Enciclopedia Chilena/Folclore/Machi, Practicante Araucana de la medicina y el chamanismo

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Practicante Araucana de la medicina y el chamanismo Machi
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2902/17
Título: Practicante Araucana de la medicina y el chamanismo Machi
Categoría: Folclore


Machi.

Practicante araucana de la Medicina y del Shamanismo. Practicante de la medicina y del shamanismo, que desempeñó y desempeña una función de gran trascendencia en la cultura de los araucanos. Cuando los españoles llegaron a Chile éstos vivían en reducciones dirigidas por un ülmen o lonco, que los españoles llamaron cacique, y en cada una da ellas actuaba un machi. El hecho de haber sido así se desprende claramente de la circunstancia de que el nombre con que se conocían las reducciones era el de rehue (V.), que es el tronco con escalones que se encuentra frente a la casa del machi y desde el cual se comunica con Pillán.

Las funciones del machi son múltiples, paro la principal consiste en el desempeño de la medicina, pues se le llama en todos los casos en que exista un enfermo de alguna gravedad. Si se prescinde de la medicina casera practicada en las familias, eran únicamente los machis quienes se dedicaban y dedican a sanar enfermos, pero al parecer había antiguamente también componedores de huesos (llamados gutave o gutarve), que acompañaban a las expediciones militares.

La practica de la medicina de los machis comprendía dos partes: una racional y otra que consistía en la aplicación de la magia blanca. En principio, sólo se consideraba como natural la muerte ocurrida con motivo de algún accidente violento, pues los demás casos fatales eran interpretados como la consecuencia da la aplicación de venenos o la introducción de cuerpos o animales por personas extrañas, figurando entre ellas también los brujos o calcu.

El machi tenía la obligación de sanar en primer lugar al enfermo, lo que hacía tanto por medio de la aplicación de una medicina racional como de la mágica. Esta última estaba destinada a extraer los cuerpos y animales extraños introducidos en el cuerpo.

En conjunto con sanar al enfermo, el machi tenía la obligación de descubrir también al causante da la enfermedad, para lo cual empleaba igualmente procedimientos mágicos, consistentes sobre todo en provocar el estado de alucinación, a fin de tener visiones que le revelaran a aquella persona. Estas mismas prácticas se aplicaban también al caso de la muerte, en que el machi debía establecer al culpable. Estas prácticas se conocen internacionalmente con el nombre de shamanismo.

En contradicción con una afirmación frecuentemente propagada, la actividad de los machis, era y es considerada como altamente beneficiosa, pues la magia que ellos practican es la blanca. En sus pro­cedimientos, ellos solicitan su cooperación al Ser Supremo, que llaman siempre Pillán y al que dirigen diariamente, de madrugada, sus oraciones. En las fiestas religiosas actuales de los araucanos (nguillatunes: véase), el Ser Supremo ya no recibe ese nombre, aúnque se alude constantemente a él al referirse a detalles de esa fiesta, la que se realiza en un Pillán-lelbún (pampa de Pillán); se emplea un "cuchillo de Pillán" para el sacrificio de los animales; éstos son quemados en un "fuego de Pillán"; el oficiante (nguen-pin) es secundado por un Pillán-cushe (anciana de Pillán), habiendo otras alusiones más, que revelan claramente que en la antigüedad también en el nguillatún las ofrendas y rogativas estban dirigidas a Pillán. Debido a la influencia de los sacerdotes católicos, que identificaron a éste con el diablo y que consideraron como a quienes creían en el, los araucanos dejaron de usar ese nombre en los nguillatunes y tampoco lo mencionaban más en las conversaciones, empleando para él a menudo simplemente la designación castellana de Dios. Como la influencia de los misioneros no penetró hasta la institución de los machis, en ella se conservó en antiguo nombre.

De modo que el machi disfruta de la protección y cooperación de Pillán para realizar todos sus actos, lo que evidencia que practicaba la magia blanca. Precisamente, su misión consistía en emplear esas fuerzas del bien en contra de las del mal, que eran las de los calcus y de los huecufü, consideradas estas últimas como fuerzas malignas ocultas que se encuentran al acecho y que pueden ocasionar daños al individuo.

