Don Álvaro o La fuerza del sino/Jornada segunda
Jornada segunda
La escena es en la villa de Hornachuelos y sus alrededores
Es de noche, y el teatro representa la cocina de un mesón de la villa de Hornachuelos. Al frente estará la chimenea y el hogar. A la izquierda, la puerta de entrada; a la derecha, dos puertas practicables. A un lado, una mesa larga de pino, rodeada de asientos toscos, y alumbrado todo por un gran candilón. EL MESONERO y EL ALCALDE aparecerán sentados gravemente en el fuego. LA MESONERA, de rodillas guisando. Junto a la mesa, EL ESTUDIANTE cantando y tocando la guitarra. EL ARRIERO, que habla, cribando cebada en el fondo del teatro. EL TÍO TRABUCO, tendido en primer término sobre sus jalmas. LOS DOS LUGAREÑOS, LAS DOS LUGAREÑAS, LA MOZA y uno de los ARRIEROS, que no habla, estarán bailando seguidillas. El otro ARRIERO, que no habla, estará sentado junto al estudiante, y jaleando a las que bailan. Encima de la mesa habrá una bota de vino, unos vasos y un frasco de aguardiente
ESTUDIANTE | (Cantando en voz recia al son de la guitarra, y las tres parejas bailando con gran algazara.) Poned en estudiantes |
MESONERA | (Poniendo una sartén sobre la mesa.) Vamos, vamos que se enfría... (A la criada.) Pepa, al avío |
ARRIERO | (El del cribo.) Otra copita. |
ESTUDIANTE | (Dejando la guitarra.) Abrenuncio. Antes de todo la cena. |
MESONERA | Y si después quiere la gente seguir bailando y alborotando, váyanse al corral, o a la calle, que hay una luna clara como de día. Y dejen en silencio el mesón, que si unos quieren jaleo, otros quieren dormir. Pepa, Pepa...¿no digo que basta ya de zangoloteo...? |
TÍO TRABUCO | (Acostado en sus arreos.) Tía Colasa, usted está en lo cierto. Yo, por mí, quiero dormir. |
MESONERO | Sí, ya basta de ruido. Vamos a cenar. Señor alcalde, eche su merced la bendición, y venga a tomar una presita. |
ALCALDE | Se agradece, señor Monipodio. |
MESONERA | Pero acérquese su merced. |
ALCALDE | Que eche la bendición el señor licenciado. |
ESTUDIANTE | Allá voy, y no seré largo, que huele el bacalao a gloria. In nomine Patri et Filii et Spiritu Sancto. |
TODOS | Amén. (Se van acomodando alrededor de la mesa, todos menos Trabuco.) |
MESONERA | Tal vez el tomate no estará bastante cocido, y el arroz estará algo duro... Pero con tanta Babilonia no se puede... |
ARRIERO | Está diciendo comedme, comedme. |
ESTUDIANTE | (Comiendo con ansia.) Está exquisito... especial; parece ambrosía... |
MESONERA | Alto allá, señor bachiller; la tía Ambrosia no me gana a mí a guisar, ni sirve para descalzarme el zapato, no señor. |
ARRIERO | La tía Ambrosia es más puerca que una telaraña. |
MESONERO | La tía Ambrosia es un guiñapo, es un paño de aporrear moscas; se revuelven las tripas de entrar en su mesón, y compararla con mi Colasa no es regular. |
ESTUDIANTE | Ya sé yo que la señora Colasa es pulcra, y no lo dije por tanto. |
ALCALDE | En toda la comarca de Hornachuelos no hay una persona más limpia que la señora Colasa, ni un mesón como el del señor Monipodio. |
MESONERA | Como que cuantas comidas de boda se hacen en la villa pasan por estas manos que ha de comer la tierra. Y de las bodas de señores, no le parezca a usted, señor bachiller... Cuando se casó el escribano con la hija del regidor... |
