El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1608)/Capitulo X
Apariencia
Cap. X. De lo que mas le auino a don Quixote con el Vizcayno, y del peligro en que ſe vio con vna turba de Yangueſes.
Y
A en eſte tiempo ſe auia leuantado Sancho Pança, algo maltratado de los moços de los Frayles, y auia eſtado atento a la batalla de ſu ſeñor don Quixote, y rogaua a Dios en ſu coraçon, fueſſe ſeruido de darle vitoria, y que en ella ganaſſe alguna Inſula de donde le hizieſſe Gouernador, como ſe lo auia prometido. Viendo pues ya acabada la pẽdencia, y que ſu amo boluia a ſubir ſobre Rozinante, llegò a tenerle el eſtribo: y antes que ſubieſſe ſe hincò de rodillas delante del, y aſsiendole de la mano ſe la beſò, y le dixo: Sea vueſtra merced ſeruido, ſeñor don Quixote mio, de darme el gouierno de la Inſula que en eſta riguroſa pendencia ſe ha ganado, que por grande que ſea, yo me ſiento con fuerças de ſaberla couernar, tal, y tan bien, como otro que aya gouernado Inſulas en el mundo. A lo qual reſpondio don Quixote, aduertid’ hermano Sancho, que eſta auentura, y las à eſtas ſemejantes, no ſon auenturas de Inſulas, ſino de encruzijadas, en las quales no ſe gana otra coſa que ſacar rota la cabeça, o vna oreja menos. Tened paciencia, que auenturas ſe ofrecerán , donde no ſolamẽte os pueda hazer Gouernador, ſino mas adelante. Agradecioſelo mucho Sancho, y beſandole otra vez la mano, y la falda de la loriga, le ayudò a ſubir ſobre Rozinante, y el ſubio ſobre ſu aſno, y començò a ſeguir a ſu ſeñor, que a paſſo tirado, ſin deſpedirſe, ni hablar mas con las del coche, ſe entrô por vn boſque que alli junto eſtaua. Seguiale Sancho, a todo el troſte de ſu jumento: pero caminaua tanto Rozinante, que viẽdoſe quedar atras, le fue forçoſo dar vozes a ſu amo, que ſe aguardaſſe. Hizolo aſsi don Quixote, teniendo las riendas a Rozinante, haſta que llegaſſe ſu canſado eſcudero, el qual en llegando le dixo: Pareceme ſeñor, q̃ ſeria acertado yrnos a retraer à alguna Igleſia, que ſegũ quedò mal trecho aquel con quien os combatiſtes, no ſerâ mucho que den noticia del caſo a la ſanta Hermandad, y nos prendan: y á fê que ſi lo hazen, que primero que ſalgamos de la carcel, que nos ha de ſudar el hopo. Calla, dixo don Quixote, y donde has viſto tu, o leydo jamas, que caualelro andante aya ſido pueſto ante la juſticia, por mas homicidios que huuieſſe cometido. Yo no ſe nada de omecillos, reſpondio Sancho, ni en mi vida le catê a ninguno: ſolo ſê, que la ſanta Hermandad tiene q̃ ver con los que pelean en el campo, y en eſſotro no me entremeto. Pues no tengas pena amigo, reſpondio don Quixote, que yo te ſacarè de las manos de los Caldeos, quanto mas de las de la Hermandad. Pero dime por tu vida, has tu viſto mas valeroſo cauallero que yo, en todo lo deſcubierto de la tierra? Has leydo en hiſtorias otro que tenga, ni aya tenido mas brio en acometer, mas aliento en el perſeuerar, mas deſtreza en el herir, ni mas maña en el derribar? La verdad ſea, reſpondio Sancho, que yo no he leydo ninguna hiſtoria jamas, porque ni ſe leer, ni eſcreuir: mas lo que oſaré apoſtar, es, que mas atreuido amo que vueſtra merced, yo no le he ſeruido en todos los dias de mi vida, y quiera Dios que eſtos atreuimientos no ſe paguen donde tengo dicho. Lo q̃ le ruego a vueſtra merced, es, q̃ ſe cure, q̃ le va mucha ſangre de eſſa oreja, q̃ aqui traygo hilas, y vn poco de vnguẽto blãco en las alforjas. Todo eſſo fuera bien, eſcuſado, reſpondio don Quixote, ſi a mi ſe me acordara de hazer vna redoma del balſamo de