El domador (Domador de Pulgas)

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EL DOMADOR


Y

A el domador era un fantasma, se puede ser fantasma lo mismo antes que después de la muerte, la vecindad de la muerte, el fin de la carne, parece ir soltando lentamente el espíritu, y convirtiéndonos en fantasmas.

El domador en su angustia final, buscaba libros que lo llevaran de nuevo a la vida pasada, cuando él era feliz, cuando sus pulgas eran pulgas. Ahora tan parecidas a los hombres, casi iguales a los hombres, como que habían bebido sus sangres.

Los libros son consoladores, porque la obra de arte no es sino una rebelión contra la muerte, el artista busca manifestarse, confirmar su vida, dársela a otros objetos, seguramente por el temor de desaparecer completamente. Los libros tienen el sentido de almacenar vida, de salvar vida, el deseo de quedarnos en las páginas hacia el infinito.

Ahora al domador le sucedía, como a los padres que tienen hijos que no dan resultado en el hogar: el desconsuelo de un hijo que no atina con las necedades sociales, y que se corta conveniencias, presumiendo de absoluta libertad.

El domador tenía en su mano escueta, el libro de los secretos de agricultura, casa de campo y pastorial; traducido de la lengua catalana en castellano, por Fray Miguel Agustín. Prior del Templo de la filelissima Villa de Perpiñán, del orden, y religión de San Juan de Jerusalén, del libro que el mismo autor sacó a la luz el año de 1717. Y ahora con adición del quinto libro, y otras curiosidades; y un Vocabulario de seis lenguas, para declaración de los vocablos de dicho libro; y al fin de él se hallarán las materias de que el autor trata, con una rueda perpetua para conocer los años baundantes, o estériles.

Nada menos que Fray Miguel Agustín se había ocupado de las pulgas, cuando decía en el capítulo segundo que trata de "Secretos de la Condición y Oficio de las Madres de Familias de la Casa de Campo, y cómo debe criar, enseñar y doctrinar sus hijas y criadas". En ese capítulo se dice en la página 25 lo siguiente: "Todas las acciones, o haciendas que harán, ahora sean de cocina, ahora cualesquiera otras, por válidas que sean, procuran en hacerlas con grande limpieza, y policía, y con la buena composición de vestido, como está dicho.

En la cama se pondrán con muy buena composición; poniéndose en la figura que deben estar quando sean muertas en la sepultura, haciendo sobre este particular reflexión, aunque sea de passo, diciendo una Ave María por su alma, como si fuera muerta, y después recogerán el cuerpo, que no esté largo, antes recogido; y si durmieron dos o tres juntas, procurarán no tocarse las carnes las unas con las otras, poco, y nada, y siempre que estuviere en la cama de noche u de día, sanas, o enfermas, assí de Verano como de Invierno, estarán bien cubiertas, y compuestas, que no se les vea sino la cara, y las manos, por alguna necessidad, o causa justa, volviéndolas a recoger luego debaxo de la ropa.

Cuando se levantarán, o pondrán en la cama, siempre tendrán el mismo cuydado de no ser vistas, no solo de varón, pero ni de las hembras, que dormirán con ellas, sino solo lo que no se puede excusar, que son pies, manos, y cara, supuesto que tuviesse, como es razón, las camisas largas hasta el tobillo, y llevándolas arriba en el pescuezo, y abertura del pecho bien cerradas, y atadas, teniendo cuydado quando se desnudaren, y a la tarde, o a la mañana se vistieren, estén cerradas las puertas, y ventanas, y si acaso alguna vez querrán reconocer las pulgas de la camisa, reconocerán primero bien todos los agujeros que puede haver, hasta el de la llave, o cerradura, y no se ponga en derecho de alguna puerta o ventana, por bien cerrada que sea; y mejor sería no hiciessen, exercicios en esa forma sino quando muden de camisa, entonces espulgan la que dexaren, porque siempre corren peligro de ser vistas, y codiciadas, como sucedió a Susana, y a Bersabe, que pensaban poco ser vistas en el baño, de donde sucedieron a Susana, los peligros en que se vió de su honra, y vida, y a Bersabe su adulterio, y muerte de su marido Urias no olvidándome de la Caba de nuestra España.

