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El rizo robado (1851)/Biografía de Pope

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
RESUMEN DE LA VIDA
DE
ALEJANDRO POPE


El célebre Johnson, que escribió las vidas de los poetas ingleses, incluyó en ellas la de Alejandro Pope. Esta obra clásica en la literatura inglesa contiene el exámen crítico de las producciones de cada poeta con todas sus bellezas y defectos; por manera que el joven lector se halla con un curso de poesia practica, que vale mas que todas las reglas de Aristóteles y otros secos y estériles preceptistas. Este breve resumen no es compatible con obra tan larga y que necesita otro operario de mas fuerzas; pero creo llenar mi objeto si logro excitar la curiosidad de los aficionados al idioma inglés, á fin de que se persuadan de las ventajas que sacarian del estudio de los poetas de aquella nacion, contra la cual heredamos con sus rivales los franceses una antipatía y aversion, que al fin es preciso se desvanezcan, como entre nuestros vecinos que han pasado al extremo opuesto de ser Anglomanos.

Alejandro Pope nació en Londres el 2 de Mayo de 1688. Como otros muchos grandes hombres fué el arquitecto de su propia fortuna: era su abuelo paterno un clérigo protestante, descendiente del marques de Goine. Su madre, hija de Mr. Turrier de Yorck, un caballero de importancia en su tiempo, por que tres de sus hijos estuvieron en el servicio de Carlos 1°, y el primero murió en el campo de batalla en el ejército; el segundo tambien en el ejército; y el tercero á la muerte del rey sirvió en España en la clase de oficial general. Su padre, aunque noble, siguió el comercio. Esta familia católica y realista abrazó el partido de su padre, quien realizó su fortuna y vivió en el campo despues de la caida de los Estuardos, consumiendo su capital. Así fué, que á su muerte nada ó casi nada pudieron recoger sus hijos. La educacion de Pope fué esmerada y fina; aprendió latin y griego desde sus primeros años con buen método y aprovechamiento; desde su niñez hizo versos, y él mismo asegura no recordar tiempo alguno en que no los hiciera, y no se ocupase de la poesia con el mayor placer. Su padre alentaba esta feliz inclinacion en sus primeros ensayos. Dryden era su ídolo desde su primera juventud; y ya visitaba á aquel poeta reteniendo sus dichos, y observando sus gestos en un café, donde concurria aquel; y el autor de la oda de Santa Cecilia era un admirador del jóven Pope, y aun anunciaba el esplendor de su mérito, y que habia de sentarse junto al trono de su gloria.

A los diez y seis años comenzó su carrera poética. Su primera obra fueron las pastorales; y el mundo erítieco se dividió en dos bandos: uno las exaltaba extraordinariamente, y el otro las deprimia con notoria injusticia, Johnson en su prefacio á las pastorales las califica de elegantes y eruditas en alto grado. Warton, mas atrevido, dice que estan escritas en su primera edad, pero que son mas extraordinaria produccion en aquel género que euantas pastorales ha producido despues la musa inglesa. Con todo, la critica imparcial reconoce en aquella obra visibles señales de su musa infanti!. Las imágenes estan tomadas de fuentes remotas, siguiendo servilmente la autoridad; los sentimientos estan tinturados de recuerdos de escuela, tomando hasta los nombres griegos y latinos: así es que Damon griego habla en las dichosas llanuras de Windsor; Strephon invoca á Phebe para que le auxilie en su canto con las suaves armonias de Waller y Grandville con sus melodiosos acentos, y promete sacrificar un vaso de blanca leche en obsequio de aquella Diosa; el Pó cede al brillante Támesis; y Cinto y el Hibla à la sombra de Windsor.

Con toda esta erudicion Strephon pospone la real encina, en donde tendrian los pastores el combate de ingenio, y Daphnis venceria con el triunfo del cardo a la azucena ó flor de lis; con lo que se marcaba el vencimiento de Ana, reina de Inglaterra, sobre Luis XIV, rey de Francia Es preciso, pues, confesar que Pope no se habia penetrado del estilo bucolico de Teocrito, y se habia escapado á su juvenil capacidad la excelencia de este requisito tan esencial á este género de poesia. Tambien es cierto que su pastor Silvano celebra la verdura de los campos, la viva luz del sol naciente, la difusiva magnificencia en su ocaso, las solemnes masas de las florestas, los grupos de los árboles sombrios; pero olvidó los actores de la escena y su carácter, que debe ser lo primero.