ESTUDIANTE | Con que se le puede decir a la señora Colasa, tu das mihi epulis accumbere divum |
MESONERA | Yo no sé latín, pero sé guisar... Señor alcalde, moje siquiera una sopa. |
ALCALDE | Tomaré, por no despreciar, una cucharadita de gazpacho, si es que lo hay. |
MESONERO | ¿Cómo que si lo hay? |
MESONERA | ¿Pues había de faltar donde yo estoy?... Pepa (A la moza.), anda a traerlo. Está sobre el brocal del pozo, desde media tarde, tomando el fresco. (Vase la moza.) |
ESTUDIANTE | (Al arriero que está acostado.) Tío Trabuco, hola, tío Trabuco; ¿no viene usted a hacer la razón? |
TÍO TRABUCO | No ceno. |
ESTUDIANTE | ¿Ayuna usted? |
TÍO TRABUCO | Sí, señor, que es viernes. |
MESONERO | Pero un traguito... |
TÍO TRABUCO | Venga. (Le alarga el mesonero la bota, y bebe un trago el tío Trabuco.) ¡Jú! Esto es zupia. Alárgueme usted, tío Monipodio, el frasco del aguardiente para enjuagarme la boca. |
MOZA | Aquí está la gracia de Dios. |
TODOS | Venga, venga. |
ESTUDIANTE | Parece, señor alcalde, que esta noche hay mucha gente forastera en Hornachuelos. |
ARRIERO | Las tres posadas están llenas. |
ALCALDE | Como es el jubileo de la Porciúncula, y el convento de San Francisco de los Ángeles, que está aquí en el desierto, a media legua corta, es tan famoso... Viene mucha gente a confesarse con el Padre Guardián, que es un siervo de Dios. |
MESONERA | Es un santo. |
MESONERO | (Toma la bota y se pone de pie.) Jesús; por la buena compañía y que Dios nos dé salud y pesetas en esta vida, y la gloria en la eterna. (Bebe.) |
TODOS | Amén. (Pasa la bota de mano en mano.) |
ESTUDIANTE | (Después de beber.) Tío Trabuco, tío Trabuco, ¿está usted con los angelitos? |
TÍO TRABUCO | Con las malditas pulgas y con sus voces de usted, ¿quién puede estar sino con los demonios? |
ESTUDIANTE | Queríamos saber, tío Trabuco, si esa personilla de alfeñique, que ha venido con usted, y que se ha escondido de nosotros, viene a ganar el jubileo. |
TÍO TRABUCO | Yo no sé nunca a lo que van ni vienen los que viajan conmigo. |
ESTUDIANTE | ¿Pero... es gallo, o gallina? |
TÍO TRABUCO | Yo de los viajeros no miro más que la moneda, que ni es hembra ni es macho. |
ESTUDIANTE | Sí es género epiceno, como si dijéramos hermafrodita... Pero veo que es usted muy taciturno, tío Trabuco. |
TÍO TRABUCO | Nunca gasto saliva en lo que no me importa; y buenas noches, que se me va quedando la lengua dormida, y quiero guardarle el sueño; sonsoniche. |
ESTUDIANTE | Pues señor, con el tío Trabuco no hay emboque. Dígame usted, nostrama (A la mesonera.), ¿por qué no ha venido a cenar el tal caballerito? |
MESONERA | Yo no sé. |
ESTUDIANTE | Pero, vamos, ¿es hembra o varón? |
MESONERA | Que sea lo que sea; lo cierto es que le vi el rostro, por más que se lo recataba, cuando se apeó del mulo, y que lo tiene como un sol; y eso que traía los ojos de llorar y de polvo, que daba compasión. |
ESTUDIANTE | ¡Oiga! |
MESONERA | Sí señor; y en cuanto se metió en ese cuarto, volviéndome siempre la espalda, me preguntó cuánto había de aquí al convento de los Ángeles, y yo se lo enseñé desde la ventana, que como está tan cerca se ve clarito, y... |