No se enrizarán, o cresparán sus cabellos, ni llevarán perfumes ni olores; ni usarán los baños por curiosidades, sino fuere por necesidad, o enfermedad, de orden y mandato del médico corporal, y con licencia del espiritual.

Pintura no la usarán en la cara, y manos por ningún caso, porque es desatino grande querer borrar la imagen natural, que Dios en ellas ha pintado, con arreboles y afeytes. Si un pintor después de haber acabado una buena pintura, alguno se la quisiesse borrar, lo sentiría mucho. No es mucho, que Dios se tenga por ofendido de aquellos, que le quisieren borrar lo que el ha hecho con tanta perfección; cuanto más, que es grande locura pensar, que la pintura sea remedio de las fealdades naturales; porque todos las colores, albayalde, solimán y demás afeytes de todo el mundo, no son bastante a hacer, que la boca grande sea pequeña, ni los ojos chicos sean grandes; y que los azules sean negros; y las orejas grandes, y nariz larga sea pequeña, y que la cara se haga de pequeña, grande, ni de grande pequeña; y assi es muy grande engaño, porque pensando hacerse hermosas se hacen feas, porque la hermosura, essencialmente, no consiste en la blancura y colores, sino en las bellas facciones de la cara, y buen talle, y disposición del cuerpo, que todo es invención de Satanás, porque ellas no lo hacen por agradar a Dios ni a sus padres, ni las que son casadas a sus maridos si no agradar al demonio, y a los hombres: que sea verdad, claramente se ve, porque en casa ordinariamente van desconcertadas, y sin pintura y en querer salir de casa se afeytan, y se conciertan, y es certísimo, que no engañan sino a sí mismas, porque essos propósitos, y engaños, ninguno lo ignora, que ellos mismos se dan harto a conocer; mirándoles al sol, se verá como destilan el licor verdinegro, y en llegando cerca de ellas, presto se sentirá el mal olor, que de sí dán y mirándolas los dientes, los verán negros por extremo; y sé los ven el día, o la noche quando quieren descansar del martirio que han passado en el día con dichos afeytes, las verán tan arrugadas, que las pieles de la cara les van colgando por los dos lados; y assí por donde piensan hallar casamiento, las que tal hacen, por allí se pierden; porque essa hermosura, ningún hombre sabio, y virtuoso la quiere ni desea; y si alguno se vale de ellas, no es porque no conozca el engaño, sino por segundas intenciones, por ser ellas muy sensuales, y deshonestas y assí por cosa tan clara, bastarán las razones dichas. Solo han de estar advertidas, que no limpien la cara y manos de su cuerpo corruptible sino fuere con agua clara y limpia; mayormente si han experimentado, que las mujeres, lávanse las manos, o otra carne de cualquier parte del cuerpo segunda vez, la agua saldrá clara; y si el hombre se la lavare segunda, tercera, cuarta, y quinta, ni mil veces, la agua no saldrá clara, antes turbia; la razón es, que el hombre fué criado de tierra; y assi, tantas veces como el hombre se lavara las manos o cara, siempre se despega de la tierra de que está formado el cuerpo; como cosa corruptible; y la causa de no hacer este efecto en las mujeres, es que la mujer fué formada de una costilla de nuestro Padre Adán, y como la costilla, y huesos sean también de tierra pero son de una masa más condensada, y menos incorruptible, que la carne del hombre, en lo de lavar cara, y manos; y así, no deben usar otros afeites, que el agua clara, procurando lavar la cara de su alma con el agua de la gracia, que se alcanza por medio de la penitencia, con dolor, y contricción verdadera de sus pecados, y de esa suerte el cuerpo, y el alma quedarán adornados de la perfecta hermosura que agrada a Dios nuestro Señor"...

El domador fué entrando lentamente en un sopor mitad sensual mitad místico y se quedó dormido.