Dos rosas y dos rosales: 30
1847.
[editar]D. Gil tuvo de gota un fiero ataque,
Y su humor pasó de áspero a iracundo:
Ya no hay remedio que el dolor le aplaque,
La pega en su furor con todo el mundo,
Y de su lecho ya no hay quien le saque.
Rosa abriga de su alma en lo profundo
Dos infiernos que hiel le dan sin tasa:
El de su corazón, y el de su casa.
Al fin recibió carta el mes de octubre:
Pero a través de misteriosas frases
Tan solo en ella la infeliz descubre
Que empieza a presentar dudosas fases
Su porvenir oscuro: que se cubre
La luz de su esperanza con un denso
Vapor de duelo: y lo que más la aflige
Es una poesía, despedida
Triste, expresión de su pesar inmenso,
Que el infeliz Don Carlos le dirige,
Y que viene en la epístola metida:
Y ya que sus sonetos conocemos,
Su despedida conoce podemos.
Adiós! — A Rosa.
[editar]Adiós! Acaso más nunca me veas:
Pero graba en tu alma estas ideas,
Escritas solamente para ti:
Y cuando a solas mis palabras leas
Sin mí, feliz o desdichada seas,
Acuérdate de mí.
¡Rosa, le mejor de los humanos seres,
Cifra de la virtud de las mujeres!
Si pura como yo te concebí
Cual mártir vives, y cual santa mueres,
Cuando en presencia del Señor te vieres
Acuérdate de mí.
Si víctima infeliz de mis pesares,
O presa de las ondas de los mares,
Dios me envía a morir lejos de ti,
Mi alma vendrá a albergarse en tus hogares,
Y te dirá tenaz si me olvidares;
Acuérdate de mí.
No me olvides jamás: nadie en el mundo
Te amó con un respeto más profundo
Que el que te tuve yo mientras viví.
Mi alma al dejar mi cuerpo moribundo
De mi vida hasta el último segundo
Se acordará de ti.
Adiós, ídolo y luz del alma mía!
En el amparo del Señor confía,
Y ora con fe por que me vuelva a ti,
mas si de ti por siempre me desvía,
Si no vuelvo jamás, en mi amor fía,
Y de tu vida hasta el postrero día,
Acuérdate de mí.
Carlos tenía un corazón gigante:
En sus cartas jamás se había mostrado
Triste o desanimado:
En su esperanza y en su fe constante
Siempre había mirado
Con sublime valor hacia adelante.
¿Qué era, pues, lo que así le había mudado?
¿Qué quería decir tal despedida?
¿Temía por su vida?
¿La iba a exponer a inevitable daño?
La desdichada Rosa no sabía
Cómo explicarse su lenguaje extraño:
Y atenta a si otra carta recibía
Contaba cada mes día por día:
Y en semejante afán se pasó el año.