El Gaucho Martín Fierro (artículo)
El Gaucho Martin Fierro, es tambien una lección, es decir, lo que debe ser la poesía: una moral además de un arte, so pena de ser inútil, ó peor aún, perversora. Ese poema es un pequeño curso de moral administrativa para el uso de los comandantes militares, comisarios pagadores, y, cuantos tienes que hacer con el pobre gaucho. Allí están fotografiados, estigmatizados todos los malos patriotas, en imágenes verosímiles y verdaderas. Poner en la picota á los malvados, es tanto mas meritorio, cuanto de mas alto se les baja para hacer en ellos la justicia popular.
Muchas leyes y disposiciones hay tendentes á mejorar la suerte del paisano de nuestra campaña, pero dudo que ninguna sea mas eficaz que esos cuadros en que el abuso no dá contra una ley muerta sino contra una caricatura viva; porque como se ha dicho bien, «el ridículo es lo único que temen los que ya no tienen pudor ni remordimientos.» Y en este concepto estamos muy distantes de dar al autor de Martin Fierro el consejo que el articulista de la Tribuna de Montevideo.
«A Montero cuando concluyó su cuadro Los Funerales de Atahualpa le dijeron en Florencia y por labios muy autorizados, que no pintara mas. Nosotros sin ser mas que admiradores, diríamos a Hernandez, que se perpetúe solo con Martin Fierro.
Nosotros le diríamos por el contrario, que á imitación de Mr. Laserre, aunque Martin Fierro fuese obligado á borrar su nombre como El Diablo Rosado de aquel, sigue su ejemplo publicando El Hijo, El Nieto y El Biznieto de este Diablo Rosado destinado á hacer que no roben al paisano, que no lo traten como á bestia de carga, que respeten en él al ciudadano y al hermano, ya que no al hombre de corazón y al valiente.
Esa es la gran misión de la poesía: la mejora moral. Y por fijarnos solo en el género de la poesía de «Martin Fierro», esa fué la regla de su fundador, que no lo es Ascasubi, como pretende el articulista de La Tribuna de Montevideo, sino Hidalgo, según puede verse por sus bellos versos en la Lira Argentina impresa en Lóndres en 1824, si bien Ascasubi y Estanislao del Campo han cultivado con ventaja al género, lo mismo que hoy Hernandez.
Sí, siga haciendo cuadros como éste, que son la pura verdad en boca de Martin Fierro:
Y andábamos de mugrientos.
Que el mirarnos daba orror;
Les juro que era un dolor
Ver esos hombres, ¡por Cristo!
En mi perra vida he visto
Una miseria mayor.
Yo no tenía ni camisa
Ni cosa que se parezca;
Mis trapos solo pa yesca
Me podían servir al fin...
No hay plaga como un fortín
Para que el hombre padezca.
Poncho, jergas, el apero,
Las prenditas, los botones,
Todo, amigo, en los cantones
Fué quedando poco á poco:
Ya me tenían medio loco
La pobreza y los ratones.
Solo una manta peluda
Era cuanto me quedaba—
La había agenciao á la taba
Y ella me tapaba el bulto—
Yaguané que allí ganaba
No salía... ni con indulto.
Y pa mejor hasta el moro
Se me jué de entre las manos
No soy lerdo.... pero hermano,
Vino el Comendante un día
Diciendo que lo quería
«Pa enseñarle á comer grano.»
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¿Quién es el gaucho? He aquí su retrato, por el que cualquiera lo reconoce al momento: he aquí el formidable cargo contra los que han podido y debido tratar á los hijos del país al menos como á los inmigrantes.
«El nada gana en la paz
Y es el primero en la guerra—
No le perdonan si yerra,
Que no saben perdonar,—
Porque el gaucho en esta tierra
Solo sirve pa votar.
Para él son los calabozos,
Para él las duras prisiones.
En su boca no hay razones
Aunque la razón le sobre;
Que son campanas de palo
Las razones de los pobres.
Si uno aguanta, es gaucho bruto—
Si no aguanta, es gaucho malo—
Déle azote, déle palo!
Porque es lo que él necesita!!—
De todo el que nació gaucho
Esta es la suerte maldita.
«Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama—
Yo hago en el trébol mi cama.
Y me cubren las estrellas.
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Ninguno me hable de penas
Porque yo penando vivo
Y naides se muestre altivo
Aunque en el estribo esté
Que suele quedarse á pié
El gaucho mas alvertido
Junta esperencia en la vida
Hasta pa dar y prestar,
Quien la tiene que pasar
Entre sufrimiento v llanto;
Porque nada enseña tanto
Como el sufrir y el llorar.
Viene el hombre ciego al mundo
Cuartiándolo la esperanza,
Y á poco andar ya lo alcanzan
Las desgracias á empujones;
¡Jué pucha! que trae liciones
El tiempo con sus mudanzas!
En resúmen: tal vez Aniceto el Gallo tiene mas verbosidad gaucha; Anastasio el pollo más estética para nosotros que entendemos su immortal Fausto; pero Martin Fierro piensa mas como el gaucho, y los gauchos encontrarán siempre, que si se ha hecho pueblero y á veces su fraseología podría dejar que desear algo, su corazón y su espíritu están saturados indeleblemente de los dolores y de las injusticias con que la civilización, por no ser todavía bastantemente cristiana, ha perseguido á la barbarie por ser demasiado débil.
«La Biblioteca Popular» de Buenos Aires, dirijida por el Dr. Miguel Navarro Viola.