El celoso prudenteEl celoso prudenteTirso de MolinaActo II
Acto II
Salen el REY, SIGISMUNDO,
ALBERTO, LISENA, FISBERTO,
GASCÓN, y DIANA y
don SANCHO, de novios
REY:
No poco contento estoy,
noble Sancho, bella Diana,
pues la hermosura alemana
al valor de España doy;
que de tan justos amores,
de tal marido y mujer,
me prometo han de nacer
valerosos sucesores,
que honrar mi reino procuren
y en la venidera edad
tengan en pie la lealtad
y esta corona aseguren.
Y pues de la parte vuestra
ya está cumplido mi gusto,
de la mía será justo
que dé mi largueza muestra
de que soy buen pagador.
Sancho, servicios os debo,
dignos que al estado nuevo
que gozáis, haga favor.
A Sajonia me habéis dado;
en ella el condado os doy
de Alba Real.
SANCHO:
Por ti estoy
a un tiempo rico y casado,
gran señor. A renacer
vuelvo de nuevo a esas plantas,
pues mi pequeñez levantas,
y das a mi dicha ser.
Bien conozco cuánto agravio
hace a mi bella consorte
el cielo y que en esta corte
esposo más mozo y sabio
correspondiera a su edad;
que amor que las almas mide
como en las costumbres, pide
en años conformidad;
y en tálamo juvenil
gozaran justos amores;
que no vienen bien las flores
del amor sino en su abril.
Yo, que del estío paso
y ya al otoño me allego,
aunque al amoroso fuego
de esta belleza me abraso,
por más que la adoro tierno,
temo, aunque el alma la doy,
ver que en el otoño estoy,
y a las puertas de mi invierno.
Mas pues vuestra majestad
por cuenta suya ha tomado
el darme esposa y estado,
y ella, aunque en tan tierna edad,
por esos estorbos pasa,
tengo por cierto, y es justo,
que reducirá su gusto
al gusto de quien nos casa.
FISBERTO:
Diana, conde, es discreta,
y conmigo ha consultado
cuán bien dice con su estado
vuestra edad sabia y discreta,
respondiendo yo por ella
a vuestra excusada duda;
que en tal acción el ser muda
hace a la novia más bella.
En la juventud ha hecho
el Amor prueba infalible
de que es más apetecible;
mas no de tanto provecho
como la viril edad,
medio entre extremos viciosos;
pues si campos viste hermosos
la joven amenidad
del verano, y da en tributo
las flores que un aire seca,
el otoño cuerdo trueca
sus flores en fértil fruto
que a Ceres y a Baco alegre
sin que la vejez le espante,
porque a un otoño abundante
se sigue un invierno alegre.
Y así en el símil que toco,
Diana, que es de este acuerdo,
os ama por moral cuerdo,
más que por almendro loco.
DIANA:
Habló mi padre por mí
como mi padre en efeto.
En su gusto comprometo
todo el del alma que os di,
rindiendo al rey, mi señor,
las gracias de haberme honrado;
que de tal mano, tal dado,
tal premio, de tal valor.
REY:
Pues aun no os he dado a vos
ninguna cosa, condesa.
DIANA:
Lo que mi esposo interesa,
es, gran señor, de los dos.
REY:
No, razón es que por él
las arras pague; y ansí
os llamaréis desde aquí
duquesa de Florabel.
Llegan a besar la mano
al REY don SANCHO, DIANA,
FISBERTO y LISENA
FISBERTO:
Dénos vuestra majestad
los pies.
REY:
Lisena, ¿también
llegáis vos? Pero, hacéis bien.
¿Mercedes queréis? Alzad;
que de Mons la baronía
para dote vuestro os doy.
LISENA:
A Alejandro excedes hoy.
SIGISMUNDO habla aparte a LISENA
SIGISMUNDO:
¡Ay prenda del alma mía!
¡Con qué venturoso engaño
de mi padre se ríe Amor!
Estorbos pone el temor
en mi provecho y su daño.
¡Casando a Diana, entiende
que lo he de estar con Leonora!
Que eres tú mi esposa ignora
y, creyendo que me ofende,
no sabe que me asegura
cuando baronías te dé
y que yo el varón seré,
que he de gozar tu hermosura.
REY:
¿Cómo, príncipe, no dais
a don Sancho el parabién
si de su aumento y su bien,
como es razón, os holgáis?
SIGISMUNDO:
(Fingirme sentido quiero (-Aparte-)
de que Diana se case
para que adelante pase
el engaño de que espero
conseguir mi alegre intento.)
Vuestra majestad le ha dado
por todos...aunque excusado
fuera aqueste casamiento.
REY:
¿Por qué ocasión?
SIGISMUNDO:
Yo la sé;
y aunque por no alborotalle,
en esta ocasión la calle,
algún día la diré.
SANCHO:
No quiera Dios, gran señor,
que si esto no corresponde
a vuestro gusto...
SIGISMUNDO:
Andad, conde.
SANCHO:
¿Qué causa a tal disfavor
he dado yo?
SIGISMUNDO:
Bueno fuera
darme cuenta a mí, si es ley
que a vuestro príncipe...
SANCHO:
El rey
nuestro señor...
SIGISMUNDO:
Bien pudiera
el rey, mi padre...
REY:
¿Qué es esto?
SIGISMUNDO:
Sentimientos justos son.
GASCÓN:
(¡Oh príncipe socarrón! (-Aparte-)
¡Miren qué mustio se ha puesto!)
REY:
¿No basta ser gusto mío?
SIGISMUNDO:
Basta y sobra; pero...
REY:
Andad,
y a su casa acompañad
los novios, infante. El brío,
príncipe, que os descompone,
ya yo sé de dónde nace.
Quien tan mala elección hace,
y a riesgo palabras pone
de su padre y rey, merece...
SIGISMUNDO:
¿Puédesme dar más castigo
que el que ahora usas conmigo?
REY:
Paso.
SIGISMUNDO:
Si intentas...
REY:
¡Parece
que los daños que prevengo,
te dan causa de atreverte!
Pues si eres príncipe, advierte
que otros hijos sin ti tengo
que me sucedan después,
y que sabré a alguna alteza,
cortándole la cabeza,
humillarla hasta mis pies.
Vase el REY
SIGISMUNDO:
Eres padre. No ha lugar
a que contra ti me ofenda. Al irse SIGISMUNDO pasa por junto a LISENA y hablan aparte
¡Ay mi bien!
LISENA:
¡Ay cara prenda!
SIGISMUNDO:
Todo esto es disimular.
SANCHO:
(No entiendo aquestas enimas.) (-Aparte-)
ALBERTO:
Vamos, Condes.