A las pastorales siguió el ensayo sobre la crítica, tan celebrado por Addison en su Espectador. Este poema supone un profundo conocimiento de la humanidad, gran familiaridad y manejo con los antiguos críticos y modelos griegos y latinos, y una concepcion clara y neta, que admiran y sorprenden en tanta juventud. Los franceses le han traducido, le han admirado; pero esto no basta para que el envidioso Visconde Chateaubriand le desprecie ó poco menos en su ensayo sobre la literatura inglesa. ¿Seria acaso Pope pariente de Bonaparte, obgeto de su eterno odio mas allá del sepulcro?

Al ensayo sobre la crítica siguió el Rizo robado. Se cuenta que Lord Petre cortó, por exceso de galanteria, un rizo de los cabellos de Miss Arabela Fermor. Esto dió mucho que hablar en los círculos del gran mundo inglés, y aun produjo rencillas y discordias. Mr. Caryl, que era uno de los llamados bellos espíritus de la época, empeñó á Pope para que escribiese un poema sobre este asunto. Se escribió el poema; tuvo muchos admiradores, y se le consideró como una de las mas bellas producciones de la musa inglesa. Los mas parciales contra la poesia británica deben confesar, que los versos de este poema son elegantes, vivos y de admirable precision, y que estan bañados de una sal picante inseparable de su caracter satírico, que hará desplegar los labios del devoto mas austero. Aunque el Doctor Johnson celebra la creacion de los silfos, la critican los mismos nacionales por haber nombrado a Ariel, cuyo caracter está tan bien dibujado por Shakespeare en su Tempestad, creacion de aquel genio tragico; y se mira en Inglaterra como una profanacion hasta quererle imitar. Los franceses no alaban la creacion de los silfos, y á pesar de su galanteria con las damas, llaman empalagosos á estos seres que dirigen el tocador de las hermosas, sus galas, preseas, esencias y pomadas; mas los poetas italianos, á quienes no parecen mal los chichisbeos, los toleran; y aun celebran estos silfos y les parecen tan bien, como las creaciones de la Fama, de la Discordia, del Deleite, la Molicie, el Furor y otros seres morales que se hallan en Hesiodo, el grande Homero, y sus imitadores Virgilio, Stacio, Silio itálico y casi en nuestros dias Boileau en su Lutrin y el gran Voltaire en su Enriada. Cualquiera que sin pasion medite la creacion de Pope se acordará de la diosa partera, del dios Término, de la diosa de las callejuelas y de otras mil divinidades que numera Ovidio en su mejor obra, que todos celebran y aplauden. Los genios de los indios orientales, los espíritus de los americanos son de la misma familia, laya y caletre. Por mi parte aseguro que me agradan los silfos, su destino y ocupacion cerca de la belleza: y me parece que tiene aun mejor empleo que el del decantado trágico inglés, el Ariel de Pope. Chateaubriand le hace la gracia de suponerle una mera imitacion del Lutrin del aristarco francés.

Publicose despues su célebre carta de Heloisa á Abelardo, que algunos miran como su obra maestra. Reina en ella fina correccion, tersa elegancia, pensamientos llenos de calor, vivacidad en las espresiones que juntas pocas veces se hallan en las obras de Pope. Pero el lector es preciso que deje á un lado la antigua carta latina de Heloisa y el artículo de Abelardo del diccionario de Bayle, pues aquí solo hallará pinturas sensuales, vigorosas y apasionadas que no se parecen á las de Pope, que pinta otra Heloisa, y que no retrata una pasion ardiente que todo lo desprecia, que todo lo confiesa, que de todo se acuerda con una delicia tal que avergonzaria al mayor mundano, pero que inundaba el corazon de una abadesa entre sepulcros, y las ateridas sombras y profundo retiro del religioso claustro. Pope quiso presentarnos una Heloisa de su tiempo, en el que el amor era ideal y caballeresco, y lo consiguió; pero siendo la verdad principalmente lo que agrada en un carácter histórico, y al paso que se admira á Pope se echa menos la verdadera Heloisa Sit Medea ferox, io vaga, tristis Orestes, y Aquiles nihil arroget armis etc. Con todo es admirable esta Heloisa de Pope por su poesia, á la que no han igualado sus serviles imitadores sin exceptuar à Colardeau, tan ponderado por los de su nacion.

