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Dulce Dueño

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DULCE DUEÑO


"El paraíso para cada uno está
en el fin que debe conseguir".
Brand.


La última novela de la condesa de Pardo Bazán roza un tema de sumo interés para la vida femenina universal: ¿Surgirá de la instrucción sexual una repugnancia invencible hacia el matrimonio?—y, como corolario: ¿La psiquis femenina puede llegar a su pleno desarrollo sin un complemento masculino?

La solución de la distinguida escritora es un arma de dos filos. La heroína se entrega al Dulce Dueño en una crisis erótico-mística y acrecienta su ilusión vital religiosa con la certeza de haber arribado al puerto. Hoy como ayer, la virginidad estado perfecto...

Lina, la bella e inteligente protagonista, es una soltera que ha vivido libre y que ha leído y aprendido más que la mayoría de las mujeres y quizás de los hombres. Sabia la denominan sus dos amigos, Carranza, canónigo ceremonioso y malicioso, enemigo de quimeras, erudito, antirromántico, orientado hacia las fuentes claras y cristalinas del clasicismo español; Polilla, el hombre de los datos, el genio de la menudencia, librepensador a su manera, cándido descreído. Lina llega a superar a ambos, si no en el saber en el sueño...

Dominada por una íntima voluntad de elevarse, de divinizarse, si cupiere lo que en la primera juventud fué ilusión, en el estío, a los 29 años, va a convertirse en realidad gracias a cuantiosa herencia. Para ella ha de aparecer el amor cortado a la medida, el dueño extraordinario, superior a la turba que ya la asedia olfateando a la heredera poderosa y a la mujer inexperta socialmente, fácil de cazar.

No se trata de un personaje de novela añeja, de aquellos que se afligen porque sus millones les impiden encontrar el amor sincero. Como el inteligente en arte que, repleta la cartera, sale a la calle dispuesto a elegir, Lina, arımada con su caudal, se arrojará a descubrir ese ser que, desconocido, es ya su dulce dueño. Y aparecerá. El también poseerá su fuerza propia. Será fuerte en algún sentido. Algo le distinguirá de la turba; al presentarse él, una virtud se revelará; virtud de domínio, de grandeza, de misterio.

Las cabezas se inclinarán, o los ojos quedarán cautivos, o el corazón.se descolgará de su centro, yéndose hacia él...

"Sácame de la realidad, amado... Lejos, lejos de lo real, dulce dueño..." suspira Lina oyendo cantar Lohengrin.

Y la realidad la asquea tres veces. Disfrazada con mentidos ideales, primera; seductora bajo viril deseo, luego; y, por fin, aparentemente depurada de toda carnal pasión, en una amistad sentimental trágicamente abortada.

Lina no ofrece el caso frecuente de la mujer que repugna el matrimonio porque repugna la sujeción.

Hay algo más... Hay una alta, íntima estimación de ella misma; hay el temor de no poder estimar en tanto precio al hombre que acepte.

Y, si ella se analiza profundamente, halla que desea amar, i cuánto y de qué manera!, con toda la violencia de su ser escogido, singular. ¿Por qué lo desea?

No lo define bien. En tantos años de comprimida juventud y de soledad, ha pasado su sueño por el tamiz de la inteligencia, su cerebro ha descendido al corazón y, enamorada perdida, considera imposible enamorarse.

Indignada contra ella misma por haberse dejado arrastrar por el instinto de rendirse moralmente ante el primer hombre que la cortejara; pregúntase Lina si el amor no es más que ese aturdimiento, esa flojedad nerviosa que por poco la avasalla, o si no será ese amor inferior, una baja curiosidad. Dispuesta a conocer la clave de la vida, su secreto, la ciencia del árbol y de la serpiente, el amor, acude a su memoria un detalle que la impresionó leyendo "El médico de su honra". La ciencia médica como solución de los conflictos morales, el médico, actor en el drama físico como el confesor en el moral...

Y el médico elegido, a la altura de las circunstancias, sin malicia, sin falsos reparos, la instruye, señalando, insistiendo cuando lee en las turbias pupilas de Lina que no ha comprendido aun. Así desfilan ante ella grabados sin arte, sencillos en su impudor, que atraen y repelen a la vez la mirada. La explicación, sin bordados, escueta, grave, es el complemento, la clave de las figuras.

