El pesimista corregido: 09

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El pesimista corregido de Santiago Ramón y Cajal
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Pero entiende bien...: piedad a priori, sentida cuando surgió en la mente divina la idea de ordenar la materia y de distribuir la energía, creando los altos potenciales de soles y nebulosas. Porque +l no retoca su obra como el pintor su cuadro. En el principio, el sublime Artista dispuso la tela y los colores, animó los pinceles y dejó que el cuadro mágico del Universo se dibujara por sí solo. Y del color negro, esto es, del dolor, puso la cantidad estrictamente precisa para estimular el pensamiento y la acción y contrapesar y hacer codiciable el placer. Y en tanto que la excelsa obra se acaba y surgen del caos del lienzo el maravilloso edén (que vuestras cándidas biblias pusieron en el principio del mundo) y los seres supraespirituales y alados destinados a gozarlo y comprenderlo, el augusto Pintor cifra sus glorias en contemplar cómo cada nueva forma aparecida en el fondo de la inacabable tela confirma las previsiones de la soberana Inteligencia.

-Pero ¿y las bacterias? repito.

-Esas bacterias tan abominadas por ti desempeñan trascendental misión en la economía de la Naturaleza. Ellas hacen desaparecer los despojos de plantas y animales, devolviendo al ambiente el lote de oxígeno, carbono y nitrógeno secuestrado por la materia orgánica. Merced a su capacidad para vegetar en los organismos débiles y degenerados, corrigen la disonancia, imperfección o incongruencia de las formas superiores y evitan, por ende, que la evolución animal se pierda en la degradación y en la impotencia. Invisibles son los microbios; mas no por perfidia, según irreverentemente imaginas, sino por caridad. Llena de bondad hacia el hombre, la Suprema previsión les hizo extremadamente diminutos, a fin de que la presencia de tan severos ejecutores de la divina Justicia no turbara vuestra razón, agriara vuestros placeres y engendrara el tedio a la existencia. Cierto que la ciencia, rebelándose, al parecer, contra el destino, ha inventado el microscopio, con la mira de sorprender tan minúsculos enemigos (y esto representa ya un fruto intelectual del microbio). Mal haríais, sin embargo, en vanagloriaros de tan grosero instrumento. Juguete harto imperfecto todavía, a su capacidad resolutiva escapan millones de vidas infinitesimales, ultramicroscópicas: las bacterias de las bacterias; el impalpable polvo de miriadas vitales disperso en el aire, el agua y las tierras; las imperceptibles colonias intracelulares, especie de federaciones simbióticas, que ahora solamente comienzan a alborear, a título de arriesgadísimas conjeturas, en la mente de algunos sabios audaces. Algún día os será lícito quizá rastrear la morfología y costumbres de tan diminutas y ultramicroscópicas organizaciones confinantes con la nada y muy distantes aún de las más groseras construcciones moleculares. Mas para ello os será fuerza abandonar los sencillos principios de la óptica amplificante fundados sobre el fenómeno banal de la refracción de las ondas luminosas visibles (oscilaciones bastas sobre las cuales sólo ejercen influencia partículas superiores a unas décimas de micra ), y recurrir a radiaciones invisibles, infinitamente delicadas y todavía ignotas, de la materia imponderable. Y así y todo, la ciencia no podrá agotar los dominios de la vida. Lo invisible, infinitamente más importante que lo visible, os envolverá siempre, y cada edad tendrá sus enemigos inaccesibles, porque el alazán del progreso sólo galopa espoleado por el calcañar de la muerte.