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El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1608)/Capitulo VII

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
Cap. VII. De la segunda salida de nuestro buen cauallero, don Quixote de la Mancha.


EStando en esto, començó a dar vozes don Quixote, diziendo: Aqui, aqui valerosos caualleros, aqui es menester mostrar la fuerça de vuestros valerosos braços, que los cortesanos lleuan lo mejor del torneo. Por acudir à este ruydo, y estruendo, no se passô adelante con el escrutinio de los demas libros que quedauan, y assi se cree, que fueron al fuego, sin ser vistos ni oydos, la Carolea, y Leon de España, con los hechos del Emperador, compuestos por don Luys de Auila, que sin duda deuian de estar entre los que quedauan, y quiça si el Cura los viera, no passaran por tan rigurosa sentencia. Quando llegaron à Don Quixote, y a el estaua leuantado de la cama, y proseguia en sus vozes, y en sus desatinos, dando cuchilladas, y reueses à todas partes, estando tan despierto, como si nunca huuiera dormido. Abraçaronse con el, y por fuerça le boluieron al lecho, y despues que huuo sossegado vn poco, boluiendose à hablar con el Cura, le dixo: Por cierto señor Arçobispo Turpin, que es gran mengua de los que nos llamamos doze Pares, dexar tan sin mas, ni mas, lleuar la vitoria deste torneo à los caualleros Cortesanos, auiendo nosotros los auentureros ganado el prez en los tres dias antecedentes. Calle vuestra merced señor compadre, dixo el Cura, que Dios serà seruido, que la suerte se mude, y que lo que oy se pierde, se gane mañana, y atienda vuestra merced à su salud por aora, que me parece, que deue de estar demasiadamente cansado, si ya no es, que estâ mal ferido. Ferido no, dixo don Quixote, pero molido y quebrantado, no ay duda en ello, porque aquel bastardo de don Roldan, me ha molido â palos con el tronco de vna enzina, y todo de embidia, porque vee, que yo solo soy el opuesto de sus valentias: mas no me llamaria yo Reynaldos de Montaluan, si en leuantandome deste lecho no me lo pagare, à pesar de todos sus encantamentos, y por aora traygame de yantar, que se que es lo que mas me harà al caso, y quedese lo del vengarme à mi cargo. Hizieronlo assi, dieronle de comer, y quedose otra vez dormido, y ellos admirados de su locura. Aquella noche quemò, y abrasò el ama quantos libros auia en el corral, y en toda la casa, y tales deuieron de arder, que merecian guardarse en perpetuos archiuos, mas no lo permitio su suerte, y la pereza del escrudiñador, y assi se cumplio el refran en ellos, de que pagan a las vezes justos por pecadores. Vno de los remedios que el Cura y el barbero dieron por entonces para el mal de su amigo, fue, que le murassen, y tabiassen el aposento de los libros, porque quando se leuantasse no los hallasse, quiça quitando la causa, cessaria el efeto, y que dixessen, que vn encantador se los auia lleuado, y el aposento y todo, y assi fue hecho con mucha presteza. De alli a dos dias se leuanto don Quixote, y lo primero que hizo, fue yr a ver sus libros, y como no hallaua el aposento donde le auia dexado, andaua de vna en otra parte buscandole. Llegaua adonde solia tener la puerta, y tentauala con las manos, y boluia y reboluia los ojos por todo, sin dezir palabra: pero al cabo de vna buena pieça, preguntò a su ama que hàzia que parte estaua el aposento de sus libros. El ama que ya estaua bien aduertida de lo que auia de responder, le dixo: Que aposento, ó que nada busca vuestra merced, ya no ay aposento, ni libros en esta casa, porque todo se lo lleuò el mesmo diablo. No era diablo, replicò la sobrina, sino vn encantador, que vino sobre vna nube vna noche, despues del dia que vuestra merced de aqui se partio, y apeandose de vna sierpe en que venia cauallero, entrò en el aposento, y no se lo hizo dentro, que acabo de poca pieça salio bolando por el texado, y dexò la casa llena de humo, y quando acordamos a mirar lo que dexaua hecho, no vimos libro, ni aposento alguno, solo se no acuerda muy bien, a mi y al ama, que al tiempo del partirse aquel mal viejo, dixo en altas vozes, que por enemistad secreta que tenia al dueño de aquellos libros, y aposento, dexaua hecho el daño en aquella casa, que despues se veria: dixo tambien, que se llamaua el sabio Muñaton. Freston diria: dixo don Quixote. No se, respondio el ama, si se llamaua Freston, ò Friton, solo se, que acabò en ton su nombre. Assi es, dixo don Quixote, que esse es vn sabio encantador, grande enemigo mio, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras, que tengo de venir andando los tiempos, à pelear en singular batalla con vn cauallero á quien el fauorece, y le tengo de vencer, sin que el lo pueda estoruar, y por esto procura hazerme todos los sinsabores que puede, y mandole yo, que mal podra el contradezir, ni euitar lo que por el cielo està ordenado. Quien duda de esso, dixo la sobrina, pero quien le mete à vuestra merced señor tio, en essas pendencias, no serà mejor estarse pacifico en su casa, y no yrse por el mundo à buscar pan de trastrigo, sin considerar que muchos van por lana, y bueluen tresquilados. O sobrina mia, respondio don Quixote, y quan mal que estás