Hablan aparte DIANA y LISENA
DIANA:
¡Qué discreto
guarda el príncipe el secreto,
Lisena, que en él estimas!
LISENA:
Prudentemente ha fingido
lo que que me case siente.
FISBERTO:
(Estorbé este inconveniente
dando a Diana marido.
Ahora que tiene dueño,
él mirará por su honor.)
SANCHO:
(¡Ay inconstante favor, (-Aparte-)
cera al sol, tesoro en sueño!
¿Privar hoy y temer ya?)
GASCÓN:
(¡Gentil enredo va urdido!) (-Aparte-)
SANCHO:
(¡De mí el príncipe ofendido! (-Aparte-)
¡Válgame Dios! ¿Qué será?)
VANSE todos.
Sale el marqués ENRIQUE
ENRIQUE:
Dos meses ha que importuno
y ausente, Amor, te has cansado,
porque ausente y olvidado
ya yo sé que todo es uno.
Principios tuve dichosos
que habrá deshecho la ausencia,
pues siendo correspondencia
los deseos amorosos
que la firmeza celebra,
¿quién los fiará de mujer
si en la ausencia es mercader
que, en faltando el caudal, quiebra?
Bien llamarte fuego intenta,
Amor, quien tus llamas siente
porque el fuego al que está ausente
ni le abrasa ni calienta.
Y al cabo de tantos días
que Lisena no me vio,
¿quién duda que no dejó
mi amor, ni aun cenizas frías?
Mandóme que fuese el rey
a ver al emperador;
partí por su embajador;
su gusto tuve por ley.
Y habiendo en principios sido
venturoso pretendiente
de su amor, estando ausente,
ya todo se habrá perdido;
pues consintiendo en ventura
el amar y el pleitear,
¿qué suerte puede esperar
el que pierde coyuntura?
Si otra vez mi dicha pruebo,
bien sé que mi amor dirá
"Pretendiente que se va,
que vuelva a empezar de nuevo."
Hacedlo ansí, pensamientos;
que cuando halláis derribada
la fábrica comenzada,
en pie os quedan los cimientos.
Sale GASCÓN, sin ver a ENRIQUE
GASCÓN:
¡Brava máquina levanta
sobre un engaño el Amor!
Peón soy de esta labor.
Cantera traigo que espanta.
Al príncipe vengo a dar
un recado de Lisena
que es la cal de aquesta arena
con quien se intenta mezclar;
y temo, aunque ando a destajo,
si el rey sabe este edificio,
que la obra ha de hacer vicio
y ha de cogerme debajo.
ENRIQUE:
(Éste pienso que es criado
del padre de quien adoro.
Lo que sospecho e ignoro
sabré de él.) Hola, hombre honrado.
GASCÓN:
Hombre, sí; que esotro no.
ENRIQUE:
¿No sois honrado?
GASCÓN:
Con "hola"
no, que la honra viene sola;
y como "hola" me llamó,
no puedo ser hombre honrado;
que las "honras," como es cierto,
se suelen hacer a un muerto,
pero nunca a un "oleado."
ENRIQUE:
¡Buen humor gastáis!
GASCÓN:
Por casto
los malos sudé primero
y a falta de otro dinero
humor es sólo el que gasto.
ENRIQUE:
¿No servís vos a Fisberto?
GASCÓN:
Inmediatamente, no:
sirvo a sus caballos yo
porque los pulo y concierto.
ENRIQUE:
¿Sois lacayo suyo, en fin?
GASCÓN:
En fin, no lo quiera el cielo.
Ser despensero es consuelo,
que esotra plaza es ruín.
Basta que hasta aquí me vea
dando sus caballos ripio
y ser lacayo al principio
sin que al fin también lo sea.
ENRIQUE:
A estar en mi casa vos,
yo os cumpliera ese deseo
porque en vuestro trato veo
donosas cosas, por Dios.
No debéis de conocerme.
GASCÓN:
Si os saco por el olor,
me vais oliendo a señor.
Y si es que habéis menesterme
entre discreto y bellaco
os serviré de podenco
para todo lo mostrenco;
que por el olor lo saco.
Porque nunca los señores,
sino en las comedias, hablan
con lacayos, si no entablan
por sus medios sus amores.
ENRIQUE:
Vos habéis dado en lo cierto.
GASCÓN:
¡Miren si lo dije yo!
Si es Diana la que os dio
en las mataduras, muerto,
o matado estáis en vano,
porque todo su desdén
paró en casarse, aunque bien,
con uno, que ni es verano
ni invierno.
ENRIQUE:
¿Casada está?
GASCÓN:
Como venís de camino,
en todo sois peregrino.
La mano a don Sancho da
de Urrea, y es ya duquesa
de Florabel y Alba Real.
ENRIQUE:
Es don Sancho muy leal,
y la sangre aragonesa
que ser le dio conocida,
y de reyes decendiente.
GASCÓN:
Si fuérades maldiciente,
hiciérades de su vida
otro Flos Sanctorum.
ENRIQUE:
Soy
de don Sancho muy amigo
y de sus hechos testigo.
GASCÓN:
Las gracias por él os doy
y colijo que no estáis
de Diana enamorado
pues celos no os han picado,
y a su marido alabáis.
ENRIQUE:
Acertáis como discreto.
GASCÓN:
Según eso, de Lisena
debéis de ser alma en pena,
y que lo erráis os prometo;
que aunque el gusto os alborota
por las galas con que viene,
dicen que más faltas tiene
que seis juegos de pelota.
Yo, como ladrón de casa
y que hablo con las doncellas
tal vez que asisten con ellas,
sé lo que en aquesto pasa.
Si adoráis madejas rizas
de sus espurios cabellos,
ajenos son los mas de ellos;
trae pantorrillas postizas;
tiene muchos excrementos,
muchos hoyos de viruelas;
hase sacado tres muelas
de achaque de corrimientos.
Tiene giba, bien que es poca,
calza diez puntos de pie,
y lo peor que de ella sé
es que la olisca la boca.
Y con todo eso, mil locos
andan muertos por su amor,
y estimaran por favor
que les diera un par de mocos.
Principalmente anda muerto
cierto título por ella,
que por casarse con ella
habló a su padre Fisberto.
ENRIQUE:
¿Cómo? qué decís? ¿Quién es
quien se casa con Lisena?
GASCÓN:
(¡Picóle!) (-Aparte-)
ENRIQUE:
Aquesta cadena
ha de ser el interés
por quien me habéis de decir
quién es el que se desposa.
