicho, y no lo digo aquí en Cuba porque esté en Cuba, y porque como dicen en mi tierra, en el llano venezolano, me sienta guapo y apoyao, sino que lo decíamos en el mismo Ejército venezolano antes de ser soldados insurrectos, lo decíamos en los salones en las escuelas militares de Venezuela: Cuba es un bastión de la dignidad latinoamericana y como tal hay que verla y como tal hay que seguirla y como tal hay que alimentarla.

Hay –por supuesto– en este momento un huracán de emociones, de ideas, de pasiones y de sentimientos cruzando mi mente y anidándose en el alma de soldado, de revolucionario, de latinoamericano. ¡Tantas cosas que se agolpan en la mente, tantos recuerdos, tantas veces soñar con Cuba, estar en Cuba y al fin, estar aquí!

Recordaba, dentro de tanto cúmulo de cosas que me llega ahora en este momento, en esta Aula Magna de esta Universidad de La Habana –donde, por cierto, me decía un ilustre compatriota de esta universidad que aquí estuvo Andrés Eloy Blanco con sus poemas, con sus sueños–, haber leído en la cárcel, comandante Castro, presidente de Cuba, haber releído en primer lugar, en la cárcel de Yare, aquella encendida defensa, aquella encendida palabra suya, “La historia me absolverá”, y haber leído también en la cárcel Un grano de maíz. La entrevista hecha en este tiempo por el comandante Tomás Borges, y haber comparado, y dentro de tantas comparaciones, de tantas ideas, con 40 años casi de diferencia, una de la otra, sacar varias conclusiones como soldado prisionero. Una de ellas, que vale la pena, que hay que hacerlo, mantener la bandera de la dignidad y de los principios en alto, aún a riesgo de quedarse solo en cualquier momento, mantener contra vientos desfavorables las velas en alto, mantener posiciones de dignidad. Eso lo releíamos, lo leíamos en la cárcel, y fue para nosotros alimento de prisioneros, y fue, y sigue siendo para nosotros, alimento de rebeldes.

Y hablando de rebeldes, subrayo lo dicho por el presidente de la Federación de Estudiantes, y lo dicho por el comandante en jefe Fidel Castro, acerca de la cumbre de Miami: Esa cumbre no se hizo para rebeldes, por lo tanto no estuvieron allí los cubanos.

Nosotros tampoco podemos entrar a territorio norteamericano, nos tienen prohibida la entrada. Lo dije una vez en Colombia y lo vuelvo a decir ahora en Cuba con más fuerza y con más vigor: Nos honra como soldados rebeldes que no nos dejen entrar a territorio norteamericano.

Ahora, sin duda que están ocurriendo cosas interesantes en la América Latina y en el Caribe; sin duda que ese insigne poeta y escritor nuestro, de esta América nuestra, don Pablo Neruda, tiene profunda razón cuando escribió que Bolívar despierta cada 100 años, cuando despierta el pueblo.

Sin duda que estamos en una era de despertares, de resurrecciones, de pueblos, de fuerzas y de esperanzas; sin duda, Presidente, que esa ola que usted anuncia o que anunció y sigue anunciando en esa entrevista a la que me he referido, Un grano de maíz, se siente y se palpa por toda la América Latina.

Sin duda que estamos en era bicentenaria. Nosotros tuvimos la osadía de fundar un movimiento dentro de las filas del Ejército Nacional de Venezuela, hastiados de tanta corrupción, y nos juramos dedicarle la vida

a la construcción de un movimiento revolucionario y a la lucha revolucionaria en Venezuela, y, ahora, en el ámbito latinoamericano.

Eso comenzamos a hacerlo en el año bicentenario del nacimiento de Bolívar. Pero veamos que este próximo año es el centenario de la muerte de José Martí, veamos que este año que viene es el bicentenario del nacimiento del Mariscal Antonio José de Sucre, veamos que este año que viene es el bicentenario de la rebelión y muerte del zambo José Leonardo Chirinos en las costas de Coro, en Venezuela, tierra, por cierto, de los ascendientes del prócer Antonio Maceo.

Veamos entonces que, como que el tiempo nos llama y nos impulsa, es sin duda tiempo de recorrer de nuevo caminos de esperanza y de lucha. En eso andamos nosotros; después de 10 años de trabajo intenso en el seno del Ejército venezolano, después de una rebelión y otra rebelión, ahora dedicados al trabajo revolucionario en tres direcciones fundamentales que voy a permitirme resumir ante ustedes para invitarlos al intercambio, para invitarlos a extender lazos de unión y de trabajo, de construcción concreta.