ESTUDIANTE | ¡Hola, con que es pecador que viene al jubileo! |
MESONERA | Yo no sé. Luego se acostó; digo, se echó en la cama, vestido, y bebió antes un vaso de agua con unas gotas de vinagre. |
ESTUDIANTE | Ya, para refrescar el cuerpo. |
MESONERA | Y me dijo que no quería luz, ni cena, ni nada, y se quedó como rezando el rosario entre dientes. A mí me parece que es persona muy... |
MESONERO | Charla, charla... ¿Quién diablos te mete en hablar de los huéspedes?... Maldita sea tu lengua. |
MESONERA | Como el señor licenciado quería saber... |
ESTUDIANTE | Sí, señora Colasa; dígame usted... |
MESONERO | (A su mujer.) ¡Chitón! |
ESTUDIANTE | Pues señor, volvamos al tío Trabuco. Tío Trabuco, tío Trabuco. (Se acerca a él y le despierta.) |
TÍO TRABUCO | ¡Malo!... ¿Me quiere usted dejar en paz? |
ESTUDIANTE | Vamos, dígame usted, ¿esa persona cómo viene en el mulo, a mujeriegas o a horcajadas? |
TÍO TRABUCO | ¡Ay qué sangre!... De cabeza. |
ESTUDIANTE | Y dígame usted, ¿de dónde salió usted esta mañana, de Posadas o de Palma? |
TÍO TRABUCO | Yo no sé sino que tarde o temprano voy al cielo. |
ESTUDIANTE | ¿Por qué? |
TÍO TRABUCO | Porque ya me tiene usted en el purgatorio. |
ESTUDIANTE | (Se ríe.) ¡Ah, ah, ah!... ¿Y va usted a Extremadura? |
TÍO TRABUCO | (Se levanta, recoge sus jalmas y se va con ellas muy enfadado.) No señor; a la caballeriza, huyendo de usted, y a dormir con mis mulos, que no saben latín, ni son bachilleres. |
ESTUDIANTE | (Se ríe.) ¡Ah, ah, ah, ah! Se atufó... Hola, Pepa, salerosa, ¿y no has visto tú al escondido? |
MOZA | Por la espalda. |
ESTUDIANTE | ¿Y en qué cuarto está? |
MOZA | (Señala la primera puerta de la derecha.) En ese... |
ESTUDIANTE | Pues ya que es lampiño, vamos a pintarle unos bigotes con tizne... Y cuando se despierte por la mañana reiremos un poco. (Se tizna los dedos y va hacia el cuarto.) |
ALGUNOS | Sí... sí. |
MESONERO | No, no. |
ALCALDE | (Con gravedad.) Señor estudiante, no lo permitiré yo, pues debo proteger a los forasteros que llegan a esta villa, y administrarles justicia como a los naturales de ella. |
ESTUDIANTE | No lo dije por tanto, señor alcalde... |
ALCALDE | Yo sí. Yo no fuera malo saber quién es el señor licenciado, de dónde viene y adónde va, pues parece algo alegre de cascos. |
ESTUDIANTE | Si la justicia me lo pregunta de burlas o de veras, no hay inconveniente en decirlo, que aquí se juega limpio. Soy el bachiller Pereda, graduado por Salamanca, in utroque, y hace ocho años que curso sus escuelas, aunque pobre, con honra, y no sin fama. Salí de allí hace más de un año, acompañando a mi amigo y protector el señor licenciado Vargas, y fuimos a Sevilla, a vengar la muerte de su padre el marqués de Calatrava, y a indagar el paradero de su hermana, que se escapó con el matador. Pasamos allí algunos meses, donde también estuvo su hermano mayor, el actual marqués, que es oficial de Guardias. Y como no lograron su propósito, se separaron jurando venganza. Y el licenciado y yo nos vinimos a Córdoba, donde dijeron que estaba la hermana. Pero no la hallamos tampoco, y allí supimos que había muerto en la refriega que armaron los criados del marqués, la noche de su muerte, con los del robador y asesino, y que éste se había vuelto a América. Con lo que marchamos a Cádiz, donde mi protector, el licenciado Vargas, se ha embarcado para buscar allá al enemigo de su familia. Y yo me vuelvo a mi universidad a desquitar el tiempo perdido, y a continuar mis estudios; con los que, y la ayuda de Dios, puede ser que me vea algún día gobernador del Consejo o arzobispo de Sevilla. |