GASCÓN:
(No hay cosa mas provechosa (-Aparte-)
como un discreto mentir.)
Ello ha de ir por aquí ya
aunque entredicho me han puesto.
Sabed que es el duque Arnesto
el que concertado está,
y el que a excusas de su padre
ha hecho las escrituras.
ENRIQUE:
¡Ciertas son mis desventuras!
GASCÓN:
Si celos son mal de madre,
y vos os sentís celoso,
una tostada tomá...
y tras ella...
ENRIQUE:
Calla ya,
coronista malicioso;
que aunque la ausencia cruel
haya podido mudarla,
solamente ha de gozarla
el marqués de Oberisel. Vase ENRIQUE
GASCÓN:
¡Oste, puto! ¿El conde es éste
de Oberisel? El sobrino
del rey? ¡A mal tiempo vino!
Paciencia el príncipe preste,
si Enrique hablando a Fisberto
quiere ser el desposado;
que éste ama a lo declarado,
y el príncipe a lo encubierto.
Por disuadirle su amor,
faltas en ella fingí
y el picón al marqués di
del nuevo competidor
que con Lisena se casa.
A muchas cosas me atrevo;
pero todo se lo debo
al príncipe; pues si pasa
adelante este embeleco,
se trueca en reales y escudos,
Gascón, lacayo en menudos.
¿Paréceles barro el trueco?
Sale SIGISMUNDO
SIGISMUNDO:
(Amor, de este laberinto,
si tú la mano me das,
saldré seguro.) ¿Aquí estás,
Gascón?
GASCÓN:
Como se lo pinto.
SIGISMUNDO:
Quimeras dificultosas
ha levantado mi amor.
GASCÓN:
De príncipes es, señor,
intentar terribles cosas.
Diana y Lisena están
en este engaño conformes
y dicen que te transformes
en un fingido galán
de Diana, y en nombre suyo
corresponderá Lisena
entreteniendo tu pena
para que si el padre tuyo
acaso tu amor supiere,
vea que es mujer casada
la dama que es de ti amada
y que si casarte quiere
con Leonora, no podrá
impedirlo aqueste amor.
Dejando a salvo su honor,
licencia a aquesto te da;
que a trueco de ver su hermana
reinar en Bohemia, intenta
tomar su amor por su cuenta
y así, ya sea en la ventana,
ya en papeles, ya en acciones,
y sujeto de tu amor
es Diana en lo exterior,
si bien en las intenciones
Lisena tu gusto obligue.
Será amor en tal quimera,
"a ti te lo digo, nuera... "
y lo demás que se sigue.
SIGISMUNDO:
¡Qué de ello debo a Diana!
El cielo me favorece;
premio excelente merece
quien hace tan buena hermana.
Fingirme su galán trato,
y con debido secreto
guardar el justo respeto
que pide el cuerdo recato
de don Sancho, que es su esposo
y el vasallo más leal
de Bohemia, y haré mal
si vive por mí celoso.
GASCÓN:
A eso voy; que es cosa llana
si le damos ocasión,
que ha de echar el bodegón
don Sancho por la ventana.
Yo estoy en casa, y por mí
pasará aqueste embeleco;
que soy como puerto seco.
Lo que la he de decir di;
que aguarda como a las doce
la campana el motilón.
SIGISMUNDO:
Esta noche mi afición
quiere que la dicha goce
de que hable a la ventana.
Dile a mi Lisena bella
que salga a las once a ella,
[y] que se finja Diana;
que por ella la he de hablar.
GASCÓN:
Basta, que en esta quimera
es Gascón la lanzadera.
¡Alto; urdir, y enmarañar! Vanse los dos. Salen el REY y ALBERTO
ALBERTO:
Luego que vio a Leonora Sigismundo
y en ella el cielo mismo trasformado,
trocó el primero amor por el segundo;
y la infanta, que es toda amor y agrado,
si tibia su descuido la tenía,
desvelos dio de nuevo a su cuidado.
Yo que la truje, gran señor, de Hungría
y en la continuación de su presencia,
veneno daba al alma cada día,
no pude hacer tan fuerte resistencia
que no diese esperanzas al deseo,
bien que pagando costas la paciencia;
pero, pues la ama Sigismundo, y veo
que ella se muestra noble, agradecida
a tu palabra y su amoroso empleo,
de pensamientos mudaré y de vida;
que no imposibles del amor escojo,
ni en tus reinos la paz es bien que impida.
Si me perdonas el pasado enojo
y esta mano me pones en los labios,
ya que a tus pies con humildad me arrojo
jamás saldrá de tus consejos sabios
mi debida obediencia ni, atrevidos,
ofenderán tus canas mis agravios.
REY:
A defetos, Alberto, conocidos,
siendo yo padre, no hay dudar que ofrezca
abrazos por enojos, entre olvidos;
que el príncipe, ya cuerdo, no aborrezca
lo que tan bien le está, me satisface,
y que a su amor Leonora el suyo ofrezca;
pero no los extremos con que hace
Sigismundo que entienda el caso poco
que de lo mucho que le quiero nace.
Di a Diana a don Sancho porque, loco
con desigual amor, ofensa hacía
a mi palabra real; y aunque no toco
otros inconvenientes que podría,
basta la enemistad que ocasionaba
entre Bohemia, y su vecina Hungría.
Por esto, ¿es bien, cuando de ver acaba
la infanta, que me dices que ya adora,
y en su hermosura mi elección alaba,
viendo a don Sancho con Diana agora,
en nudo conyugal e igualdad cuerda
público hacer lo que mi corte ignora?
¿El respeto es razón que así me pierda
el príncipe? ¡A su padre, Sigismundo!
¡Bien su obediencia con mi amor concuerda!
ALBERTO:
No en tanta culpa como juzgas fundo
su repentino enojo, si prudente
miras la mocedad que diste al mundo.
Vio a su dama casada de repente,
llegando en tal suceso descuidado;
quísola bien; no sale fácilmente
amor en muchos días arraigado.
Sintiólo. ¿Qué te espantas? Ya se olvida,
y el alma a su Leonora ha dedicado.
REY:
¿Es muy hermosa?
ALBERTO:
(Aquí venís nacida, (-Aparte-)
mentirosa invención.) Es un retrato
de Lisena.
REY:
¿De quién?
ALBERTO:
No vi en mi vida
en el cuerpo, en la cara, y en el trato
dos símiles tan grandes. Esto es cierto.
La verdad verás presto que te trato.
REY:
¿De Lisena, la hija de Fisberto?
ALBERTO:
Ésa es otra Leonora, otra belleza,
y un "tanto monta" suyo.
