El Naturalista Argentino/Rápida ojeada sobre la fauna del Baradero (II)

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

Rápida ojeada sobre la fauna del Baradero

POR
ENRIQUE LYNCH ARRIBÁLZAGA

III.

Dotada la mayoría de las aves del admirable aparato locomotivo, mediante el cual algunas pueden cernerse mas arriba de las nubes, y gozar así de un cielo sereno en el instante mismo en que la tempestad tiene amedrentados á los otros séres que pueblan la tierra, otras trazar suaves y elegantes curvas en el aire, algunas detenerse en un punto como suspendidas por un hilo invisible y misterioso, y muchas, finalmente, hender rápidas la admósfera, rozando con su plumage la superficie de las aguas ó penetrando en lo mas espeso del follage, sus especies han podido hacer extentivo su dominio á regiones mas vastas que los mamíferos, menos favorecidos, bajo este punto de vista, por la naturaleza. Por esto es que la clase de las aves nos ofrece especies latamente esparcidas, al paso que en la de los mamíferos solo las hallamos en aquellos grupos que viven en un medio favorable para su difusion, en los marinos. Mas no se sigue de aquí que cada ave voladora, tomada aisladamente, tenga una distribucion geográfica mas considerable que la de cualquier mamífero; no, la ley no es absoluta, y concurren muchas otras circunstancias, que modifican su influjo. Como cada especie ama un terreno dado, y como necesita cierto alimento y cierta temperatura, se presenta allí donde se le ofrecen las condiciones requeridas por su modo de vivir. Por esta razon, hay aves ágiles y voladoras que se hallan acantonadas en un país relativamente pequeño, mientras que existen mamíferos, y no de los mas andariegos, que, por el contrario, habitan zonas inmensas. Empero, en prueba de que la influencia de la locomocion es mucha sobre la difusion de los séres en el espacio, hallaremos, en el curso de este ensayo, bastantes especies que han traspuesto las nevadas cimas, salvado los mayores rios, ó atravesado las selvas.

El Baradero, como toda la parte septentrional de Buenos Aires, comparte con las otras provincias del litoral la posesion de muchas aves, cuyo plumage, teñido de vivísimos colores, recuerda las espléndidas riquezas zoológicas de los trópicos, por lo comun marcadas con el sello que en los séres imprime la luz radiante de su sol de fuego. El azul de cielo que ostenta la cabeza y cuello del macho de la Tanagra striata («Siete-colores»), el bello anaranjado que cubre su obispillo y su pecho, el rojo de fuego del «Churrinche» (Pyrocephalus parvirostris), el verde dorado, el cobre y el turquí brillantísimos con que uno de los mas hermosos «Pica-flores» (Heliomaster Angelœ) se engalana en el invierno, y tantas otras tintas que es menester ver para formarse una idea de su belleza incomparable, son propias de los hijos de la luz, no de los animales que se desarrollan bajo un constante manto de vapores o en medio de la niebla, ó escuchando el rugir del huracan.

Pero, como ya he dicho, la fauna de este partido es mixta; se encuentran, pues, en él, algunas aves que pertenecen á la pampeana, mas faltan dos muy características de Sud, por ejemplo, la Gaviota «cocinera» (Larus vociferus), de la cual suelen presentarse sin embargo algunos años, escasos individuos, y el «Flamenco» (Phœnicopterus ignipalliatus), [1] tan comun en las grandes lagunas del Sud, cuyas márgenes tiñe del rosa mas hermoso.

Las aguas de los rios Areco y Arrecifes, los arroyos que en ellos desembocan, tales como la «Cañada Honda» y la «Cañada Bellaca», las charcas que forman las lluvias en los sitios bajos, y particularmente los grandes estanques de las islas, brindan á las Palmípedas y á la mayor parte de las Zancudas todas las condiciones por ellas apetecidas; los campos elevados se prestan a las correrías de muchas aves de este último órden, y a las de los «Ñandús» (Rhea americana); las cavidades naturales de las «barrancas», los grandes edificios, y las cuevas de las «vizcachas» (Lagostomus trichodactylus) ofrecen seguro asilo á los Rapaces nocturnos; tanto los campos como los terrenos de cultivo, y los bosques naturales y artificiales abundante alimento á los Pájaros, Trepadoras y Palomas; y los Rapaces diurnos lo encuentran, séa en los restos que quedan despues de la «carniada» [2] ó en los cadáveres de los mamíferos que mueren naturalmente, séa en las bandadas de aves sociables.