ALCALDE | Humos tiene el señor bachiller, y ya basta; pues se ve en su porte y buena explicación que es hombre de bien, y que dice verdad. |
MESONERA | Dígame usted, señor estudiante, ¿y qué, mataron a ese marqués? |
ESTUDIANTE | Sí. |
MESONERA | ¿Y lo mató el amante de su hija y luego la robó?... ¡Ay! Cuéntenos su merced esa historia, que será muy divertida: cuéntela su merced... |
MESONERO | ¿Quién te mete a ti en saber vidas ajenas? ¡Maldita sea tu curiosidad! Pues que ya hemos cenado, demos gracias a Dios, y a recogerse. (Se ponen todos en pie, y se quitan el sombrero como que rezan.) Eh, buenas noches; cada mochuelo a su olivo. |
ALCALDE | Buenas noches, y que haya juicio y silencio. |
ESTUDIANTE | Pues me voy a mi cuarto. (Se va a meter en el del viajero incógnito.) |
MESONERO | Hola, no es ése, el de más allá. |
ESTUDIANTE | Me equivoqué. (Vanse EL ALCALDE y LOS LUGAREÑOS; entra EL ESTUDIANTE en su cuarto; LA MOZA, EL ARRIERO y LA MESONERA retiran la mesa y bancos, dejando la escena desembarazada. EL MESONERO se acerca al hogar, y queda todo en silencio y solos EL MESONERO y LA MESONERA.) |
MESONERO | Colasa, para medrar en nuestro oficio, es forzoso |
MESONERA | No, por mí no lo dirás, bien sabes que callar sé. |
MESONERO | Pues esto estuvo de más. |
MESONERA | También ahora extrañarás que entre en ese cuarto a ver |
MESONERO | Entra, que entrar es razón, aunque temo a la verdad |
MESONERA | . (Saliendo muy asustada.) ¡Ay Dios mío! Vengo muerta; |
MESONERO | ¿Cómo? ¿Cómo?... Ya lo sé... La ventana al campo da, |
MESONERA | (Dentro.) Nada, todo está aquí... ¡desdichada! |
MESONERO | Vaya entonces en buena hora. |
MESONERA | (Saliendo a la escena.) No hay duda, es una señora, |
MESONERO | Pues con bien la lleve Dios, y vámonos a acostar, |
El teatro representa una plataforma en la ladera de una áspera montaña. A la izquierda precipicios y derrumbaderos. Al frente, un profundo valle atravesado por un riachuelo, en cuya margen se ve a lo lejos la villa de Hornachuelos, terminando el fondo en altas montañas. A la derecha, la fachada del convento de los Ángeles, de pobre y humilde arquitectura. La gran puerta de la iglesia cerrada, pero practicable, y sobre ella una claraboya de medio punto por donde se verá el resplandor de las luces interiores; más hacia el proscenio, la puerta de la portería, también practicable y cerrada; en medio de ella una mirilla o gatera que se abre y se cierra, y al lado el cordón de una campanilla. En medio de la escena habrá una gran Cruz de piedra tosca y corroída por el tiempo, puesta sobre cuatro gradas que puedan servir de asiento. Estará todo iluminado por una luna clarísima. Se oirá dentro de la iglesia el órgano, y cantar maitines al coro de los frailes, y saldrá como subiendo por la izquierda DOÑA LEONOR muy fatigada y vestida de hombre con un gabán de mangas, sombrero gacho y botines