REY:
Suele, Alberto,
de cuando en cuando hacer naturaleza,
aunque es en variar tan admirable,
igual conformidad de su destreza.
No es el primero ejemplo--aunque es notable--
el que has visto en Leonora y en Lisena.
Siempre la semejanza ha sido amable.
Pero ¿cómo la infanta entrar no ordena
en mi corte?
ALBERTO:
De industria lo dilata;
que su hermano, señor, la trae con pena.
Vladislao, a quien la suerte ingrata
en lo último tiene de la vida,
antes que el tiempo el oro trueque en plata,
es la ocasión que de su boda impida
las fiestas que la aprestas, por agora,
porque quiere que en todo sea cumplida.
Si muere Vladislao, y triste llora
su joven falta, cuando el reino hereda,
¿cómo podrá gozar fiestas Leonora?
REY:
Es la infanta muy cuerda. Tiempo queda
en que heredando el reino, que ya es cierto,
con sus bodas mi corte alegrar pueda.
Iréla a visitar mañana, Alberto,
por ver lo que a Lisena se parece.
ALBERTO:
Y está puesto en razón.
REY:
Saldré encubierto. ALBERTO mira adentro
ALBERTO:
El príncipe es aquéste.
REY:
Pues se ofrece
a tan buena ocasión, hablarle a solas
pretendo. Véte, infante.
ALBERTO:
(Alegre crece (-Aparte-)
mi tímida esperanza entre tus olas,
Amor, piélago inmenso. Dame ayuda
pues sigo las banderas que enarbolas.
No mudes tu bonanza. Si se muda
el mar que con borrascas se levanta,
el viento en popa de tu gracia acuda.
La infanta quiero, Amor; dame la infanta.)
Vase ALBERTO.
Sale SIGISMUNDO, por una puerta, y don SANCHO por otra, y quédese viendo al REY hablar con el príncipe SEGISMUNDO
SANCHO:
(El príncipe se ha indignado (-Aparte-)
porque de Diana soy
dueño, y aunque de ella amado,
si fe, sospechas, os doy
armas daré a mi cuidado.
Mas el rey está con él.
A darle satisfacción
venía... sospecha cruel,
dejad mi imaginación;
que alteráis su quietud fiel.
No revolváis tantas cosas,
todas contra mi sosiego;
que si pasiones celosas
de amor alteran el fuego,
mis penas serán forzosas.
Oír quiero lo que tratan.
REY:
Príncipe, si a libertades
que descompuestas maltratan
las reales autoridades
y de amor las llamas matan,
hubiera de dar castigo,
mi enojo experimentaras,
no hijo, sino enemigo,
tanto que otra vez no osaras
descomponerte conmigo.
Mas soy tu padre, y así
templo leyes del rigor,
que me inclinan contra ti
porque está embotando Amor
hilos que al enojo di.
Hámele en parte templado
el haberme dicho Alberto
que de opinión has mudado,
y si, como afirma, es cierto
que a Leonora el alma has dado
y dejando otras quimeras,
hacer mi gusto codicias,
trocando burlas en veras,
yo te perdono, en albricias
de que ya a la infanta quieras.
SIGISMUNDO:
No puedo negar, señor,
que cuando en Diana vi
menospreciado el amor
que la he tenido...
SANCHO:
(¡Ay de mí! (-Aparte-)
¿Qué oís, combatido honor?)
SIGISMUNDO:
Sin consultar la prudencia
que justos respetos mira,
ofendí tu real presencia
dando ocasión a tu ira
mi alterada inadvertencia.
Mas lo que mi dicha gana
conozco y que se mejora
mi elección, hasta aquí vana,
pues restauro con Leonora
lo que perdí con Diana.
REY:
No con eso satisfecho
das sosiego a mi cuidado.
Experiencia larga he hecho
que de un amor arraigado
reliquias conserva el pecho.
Nunca sale de raíz
una pasión encendida;
que en el hombre más feliz,
aunque se sane la herida,
se queda la cicatriz.
Solo en ti no ha de haber tal;
porque tu amorosa pena
ha de ser--o haráslo mal--
como quien pisa la arena
para borrar la señal.
Ya yo sé que de tal suerte
Diana te dio cuidado,
que a no impedirlo la suerte,
tú vivieras mal casado
y aceleraras mi muerte.
Lo que en el jardín pasó
sé también, y que por poco
te hallara en él, cuando entró
Fisberto, y de tu amor loco
los claros indicios vio.
Él, con prudencia y recato,
dio a su hija igual marido,
y ella a ti te da en barato,
pues juego su amor ha sido,
este papel y retrato.
Don Sancho es noble y leal;
Diana es ya su mujer.
Tú tienes esposa igual;
ángel de guarda ha de ser
suya mi respeto real.
REY:
Si contra su honor porfías
y otra vez encender piensas
memorias que afirmas frías,
de don Sancho las ofensas,
no son suyas, sino mías.
Ella tiene esposo honrado,
y para que no la ofendas,
tu papel te da, y traslado;
que pues te vuelve las prendas,
su amor ha desempeñado.
Si en papeles y pinturas
censo su amor quiso echar
y redimirle procuras,
ya como censo al quitar
te vuelve las escrituras.
Rásgalas; que en esto fundo
tu dicha, y no seas ligero;
que en agravios, Sigismundo,
si te perdono el primero,
no sé lo que haré al segundo.
Déjale al príncipe el papel y el retrato, y vase
SIGISMUNDO:
(Todo lo va haciendo Amor (-Aparte-)
a medida del deseo.)
SANCHO:
(¡Ay sospechoso temor! (-Aparte-)
¡Qué mala información veo
sustanciar contra mi honor!
Jardín, retrato y papel
tienen mi ventura en calma,
siendo en pleito tan cruel
tres enemigos del alma,
y tres testigos en él.
¿Esto es, cielos, ser casado?) Sale GASCÓN
GASCÓN:
Brevemente, que me llama
cierta prisa...
SANCHO:
(¿No es criado (-Aparte-)
de mi casa éste?)
GASCÓN:
...a tu dama
di, príncipe, tu recado,
y responde que te espera
esta noche en la ventana.
Prosigue con tu quimera,
y hablarás una Diana
que es tercera y es primera;
Que aunque en casa hay nuevo dueño;
tú eres más antiguo en ella,
y estotro en tiempo pequeño,
aunque tiene esposa bella,
por más bello tendrá el sueño,
pues no hay más blandos colchones
para dormir, que los años.
SIGISMUNDO:
Gascón, las obligaciones
pagaré de estos engaños.
GASCÓN:
Honrarás a los Gascones.
