El origen del hombre/IV

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CAPÍTULO IV.

DE CÓMO SE HA DESARROLLADO EL HOMBRE DE ALGUNA FORMA INFERIOR.

Ea el capítulo primero hemos visto que la conformacion homológica del hombre, su desarrollo embrionario, y los rudimentos que de él conserva, prueban de la manera más evidente que desciende de alguna forma inferior, sin que el estar dotado de facultades mentales del órden más elevado constituya ninguna objecion incontrovertible. Para que un sér de apariencia simia haya podido transformarse en hombre, es necesario que esa forma anterior, lo propio que las que consecutivamente la han seguido, hayan variado todas física y moralmente. No es posible tener pruebas directas sobre este punto, pero sí podemos llegar á consignar que el hombre varia actualmente, y que sus variaciones resultan de las mismas causas y obedecen á las mismas leyes generales que las determinan en los animales inferiores: no puede caber duda alguna de que los términos intermedios y precedentes de la série hayan variado de una manera parecida. Las variaciones en cada período de descendencia se han debido tambien acumular y fijar en cierto modo.

Es evidente que el hombre está sujeto actualmente á una gran variabilidad. En una misma raza no se encuentran dos individuos completamente parecidos. Nótase igualmente una gran diversidad en las proporciones y dimensiones de las distintas partes del cuerpo. Por más que en algunas partes de la tierra parece prevalecer un cráneo prolongado, y un cráneo más corto en otras, hay una gran diversidad en la forma de esta parte del cuerpo, aun en los límites de una misma raza, como entre los individuos de la América y de la Australia del Sud, y hasta entre los habitantes de un territorio tan reducido como el de las islas Sandwich. Un dentista eminente me asegura que hay casi tanta disparidad de dientes como de fisonomías. Las arterias principales presentan con tanta frecuencia trayectos anormales, que se ha reconocido para las necesidades quirúrgicas la utilidad de calcular, estudiando 12,000 casos el término medio de los diferentes trayectos observados. Los músculos son eminentemente variables; el profesor Turner dice que los del pié no se encuentran rigurosamente parecidos en dos cuerpos, de cincuenta que se observen, y en algunos presentan divergencias considerables.

La variabilidad ó la diversidad de las facultades mentales en los hombres de la misma raza (sin hablar de las diferencias que en este concepto presentan los hombres de razas distintas) es demasiado notoria para que sea necesario insistir en ella. Lo mismo sucede en los animales inferiores, conforme hemos probado con algunos ejemplos en el capítulo precedente, y segun todos podemos observar en nuestros perros y animales domésticos. Brehm insiste en afirmar que cada uno de los monos que ha tenido en cautividad en Africa, tenia su carácter y humor peculiar: menciona un babuino notable por su inteligencia; los conserjes del Jardin Zoológico me han enseñado un mono del Nuevo Continente tambien muy notable en este concepto. Rengger confirma igualmente la diversidad de caractéres de los monos de la misma especie que tenia en el Paraguay; diversidad, añade, que en parte es innata, y en parte resultado del trato y educacion que han recibido.

Por lo que respecta á la transmision de caractéres, tanto insignificantes como importantes, se ha recopilado con referencia al hombre, un número mucho más considerable de casos que con relacion á ningun animal inferior, por más que se posean muchos documentos acerca de estos últimos. La transmision de las cualidades mentales es evidente en nuestros perros, caballos y otros animales domésticos. Lo mismo sucede con ciertos hábitos y gustos especiales, con la inteligencia en general, el valor, el buen y mal carácter, etc. En todas las familias del hombre observamos hechos parecidos, y los admirables trabajos de M. Galton nos han enseñado que el génio que implica una combinacion maravillosa y complexa de elevadas facultades propende á ser hereditario; por otra parte, sabido es que la locura y el extravío de las facultades mentales se transmiten igualmente en ciertas familias.

En todos los casos se nos alcanza muy poco sobre las causas de la variabilidad; pero, podemos ver que, así para el hombre como para los animales inferiores, se enlazan con las condiciones á que cada especie ha estado sometida durante muchas generaciones. Los animales domésticos varian más que los que se hallan en estado salvaje, lo cual, á juzgar por las apariencias, resulta de la naturaleza diversa y mudable de las condiciones exteriores á que están sujetos. Parécense en esto las razas humanas á los animales domésticos, y aun lo propio acontece con los individuos de la misma raza cuando están diseminados por una vasta region, como la América. Fácilmente se echa de ver la influencia de la diversificacion de las condiciones en las naciones más civilizadas, en las que los individuos que ocupan rangos diversos y se dedican á ocupaciones variadas, presentan un conjunto de caractéres más numeroso que en los pueblos bárbaros. A pesar de esto último, se ha exagerado á menudo la uniformidad de los salvajes, que en algunos casos no existe realmente. Si sólo consideramos las condiciones á que el hombre se ha hallado sometido, no es exacto decir que ha sido «mucho más domesticado» que otro animal cualquiera. Algunas razas salvajes, como la de la Australia, no se hallan sometidas á condiciones más variadas que gran número de especies animales ampliamente distribuídas sobre la superficie del globo. El hombre difiere además en gran manera de los animales rigurosamente domésticos, bajo otro punto de vista mucho más esencial; el de que su propagacion no ha sido contrastada por una seleccion, ya sea metódica, ó ya inconsciente. Ninguna raza ó grupo de hombres ha sido lo suficientemente sojuzgada por otra, para que se haya llegado á conservar, eligiendo así, de una manera inconsciente, á ciertos individuos determinados que presentasen alguna utilidad especial para las necesidades de sus tiranos. Tampoco se han escogido jamás con deliberada intencion determinados individuos de ambos sexos para la procreacion, exceptuando el caso bien conocido de los granaderos prusianos, en que el hombre obedecia, como era de esperar, á la ley de la seleccion metódica; asegurándose que en las aldeas habitadas por los granaderos y sus mujeres de gran talla, han nacido machos hombres que han alcanzado elevada estatura.

Si consideramos todas las razas humanas como no formando más que una sola especie, su distribucion en el globo es enorme; y hasta algunas razas distintas, como los Americanos y los Polinesios, ocupan por sí solas una extension inmensa. Es una ley muy conocida la de que las especies muy repartidas son más variables que las comprendidas en límites más reducidos, y se puede comparar su variabilidad con la de las especies esparcidas en dilatadas comarcas, más exactamente, que con la de los animales domésticos.

La variabilidad no sólo parece estar determinada por las mismas causas generales en el hombre y en los animales inferiores, si que tambien en ambas clases los caractéres reciben una influencia análoga. Hay monstruosidades que se heredan con ligeras variaciones, siendo tan parecidas en el hombre y en los animales, que á ambos se les puede aplicar los mismos nombres y la misma clasificacion, como lo prueba I. Geoffroy Saint-Hilaire; lo cual no es más que una consecuencia del hecho de que unas mismas leyes predominan en todo el reino animal. En mi obra sobre la Variacion en los animales domésticos, he tratado de agrupar de una manera aproximada las leyes de la variacion, bajo las siguientes bases:—La accion directa y definida de los cambios de condiciones, probada por el hecho de que todos ó la mayor parte de los individuos de la misma especie varian de idéntica manera en igualdad de circustancias. Los efectos de la continuidad ó de la falta de uso de las partes. La cohesion de las partes homologas. La variabilidad de las partes múltiples. La compensacion de crecimiento (ley de que aun no he encontrado ningun buen ejemplo en el hombre). Los efectos de una compresion mecánica de una parte sobre otra, como en el útero la de la pélvis sobre el cráneo del feto. Las causas que determinan la disminucion ó la supresion de partes. El reaparecer por reversion caractéres perdidos de mucho tiempo atrás. En fin: la correlacion de las variaciones. Todas estas llamadas leyes convienen igualmente al hombre, á los animales inferiores y hasta á la mayor parte de las plantas.

Accion directa y definida de los cambios de condiciones.—Asunto es este sumamente difícil. No puede negarse que el cambio en las condiciones produzca efectos, á menudo considerables, en toda clase de organismos; y al primer golpe de vista parece probable que este resultado seria invariable cuantas veces hubiese tenido el tiempo necesario para efectuarse. Pero no he podido obtener pruebas bastante claras en apoyo de esta conclusion, á la que se pueden oponer argumentos valiosos, á lo ménos en lo que concierne á las innumerables estructuras adaptadas á fines especiales. Con todo, no cabe duda alguna de que el cambio en las condiciones origina una extension casi infinita de fluctuaciones variables, que hacen el conjunto de la organizacion plástico en algun grado.

