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El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1608)/Capitulo XIII

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
Cap.XIII.Donde se da sin al cuento de la pastora Marcela,con otros sucessos.


Mas Apenas començó a descubrirse el dia por los valcones del Oriente, quando los cinco de los seys cabreros se leuantaron, y fueron a despertar a don Quixote, y a dezille si estaua toda via con proposito de yr a ver el famoso entierro de Grisostomo, y que ellos le harian compañia, Don Quixote, que otra cosa no desseaua , se leuantò , y mandó a Sancho que ensillasse, y enalbardasse al momento, lo qual el hizo con mucha diligencia, y con la mesma se pusieron luego todos en camino. Y no huuieron andado vn quarto de legua, quando al cruzar de vna senda, vieron venir hazia ellos hasta seys pastores , vestidos con pellicos negros, y coronadas las cabeças con guirnaldas de cypres, y de amarga adelfa. Traîa cada vno vn gruesso baston de azebo en la mano. Venian con ellos assi mesmo dos gentiles hombres de a cauallo, muy bien adereçados de camino, con otros tres moços de a pie, que los acompañauan. En llegandose a juntar, se saludaron cortesmente: y preguntandose los vnos a los otros donde yuan, supieron que todos se encaminauan al lugar del entierro, y assi començaron a caminar todos juntos. Vno de los de a cauallo, hablando con su compañero le dixo: Pareceme señor Viualdo, que auemos de dar por bien empleada la tardança, que hizieremos en ver este famoso entierro, que no podra dexar de ser famoso, segun estos pastores nos han contado estrañezas, assi del muerto pastor, como de la pastora homicida. Assi me lo parece a mi, respondio Viualdo: y no digo yo hazer tardança de vn dia, pero de quarto la hiziera, à trueco de verle . Preguntoles don Quixote, que era lo que auian oydo de Marcela, y de Grisostomo . El caminante dixo, que aquella madrugada auian encontrado con aquellos pastores, y que por auerles vislo en aquel tan triste trage, les auiã preguntado la ocasion porque yuan de aquella manera, que vno dellos se lo contò: contando la estrañeza, y hermosura de vna pastora llamada Marcela, y los amores de muchos que la requestauan, con la muerte de aquel Grisostomo, â cuyo entierro yuan. Finalmente, el contò todo lo que Pedro â don Quixote auia contado. Cessò esta platica, y començose otra, preguntando el que se llamaua Viualdo, a don Quixote, que era la ocasion que le mouia â andar armado de aquella manera por tierra tan pacifica? A lo qual respondio don Quixote: La profession de mi exercicio no consiente, ni permite que yo ande de otra manera: El buen passo, el regalo, y el reposo, allà se inuentò para los blandos cortesanos: mas el trabajo, la inquietud, y las armas, solo se inuentaron, ê hizieron, para aquellos que el mundo llama caualleros andantes, de los quales, yo aunque indigno, soy el menor de todos. Apenas le oyeron esto, quando todos le tuuieron por loco. Y por aueriguarlo mas, y ver que genero de locura era el suyo, le tornò a preguntar Viualdo, que queria dezir caualleros andantes? No han vuestras mercedes leydo, respondio don Quixote, los anales ê historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del Rey Arturo, que continuamente en nuestro Romance Castellano llamamos, el Rey Artus, de quien es tradiciõ antigua, y comun en todo aquel Reyno de la gran Bretaña, que este Rey no murio, sino que por arte de encantamento se conuirtio en cueruo, y que andãdo los tiempos ha de boluer â reynar, y â cobrar su Reyno, y cetro. A cuya causa no se prouará que desde aquel tiempo a este, aya ningun Ingles muerto cueruo alguno . Pues en tipo deste buen Rey fue instityda aquella famosa orden de caualleria, de los caualleros de la tabla Redonda, y passaron sin faltar vn punto, los amores que alli se cuentan, de don Lançarote del Lago, con la Reyna Ginebra, siendo medianera dellos, y sabidora, aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nacio aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España, de Nunca fuera cauallero de damas tan bien seruido y como fuera Lançarote quando de Bretaña vino. Con aquel progresso tan dulce, y tan suaue, de sus amorosos, y fuertes