Fierabras, q̃ con ſola vna gota, ſe ahorran tiẽpo, y medicinas. Que redoma, y q̃ balſamo es eſſe, dixo Sancho Pança ? Es vn balſamo, reſpondio dõ Quixote, de quien tengo la receta en la memoria, cõ el qual no ay q̃ tener temor a la muerte, ni ay penſar morir de ferida alguna. Y aſsi, quãdo yo le haga, y te le dé, no tienes mas q̃ hazer, ſino q̃ quando vieres q̃ en alguna batalla me hã partido por medio del cuerpo (como muchas vezes ſuele acontecer:) bonitamente la parte del cuerpo que huuiere caydo en el ſuelo, y con mucha ſotileza, antes q̃ la ſangre ſe yele, la pondras ſobre la otra mitad q̃ quedare en la ſilla, aduirtiendo de encaxallo ygualmente, y al juſto. Luego me darâs a beuer ſolos dos tragos del balſamo q̃ he dicho, y veraſme quedar mas ſano q̃ vna mençana. Si eſſo ay, dixo Pança, yo renuncio deſde aqui el gouierno de la prometida Inſula, y no quiero otra coſa en pago de mis muchos, y buenos ſeruicios, ſino q̃ vueſtra merced me dê la receta de eſſe eſtremado licor, q̃ para mi tengo q̃ valdra la onça adonde quiera, mas de a dos reales, y no he meneſter yo mas, para paſſar eſta vida honrada, y deſcanſadamente. Pero es de ſaber aora, ſi tiene mucha coſta el hazelle? Con menos de tres reales ſe pueden hazer tres azũbres, reſpondio dõ Quixote. Pecador de mi, replicò Sancho, pues a q̃ aguarda vueſtra merced a hazelle, y â enſeñarmele? Calla amigo, reſpondio don Quixote, que mayores ſecretos pienſo enſeñarte, y mayores mercedes hazerte : y por aora curemonos, q̃ la oreja me duele mas de lo que yo quiſiera. Sacó Sancho de las alforjas hilas, y vnguento: mas quando don Quixote llegò a ver rota ſu zelada, pẽſo perder el juyzio, y pueſta la mano en la eſpada, y alçãdo los ojos al cielo, dixo: Yo hago juramento al Criador de todas las coſas, y à los ſantos quatro Euangelios, dõde mas largamente eſtã eſcritos, de hazer la vida q̃ hizo el gran de Marques de Mantua, quãdo jurô de vengar la muerte de ſu ſobrino Baldouinos; q̃ fue, de no comer pan a mãteles, ni cõ ſu muger folgar, y otras coſas, q̃ aũque dellas no me acuerdo, las doy aqui por expreſſadas, haſta tomar entera vẽgança del q̃ tal deſaguiſado me fizo. Oyẽdo eſto Sancho, le dixo: Aduierta vueſtra merced, ſeñor don Quixote, q̃ ſi el cauallero cumpliò lo que ſe le dexò ordenado, de yrſe a preſentar ante mi ſeñora Dulcinea del Toboſo, ya aura cũplido cõ lo q̃ deuia, y no merece otra pena, ſino comete nueuo delito. Has hablado, y apũtado muy bien, reſpondio dõ Quixote, y aſsi anulo el juramento, en quãto lo q̃ toca a tomar del nueua vengãça: pero hagole, y cõfirmole de nueuo, de hazer la vida q̃ he dicho, haſta tanto q̃ quite por fuerça otra zelada, tal, y tã buena como eſta á algũ cauallero. Y no pienſes Sãcho, q̃ aſsi a humo de pajas hago eſto, q̃ bien tengo aquiẽ imitar en ello, q̃ eſto miſmo paſſô al pie de la letra ſobre el y elmo de Mambrino, q̃ tan caro le coſtò a Sacripante. Que dê al diablo vueſtra merced tales juramẽtos, ſeñor mio, replicò Sãcho, q̃ ſon muy en daño đ la ſalud, y muy en perjuyzio de la conciencia. Sino digame aora, ſi acaſo en muchos dias no topamos hombre armado con zelada, q̃ hemos de hazer, haſe de cumplir el juramento, a deſpecho de tantos inconuenientes, e incomodidades, como ſerâ el dormir veſtido, y el no dormir en poblado, y otras mil penitencias, que contenia el juramento de aquel loco viejo del Marques de Mantua, que vueſtra merced quiere reualidar aora? Mire vueſtra merced bien, que por todos eſtos caminos no andan hombres armados, ſino harrieros, y carreteros, que no