¿Qué es lo que metes ahí?
SIGISMUNDO:
El retrato y el papel,
que a mi amado dueño di. Hace que los echa en la faltriquera y cáensele al suelo
GASCÓN:
Que diera en tierra por él
esta máquina entendí;
pero bien se ha remediado
a costa de un casamiento
un condado y un ducado.
SIGISMUNDO:
Diérale yo, Gascón, ciento,
por salir de este cuidado.
Vamos, que ya es tarde, y quiero
vestirme de noche.
GASCÓN:
Y yo,
que te sirvo de tercero,
¿tengo de medrar?
SIGISMUNDO:
¿Pues no?
GASCÓN:
¿De lacayo a caballero?
¡Bravo salto!
SIGISMUNDO:
Ya te vieras
rico, si no me importara
tanto, Gascón, que estuvieras
en su casa.
GASCÓN:
Es cosa clara,
porque a no estarlo, no hubieras
logrado tanta fatiga.
Si medro de aquestas trazas,
por armas pondré una higa,
y a sus lados dos almohazas
con una letra que diga,
"Para Carola."
SIGISMUNDO:
¿A qué fin?
GASCÓN:
Háceme trampas.
SIGISMUNDO:
¿Y tú
las sufres?
GASCÓN:
No, que es ruín.
Escupióme y dijo, "¡puh!"
Testigo todo un jardín.
Vanse los dos
SANCHO:
Qué bien, honra, os acomoda
el rey, autor de mi queja,
pues casándome, aun no os deja
gozar el pan de la boda!
Mi tragedia escuché toda.
¡Nunca el rey me diera estado,
mujer, privanza y ducado!
Pues si me desacredita
y advierte lo que me quita,
¿qué vale lo que me ha dado?
La mujer más noble y bella
¿qué valor nunca ha tenido;
pues al más bajo marido
le dan dineros con ella?
La privanza que atropella
títulos, ¿de qué interés,
cielos rigurosos, es,
pues en el más alto puesto
para que caiga más presto,
de grillos sirve a los pies?
¿De qué estima es el estado
que el rey puede dar mejor?
¿Ni qué valdrá, si el honor
cae por él de su estado?
Honra, cuanto nos han dado,
todo os incita a caer:
La privanza es Lucifer
que cae al paso que sube,
el estado rayo en nube,
torre en viento la mujer.
SANCHO:
El retrato y papel son
éstos que a mis pies están.
Cayéronsele, y querrán
a mis pies pedir perdón.
Mas no; que en esta ocasión
donde su ser mi honra pierde,
áspid entre la flor verde
mi desventura los llama;
que porque muera mi fama,
sube al pecho, y el pie muerde.
Casóme el rey sin mi gusto;
Diana es moza y hermosa,
mi edad poco apetitosa
lazo desigual e injusto;
mozo el príncipe y robusto
sin respetos el poder;
él amante, ella mujer,
y conformados los dos...
Honra, sospechadlo vos;
que yo no os oso ofender.
En el jardín ¿no se vieron?
¿Luego es cierto? Calla, lengua;
que publicarán mi mengua
las paredes que te oyeron.
¡Ay cielos! Si allí estuvieron...
y el príncipe gozar pudo...
Al pronunciar esto, un ñudo
de mi garganta es cordel;
mas dígalo este papel
que da fácil y habla mudo.
SANCHO:
Lee
"Mi padre el rey, prenda mía,
me da esposa, y no sois vos,
como si Amor, siendo Dios,
preciase estados de Hungría."
No es deidad la tiranía.
Ese atributo condeno;
justicia guarda el que es bueno.
De Diana soy señor.
O no os llaméis dios, Amor,
o no apetezcáis lo ajeno.
Lee
"Antes que llegue este día,
esta noche Amor concierta
daros la posesión cierta..."
Lee
"Porque en viniendo la infanta
halle cerrada la puerta."
La muerte la hallará abierta,
si averiguo afrenta tanta.
SANCHO:
Lee
"La mano os tengo de dar
sin poner mi amor por obra;
que no soy como el que cobra
sin intención de pagar."
Volved, honra, a respirar;
que si contra el común uso
su amor por obra no puso
y vos os quedáis en pié,
yo, honra, os defenderé
sin que me tengáis confuso.
Lee
"Sólo os quiero asegurar
que en honesto amor me fundo."
Mentido habéis, Sigismundo,
pues me queréis deshonrar.
¿Qué crédito os puedo dar,
papel, viendo que mintió
la mano que os escribió?
¿A quién creerá, aunque lo ignora,
si intenta gozarla agora,
que entonces no la gozó?
SANCHO:
No leo más. En conclusión,
de mi sospecha haré alarde;
que no hay amante que guarde
palabras en la ocasión.
Valientes excusas son
las que este papel me enseña;
pero no es señal pequeña
las prendas que en contra están,
que adonde prendas se dan,
alguna cosa se empeña.
Vos, retrato, habéis estado
en su poder y su pecho
y, habiendo asiento en él hecho,
la posada habéis pagado.
No sois vos el descartado,
sino yo; que a toda ley
si el Amor no guarda ley,
¿quién duda, aunque os halle aquí,
que me descartará a mí,
por quedarse con un rey?
Esta noche se han de hablar.
Ya Sigismundo previno
el traje a su desatino.
¡Honor, hacer, y callar!
El silencio sabe obrar;
indicios he visto llanos;
si a pensamientos livianos
obras aplica en mi mengua
Diana, calle la lengua
porque el honor todo es manos.
Vase don SANCHO.
Salen DIANA y LISENA
DIANA:
En fin, ¿esta noche, hermana,
viene Sigismundo a hablarte?
LISENA:
Y el nombre tengo de hurtarte
siendo sólo en él Diana.
DIANA:
Provechosa es la invención.
LISENA:
Sí, que si a saberlo viene
el rey, que sólo ojo tiene
a que llegue a ejecución
el casarle con Leonora,
viendo que ya tú lo estás
e impedirlo no podrás,
cuando sepa que te adora,
reparará poco o nada;
pues cuando te ame y le quieras,
lo que doncella impidieras
no lo has de impedir casada.
DIANA:
Deseo tanto, te prometo,
esto de verte reinar,
que en fin, como ha de durar
poco, y con tanto secreto,
consiento en aqueste engaño,
como no toque al decoro
de don Sancho; que le adoro
ya como si hubiera un año
que por dueño le deseara.
Tan señor se hizo de mí
que desde que no le vi
como si un siglo tardara,
maldiciones echo al sol
porque su curso no pasa;
que en fin de noche está en casa.
LISENA:
Es discreto y español.