DOÑA LEONOR | Sí...ya llegué... Dios mío, gracias os doy rendida. |
H. MELITÓN | ¿Quién es? |
DOÑA LEONOR | Una persona a quien interesa mucho, mucho, ver al instante al reverendo P. Guardián. |
H. MELITÓN | ¡Buena hora de ver al P. Guardián!... La noche está clara, y no será ningún caminante perdido. Si viene a ganar el jubileo, a las cinco se abrirá la iglesia; vaya con Dios; él le ayude. |
DOÑA LEONOR | Hermano, llamad al P. Guardián. Por caridad. |
H. MELITÓN | ¡Qué caridad a estas horas! El P. Guardián está en el coro. |
DOÑA LEONOR | Traigo para su reverencia un recado muy urgente del P. Cleto, definidor del convento de Córdoba, quien ya le ha escrito sobre el asunto de que vengo a hablarle. |
H. MELITÓN | ¡Hola!... ¿del P. Cleto el definidor del convento de Córdoba? Eso es distinto... iré, iré a decírselo al P. Guardián. Pero dígame, hijo, ¿el recado y la carta son sobre aquel asunto con el P. General, que está pendiente allá en Madrid?... |
DOÑA LEONOR | Es una cosa muy interesante. |
H. MELITÓN | ¿Pero para quién? |
DOÑA LEONOR | Para la criatura más infeliz del mundo. |
H. MELITÓN | ¡Mala recomendación!... Pero bueno; abriré la portería, aunque es contra regla, para que entréis a esperar. |
DOÑA LEONOR | No, no, no puedo entrar... ¡Jesús!!! |
H. MELITÓN | Bendito sea su santo nombre... ¿Pero sois algún excomulgado?... Si no es cosa rara preferir el esperar al raso. En fin, voy a dar el recado, que probablemente no tendrá respuesta. Si no vuelvo, buenas noches, ahí a la bajadita está la villa, y hay un buen mesón. El de la tía Colasa. (Ciérrase la ventanilla, y DOÑA LEONOR queda muy abatida.) |
DOÑA LEONOR | ¿Será tan negra y dura mi suerte miserable, |
P. GUARDIÁN | ¿El que me busca quién es? |
DOÑA LEONOR | Yo soy, Padre, qué quería... |
P. GUARDIÁN | Ya se abrió la portería; entrad en el claustro, pues. |
DOÑA LEONOR | (Muy sobresaltada.) ¡Ah!... imposible; padre, no. |
P. GUARDIÁN | ¡Imposible!... ¿Qué decís?... |
DOÑA LEONOR | Si que os hable permitís, aquí sólo puedo yo. |
P. GUARDIÁN | Si os envía el padre Cleto, hablad, que es mi grande amigo. |
DOÑA LEONOR | Padre, que sea sin testigo, porque me importa el secreto. |
P. GUARDIÁN | ¿Y quién?...Mas ya os entendí. Retiraos, fray Melitón, |
H. MELITÓN | ¿No lo dije? Secretitos Los misterios ellos solos, |
P. GUARDIÁN | ¿Qué murmura? |
H. MELITÓN | Que está tan premiosa esta puerta... y luego... |
P. GUARDIÁN | Obedezca, hermano lego. |
H. MELITÓN | Ya me la echó de guardián.
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DOÑA LEONOR, EL P. GUARDIÁN
P. GUARDIÁN | (Acercándose a Leonor) Ya estamos, hermano, solos. |
DOÑA LEONOR | No, Padre mío, |
P. GUARDIÁN | ¿Qué os horroriza?... no entiendo... |
DOÑA LEONOR | (Muy abatida.) Soy una infeliz mujer. |
P. GUARDIÁN | (Asustado.) ¡Una mujer!... ¡Santo cielo! |
DOÑA LEONOR | Una mujer infeliz, maldición del universo, |
P. GUARDIÁN | Señora, alzad. Que son grandes (La levanta.) vuestros infortunios creo |
DOÑA LEONOR | No habéis: Padre, recibido la carta que el Padre Cleto... |
