El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1608)/Capitulo XI

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Cap. XI. De lo que le ſucedio a don Quixote con vnos cabreros.


F

Ve recogido de los cabreros con buen animo, y auiendo Sancho, lo mejor que pudo, acomodado à Rozinante, y â ſu jumento, ſe fue tras el olor que deſpedian de ſi ciertos raſſajos de cabra, que hiruiendo al fuego en vn caldero eſtauan en ſaçon de trasladarlos del caldero al eſtomago, lo dexò de hazer, porque los cabreros los quitaron del fuego, y tendiẽdo por el ſuelo vnas pieles de ouejas, adereçaron con mucha prieſſa ſu ruſtica meſa, y combidaron à los dos, con mueſtras de muy buena voluntad con lo que tenian. Sentaronſe â la redonda de las pieles ſeys dellos, que eran los que en la majada auia: auiendo primero con groſſeras ceremonias rogado a don Quixote que ſe ſentaſſe ſobre vn dornajo que buelto del reues le puſieron. Sentoſe don Quixote, y quedauaſe Sancho en pie para ſeruirle la copa, que era hecha de cuerno. Viendole en pie ſu amo, le dixo: Porque veas Sancho el bien que en ſi encierra la andante caualleria, y quã a pique eſtan los que en qualquiera miniſterio della ſe exercitan, de venir breuemente a ſer honrados, y eſtimados del mundo, quiero que aqui à mi lado, y en compañia deſta buena gente te ſientes, y que ſeas vna miſma coſa conmigo, que ſoy tu amo, y natural ſeñor, que comas en mi plato, y beuas por donde yo beuiere: porque de la caualleria andãte ſe puede dezir lo miſmo que del Amor ſe dize, que todas las coſas yguala. Gran merced, dixo Sancho, pero ſe dezir á vuestra merced, que como yo tuuieſſe bien de comer, tan bien, y mejor me lo co- meria en pie, y à mis ſolas, como ſentado à par de vn Emperador. Y aun ſi va â dezir verdad, mucho mejor me ſabe lo que como en mi rincon, ſin melindres, ni reſpetos, aunque ſea pan, y cebolla, que los gallipauos de otras meſas, donde me ſea forçoſo maſcar deſpacio, beuer poco, limpiarme à menudo, no eſtornudar, ni toſer, ſi me viene gana, ni hazer otras coſas que la ſoledad, y la libertad traen conſigo. Aſsi que ſeñor mio, eſtas honras que vueſtra merced quiere darme, por ſer miniſtro, y aderente de la caualleria andante, como lo ſoy ſiendo eſcudero de vueſtra merced, conuiertalas en otras coſas que me ſean de mas comodo, y prouecho que eſtas (aũque las doy por bien recebidas) las renuncio para deſde aqui al fin del mundo. Con todo eſſo te has de ſentar, porque â quien ſe humilla Dios le enſalça, y aſsiendole por el braço, le forçò à que junto â el ſe ſentaſſe. No entendian los cabreros aquella gerigonça de eſcuderos, y de caualleros andãtes, y no hazian otra coſa que comer, de caualleros andãtes, y no hazian otra coſa que comer, y callar, y mirar à ſus hueſpedes, que con mucho donayre, y gana embaulauan taſſajo como el puño. Acabado el ſeruicio de carne, tendieron ſobre las zaleas gran cantidad de bellotas auellanadas, y juntamente puſieron vn medio queſo, mas duro que ſi fuera hecho de argamaſſa. No eſtaua en eſto ocioſo el cuerno, porque andaua â la redonda tan a menudo (ya lleno, ya vazio) como arcaduz de noria, que con facilidad vazio vn zaque, de dos q̃ eſtauan de manifieſto. Deſpues que don Quixote huuo bien ſatisfecho ſu eſtomago, tomò vn puño de bellotas en la mano, y mirandolas atentamente, ſoltò là voz a ſemejantes razones: Dichoſa edad, y ſiglos dichoſos aquellos, â quien los antiguos puſieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro (que en eſta nueſtra edad de hierro tanto ſe eſtima) ſe alcançaſſe en aquella venturoſa ſin fatiga alguna, ſino porque entonces los q̃ en ella viuian, ignorauan eſtas dos palabras de Tuyo, y Mio. Eran en aquella ſanta edad todas las coſas comunes, à nadie le era neceſſario, para alcançar ſu ordinario ſuſtento, tomar otro trabajo, que alçar la mano, y alcançarle de las robuſtas enzinas, que liberalmente les eſtauan combidando con ſu dulce, y ſaçonado fruto. Las claras fuentes, y corrientes rios, en magnifica abundancia, ſabroſas y tranſparentes aguas les ofrecian. En las quiebras de las peñas, y en lo hueco de los arboles, formauan ſu republica las ſolicitas, y diſcretas abejas, ofreciendo â qualquiera mano, ſin interes alguno, la fertil coſecha de ſu dulciſsimo trabajo. Los valientes alcornoques deſpedian de ſi, ſin otro artificio que el de ſu corteſia, ſus anchas, y liuianas cortezas, con que ſe començaron a cubrir las caſas ſobre ruſticas eſtacas ſuſtentadas, no mas q̃ para defenſa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amiſtad, todo