Así, pues, tenemos cuatro Rapaces diurnos creo-saprófagos, cuatro, cinco, ó mas talvez, que se alimentan con presa viva, cinco nocturnos, mas de cuarenta Pájaros, dos Loros, dos ó tres «Carpinteros» (Picidæ), un Cucúlide, cuatro Palomas, una Corredora, mas de veinte Zancudas, y como diecisiete Palmípedas, es decir, poco mas de cien especies en todo, predominando los Pájaros y las Zancudas.

§. 2—En la siguiente lista de las aves del Baradero no inscribo sinó aquellas de cuya existencia en el partido abrigo certeza plena.

Al nombre que adopto, agrego la sinonimia principal de cada especie, con lo cual espero salvar toda dificultad que se pudiese encontrar para el reconocimiento de las que cito, pues si el lector es aficionado á la Historia Natural, y conoce un ave de las que se incluyen en la siguiente lista sistemática, será ciertamente por el nombre específico que empléo, que es el mas usado, y, en general, el que le corresponde por tener derecho de prioridad.

Publicar la sinonimia completa seria poco compatible con la índole de este ensayo, y creo mas prudente no llenar con ella un espacio que puede ocuparse con asuntos mas interesantes. Si su utilidad es indiscutible, no es menos cierto que su establecimiento reclama, con harta frecuencia, análisis críticos concienzudos, los cuales no estoy por el momento en aptitud de emprender, y que deben constituir una obra separada de un trabajo que, como este, tiene por único objeto dar una idéa de la fauna de una pequeña comarca, al tratar de la cual, en realidad, se trata tambien de la de todo el Norte de la provincia de Buenos Aires.

En cuanto á los nombres vulgares, el lector hallará mas adelante los de aquellas especies que lo tienen.

Terminaré advirtiendo que el primer sinónimo pertenece al autor que por vez primera describió la especie, y el segundo, por lo comun, al que le aplicó el nombre especifico mas usado actualmente. Nunca dejo de anotar el nombre que le dió D. Félix de Azara en sus Apuntamientos para la Historia Natural del Paraguay y Rio de la Plata, haya sido ó no su descubridor el famoso naturalista aragones, y, en ciertos casos, añado algun otro sinónimo, eligiendo siempre aquellos cuya parte especifica es bastante usada todavía, cuando son antiguos, y la mas moderna subdivision genérica, de cuyo valor no he tenido ocasion de darme cuenta, si son recientes.

