El sabueso de los Baskerville (Costa Álvarez tr.)/Prefacio

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época


Después de Emilio Gaborian que, continuando la obra de Ponson du Terrail, cultivó la novela de folletin creada por Alejandro Dumas, y le dió vigoroso impulso al descubrir, nuevos elementos de emoción y de interés en las funciones secretas de la policía, este género de literatura impresionista, fundado en la exaltación mórbida de las pasiones, ha sido objeto durante cincuenta años de una explotación sin tregua: y falto de nuevos recursos, y ahito de exageraciones enormes, de atentados contra la moral y el buen sentido, contra el estilo y el idioma, ha ido decayendo gradualmente desde entonces, hasta hundirse en el descrédito irredimible que envuelve hoy en los cuatro idiomas latinos los nombres de Montépin, de Fernández y González, de Joaquim Manoel de Macedo y de Carolina Invernizzio.

Entretanto, en los países de habla inglesa la literatura popular tomaba un camino más afortunado. Frederick John Fergus (Hugo Conway), continuando la obra de Wilkie Collins, desarrollaba la novela policial oreada por Edgar Poe, y le daba carácter propio al poner en primer lugar, como elemento de emoción y de interés, la nota misteriosa y la fantástica, antes que la pasional y la patética; y se formó asi el tipo complejo de la novela impresionista en esta lengua. Ensanchando luego el escenario, yendo á buscar en todos los ámbitos del mundo los personajes nuevos y las situaciones raras, el novelista se halló entonces en condiciones de poder explotar, sin agotarlo, un género que de tantos recursos disponia. Algunos, muy pocos, doptaron el tipo complejo; pero la tendencia á la especialidad llevó á los más á tomar de él algún elemento particular; y, al ramificarse así este género literario, se distribuyó entre sus partés la carga de satisfacer las volubilidades del gusto público que pesa sobre él: cada género especial siguió por cuenta propía las alternativas caprichosas del favor popular; y, como á esta ventaja se agregaba la de la discreción del novelista, respetuoso siempre de la verdad, de la moral y del lenguaje, el resultado ha sido que todos los géneros: la novela pasional, la de aventuras, la de intriga, la criminal, la policial, la fantástica, todas viven y prosperan hoy todavia, ante un público que no ha tenido por qué estragarse. Rider Haggar, Carlota Braemé, Clark Russell, Conan Doyle, H. G. Wells, Florence Warden, Fergus Hume («El misterio de un coche de plaza), Anthony Hope (El prisionero de Zenda»), Guy Boothby («El doctor Nikola), son todos escritores de folletin (serial writers) afortunados y prósperos, cuya popularidad ha llegado hasta nosotros no obstante la muralla china de su idioma.

Esta superioridad, en cuestión de favor público entre nosotros, de la literatura popular inglesa sobre su congénere latina, no se explica solamente por la inferioridad relativa de esta última en intensidad de interés y en arte literario; hay también otra causa. La novela popular inglesa tiende á especular con la aventura, esto es, con la lucha de la inteligencia y del valor contra la astucia y la audacia, y las peripecias de esta lucha sana y noble retemplan los norvios del lector y los fortifican. La novela popular latina tiende á especular con la pasión y el vicio, esto es, con la porfía de un ente desequilibrado en pugna con el buen sentido; y las vicisitudes de esta lucha inútil (que arrastra á pesar de todo, á los espíritus ingenuos) estrujan los nervios del lector y los relajan.

Esto y otras consideraciones que podrían hacerse sobre lo que tieno de lo moral y lo instructivo la novela popular francesa de estos tiempos, justifica el hecho de que el público lector entre nosotros muestre ahora una predilección especial por la novela inglesa.

«El Sabueso de los Baskerville, el último libro de Arthur Conan Doyle, es precisamente uno de los que se han hecho populares entre nosotros. Este antecedente, nos exime de la tarea de enumerar los méritos de la obra; aparte de que, como traductor y parte interesada, estamos tan inhibidos como el autor para hablar de ella. Al presentar la obra nos limitaremos á recordar que Conan Doyle es un escritor inglés, ya maduro, á quien han dado celebridad mundial sus novelas policiales. Que es el autor de La señal de los cuatro», «La mancha de sangres y *Las aventuras de Sherlock Holmes». Que el héroe de esta nos vela es este Sherlock Holmes, el famoso agente privado de pesquisas, cuyo nombre se ha hecho proverbial en los países de habla inglesa; personaje dotado de tan portentosas faoultades de observación y de razonamiento, de tal sagacidad é ingento, que á su lado palidece aquel célebre M. Dupin que nos presentó Edgar Poe en Los crímenes de la Rue Morgues. Y, en fin, que esta novela habla de un nuevo é intrincado misterio, cuya acertada solución agrega un florón más á la corona de triunfos de este investigador inimitable.

A. Costa Álvarez.