La práctica de la magia blanca pone al machi en contacto con las fuerzas divinas, pero no se le debe interpretar como un sacerdote, pués los araucanos hacen un distingo claro y definido entre la religión y la magia. La primera se practica principalmente en los nguillatunes, pero en ellos los machis no tienen absolutamente ninguna intervención. Hacen solamente acto de presencia en ellos, y se aprovecha la fiesta para realizar la investidura de nuevos machis en su profesión, como se explicará más adelante, pero este acto no forma parte del nguillatún propiamente tal.

Un particularidad consiste en que, en su gran mayoría, la profesión es desempeñada por mujeres y que los escasos hombres que se dedican a ella son, sin excepción, invertidos, o sea, se asemejan también a aquel sexo. Este hecho es altamente significativo y constitiuye una excepción entre los primitivos, pues los chamanes son, por lo general, de sexo masculino.

Más adelante se verá que en las prácticas mágicas de los machis existen manifiestas influencias lunares. El acto del machitún se realiza siempre de noche. La concepción de Pillán de los araucanos es compleja. Una componente de él es el principio femenino y cuando se alude a él se hacen alucinaciones a la luna, así como cuando se le considera bajo su aspecto masculino, se alude el sol. Esta vinculación con las influencias lunares revela que la institución proviene de la antigua cultura de los agricultores. En ella existió religión lunar, había un desarrollo exuberante de la magia, y en su fase más antigua había un predominio de la mujer en lo económico y social. Sin cambiar sustancialmente en lo referente a su acervo espiritual, en la fase posterior de esa cultura, se impuso la poligamia, con predominio del hombre en la familia y situación desmedrada de la mujer, la cual era adquirida mediante un pago a su padre y que se encontraba expuesta a la competencia de mujeres capturadas en la guerra.

Es muy posible que en esa cultura agrícola primitiva el desempeño de la medicina y de la magia haya correspondido a las mujeres. En un desarrollo posterior, ella fué substituída muchas veces por el hombre, mientras que entre los araucanos se conservó la institución en su forma original.

El carácter antiquísimo de los elementos esenciales que componen la cultura araucana, se manifiesta también en muchos elementos de su ergología. El más importante es el tipo de las hachas, que corresponde precisamente al tipo de agricultura aludido.

Las prácticas de los machis relacionados con la aplicación de la medicina racional se encuentran descritas en Araucanos: (Véase Medicina e Higiene). Ellas tienen sin duda una gran importancia, pues los machis son excelentes herbolarios, logrando a base de sus conocimientos empíricos de la vegetación del país, en muchos casos, curaciones que los propios médicos profesionales consideraban imposibles. Sabían también componer huesos, realizar sangrías y masajes y otras manipulaciones. No realizaban, sin embargo, operaciones complicadas, como los indígenas del Perú, que conocían también las trepanaciones.

Pero una importancia mayor era atribuída por los machis a la aplicación de la magia como un medio curativo y para verificar a los pretendidos culpables de la enfermedad.

El acto por medio del cual se lograba ésto era el machitún, palabra en que tun significa hacer, realizar, de modo que la palabra se refiere al acto que realiza el machi. La descripción clásica del mismo ha sido proporcionada por el capitán español Francisco Nuñez de Pineda y Bascuñan, quién lo presenció en 1629 mientras era prisionero de los araucanos y la describió en su "Cautiverio Feliz". Tiene la ventaja de ser muy antigua, de haber sido redactada por un observador muy objetivo y acucioso y que dominaba el araucano y de basarse en un acto realizado en plena Araucanía.

"Acabamos de comer y tratamos de ir al rancho a curar al enfermo. Esto era ya sobre tarde, y en el interior que fueron algunos adherentes por ramos de canelo, por un carnero, cántaros y ollas, fué acercándose la noche, con la cual se juntaron las indias y los indios vecinos, parientas y parientes del enfermo".

