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El Gíbaro/Escena V

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
ESCENA V.
BAILES
DE PUERTO-RICO

Antes de llegar al objeto principal de este artículo, diré cuatro palabras sobre el orígen é historia del baile, tomadas de dos publicaciones recientes, de Madrid la una, y la otra de Barcelona.

El baile es tan antiguo como el hombre; puesto que en sí no es otra cosa, que un modo de espresar sensaciones por medio de variadas actitudes y movimientos: este es el baile en su origen, que, generalizándose despues, llegó hasta formar parte del culto religioso; conociéndose con el nombre de danza sagrada la que en sus ceremonias usaban los Judios, Egipcios, Griegos y Romanos; continuó siempre en los regocijos públicos y de familia, de suerte que, por la suntuosidad de ellos era fácil conocer el poderío y grandeza de una nacion, y la opulencia de los particulares.

Los Atenienses introdujeron el baile en el teatro, apenas nacido este; siendo en él, primero alegórico, despues histórico, y últimamente tan variado como la trajedia y la comedia. En varias naciones, sobre todo entre los Romanos, llegó á un grado tal de perfeccion que parece fabuloso, no desdeñándose de bailar las personas mas graves y de mas talento. A Socrates gustaba mucho bailar un baile llamado el Menfilicó; Platon fue agriamente censurado porque rehusó tomar parte en uno que daba Dionisio de Siracusa, y Arístipo fué muy aplaudido porque, hallán dose presente, dejó su manto y danzó muy bien de lante del Rey. Caton el censor tomó un maestro á la edad de cincuenta y nueve años para repasar los bailes que habia aprendido cuando jóven.

La invasion de los bárbaros destruyó el baile junto con las artes y las ciencias, que reducidas á la nada hasta pasados algunos siglos, renacieron otra vez, y con ellas el baile, para irse elevando hasta el punto en que se halla hoy en los Teatros de las primeras capitales del mundo civilizado.

Los bailes nacionales españoles se deben, segun el parecer de Jovellanos, á los Sarracenos, y de algunos de ellos toman origen una parte de los de Puerto-Rico, como verémos mas adelante.

Todos los pueblos tienen bailes acomodados á su gusto, clima, civilizacion y costumbres; distínguense los de los negros de África por sus evoluciones guerreras, por su lubricidad, ó por sus movimientos de dejadez y abandono; los de los Chinos por sus grupos difíciles, de equilibrio y vistosos, y los de los salvajes de América por la voluptuosidad, y por su variada espresion, que era tal, segun los viajeros é historiadores, que cualquiera podia conocer fácilmen te por ella la pasion que la danza queria espresar.

Conquistada y poblada gran parte del Nuevo-Mundo por los Españoles, era forzoso que adquiriese sus costumbres, y con ellas muchos de sus bailes nacionales; guardando estos toda su pureza, ó adulterándose segun el sitio en que habian de ser aclimatados.

En Puerto-Rico hay dos clases de bailes: unos de sociedad, que no son otra cosa que el eco repetido allí de los de Europa; y otros, llamados de garabato, que son propios del país, aunque dimanan á mi entender de los nacionales españoles mezclados con los de los primitivos habitantes; conócense además algunos delos de Africa, introducidos por los negros de aquellas regiones, pero que nunca se han generalizado, llamándoseles bailes de bomba, por el instrumento que sirve en ellos de música.

Entre los bailes de sociedad son los mas usados la contradanza y el walz; la primera es la contradanza española, conservada mucho mejor que en España; sus figuras tienen la misma variedad que en su origen tuvo dicho baile, y sus pasos adquieren mayor encanto con la gracia de las hijas del Trópico: es imposible seguir con la vista los movimientos de una de aquellas morenitas de mirar lánguido, cintura delgada y pie pequeño, sin que el corazon se dilate queriendo salir del pecho. La contradanza americana es el baile mas espresivo que pueda imaginarse, es un verdadero poema de fuego y de imágenes seductoras, es en una palabra, la historia de un amor afortunado. Empieza la danza..... Labella es solicitada por un amante, que, cualesquiera que sean los obstáculos, halla siempre el medio de encontrarse con el objeto de su cariño; las diferentes figuras representan muy al vivo los inconvenientes de parte de unos, y la proteccion de otros: en el principio, apenas se acercan, vuelven á separarse, cada vez se detienen algo mas; las manos del jóven toman las de su querida, toca sus brazos, su cintura, y porfin, unidos estrechamente, se entregan al placer en medio de todos sus compañeros, que celebran con igual regocijo la union de dos seres que se adoran. ¡Oh hijas de mi patria! nadie os iguala en el baile, nadie derrama como vosotras ese raudal de fuego puro como vuestras frentes, ni esa voluptuosidad encantadora que solo nace en nuestro clima.