Hace gran ventaja España
en amar, a otras naciones;
que fértil es en varones.
DIANA:
Don Sancho, Lisena, engaña
los años con el buen gusto,
la alegre conversación,
la apacible condición;
y yo, en fin, que de esto gusto,
vivo contenta y segura
sin que me inquieten desvelos;
que Amor mozo, todo es celos
y el mío todo es ventura.
LISENA:
¡Ay qué casada tan buena!
El Amor lleve adelante
amor tan fino y constante.
DIANA:
Y porque el tuyo, Lisena,
no pierda ocasión por mí,
irme y dejarte pretendo.
Mi honra y nombre te encomiendo.
LISENA:
¿Pones más que el nombre aquí?
DIANA:
¡Corre riesgo, y me da pena!
Guárdamele, y no te asombre
porque quien tiene mal nombre,
nunca cobra fama buena.
Vanse las dos.
Salen ALBERTO y SIGISMUNDO, de noche
ALBERTO:
Hice al rey creer, en fin,
que Lisena de la infanta
era, príncipe, un retrato,
y admirable semejanza.
Creyólo, y determinó
irla a visitar mañana
a Valdefiores, en donde
tendrán fin estas marañas.
Leonora, que mis deseos
con otros iguales paga
y procura reducirlos
al yugo que Amor enlaza,
sabe todas estas cosas,
y a cuantos tiene en su casa,
porque por ellos no pierda
nuestra marañosa traza,
ha mandado que prosigan
con este engaño y aguarda,
para industriarla en el caso,
que lleves allá tu dama.
Comunicará con ella
las acciones y palabras,
que al rey tiene de decir
para que no caiga en falta;
y porque no se descubra
esta ficción por su causa,
encerrándose, no quiere
que entre nadie a visitarla.
ALBERTO:
Esto excusa con decir
que no es razón, siendo hermana
del príncipe Vladislao,
cuya muerte malograda
sabe ya por cosa cierta,
dar a visitas entrada,
divirtiendo el sentimiento,
que es justo la aflija el alma.
Como ha tan poco que vino
y llegó tan recatada
que no hay ninguno en Bohemia
que le haya visto la cara,
por todo el reino ha corrido
esa mentirosa fama
y todos creen en la corte
que en Lisena se retrata.
Lo que falta, hermano, agora,
es que con brevedad vaya
y a Leonora comunique,
pues es poca la distancia,
que supuesto que su padre,
de la corte y de su casa
ausentándose, se emplea
ya en su hacienda, ya en la caza,
diciendo que parte a verla
y, ayudando a esto Diana,
sin dar lugar a sospechas,
dulce fin tendrán tus ansias.
SIGISMUNDO:
Peregrino ingenio tienes.
¡Disposición extremada
y a medida de mi gusto!
Con Gascón haré avisarla;
que no fío este secreto,
aunque agora vengo a hablarla,
supuesto que oyen las piedras
de paredes y ventanas.
Mas oye, que viene gente.
Hablan bajo los dos. Sale ENRIQUE de noche
ENRIQUE:
(¿Posible es, Lisena ingrata, (-Aparte-)
que en una ausencia tan corta,
olvidándome, te casas?
Mas es poderoso Arnesto.
Un duque ¿qué no contrasta?
Una ausencia ¿qué no olvida?
Un interés ¿qué no alcanza?
Quien no parece, perece.
Ausente el fuego, no abrasa;
anublado el sol, no alumbra;
la ausencia es nube pesada.
Comenzábate a servir;
tú a quererme comenzabas;
si me ausenté a los principios
y lo poco casi es nada,
¿qué me quejo, qué te culpo?
Maldiga Amor la embajada.
El camino Amor maldiga,
y al rey que de ella fue causa.
Pero ¿qué gente es aquésta?
Mas si el duque a Lisena ama,
y es justicia Amor que ronda,
mi pregunta fue excusada.
Mataréle. Pero no;
que si los celos me agravian,
celos con celos se vengan
no con desiguales armas.)
¡Ah de la calle! ¿Quién son?
SIGISMUNDO:
¿Quién lo pregunta?
ENRIQUE:
Quien pasa
desde el amor al olvido.
SIGISMUNDO:
¡Extraordinaria distancia!
ENRIQUE:
¡Notable! Pero vos, duque,
sois ocasión de que la haya
y que yo entre estos extremos
experimente desgracias.
SIGISMUNDO:
¿Yo soy duque? ¿Conocéisme?
ENRIQUE:
Disimuláis nombre y habla,
duque Arnesto que, aunque a oscuras,
los celos son luz del alma.
Ya sé que tan adelante
lográis vuestras esperanzas
que Fisberto os da a Lisena
y con vos honra su casa.
SIGISMUNDO:
(¿Cómo es esto?) (-Aparte-)
ENRIQUE:
Y también sé
que si en la de amor guardaran
antigüedades, pudiera
la mía haceros ventaja.
Escrituras tenéis hechas...
¡Ay cielos, quién las rasgara!
En secreto os casáis, duque,
celos públicos me matan.
Porque vuestro padre viejo
lo ignore, habéis dado traza
de casaros de esta suerte;
mas como nadie las guarda,
las plumas con que se hicieron
vuestras escrituras, andan
para publicarla a voces
en las alas de la faena.
A ser yo celoso al uso,
vuestras dichas estorbara;
favores mi amor fingiera
que a Lisena deshonraran.
Pero no lo quiera Dios;
que soy noble, y aunque ingrata
ella, es espejo de honor,
si ejemplo de la mudanza.
A servirla comencé;
principios tuve en su gracia,
ausentéme, entrastes vos,
y amores que no se arraigan,
hiélanse con una ausencia.
ENRIQUE:
Casáos, Arnesto, gozadla
pues que sois más venturoso;
que cuando vos saquéis galas,
hagáis fiestas, deis libreas,
podrá ser, y Dios lo haga,
que os corte funestos lutos
la muerte que me amenaza.
Deudo soy cercano vuestro;
mas si amor deudas os paga
a letra vista de gustos,
y en Lisena os da libranzas,
¿qué os importará mi muerte?
Pues cuando sintáis mi falta,
nunca mucho costó poco.
Lo más caro más se ama.
Logre el cielo vuestra suerte;
que yo para no estorbarla,
de vos envidioso y de ella,
iré a repasar desgracias. Vase el marqués ENRIQUE
SIGISIMUNDO:
Alberto, ¿no escuchas esto?
¿No oyes que a Lisena casa
en secreto con el duque
su padre, y que desbarata
la máquina de mi amor?
¿No oyes confirmar palabras
en contratos y escrituras?