concordia: aun no ſe auia atreuido la peſada reja del corbo arado â abrir, ni viſitar las entrañas piadoſas de nueſtra primera madre, que ella ſin ſer forçada, ofrecia por todas las partes de ſu fertil, y eſpacioſo ſeno, lo que pudieſſe hartar, ſuſtentar, y deleytar à los hijos que entonces la poſſeîan. Entonces ſi, q̃ andauan las ſimples, y hermoſas çagalejas de valle en valle, y de otero en otero, en trença, y en cabello, ſin mas veſtidos de aquellos que eran meneſter para cubrir honeſtamente, lo q̃ la honeſtidad quiere, y ha querido ſiẽpre que ſe cubra, y no eran ſus adornos de los que aora ſe vſan, a quien la purpura de Tyro, y la por tantos modos martirizada ſeda encarecen, ſino de algunas hojas de verdes lampazos, y yedra, entretexidas, con lo que quiça yuan tan pompoſas, y compueſtas, como van aora nueſtras corteſanas con las raras, y peregrinas inuenciones, q̃ la curioſidad ocioſa les ha moſtrado. Entonces ſe decorauã cõcetos amoroſos del alma, ſimple, y ſenzillamente , del miſmo modo, y manera que ella los concebia, ſin buſcar artificioſo rodeo de palabras para encarecerlos. No auia la fraude, el engaño, ni la malicia, mezclandoſe con la verdad, y llaneza. La juſticia ſe eſtaua en ſus propios terminos, ſin que la oſaſſen turbar, ni ofender los del fauor, y los del intereſſe, que tanto aora la menoſcaban, turban, y perſiguen. La ley del encaxe, aun no ſe auia ſentado en el entendimiento del juez, porque entonces no auia que juzgar, ni quien fueſſe juzgada. La donzellas, y la honeſtidad andauan, como tengo dicho, por donde quiera, ſola, y ſeñora, ſin temor que la agena deſemboltura, y laſciuo intento la menoſcabaſsẽ, y ſu perdicion nacida de ſu guſto, y propia voluntad. Y aora en eſtos nueſtros deteſtables ſiglos, no eſtâ ſegura ninguna, aunque la oculte, y cierre otro nueuo laberinto como el de Creta, porq̃ alli por los reſquicios, o por el ayre, con el zelo de la maldita ſolicitud, ſe les entra la amoroſa peſtilencia, y les haze dar con todo ſu recogimiento al traſte. Para cuya ſeguridad, andando mas los tiempos, y creciendo mas la malicia, ſe inſtituyò la orden de los caualleros andantes, para defender las donzellas, amparar las biudas, y ſocorrer a los huerfanos, y à los meneſteroſos. Deſta orden ſoy yo hermanos cabreros, aquien agradezco el agaſſajo, y buen acogimiento que hazeys a mi, y á mi eſcudero: que aunq̃ por ley natural, eſtan todos los que viuen obligados a fauorecer â los caualleros andantes, toda via por ſaber, q̃ ſin ſaber voſotros eſta obligaciõ, me acogiſtes, y regalaſtes, es razon, que con la voluntad a mi poſsible, os agradezca la vueſtra. Toda eſta larga arenga (q̃ ſe pudiera muy bien eſcuſar) dixo nueſtro cauallero, porque las bellotas que le dierõ, le truxerõ a la memoria la edad dorada: y antojoſele hazer aquel inutil razonamiento a los cabreros, que ſin reſpondelle palabra, embobados, y ſuſpenſos le eſtuuierõ eſcuchando. Sancho, aſsi miſmo callaua, y comia bellotas, y viſitaua muy a menudo el ſegundo zaque, que porque ſe enfriaſſe el vino, le tenian colgado de vn alcornoque. Mas tardò en hablar dõ Quixote, que en acabarſe la cena: al fin de la qual, vno delos cabreros dixo: Para que con mas veras pueda vueſtra merced dezir, ſeñor cauallero andante, que le agaſſajamos con pronta, y buena voluntad, queremos darle ſolaz, y contento, con hazer, q̃ cante vn compañero nueſtro, que no tardarâ mucho en eſtar aqui: el qual es vn zagal muy entendido, y muy enamorado, y que ſobre todo ſabe leer, y eſcreuir, y es muſico de vn rabel, que no ay mas que deſſear. Apenas auia el cabrero acabado de dezir eſto, quando llegò a ſus oydos el ſon del rabel, y de alli a poco llegò el que le tañia, que era vn moço de haſta veynte, y dos años, de muy buena gracia. Preguntaronle ſus compañeros, ſi auia cenado, y reſpondiendo, q̃ ſi, el que auia hecho los ofrecimientos, le dixo: De eſſa manera Antonio, bien podras hazernos placer de cãtar vn poco, porque vea eſte ſeñor hueſped, que tenemos, quien tambien por los montes, y ſeluas ay quien ſepa de muſica. Hemosle dicho tus buenas habilidades, y deſſeamos que las mueſtres, y nos ſaques verdaderos: y aſsi te ruego, por tu vida, que te ſientes, y cantes el Romance de tus amores, que te compuſo el Beneficiado tu tio, q̃ en el pueblo ha parecido muy bien. Que me place, reſpondio el moço, y ſin hazerſe mas de rogar, ſe ſentò en el tronco de vna deſmochada enzina, y templando ſu rabel, de alli a poco con muy buena gracia començô a cantar, diziendo deſta manera.

