El Gíbaro/Escena III
Difícil será tambien que pueda mi pluma, harto por mi desgracia mal cortada, trasladar al papel cuanto pienso y cuanto quiero decir, porqué de sentir una cosa á espresarla tal como se siente hay la misma distancia que de comprenderla á ponerla en ejecucion. Mi audacia por lo tanto no está en haber emprendido una obra que hace tiempo bullia en mi cerebro, sino en querer encerrar en los límites de un solo artículo un pensamiento de cinco años.
No pretendo ser aplaudido por cuantos leyeren esta escena, antes creo que no faltará quien me trate de visionario; pero en este caso, comparen los padres de familia, á quienes la dedico, el interés que tengo yo en poner en claro la verdad, con el que acaso tengan otros en ocultarla: mediten sobre el resultado de despreciar este aviso, fruto de repetidas esperiencias, y piensen mucho que una buena educacion es el mejor legado que pueden hacer á sus hijos.
Con esta ligera advertencia paso á tratar de los estudios que hacen los jóvenes Puerto-riqueños. Para proceder con órden, me ocuparé primero de la instruccion que se recibe en la Isla; despues, de la que se da en la Península, concluyendo con la del estranjero.
Cinco son las carreras á que con preferencia se dedican los hijos de Puerto-Rico: el Sacerdocio, el Comercio, la Jurisprudencia, la Medicina y la Farmacia; sin incluir los Militares y los Ingenieros civiles.
El estudio de la Teología se debe hacer segun el plan de estudios del modo siguiente:
1.° año: Fundamentos de la Religion.—Lugares teológicos.
2.° año: Teología dogmática (parte especulativa). 3.° año. Teología dogmática (parte práctica). Lengua griega.
4.° año. Teología moral.—Lengua hebrea.
5.° año. Historia y elementos del Derecho canónico.—Oratoria sagrada.
6.° año. Sagrada Escritura.—Lengua griega (2.° curso).
7.° año. Historia y disciplina general de la Iglesia y particular de España.—Lengua hebrea (2.° curso).
Se necesitan por consiguiente siete profesores distintos, y que el alumno curse siete años para ser teólogo, y en Puerto-Rico todo se hace en tres con un solo profesor: á mis lectores dejo el deducir la consecuencia.
El Comercio es á mi entender la carrera que mejor puede seguirse en la Isla; no obstante, para perfeccionarse en los idiomas es casi indispensable la permanencia en el estranjero por dos años á lo menos. Esto tiene grandes ventajas, de las cuales, así como de los inconvenientes que ofrece, me ocuparé á su debido tiempo.
Llegamos á la Jurisprudencia, y á la Medicina: estas dos no pueden estudiarse en Puerto-Rico, pero sí la Filosofía como introduccion á dichas facultades. Veamos si esto se hace como es debido, y como lo reclama la ilustracion de la época; y aquí advierto de nuevo que al poner de manifiesto el estado de atraso de nuestra enseñanza es mi único objeto el despertar, si es posible, á mi patria de ese sueño que la hace marchar á tan larga distancia de la metrópoli.
El plan de estudios previene que se curse la Filosofía en cinco años de esta manera:
1.° año. Latin y Castellano.—Geografía.—Religion y Moral.
2.° año. Latin y Castellano.—Geografía.—Historia, Religion y Moral.
3.° año. Latin y Castellano.—Historia.—Religion y Moral.—Curso preparatorio de Matemáticas (Aritmética y algunas nociones de Geometría). Repaso de Geografía.
4.° año. Retórica y poética.—Historia.—Religion y Moral.—Matemáticas (Álgebra hasta las ecuaciones de segundo grado inclusive). Geometría,. Trigonometría plana y nociones de Topografía.
5.° año. Psicología y Lógica.—Elementos de Física y nociones de Química.—Nociones de Historia natural.—Ejercicios prácticos de Retórica y poética.—Religion y Moral.
En Puerto-Rico se emplean dos, tres, ó mas años en la Latinidad; concluida esta, empieza la Lógica, que dura otro año; sigue la Física[1], y en el tercero la Ética y Metafísica. Las Matemáticas, nociones de Química y la Geografía se estudian tambien en algunos de estos años, y sin ser obligatorio.
