El médico a palos/Acto II/Escena V

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​El médico a palos​ (1830) de Molière
traducción de Leandro Fernández de Moratín
Acto II, Escena V.
ESCENA V.
DON GERÓNIMO. DOÑA PAULA. GINÉS. LUCAS.
BARTOLO. ANDREA.


D. GERÓNIMO.

Anímate, hija mia, que yo confio en la sabiduría portentosa de este señor, que brevemente recobrarás tu salud. Esta es la niña, señor doctor. Hola, arrimad sillas.

(Traen sillas los criados. Doña Paula se sienta en una poltrona entre Bartolo y su padre. Los criados detras, en pie.)

BARTOLO.

¿Con que esta es su hija de usted?

D. GERÓNIMO.

No tengo otra, y si se me llegára á morir me volvería loco.

BARTOLO.

Ya se guardará muy bien. ¿Pues qué, no hay mas que morirse sin licencia del medico? No señor, no se morirá..... Vean ustedes aqui una enferma que tiene un semblante capaz de hacer perder la chabeta al hombre mas tétrico del mundo. Yo, con todos mis aforismos, le aseguro á usted..... ¡Bonita cara tiene!

DONA PAULA.

¡Ah! ¡ah! ¡ah!

D. GERÓNIMO.
Vaya, gracias á Dios que se rie la pobrecita.
BARTOLO.

¡Bueno! ¡Gran señal! ¡Gran señal! Cuando el médico hace reír á las enfermas es linda cosa..... Y bien, ¿qué la duele á usted?

DONA PAULA.

Bá, bá, bá, bá.

BARTOLO.

¿Eh? ¿Qué dice usted?

DOÑA PAULA.

Bá, bá, bá.

BARTOLO.

Bá, bá, bá, bá. ¿Qué diantre de lengua es esa? Yo no entiendo palabra.

D. GERÓNIMO.

Pues ese es su mal. Ha venido á quedarse muda, sin que se pueda saber la causa. Vea usted qué desconsuelo para mí.

BARTOLO.
¡Qué bobería! Al contrario, una muger que no habla es un tesoro. La mia no padece esta enfermedad, y si la tuviese, yo me guardaría muy bien de curarla.
D. GERÓNIMO.

A pesar de eso, yo le suplico á usted que aplique todo su esmero á fin de aliviarla y quitarla ese impedimento.

BARTOLO.

Se la aliviará, se la quitará: pierda usted cuidado. Pero es curación que no se hace asi como quiera. ¿Come bien?

D. GERÓNIMO.

Sí señor, con bastante apetito.

BARTOLO.

¡Malo!.... ¿Duerme?

ANDREA.

Sí señor, unas ocho ó nueve horas suele dormir regularmente.

BARTOLO.

¡Malo!.... ¿Y la cabeza la duele?

D. GERÓNIMO.
Ya se lo hemos preguntado varias veces, dice que no.
BARTOLO.

¿No? ¡Malo!.... Venga el pulso..... Pues amigo, este pulso indica..... ¡Claro! está claro.

D. GERÓNIMO.

¿Qué indica?

BARTOLO.

Que su hija de usted tiene secuestrada la facultad de hablar.

D. GERÓNIMO.

¿Secuestrada?

BARTOLO.

Sí por cierto; pero buen ánimo, ya lo he dicho, curará.

D. GERÓNIMO.

Pero ¿de qué ha podido proceder este accidente?

BARTOLO.

Este accidente ha podido proceder y procede (segun la mas recibida opinion de los autores) de habérsela interrumpido á mi señora Doña Paulita el uso expedito de la lengua.

D. GERÓNIMO.
¡Este hombre es un prodigio!
LUCAS.

¿No se lo dijimos á usted?

ANDREA.

Pues á mí me parece un macho.

LUCAS.

Calla,

D. GERÓNIMO.

Y en fin, ¿qué piensa usted que se puede hacer?

BARTOLO.

Se puede y se debe hacer..... El pulso..... (Tomando el pulso á Doña Paula.) Aristóteles, en sus protocolos, habló de este caso con mucho acierto.

D. GERÓNIMO.

¿Y que dijo?

BARTOLO.

Cosas divinas..... La otra..... (La toma el pulso en la otra mano, y la observa la lengua.) A ver la lengüecita ¡Ay, qué monería!.... Dijo..... ¿Entiende usted el latín?

D. GERÓNIMO.
No señor, ni una palabra.
BARTOLO.

No importa. Dijo: Bonus bona bonum, uncias duas, mascula sunt maribus, honora medicum, acinax acinacis, est modus in rebus; amarylida sylvas. Que quiere decir, que esta falta de coagulacion en la lengua la causan ciertos humores que nosotros llamamos humores..... acres, proclives, espontáneos, y corrumpentes. Porque como los vapores que se elevan de la region..... ¿Estan ustedes?