fechos. Pues desde entonces, de mano en mano fue aquella orden de caualleria estendiendose, y dilatandose por muchas, y diuersas partes del mundo: y en ella fueron famosos, y conocidos por sus fechos, el valiente Amadis de Gaula, con todos sus hijos, y nietos , hasta la quinta generacion: y el valeroso Felixmarte de Hircania: y el nunca como se deue alabado Tirante el Blanco: y casi que en nuestros dias, vimos, y comunicamos, y oymos al inuencible, y valeroso cauallero don Belianis de Grecia. Esto pues señores es ser cauallero andante, y la que he dicho, es la orden de su caualleria . En la qual, como otra vez he dicho, yo aunque pecador, he hecho profession, y lo mismo que professaron los caualleros referidos professo yo: y assi me voy por estas soledades, y despoblados, buscando las auenturas, con animo deliberado de ofrecer mi braço, y mi persona, a la mas peligrosa que la suerte me deparare, en ayuda de los flacos, y menesterosos. Por estas razones que dixo, acabaron de enterarse los caminantes, que era don Quixote falto de juyzio, y del genero de locura que lo señoreaua, de lo qual recibieron la misma admiracion, que recebian todos aquellos que de nueuo venian en conocimiento della. Y Viualdo, que era persona muy discreta y de alegre condicion por passar sin pesadumbre el poco camino que dezian que les faltaua, al llegar a la tierra del entierro, quiso darle ocasion a que passasse mâs adelante con sus disparates. Y assi le dixo; Pareceme, señor cauallero andante, que vuestra merced ha professado vna de las mas estrechas professiones que ay en la tierra: y tengo para mi, que aun la de los Frayles Cartuxos no es tan estrecha . Tan estrecha bien podia ser, respondio nuestro don Quixote, pero tan necessaria en el mundo, no estoy en dos dedos de ponello en duda . Porque si va a dezir verdad , no haze menos el soldado que pone en execucion lo que su Capitan le manda, que el mismo Capitan que se lo ordena. Quiero dezir,que los religiosos con toda paz, y sossiego, piden al cielo el bien de la tierra: pero los soldados, y caualleros, ponemos en execucion lo que ellos piden, defendiéndola con el valor de nuestros braços, y filos de nuestras espadas. No debaxo de cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blanco de los insufribies rayos del Sol en el Verano, y de los erizados yelos del Inuierno. Assi, que somos ministros de Dios en la tierra , y braços por quien se executa en ella su justicia. Y como las cosas de la guerra, y las a ella tocantes , y concernientes , no se pueden poner en execucion, sino sudando, afanando, y trabajando excesiuamente, siguese, que aquellos que la professan, tienen sin duda mayor trabajo que aquellos que en sossegada paz, y reposo, estan rogando a Dios, fauorezca a los que poco pueden . No quiero yo dezir, ni me passa por pensamiento, que es tan buen estado el de cauallero andante, como el del encerrado religioso, solo quiero inferir por loque yo padezco, que sin duda es mas trabajoso, y mas aporreado, y mas hambriento, y sediento, miserable, roto, y piojoso, porque no ay duda, sino que los caualleros andantes passados passaron mucha malauentura en el discurso de su vida. Y si algunos subieron à ser Emperadores por el valor de su braço, à fê que les costò buen porque de su sangre, y de su sudor: y que si â los que á tal grado subierõ les faltaran encantadores, y sabios que los ayudaran, que ellos quedaran bien defraudados de sus desseos, y bien engañados de sus esperanças. De esse parecer estoy yo, replicò el caminante: pero vna cosa entre otras muchas me parece muy mal de los caualleros andãtes, y es, que quando se veen en ocasion de acometer vna grande, y peligrosa auentura, en que se vee manifiesto peligro de perder la vida, nunca en aquel instante de acometella se acuerdan de encomendarse à Dios, como cada Chrifstiano estâ obligada à hazer en peligros semejantes: antes se encomiendan à sus damas con tanta gana, y deuociõ, como si ellas fueran su Dios: cosa que me parece que huele algo a Gentilidad. Señor, respondio don Quixote, esso no puede ser menos en ninguna manera, y caeria en mal caso el cauallero andante que otra cosa hiziesse, que ya estâ en vso, y costumbre en la caualleria