1. Accipitres Linn.
1. Vulturii
1. G Coragyps (Bon., Rev. Mag. Zool., 1854,530).
Sp. 1. C. atratus Bon., l. c.
1770—Le Vautour du Brésil Buff., pl. il., 187.
1791—Vultur atratus Bartr., Trav., 289.
1802—El Iribú, Az., Apunt., 1, 19, 2.
2. Falconii.
2. G. Polyborus (Vieill., Analyse, 22, 1816, part.)
Sp. 2. P. vulgaris Spix, Av. Bras., I. pl. 1, (1824).
1760—Le Busard du Brésil, Briss., Orn., I, 405.
1788—Falco planeus, Gml., S. Nat., I, 257.
1788"Falco" brasiliensis, Gml.", l. c., 262.
1802–El Garacará, Az., Apunt., I, 42, 4.
3. G. Milvago (Spix, An. Bras., I, 12, 1824).
Sp. 3. M. pezoporus, Darw., Voy. Beagle, 13 (1841)
1802–El Chimango, Az., Apunt., I, 47, 5.
1816—Polyborus Chimango, V., N. Dict, V, 260.
1834—Aquila pezopora, Mey., Beitr., 62, pl. 6.
Sp. 4. M. ochrocephalus Spix, Av. Bras., 1, 12, pl. 5 (1824).
1802—El Chimachima, Az., Apunt., I, 50, 6.
1816—Polyborus chimachima, V., N. Dict., V., 259.
4. G. Tinnunculus (Vieill, Ois. Am. Sept., 1807).
Sp. 5. T. cinnamominus, Gray, Gen. Birds, I, 21 (1844)
1802–El Cernícalo, Az., Apunt., I, 182, 41.
1837—Falco cinnamominus, Sw., An. in menag., 281.
1854—Pœcilornis cinnamominus, Bon., Rev. Mag. Zool., 537
5. G. Elanus (Sav., Syst. Ois d'Egypte, 274, 1809).
Sp. 6. Elanus leucurus, Bp., Comp. List. B. Eur & N. Am., 4, (1838).
1802—El Blanco (Alcones), Az., Apunt., I, 165, 26.
1818–Milvus leucurus, V., N. Dict., XX, 563.
3. Strigii.
6. G. Bubo (Cuv., Régne an., 331, 1817).
Sp. 7. B. magellanicus, Gray, Cat. Accip., 46 (1844).
1770—L'Hibou des Terres Magellaniques, Buff., pl il., 385.
1788—Strix magellanicus, Gml., Syst. Nat., I, 286.
1802—El Ñacurutú, Az. Apunt., I, 192, 42.
7. G. Strix (Linn., Syst. Nat., 1735).
Sp. 8. St. perlata, Licht., Vers Doubl., 59 (1823).
1802—La Lechuza. Az., Apunt., I, 210, 46.
8. G. Speotyto (Glog., Handb. Naturg., 226, 1842).
Sp. 9. Sp. cunicularia, Gl., l. c.
1760—La Chouette de Coquimbo, Briss., Orn., I, 525,
1789–Strix cunicularia, Mol., Stor. Chil., 343.
1802–El Urucureá, Az, Apunt., I, 214, 49
9. G. Glaucidium (Boie, Isis, 1826, 976).
Sp. 10. G. ferox Bowld. Sharpe, Cat. Br. Mus., II, 200, (1875)
1802—El Caburé, Az., Apunt., I, 225, 49.
1816—Strix ferox, Vieill, N. Dict. H. Nat., V. II, 22
1825—Strix" passerinoides, Temm., pl. col., 344.
II. Passeres Linn.
Tyrannidæ.
10. G. Saurophagus (Swains., 1831).
Sp. 11. S. sulphuratus, Bonap., Consp., I, 193, 378.
177.—Le Tyran á ventre jaune, (Buff., Pl. ilum. 296) & Le Garlu ou le Geai á ventre jaune de Cayenne, (Buff., l. c., 249).
178.—Lanius sulphuratus & Corvus flavus, Gml., Syst. Nat.
1805—El Bienteveo ó Puitaguá, Az., Apunt., II, 157, 200.
11. G. Laphyctes (Reich., 1850)
Sp. 12. L. melancholicus, Cab., Mus. Hein., II, 76, 250 (1859).
1805—El Suiriri-guazú, Az., Apunt., II, 152, 198.
1816—Tyrannus melancholicus, Vieill., Enc. Meth., Orn., 851
12. G. Machetornis (G. R. Gr., Gen. of Birds, I, 245, pl. 60, f. 4. 1841).
Sp. 13. M. rixosa, Gray, Gen. of Birds, 41 (1841).
1805—El Suiriri, Az.. Apunt. II, 148, 197.
1816?—Tyrannus (?) rixosus, Vieill.
13. G Milvulus Sw. (1827).
Sp. 14. M. tyranus, Bonap., A. O., pl. 1,
177.—Le tyran á queue fouchue de Cayenne, Buff., Pl. il., 471, 2.
178.—Muscicapa tyrannus, Gml., S. Nat.
1805—Tixereta, Az., Apunt., II, 130, 190.
14. G. Hemipenthica, Cab. & H. (1859).
Sp. 15. H. Irupero, Cab., Mus. Hein., II, 43, 44, 159 (1859).
1805—El Iruperó, Az., Apunt., II, 171, 204.
181.—Tyrannus irupero, Vieill, Encycl Meth., Orn., 856.
15. G. Sisopygis, Cab., & H. (1859).
Sp. 16. S. icterophrys, Cab., Mus. Hein., II, 46, 166. (1859).
1805—El Suirirí obscuro y amarillo, Az., Apunt, II, 118, 183.
1816—Muscicapa icterophrys, Vieill., Encycl. Meth., Orn., 832,
16. G. Pyrocephalus Gould. (1838).
Sp. 17 P. parvirostris Gould, Z. of the Beagle, III, 44, pl. 6. (184.)
1805—El Churrinche, Az., Apunt., II, 105, 177.
183.—Muscicapa coronata (mas.) & M. strigilata (fem.), Pr. Max 2. W., Beitr., III b., 880 & 900.
17. G. Lichenops Comm. (17..)
Sp. 18. L. perspicillatus, Bon., Consp., I, 194, 385, 1.
178.—Motacilla perspicillata, Gml., S. Nat., I, 2, 969.
1805—El Suirirí chorreado, Az., Apunt., II, 117, 182 (fem.) & El pico de plata, op. c., II, 250, 228, (mas).
18. G. Cyanotis (Sw., 1837).
Sp. 19. C. omnicolor, Sw., (1837).
1805—El Rey (Tachuris), Az., Apunt., II, 72, 161.
1815—Regulus omnicolor, Vieill., Gal., 166.
(Continuará).

  1. No se debe confundir el verdadero Flamenco con la Espatula [Platalea ajaja] que lleva el mismo nombre en el Norte.
  2. Operacion de matar y descuartizar una res.