ANDREA.

Sí señor, aqui estamos todos.

BARTOLO.

De la region lumbar, pasando desde el lado izquierdo donde está el hígado, al derecho en que está el corazon, ocupan todo el duodeno y parte del cráneo: de aqui es, segun la doctrina de Ausias March y de Calepino (aunque yo llevo la contraria) que la malignidad de dichos vapores..... ¿Me explico?

D. GERÓNIMO.

Sí señor, perfectamente.

BARTOLO.
Pues como digo, supeditando dichos vapores
las carúnculas y el epidermis, necesariamente impiden que el tímpano comunique al metacarpo los sucos gástricos. Doceo, doces, docere, docui, doctum, ars longa, vita brevis: templum, templi: augusta vindelicorum, et reliqua..... ¿Qué tal? ¿He dicho algo?
D. GERÓNIMO.

Cuanto hay que decir.

GINÉS.

Es mucho hombre este.

D. GERÓNIMO.

Solo he notado una equivocacion en lo que.....

BARTOLO.

¿Equivocacion? No puede ser. Yo nunca me equivoco,

D. GERÓNIMO.

Creo que dijo usted que el corazon está al lado derecho, y el hígado al izquierdo; y en verdad que es todo lo contrario.

BARTOLO.

¡Hombre ignorantísimo, sobre toda la ignorancia de los ignorantes! ¿Ahora me sale usted con esas vejeces? Sí señor, antiguamente asi sucedía, pero ya lo hemos arreglado de otra manera.

D. GERÓNIMO.

Perdone usted si en esto he podido ofenderle.

BARTOLO.

Ya está usted perdonado. Usted no sabe latín, y por consiguiente está dispensado de tener sentido común.

D. GERÓNIMO.

¿Y qué le parece á usted que deberemos hacer con la enferma?

BARTOLO.

Primeramente harán ustedes que se acueste, luego se la darán unas buenas friegas..... Bien que eso yo mismo lo haré..... Y despues tomará de media en media hora una gran sopa en vino.

ANDREA.

¡Qué disparate!

D. GERÓNIMO.

¿Y para qué es buena la sopa en vino?

BARTOLO.

¡Ay amigo, y que falta le hace á usted un poco de ortografía! La sopa en vino es buena para hacerla hablar. Porque en el pan y en el vino, empapado el uno en el otro, hay una virtud simpática que simpatiza y absorve el tejido celular, y la pia mater, y hace hablar á los mudos.

D. GERÓNIMO.

Pues no lo sabia.

BARTOLO.

Si usted no sabe nada.

D. GERÓNIMO.

Es verdad que no he estudiado, ni.....

BARTOLO.

¿Pues no ha visto usted, pobre hombre, no ha visto usted como á los loros los atracan de pan mojado en vino?

D. GERÓNIMO.

Sí señor.

BARTOLO.
¿Y no hablan los loros? Pues para que hablen se les da, y para que hable se lo daremos también á Doña Paulita, y dentro de muy poco hablará mas que siete papagayos.
D. GERÓNIMO.

Algun angel le ha traído á usted á mi casa, señor doctor: vamos, hijita, que ya querrás descansar..... Al instante vuelvo, señor Don..... ¿Cómo es su gracia de usted?

BARTOLO.

Don Bartolo.

D. GERÓNIMO.

Pues asi que la deje acostada seré con usted, señor Don Bartolo..... (Se levantan los tres.) Ayuda aqui, Andrea..... Despacito.

BARTOLO.

Taparla bien no se resfrie. A Dios, señorita.

DOÑA PAULA.

Bá, bá, bá, bá.

D. GERÓNIMO.

(Hace que se va acompañando el Dona Paula, y vuelve á hablar aparte con Lucas.)

Lucas, ve al instante y adereza el cuarto del señor, bien limpio todo, una buena cama, la colcha verde, la jarra con agua, la aljofaina, la tohalla, en fin, que no falte cosa ninguna..... ¿Estás?
LUCAS.

Sí Señor. (Vase por la puerta de la derecha.)

D. GERÓNIMO.

Vamos, hija mia.

(Vanse Don Gerónimo, Doña Paula, Andrea y Ginés por la puerta de la izquierda.)

BARTOLO.

Yo sudo..... En mi vida me he visto mas apurado ¡Si es imposible que esto pare en bien, imposible!.... Veré si ahora que todos andan por allá dentro puedo..... Y si no, mal estamos..... En las espaldas siento una desazón que no me deja..... Y no es por los palos recibidos, sino por los que aún me falta que recibir.

(Vase por la parte del lado derecho.)