"Y llegó la hora de que fuésemos todos al rancho del enfermo, y por no dejarle sólo, me llevó al cacique en su compañía, habiendo preguntado al curandero machi si estorbaría mi asistencia a sus ceremonias y encantos, a que respondió que nó, que bien podría asistir en un rincón de la casa".

"Entramos, ya de noche, (cuando se estaba realizando) el sacrificio del carnero que ofrecían al demonio (en realidad, ese sacrificio estaba destinado a Pillán). Tenían en medio muchas luces. En un rincón del rancho (estaba) el enfermo, (encontrándose) entre clara y obscura aquella parte. (El paciente estaba) rodeado de muchas indias, con sus tamborilejos pequeños, cantando una lastimosa y triste tonada con las voces más delicadas. No cantaban, (en cambio,) los indios, porque sus voces gruesas debían de ser contrarias al encanto".

"Estaba cerca de la cabecera del enfermo un carnero liado de piés y manos, y entre unas ramas frondosas de laureles tenían puesto un ramo de canerlo grande, a modo de mesa, (en que había) una quita (cüta) de tabaco encendida, de la cual a ratos (el machi) sacaba el humo de ella y (lo) esparcía por entre las ramas y por donde el doliente (yacía) y la música asistía. A todo ésto, las indias cantaban lastimosamente".

"Yo (me encontraba) con el muchacho mi camarada, en un rincón algo obscuro, desde donde con toda atención estuve a todas las ceremonias del hechicero".

"Los indios y el cacique estaban en medio de la casa sentados en rueda, cabizbajos, pensativos y tristes, sin hablar ninguno una palabra. Al cabo de haber incensado las ramas tres veces y al carnero otras tantas, que tenía arrimado al banco que debía servir como altar de su sacrificio, se encaminó para donde estaba el enfermo y le hizo descubrir el pecho y estómago, habiendo callado las cantoras, y con la mano llegó a tentarle y sahumarle con el humo de la quita, que traía en la boca de ordinario. Con esto la tapó (de nuevo} con una mantichuela el estómago, y se volvió donde estaba el carnero. Mandó que volviesen a cantar otra diferente tonada, más triste y confusa. Allegándose al carnero, sacó un cuchillo y le abrió por medio, y sacó el corazón vivo, y palpitando le clavó en medio del canelo en una ramita, que para el propósito había poco antes aguzado. Luego cogió la quita y empezó a sahumar el corazón, que aún vivo se mostraba y a ratos le chupaba con la boca la sangre que despedía".

Después de ésto sahumó toda la casa con el tabaco que de la boca echaba el humo. Llegóse luego al doliente y con el propio cuchillo (con) que había abierto al carnero, le abrió el pecho, (de modo) que patentemente se parecían los hígados y tripas, y los chupaba con la boca. Todos juzgaban que con aquella acción echaba afuera el mal y le arrancaba del estómago. Todas las indias (seguían) cantando tristemente, y las hijas y mujeres del paciente (estaban) llorando a la redonda y suspirando. Volvió a hacer que cerraba las heridas, que a mi ver parecieron apariencias del demonio, y cubrióle el pecho nuevamente.

"De allí volvió adonde el corazón del carnero estaba atravesado, haciendo enfrente de él nuevas ceremonias. Entre ellas fué (una la de) descolgar el tamboril que pendiente estaba del canelo, e ir a cantar con las indias: él parado, dando algunos paseos, y las mujeres sentadas como antes".

"Habiendo dado tres o cuatro vueltas de esta suerte, vimos de repente levantarse de entre las ramas una neblina obscura, a modo de humareda, que las cubrió, de suerte que nos las quitó de la vista por un rato, y al instante cayó el encantador en el suelo como muerto, dando saltos el cuerpo para arriba como si fuese una pelota, y el tamboril a su lado de la misma suerte saltando, a imitación del dueño, (lo) que me causó grande horror y encogimiento, obligándome a encomendarme a Dios. Hasta entónces había estado en notable cuidado a todas estas acciones, y luego que ví aquel horrible espectáculo, tendido (el machi) en aquel suelo, y el tamboril saltando sólo juntamente con el dueño, se me angustió el alma y se me erizaron los cabellos, y tuve por muy cierto que el demonio se había apoderado de su cuerpo".