Deseosa de apurar ese cáliz hasta las heces, exige Lina que le descubran el doble fondo de la inmundicia en que la corrupción originaria de la especie llega a las fronteras de la locura, las anomalías de museo secreto, las teratologías primitivas, hoy florecientes en la podredumbre y en el moho de las civilizaciones viejas; los delirios infandos; las iniquidades malditas en todas las huelgas, las rituales infamias de los cultos demoníacos.

De todo eso, Lina concluye que el sentimiento más fijo y constante que acompaña a las manifestaciones amorosas es la vergüenza, persistente, penosa, humillante, que cual sucia mosca caída en el néctar de la poesía amatoria la inficiona y la hace, para una persona delicada, imposible de tragar.

Después de esa vacunación de horror, ¡cómo cultivar otro sentimiento fuera del de la amistad fraternal!

En vano el canónigo Carranza le explica que esas cosas, desde el punto de vista elegido, son odiosas; que si estudiásemos en esa forma otras funciones, verbigracia las de la nutrición, nos dejaríamos morir de hambre, y que el amor verdadero barre de la imaginación esas telarañas románticas de la repugnancia a lo natural a lo que Dios mismo instituyó.

Dos son los puntos débile de esa demostración, convincite en apariencia. Ante todo, la instrucción sexual, para no ser contraproducente, debe surgir de la educación sexual y, a su vez, la educación sexual debe basarse en la religiosidad humana.

La heroína, en Dulce Dueño, ingiere a grandes dosis conocimientos que, normalmente, deben ser la resultante de la educación y de la experiencia, y, para colmo, deslumbrada por falsos mirajes religiosos, pretende hallar la verdad natural.

La condesa de Pardo Bazán refleja, a través de prejuicios ancestrales, obras tan magníficamente humanas como las del doctor Forel su Hilario Aparicio expone, en parte, esas ideas. La situación, creada a propósito para ello, es tan insidiosamente ridícula, el personaje tan adocenado y venal, que un sentimiento de protesta y de repugnancia domina al lector avisado.

Maculadás, surgen de semejantes labios verdades como éstas: "Yo creo que el amor, tan calumniado por las religiones oficiales, que han hecho de él algo reprobable y vulgar cuando es lo más sublime, lo más noble, lo más realmente divino tiene que ser rehabilitado..

"Para desterrar la idea de que el amor es cosa afrentosa, es preciso un cambio radical en la pedagogía.

"Es indispensable que en la escuela se enseñe a los niños lo augusto, lo sagrado de ese instinto! Hay que hacer sentir al niño la belleza de las leyes universales de la procreación, la trascendencia del misterio sexual, su poderosa poesía...

"En el momento en que se inicie a la niñez en tan graves problemas habremos destruído el imperio del sacerdote sobre la mujer".

El librepensador Polilla aconseja a Lina su unión con Aparicio para "redimir a las monjas, víctimas de esos sicarios que quieren extinguir la fecundidad, el amor; cuyo odio a la vida toma esa forma". Propónele "venganza", tal como la practicaría el filósofo Jesús. Abrir las puertas de la vida y de la maternidad; hacer que el niño se eduque en la conciencia de sus derechos. ¡Qué hermosa misión!, agrega el cándido descreído a tiempo que afirma tener de la mujer ideas especiales: "No digo que seáis inferiores al hombre, pero sois diferentes... muy diferentes".

Transcribo, al caso, la alentadora crítica que Santiago S. Barabino dedica, en "Los Anales de la Sociedad Científica", a la conferencia que, en ese círculo de altos estudios, di sobre "Educación sexual". (1).

66 '¿Es posible en el estado actual de la sociedad introducir de lleno en los programas de enseñanza esta reforma tan lógica como santa y bienhechora?

"Las reformas sociales deben proceder por evolución continua, progresiva, intensificando los medios hasta integrarlos. Y para educar sexualmente se (1) "Anales de la Sociedad Científica Argentina", tomo LXXIV.

requiere el concurso de la mujer. Se impone, pues, la formación previa de las maestras que deben ilustrar a las niñas del porvenir, pues confiar al hombre la enseñanza sexual, sería fomentar debemos ser 108 francos el mal que precisamente queremos evitar.