En primer lugar, estamos empeñados en levantar una bandera ideológica pertinente y propicia a nuestra tierra venezolana, a nuestra tierra latinoamericana: la bandera bolivariana.

Pero en ese trabajo ideológico de revisión de la historia y de las ideas que nacieron en Venezuela y en este continente hace 200 años, cuando se fue levantando el primer proyecto de nación, no solamente venezolana, sino latinoamericana, aquel proyecto que Francisco de Miranda llamó Colombeia y que Bolívar tomo después para llamar Colombia, lo que hoy conocemos como la Gran Colombia, el sueño bolivariano; en ese sumergirnos en la historia buscando nuestras raíces, hemos diseñado y hemos lanzado a la opinión pública nacional e internacional, la idea de la inspiración en un árbol de las tres raíces –llamamos nosotros–: la raíz no solamente del pensamiento bolivariano, aquel Simón Bolívar que llamaba, por ejemplo, a esa unidad latinoamericana para poder oponer una nación desarrollada como contrapeso a la pretensión del Norte que ya se perfilaba con sus garras sobre nuestra tierra latinoamericana; aquel Bolívar que planteaba en Angostura la necesidad de incorporar, además de los tres poderes clásicos de Montesquieu, un cuarto poder, el Poder Moral; aquel Bolívar o aquellas ideas de Bolívar que planteaba en la Constitución de Bolivia la necesidad de un quinto poder, el Poder Electoral; aquel Bolívar que desde su tumba casi, ya en Santa Marta, dijo: “Los militares deben empuñar su espada para defender las garantías sociales”; aquel Bolívar que dijo que el mejor sistema de gobierno es el que le proporciona mayor suma de felicidad a su pueblo, mayor suma de estabilidad política y seguridad social.

Esa raíz profunda, esa raíz bolivariana, nosotros la hemos unido porque creemos –no es que nosotros la hayamos unido– que está unida por el tiempo, por la historia misma a la raíz robinsoniana, tomando como inspiración el nombre de Samuel Robinson o Simón Rodríguez, a quien conocemos muy poco los latinoamericanos porque nos dijeron desde pequeños: “El maestro de Bolívar”, y allí se quedo, como estigmatizado por la historia, el loco estrafalario que murió anciano, deambulando como el viento por los pueblos de la América Latina.

Simón Rodríguez, quien inyectó gran parte de las ideas revolucionarias a Simón Bolívar; Simón Rodríguez, el que llamaba a los americanos meridionales a hacer dos revoluciones: la política y la revolución económica. Aquel Simón Rodríguez que llamaba a la construcción de un modelo de economía social y un modelo de economía popular. Aquel Simón Rodríguez que dejó para todos los tiempos de América Latina, como un reto para nosotros, aquello de que la América Latina –en ese tiempo América Meridional en el término– no podía seguir imitando servilmente, sino que tenía que ser original y llamaba a inventar o errar. Ese viejo loco, para los burgueses de la época, que andaba recogiendo niños ya anciano y abandonado, y que decía: “Los niños son las piedras del futuro edificio republicano, ¡vengan acá para pulir las piedras para que ese edificio sea sólido y luminoso!”; aquel viejo que ya al borde de la tumba se dedicó a construir velas y cuando alguien le preguntó: “¿Qué hace usted construyendo velas, maestro?”, dijo: “Es que no consigo otra forma de darle luces a la América”. Esa es otra raíz fundamental, profunda y filosófica dentro de nuestro planteamiento ideológico.

Y una raíz más reciente, la raíz zamorana, tomada del general del pueblo soberano Ezequiel Zamora; Zamora líder de la Revolución Federal venezolana, Zamora el general que usaba doble cubre cabezas, un sombrero de cogollo y un quepí militar sobre el sombrero de cogollo, y lo explicaba en un concepto, que después Mao Tse Tung reflejó de otra manera, en otro tiempo, y en otro lugar. Mao señalaba –ustedes lo saben mejor que nosotros– que el pueblo es al ejército como el agua al pez. Y ustedes no solamente lo saben, sino que lo han aplicado. Y yo aprovecho, y me disculpan la disgresión, para darle un inmenso abrazo, gigantesco, un gran abrazo a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, que se han identificado con su pueblo para siempre.

En muy pocas horas nos vamos, y digo nos vamos, porque conmigo anda el teniente Isea Romero, teniente de paracaidistas y de blindados del Ejército venezolano, rebelde y exprisionero político.

Nos vamos, queridos compañeros de armas de Cuba, convencidos, a pesar de lo poco que pudimos ver, de que ustedes se aplican eso de que están -como el título de una buena obra de un estudioso del tema panameño- como pez en el agua.