"Callaron las cantoras, y cesaron los tamboriles, y sosegóse el endemoniado, pero de (una) manera que el rostro parecía el (del) mismo Lucifer, con los ojos en blanco y vueltos al colodrillo, con una figura horrenda y espantosa".

"Estando de esta suerte, le preguntaron si sanaría el enfermo, a que respondió que sí, aunque sería tarde, porque la enfermedad era grave y el bocado se había apoderado de aquel cuerpo, de manera que faltaba muy poco para que la ponzoña llegase al corazón y le quitase la vida.

"Volvieron a preguntarle en qué ocasión se le dieron, quién y cómo, y dijo que en una borrachera, un enemigo suyo con quién había tenido unas diferencias, y no quiso nombrar la persona, aunque se lo preguntaron, y ésto fué con una voz tan delicada que parecía salir de alguna flauta".

"Con esto volvieron a cantar las mujeres sus tonadas tristes, y dentro de un buen rato fué volviendo en sí el hechicero, y se levantó, cogiendo el tamboril de su lado, y lo volvió a colgar donde estaba antes, y fué a la mesa donde estaba la quita de tabaco encendida, y cogió humo con la boca, e incensó y ahumó las ramas y el palo en que el corazón del carnero había estado clavado, que no supimos que se hizo, porque no vimos que se le sacara, ni apareció más: infaliblemente lo debió de esconder el curandero o llevarlo el demonio, como ellos dan a entender, (afirmando) que se lo comen".

"Después de esto se acostó entre las ramas del canelo a dor­mir y descansar, y de aquella suerte lo dejaron, y nosotros nos fuimos a nuestra habitación con el cacique".

En esta relación se encuentran algunos de los elementos esenciales de las prácticas mágicas aplicadas por los machis.

En primer lugar existe el sacrificio de un carnero que se hace a Pillán. En la cabecera del enfermo se encontraba el animal y cerca de él, entre ramas de laurel, había un ramo de canelo a modo de mesa. El machi sacrifica al animal, le extrae el corazón y lo clava en una ramita del canelo, chupando a veces la sangre que despide. Esa parte del recinto es obscurecida más tarde por la humareda, y desaparece el corazón clavado en al canelo, siendo informado Bascuñán de que Pillán lo había consumido.

Trátase de una ofrenda idéntica a la que se realiza en el nguillatún, en que también se entregan los corazones sangrientos al Nguenechén. El objeto de esta, ceremonia consiste en lograr la cooperación del Ser Supremo en el acto que se va a realizar. En otras palabras, se trata de lograr la ayuda de las fuerzas del bien para ayudar al enfermo. El desaparecimiento del corazón revela a los presentes que Pillán a dado su conformidad a lo que se le pide. Al chupar el machi la sangre del corazón, esas fuerzas del bien entran en él y le permiten realizar con éxito la ceremonia.

En esta rogativa desempeña un papel importante la sangre. Los araucanos, a igual que los mexicanos, ven en ella al principio esencial de la vida y estiman que sin su ofrenda el Ser Supremo no puede existir, de modo que queda muy satisfecho si se le ofrenda, retribuyendo esa dádiva con su ayuda. Por otra parte, el consumo de esa sangre ofrendada a Pillán hace participar al machi en las fuerzas divinas. (Véase Lo divino en sangre).

Otro elemento que desempeña un papel importante en el acto es el humo de tabaco, también considerado como dotado de fuerzas mágicas. Se explica ello si se tiene presente el poder narcotizante existente en el tabaco y que es capaz de producir estados de alucinación, en que el machi se traslada en un estado de sueño, con excitación máxima de la fantasía. En él tiene revelaciones, como ser aquella de conocer a la persona que ha "tirado el mal" o introducido el "bocado" en el cuerpo del enfermo.

