El Capitan Correa
En la costa de Arecibo
Al desembarco se apresta
Gente armada que allí vino
En una flotilla inglesa;
La manda el Conde de Estren
Que tiene allá en Inglaterra
Gran nombre por sus talentos
Y valor á toda prueba.
Sobre el castillo de popa
Á sus soldados arenga:
«Veis aquel pueblo, les dice,
Y aquella florida vega?
Pues allí hay muchos tesoros
Y mugeres las mas bellas,
Que alegres poseeréis
Con solo saltar en tierra.
Vamos pues, bravos soldados,
No hay quien las costas defienda;
Mirad, mirad como escapan
Armados una docena,
Mirad espadas y lanzas
Como estorban su carrera»
Aquí llegaba el buen Conde
Y en todo verdad dijera,
Que si rico es Arecibo,
Fértil y amena es su vega
Y el sol es menos ardiente
Que el mirar de una porteña.
Sus soldados le interrumpen
Á la voz de «a tierra á tierra,
Pronto, al agua los esquifes
Que la mar está serena»
«Silencio: grita el de Estren,
Toda la gente de guerra
Que se embarque en las falúas
Y que voguen con presteza,
Que si sopla el viento norte,
Como la playa es abierta
Todos iremos á pique
Sin que impedirlo se pueda
Bajan todos á los botes
Y en breve ganan la tierra
Sin haber alma viviente
Que un estorbo les pusiera.
Marchaba el Conde de Estren
Al frente de sus soldados
Orgulloso mas que todos,
Mas que todos confiado.
Burlábase con los gefes
De los doce que azorados
Vió escapar á toda prisa
Por el monte mas cercano;
Y eran aquella docena
Los mas valientes urbanos
Que nos recuerda la historia
De Borinquen en sus fastos.
Once de ellos obedecen
Al otro que es el bizarro,
El invencible Correa,
En lides tan afamado.
Tenia este Capitan
Con los pocos de su mando
En guardar aquellas costas
El mas penoso trabajo.
Luego que viera el intento
Que tenian los leopardos,
Fingiendo una retirada,
Condujo á sus milicianos
A un montecillo vecino
Que ocultaba sus caballos,
Y allí aguarda la ocasion
Con los suyos emboscado.
Caminaban los Ingleses
En su número fiados,
Sin pensar en enemigos,
Castillos de aire formando:
Uno dice, que en la altura
Edificará un palacio,
Otro que en toda la vega
No ha de caber su ganado,
Y al hablar de nuestras bellas
No todos fueron muy castos.
Correa que los vió cerca
Así dijo á sus soldados:
«No hay mas que un Dios poderoso
Y una patria, milicianos,
Y es morir como leales
Por los dos morir lidiando.
Si permitís que esas fieras
Se introduzcan en poblado,
Vuestras hijas y mugeres
Y vuestros padres ancianos,
Vuestras casas y fortunas,
Nada será respetado:
Con qué primero que pisen
Nuestros cuerpos mutilados.»
Así dijo el Capitan,
Y con su ejemplo animando,
Acometieron de suerte,
Que el enemigo asustado
Con tal lluvia de estocadas
Tan veloces como el rayo,
Menos pensó en defenderse
Que en huir desordenado.
Y Correa les siguió
Como una fiera matando,
Hasta que dentro del mar
Llegó á nadar su caballo.