Elementos de economía política: 33
Apariencia
§. III. La introducción de las máquinas es siempre inevitable.
[editar] 248. Muchos han pensado, como es una cosa muy sencilla, en proscribir las máquinas; pero ¿quién no ve que su introducción es inevitable, y que el país que las rechazase no haría más que agravar sus inconvenientes? Si la Francia no hubiera adoptado las máquinas para hilar el algodón, las cotonías se hubieran fabricado en otras partes, y se hubiera cambiado un mal por otro. Reflexionándolo bien, se ve que la cuestión no está ahí: no se trata de saber si se hará o no refluir un río hacia su fuente, sino de prever los estragos de ese río, de dirigir sus avenidas, y sobre todo, de aprovecharse del beneficio de sus aguas.
249. Otra consideración domina también la cuestión. Si se admitiese la prohibición de las máquinas, habría imposibilidad en establecer una distinción entre las máquinas que deben permitirse y las que se deben prohibir: las poleas, las tenazas, el cepillo, la carreta, el arado, el telar, la rueda hidráulica, la máquina de vapor y todos los descubrimientos químicos y físicos tienen entre sí más estrecha relación de lo que generalmente se cree.
También se ha propuesto no conservar más que las más necesarias, las menos complicadas, las que quitan menos trabajo a los jornaleros, en fin, se ha propuesto no proscribir más que las nuevas; pero examinando estos diversos sistemas de clasificaciones, pronto se conoce la imposibilidad de tomar una resolución cualquiera. Es cosa curiosa recorrer la lista de las máquinas que tienen que admitir los más declarados enemigos de ellas, ya porque su construcción mantiene a millares de trabajadores, ya porque hacen lo que los hombres no podrían hacer; tales son los relojes, las prensas, las bombas, las armas, etc., que ocupan a tantos operarios, las sierras circulares, los molinos, todas las máquinas de la marina y hasta las máquinas de vapor, que no se pueden reemplazar para dirigir los buques, beneficiar las minas, etc., etc.; y el arado, sobre todo, ¿cómo se reemplaza? Pero acabamos de nombrar la máquina que resume todos los argumentos. ¡Qué de progresos en esta máquina! ¡Qué de servicios! ¡Qué de inteligencias emancipadas de un pesado yugo! (240)