Debe advertirse a este respecto que el araucano no hace un distingo claro y definido acerca de la realidad del mundo físico que vé con sus ojos y del imaginado que percibe en sus sueños. Para él, este último tiene tanta realidad como el primero. Por consiguiente, lo que llega a saber en el estado de alucinación es para él tan verídico como lo que sabe por su experiencia.

Ese estado es producido por el consumo del humo del tabaco. Este último era un cultígeno de los araucanos y cuyo orígen proviene del territorio de los lican-antai. Pero es posible que los machis agregaran al tabaco otras substancias, a fin de hacerlo más eficiente para producir el estado de alucinación a que se refiere el relato de Bascuñán. Por esta misma razón se explica que se realice un sahumerio con humo de tabaco en la forma que describe: se desea que tanto las fuerzas divinas como todo lo relacionado con el enfermo participe y contribuya en la investigación que se trata de hacer.

Un tercer elemento que participa en la práctica mágica es el canto. Bascuñán destaca la importancia que tenía incluso la entonación de la voz, pidiéndose que esta fuera melodiosa, suave y fina. No se refiere al texto que se cantaba, pero que, evidentemente, estaba relacionado con los objetivos que se perseguían y los medios que se empleaban para ello. De este modo, el canto contribuía al acto en forma eficiente, acentuando el contenido de las diversas partes de la ceremonia.

La parte propiamente tal, destinada a extraer del cuerpo el mal introducido en él, tuvo en el acto presenciado por Bascuñan un carácter extrictamante mágico. Las manipulaciones a que se refiere en realidad no las realiza el machi, sino que sólo finge hacerlo, lo que logra empleando el hipnotismo de los presentes. Estos creen ver que con su cuchillo abre al vientre del enfermo, de modo que aparecen los hígados y las tripas, las que finge chupar el machi con su boca, a fin de extraer el mal, como tampoco cierra en seguida la herida. Con razón anota Bascuñán que a él se lo presentaron todas esas manipulaciones como simples "apariencias del demonio". En realidad se trataba de un acto de hipnotismo, realizado tan hábilmente que todo lo obrado tenía visos de ser estrictamente real.

El propio Bascuñan agrega que "hay otros curanderos que hacen algunas ceremonias fingidas, chupando al enfermo el estómago y escupiendo sangre de la boca, dando a entender que se la sacan de adentro del pecho, y para esto dice que suelen sajarse la lengua o picarse las encías".

Rosales, que escribió a fines del siglo XVII, confirma y amplía el relato de Bascuñan. Escribe que el machi, tendiendo al enfermo boca arriba, (mientras) cantan todos, él hace sus invocaciones y le unta el estómago con una yerbas, y con un cuchillo se le abre aparentemente, de modo que todos ven les tripas, el hígado y los bofes, y ahí le busca el mal y el bocado, y suele llevar escondido algún gusano, lombriz o cola de lagartija. Y hace que saca (alguno de estos anímales) de las entrañas y (afirma que con ello) ya le ha sacado el bocado y la enfermedad, y le vuelve a cerrar la herida, sin que quede señal alguna. Y con estas apariencias del demonio a ilusiones de la vista, están todos admirados, y el médico queda con gran reputación de sabio, y gana con el oficio, porque de todas partes le llaman y le pagan con gran liberalidad. Y el hechicero finga y hace apariencia de que le saca (al enfermo) del corazón un palito, o de la parte dolorida, con que le ha sanado.

Puede ocurrir que a pesar del tratamiento, ocurra la muerte del enfermo: "se excusa (entónces) el médico con decir que le sacó (efectivamente) el bocado o la flecha, y que si después le tiraron otra y no le avisaron, era fuerza que tenía que morir".

Esto revela que, además del hipnotismo y de la alucinación, los machis aplicaban también las prestidigitación. Observadores críticos y que han presenciado sus actos con el deliberado propósito de descubrir la procedencia de los objetos aparentemente sacados del cuerpo, no han sido capaces de establecerla.