No impunemente puede confiarse a sexos diversos la tratación de argumentos como el que nos ocupa. El confesonario, las escuelas, nos dan prueba fehacien te de nuestro aserto. Abelardo y Eloísa lo confirman.

Peccare humanum est! En muchos casos, la sugestión sexual prima sobre la razón, la inteligencia se ofusca y vence la bête humaine cuando precisamente se trataba de aniquilarla..

"Pero, en fin,—lo esencial es establecer la necesidad de impartir la educación sexual a nuestros niños para llegar a un eficaz perfeccionamiento de la raza.

"Aceptado ésto como axioma educacional, corresponde a los sociólogos y pedagogos hallar la forma y oportunidad de impartirla".

Creyendo haber encontrado esa forma, como lo demostré en la conferencia complementaria "La escuelá hogar", y afirmando que, en cuanto a "oportunidad de impartirla", la Argentina, como todo país de crecimiento rápido por selección inmigratoria de opuestas procedencias, está en la inminente urgencia de adaptar la educación e instrucción sexual a sus necesidades observo a la crítica transcripta que, con esa orientación educativa, no se trata de "aniquilar la bête humaine", sino de utilizar sus energías en la selección humana. No proponemos la castración psíquica, como jamás propondríamos, nor malmente, la castración física.

Antes de esbozar esa forma práctica de educación e instrucción vital, dejemos constancia de un hecho.

La condesa de Pardo Bazán comprueba, en su última novela, cuán inútil es tratar de convencer de la urgencia de esa reforma a espíritus saturados de prejuicios religiosos, morales y sociales. Ella, una de las "inujeres representativas" por su inteligencia e ilustración, tiene que dejar caer estérilmente sobre su psiquis esas verdades como la tierra arcillosa, impermeable, tiene que dejar caer estérilmente sobre ella una lluvia torrencial.

Sin duda alguna, esos mismos prejuicios serán fuerzas contrarias que habrá que desviar y utilizar en la futura escuela. Mucho habrá que podar, que injertar, que cultivar; muchos esfuerzos fracasarán.

Pero, en cambio, con qué noble orgullo verá revivir el maestro un hijo intelectual en cada alumno salvado!

La futura encarnación del ideal en materia educativa no se limitará a hacer integral el ciclo, partiendo de la base "escuela del Estado", única, obligatoria para todos, sin excepción; laica, bajo el régimen de la coeducación que la transformará en hogar—social, engendrador, a su vez, de la educación e instrucción sexual; no se detendrá en cerrar el ciclo integral haciendo que los alumnos universitarios apliquen lo aprendido elevando al pueblo al instruirlo por medio de conferencias sistematizadas; ni se conformará con dictar la "cátedra de humanidad" en forma de institutos de puericultura, estirpicultura y maternología, anexos a los colegios; o con instalar al niño y al obrero de acuerdo con las necesidades vitales — egoísmo bien entendido, única y real virtud. La educación integral no se detendrá ahí: como para todo lo dotado de vida, el progresar será su ley.

Entonces comenzará a preocupar a la escuela, científica y humanamente, el problema de los sexos basado en un ideal religioso, la religiosidad humana que encarnará el hogar.

Sin esa religiosidad humana, al dar hoy la instrucción sexual a todos, correríase el mismo peligro que si se enseñara el manejo de armas a todos, sin excepción, incluso a los criminales natos.

"La humanidad ha sido nutrida durante siglos y siglos por una ilusión contraria a la vida. Debemos reaccionar condenando como mala toda idea repor bella y consoladora que sea, en apasi contiene la negación o la deformación de la vida, tal cual nos es dado conocerlaligiosa riencia, "Debemos impedir que esos prejuicios y esas supersticiones esfuerzos impotentes de la razón por guiar inducciones extraviadas que la ciencia abandonará definitivamente cuando llegue, en su conquista de la realidad, a ser la síntesis integral de las necesidades y de las aspiraciones humanas, constituyendo el principal alimento de la débil inteligencia infantil".