Aunque era caustico, su carácter se acomodaba á vivir con la grandeza, mas al cabo reconoció la necesidad de vivir independiente y para ello quiso aprovecharse de su merecida opinion. Para conseguir esto creyó el mejor medio dar una traduccion de la Iliada de Homero en verso inglés, aunque ya habia una antigua en verso hexámetro latino. Comenzó por una suscripcion que fué completa en corto tiempo: con ella aseguró una mediana independencia y concluyó su trabajo en cinco años, que corrieron desde 1725 hasta 1730. Pope no conocia profundamente la lengua griega, ni leia con frecuencia los autores de aquella nacion en su testo; mas esto no le impidió el constituirse traductor como nuestro Villegas, que lo es de Anacréonte, y á quien se le hace la misma crítica. Homero es tan primitivo, tan sencillo en sus pensamientos, tan natural en sus espresiones, que un espíritu exacto y justo le comprenderá mas fácilmente que un erudito y profundo comentador, á quien no acariciaron las musas: éste es el dictámen del célebre Jonhson, perito en la materia; pero no lo seria el de nuestro Burgos, traductor de Horacio, que casi siempre perifraséa antes que traduce al encomiador de Augusto y su ministro Mecenas, de larga y liberal mano.

Gran voga y mérito tuvo la traduccion de Pope; pero no era Homero como se lo indicó el célebre critico Benthley, era una obra gigantesca, en la que el ingenio de Pope habia dado á la lengua inglesa claridad, pureza y una facilidad de caminar en poesia que hasta entonces no habian conocido sus antecesores.

Addison, autor de la tragedia Caton, famoso como hombre de estado, y luego como escritor periódico, sintió el vergonzoso estímulo de la envidia; y para disminuir el crédito de Pope, aprovechó el talento poético de un tal Mr. Tickell para que publicase el primer libro de la Iliada que, segun todas las apariencias, era obra del mismo Addison; mas llegó tarde este envidioso manejo para que á pesar de sus enemigos minase el cimentado edificio de la opinion de Pope; y el olvido recibió en sus brazos á Tickell y su Iliada, quedando sia embargo de sus defectos como traduccion y como poema, si se quiere; y es hasta el presente habida y reputada como obra clásica en la literatura inglesa y de grande estima entre los extrangeros, aun entre los franceses.

A la Iliada siguió la Odysea, obra de muchos ingenios y por consiguiente desigual y sin las cualidades de que abundan la primera, que se leerá siempre con provecho, principalmente su discurso ó sea prólogo con que finaliza su obra, que hace ver el fiasco de cien brazos, con quien habia combatido en pelea á todo trance, aunque no era profundo helenista.

Pope hizo una edicion de Shakespeare, que es poco estimada, precedida de un prólogo, escrito en 1723 ¿No conoceria esie gran crítico las bellezas del trágico? ¿No era bastante sensible para sentir la rabia y furor de Otelo, ni bastante profundo para desentrañar la filosofia de Jamble? Lo que es cierto que non omnes possumus omnia, y que es un consuelo para la humanidad literaria.

Como poeta el carácter de Pope era elevado y muy dificil de contentar como literato: era agresor y no podian faltarle enemigos en la plebe literaria. Los tuvo á millares, y á todos presentó la batalla. Quiso vencerlos todos en una sola campaña, y para conseguir su intento escribió su Dunciada, que es su mejor lauro de crítico poeta.