La música, que no contribuye poco á la ilusion, es un conjunto de ecos, tan pronto melancólicos, plañideros y sentimentales, como alegres, agudos y es trepitosos; es creacion del país, y á veces eligen los compositores temas de una cancion popular, sirviendo no pocas de pretesto algun suceso mas ó menos ruidoso para la composicion de una danza que despues lleva su nombre. He oido á profesores bastante acreditados de Europa, que no les gustaba dicha música; uno de ellos tocó al piano delante de mí una contradanza muy bonita, y no pude menos que pensar, que tal como él la tocaba era imposible que gustase; ejecutóla despues una señorita de Cuba, que no poseia mas que medianamente aquel instrumento; y apenas la hubimos oido, cuando dijome el profesor: ¿Sabe V. porque he escuchado con placer á esa señorita? Figúrese V. un estranjero que posea perfectamente el castellano, y que estando en Madrid, por ejemplo, le diesen á leer una de esas composiciones chistosísimas escritas en lenguaje andaluz por Rubí ú otro de nuestros buenas poetas; seguro estoy de que le gustaria muy poco el cambio, supresion y y adicion de letras, la novedad de palabras, y otras cosas que en ella encontraria; pues bien, el mismo estranjero, si le llevasen por la noche al teatro y viese representada por buenos actores la misma pieza, se destornillaria de risa y aplaudiria como un loco; á mí me ha sucedido otro tanto, era preciso que oyera una contradanza tocada por uno de las Antillas para poder apreciar ese género de composicion.

— ¿Y ahora la tocaria V.?

— Si lo intentase, por mas reglas que yo sepa, y por mas ejecucion que tenga, me hallaria en el caso del estranjero que he citado antes, si pretendiera al otro dia imitar la ejecucion de la pieza andaluza.

El walz, igual al de todas partes, es en Puerto-Rico el compañero inseparable de la contradanza, y se mira como su consecuencia necesaria; la jóven que promete una contradanza sabe que tiene que bailar el walz con el mismo sujeto.

El rigodon es tambien muy general: frio, pausado y aristocrático, conserva las mismas cualidades bajo el sol de las Antillas que bajo los hielos del polo.

Todos los demás bailes que recorren la Europa con alguna aceptacion, llegan tambien á la Isla, y duran poco ó mucho segun el gusto con que son recibidos; así hemos visto en unos cuantos años la Galop, la Mazurka, el Britano, el Cotillon, la Polka, etc.

Los bailes de Sociedad son en Puerto-Rico casi iguales, en cuanto á las reglas que en ellos se observan: á los que yo he visto en España: aparte algunas modificaciones que no bastan á darles un carácter particular. Hay entre ellas la que he dicho de tenerse el walz como un apéndice de la contradanza: la cual ejerce sobre él el derecho de señalarle las parejas. Esto tengo para mí que debió en otro tiempo ser una prueba que mutuamente sedaban los danzantes del placer que habían tenido en la contradanza: que despues á fuerza de repetirse ha venido á ser una ley sancionada por el uso, y como otras muchas leyes, no deja de causar algunos sinsabores: y sino, figúrese el lector una jóven hermosa y bien educada: á quien se le descuelga con la pretension de bailar con ella un coreógrafo bisoño: sin pelo en el labio superior, que se pone como una grana al dirigirle la palabra, y que al contacto de su mano: y al observar las agitadas palpitaciones de su seno: siente que le zumban los oidos: y no puede seguir el compás; preciso es que la niña no le desaire, porque la ley de rfrbanidad es en este punto inflecsible; y haria una ofensa que nunca perdona el que está en la edad de las sensaciones nuevas y desconocidas. Suena la música: y empieza entre los dos un movimiento igual al de dos manos de pilon que dan alternativamente en el grano, subiendo la una cuando baja la otra y vice-versa; de este modo, tropiezo aquí: pisada allá: apreton acullá: y fastidio en todas partes: llegan al final: y cuando la señorita empieza á reponerse de tanto percance: óyense de nuevo los instrumentos: y es preciso volver al martirio.