"Religión" y "ciencia" son antagónicas siempre que la religión dé ilusiones por verdades; siempre que afirme como infalible más allá de lo demostrable y, sobre todo, contra todo lo demostrado.

Las concesiones hechas a lo absurdo, a lo relativo, suelen ser necesarias en las cosas humanas; pero no son más que transitoriamente necesarias: La verdad evoluciona, la verdad se hace como se hace la vida de la que la verdad es el alma.

"El progreso de la religión es un progreso del sentimiento que fusiona la causa interna con la causa externa, y el progreso de la ciencia es un progreso del conocimiento de esas causas. Así entendidas, "religión" y "ciencia", lejos de excluirse, se complementan (1).

(1) "Ia educación sexual", en el volumen Pedagogía social.

Para arribar a ese ideal religioso, ¡qué base práctica podemos comenzar a cimentar?

La de humanizar la enseñanza colectiva transformando la escuela actual, ilógica, antihumana, en hogar de niños protegiéndose y amándose mutuamente.

La escuela, así, será escuela humana y no fosilización de prejuicios sociales, religioses y científicos.

El elemento moralizador por excelencia, que imprimirá un empuje ascendente a la evolución humana, será la coeducación sexual.

Esa recuentación constante, fraternal, familiar, infantil, dará al conjunto de las costumbres una serenidad particular y, lejos de constituir un peligro, se convertirá en garantía de preservación. Solamente por un poderoso concurso de medios concertados en vista de la felicidad presente del niño y del destino futuro del hombre, podremos luchar contra herencias, contra la influencia corruptora del medio; podremos reconstruir, por decirlo así, la generación llevándola a su origen para formar una mayoría de seres sanos, bien organizados, inteligentes; seres nuevos para la nueva vida, capaces de concebir y de realizar grandes ideales; seres dignos de conquistar la salud exterior y la paz interior.

De estas premisas deriva la respuesta al primer interrogante planteado por la condesa de Pardo Bazán: Surgirá de la instrucción sexual una repugnancia invencible hacia el matrimonio?

Sí, mientras se dé tan sólo instrucción y no educación e instrucción sexual.

Pero nuestra futura humanidad ideal, educada en el respeto religioso hacia la transmisión de la vida, irá al matrimonio como al único altar digno de ella, cuando se sepa, teórica y prácticamente, capaz de superarse a sí misma al crear.

Y, bajo la influencia de la ley de amor, lo creado creará a su vez mejorando el hijo a la madre.

Ahí, en la gestación corporal y espiritual, está la reivindicación de los derechos femeninos por el atacado cumplimiento de los deberes maternales. ¿ Cuántas mujeres practican la verdad encerrada en que no basta ofrecer al futuro ser alimentos apropiados, facilidad de desarrollo, aire puro, el ejercicio necesario sino que hay que nutrirlo con tranquilidad de espíritu, con igualdad de carácter, con sana alegría, con esperanzas siempre renovadas; que hay que evitarle toda repercusión de desalientos, de sinsabores, de enojos, de crisis nerviosas ?

El segundo interrogante planteado al leer "Dulce Dueñ La psiquis femenina puede llegar a su pleno desarrollo sin un complemento masculino?

contéstase también en lo anteriormente expuesto.

El ser humano completo se compone del hombre y de la mujer. Las diferencias normales, queridas por la naturaleza del ser, consecuencias del temperamento y de las funciones, subsistirán, sin necesidad de salvaguarda, en una diversidad armoniosa y feliz.

Los prejuicios sociales y religiosos, al mantener la actual educación sistemáticamente separatista, ahondan esa oposición convirtiéndola en antinatural e inmoral.

Paul Robin, el fundador de Cempuis, reconoce la divisa clerical dividir para reinar en la paración sexual escolar. Fué ése, y sigue siéndolo, el solo medio seguro de afianzar el dominio del error.

Mujeres que hayan tenido por guías morales e intelectuales un canónigo Carranza y un volteriano Polilla, como la Lina del "Dulce Dueño", escollarán en la vida creyendo aterrar en seguro puerto. Y, asiladas entre dementes, se deificarán, estimándose cuerdas, sanas de alma y de cuerpo, felices por la voluntad de quien puede.