P. GUARDIÁN | (Recapacitando.) ¿El Padre Cleto os envía? |
DOÑA LEONOR | A vos, cual solo remedio de todos mis infortunios; |
P. GUARDIÁN | (Sorprendido.) ¿Sois doña Leonor de Vargas?... |
DOÑA LEONOR | . (Abatida.) ¡Os horroriza el mirarme! |
P. GUARDIÁN | (Afectuoso.) No, hija mía, no por cierto. Ni permita Dios que nunca |
DOÑA LEONOR | ¡Yo lo soy tanto! |
P. GUARDIÁN | Señora, vuestra agitación comprendo. |
DOÑA LEONOR | ¡No me abandonéis! Oh, Padre. |
P. GUARDIÁN | No, jamás; contad conmigo. |
DOÑA LEONOR | De este santo monasterio desde que el término piso, |
P. GUARDIÁN | ¡Oh! no lo dudo, hija mía; Libre estáis en este sitio |
DOÑA LEONOR | Por eso aquí busco ansiosa dulce consuelo y auxilio, |
P. GUARDIÁN | Vamos despacio, hija mía: el Padre Cleto me ha escrito |
DOÑA LEONOR | Si basta; es inmutable... lo fío. |
P. GUARDIÁN | ¡Hija mía! |
DOÑA LEONOR | Vengo resuelta, lo he dicho, a sepultarme por siempre |
P. GUARDIÁN | ¡Cómo!... |
DOÑA LEONOR | ¿Seré la primera?... No lo seré, Padre mío. |
P. GUARDIÁN | No os engañó el Padre Cleto, pues diez años ha vivido |
DOÑA LEONOR | Al momento llevadme allá, Padre mío. |
P. GUARDIÁN | ¡Oh, doña Leonor de Vargas! ¿Insistís? |
DOÑA LEONOR | Sí, Padre, insisto. Dios me manda... |
P. GUARDIÁN | Raras veces Dios tan grandes sacrificios |
DOÑA LEONOR | No es un acaloramiento, no un instante de delirio |
P. GUARDIÁN | Sois muy joven, hija mía; ¿quién lo que el cielo propicio |
DOÑA LEONOR | Renunció a todo, lo he dicho. |
P. GUARDIÁN | Acaso aquel caballero... |
DOÑA LEONOR | ¿Qué pronuncias?... ¡Oh martirio! Aunque inocente, manchado |
P. GUARDIÁN | Entiendo. Mas de vuestra casa el brillo. |
DOÑA LEONOR | Mi muerte sólo anhelan vengativos. |
P. GUARDIÁN | ¿Y la bondadosa tía que en Córdoba os ha tenido |
DOÑA LEONOR | No puedo sin ponerla en compromiso, |
P. GUARDIÁN | Y qué, ¿más seguro asilo no fuera, y más conveniente, |
DOÑA LEONOR | No, Padre; son tantos los requisitos |
P. GUARDIÁN | (Levantándose y aparte.) ¡Será verdad, Dios eterno! |
DOÑA LEONOR | Es inmutable, y cumplirla la voz del cielo me manda. |
P. GUARDIÁN | Sea pues, bajo el amparo de la Virgen Soberana. |
DOÑA LEONOR | (Arrojándose a las plantas del P. GUARDIÁN.) ¿Me acogéis?... ¡Oh Dios!... ¡Oh dicha! |
P. GUARDIÁN | (Levantándola.) Dad a la Virgen las gracias. |
DOÑA LEONOR | Y vos, tan sólo vos, o padre mío, sabréis que habito en estas asperezas, |
P. GUARDIÁN | Yo solamente sabré quién sois. Pero que avise es fuerza |
DOÑA LEONOR | Mas mis hermanos... o bandidos tal vez... |
P. GUARDIÁN | ¿Y quién pudiera atreverse, hija mía, sin que al punto |
DOÑA LEONOR | Bien: ¡oh Padre! pues que encontré donde esconderme pueda |
P. GUARDIÁN | Al punto sea, que ya la luz del alba se avecina. |
P. GUARDIÁN | ¡Hola!... Hermano Melitón. ¡Hola!... despierte le digo; |
H. MELITÓN | (Dentro.) Pues qué, ¿ya las cinco son?... (Sale bostezando.) |
P. GUARDIÁN | La iglesia abra. |
H. MELITÓN | No es de día. |
P. GUARDIÁN | ¿Replica?... Por vida mía... |
H. MELITÓN | ¿Yo?... en mi vida he replicado. Bien podía el penitente |
P. GUARDIÁN | (Conduciendo a Leonor hacia la iglesia.) Vamos al punto, vamos; |