No digo nada si es un jóven al que le toca por compañera una prima de su adorado tormento, amiga de su hermanita, ó recomendada por su mamá ó la señora de la casa, y que yo pudiera pintar muy bien; pero no quiero, porque tengo en mucho el aprecio del bello secso (sin escluir aquella parte de él á quien no cuadra el adjetivo), no me detengo mas en esto, y vamos á otra cosa.

La colocacion es tambien en lo que mas se repara: ninguno permite que otro se le ponga primero en la contradanza, despues de haber ocupado su lugar, sin que medien razones muy poderosas, lo cual me parece muy en el órden, y es un modo de espresar que entre personas distinguidas deben ser iguales y recíprocas las atenciones. Uno solo empieza á bailar, que es el primero, y á medida que desciende hasta el otro estremo de la sala, le siguen por órden rigoroso los que vienen despues de él; al revés de lo que he visto en otras partes, donde, con motivo de empezar todos á la vez, ningun lugar es preferente; mas resulta una confusion que dura tanto como dura la música. Entre la variedad de figuras que se usan, nadie puede variar tampoco la que puso el que empezó, y solo puede hacerlo él mismo cuando vuelve á llegar á su lugar primitivo.

He aquí lo único en que varian en aquella Isla los bailes de sociedad ó de la clase mas acomodada; en cuanto á lo demás nada tienen que envidiar á los mejores que se dan (no siendo en una corte) en cualquier otro lugar, pues reunen las condiciones de cortesanía y elegancia en los concurrentes, y riqueza y buen gusto en los adornos de trajes y edificios: son notables los que dan las corporaciones, siempre que hay un motivo digno de las grandes sumas que invierten en ellos, y muchas veces hasta los particulares rivalizan en ofrecer con todo lujo esta diversion, que es la primera en el país.

Los bailes de garabato son, como he dicho, varios, y traen su origen de los nacionales españoles y de los indígenas, de cuya mezcla ha resultado un conjunto que revela claramente el gusto de unos y otros; así en las cadenas y en el fandanguillo cualquiera reconoce una degeneracion de las seguidillas y del fandango; al paso que en el sonduro tambien se ve algo del zapateado, junto con mucho de aquel furioso vértigo, que parecia transformar en otros á los que pasaban dias enteros sentados sobre sus tobillos.

Además del fandanguillo, cadenas y sonduro ó ma- tatoros hay el seis y el caballo, que completan el repertorio de los bailes de garabato. El primero es el fandango español, aunque en obsequio de la verdad tengo que confesar, que así como la contradanza ha ganado mucho, este ha perdido y no poco; los pasos son ejecutados con mucha menos soltura y gracia, los pies de los bailarines no se deslizan sobre el suelo con la suavidad que fuera de desear, sus cuerpos conservan una rigidez, que sobre parecer afectada, se aviene muy mal con el aire y tono de la música y los brazos, que tanta gracia añaden á cualesquiera posicion del cuerpo, son en algunos molestísimos apéndices que no saben donde colocar; en una palabra, el fandanguillo es una planta mal aclimatada.

Las cadenas, derivado de las seguidillas, pero no un engendro contrahecho y raquítico, sino un renuevo vigoroso y lozano, que yo comparo á una hermosa mestiza, son el baile mas animado y vistoso de cuantos pertenecen á esta clase; toman parte en él uno ó varios grupos de á cuatro parejas, las cuales hacen un número convenido de figuras hermosísimas, y ejecutadas con tal precisión y soltura que nadie conoceria allí á los envarados y frios danzantes del fandanguillo; crúzanse velozmente en variadas y opuestas direcciones, enlázanse formando grupos siempre agradables, y mudan en un instante infinitas veces de lugar, viniendo siempre al mismo de donde partieron. Nada hay que pueda pintar el alegre regocijo de los campesinos como las cadenas. La música es muy animada á la par que sencilla, el canto con que la acompañan sumamente espresivo, y su letra, no puede hacerse de ella mejor elogio que el decir que son seguidillas, muchas de las cuales he oido en España; y que los gíbaros, sin saberlo, cantan á veces versos de Iglesias, y de otros no menos célebres ingenios.