Faltan por consiguiente la Historia, Retórica y poética, Historia natural y ejercicios prácticos de Retórica y poética; muchísimo mayor es el defecto en cuanto á los profesores.
Para desempeñar las cátedras de Filosofía se necesitan doce profesores por lo menos, cuando en el colegio de Puerto-Rico, sino fuera por las clases que sostiene la Sociedad económica de Amigos del país, solo habria dos de Latinidad y otro para el resto de la Filosofía. ¿Cómo es posible que uno solo pueda cargar con peso tan enorme? No es estraño que, al presentarnos en las universidades de la Península, se rian de nosotros y de nuestros certificados los que con mucha razon ven en la Filosofía el fundamento de todas las carreras literarias.
No pueden un médico ni un farmacéutico serlo completos sin algunas nociones de Historia natural así como tampoco un abogado ni un teólogo pueden ser buenos oradores sin el conocimiento de la Literatura. Toda mi vida recordaré con pesar lo que sufrí al graduarme de bachiller en Filosofía. El catedrático llamado entonces de Literatura me dirigió una pregunta que no entendí, y tuve que confesar ruborizado que en mi país no se enseñaba....
Acabaré los estudios de la Isla hablando de la Farmacia, que se cursa tambien en ella (ignoro el como) y puede ejercerse en todo el país mediante un certificado que da la Subdelegacion de dicha facultad. Este certificado, título ó como quiera llamarse, puede igualar á jóvenes que en su vida han visto un gabinete de Mineralogía, ni un jardin botánico, ni otras muchas cosas, con hombres que en Europa han asistido siete años á estos sitios, y que, como suele decirse, «han gastado los bancos de las universidades.»
Pasemos á los estudios de la Península. Despues de haber invertido un padre sumas considerables durante cuatro ó cinco años, y cuando su hijo ha concluido la Filosofía, es preciso, si se dedica á la Jurisprudencia ó á la Medicina, que continue sus estudios en la Península; sobrevienen nuevos y grandes gastos para la familia, pero el cariño paternal todo lo allana, y al cabo de un par de meses se halla en Madrid, Barcelona ó Cádiz el aspirante al Bachillerato en Filosofía. Preséntase en la Universidad provisto de todos sus documentos; el Secretario los examina, y á cada párrafo, á cada punto, á cada frase menea la cabeza de un modo harto significativo para el pretendiente; porque en él puede comprenderse la respuesta que á mí me dieron el dia de aquel primer fallo.» «No hay americano que traiga sus papeles en regla, y que haya estudiado todo lo que previene el plan de estudios. V. no puede graduarse.»
Cualquiera comprenderá la posicion nada agradable en que estas palabras colocan á un jóven sin edad ni esperiencia para oirlas con calma. Empiezan entonces las súplicas tanto de palabra como por escrito; quien recurre al Rector, quien al Gobierno de la nacion, y entre unos y otros pasa un jóven los peores dias de su carrera, hasta que por quitárselo de encima ó por compasion, le admiten al primer año de la facultad que quiere cursar.
Hasta aquí los trabajos; ahora empieza otra vida, que, si bien necesita laboriosidad, es metódica y mas descansada; cércanía empero graves escollos que pueden hacer naufragar al talento mas privilegiado.
Los padres de familia, por indiscreta confianza en sus hijos, los dejan á veces enteramente libres en un país nuevo para ellos y colmado de tales atractivos que pueden seducir al corazon mas frio: diversiones de todo género, mujeres tan hermosas como venales que pululan en los parajes mas públicos, compañeros harto complacientes para enseñarles el camino de su perdicion, y dinero en abundancia para satisfacer sus caprichos; son los elementos de su ruina: ¿somos acaso ángeles del cielo para poder resistir siempre á tanta seduccion?
Otros hay que por un esceso de celo se fian demasiado, y dan facultades amplias sobre sus hijos á sujetos indignos de tenerlas, y los cuales contribuyen no poco á que se estravien, teniendo para con ellos ó un absoluto descuido, ó un rigor inconsiderado.