Detengámonos un poco sobre esta Dunciada, que tantas zozobras le costó á su autor: lo que servirà de leccion á los jó- venes poetas que apliquen su númen á las reglas de la severa crítica. Oigámosle á él mismo. En las miscelaneas escritas en u- nion de Sir Wift se añadió un tratado sobre los Bathos ó el Arte de hundirse en poesia, Sucedió que en uno de los capítulos de esta pieza se marcaron con letras por orden alfabético las diferentes clases de malos poetas, sin el propósito de señalar determinadas personas; pero era tal el número de eminentes poetas en este ar- te, que muchos tomaron á la letra para sí mismos lo que alli es- taba escrito; todos se poseyeron de una violenta cólera que se manifestó en los periódicos, de quienes eran alquilones, descu- briendo sus nombres, inventando calumnias y tratando á Pope de la manera mas cruel y sin miramiento alguno. A este ataque personal debia seguirse la defensa, y dió ocasion para escribir la Dunciada ó el poema de los tontos, persuadiendose el crítico que hacia un bien á la humanidad descubriendo el origen de esta peste, que tanto daño hace á los progresos del arte; designando- los con sus propios nombres como quien marca, para evitarlo, el lugar del contagio.

Ya se habia extendido la impresion, que leian con risa el rey, la reina y los grandes, cuando se anunció el despacho de la obra. Un regimiento de autores asedió la imprenta: gritos, ame- nazas legales y hasta un formal combate se empleó para impe- dir la venta; pero los libreros y revendedores avaros hasta por las casas vecinas se proveyeron de bastantes ejemplares para burlar la furia de los dunces.

Sátiras, epígramas, delaciones al Gobierno, calumnias sobre la moralidad del autor, caricaturas sobre sus deformidades per- sonales, todo se puso en práctica, pero entre tanto Pope disfru- taba del placer de ver, que en un tiempo, en que el pueblo nada ó poco leia de versos, se multiplicaban las ediciones del Asno y la Lechuza, viñetas de la obra, que llegaron hasta siete en solo el año de 1728. Este placer tuvo sus espinas por las apa- riencias de conjuracion contra la vida del autor, quien logró inutilizar los tiros de sus enemigos hasta el de Candos, cuyo mal gusto censuró, aunque Lord, bajo el nombre de Timon en un pequeño poema sobre el gusto.

Obtenida un poco de calma dio á luz en 1733 el Ensayo sobre el Hombre, cuya idea capital comprendia el sistema del optimismo. Por esta obra fué conocido en Francia, y Voltaire pocos años despues la combatió en sus poemas filosóficos: antes de esta publicacion del patriarca de Fernei, aunque en Francia abundaban poetas y escritores prosistas, no habia llegado aun el momento de raciocinar filosóficamente; la moral y la religion se enseñaban en versos elegantes y serios, y aun la prosa nada dejó desear en esta materia. No así los ingleses: el Hamlet del trágico inglés y otros personages de sus piezas, emitieron pensamientos altos y profundos con ideas refinadas y de nueva creacion. Pope quiso ser nuevo y siguió otra senda; y aunque en ella se manifestó libre y atinado, no se descubrió allí el pensador profundo y aquella escuela, en que el principe de Dinamarca decia á Horacio su amigo «Entre el cielo y la tierra hay muchas cosas, que no las sueña la filosofia.« Era metódico, elegante, pero no se veia marcada la huella del genio y del vigor robusto, su hermano. Él no creó los principios, eran los de Bolimgbroke, y lo que es mas, no habia previsto las consecuencias. Con todo, su fama y su gloria estaban en su apogéo y hasta la reina quiso marcar su estimacion honràndole con una crítica.

Esta gloria le deslumbró hasta tal punto que á pesar de los defectos, visibles al menos conocedor, él miró á esta obra del Ensayo del hombre como su corona principal en el parnaso británico, y siendo el idioma latino el mas general entre los literatos solicitó se hiciese una traduccion en este idioma, no satisfecha su ambicion con verse traducido en francés, en aleman y en italiano. Nuestro Cervantes queria brillar mas como poeta comico que como autor del ingenioso Hidalgo; y aunque él se jacta de no haber ensangrentado su pluma, sus pocos rasgos sobre el académico de Argamasilla en el testamento de D. Quijote, indican bien que pertenecia tambien al genus iracivile vatum.