Nosotros, como militares, andamos tras esa búsqueda, y hoy nos vamos mas afianzados en la convicción y en la necesidad de que el Ejército de Venezuela tiene que ser de nuevo lo que fue: un ejército del pueblo, un ejército para defender eso que Bolívar llamó las garantías sociales.

Ezequiel Zamora, de quien les hablaba como tercer componente del árbol de las tres raíces, decía yo que se adelantó, quizás, en la concepción que después reflejó Mao. Zamora explicaba que el sombrero de cogollo representaba al pueblo de Venezuela, y el quepis militar al ejército que deberla estar unido a ese pueblo para poder lograr la Revolución Federal que estaba en boga en Venezuela.

Ezequiel Zamora tomó el proyecto bolivariano; lamentablemente murió comenzando la Guerra Federal, y con él enterraron el sueño de los campesinos pobres de Venezuela, que fueron también traicionados después de la Guerra de Independencia.

Esa vertiente de trabajo nuestra, por supuesto, y por cierto que tiene su complemento en toda la América Latina. Nosotros, seguramente por venezolanos, tomamos como raíces a tres venezolanos para nuestro proyecto ideológico, empeñados en resistirnos a esa tesis que viene del Norte –alguien me decía hace poco que todo lo malo nos viene del Norte–, esa tesis del fin de la historia, del último hombre, de la era tecnotrónica, de que las ideologías ya no sirven, que están de modé. No, nos resistimos, no lo aceptamos, y hemos tornado esas tres figuras simbólicas.

Pero me decía un capitán panameño, que todavía hace cuatro meses andaba escondido –a quien yo le preguntaba en la Universidad de Panamá, por cierto, una noche, que por qué andaba escondido, y me dice: “Yo ando escondido, comandante, porque ahorqué a un gringo y tengo auto de detención por asesinato”; ahora, ¿dónde están los autos de detención por los miles de muertos que hubo en la invasión a Panamá?: “Comandante, usted tiene allá a su dios, que es Bolívar; nosotros tenemos nuestro santico, que es Omar Torrijos”.

De forma tal que hay en toda la América, Martí; más reciente, Omar Torrijos; más reciente Juan Velasco Alvarado, como símbolo de soldado del pueblo también en el Perú y la experiencia inmensa del plan inca.

O en el Cono Sur. Una madrugada, de Montevideo, hace unos meses, me llegó un emisario secreto con una carta de oficiales activos del Ejército de Uruguay, que se llaman los soldados artiguistas, con un regalo sobre el pensamiento político de Artigas.

San Martín, Sandino, Mariátegui y tantos otros latinoamericanos –y aprovecho para decir que también me siento muy honrado de haber conocido y haber abrazado hoy al comandante Daniel Ortega, de la Revolución nicaragüense, quien se encuentra acá en La Habana, como ustedes saben–, ahí están las raíces de un proyecto de nación, una sola nación que somos todos los latinoamericanos y caribeños.

Ahora, esa es una primera vertiente de trabajo bien adecuado, mi comandante: el próximo año del centenario de la muerte de Jose Martí, para estrechar ese trabajo ideológico, ese binomio de Bolivar y Martí, como forma de levantar la emoción y el orgullo de los latinoamericanos.

La otra vertiente de nuestro trabajo, para el cual también necesitamos estrechar nexos con los pueblos de nuestra América, es un trabajo organizativo, y desde la cárcel, o en la cárcel, recibíamos muchos documentos de cómo el pueblo cubano se fue organizando después del triunfo de la Revolución, y estamos empeñados en organizar en Venezuela un inmenso movimiento social, el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200; y mas allá, estamos convocando para este próximo año a la creación del Frente Nacional Bolivariano, y estamos llamando a los estudiantes, a los campesinos, a los aborígenes, a los militares que están en situación de retiro –porque lamentablemente los militares en los cuarteles en Venezuela siguen amordazados; el sistema político, o los políticos venezolanos, pretenden tener para siempre militares que sean mudos, sordos y ciegos ante la tragedia nacional–, a los militares que estamos en la calle, a los intelectuales, a los obreros, a los pescadores, a los sonadores, a todos, a conformar ese frente, un gran frente social que enfrente el reto de la transformación de Venezuela.

En Venezuela nadie sabe lo que puede ocurrir en cualquier momento. Nosotros, por ejemplo, que estamos entrando en un año electoral, 1995, dentro de un año, en diciembre, habrá en Venezuela otro proceso electoral, ilegal e ilegítimo, signado por una abstención –ustedes no lo van a creer– de 90% en promedio; es decir, 90% de los venezolanos no va a las urnas electorales, no cree en mensajes de políticos, no cree en casi ningún partido político.