en la cuenta, primero que à mi me tresquilen, tendre peladas, y quitadas las barbas à quantos imaginaren tocarme en la punta de vn solo cabello. No quisieron las dos replicarle mas, porque vieron que se le encendia la colera. Es pues el caso, que el estuuo quinze dias en casa muy sossegado, sin dar muestras de querer segundar sus primeros deuaneos, en los quales dias, passó graciosissimos cuentos con sus dos compadres el Cura, y el barbero, sobre que el dezia, que la cosa de que mas necessidad tenia el mundo, era de caualleros andantes, y de que en el se resucitasse la caualleria andaantesca. El Cura algunas vezes le contradezia, y otras concedia, porque sino guardaua este artificio, no auia poder aueriguarse con el. En este tiempo solicitò don Quixo à vn labrador vezino suyo, hombre de bien (si es que este titulo se puede dar al que es pobre,) pero de muy poca sal en la mollera. En resolucion, tanto le dixo, tanto le persuadio, y prometio, que el pobre villano se determinò de salirse con el, y seruirle de escudero. dezia-le entre otras cosas don Quixote, que se dispusiesse a yr con el de buena gana, porque tal vez le podia suceder auentura, que ganassê en quitame allá essas pajas, alguna Insula, y le dexasse à el por gouernador della. Con estas promessas, y otras tales, Sancho Pança, (que assi se llamaua el labrador,) dexò su muger, y hijos, y assentó por escudero de su vezino. Dio luego don Quixoteo orden en buscar dineros, y vendiendo vna casa, y empeñando otra, y malbaratandolas todas, llegó vna razonable cantidad. Acomodose assi mesmo de vna rodela que pidio prestada à vn su amigo, y pertrechando su rota zelada lo mejor que pudo, auisò à su escudero Sancho, del dia, y la hora que pensaua ponerse en camino, para que el se acomodasse de lo que viesse que mas le era menester. Sobre todo le encargô que lleuasse alforjas: ê dixo, que si lleuaria, y que ansi mesmo pensaua lleuar vn asno que tenia muy bueno, porque el no estaua duecho á andar mucho a pie. En lo del asno reparô vn poco don Quixote, imaginando, si se le acordaua, si algun cauallero andante, auia traydo escudero cauallero asnalmente, pero nunca le vino alguno à la memoria: mas con todo esto, determinò, que le lleuasse, con presupuesto de acomodarle de mas honrada caualleria, en auiendo ocasion para ello, quitandole el cauallero al primer descortes cauallero que topasse. Proueyose de camisas, y de las demas cosas que el pudo, conforme al consejo que el ventero le auia dado. Todo lo qual hecho, y cumplido, sin despedirse Pança de sus hijos, y muger, ni don Quixote de su ama, y sobrina, vna noche se salieron del lugar, sin que persona los viesse, en la qual caminaron tanto, que al amanecer se tuuieron por seguros de que no los hallarian, aunque los buscassen. Yua Sancho Pança sobre su jumento como vn Patriarca con sus alforjas, y su bota, y con mucho desseo de verse ya gouernador de la Insula que su amo le auia prometido. Acertò don Quixote a tomar la misma derrota, y camino, que el que el auia tomado en su primer viaje, que fue por el campo de Montiel, por el qual caminaua con menos pesadumbre que la vez passada, por que por ser la hora de la mañana, y herirles a soslayo los rayos del sol, no les fatigauan. Dixo en esto Sanco Pança a su amo: Mire vuestra merced, señor cauallero andante, que no se le oluide, lo que de la Insula me tiene prometido, que yo la sabre gouernar por grande que sea. A lo qual le respondio don Quixote: Has de saber amigo Sancho Pança, que fue costumbre muy vsada de los caualleros andantes antiguos, hazer Gouernadores a sus escuderos, de las Insulas, ò Reynos que ganauan, y yo tengo determinado, de que por mi no falte agradecida vfança, antes pienso auentajarme en ella, porque ellos algunas vezes, y quiça las mas, esperauan a que sus escuderos fuessen viejos, y ya despues de hartos de seruir, y de lleuar malos dias, y peores noches, les dauan algun titulo de Conde, ò por lo menos de Marques de algun Valle, ò Prouincia de poco mas a menos, pero si tu viues, y yo viuo, bien podria ser, que antes de seys dias ganasse yo tal Reyno, que tuuiesse otros a el aderentes, que viniessen de molde para coronarte por Rey de vno dellos. Y no lo tengas a mucho, que cosas, y casos acontecen a los tales caualleros, por modos tan nunca vistos, ni pensados, que con facilidad te podria dar, aun mas de lo que te prometo. Dessa manera, respondio Sancho Pança, si yo fuesse Rey por algun milagro de los que vuestra merced dize, por lo menos Iuana Gutierrez, mi oyslo, vendria a ser Reyna, y mis hijos infantes. Pues quien lo duda, respondio don Quixote. Yo lo dudo, replicô Sancho Pança, porque tengo para mi, que aunque llouiesse Dios Reynos sobre la tierra, ninguno assentaria bien sobre la cabeça de Mari Gutierrez. Sepa señor, que no vale dos marauedis para Reyna, Condesa le caera mejor, y aun Dios, y ayuda. Encomiendalo tu a Dios Sancho, respondio don Quixote, que el te dara lo que mas le conuenga: pero no apoques tu animo tanto, que te vengas a contentar con menos, que con ser Adelantado. No hare señor mio, respondio Sancho, y mas teniendo tan principal amo en vuestra merced, que me sabra dar todo aquello que me estê bien, y yo pueda lleuar.