En los Estados-Unidos, cuando la última guerra, se talló á más de un millon de soldados, anotando los Estados en que habian nacido y criádose. Este considerable número de medidas ha probado que existen influencias de alguna clase que obran directamente sobre la estatura, y que «el Estado en que se efectúa en su mayor parte el crecimiento físico, y aquel en que se ha nacido, indicando la ascendencia, ejercen una influencia marcada sobre la talla.» De este modo se ha visto que «la residencia en los Estados del Oste, durante los años de crecimiento, tiende á aumentar la estatura.» Es cierto, por otra parte, que el género de vida de los marineros reduce la estatura, como se puede probar por la gran diferencia que existe entre la talla de los marinos y la de los soldados, en las edades de diez y siete y diez y ocho años. M. B. A. Gould ha procurado determinar el género de influencias que obraban tan eficazmente sobre la talla, sin conseguir más que resultados negativos, á saber: que no se relacionan con el clima, la elevacion del país ó del suelo, ni dependen en grado apreciable de la abundancia ó de la escasez de las comodidades de la vida. Esta última conclusion está en abierta contradiccion con la que dedujo Villermé del estudio de los datos estadísticos sobre los quintos de los diferentes departamentos de Francia. Cuando se comparan las diferencias que, por este concepto, existen entre los jefes de la Polinesia y las clases inferiores de esta misma isla; ó entre los habitantes de las islas volcánicas fértiles y los de las islas de coral poco elevadas y estériles del mismo litoral; ó entre los indígenas de la tierra de Fuego segun que habiten las costas oriental ú occidental de su país, en las que son muy distintos los medios de subsistencia; apenas es posible desechar el principio de que: á mejor alimentacion y mayor bienestar, más elevada estatura. Pero los hechos precedentes prueban cuán difícil es llegar á algun resultado preciso. Recientemente el Dr. Beddol ha probado que la residencia en las ciudades, unida á ciertas ocupaciones, ejerce en la estatura de los habitantes de Inglaterra una influencia perjudicial, y afirma que este resultado es hasta cierto punto hereditario, como en los Estados-Unidos. El mismo autor admite además que allí donde una raza puede «llegar al máximum de desarrollo físico, tambien se eleva al más alto grado de energía y de valor moral.»

Se ignora si las condiciones exteriores pueden producir algun otro efecto directo en el hombre. Deberia creerse que las diferencias de clima pudiesen ejercer una influencia marcada, dado que una baja temperatura aumenta notablemente la actividad de los pulmones, y un clima cálido la del hígado. Se habla creido antes que la luz y el calor eran causa del color de la piel y de la naturaleza de los cabellos, y, por más que es difícil negar que efectivamente dichos agentes ejerzan alguna influencia de esta clase, casi todos los observadores convienen actualmente en que sus efectos han sido solo ténues, aun despues de mucho tiempo de experimentados por las razas. Hay motivos para creer que el frio y la humedad afectan directamente al crecimiento del pelo en nuestros animales domésticos, pero no he encontrado pruebas de este hecho en lo que concierne al hombre.

Efectos del crecimiento, y de la falta de uso de las partes.—Es sabido que en el individuo el ejercicio fortalece los músculos, mientras que su falta de uso ó la destruccion de su nervio propio, los debilita. Cuando se pierde un ojo, á menudo se atrofia el nervio óptico. La ligadura de una arteria no sólo causa un aumento en el diámetro de los vasos vecinos, sino tambien en el espesor y resistencia de sus paredes. Cuando, á consecuencia de alguna lesion, deja de funcionar uno de los riñones, aumenta el otro de tamaño y efectúa doble trabajo. Los huesos habituados á sostener grandes pesos, aumentan de grosor y de longitud. Diferentes ocupaciones habituales producen modificaciones en las proporciones de las diversas partes del cuerpo. La Comision de los Estados-Unidos pudo comprobar que las piernas de los marineros eran un 0'217 de pulgada más largas que las de los soldados, por más que fuese la talla de los primeros menor que la de los segundos por término medio. Al mismo tiempo sus brazos tenian 1'09 de pulgada ménos, y eran, por consiguiente, demasiado cortos con relacion á su escasa talla. Esta menor dimension del brazo dimana al parecer de su mayor empleo, pero constituye un resultado imprevisto, por cuanto los marineros se valen de los brazos para tirar y no para soportar pesos.

Se ignora si las modificaciones citadas llegarian á ser hereditarias en el caso de que subsistiesen los mismos hábitos durante muchas generaciones, pero es probable que así fuese. Rengger atribuye la delgadez de las piernas y el grosor de los brazos de los indios payaguas á que sus generaciones sucesivas han pasado la vida en embarcaciones, sin ejercitar casi sus miembros inferiores. Otros autores han formulado opiniones parecidas sobre otros casos análogos. Según Cranz, que ha vivido mucho tiempo entre esquimales, «los indígenas dicen que la destreza y la habilidad para la pesca de la foca (arte en el que sobresalen) es hereditario; sin duda algo hay de cierto en esto, porque el hijo de un pescador de focas célebre se distinguirá entre los demás, aunque haya perdido á su padre durante la infancia.» Se asegura que los hijos de los obreros ingleses tienen al nacer las manos más recias que los hijos de familias acomodadas. Debemos sin duda atribuir á la correlacion que existe, al ménos en algunos casos, entre el desarrollo de las extremidades y el de las mandíbulas la reduccion de dimensiones que estas últimas presentan en las clases acomodadas, cuyos individuos sólo someten sus miembros á un ligero trabajo. Es positivo que las mandíbulas de las personas civilizadas ó de buena posicion son por lo general más pequeñas que las de los obreros ocupados en trabajos mecánicos, ó las de los salvajes. Pero entre estos últimos, segun ha hecho notar H. Spencer, el hábito más frecuente de mascar alimentos groseros y sin cocer debe influir directamente en el desarrollo de los músculos masticatorios y en el de los huesos con que estos se relacionan. En los niños, ya mucho tiempo antes del nacimiento, la epidermis de la planta de los piés es mucho más gruesa que la de cualquiera otra parte del cuerpo, hecho que, á no dudar, se debe á los efectos hereditarios de una presion ejercida durante una larga série de generaciones.

La inferioridad en que se encuentran los europeos respecto de los salvajes, en cuanto al alcance de la vista y á otros sentidos, es indudablemente efecto de la falta de uso, falta acumulada y transmitida á través de muchas generaciones: Rengger cuenta haber observado en distintas ocasiones europeos criados entre los indios salvajes que han pasado con ellos toda la vida, y que no por esto les igualaban en la sutileza de los sentidos. El mismo naturalista nota que las cavidades del cráneo ocupadas por los órganos de los sentidos, son más grandes en los indígenas americanos que en los europeos, lo que sin duda corresponde á una diversidad de igual orden en las diferencias de los órganos mismos. Blumenbach ha atestiguado tambien que las cavidades nasales son mayores en el cráneo de los indígenas americanos, y relaciona esta circunstancia con la sutileza de su olfato. Los mogoles de las llanuras del Asia del Norte tienen, segun Pallas, los sentidos dotados de una perfeccion sorprendente; y Prichard cree que la mayor anchura de sus cráneos en los arcos cigomáticos resulta del desarrollo considerable que adquieren sus órganos de los sentidos.

Los indios quechuas viven en las altas mesetas del Perú, y Alcides d'Orbygny asegura que han adquirido pechos y pulmones de dimensiones extraordinarias, á fuerza de respirar contínuamente en una atmósfera muy enrarecida. Las células de sus pulmones son tambien más grandes y numerosas que las de los pulmones de los europeos. Estas observaciones han sido puestas en duda, pero M. D. Jorbes, que ha medido cuidadosamente un gran número de aymaras, raza vecina á aquella, y la cual vive á una altura que varia entre diez y quince mil piés, me informa de que difieren muy ostensiblemente de todas las demás razas que ha visto, por la circunferencia y la longitud de su cuerpo. En su tabla de medidas la talla de cada hombre está representada por 1000, refiriéndose á esta unidad las demás dimensiones. Nótase en dicha tabla que los brazos extendidos de los aymaras, más cortos que los de los europeos, lo son tambien mucho más que los de los salvajes. Las piernas son igualmente más cortas, y presentan la notable particularidad de que, en todos los aymaras medidos, el fémur era más corto que la tibia. La longitud del fémur comparada con la de la tibia estaba, por término medio, en la relacion de 211 á 252, mientras que en los europeos, medidos al mismo tiempo, la relacion era de 244 á 230, y en tres negros de 258 á 241. Tienen tambien el húmero más corto que el antebrazo. Esta disminucion de la parte del miembro más próxima al tronco, parece ser un caso de compensacion respecto á la prolongacion de este último, segun me ha indicado M. Forbes. Los aymaras presentan otros puntos de conformacion muy singulares, como por ejemplo, la escasa proyeccion del talon.

Estos hombres están tan completamente aclimatados en su residencia fija y elevada, que cuando bajan voluntariamente á las llanuras orientales, como en otro tiempo los obligaban los españoles á bajar á la fuerza, cediendo hoy á la tentacion de los considerables salarios que ganan en los lavados auríferos, sufren una mortalidad espantosa. Sin embargo, habiendo encontrado todavía M. Forbes en las llanuras dos familias que habian sobrevivido durante dos generaciones, notó que habian heredado áun sus particularidades características. Era, con todo, evidente, ya á primera vista, que todas estas habian disminuido, y su medicion exacta probó que sus cuerpos tenian ménos longitud que los de los hombres de las mesetas, mientras sus fémures se habian alargado, lo propio que sus tibias, aunque en menor grado. Estas notables observaciones, á mi modo de ver, prueban evidentemente que una residencia en una gran altura, durante muchas generaciones, propende á causar modificaciones hereditarias en las proporciones del cuerpo, tanto directa como indirectamente.