La alucinación y el hipnotismo representan prácticas que se pueden aplicar sin el propósito de engaño, pues se trata de fuerzas que tienen sin duda un carácter extraño y que pueden inducir a creer en su origen divino. Parece difícil poder admitir esto mismo en cuanto a la prestigitación, pues para realizar actos de esa naturaleza, es preciso premunirse de aquellos objetos y fingir haberlos extraído de un cuerpo que en realidad no se ha abierto, simplemente haciendo creer a los presentes haberse realizado una operación que el machi sabe no haber efectuado.

La última parte de las diversas ceremonias se refieren al estado de alucinación que provoca el machi por medio del consumo de los narcóticos, lo que pretende es que se le revele el orígen de la enfermedad. Quien le debe participar ese conocimiento no es el demonio, sino que son precisamente las fuerzas del bien encarnadas en Pillán, quién se supone está prestando su cooperación durante todo ese acto.

"El machi inciensa con humo de tabaco el ramo de canelo hacia las cuatro partes del mundo, todo muy pausado para dar lugar a que acaben con su tristísima canción las mujeres. De aquí, tomando él su tamboril, suena un rato como para descanso de las mujeres, las cuales entonan otro canto aún más lúgubre que el primero, con lo que, fingiéndose que le viene el espíritu, se deja caer en tierra, da saltos terribles y ciertos movimientos y gestos, con que infunde el horror y espanto en todos los circunstantes. Dá un silbido, que parece sale de una caverna, con el que suspenden el canto las mujeres, y él comienza a exponer el origen, progresos y consecuencias de la enfermedad, todo con términos ambiguos, para no ser cogido en falsedad. No pocas veces son por él culpados los enemigos del enfermo... Cuando ha dicho todo, el machi muda de tono y las mujeres empiezan otro canto menos triste, por lo que él se alza de tierra".

Esta descripción establece claramente la relación entre el consumo de los narcóticos y el estado que ocurre como consecuencia de él en el machi, como también un nuevo recurso que usa éste y que no menciona Bascuñán: el ventrilocuismo, que hace aparecer su voz como procedente de otro lugar.

Sé sabe que el estado de alucinación no sólo era provocado cuando se trataba de enfermos vivos, sino también para averiguar la causa del fallecimiento de una persona, y había machis que disfrutaban a ese respecto de una gran reputación.

Un caso interesante a esa respecto fué comunicado a Paul Treutler, autor de la obra "Andanzas de un Alemán en Chile" (Santiago, 1958), por los padres de la misión capuchina de Queule en 1859.

En aquel tiempo vivía uno de esos machis en Boroa. Al ser consultado, "se informaba primero de las condiciones en que vivía el fallecido y las de su familia, y realizaba en seguida sus actos mágicos. Bailaba primero como loco, describiendo círculos, caía en seguida agotado al suelo, y se hacía el muerto. Despertaba luego, entraba en éxtasis, y con el rostro horrorosamente desfigurado pronunciaba el nombre de una persona que vivía en los alrededores del difunto: ella era considerada la causante de la muerte. Los deudos se dirigían en seguida al cacique del lugar y exigían su castigo".

"El cacique convocaba entónces a todos los que vivían en el lugar, invitaba también a los caciques más cercanos con sus mocetones a fin de presenciar tan importante acto. Se reunían entónces centenares o millares de indígenas, formando un círculo alrededor del cacique en su calidad de jefe de la reunión. Después que los deudos habían inculpado a la persona indicada por el oráculo, se detenía a esta víctima inocente, se la desvestía y se la amarraba con lazos a un palo que se colocaba horizontalmente entre dos árboles. Allí se procedía luego a quemar viva a la víctima, con acompañamiento de música y terrible chivateo. A fin de prolongar sus padecimientos y la fiesta organizada para esta efecto, se retiraba el fuego cuando un costado de la víctima estaba ya medio tostado, y luego lo avivaban de nuevo, mientras se bebía mucha chicha y aguardiente, dando vuelta el palo a fin de tostar también el otro costado. Se consideraba como un arte especial hacer de manera que la víctima quedara con vida el mayor tiempo posible, lo que a menudo se conseguía por una hora".