La cantidad destinada para la instruccion y sustento de un jóven debe tambien pensarse mucho, no fiándose nunca de informes de personas estrañas, sino de los padres de alguno que esté en igual caso y que tenga buena conducta. Del olvido de esto puede resultar que un jóven se estravie por tener demasiado, ó que contraiga obligaciones que despues no pueda cumplir, por carecer de lo preciso para sostenerse con decencia y adquirir lo necesario á su carrera.
Hasta las cartas de recomendacion deben tenerse en cuenta al enviar un jóven fuera de su país: las dirigidas á personas ricas y de una clase elevada, no son las mas útiles en ciertas circunstancias; porque estos sujetos, si no tienen relaciones íntimas con el que recomienda, y quizás aunque las tengan, lo mas que hacen, por lo comun, es obsequiar al recomendado con su palco abonado en el Teatro, convidándole á comer, presentándole en tertulias y dándole todos los buenos ratos posibles, pero que cada uno de ellos no deja de ser una distraccion. Esta clase de recomendaciones son buenas para despues de pasado algun tiempo, mas no al principio, cuando es necesario todo el dia para empezar bien el estudio; por otra parte, creer que el que tiene escelente posicion social haya de ir acompañando á un jóven á suplicar y á cuestionar con los empleados de la Universidad, es creer un despropósito.
Una carta para uno de estos empleados, sea cual fuere su clase, ó para un estudiante adelantado en la carrera, vale mucho mas que aquellas, que, como he dicho, son buenas para mas tarde; y aun entonces deben economizarse, pues el jóven que se conduce bien, tiene entrada en todas partes, y le sobran siempre buenas relaciones.
Algunos de mis paisanos se dedican á la carrera de Ingeniero civil, ignorando sin duda sus muchas dificultades; y por esta razon advierto á los padres de familia, que en el colegio de Ingenieros civiles de Madrid, el único de España, solo se admite un número determinado de alumnos, que para entrar en él necesitan estudios que no pueden hacerse en Puerto-Rico, y que aun teniéndolos, y saliendo bien de un ecsámen rigoroso, no es seguro el conseguir una plaza solicitada por muchos otros con igual mérito, con favor y con grandes recomendaciones, porque del colegio salen ya con un sueldo pagado por el Gobierno. Hablemos de los estudios del estranjero.
Muy encontradas son las opiniones sobre si es conveniente ó no, que un jóven estudie en el estranjero; razones hay que á primera vista parece nos convencen de ser no solo útil, sino casi indispensable.
Es cierto que los métodos de enseñanza han llegado fuera de España á un grado mayor de perfeccion; mas no lo es menos que un joven que desde niño se ha educado en una de esas capitales colocadas al frente de la civilizacion, al volver á Puerto-Rico siente en su alma un vacío inmenso: aunque ame á su familia, echa de menos aquellas costumbres en que ha sido criado, y que no halla en su patria. Adquiere un nuevo idioma, pero esto es no pocas veces olvidando el suyo. Yo he conocido jóvenes de instruccion brillante, que á los aficionados llamaban jugadores por amor, á la gorra de cuartel bonete de policía, que en lugar de V. me adula decian V. me flatea, y otras por el mismo estilo. ¿Debe pues huirse de ir al estranjero?
Mi opinion es que no; pero es preciso aguardar á que los hábitos del país se fijen con la edad y con el estudio, de suerte que, aunque los cubra el barníz estranjero, vuelvan á aparecer con los aires de la patria. En una palabra, debe un padre enviar su hijo á perfeccionarse en cualquier carrera; pero no á comenzarla y acabarla fuera de España.
Habiendo hablado de los estudios que se hacen en Puerto-Rico, en la Península, y en el estranjero, parece que debiera decir algo de los de la Isla de Cuba; pero como quiera que son ya muy contados los que van á seguir su carrera en aquella Isla, por ser los gastos mucho mayores en igualdad de circunstancias, me creo dispensado de hacerlo, en obsequio de la brevedad. Concluiré pues indicando algunos de los medios de mejorar en mi país la instruccion que en él se recibe, para que no haya obstáculos en las carreras cuando quieran continuarse fuera de él.