Por mas que el hombre puede no haberse modificado mucho durante los últimos períodos de su existencia, por causa de un aumento ó disminucion en el uso de algunas partes ó miembros de su cuerpo, los hechos que acabamos de señalar prueban que su aptitud para ello no se ha perdido, y sabemos de la manera más positiva que la misma ley se hace extensiva á los animales inferiores. De ello podemos, pues, inferir que cuando en una época remota los antecesores del hombre se hallaban en un estado de transicion, durante el cual de cuadrúpedos se transformaron en bípedos, los efectos hereditarios del aumento ó la disminucion en el uso de las diferentes partes del cuerpo habrán prestado un auxilio importantísimo á la seleccion natural.

Límites de desarrollo.—El límite de desarrollo difiere del límite de crecimiento, en que las partes que afecta continúan aumentando de volúmen, pero conservando al propio tiempo su anterior estado. Bastará para nuestro objeto recordar la paralizacion del desarrollo del cerebro de los idiotas microcéfalos, á cuya descripcion ha consagrado Vogt una Memoria. Sus cráneos son más pequeños y las circunvoluciones del cerebro ménos complicadas que en el hombre normal. La disposicion de la frente proyectándose sobre las cejas, y el prognatismo espantoso de las mandíbulas, da á estos idiotas alguna semejanza con los tipos inferiores de la humanidad. Son débiles en extremo su inteligencia y la mayor parte de sus facultades mentales. No pueden articular ningun lenguaje, son incapaces de lijar largo tiempo su atencion en algo, pero se les vé inclinados á la imitacion. Son fuertes y notablemente activos, y brincan y hacen muecas sin cesar. Suben las escaleras saltando de cuatro en cuatro los peldaños, y tienen una propension invencible á encaramarse por los muebles y á trepar á los árboles. Esta última aficion recuerda la del propio género que se observa en casi todos los niños, y la inclinacion que muestran á juguetear los corderos y cabritos, animales primitivamente alpinos, subiéndose á las pequeñas prominencias del terreno que á su paso encuentran.

Reversion.—Gran número de casos aplicables á esta ley podrian haberse comprendido en el anterior apartado. Cuando una conformacion cesa en su desarrollo, pero continúa creciendo todavía hasta semejarse mucho á otra estructura correspondiente existente en algun miembro inferior y adulto del mismo grupo, podemos considerarla en cierto modo como un caso de reversion. Los miembros inferiores de un grupo nos suministran algunas indicaciones sobre la probable conformacion del antecesor común de este grupo, y no seria muy creible que una parte detenida en una de las fases de su desarrollo embrionario pudiese ser capaz de crecer hasta ejercer ulteriormente su funcion propia, si dicha parte no hubiese adquirido la facultad de aumentar, en algun estado de existencia inferior, en la cual era normal la conformacion excepcional ó paralizada. El cerebro sencillo de los microcéfalos, considerándolo en cuanto á su semejanza con el de un mono, puede, bajo este punto de vista, ser mirado como un caso de reversion. Otros hay que se enlazan más rigurosamente á los hechos de reversion de que aquí nos ocupamos. Ciertas conformaciones, que se advierten por lo regular en los miembros inferiores del grupo de que el hombre forma parte, aparecen ocasionalmente en este último, aunque faltan en el embrion humano normal, ó, si en él se encuentran, se desarrollan ulteriormente de una manera anormal, por más que este modo de evolucion sea precisamente el peculiar á los miembros inferiores del grupo. Los siguientes ejemplos harán comprender mejor estas observaciones.

En diversos mamiferos el útero pasa, poco á poco, de la forma de un órgano doble, con dos orificios distintos y dos conductos, estado que presenta en los marsupiales, al de un órgano único, no presentando otros indicios de duplicacion que un ligero repliegue interno, como en los monos superiores y en el hombre. Obsérvanse en los animales roedores, todas las séries de gradaciones entre estos dos estados extremos. En todos los mamíferos el útero se desarrolla partiendo de dos tubos primitivos simples, cuyas porciones inferiores forman dos cuernos, y segun el Dr. Farre «por la coalescencia de las extremidades inferiores de los dos cuernos se forma el cuerpo del útero humano, al paso que quedan separados en los animales que no presentan parte central. A medida que el útero se desarrolla, los dos cuernos se acortan y al fin desaparecen como si fueran absorbidos por él.» Los ángulos del útero se prolongan aun en forma de cuernos en los monos inferiores, y en sus afines los lemúridos.

No son tampoco muy raros en las mujeres los casos anómalos en que el útero adulto está provisto de cuernos, ó dividido parcialmente en dos órganos; y estos casos, segun Owen, repiten «ese grado de desarrollo concentrado,» que han alcanzado algunos roedores. Tal vez no hay en todo esto más que una simple cesacion de desarrollo embrionario, con crecimiento subsiguiente y evolucion funcional completa, porque cada uno de ambos lados del útero, parcialmente doble, es apto para servir al acto propio de la gestacion. En otros casos muy raros, hay formacion de dos cavidades uterinas distintas, con sus respectivos conductos y orificios especiales. No pasando por ninguna fase análoga el desarrollo ordinario del embrion, seria difícil, aunque no imposible, creer que cada uno de los dos pequeños tubos primitivos sencillos pudiera llegará formar, creciendo, dos úteros distintos (cada uno de ellos provisto de un orificio y un conducto con numerosos músculos, nervios, glándulas y vasos), si no hubiesen seguido anteriormente un curso de evolucion parecido, como lo presentan los marsupiales actuales. Nadie se atreveria á pretender que una conformacion tan perfecta como lo es el útero anormal doble de la mujer, pueda ser el producto de un simple azar. Y, por el contrario, el principio de reversion, en virtud del cual ciertas conformaciones adormecidas desde una época lejana son llamadas de nuevo á la vida, podria ser el que diera impulso al desarrollo completo del órgano, aun despues de un gran espacio de tiempo.

El profesor Canestrini deduce del caso precitado y de otros muchos análogos la misma conclusion que nosotros. Entre otros ejemplos, presenta el siguiente: el hombre tiene el hueso frontal formado de una sola pieza, pero en el embrion, el de los hombres como el de casi todos los mamíferos inferiores se compone de dos piezas separadas por una sutura visible. Esta persiste, en ciertas ocasiones, de una manera más ó ménos aparente, en el hombre adulto, más á menudo en los antiguos cráneos que en los recientes, y muy especialmente en los que pertenecen al tipo braquicéfalo, que Canestrini ha exhumado del terreno diluviano. Por este ejemplo, como por los que más adelante mencionaremos, parece que debemos ver la causa de la mayor afinidad que, en ciertos carácteres, presentan con los animales inferiores las antiguas razas, comparadas con las razas actuales, en el hecho de que estas últimas son, de todos los términos de la larga série de descendencias, las que más se alejan de los primeros antecesores semi-humanos.

Los dientes caninos del hombre son instrumentos de masticacion perfectamente eficaces. Pero, segun la observacion de Owen, su verdadero carácter de caninos «está indicado por la forma cónica de su corona, que termina en punta obtusa, es convexa en su exterior, y plana ó algo cónvoca en la cara interna que tiene en su base una ténue prominencia. Entre las razas Melanesias, y sobre todo en la Australiana, es donde se halla mejor representada la forma cónica. Los caninos están más profundamente implantados y con una raíz más fuerte que la de los incisivos. Sin embargo como el hombre no hace uso de los caninos á modo de arma especial para herir á sus enemigos ó á su presa, podemos considerarlos como rudimentarios, en lo que concierne á su funcion propia. En toda gran coleccion de cráneos humanos se pueden encontrar varios, segun dice Hackel, en los cuales los caninos exceden considerablemente del nivel de los otros dientes, aproximadamente como en los monos antropomorfos, aunque en menor grado. En estos casos se ha reservado un vacío detrás de cada canino de una mandíbula, para recibir la extremidad saliente del de la mandíbula opuesta. En un cráneo de cafre dibujado por Wagner se ve un intervalo de esta clase, notable por su extension. Si se tiene en consideracion el reducido número de cráneos antiguos que se ha podido examinar y comparar con los modernos, no deja de ser interesante el comprobar que en tres casos, á lo ménos, los caninos se adelantan mucho, siendo especialmente enormes en la mandíbula hallada en la Naulette.

Tan sólo los monos antropomorfos machos tienen los caninos completamente desarrollados; pero en el gorila hembra, y algo ménos en el orangután del mismo sexo, se destacan considerablemente de los demás dientes. El hecho que me han garantizado de que algunas veces tienen las mujeres los caninos muy salientes, no constituye, pues, ninguna séria objecion contra la idea de que su aumento ocasional en el hombre sea un caso de reversion hácia un antecesor semi-humano. El que al desecharla se burla de la idea de que la forma de sus dientes caninos, y su excesivo desarrollo en otros hombres, se debe á que sus primeros antecesores poseian estas armas formidables, al mostrar su ironía revela sin querer su propia línea de liliacion; porque, aunque no tenga intencion ni fuerza para hacer uso de sus dientes como armas ofensivas, al sonreirse irónicamente contrae involuntariamente ciertos músculos de su cara (snarling muscles, de sir C. Bell) descubriendo de este modo los dientes, prestos á la accion, como el perro que se prepara á reñir.

