Enciclopedia Chilena/Folclore/Brujo, El

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Brujo, El
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-519/3
Título: Brujo, El
Categoría: Folclore


Brujo, El.

Folk. Mito.

Es el mito antropomórfico más importante del folklore chileno. Comprende brujos blancos y negros, según se dediquen a la práctica del bien o del mal, respectivamente; sin embargo, tanto uno como otro tipo tienen atributos semejantes y deben realizar el mismo proceso básico de iniciación y estudio, el que implica grandes sacrificios físicos y psicológicos, pero sólo los segundos están sujetos a principios demoníacos, entre los que sobresalen el abjurar de las creencias religiosas, pactar con el diablo, maldecir a los padres, ya que gracias al cumplimiento de estas pruebas podrán optar al grado de mandaruno, el máximo en cuanto a saber y poderío a que es posible llegar.

El oficio brujeril, que también recibe la denominación de arte, es cultivado por hombres y mujeres. Facultades relevantes de él son: la de volar en calidad de chonchón o valiéndose del macuñ, chaleco confeccionado con la piel de un ser humano; la de usar el Caleuche como medio de transporte seguro y oculto; la de transformarse en algún animal apto para los fines perseguidos, principalmente en cabro, gallina, gato, perro, ternero y zorro, siendo frecuentes los casos de brujos que han conservado para siempre éstas u otras formas zoológicas, sea por torpeza personal, o debido a la intervención voluntaria o involuntaria de quienes escondieron o destruyeron las sustancias mágicas necesarias para recuperar la figura humana. Otras, no menos valiosas, consisten en cuidar entierros, emplear dones adivinatorios, y, muy a menudo, causar males, por inclinación propia o a petición de terceros, los que, en la mayoría de las oportunidades son contrarrestados por los brujos blancos. Dichos males se dividen fundamentalmente en rociada o mal tirado, que actúa de un modo fulminante y puede enviarse desde cualquier distancia; y en mal impuesto, de lentas consecuencias, y por lo tanto más seguro que el anterior, que precisa de complicados conjuros y fórmulas en relación con objetos íntimos del afectado, como prendas de vestir, cabellos, anillos. Muy común, dentro de las posibilidades de la segunda clase, es la transmisión de dolores que pueden llevar hasta la muerte a las víctimas, por medio de muñecos de trapo que representan a aquéllas, y que son sometidos a pinchazos, estrangulaciones, dislocaciones y otros sufrimientos.

Entre las medidas más eficaces o contras, para prevenir o evitar las acciones brujeriles hallamos los amuletos de distintas especies, las leyendas inscritas en las puertas y muros de las casas, los ajos guardados permanentemente en los bolsillos. Cuando es presumible estar frente a un brujo, nada más adecuado que decir "Martes hoy, martes mañana, martes toda la semana", por cuanto en ese día estos personajes están sordos, lo que también les ocurre en cualquier instante en que es utilizada la fórmula en cuestión, quedando entonces privados de sus maléficos poderes. Si se trata de una defensa enérgica y rápida, hay que descargar un escopetazo con cartuchos de sal en lugar de municiones, sustancia infalible para desarmar a los más osados. Y entre los recursos destinados a descubrir la categoría de hechicero, sobresale por su sencillez el de colocar en el suelo, bajo el asiento de quien se sospecha, unas tijeras abiertas en cruz, el que, de poseerla, no podrá levantarse hasta mientras aquéllas estén allí.

La brujería extiende su acción a lo largo de todo el territorio, descollando algunos focos regionales por la abundancia de individuos que en ellos se agrupan, lo que acarrea una notable intensidad del oficio, como sucede en Talagante, provincia de Santiago; en Vichuquén, provincia de Curicó, y en toda la región de Chiloé, cuyo centro más activo parece ser Quicaví. En este tipo de lugares estarían las cuevas de Salamanca, sitios oficiales de reunión de los del arte, inaccesible para los profanos, aunque éstos pueden ser invitados por amigos brujos a las sesiones y fiestas que en ellas se celebran. Según otras versiones habría una sola gran Salamanca en todo el país, dotada de numerosas intercomunicaciones. Pero en las unas y en la otra, la vigilancia de entrada compete al imbunche (V.)y viven muchos prominentes miembros fallecidos de la comunidad.

La magnitud conceptual y geográfica de esta creencia presenta una considerable aplicación en los estudios psicológicos y sociales del pueblo chileno. Por otra parte, su aprovechamiento artístico aún puede ofrecer posibilidades a diferentes sectores, entre los cuales descuella, hasta el momento, el de la literatura, particularmente en el llamado movimiento criollista. En la Pedagogía, un correcto enfoque históricocultural, serviría para interpretar el proceso da la formación y mantenimiento de estos seres míticos, presentes en la existencia de no pocos habitantes de Chile, cuyos antecedentes se remontan a las más primitivas épocas de la hechicería universal, en relación con prácticas rituales y mágicas; pero, es la tipología medieval hispánica y sus entronques con la medicina aborígen precolombina, correspondiente al actual territorio nacional, la que ha producido las características predominantes de esta fenómeno folklórico.



Bibliografía

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