ſolo traẽ zeladas, pero quiça no las han oydo nombrar en todos los dias de ſu vida. Engañaſte en eſſo, dixo don Quixote, porque no auremos eſtado dos horas por eſtas encruzijadas, quando veamos mas armados que los que vinierõ ſobre Albraca, a la conquiſta de Angelica la Bella. Alto pues, ſea aſsi, dixo Sancho, y â Dios prazga que nos ſuceda bien, y que ſe llegue ya el tiempo de ganar eſta Inſula que tan cara me cueſta, y muerame yo luego. Ya te he dicho Sancho, que no te de eſſo cuydado alguno, q̃ quando faltare Insula, aî eſtâ el Reyno de Dinamarca, o el de Sobradiſa, que te vendran como anillo al dedo, y mas que por ſer en tierra firme te deues mas alegrar. Pero dexemos eſto para ſu tiempo, y mira ſi traes algo en eſſas alforjas que comamos, porque vamos luego en buſca de algun caſtillo donde aloxemos eſta noche, y hagamos el balſamo que te he dicho, porq̃ yo te voto a Dios, que me va doliendo mucho la oreja. Aqui trayo vna cebolla, y vn poco de queſo, y no ſe quãtos mendrugos de pan, dixo Sancho, pero no ſon manjares que pertenecen a tan valiẽte cauallero como vueſtra merced. Que mal lo entiendes, reſpondio don Quixote: hagote ſaber Sancho, que es honra de los caualleros andantes, no comer en vn mes, y ya que coman, ſea de aquello que hallaren mas a mano: y eſto ſe te hiziera cierto, ſi huuieras leydo tantas hiſtorias como yo, que aunque han ſido muchas, en todas ellas no he hallado hecha relaciõ de que los caualleros andantes comieſſen, ſino era a caſo, y en algunos ſuntuoſos banquetes que les hazian, y los demas dias ſe los paſſauan en flores. Y aunque ſe dexa entender, q̃ no podian paſſar ſin comer, y ſin hazer todos los otros meneſteres naturales, porque en efeto eran hombres como noſotros, haſe de entender tambien, que andando lo mas del tiempo de ſu vida por las floreſtas, y deſpoblados, y ſin cozinero, que ſu mas ordinaria comida ſeria de viandas ruſticas, tales como las que tu aora me ofreces. Aſsi que Sancho amigo, no te congoje lo que a mi me da guſto, ni quieras tu hazer mundo nueuo, ni ſacar la caualleria andante de ſus quicios. Perdoneme vueſtra merced, dixo Sancho, que como yo no ſe leer, ni eſcreuir, como otra vez he dicho, no ſe ni he caydo en las reglas de la profeſsion cauallereſca, y de aqui adelante yo proueere las alforjas de todo genero de fruta ſeca para vueſtra merced, q̃ es cauallero: y para mi las proueere, pues no lo ſoy, de otras coſas bolatiles, y demas ſuſtancia. No digo yo, Sancho, replicò don Quixote, que ſea forçoſo a los caualleros andãtes, no comer otra coſa ſino eſſas frutas que dizes, ſino que ſu mas ordinario ſuſtento deuia de ſer dellas, y de algunas yeruas que hallauan por los campos, que ellos conocian, y yo tambien conozco. Virtud es, reſpondio Sancho, conocer eſſas yeruas, que ſegun yo me voy imaginando, algun dia ſerâ meneſter vſar de eſſe conocimiento. Y ſacando en eſto, lo que dixo q̃ trahia, comieron los dos en buena paz, y compaña. Pero deſſeoſos de buſcar donde alojar aquella noche, acabaron con mucha breuedad ſu pobre, y ſeca comida. Subieron luego a cauallo, y dieronſe prieſſa por llegar a poblado antes que anochecieſſe: pero faltoles el Sol, y la eſperança de alcançar lo que deſſeauan, junto à vnas choças de vnos cabreros, y aſsi determinaron de paſſarla alli: q̃ quanto fue de peſadumbre para Sancho no llegar â poblado, fue de contento para ſu amo, dormirla al cielo deſcubierto, por parecerle que cada vez que eſto le ſucedia, era hazer vn acto poſſeſsiuo que facilitaua la prueua de ſu caualleria.