Encuéntranse ocasionalmente desarrollados en el hombre muchos músculos peculiares tambien á los cuadrumanos ó á otros mamíferos. El profesor Vlacovich ha encontrado, entre treinta hombres, diez y nueve que presentaban un músculo que ha calificado de isquio-pubiano; en tres, este músculo estaba representado por un ligamento; en los diez y ocho restantes no se notaban vestigios de semejante músculo. De treinta mujeres, tan sólo habia dos que tuvieran desarrollado este músculo en ambos lados, y tres, el ligamento rudimentario. Por lo tanto el músculo en cuestion parece ser más común en el sexo masculino que en el femenino, y puede explicarse su presencia, admitiendo el principio de la descendencia del hombre de alguna forma inferior, porque en cuantos animales ménos elevados en la escala zoológica se le ha observado, sirve exclusivamente al macho en el acto de la reproduccion.

M. J. Wood, en sus séries de eruditos trabajos, ha descrito minuciosamente al tratar del hombre, numerosas variaciones musculares parecidas á estructuras normales en los animales inferiores, y que, áun contando sólo los músculos que más semejanza ofrecen con los que regularmente existen en los cuadrumanos, son demasiado abundantes para que los podamos detallar aquí. Se han observado en un hombre, de constitucion robusta y cráneo bien conformado, hasta siete variaciones musculares, todas ellas representando fielmente músculos peculiares de muchos tipos de monos. Este hombre tenia, entre otros y á ambos lados del cuello, un verdadero y robusto elevador de la clavícula, tal como se ve en muchos monos, y que segun se afirma, sólo se encuentra en un hombre de cada sesenta. Las manos y brazos del hombre son conformaciones eminentemente características; pero sus músculos están sumamente sujetos á variar, semejando en sus variaciones á los músculos correspondientes de los animales inferiores. Estas semejanzas son, ó completas y perfectas, ó imperfectas, y en este último caso son manifiestamente de carácter transitorio. Ciertas variaciones son más comunes en el hombre y otras en la mujer, sin que podamos asignar la causa. M. Wood, despues de haber descrito muchos casos de esta clase, hace la siguiente observación: «Hay notables desviaciones del tipo ordinario de las conformaciones musculares que siguen direcciones que indican algun factor desconocido, y que convendria mucho saber para adquirir un conocimiento inteligible de la anatomía científica y general.»

Puede admitirse, como probable en alto grado, que este factor desconocido es la reversion á un antiguo estado de existencia. Es completamente imposible creer que el hombre pueda, por puro accidente, semejar anormalmente en siete de sus músculos, á algunos monos, sin mediar entre estos y el hombre alguna conexion genérica. Por otra parte, si el hombre desciende de algun tipo simio, no hay ninguna razon poderosa para que ciertos músculos no reaparezcan súbitamente despues de un intervalo de muchos millares de generaciones, del mismo modo que en los caballos, asnos y mulos se ven surgir bruscamente rayas de color oscuro sobre cierta parte de la piel, despues de un intervalo de generaciones, á centenares ó á millares. Estos diferentes casos de reversion están tan relacionados con los de los órganos rudimentarios citados en el primer capítulo, que hubiéramos podido incluirlos en el presente. Así un útero humano provisto de cuernos, puede considerarse como representando en un estado rudimentario el mismo órgano que se observa en muchos mamíferos. Hay algunas partes que siendo rudimentarias en el hombre, tales como el cóxis en ambos sexos, y las tetillas en el hombre, no faltan nunca; mientras que otras, como el orificio supra-condiloideo, sólo aparecen ocasionalmente, y por consiguiente se las habria podido incluir tambien entre las reversiones. Estas diferentes estructuras de reversion, así como las que son rigurosamente rudimentarias, revelan de una manera innegable la descendencia del hombre de una forma inferior.

Variaciones correlativas.—En el hombre, lo mismo que en los animales inferiores, muchas conformaciones parecen estar tan íntimamente enlazadas entre sí, que cuando una de ellas varía, otra hace lo propio sin que en la mayoría de los casos podamos indicar la causa. No sabemos decir cuál es la parte que predomina sobre la otra, ó si sobre las dos predomina alguna, desarrollada anteriormente. De este modo se encuentran enlazadas mútuamente diversas monstruosidades, conforme lo ha probado I. Geoffroy Saint-Hilaire. Las conformaciones homólogas están particularmente sujetas á variar simultáneamente; esto mismo es lo que observamos en los lados opuestos del cuerpo, y en las extremidades superiores é inferiores. Meckel notó hace mucho tiempo que cuando los músculos del brazo se desvian de su propio tipo, imitan casi siempre á los de la pierna, y viceversa. Los órganos de la vista y del oido, los dientes y los cabellos, el color de estos y de la piel, la tez y la constitucion, están siempre en mayor ó menor correlacion.

Además de las variaciones que se pueden incluir en las agrupaciones precedentes, queda excedente una gran clase, que por lo pronto se puede llamar espontánea, porque, ignorando su orígen, los casos que la componen parecen surgir sin causa aparente. Vése, sin embargo, que esta clase de variaciones, ya consistan en leves diferencias individuales, ya en desviaciones de estructura bruscas y considerables, dependen mucho más de la constitucion del organismo que de la naturaleza de las condiciones á que ha estado expuesto.

Límite de crecimiento.—Ha habido naciones civilizadas, en condiciones favorables, como los Estados Unidos, cuyo número de habitantes ha duplicado en veinte y cinco años; hecho que, segun un cálculo establecido por Euler, podria realizarse al cabo de algo más de doce años. Siguiendo esta proporcion, la actual poblacion de los Estados Unidos, que es de 30 millones, llegaria á ser, en 637 años, bastante numerosa para ocupar todo el globo, á razon de cuatro hombres por metro cuadrado de superficie. El obstáculo fundamental que limita el crecimiento contínuo de los hombres, es la dificultad de encontrar su subsistencia y vivir desahogadamente, en cuyo caso no se encuentran todavía los Estados Unidos, donde las subsistencias son abundantes, y el terreno extenso. Si estos medios se duplicasen en Inglaterra, duplicaria prontamente su poblacion. En las naciones civilizadas el primero de los dos obstáculos obra, sobre todo, reduciendo el número de matrimonios. La proporcion más elevada de la mortalidad de los niños de las clases menesterosas es tambien muy importante; como lo es igualmente la mortalidad que reina en todas las edades, y las diversas enfermedades que diezman los inquilinos de habitaciones miserables y malsanas. Los efectos de las epidemias y de las guerras quedan compensados pronto y con creces, en las naciones colocadas en condiciones favorables. La emigracion puede contribuir tambien á una suspension temporal, pero no ejerce ninguna influencia sensible en las más pobres.

Hay motivos para sospechar, segun Malthus, que la reproduccion es actualmente ménos activa en los países salvajes que en las naciones civilizadas. No sabemos nada positivo acerca de este punto, porque no es posible hacer censo alguno en aquellos países; pero resulta del testimonio unánime de los misioneros y otros que han residido mucho tiempo en dichos pueblos, que sus familias son ordinariamente poco numerosas, y las que lo son no abundan. Parece que, en parte, se puede explicar este hecho por la costumbre que tienen las mujeres de amamantar á sus hijos durante un larguísimo período; pero es probable que los salvajes que á menudo llevan una vida muy penosa, y no se procuran una alimentacion tan nutritiva como las razas civilizadas, sean realmente ménos prolíficos. He demostrado, en una obra precedente, que todos nuestros animales domésticos y todas nuestras plantas cultivadas son más fértiles que las especies correspondientes en el estado de naturaleza. No constituye una objecion grave á esta afirmacion el hecho de que los animales que reciben un exceso de alimento para ser cebados, ó que la mayoría de las plantas repentinamente transportadas de un terreno casi árido á uno muy fértil, sean más ó ménos estériles. Tal afirmacion me conduciria á suponer que los hombres que están, en cierto sentido, sometidos á una elevada domesticidad, serian más prolíficos que los salvajes. Es probable tambien que el aumento de fertilidad de las naciones civilizadas tenderia á ser un carácter hereditario, como en nuestros animales domésticos; sábese, por lo ménos, que, en las familias humanas, se observa una propension á la produccion de gemelos.

Aunque ménos prolíficos que los pueblos civilizados, los salvajes se acrecentarian sin duda rápidamente, si algun motivo poderoso no redujese su número. Los Santali, tribu que habitaba en las montanas de la India, han ofrecido recientemente un ejemplo de este hecho, porque, segun ha probado M. Hunter, han tenido un aumento extraordinario desde la introduccion de la vacuna, desde que han ido desapareciendo algunas epidemias, y desde que ha cesado totalmente la guerra. Sin embargo, este aumento hubiera sido imposible si sus individuos no se hubiesen diseminado por los alrededores de su país, para trabajar á salario. Los salvajes se casan frecuentemente, mas por lo regular no lo efectúan en la edad en que se adquiere la aptitud para ello. A menudo han de probar los jóvenes que pueden ganar la subsistencia para la mujer, y, por lo general, han de proporcionarse trabajando el dote necesario para comprarla á sus padres. La dificultad que tienen los salvajes para mantenerse limita á veces su número de una manera mucho más directa que en los pueblos civilizados, porque todas las tribus se hallan expuestas á sufrir hambres rigurosas, durante las cuales se ven precisadas á alimentarse miserablemente, quebrantando su salud. Obligados muchas veces á llevar una vida nómada, causa esta la muerte de numerosos niños, segun me han asegurado en Australia. Siendo las hambres periódicas, y dependiendo principalmente de las estaciones extremas, deben experimentar todas las tribus fluctuaciones en el número de pobladores. Estos no pueden aumentar de un modo regular y constante, toda vez que no poseen medio alguno para aumentar artificialmente la cantidad del alimento. Cuando á ello se ven impulsados por la necesidad, los salvajes invaden los territorios vecinos, de lo cual resulta una guerra con la tribu que los ocupa; aunque á decir verdad, dos tribus inmediatas siempre están en guerra. En sus tentativas para proporcionarse medios de subsistencia, hállanse expuestos á numerosos contratiempos en la tierra y en el agua; y, en algunos países, han de defenderse, no siempre con éxito, de los grandes animales dañinos. Ha llegado á suceder en la India que algunos distritos han quedado despoblados por los estragos cometidos por los tigres.