"Los misioneros ya habían hecho todo lo posible para inducir a los caciques a suprimir esta costumbre bárbara y superticiosa, pero sus intentos no habían tenido éxito debido a un incidente que contribuyó a confirmar la supertición".

"Las exhortaciones de un misionero habían logrado antaño inducir al cacique de La Imperial a prometer que no permitiría más esas ejecuciones, y cuando se quiso realizar una de una joven de 16 años, intentó aprovechar esa oportunidad para prohibir ese abuso".

"El pueblo estaba reunido, formando como de costumbre un círculo en el que se encontraban el cacique, acompañado por varios otros, el misionero, la acusadora y la víctima. Se hizo la acusación de que la muchacha había envenenado a un jóven y se pidió la ejecución. En el supuesto de que la muchacha juraría desesperadamente entre lágrimas y llantos su inocencia, el cacique la invitó a defenderse, pero su sorpresa fué grande cuando la acusada declaró con voz resuelta que el oráculo había establecido la verdad y que ella había cometido el hecho en venganza por haber sido desdeñado su amor".

"El cacique se dirigió entónces y con severidad al misionero, preguntándole si continuaba insistiendo en que las declaraciones del oráculo eran falsas y que él y sus hermanos sacrificaban a inocentes, a lo que el misionero no pudo replicar nada. La muchacha fué quemada, y desde entónces se ha robustecido la confianza y la veracidad del oráculo".

Ya se informó que la medicina racional también era aplicada por los machis, sobre todo aprovechando las condiciones curativas de numerosas yerbas (véase su especificación en Araucana). Debe agregarse, sin embargo, que también en ese caso no es fácil trazar al límite que separa lo racional da lo mágico, pues conocían también la aplicación de yerbas a que se atribuían propiedades netamente mágicas, sin relación alguna con sus cualidades efectivas. En su estudio sobre "Medicina e Higiene de los Antiguos Araucanos" (En la Rev. Chil. de Hist. y Geog., N° 27, Santiago, 1917), Martín Cusinde relata una escena que ocurrió en Panguipulli. Un agricultor, "pasando de noche por un denso bosque y atraído por el resplandor de un fuego, divisó entre los matorrales a tres machis mujeres. Se habían dirigido éstas a un riachuelo cercano, en que se desnudaron y cogieron en el agua sendas ranas o sapos. Cada una, vuelta con la cara hacia el agua, tomó el animalito con ambas manos de las patas traseras, y con un brusco movimiento lo echaba hacia atrás. Las tres mujeres recogieron después esos sapos y los llevaron a un lugar escondido, donde encendie­ron fuego debajo de una ollita. Después, sentadas alrededor, mata­ron a los animales y recogieron la sangre y la secreciones en aque­lla vasija, la cual llenaron, además, con distintas yerbas, y la dejaron hervir sobre el fuego. En seguida, ellas mismas comenzaron a bailar en rededor de la olla, recitando fórmulas cabalísticas. Después de poco rato, caliente aún, la llevaron a su ruca". A un brevaje preparado de esta manera se atribuían mágicas.

Algunos de tales brevajes llevaban nombres especiales, siendo el más famoso el que lleva el nombre de mareupulahuén (de mareupú), doce; y lahuén, remedio). Este remedio era solicitado por los machis a Pillán, y se le atribuía cualidades mágicas para curar las enfermedades.

La fuente principal para conocer los procedimiento de los machis son 58 canciones de ella que han sido recopiladas por el padre capuchino Sigifredo de Fraunhaúsl y que se encuentran reproducidas en araucano y traducción castellana en la obra "Lecturas Araucanas" de Félix de Augusta. A continuación se darán algunos ejemplos al respecto.

Para que su arte venga a inspirarla, una machi canta así:

Toda estaba cubierta de remedios de flores
Cuando fueron a buscarme en el monte;
De sagradas ramas de canelo estaba cubierta
Cuando fueron a buscarme en el monte;
Esta cubierta de ramas de laurel.
Cuando fueron a buscarme, bajó mi arte querido,
El arte que viene de en medio del cielo.
¡Ven, baja y toma posesión de mí,
Arte querido!
¡Ven a favorecerme, arte mío,
No dejes de posesionarme, arte querido!
¡No dejes de socorrerme, arte querido!