Es ante todo indispensable que la enseñanza siga una marcha uniforme, que haya un colegio en la Capital que forme el centro, y que todas las escuelas de la Isla sean ramificaciones suyas; porque mientras pueda cualquiera titularse Maestro y abrir un establecimiento que nadie se cuida de clasificar; mientras pueda seguir en él el método que le dicte su capricho; mientras, en una palabra, no haya para los padres de familia mas garantía que la buena ó mala fe de los maestros; mientras suceda todo esto (y lo digo muy alto), en Puerto-Rico se enseñará mal, y el que quiera ser sólidamente instruido en cualquier profesion, tendrá despues que estudiar gran parte de lo que debió saber al concluir la instruccion preparatoria.
No quiero decir que no haya algunos profesores muy dignos de serlo, pero estos serán los primeros en reconocer que hay tambien otros á quienes no vendrian mal unos cuantos años de escuela; si para llamarse maestros hubieran tenido que pasar todos por un ecsámen rigoroso sobre materias cuyo nombre ignoran quizá algunos de ellos, y las cuales son indispensables al que ha de conducir á los niños en los primeros pasos que dan por la senda del saber, entonces podrian los padres estar tranquilos, y no tendrian que separarse de ellos desde su mas tierna edad, como ahora sucede, para ponerlos en escuelas que les merecen mas confianza.
En cuanto al colegio centro de estas escuelas, en mi concepto deberia ser un establecimiento en el cual se enseñara la Filosofía tal como previene el plan de estudios que rige en España, adoptando en él los mismos métodos y obras, para que nada nuevo encontrara un estudiante al llegar á la Península, y que se diera grande extension é importancia á la agricultura, como primera fuente de la riqueza de la Isla, y al estudio de idiomas, como tan necesario á los que se dedican al Comercio, que es el que puede hacer valer los productos de ella.
Todo lo que sea pensar en las carreras facultativas, sin tener antes buenos medios de instruir á los jóvenes en los ramos arriba espresados, es querer llenar el país de medianías, que siempre son el des crédito de las ciencias y las artes.
A primera vista parece irrealizable el establecimiento de un colegio, y el hacer que todas las escuelas dependan de él; pero no hay cosa mas fácil mientras se desee de todas veras; y no se piense que al decir esto me refiero al Gobierno; no él, sino los padres de familia deben tomar la iniciativa; el pedir que el Gobierno haya de pensar en todo, sin que nada se le indique, saben muy bien todos los hombres de medianas luces que es pedir un imposible.
No es por otra parte un milagro lo que yo ecsijo que hagan los padres pudientes en mi país, porque es del todo igual á lo que pasa en España. En esta los colegios mejor montados no son propiedad del Gobierno, sino de particulares que adquieren con ellos gloria y bienes de fortuna, proporcionando á muchos hombres de talento una subsistencia decorosa. Toda la dificultad está en la buena administracion, y en que para Director se elija un hombre de Genio, y al corriente de la marcha que con el nuevo plan de estudios se sigue en dichos establecimientos.
En cuanto á la reunion de fondos suficientes no me seria difícil proponer un medio de hacerlo si estuviese en mi país, teniendo datos de que carezco á tan larga distancia; diré solamente que el Colegio Seminario, y las clases de la Sociedad Económica son elementos muy útiles para la reforma, que es indispensable se verifique si se quiere que no estemos un siglo atrasados en la enseñanza.
Sin instruccion no puede haber adelantos en las artes y la industria que tanto necesita el país; los estranjeros nos comprarán siempre nuestros productos para elaborarlos, y hacer despues que los paguemos á peso de oro; desvelémonos pues; y cuando todo esté allanado, reclamemos la proteccion del Gobierno, que nunca se la niega á un pueblo que pide medios de instruirse: venzamos todos los obstáculos, y digamos entonces al Soberano: «Somos religiosos, somos leales, somos honrados, somos hospitalarios; solo nos falta que nos permitais ser sabios.»
- ↑ Gracias á los desvelos y sumo desinterés del Dr. D. Rufo M. Fernandez, hay un gabinete de Física esperimental, y un laboratorio de Química que regaló dicho Sr. á la Sociedad económica de Amigos del país.