Malthus ha estudiado estas diversas causas de limitacion en el aumento de poblacion, pero no insiste bastante en una circunstancia tal vez la más importante de todas, en el infanticidio, y en las prácticas para producir el aborto. Estas últimas se observan actualmente en muchas partes del globo; y segus M' Lennan, el infanticidio parece haber predominado otras veces en bastante mayor escala. Quizás tengan tales crímenes su orígen en la dificultad, y aun en la imposibilidad, en que se encuentran los salvajes, de poder alimentar los hijos que nacen. A las causas precedentes de limitacion, puede añadirse tal vez la del desarreglo de conducta; pero estas últimas no resultan de una falta absoluta de medios de subsistencia, aunque hay motivos para suponer que, en algunos países (como el Japon), se haya estimulado intencionadamente el infanticidio con el objeto de mantener la poblacion en unos límites constantes.

Si dirigimos nuestras miradas á una época sumamente remota, antes que el hombre hubiese adquirido la dignidad de sér humano, veremos que debia entónces obrar más por instinto y ménos por razon que los salvajes actuales. Nuestros antecesores primitivos semi-humanos no practicarion el infanticio, ya que los instintos de los animales inferiores nunca llegan á tal estado de perversion que les impulsen á destruir su prole. Tampoco debian oponer al matrimonio precoz las trabas que dicta la prudencia, y los individuos de ambos sexos se enlazaban desde muy jóvenes. Los antecesores del hombre debieron aspirar, por consiguiente, á multiplicarse rápidamente, pero tropezarian con obstáculos de alguna clase periódicos ó constantes, que contribuyeran á reducir su número, con más rigor tal vez que entre los actuales salvajes. Hasta ahora desconocemos la naturaleza de estos obstáculos opuestos al desarrollo del hombre, como al de la mayor parte de los animales. Sabemos que el ganado caballar y el vacuno, que no es muy prolífico, han aumentado con asombrosa rapidez desde su introduccion en la América del Sud. El animal más lento en reproducirse, el elefante, poblaria el mundo entero en algunos millares de años. El acrecentamiento de diversas especies de monos debe estar limitado por alguna causa, pero no, como supone Brehm, por los ataques de las fieras. Nadie puede sostener que la fuerza reproductora actual del ganado de América haya crecido primeramente de una manera sensible, para disminuir más tarde, á medida que cada region se va poblando de un modo más completo. En este caso, como en los anteriores, es fácil haya habido un concurso de muchos obstáculos, diferentes segun las circunstancias; en el número de los más importantes deben incluirse probablemente las carestías periódicas de resultas de las estaciones desfavorables. Lo mismo ha debido ocurrir á los antecesores primitivos del hombre.

Seleccion natural.—Hemos visto ya que el hombre varía por el cuerpo y el espíritu, y que tales variaciones dependen directa ó indirectamente de las mismas causas generales y de las mismas leyes que rigen para los animales inferiores. Ampliamente diseminado el hombre por la superficie de la tierra, en sus incesantes emigraciones ha debido pasar por las más distintas condiciones. Los habitantes de la Tierra de Fuego, del cabo de Buena Esperanza y de la Tasmania, en uno de los hemisferios terrestres; y los de las regiones árticas en el otro, deben haber vivido en muchos climas, y modificado muchas veces sus costumbres, antes de establecerse en sus actuales países. Los primeros antecesores del hombre, como todos los demás animales, tendrian una gran propension á multiplicarse mucho más de lo que permitian sus medios de subsistencia; estarian expuestos ocasionalmente á una lucha por la existencia, y, por consiguiente, hallaríanse sujetos á la inflexible ley de la seleccion natural. De este modo se habrán conservado, accidental ó habitualmente, toda clase de variaciones ventajosas, y eliminado al propio tiempo las perjudiciales. No me refiero con esto á las marcadas desviaciones de conformacion que sólo aparecen á largos intervalos, sino tan sólo á las diferencias individuales. Sabemos, por ejemplo, que los músculos que ponen en movimiento nuestras manos y nuestros pies están sujetos, como los de los animales inferiores, á una gran variabilidad. Si los antecesores simios del hombre (habitantes de una region cualquiera, y aptos para cambiar sus condiciones) hubiesen estado divididos en dos grupos iguales, el grupo que contendria todos los individuos más aptos, por su organizacion motriz, para procurarse la subsistencia ó para defenderse, suministraria un promedio mayor de sobrevivientes, y produciria más descendientes, que el otro grupo ménos favorecido.

Aun es el estado más imperfecto en que exista actualmente, el hombre es la forma animal más preponderante que ha aparecido en la tierra. Se ha desparramado con mucha mayor profusion que otro tipo alguno de organizacion elevada; todos le han cedido el paso. A no dudarlo, el hombre debe esta inmensa superioridad á sus facultades intelectuales, á sus hábitos sociales que le conducen á ayudar y á defender á sus semejantes, y á su conformacion corporal. La suprema importancia de estos caracteres está probada por el resultado final de la lucha por la existencia. Por la fuerza de su inteligencia ha desarrollado el lenguaje articulado, que ha llegado á ser el agente principal de su sorprendente progreso. Ha inventado diversas armas, herramientas, lazos, etc. Ha construido balsas ó embarcaciones con las que ha podido dedicarse á la pesca, y pasar de una isla á otra vecina, más fértil. Ha descubierto el arte de encender fuego, y merced á él ha podido hacer comestibles y digeribles raíces duras y estoposas, logrando tambien cocer plantas, que, venenosas cuando crudas, han sido inofensivas cuando cocidas. El descubrimiento de aquel arte, el mayor tal vez despues del lenguaje, data de una época muy anterior á los primeros albores de la historia. Tan diversas invenciones, que hicieron al hombre preponderante aun en su estado más inferior, son el resultado directo de sus aptitudes para la observacion, la memoria, la curiosidad, la imaginacion, y el raciocinio.

El acto de disparar una piedra, con la precision con que lo hace un indígena de la Tierra de Fuego, sea para defenderse, sea para matar un ave, exige la perfeccion más consumada en la accion combinada de los músculos de la mano, del brazo y del hombre, y un sentido táctil bastante fino. Para despedir una piedra ó una lanza, como para otros muchos actos, el hombre debe afianzarse sobre sus piés, lo cual exige aun la coadaptacion perfecta de una porcion de músculos. Para tallar un pedernal, convirtiéndolo en la herramienta de ejecucion más grosera, ó para dar á un hueso la forma de un gancho ó de un anzuelo, se necesita una mano completa, porque, como ha hecho notar M. Schoolcraft, el arte de transformar fragmentos de piedra en cuchillos, lanzas, ó puntas de flecha, denota «una habilidad extremada y una larga práctica.» De ello tenemos una prueba en que los hombres primitivos practicaban la division del trabajo; no fabricaba cada individuo de por sí sus herramientas de pedernal ó su tosca vajilla, sino que parece que ciertos individuos se consagraban á esta clase de trabajos, recibiendo sin duda en cambio el producto de la caza. Los arqueólogos están convencidos de que ha debido trascurrir un gran período antes de que nuestros antecesores hayan pensado en desgastar la superficie de los pedernales, llenos de aristas, para hacer herramientas lisas. Un animal que se pareciese al hombre, provisto de una mano y un brazo bastante perfectos para arrojar con precision una piedra, ó para trasformar el pedernal en tosca herramienta, podria indudablemente con una práctica suficiente, realizar casi todo lo que un hombre civilizado es capaz de hacer, tan sólo en lo que concierne á la habilidad mecánica. Bajo este aspecto, puede compararse la conformacion de la mano á la de los órganos vocales, qué sirven en los monos para la emision de diversos gritos ó de cadencias musicales, como se observa en una especie de ellos; mientras en el hombre estos mismos órganos vocales se adaptan, por los efectos hereditarios del uso, á la expresion del lenguaje articulado.