andantesca, que el cauallero andante que al acometer algun gran fecho de armas, tuuiesse su señora delãte, buelua á ella los ojos, blanda, y amorosamente, como que le pide con ellos le fauorezca, y ampare en el dudoso trance que acomete. Y aun si nadie le oye, està obligado á dezir algunas palabras entre dientes, en que de todo coraçon se le encomiende, y desto tenemos inumerables exemplos en las historias. Y no se ha de entender por esto, que hã de dexar de encomendarse â Dios, que tiempo, y lugar les queda para hazerlo en el discurso de la obra. Con todo esso, replicò el caminante, me queda vn escrupulo, y es, que muchas vezes he leydo, que se trauan palabras entre dos andantes caualleros, y de vna en otra se les viene a encender la colera, y a boluer los cauallos, y a tomar vna buena pieça del campo, y luego sin mas, ni mas, a todo el correr dellos, se bueluen a encontrar, y en mitad de la corrida se encomiendan a sus damas: y lo que suele suceder del encuentro, es, que el vno cae por las ancas del cauallo, passado con la lança del contrario de parte a parte: y al otro le viene tambien, que a no tenerse a las crines del suyo, no pudiera dexar de venir al suelo. Y no se yo, como el muerto tuuo lugar para encomendarse a Dios, en el discurso desta tan acelerada obra. Mejor fuera, que las palabras que en la carrera gastò, encomendandose a su dama, las gastara en lo que deuia, y estaua obligado como Christiano, Quanto mas, que yo tengo para mi, que no todos los caualleros andantes tienen damas a quien encomendarse, porque no todos son enamorados. Esso no puede ser, respondio don Quixore: Digo que no puede ser, que aya cauallero andante sin dama, porque tan propio, y tan natural les es a los tales ser enamorados, como al cielo tener estrellas. Y a buen seguro que no se aya visto historia, donde se halle cauallero andante sin amores: y por el mesmo caso que estuuiesse sin ellos, no seria tenido por legitimo cauallero, sino por bastardo, y que entró en la fortaleza de la caualleria dicha, no por la puerta, sino por las bardas, como salteador, y ladron. Con todo esto, dixo el caminante, me parece (si mal no me acuerdo) auer leydo, que dõ Galaor, hermano del valeroso Amadis de Gaula, nunca tuuo dama señalada a quien pudiesse encomendarse: y con todo esto, no fue tenido en menos, y fue vn muy valiente y famoso cauallero. A lo qual respondio nuestro don Quixote: Señor, vna golondrina sola no haze Verano. Quanto mas, que yo se, que de secreto estaua esse cauallero muy bien enamorado: fuera que aquello de querer a todas bien, quantas bien le parecian, era condicion natural, a quien no podia yr a la mano. Pero en resolucion, aueriguado está muy bien, que el tenia vna sola, a quien el auia hecho señora de su voluntad, a la qual se encomendaua muy a menudo, y muy secretamente, porque se preció de secreto cauallero. Luego si es de essencia, que todo cauallero andante, aya de ser enamorado (dixo el caminante) bien se puede creer, que vuestra merced lo es, pues es de la profession. Y si es que vuestra merced no se precia de ser tan secreto como don Galaor, con las veras que puedo, le suplico, en nombre de toda esta compañia y en el mio nos diga el nombre, patria, calidad y hermosura de su dama; que ella se tendria por dichosa, de que todo el mundo sepa, que es querida, y serbida de vn tal cauallero como vuestra merced parece. Aqui dio vn gran suspiro don Quixote, y dixo: Yo no podre afirmar si la dulce mi enemiga, gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la siruo; solo se dezir (respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide) que su nombre es Dulcinea, su patria, el Toboso, vn lugar de la Mancha; su calidad por lo menos, ha de ser de Princesa, pues es Reyna y señora mia; su hermosura, sobre humana, pues en ella se vienen a hazer verdaderos todos los impossibles y quimericos atributos de belleza que los Poetas dan a sus damas. Que sus cabellos son oro, su frente campos Eliseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mexillas rosas, sus labios corales: perlas sus dientes, alabastro su cuello, marmol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieue: y las partes que a la vista humana encubrio la honestidad, son