El sonduro es una especie de zapateado, pero con tales arranques de entusiasmo, que no solo baila la pareja única que está en el centro de la sala, sino que hace mover á cuantos hay en ella; cruje la tablazón del piso; y aquel estrepitoso repique de pies descalzos con un dedo de suela natural, ó bien calzados con suelas llenas de clavos, se hace oir en el silencio de la noche mas lejos que los instrumentos, que por cierto no alborotan poco. Todo este ruido lo hacen un par de pies, que son los del varon, pues que la hembra no tiene en él ninguna parte; vanse relevando á medida que se cansan, y así no es estraño oir por mucho tiempo un rumor que parece imposible que lo cause un solo hombre.

El seis, aunque en rigor deben bailarle seis parejas, yo he visto muchas mas: colocánse las mujeres frente á los hombres en hilera, se cruzan varias veces, zapatean un poco en ciertos compases marcados por la música, y terminan valzando, lo mismo que en la contradanza. Despues de las cadenas, el seis es de los bailes de garabato el que mas gusta, porque no es atronador como el sonduro, ni frio como el fandanguillo y el caballo.

En este se colocan dos parejas de modo que estando la mujer frente á su compañero, tenga á la izquierda al de la otra que esta delante de él: toda la dificultad está en unos pasos muy sencillos y poco variados, y en cruzarse y cambiar de pareja sin tocarse nunca las manos; para un estraño es baile que tiene poca gracia.

Los instrumentos músicos son tambien dignos de que se hable de ellos: forman una orquesta completa una bordonúa, un tiple, un cuatro, un carracho y una maraca. La bordonúa es una gitarra de grandes dimensiones, hecha toscamente, y á veces sin mas herramienta que un cuchillo ó una daga; la madera es de varias calidades, escepto en su tapa que siempre es de yagruno, una de las mas blancas y ligeras que se conocen. El tiple es en un todo igual á esta, sino en su tamaño, que es mucho menor. El cuatro es un término medio entre los dos, y se distingue porque remata en dos ángulos su mitad cercana al brazo, á diferencia de la otra que es redonda como en la bordonúa. El carracho, güiro ó calabazo, es una calabaza larga, bien madura y seca, con surcos transversales algo profundos, sobre los cuales se hace pasar con mas ó menos fuerza un palillo de madera muy fuerte; para que el sonido sea mas intenso, tiene una abertura en la parte opuesta á la de los surcos, y se toca sosteniéndole con la mano izquierda y manejando con la derecha el palillo de que ya he hablado. La maraca es una jigüera atravesada con un palo, y que contiene en su interior una porcion de granos duros y pequeños; agitándola con la mano derecha, con la cual se tiene por el palo que la atraviesa y sirve de mango, produce un sonido con que acompañan al de los demás instrumentos.

Los bailes de garabato tienen sus reglas, que se observan con todo rigor, y que nadie que toma parte en ellos está dispensado de guardar estrictamente. Aunque, como he dicho, son propios de la gente de la clase inferior y del campo, algunas veces he visto bailar en ellos á personas muy distinguidas. Una pisada, un empujon, los zelos de un enamorado, la sonrisa de un espectador, y otras cosas semejantes dan lugar no pocas veces á que se concluyan á cuchilladas; al paso que todos cuando no hay alguno de estos motivos se complacen y obsequian mutuamente con la mayor franqueza, teniendo siempre la preferencia los forasteros sobre los del lugar en que se da el baile; en una palabra, aquellas buenas gentes guardan todas las atenciones y finura compatibles con su clase, sus hábitos y educacion.

Tales son los bailes de garabato: los de los negros de Africa y los de los criollos de Curazao no merecen incluirse bajo el título de esta escena; pues aunque se ven en Puerto-Rico, nunca se han generalizado: con todo, hago mencion de ellos porque siendo muchos, aumentan la grande variedad de danzas que un estranjero puede ver en sola una Isla, y hasta sin moverse de una poblacion.

Inútil seria entretenerme en probar que esta variedad depende de la posicion geográfica que acumula allí individuos de tantas naciones, cada una de las cuales introduce usos que se arraigan mas ó menos, segun el influjo que ellas tienen en el país, y así concluyo manifestando que, fuera de los bailes públicos y de grande espectáculo de los teatros europeos, que no puede haberlos porque el teatro está cerrado la mayor parte del año, y porque en la Isla no creo que haya quien quiera arruinarse contratando compañías que hacen quebrar á los mejores empresarios; en cuanto á bailes nada tenemos que envidiar á ningun pueblo del mundo.