Pasemos ahora á los animales mas afines al hombre, y, por lo tanto, á los mejores representantes de nuestros primitivos antecesores. Las manos de los cuadrumanos están conformadas para diversos usos con arreglo al mismo modelo general que las nuestras, aunque las de aquellos están dispuestas con ménos perfeccion. Sus manos no les sirven tan bien para la locomocion como las patas al perro; así se observa que los monos andan apoyándose sobre los bordes extremos de la palma de la mano, ó sobre el reverso de sus dedos doblados; como el orangután y el chimpanzé. En cambio son sumamente apropósito para trepar á los árboles. Los monos cogen, como nosotros, ramas delgadas ó cuerdas, entre el pulgar por una parte, y los dedos y la palma por otra, pudiendo llevar á sus labios objetos bastante grandes, como, por ejemplo, una botella. Los babuinos arrancan raíces con sus manos. Cogen, oponiendo el pulgar á los demás dedos, avellanas, insectos y otros objetos pequeños, y sacan así los huevos y los polluelos de los nidos. Los monos americanos magullan las naranjas silvestres golpeándolas sobre una rama, hasta que, hendida la piel, la pueden arrancar con sus dientes. Otros monos abren con los dos pulgares, las conchas de las almejas. Se extraen las espinas que se les clavan en el cuerpo, y se buscan mútuamente sus parásitos. Cuando viven en libertad, rompen los frutos de cáscara fuerte golpeándolos con guijarros. Hacen rodar las piedras ó las arrojan á sus enemigos; sin embargo, ejecutan todos estos actos con mucha torpeza, y ni siquiera son capaces de tirar una piedra con acierto.

Dista mucho de ser verdad, á mi modo de ver, el que si los monos cogen torpemente los objetos, «un órgano de prension ménos detallado les hubiera prestado los mismos servicios que sus manos actuales,» como dice Owen. Por el contrario, no veo ninguna razon para dudar que una mano más perfectamente organizada les hubiera sido ventajosa, á condicion de que no por esto dejase de ser propia para trepar por los árboles. Podemos suponer que una mano perfecta les hubiera convenido ménos para este género de vida, porque los monos que permanecen más en los árboles, como el Atele en América y el Hilobato en Asia, tienen, ó los pulgares muy pequeños y hasta rudimentarios, ó los dedos adheridos parcialmente entre sí, de manera que sus manos quedan convertidas en ganchos de prension.

No bien llegara algun antiguo miembro de la gran série de los Primatos (ó por un cambio en el modo de procurarse la subsistencia, ó en las condiciones del país habitado) á vivir ménos sobre los árboles y más en el suelo, su modo de andar habrá debido modificarse, pasando á ser, ó más completamente cuadrúpedo, ó bípedo. Los Cinocéfalos viven con preferencia en las regiones accidentadas y peñascosas, y sólo por necesidad trepan á los altos árboles; casi han adquirido el modo de andar del perro. Sólo el hombre ha pasado á ser bípedo, y creo que podemos ver, en parte, cómo ha adquirido su actitud vertical, que constituye una de las más notables diferencias entre él y los animales que más se le parecen. No hubiera alcanzado nunca el hombre su posicion dominante en el mundo sin el uso de sus manos, instrumentos tan admirablemente adecuados para obedecer su voluntad. Sir C. Bell ha insistido en el hecho de que «la mano suple todos los instrumentos, y por su correspondencia íntima con la inteligencia, le ha asegurado la dominacion universal.» Pero jamás hubieran conseguido las manos y los brazos ser órganos bastante perfectos para fabricar armas y arrojar piedras y lanzas con tino, mientras hubiesen continuado sirviendo solamente para la locomocion del cuerpo, y para soportar su peso, ó mientras estuviesen sólo particularmente dispuestas, como hemos visto, para permitirle vivir en los árboles. Por otra parte, un servicio tan rudo habria embotado el sentido del tacto, del que dependen esencialmente los usos delicados á que están apropiados los dedos. Estas solas causas bastarian para que la posicion bípeda fuese útil al hombre, pero hay todavía muchas acciones que exigen la libertad de ambos brazos y de la parte superior del cuerpo, el cual para este objeto debe poder descansar con firmeza sobre los piés. Para conseguir este resultado tan ventajoso, los piés han pasado á ser planos y el pulgar se ha modificado particularmente, aunque á costa de la pérdida de toda aptitud para la prension. Esto concuerda con el principio de la division del trabajo fisiológico que prevalece en el reino animal, y conforme á la cual mientras las manos se han perfeccionado para la prension, los piés se han perfeccionado á su vez para la sustentacion y la locomocion. Sin embargo, en algunos salvajes, el pié no ha perdido enteramente su fuerza, como lo demuestra su manera de trepar á los árboles y otras acciones.

Si es ventajoso para el hombre el tener libres las manos y los brazos, y el poderse sostener firme sobre sus piés (y su éxito predominante en la lucha por la vida no permite dudar de ello), no veo ninguna razon para que no haya sido igualmente ventajoso á sus antecesores el erguirse siempre más, y el convertirse en bípedos. De este modo podian defenderse mejor con piedras ó mazas, ó atacar su presa, ó procurarse de otro modo su alimento. Los individuos mis bien formados son los que andando el tiempo habrán triunfado mejor, y sobrevivido en mayor número. Si el gorila y algunas especies afines se hubiesen extinguido, podria oponerse á nuestras afirmaciones el argumento, bastante sólido y verdadero en la apariencia, de que un animal no podia haber pasado gradualmente del estado de cuadrúpedo al de bípedo; porque todos los individuos que se encontrasen en el estado intermedio, habrian estado muy mal apropiados para toda clase de locomocion. Pero sabemos (y esto merece reflexionarse) que existen hoy muchas especies de monos que se hallan en estas condiciones intermedias, sin que se pueda negar que, en su conjunto, están bien adaptadas á las circunstancias de su vida. Así los gorilas corren de una manera oblicua y torpe, pero más habitualmente andan apoyándose en sus dedos doblados. Los monos de largos brazos se sirven de ellos, en ciertas ocasiones, como de muletas, y balanceándose al apoyarse en ellos se echan hácia adelante; algunos Hilobatos pueden marchar ó correr en pié, con bastante velocidad, sin que nadie los haya enseñado; con todo, sus movimientos son pesados y no tienen el aplomo y la seguridad de los del hombre. En resúmen, encontramos diversas gradaciones en los monos que hoy existen, entre el modo de progresion que es estrictamente del cuadrúpedo, y el del bípedo ó del hombre.

A medida que los antecesores del hombre se han ido irguiendo más y más, y modificando á la par manos y brazos para la prension y otros usos, y piés y piernas para la sustentacion y marcha, han llegado á ser necesarias una multitud de otras modificaciones de conformacion. La pélvis se ha debido ensanchar; la espina dorsal enderezarse de una manera especial; la cabeza tomar otra posicion: cambios todos que se han efectuado en el hombre. El profesor Schaaffausen admite que «las enormes apófisis mastóideas del cráneo humano son un resultado de su actitud vertical;» faltan, en efecto, por completo en el orangutan, el chimpanzé, etc., y son más pequeñas en el gorila que en el hombre. Podríamos indicar tambien otras diversas conformaciones que al parecer están en conexion con la actitud vertical del hombre. Es difícil decidir hasta qué punto son todas estas modificaciones relativas el resultado de una seleccion natural, ó cuáles pueden haberlo sido de los efectos hereditarios del aumento de uso de algunas partes, ó de la accion recíproca que ejercen unas sobre otras. No es dudoso que estas causas de cambios obren y reaccionen entre sí; cuando ciertos músculos, y las aristas huesosas á que están unidos, se desarrollan por el uso habitual, se vé en ello una prueba de que desempeñan una parte útil, que favorece á los individuos en los que más aumentan, los cuales propenderian á sobrevivir en mayor número.

El uso libre de brazos y manos, en parte causa y en parte efecto de la posicion vertical del hombre, parece haber ocasionado indirectamente otras modificaciones de estructura. Los antecesores primitivos masculinos del hombre estaban probablemente, como hemos visto, provistos de fuertes caninos; pero habiéndose acostumbrado poco á poco á servirse de piedras, mazas ú otras armas para combatir á sus enemigos, debieron dejar de valerse, para tal uso, de sus mandíbulas y dientes, resultando de aquí la disminucion del tamaño de unas y otros, como nos lo prueba una porcion de hechos análogos.

Según afirman Rüttmeyer y otros, los efectos que el gran desarrollo de los músculos de las mandíbulas ha producido en el cráneo de los machos de los monos antropomorfos adultos, hacen precisamente que aquel difiera tan considerablemente del del hombre, prestando al mono la innoble fisonomía que lo caracteriza. Por consiguiente, habiéndose reducido por grados las mandíbulas y los dientes en los antecesores del hombre, su cráneo adulto debió presentar aproximadamente los mismos caracteres que posee en los monos antropomorfos de pocos años, llegando de este modo á parecerse mucho más al del hombre existente. Una gran reduccion de los dientes caninos de los machos habrá afectado sin duda por herencia á los de las hembras.