ALBERTO:
Ya lo oigo.
SIGISMUNDO:
Pues ¿qué aguardas,
infante? Dame la muerte.
Saca aquese acero, saca
este corazón, primero
que el duque con esto salga.
ALBERTO:
No sé, por Dios, qué sospeche
de estas nuevas disfrazadas
sin conocer al autor
ni el efecto a que se causan.
El duque Arnesto es mi amigo
y hasta aquí no sé que haya
tenido amor, que es señal
que sale luego a la cara.
¿No podrá ser que éste sea
algun burlón de éstos que andan
dando picones de noche
y cifran su trato en gracias?
SIGISMUNDO:
No, hermano. Verdades son,
en mi daño averiguadas
todas cuantas éste ha dicho;
ni las finge, ni me engaña.
ALBERTO:
Pues bien, cuando verdad sea,
Lisena ¿está ya casada?
¿Aborrécete por dicha?
SIGISMUNDO:
¡Ay Alberto! No sé.
ALBERTO:
Calla,
y procura hacer de suerte
que a ver a Leonora vaya;
que si ella su intento ayuda
y te desposas mañana,
¿qué celos hay que te inquieten
ni qué escrituras que valgan
contra consumados gustos
y dichas anticipadas?
SIGISMUNDO:
Es ansí; mas ¿qué sé yo
si su padre y la mudanza
habrán hecho lo que suelen?
ALBERTO:
Gente siento a la ventana.
Si es ella, buena señal,
Sigismundo, es que te ama.
SIGISMUNDO:
¿Y si viene a despedirme?
ALBERTO:
¡Bueno es que te persüadas
a que Lisena es tan necia
que más estimación haga
de un ducado que de un reino!
SIGISMUNDO:
No sosegaré hasta hablarla. Sale don SANCHO, como de noche, y LISENA, a una ventana
SANCHO:
(A desengaños tan ciertos (-Aparte-)
y a sospechas confirmadas,
¿de qué sirve, honor, buscar
tanto indicio, prueba tanta?
Pero si sois juez, hacedlas;
que todas son de importancia
hasta cerrar el proceso,
y ejecutar la venganza.
¿Si habrá el príncipe venido?
Mas éste es; que quien agravia,
y más en casos de honor,
diligente se adelanta.
La ventana está también
por mi deshonra ocupada.
Escuchad, silencio cuerdo;
que el dar voces es infamia.)
LISENA:
(Hablar sentí a Sigismundo.) (-Aparte-)
¿Sois vos, Señor?
SIGISMUNDO:
¿Es Diana?
LISENA:
Soy, y no soy.
SIGISMUNDO:
Ya lo entiendo;
mi amor ese enigma alcanza.
SANCHO:
(Sospechas, ya no hay excusa. (-Aparte-)
No salieron, honor, falsas
las nuevas de mis desdichas;
que no mienten, si son malas.)
LISENA:
¿Cómo estáis, mi bien?
SIGISMUNDO:
Quejoso.
LISENA:
¿Por qué ocasión?
SIGISMUNDO:
Porque asalta
mi ventura un dueño antiguo
que me atormenta y os ama.
SANCHO:
(Como soy su esposo yo, (-Aparte-)
y dueño de aquesta casa,
antiguo en años y en penas,
su dueño antiguo me llama.)
LISENA:
¿Yo dueño antiguo y no vos?
SIGISMUNDO:
Sí, cruel, que me amenaza
con casamientos que estorban
el lograr mis esperanzas.
SANCHO:
(¡De mi casamiento tiene (-Aparte-)
celos! ¡Nunca se enlazara
mi libertad, ya cautiva,
en redes que el honor matan!)
LISENA:
Yo no conozco otro dueño,
ni mientras influya el alma
vida en este corazón,
como amor dentro de llamas
reconoceré otro esposo,
ni daré a otro amante el alma,
que no fuere Sigismundo;
si es querer probarme, basta.
SIGISMUNDO:
Luego el duque que os adora,
¿no es dueño vuestro?
SANCHO:
(¿Qué os falta, (-Aparte-)
agravios, si a la vergüenza
por las calles mi nombre anda?
¡Nunca el rey me hiciera duque!)
SIGISMUNDO:
Disculpas tendréis pensadas;
diréis que de aquestas bodas
es vuestro padre la causa.
LISENA:
Príncipe, yo no os entiendo;
si porque ya amáis la infanta
andáis mendigando excusas,
no me culpéis, y gozadla;
que yo me daré la muerte.
SANCHO:
(¡Celos le pide la ingrata!) (-Aparte-)
SIGISMUNDO:
Diana, si es que a mi amor
queréis dar debida paga,
ocasión se ofrece.
LISENA:
¿Cómo?
SIGISMUNDO:
Gozándoos.
LISENA:
¿Cuándo?
SIGISMUNDO:
Mañana.
LISENA:
¿Dónde?
SIGISMUNDO:
Yo os lo avisaré;
que en la calle es ignorancia
fiar secretos a piedras
que tienen ecos y hablan.
Estad, mi bien, prevenida
y, pues no teme quien ama,
no temáis inconvenientes
y adiós, porque vienen hachas. Vanse SIGISMUNDO y ALBERTO
LISENA:
¿Qué celos, cielos, son estos
que mi dicha desbaratan?
Aguardar quiero este aviso,
y de él sabré estas marañas.
¿Qué duque es éste, que dice
Sigismundo, que me llama
su esposa? Confusa voy.
¡Ay noche! ¡Qué de ello engañas!
Vase LISENA
SANCHO:
Fuése el príncipe, y entróse
la que ocasiona mi infamia
y ciega se determina
quitarme el honor mañana.
¡Válgame Dios! ¡Que las leyes
del mundo fundado hayan
la honra en una mujer!
¡En una pluma liviana
el honor de tanto peso!
¡Cielo! ¿El matrimonio ata
con una tan frágil cuerda
que la más fuerte es de lana?
A cabo de tantos días,
honra por mí conservada,
con tanta industria adquirida,
ilustre con tanta hazaña,
¿un pensamiento os destruye?
¿Un soplo liviano os mata?
¿Un poco de viento os quiebra?
¿Una mujer os maltrata?
Mas sois de vidrio; ¿qué mucho
que si os derriba una ingrata,
cayendo el vidrio se quiebre,
y el honor pedazos se haga?
Mañana me ha de afrentar;
mañana ha dado palabra
de poner mi mal por obra.
SANCHO:
Corta es, honor, la distancia.
Dadle la muerte. Mas ¿cómo?