Este año nosotros aspiramos, con el Movimiento Bolivariano, con el Frente Nacional Bolivariano, polarizar a Venezuela. Los que van al proceso electoral –donde hay gente honesta también que respetamos, pero en lo que no creemos es en el proceso electoral–, ese es un polo; y el otro polo que nosotros vamos a alimentar, a empujar y a reforzar es la solicitud en la calle, con el pueblo, del llamado a elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente, para redefinir las bases fundamentales de la República que se vinieron abajo; las bases jurídicas, las bases políticas, las bases económicas, las bases morales, incluso, de Venezuela están en el suelo, y eso no se va a arreglar con pequeños parches.

Bolívar lo decía: “Las gangrenas políticas no se curan con paliativos”, y en Venezuela hay una gangrena absoluta y total.

Alguien me decía, hace unos meses atrás, que por qué no permitíamos que el sistema democrático –ese que llaman en Venezuela democrático–, madure, y yo le decía que, y aprovechando que he probado unos dulces de mango muy exquisitos aquí en La Habana, les ponía el ejemplo del mango, que en Venezuela se pierde porque no sabemos aprovecharlo, y le decía un mango madura cuando está verde, pero un mango podrido jamás va a madurar; de un mango podrido hay que rescatar su semilla y sembrarla, para que nazca una nueva planta. Esto pasa en Venezuela hoy, porque el sistema no tiene manera de recuperarse a sí mismo.

Y lo que voy a decir, voy a utilizar de nuevo la expresión de la gente de mi pueblo, del llano venezolano, no lo voy a decir porque estoy aquí guapo y apoyado; lo he dicho en Venezuela, lo he dicho en el Ateneo de Caracas, lugar que ustedes conocen muy bien, lo he dicho a la prensa, a la televisión, a los pocos programas a los cuales nos dan cabida, lo dije frente al Palacio de Gobierno, en una ocasión después que salí de la cárcel: nosotros no desechamos la vía de las armas en Venezuela, nosotros seguimos teniendo –y lo dicen las encuestas del mismo gobierno– más de 80% de opinión favorable en los militares venezolanos por eso decimos que no desechamos la vía de utilizar las armas del pueblo que están en los cuarteles, para buscar el camino nosotros estamos pidiendo Constituyente, y el año que viene, como ya les dije vamos a empujar esa salida como recurso estratégico de corto plazo. Y la tercera vertiente en la que estamos trabajando, para ir concluyendo estas palabras, este saludo, esta pasión que me mueve esta noche, un proyecto estratégico de largo plazo, en el cual los cubanos tienen y tendrían mucho que aportar, mucho con discutir con nosotros, es un proyecto de un horizonte de 20 a 40 años, un modelo económico soberano, no queremos seguir siendo una economía colonial, un modelo económico complementario.

Venezuela tiene inmensos recursos energéticos, por ejemplo, ningún país del Caribe o latinoamericano, debería importarle combustible a Europa, por qué si Latinoamérica tiene entre ellos a Venezuela, con inmensos recursos energéticos, por qué Venezuela va a seguir exportándole a los países desarrollados 2.5 millones de petróleo crudo al día. Así como hace 500 años se llevaban la materia prima, hoy se la siguen llevando de la misma forma. Un proyecto que nosotros hemos lanzado ya al mundo venezolano con el nombre de Proyecto Nacional Simón Bolívar, pero con los brazos extendidos al continente latinoamericano y caribeño, y al respecto hemos entrado ya en contacto con algunos centros de estudio en Panamá, Colombia, Ecuador, Uruguay, de Argentina, de Chile, de Cuba, un proyecto en el cual no es aventurado pensar, desde el punto de vista político, en una asociación de estados latinoamericanos, por qué no pensar en eso, que fue el sueño original de nuestros libertadores, por qué seguir fragmentados.

Hasta allí en el área política llega la pretensión de este proyecto, que no es nuestro, ni es original, tiene 200 años al menos, así que, en esa área, o en esa tercera vertiente, en el proyecto político transformador de largo plazo, extendemos la mano a la experiencia, a los hombres y mujeres de Cuba, que tienen años pensando y haciendo por este proyecto continental.

El siglo que viene para nosotros, es el siglo de la esperanza, es nuestro siglo, es el siglo de la resurrección del pueblo bolivariano, del sueño de Martí, del sueño latinoamericano. Queridos amigos, ustedes me han honrado con sentarse esta noche a oír estas ideas, de un soldado de un latinoamericano entregado de lleno, y para siempre, a la causa de la Revolución de esta América nuestra. Un inmenso abrazo bolivariano para todos ustedes.

Referencias

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