Pope quiso brillar en todos los géneros: escribió sátiras: tradujo algunas de Horacio: quiso escribir despues de Dryden una oda á Santa Cecilia: escribió epistolas, varias odas en fin; menos el poema épico y la comedia y tragedia, todo lo probo: todo lo intentó, aspirando á ser genio universal; pero él habia enseñado en su poema sobre la crítica

Para una ciencia solo el genio basta,
Y al arte grande es el ingenio estrecho;
Y aun en las artes en un ramo solo
Confina al genio el limitado vuelo:
Como un rey pierde su conquista toda
Si á la vana ambicion no pone freno;
Que otros posean diferentes mandos,
Tú en el que entiendas fijarás tu imperio.

Nuestro poeta olvidó este saludable precepto; y el lector imparcial hallará en la lectura de sus obras, que su genio era eminente en la crítica. Si su Dunciada no tuviera por objeto personas que no merecian el examen de sus poesias y como Iriarte creyera que

Mucho los honra quien los critica.

Su obra seria el verdadero laurel de Pope; pero nadie lee ya la Dunciada, y sigue la crítica con los criticados el sendero del olvido; y solo se admira la constancia de Pope en perseguir con tenacidad á unos fantasmas que se atrevian á poner sombras y lunares en el cuadro de su gloria poética.

Su correspondencia epistolar merece tambien que se haga mérito de ella. Era inmensa y duró hasta los últimos momentos de su vida. La hace interesante su estilo, propio suyo, la variedad de asuntos que en ella se tratan, y principalmente por hallarse en sus cartas estampado su carácter crítico, poético, literario y político, sus sentimientos de amistosa familiaridad, su pasion por los grandes, pero descubriéndose siempre su insensibilidad natural y su poca facilidad en contraer amistades intimas. Ni de su correspondencia ni de sus obras no se puede descubrir si sintió la llama del amor, pero en sus testamentos y legados se echa de ver su alma agradecida.

De su correspondencia se hizo tanto aprecio que se hicieron varias impresiones furtivas, y sus enemigos con ella le causaron disgustos, publicando confianzas para denigrar su caracter moral, y tomando ocasion hasta para burlarse de sus deformidades corporales.

Despues, sus mismos panegiristas eran enemigos disimulados, publicando horribles calumnias. Hace pocos años que el doctor Bowles publicó una nueva edicion de Pope: con lo que se suscitó una terrible controversia. El editor, en una biografia que hizo mucho ruido, reveló algunas anécdotas que hacen poco honor á nuestro poeta hasta tratarle de calumniador el mismo que pretendia comentarle; concluyendo en que sus cartas y satiras manifestaban que era hombre de corazon, poco bien quisto, y mucho menos franco en su trato.

Bowles no paró aquí: atacó el genio poético de Pope; la discusion se empeñó de tal manera que sostenia el editor, que Pope era un plagiario y que era todo arte hasta en las cosas de mero y puro sentimiento. Campbel, en su ensayo sobre la poesia inglesa, quiso defender á Pope, y sostuvo que la naturaleza está en todo aun en las obras del arte, y que valerse de ellas para embellecer, adornar y realzar la naturaleza, es imitarla; pues ella no solo está en los campos floridos, ni en los sombrios bosques, y que no era necesario ser botánico para ser poeta. Los que conozcan el caracter y estilo poético del defensor, principalmente los que hayan leido sus dos mejores odas á «O Linder: When the sun was lous.» y el canto griego que principia «Again to the batle Acaians,« habrán tambien conocido el carácter y temple del genio de este moderno poeta, y que no dista mucho del de Pope, amoldado en la influencia de la época. Byron tomo parte en la disputa, pero sin grande estension. Este poeta, discípulo del panteista Shalley, no podia menos que sentir esta comunicacion de la naturaleza con la poesia, como lo manifiestan sus obras y principalmente su Childe Harold, de manera que su poesía se resiente mas del siglo antecedente que de aquel, en que vivia.