tales, segun yo pienso, y entiendo, que solo la discreta consideracion puede encarecerlas, y no compararlas. Elinage, prosapia, y alcurnia, querriamos saber, replicó Viualdo. A lo qual respondio don Quixote: No es de los antiguos Curcios, Gayos, y Cipiones Romanos, ni de los modernos Colonas, y Vrsinos; ni de los Moncadas, y Requesenes de Cataluña: ni menos de los Rebellas, y Villanouas de Valcia, Palafoxes, Nuças, Rocabertis, Corellas, Lunas, Alagones, Vrreas, Fozes, y Gurreas de Aragon: Cerdas, Manriques, Mendoças, y Guzmanes de Castilla: Alencastros, Pallas, y Meneses de Portugal: pero es de los del Toboso de la Mancha, linage, aunque moderno, tal que puede dar generoso principio â las mas ilustres familias de los venideros siglos: y no se me replique en esto, sino fuere con las condiciones que puso Cerbino al pie del trofeo de las armas de Orlando, que dezia: Nadie las mueua que estar no pueda con Roldan a prueua. Aunque el mio es de los Cachopines de Laredo, respondio el caminante, no le osarê yo poner con el del Toboso de la Mancha: puesto que para dezir verdad, semejante apellido, hasta a ora no ha llegado à mis oydos. Como esso no aura llegado, replicò don Quixote. Con gran atención yuan escuchando todos los demas la platica de los dos: y aun hasta los mismos cabreros, y pastores, conocieron la demasiada falta de juyzio de nuestro dõ Quixote. Solo Sancho Pança pensaua, que quanto su amo dexia era verdad, sabiendo el quien era, y auiendole conocido desde su nacimiento. Y en lo que dudaua algo, era en creer aquello de la linda Dulcinea del Toboso, porque nunca tal nombre, ni tal Princesa, auia llegado jamas á su noticia, aũque viuia tan cerca del Toboso. En estas platica yuan, quando vieron que por la quiebra que dos altas montañas hazian, baxauan hasta veynte pastores, todos con pellicos de negra lana vestidos, y coronados cõ guirnaldas, que â lo que despues parecio, eran qual de Texo, y qual de Cipres. Entre seys dellos traîan vnas andas, cubiertas de mucha diuersidad de flores, y de ramos. Lo qual visto por vno de los cabreros dixo: Aquellos que alli vienen, son los que traen el cuerpo de Grisostomo: y el pie de aquella montaña es el lugar donde el mandò que le enterrassen. Por esto se dieron priessa á llegar, y fue a tiempo, que ya los que venian auian puesto las andas en el suelo: y quatro dellos con agudos picos estauan cauando la sepultura â vn lado de vna dura peña. Recibieronse los vnos, y los otros cortésmente: y luego don Quixote, y los que con el venian, se pusieron à mirar las andas, y en ellas vieron cubierto de flores vn cuerpo muerto, y vestido como pastor, de edad al parecer de treynta años: y aunque muerto, mostraua, que viuo auia sido de rostro hermoso, y de disposicion gallarda. Alrededor del tenia en las mismas andas algunos libros y muchos papeles abiertos, y cerrados. Y assi los que esto mirauan, como los que abrian la sepultura, y todos los demas que alli auia, guardauan vn marauilloso silencio. Hasta que vno de los que al muerto truxeron, dixo a otro: Mirâ bien Ambrosio, si es este el lugar que Grisostomo dixo, y a que quereys, que tan puntualmente se cumpla lo que dexò mandado en su testamento. Este es, respondio Ambrosio, que muchas vezes en el me contô mi desdichado amigo, la historia de su desuentura. Alli me dixo el, que vio la vez primera â aquella enemiga mortal del linage humano: y alli fue tambien, donde la primera vez le declarò su pensamienio tan honesto como enamorado: y alli fue la vltima vez, donde Marcela le acabò de desengañar, y desdeñar, de suerte que puso fin â la tragedia de su miserable vida . Y aqui, en memoria de tãtas desdichas, quiso el que le depositassen en las entrañas del eterno oluido. Y boluiendose à don Quixote, y â los caminantes, prosiguio, diziendo: Esse cuerpo, señores, que con piadosos ojos estays mirando, fue depositario de vn alma, en quien el cielo puso infinita parte de sus riquezas: Esse es el cuerpo de Grisostomo, que fue vnico en el ingenio, solo en la cortesia, estremo en la gentileza; fenix en la amistad, magnifico sin tassa, Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.djvu/118 Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.djvu/119