Indudablemente el cerebro debe haber aumentado su volúmen, á medida que se han desarrollado por grados las diversas facultades mentales. Nadie duda, á lo que imagino, de que en el hombre el mayor tamaño del cerebro, relativamente al cuerpo, comparado con el que presenta en el gorila ó el orangutan, no se enlace íntimamente con sus cualidades mentales superiores. Hechos análogos encontramos en los insectos, entre los cuales las hormigas presentan ganglios cerebrales de una dimension extraordinaria, y son en todos los himenópteros mucho más grandes que en los órdenes ménos inteligentes, como los coleópteros. Por otra parte nadie supondrá que la inteligencia de dos animales, ó de dos hombres dados, pueda ser exactamente juzgada por la capacidad de su cráneo. Es cierto que una pequeñísima masa absoluta de sustancia nerviosa puede desarrollar una gran actividad; porque los instintos tan maravillosamente variados, las aptitudes mentales y las afecciones de las hormigas, de que todos hemos sido testigos, tienen su asiento en ganglios cerebrales que no llegan al tamaño de una cuarta parte de la cabeza de un pequeño alfiler. Bajo este último punto de vista, el cerebro de una hormiga es uno de los más admirables y sorprendentes átomos de materia que podamos imaginar, tal vez más aun que el mismo cerebro humano.

La opinion de que existe en el hombre alguna relacion íntima entre el tamaño del cerebro y el desarrollo de las facultades mentales, se fortalece por la comparacion de cráneos de razas salvajes y civilizadas, de los pueblos antiguos y modernos, y por la anología que existe en toda la série de los vertebrados. El doctor J. Bernard Davis ha probado con numerosas medidas exactas que el promedio de la capacidad interna del cerebro era de 92,3 pulgadas cúbicas en los Europeos; 87,5 en los Americanos; 87,1 en los Asiáticos; y sólo de 81,9 en los indígenas de Oceanía. Broca ha averiguado que los cráneos de los cementerios de París del presente siglo eran de mayor tamaño que los de las sepulturas del siglo xii, en la relacion de 1,484 á 1,426; y Prichard dice estar convencido de que los actuales habitantes de Inglaterra tienen la capacidad del cráneo más espaciosa que los antiguos. Es preciso admitir, empero, que algunos cráneos muy antiguos, como el de Neanderthal, son muy grandes y desarrollados. En cuanto á los animales inferiores, comparando M. E. Lartet los cráneos de mamíferos de la época terciaria, con los de los mamíferos actuales, pertenecientes á los mismos grupos, ha llegado á la notable conclusion de que en las formas modernas el cerebro es generalmente mayor, y sus circunvoluciones más complejas. He demostrado, en otra obra, que el cerebro del conejo doméstico ha disminuido de tamaño comparado con el del conejo silvestre ó de la liebre; lo cual puede atribuirse á que, viviendo los conejos en cautividad durante numerosas generaciones, han ejercitado muy poco su inteligencia, instintos, sentidos y movimientos voluntarios.

El peso y el volúmen crecientes del cerebro y del cráneo en el hombre, han debido influir en el desarrollo de la columna vertebral que los soporta, sobre lodo mientras la cabeza tendia á erguirse. En este cambio de posicion, la posicion interna del cerebro habrá influido tambien en la forma del cráneo, la cual, como lo prueban muchos hechos, se resiente fácilmente á causa de semejantes acciones. Los etnologistas admiten que hasta la clase de cuna en que descansa el niño puede dar lugar á que dicha forma se modifique. Espasmos musculares habituales, y una cicatriz que habia resultado de una fuerte quemadura, modificaron, en cierta ocasion, de una manera permanente los huesos de la cara. Se ha dado en algunos jóvenes el caso de que, habiéndose quedado con la cabeza inclinada á un lado ó hacia atrás á consecuencia de alguna enfermedad, tambien cambiara de posicion uno de sus ojos y sufrieran modificaciones los huesos del cráneo, cambios que parecen resultar de una presion ejercida por el cerebro a! seguir una nueva direccion.

Estos y otros hechos nos hacen comprender, hasta cierto punto, cómo han podido adquirirse las grandes dimensiones y la forma más ó ménos redonda del cráneo, constituyendo los caracteres que tan eminentemente distinguen al hombre de los animales inferiores.

Otra diferencia notable consiste en la desnudez de su piel. Las ballenas y delfines (Cetáceos) y el hipopótamo la tienen igualmente; esto puede serles útil en el medio acuático en que están destinados á moverse, sin perjudidicarles por la pérdida de calor, ya que las especies que habitan las regiones frias están protegidas por un espeso forro de grasa, que desempeña el mismo objeto que la piel cubierta de pelo de las focas y de las nútrias. Los elefantes y los rinocerontes están casi desprovistos de pelo, y como ciertas especies extinguidas que en otras épocas vivian en un clima ártico, estaban entonces cubiertas de una lana, pareceria que las especies actuales de los dos géneros han perdido su espeso pelaje bajo la influencia del calor. Esto parece tanto más probable cuanto que los elefantes que, en la India, habitan distritos elevados y frescos son más vellosos que los de los terrenos más bajos. ¿Podemos inferir de este hecho que el hombre haya perdido su revestimiento piloso, á consecuencia de haber habitado primitivamente un país tropical? La circunstancia de conservarse el pelo en el sexo masculino, principalmente en la cara y en el pecho, y en ambos sexos en las conjunciones de los cuatro miembros con el tronco, vendria á apoyar esta afirmacion, admitiendo que el hombre perdiera el pelo antes de haber adquirido la posicion vertical; porque precisamente las partes que han conservado más pelo, son las que entonces estarian más resguardadas del Sol. La parte superior de la cabeza presenta, sin embargo, una curiosa excepcion, ya que en todos tiempos debe haber sido una de las partes más expuestas, y, á pesar de ello, está cubierta de una espesa capa de cabellos. Bajo este aspecto, el hombre se parece con la gran mayoría de los cuadrúpedos, que tienen generalmente su superficie exterior y expuesta al aire ambiente más espesa que la inferior. El hecho de que los otros miembros del órden de los Primatos, á que pertenece el hombre, aunque habitando diversas regiones tórridas, están muy cubiertos de pelos, sobre todo en la parte exterior, contradice abiertamente la hipótesis de que el hombre haya perdido la vellosidad general por la accion del Sol. Por lo tanto, en vista de estos hechos estoy dispuesto á creer que, conforme veremos á propósito de la seleccion sexual, el hombre, ó mejor, la mujer primitiva, ha debido privarse de sus pelos por deseo de adornarse; suponiéndolo así no tendria entonces nada de particular que el hombre difiriese tan considerablemente por su estado general de vellosidad de todos los animales inferiores, ya que los caracteres adquiridos por seleccion sexual divergen á menudo sobremanera en formas extremadamente unidas.

Según una opinion popular, la falta de cola es una circunstancia que distingue al hombre en grado eminente; pero no lo caracteriza especialmente, ya que el mismo órgano falta en los monos que por su conformacion se acercan más al tipo humano. No se ha tratado de dar, al ménos que yo sepa, ninguna explicacion de la carencia de cola en algunos monos y en el hombre, cosa que, por otra parte, no tiene nada de extraña, porque este órgano puede presentar diferencias extraordinarias de extension, en las diversas especies del mismo género. En algunas especies de Macacos, por ejemplo, la cola es más larga que el cuerpo entero, y comprende veinte y cuatro vértebras; en otras está reducida á un trozo, apenas visible, compuesto de tres ó cuatro vértebras. De veinte y cinco vértebras se compone la cola de algunas especies de Babuinos, mientras que la del Mandril no tiene sino diez, y aun pequeñas y raquíticas, ó, segun Cuvier, solamente cinco. Esta gran diversidad en la conformacion y la longitud de la cola en animales del mismo género é iguales costumbres, prueba casi que este órgano no tiene para ellos una gran importancia; de lo cual deberíamos deducir que, en alguna ocasion, llegaria á ser más ó ménos rudimentaria, conforme lo observamos contínuamente á propósito de otras conformaciones. La cola, sea larga ó corta, se adelgaza hácia la punta, lo que, segun presumo, resulta de la atrofía, por falta de uso, de los músculos terminales, con sus arterias y nervios, ocasionando tambien la de los huesos. En lo que concierne á la region coxígea (que, en el hombre y los monos superiores, se compone evidentemente de algunos segmentos reducidos de la base de una cola ordinaria) se ha preguntado algunas veces cómo se habia podido hallar tan completamente hundida en el cuerpo. La respuesta no es difícil, dado que en muchos monos los segmentos de la base de la verdadera cola se hallan escondidos de un modo análogo. M. Murie me informa de que en el esqueleto de un Macacus inonrnatus no adulto, ha contado nueve ó diez vértebras caudales que no tenian juntas más que 45 milímetros de longitud, las tres primeras de las cuales parecian estar hundidas y las demás formaban la parte libre de la cola que solo tenia 25 milímetros de largo, y la mitad de espesor. Aquí las tres vértebras caudales hundidas corresponden claramente á las cuatro vértebras disimuladas por una soldadura completa, que componen el coxis en la raza humana.