La cuestion no era si Pope habia estudiado la naturaleza ¿y quien no la estudia poéticamente, leyendo á Homero como lo leyó Pope? Lo necesario era saber si Pope en sus obras habia simpatizado con la naturaleza, y poco quedará que resolver en la cuestion al imparcial que haya meditado su celebrada carta de Heloisa á Abelardo: y acaso se podria decir con razon de nuestro poeta lo que Dryden del Cómico Ben Johnson, que vió la naturaleza con los anteojos de los libros y no con la desnuda vista como la ven los verdaderos poetas, y como lo vio Shakespear, Milton y otros del siglo 17. ¿Viéronla así los del siglo 18? ¿Tuvo Pope la dulce melancolia y sensibilidad de aquellos? Esta es la cuestion; Byron la resolvió por sus obras, que todas huelen al siglo anterior. Lo que falta á Pope es filosofia profunda y sensibilidad verdadera. Sus poesias, como dice Bentlei son purum sale.

Tal fué Pope hasta su muerte, que la anunció una idropesía de pecho, y aconteció á los cincuenta y seis años de su edad el 30 de Mayo de 1744.

Los amantes de las letras sentirán tal vez la corta vida de un hombre de tal habilidad y talento; pero consuélense con su incapacidad para que se continuase. La constitucion de Pope, naturalmente débil, á los diez años representaba un verdadero decrépito: su estatura era tan pequeña que en las mesas de sus amigos era necesario añadir alguna cosa que levantase su asiento: su persona de tal manera contrahecha, que por muchos años no fué capaz de ir al lecho, levantarse, vestirse y desnudarse sin el auxílio de otras personas. Esta debilidad le obligó á usar corsées y chalecos estrechamente abrochados al cuerpo; y para conservar calor en la temperatura ordinaria tenia una camisa de pieles junto á la carne, chalecos de franela y medias hasta tres pares.

Su talla era de cuatro pies; pero con la fisonomía de un hombre inteligente, sus ojos vivos y penetrantes anunciaban su ingenio y capacidad. Cuando se vestia de negro con espada y peluca blonda, segun la usanza de aquel tiempo, tenia el aire y porte de un gentil hombre de la época.

Era naturalmente callado. Hombres hay que el conversar es la mitad de su vida: para Pope era un descanso de sus trabajos mentales. Así lo dice Johnson, el que amaba el conversar para tomar aliento de sus tareas, que abatian su espíritu y su fuerza. Pope convertia la conversacion en teatro escogido, donde reposaba el alma conservando todo su resorte y tension. La conversacion de Pope la representan sus libros en su poético lenguage, sus máximas poéticas, y la agudeza de su ingenio, que no se embotaba; así lo manifiestan los fragmentos que nos conserva su amigo Spenser. Era familiar, pero siempre manifestando su talento, su delicadeza y finura, y un profundo conocimiento de la humanidad. Esta delicadeza y etiqueta le obligó á dejar plantado en el salon á Voltaire, que le visitó estando en Londres; la demasiada familiaridad del patriarca de Fernei humillaba la superioridad de caracter de que estaba persuadido el orgulloso inglés, en quien se conservaban aun restos aristocráticos de familia y del trato con la primera grandeza.

Y ¿cual seria el caracter del diálogo y conversacion de Pope con lady Montague, á quien tanto agradaban las escenas del serrallo? ¿Seria tambien su lenguage literario? ¿Seria esta amistad de la naturaleza de los silfos, sin que se mezelase en él la naturaleza del amor y lo convirtió no su corazon sino su entendimiento en Tantalo de esta dulce pasion? Los curiosos resolverán esta cuestion, leyendo su correspondencia y enterándose de anécdotas que nada importan al proposito de este resumen puramente crítico literario.

La mayor alabanza de Pope acaso la forma su fortaleza en los últimos momentos de su existencia; fué la de un cristiano el mas resignado. Preguntado por Mr. Hooke si queria morir como murieron sus padres, respondió dandole gracias por el feliz recuerdo, y al llegar el Sacerdote con el Santo Viático, a pesar del estado a que le habia reducido su enfermedad, quiso saltar de la eama para recibirle de pie en su cuarto, para probar la gran reverencia y respeto con que trataba la ceremonia.

Así vivió, así trabajó y así murió el gran poeta del augustano siglo de la gran Bretaña.

Enero 29 de 1851.

Los que quieran mas amplio conocimiento de la vida de Pope, consulten las memorias de su vida escritas por el Rev. G. Croly L. L. D. F. I. Edic, de Valpy año de 1835.