El médico a palos/Acto I/Escena IV
(Sale del monte, con el hacha y las alforjas al hombro, cantando; sientase en el suelo en medio del teatro y saca de las alforjas una bota.)
En el alcazar de Venus,
Junto al Dios de los planetas,
En la gran Constantinopla,
Allá en la casa de Meca,
Donde el gran Sultan Bajá
Imperio de tantas fuerzas,
Aquel alcorán que todos
Le pagan tributo en perlas:
Rey de setenta y tres reyes,
De siete imperios..... (Bebe.)
De siete imperios cabeza:
Este tal tiene una hija
Que es del imperio heredera.
(Vuelve á beber, va á poner la bota al lado Lucas, el cual le hace con el sombrero en la mano una cortesia. Bartolo, sospechando que es para quitarle la bota, va á ponerla al otro lado á tiempo que sale Ginés haciendo lo mismo que Lucas. Bartolo pone la bota entre las piernas, y la tapa con las alforjas)
Arre allá, diablo. ¿Qué buscará este animal? Lo primero esconderé la bota..... ¡Calle! Otro zángano. ¿Qué demonios es esto? En todo caso la guardaremos y la arroparemos, porque no tienen cara de hacer cosa buena.
¿Es usted un caballero que se llama el señor Don Bartolo?
¿Y qué?
¿Que si se llama usted Don Bartolo?
Queremos hacerle á usted cuantos obsequios sean posibles.
Si asi es, yo me llamo Don Bartolo.
(Quitase el sombrero y le deja á un lado.)
Pues con toda cortesía.....
Y con la mayor reverencia.....
Con todo cariño, suavidad y dulzura.....
Y con todo respeto, y con la veneracion mas humilde.....
(Aparte. Parecen arlequines, que todo se les vuelve cortesías y movimientos.)
¿Y qué pretenden ustedes? Vamos, que si es cosa que dependa de mí, haré lo que pueda.
Favor que usted nos hace..... Pero cúbrase usted, que el sol le incomodará.
Vaya, señor, cúbrase usted.
Vaya, señores, ya estoy cubierto..... (Pónese el sombrero, y los otros tambien.) ¿Y ahora?
No extrañe usted que vengamos en su busca. Los hombres eminentes siempre son buscados y solicitados, y como nosotros nos hallamos noticiosos del sobresaliente talento de usted, y de su.....
Es verdad, como que soy el hombre que se conoce para cortar leña.
Si ha de ser de encina, no la daré menos de á dos reales la carga.
Ahora no tratamos de eso.
La de pino la dare mas barata. La de raices, mire usted.....
¡Oh! señor, eso es burlarse.
Suplico á usted que hable de otro modo.
Hombre, yo no sé otra manera de hablar. Pues me parece que bien claro me explico.
¿Quién, yo?
Usted, no hay que negarlo.
Usted será el médico y toda su generacion, que yo en mi vida lo he sido. (Aparte. Borrachos estan.)
¿Para qué es excusarse? Nosotros lo sabemos, y se acabó,
Pero, en suma, ¿quién soy yo?
¿Quién? Un gran médico.
¡Qué disparate! (Aparte. ¿No digo que estan bebidos?)
Con que vamos, no hay que negarlo, que no venimos de chanza.
Al cabo me parece que será necesario..... (Mirando á Ginés.) ¿Eh?
Yo creo que si.
En fin, amigo Don Bartolo, no es ya tiempo de disimular.
Mire usted que se lo decimos por su bien.
Confiese usted, con mil demonios, que es médico, acabemos.
(Impaciente.) ¡Yo rabio!
¿Para qué es fingir, si todo el mundo lo sabe?
Pues digo á ustedes que no soy médico.
(Se levanta, quiere irse, ellos lo estorban, y se le acercan, disponiéndose para apalearle.)
No señor.
¿Con que no?
El diablo me lleve si entiendo palabra de medicina.
Pues amigo, con su buena licencia de usted, tendremos que valernos del remedio consabido..... Lucas.
Ya, ya.
¿Y qué remedio dice usted?
Este.
(Danle de palos, cogiéndole siempre las vueltas para que no se escape.)
¡Ay! ¡ay! ¡ay!.... (Quitándose el sombrero.) Basta, que yo soy médico, y todo lo que ustedes quieran.
¿Para qué es darnos el trabajo de derrengarle á garrotazos?
El trabajo es para mí que los llevo..... Pero señores, vamos claros. ¿Qué es esto? ¿es una humorada, ó estan ustedes locos?
¿Aún no confiesa usted que es doctor en medicina?
No señor, no lo soy. Ya está dicho.
¿Con que no es usted médico?.... Lucas.
¿Con que no? (Vuelven á darle de palos.) ¿Eh?
¡Ay! ¡ay! ¡Pobre de mí! (Pónese de rodillas, juntando las manos, en ademan de súplica.) Si que soy médico. Sí señor.
Sí señor, y cirujano de estuche, y saludador, albeitar, y sepulturero, y todo cuanto hay que ser.
(Levántanle cariñosamente entre los dos.)
Me alegro de verle á usted tan razonable.
Ahora sí que parece usted hombre de juicio.
(Aparte. ¡Maldita sea vuestra alma!....) ¿Si seré yo médico, y no habré reparado en ello?
No hay que arrepentirse. A usted se le pagará muy bien su asistencia, y quedará contento.
Pero, hablando ahora en paz, ¿es cierto que soy médico?
Certísimo.
Sin duda ninguna.
Pues lléveme el diablo si yo sabia tal cosa.
¿Pues cómo, siendo el profesor mas sobresaliente que se conoce?
(Riéndose.) ¡Ah! ¡ah! ¡ah!
Un médico que ha curado no sé cuántas enfermedades mortales.
(Con ironia.) ¡Válgame Dios!
Una muger que estaba ya enterrada.....
¿Tambien le curé?
Tambien.
Con que buen ánimo, señor doctor. Se trata de asistir á una señorita muy rica, que vive en esa quinta cerca del molino. Usted estará alli, comido y bebido, y regalado como cuerpo de rey, y le traerán en palmitas.
¿Me traerán en palmitas?
Sí señor, y acabada la curacion le darán á usted qué sé yo cuanto dinero.
Pues señor, vamos allá. ¿En palmitas y qué sé yo cuanto dinero?.... Vamos allá.
Recójele todos esos muebles, y vamos.
Pero señor, ¡un doctor en medicina con bota!
No importa, venga..... Me darán bien de comer y de beber (Apartándose á un lado, medita y habla entre si. Despues con ellos.) La pulsaré, la recetaré algo..... La mato seguramente..... Si no quiero ser médico me volverán á sacudir el bulto, y si lo soy, me le sacudirán tambien..... Pero díganme ustedes, ¿les parece que este trage rústico será propio de un hombre tan sapientísimo como yo?
No hay que afligirse. Antes de presentarle á usted, le vestiremos con mucha decencia.
(Aparte. Si á lo menos pudiese acordarme de aquellos textos, de aquellas palabrotas que les decia mi amo á los enfermos saldría del apuro.)
Mira que se quiere escapar.
(Aparte. Aquel libro de vocabulorum, que llevaba el chico al aula. ¡Aquel sí que era bueno!)
Vaya, basta de meditacion.
¿Será cosa de que otra vez..... (En ademan de volverle á dar.)
¡Qué! no señor. Sino que estaba pensando en el plan curativo..... ¡Pobrecito Bartolo! Vamos.
(Los dos le cogen en medio, y se van con él por la izquierda del teatro.)