(?)

ANTONIO.

Y

o ſe Olalla que me adoras,

Pueſto que no me lo has dicho,
Ni aun con los ojos ſiquiera,
Mudas lenguas de amorios.
Porque ſe que eres ſabida,
En que me quieres me afirmo,
Que nunca fue deſdichado
Amor que fue conocido.
Bien es verdad, que tal vez
Olalla, me has dado indicto,
Que tienes de bronze el alma,
Y el blanco pecho de riſco.
Mas alla entre tus reproches.
Y honeſtiſsimos deſuios,
Talvez la eſperança muestra
La orilla de ſu veſtido.
Abalançaſe al ſeñuelo
Mi fe, que nunca ha podido,
Ni menguar por no llamado,
Ni crecer por eſcogido.
Si el amor es corteſia,
De la que tienes colijo,
Que el fin de mis eſperanças,
Ha de ſer qual imagino.
Y ſi ſon ſeruicios parte
De hazer vn pecho benigno,

Algunos de los que he hecho
Fortalezen mi partido.
Porque ſi has mirado en ello,
Mas de vna vez auras viſto,
Que me he viſtido en los Lunes,
Lo que me honraua el Domingo.
Como el amor, y la gala
Andan vn miſmo camino,
En todo tiempo a tus ojos
Quiſe mostrarme polido.
Dexo el baylar por tu cauſa,
Ni las muſicas te pinto,
Que has eſcuchado a deshoras,
Y al canto del gallo primo.
No cuento las alabanças,
Que de tu belleza he dicho,
Que aunque verdaderas, hazen,
Ser yo de algunas mal quiſto.
Tereſa del Berrocal,
Yo alabandote, me dixo,
Tal pienſa que adora vn Angel,
Y viene à adorar à vn gimio.
Merced a los muchos dixes,
Y a los cabellos poſtizos,
Y à hipocritas hermoſuras,
Que engañan al amor miſmo.
Deſmentila, y enojoſe
Boluio por ella ſu primo,

Deſafiome, y ya ſabes
Lo que yo hize, y el hizo.
No te quiero yo a monton,
Ni te pretendo, y te ſiruo,
Por lo de barragania,
Que mas bueno es mi deſignio.
Coyundas tiene la Igleſia,
Que ſon lazadas de ſirgo,
Pon tu cuello en la gamella,
Veràs como pongo el mio.
Donde no, deſde aqui juro
Por el ſanto mas bendito,
De no ſalir deſtas ſierras,
Sino para Capuchino.

>


C

on eſto dio el cabrero fin a ſu canto, y aũque don Quixote le rogò que algo mas cantaſſe, no lo cõſintio Sancho Pança, porque eſtaua mas para dormir, que para oyr canciones. Y aſsi dixo a ſu amo: Bien puede vueſtra merced acomodarſe deſde luego, á donde ha de poſar eſta noche, que el trabajo que eſtos buenos hombres tienen todo el dia, no permite que paſſen las noches cantando. Ya te entiendo Sancho, le reſpondio dõ Quixote, que bien ſe me trasluze, que las viſitas del zaque piden mas recompenſa de ſueño, que de muſica. A todos nos ſabe bien, bendito ſea Dios, reſpõdio Sancho. No lo niego replicò don Quixote, pero acomodate tu donde quiſieres, que los de mi profeſsion mejor parecen velando que durmiendo. Pero con todo eſſo, ſeria bien Sancho, que me bueluas a curar eſta oreja, q̃ me va doliendo mas de lo que es meneſter. Hizo Sancho lo q̃ ſe le mandaua. Y viendo vno de los cabreros la herida, le dixo, que no tuuieſſe pena, que el põdria remedio con que facilmente ſe ſanaſſe. Y tomando algunas hojas de romero, de mucho que por alli auia, las maſcò, y las mezclò con vn poco de ſal, y aplicandoſelas a la oreja, ſe la vendo muy bien, aſſegurandole, que no auia meneſter otra medicina, y aſsi fue la verdad.