He tratado de demostrar que, segun toda probabilidad, se han obtenido algunos de los caracteres más distintivos del hombre, ó directamente, ó más á menudo de una manera indirecta, por seleccion natural. No olvidemos que no se han podido adquirir de este modo las modificaciones de estructura ó de constitucion que no prestan ningun servicio á un organismo, adaptándolo á su modo de vivir, á los alimentos que consume, ó pasivamente á sus condiciones ambientes. A pesar de esto no podemos decidir con mucha seguridad cuales son las modificaciones que puedan ser ventajosas á cada organismo, porque aun nos falta mucho para conocer el empleo de numerosas partes, y la naturaleza de los cambios que deben experimentar la sangre y los tejidos para adaptar un sér á un nuevo clima, ó á una alimentacion diferente. También debemos tener en cuenta el principio de la correlacion que enlaza entre sí tantas extrañas desviaciones de estructura, como lo ha probado I. Geoffroy respecto al hombre. Prescindiendo de la correlacion, un cambio en una parte puede causar en otras partes modificaciones del todo inesperadas, debidas á un aumento ó disminucion de uso. Conviene al propio tiempo reflexionar acerca de los hechos relativos al maravilloso crecimiento de las agallas, producidas en las plantas por la picadura de un insecto; acerca de los notables cambios de color causados en los loros al darles por alimento ciertos pescados; ó inoculándoles el veneno de ciertos sapos; hechos todos que prueban que los flúidos del sistema, alterados con un fin especial, pueden suscitar otros cambios extraños. Sobre todo, debemos tener siempre presente que ciertas modificaciones adquiridas, y utilizadas continuamente para algun uso provechoso en los tiempos pasados, han debido pasar á ser muy fijas, y continuar heredándose mucho tiempo.

Veo actualmente que es muy probable que todos los séres organizados incluso el hombre, presenten muchas modificaciones de estructura que ni les son de ninguna utilidad presente, ni les han sido útiles en lo pasado. Ignoramos lo que produce estas innumerables y pequeñas diferencias, que existen entre los individuos de cada especie, porque si las tenemos por efectos de reversion, no hacemos más que retraer el problema; por otra parte, cada particularidad ha debido tener su causa propia. Si estas causas, sean cuales fueren, obrasen más uniforme y enérgicamente durante un largo período (y no hay ninguna razon para que haya dejado de ser así muchas veces), darian por resultado probable algo más que simples y ligeras diferencias individuales: serian más bien modificaciones constantes y muy pronunciadas. No siendo en modo alguno ventajosas las modificaciones, tampoco pueden haber sido mantenidas uniformes por seleccion natural, ya que esta tiende á eliminar las que son perjudiciales. A pesar de todo, la uniformidad de carácter podria resultar de la que se supone en sus causas determinantes, y ser efecto tambien del libre cruzamiento de muchos individuos. De esta manera el mismo organismo podria adquirir, durante períodos consecutivos, sucesivas modificaciones, que se trasmitirian casi uniformemente mientras subsistiesen las mismas causas influyentes y el cruzamiento libre. En cuanto á lo que concierne á las causas determinantes, sólo podemos decir á propósito de las variaciones espontáneas, que se enlazan más íntimamente á la constitucion del organismo variante, que á la naturaleza de las condiciones á que se encuentra sometido.

Conclusiones.—Hemos visto en este capítulo, que estando el hombre actual sujeto como cualquier otro animal á diferencias individuales multiformes, ó variaciones ligeras, lo habrán estado tambien sin duda sus primitivos antecesores, ya que, entonces como ahora, derivan de las mismas causas y se rigen por las mismas leyes generales y complexas. Propendiendo todos los animales á multiplicarse con más rapidez que sus medios de subsistencia, lo mismo habrá sucedido á los antepasados del hombre, lo que inevitablemente les habrá obligado á una lucha por la existencia, y á la seleccion natural. Esta última habrá sido considerablemente ayudada en su accion por los efectos hereditarios de los órganos desarrollados por aumento de uso; ya que ambos fenómenos influyen constantemente uno sobre otro. Parece tambien que el hombre ha adquirido muchos caracteres insignificantes por seleccion sexual. Otra clase de cambio, no explicado, y tal vez bastante importante, debe atribuirse á la accion uniforme de estas influencias desconocidas, que, ocasionalmente, ocasionan en nuestros productos domésticos las desviaciones bruscas y pronunciadas de conformacion, de que presentan algunos ejemplos.

A juzgar por las costumbres de los salvajes y de la mayor parte de los cuadrumanos, los hombres primitivos, antecesores nuestros simio-humanos, vivian probablemente en sociedad. En los animales rigurosamente sociables, la seleccion natural obra algunas veces indirectamente en el individuo, no conservando sino las variaciones que son útiles á la comunidad. Una asociacion que comprenda gran número de individuos bien dolados, triunfa de aquellas cuyos miembros no están tan favorecidos, por más que cada uno de los individuos que componen la primera no presente tal vez ninguna superioridad sobre los demás miembros de la misma comunidad. Así han adquirido muchas conformaciones sorprendentes los insectos sociables, que prestan escasos ó nulos servicios al individuo ó á su prole, tales como el aparato colector del pólen, el aguijon de la abeja obrera, y las fuertes mandíbulas de la hormiga-soldado. Ignoro si alguna conformacion ha sido modificada únicamente para el bien de la comunidad en los animales sociables superiores, por más que haya algunas que parecen prestarla servicios secundarios. Por ejemplo, los cuernos de los rumiantes, y los fuertes caninos de los babuinos, parecen haber sido adquiridos por los machos á guisa de armas para la lucha sexual, pero sirven tambien para la defensa de la manada. Como veremos en el capítulo siguiente, el caso difiere completamente en lo que concierne á ciertas facultades mentales; porque estas han sido principal y casi exclusivamente adquiridas en ventaja de la comunidad, y sólo es indirecto el beneficio que al propio tiempo sacan de ellas los individuos que la componen.

A menudo se ha objetado á las ideas que acabamos de exponer, que siendo el hombre uno de los séres más débiles y el ménos apto para defenderse, de cuantos existen en la naturaleza, debia ser aun más débil y ménos apto cuando, en sus condiciones anteriores, se encontraba en un estado de menor desarrollo. El duque de Argyll, por ejemplo, afirma que «la conformacion humana ha diferido de la del bruto, por ser la postracion física y la impotencia mayores en el hombre que en el animal; divergencia que, entre todas las demás, no puede atribuirse á la simple seleccion natural.» Este escritor invoca el estado de desnudez y sin defensa del cuerpo; la falta de grandes dientes ó garras adecuadas á este uso, la escasa fuerza que tiene el hombre, su poca rapidez en las carreras, la insuficiencia de su olfato para hallar su alimento ó evitar el peligro. Podria añadir además á estas imperfecciones, la pérdida más grave de su aptitud para trepar á los árboles, al huir de sus enemigos. Al considerar que los habitantes de la Tierra de Fuego pueden subsistir sin vestidos en su horrible clima, no creemos que la pérdida de vello haya sido tan perjudicial para el hombre primitivo, que habitaba un país cálido. Cuando comparamos al hombre sin defensa con los monos, muchos de los cuales están provistos de formidables dientes caninos, recordamos que sólo en los monos machos estos dientes alcanzan desarrollo completo, y les sirven esencialmente para luchar contra sus rivales; las hembras, que no los tienen tan desarrollados, no por esto dejan de subsistir.

Respecto á su fuerza y estatura no sabemos si el hombre desciende de alguna especie comparativamente pequeña, como el chimpanzé, ó de una tan vigorosa como el gorila; por lo tanto no podemos decir si el hombre ha pasado á ser más grande y más fuerte, ó más pequeño y más débil, que no lo eran sus antecesorores. Sin embargo, debemos calcular que un animal de gran talla, dotado de fuerza y de ferocidad, y pudiendo, como el gorila, defenderse de todos los enemigos, probable, aunque no necesariamente, no llegaria á ser sociable: en tal caso, esto hubiera constituido un obstáculo inmenso para que el hombre adquiriese sus cualidades mentales de elevado órden, tales como la simpatía y el afecto para con sus semejantes. Considerándolo de esta manera, habria sido ventajoso para el hombre deber su orígen á un sér comparativamente más débil.

La poca fuerza corporal del hombre, su escasa velocidad en la locomocion, su carencia de armas naturales, etc., están compensadas con exceso; primero: por sus fuerzas intelectuales, que le han permitido, aun en su estado salvaje, fabricar armas, herramientas, etc., y, segundo: por sus aptitudes sociales que le han impulsado á ayudar á sus semejantes, y á recibir, en pago, ayuda de ellos. No hay país en el mundo en que más abunden las fieras, que el Africa meridional; ninguna region en que las privaciones de la vida igualen á las de las regiones árticas; y, con todo esto, una de las razas más mezquinas y ruines, la de los Bosjimanes, se mantiene en el Africa del Sud, de la misma manera que los Esquimales subsisten en las regiones polares. Los primeros antecesores del hombre eran sin duda inferiores, por la inteligencia y probablemente por sus disposiciones sociales, á los salvajes más desgraciados que existan actualmente; pero es perfectamente concebible que pueden haber existido y hasta prosperado, si al propio tiempo que perdian por una parte lentamente su fuerza brutal y sus aptitudes salvajes, ganaban, por otra, en inteligencia. Pero aun concediendo que los antecesores del hombre hayan estado más desprovistos de recursos y de medios de defensa que los salvajes modernos, no se habrian hallado expuestos á ningun peligro particular si hubiesen habitado algun continente cálido, ó alguna grande isla, como la Australia, la Nueva Guinea ó Borneo (el orangután habita aun en esta última región). Sobre una superficie tan considerable como la de una de estas islas, la competencia entre las tribus habria bastado en condiciones favorables para elevar al hombre (por la ley de sobrevivir los más aptos, combinada con la de los efectos hereditarios del hábito) á la culminante posicion que ocupa actualmente en la escala de la organizacion.