Si ve el vulgo mi venganza
y estando hasta aquí secreto
mi agravio, le saco a plaza,
¿satisfaráse ansí? No,
que aunque mas le satisfagan,
en público siempre queda
la señal donde hubo mancha.
Secretos, buscad remedios;
discurrid, industria honrada.
No sepa de mí ninguno
cosa con que me dé en cara.
No ha de haber quien imagine
que una mujer alemana
osó afrentar atrevida
la honra y valor de España.
Pues si hoy no la doy la muerte
ha de afrentarme mañana;
si la mato, pregonera
saldrá en mi ofensa la fama.
¡Ah peligros del honor!
¡Nunca yo experimentara,
a costa de mi sosiego,
los daños que me amenazan!
Salen GASCÓN, con un hacha encendida
GASCÓN:
Esto de aguardar señores
en el patio y con un hacha
hecho cofrade de luz,
por Dios, que es cosa pesada. Sale CAROLA
CAROLA:
Gascón, ¿ha venido el duque?
GASCÓN:
¿Quién lo pregunta?
CAROLA:
Quien anda
buscando achaques por verte,
gabacho de mis entrañas.
Un siglo ha que estoy sin ti.
Esto de tener en casa
dueño nuevo, descomulga
de los pajes las criadas;
y tú, como no me quieres
por ocasiones que haya,
aunque hecha un Argos me veas
por corredores y salas,
sin volver a mí los ojos
como si yo te injuriara.
Como silla de dosel
te hallo siempre de espaldas.
GASCÓN:
Hágase allá. No me toques.
CAROLA:
¡Ay traidor! ¿Ansí me tratas?
Pues ¿por qué?
GASCÓN:
Como es-Carola,
sopean muchos su ensalada.
CAROLA:
¿Celitos?
GASCÓN:
Hágase allá;
que la esconderé esta daga,
si llega, en los menudillos,
por lo que tiene de vaina.
CAROLA:
Si te he ofendido en mi vida,
un rayo del cielo caiga
sobre... sobre...
GASCÓN:
¿Quién
CAROLA:
El turco.
GASCÓN:
Linda pieza, buena lanza,
¿qué es del listón que la di
para la cruz, esta pascua,
a costa de dos raciones?
CAROLA:
¿Listón?
GASCÓN:
No estoy para gracias.
CAROLA:
¿El de carne de doncella?
GASCÓN:
Ése mismo, mula falsa;
que pierde en ella ese nombre
y no quiero que le traiga.
¿Qué es de él?
CAROLA:
Como me sangré
de un tobillo, estando mala
ayer, sirvióme de cinta;
y el barbero, que mal haya,
dijo que eran gajes suyos,
y dísele.
GASCÓN:
Si se sangra
con barberos de palacio
y listón, a fuer de dama,
pique; que no pico yo
vena que está tan picada
por jardineros bufones.
CAROLA:
¡Ay qué testimonio!
GASCÓN:
Vaya,
y no haga caso de mí,
que soy...
CAROLA:
¿Qué, Gascón del alma?
GASCÓN:
Soy un puerco socarrado
aunque ella no me socarra;
un monazo de Tolú,
y como seca en garganta,
soy escupido.
CAROLA:
(¡Oxte, puto!) (-Aparte-)
Gascón, ésa ha sido maula.
(Soplo vivo ha andado aquí.) (-Aparte-)
No hagas caso de palabras,
borreguito de mi vida.
GASCÓN:
¡Vive Dios...!
CAROLA:
No chero: encaja. Tómale la barba a GASCÓN
GASCÓN:
¡Que me engaite aquésta ansí!
CAROLA:
¡Ay, pichón...! ¡Ay qué barba!
No te ofenderé otra vez,
por esta bendita.
GASCÓN:
Basta.
¿Querrásme, mucho?
CAROLA:
Mu...chísimo.
GASCÓN:
Si tanto en el "mu" te tardas,
vive Dios, que a perder me eches.
¿No ves lo que en "mu" me llamas?
CAROLA:
Habló el buey, y dijo "mu."
SANCHO:
(¡Miren cuál anda mi casa! (-Aparte-)
Mas ¿qué mucho? Siempre imitan
las criadas a sus amas.) Llegándose a GASCÓN y CAROLA
¿Qué es esto?
CAROLA:
Gascón, señor...
GASCÓN:
(Cogido nos ha en la trampa.) (-Aparte-)
SANCHO:
¿Qué hacéis los dos aquí agora?
GASCÓN:
Que vinieses aguardaba,
para alumbrarte.
CAROLA:
Yo vengo,
como tanto te tardabas,
a saber si habías venido.
Mi señora me lo manda;
que está llena de recelos
y te espera desvelada.
SANCHO:
Andad, subíos allá arriba. Vase CAROLA. GASCÓN quiere también retirarse, y don SANCHO le llama
SANCHO:
Gascón.
GASCÓN:
¿Señor?
SANCHO:
En España
no se usa hablar los criados
con las doncellas de casa
tan familiarmente.
GASCÓN:
Acá,
la llaneza de Alemania
todo esto, señor, permite.
SANCHO:
¡Es su gente en todo llana!
No estés en mi casa más.
Al mayordomo id mañana;
pagaráos lo que se os debe.
GASCÓN:
Si otra vez me vieres...
SANCHO:
Basta.
No subáis esta escalera
de aquí adelante...
GASCÓN:
(¡Qué extraña (-Aparte-)
condición!)
SANCHO:
Porque en subiendo,
bajaréis por la ventana.
GASCÓN:
(De volatín me gradúa.) (-Aparte-)
Salen DIANA y CAROLA
DIANA:
Mi bien, esposo quien tarda
tanto en principios de gustos,
poco quiere.
SANCHO:
¡Oh, mi Diana!
Todas éstas son pensiones
del palacio y la privanza.
Yo me enmendaré otra vez
siquiera por no dar causa
a que bajen a buscarme
a la puerta las criadas;
que es bien estén recogidas.
DIANA:
Yo me doy por avisada.
SANCHO:
(Disimulad, cuerdo honor; (-Aparte-)
vamos, discreta venganza.
Sin lengua os he menester
porque el prudente hace y calla.)
Vanse don SANCHO y DIANA
GASCÓN:
Carola.
CAROLA:
¿Qué hay?
GASCÓN:
Despedido
soy...
CAROLA:
Dios le ayude. Vase CAROLA
GASCÓN:
¡Oh, borracha!
¡Ayude! ¿Estornudo yo?
¡Medrado, por Dios, quedaba
a no tener de repuesto
un principazo! Bien haya
el que tiene dos oficios.
Ya renuncio el de las calzas.