Se establece el mismo ligamen con el laurel y el canelo que ya menciona Bascuñán, y se deja claramente establecido que el arte que aplicará la machi proviene del cielo, donde reside Pillán.

En todas las canciones predomina el aspecto mágico sobra el racional. Entre las causas de la enfermedad figuran el huecufü denominado Maulen (V.), considerado como una especia de torbellino que proviene del Norte y que se puede apoderar de una persona, ocasionándole una gravísima enfermedad. A ese huecufü es preciso aplicarle un remedio mágico de gran eficiencia, como es el ya mencionado maréupullahuen, al que se refiere la siguiente canción!

Te he traído maréupullahuén
Para poder expulsarte.
Vengo a descubrirte, astuto demonio,
Porque dije de tí: "iré a extraerte". ¿En que astucias has sido instruido,
Huecufü Meulén del norte?
Aúnque te hubieses introducido en los huesos,
Aúnque te encontraras en el vientre,
Te he traído maréupullahuen
Para vencerte,
Astuto huecufü Meulén.

El efecto ocasionado por ese Meulén se expresa en otra de las canciones:

Del Norte dicen

que ha venido el huecufü.
Por debajo de la tierra pasó,
Se introdujo por los aires:
Por eso has quedado en ese estado lamentable,
Por eso ha quedado rojo

Tu pobre vientre.

Otro remedio considerado como muy eficiente es el melico o melinco (de meli, cuatro; y co, agua: cuatro aguas), que se obtiene en un trayenco (de trayen, cascada; y co: agua de cascada), a que se refiere la siguiente canción:

Te traeré melicollahuén

De la neblina de una cascada (trayenco).
No se sabía como poder sanarte,
Pero es posible que domine tu enfermedad

Con este remedio.
Entre las cascadas desempeña un papel especial el callfü trayenco, la cascada azul, a que se alude frecuentemente, como en estas canciones:
En la cascada azul tomaré

La flor azul, que es remedio para tí,
Para curar tus males.
He prometido mejorarte,
Y es para ello que he venido.
¡Pero es harto difícil poder lograrlo!

Cogeré para tí un buen remedio,
Para poder sanarte
Y darte algún alivio.
Ya nadie sabe cómo lograrlo.

Pero demás arriba de la cascada
Te traeré flores medicinales,

Y con alias podré sanarte.

Constantemente, cuando se alude a los árboles sagrados, se introduce el elemento mágico:

Di un paso pos sobre un canelo
Cuando me dijeron que viniera.
Tuve entónces una visión:
Dí un paso sobre el canelo
y después ya no supe nada de mí,
y por éso he quedado en este estado
Dí un paso sobre el árbol sagrado
y floreció mi copihue,
Floreció mi quilineja:
Ahora tengo poder para dominar
Al huecufü que se acerca desde el norte.

los huecufü que pueden ocasionar enfermedades se encuentra también el Pihuichén o Piuchén, a que se refiere una machi que fué llamada para combatirlo y que canta:

Una vez que halla dejado de llorar,
Buscaré el remedio necesario.
Por mucho que halla llorado,
No dejaré de ir a buscar las flores
Con que yo misma también me sané.
De la cumbre del volcán baja al arroyo
Y en él recogeré los remedios.
Muchos remedios te he traído
Para que aliviemos los dos
Y para que podamos vivir.
Escogeremos remedios para el Pihuichén,
Para que pueda sanar el Pihuichén enfermo.

Esta última alusión se refiere al enfermo, que es tratado como si él mismo fuera un Pihuichén.

Una enfermedad puede provenir también de un alhue-püllomeñ, en que alhue significa alma, ánima o fantasma; y püllomeñ, un moscón azul, creyéndose que algunos fallecidos vuelvan a esta tierra encarnados en ese insecto, para desempañar la funciones de un huecufü. A esa situación se refieren las siguientes canciones, en los elementos mágicos quedan muy de manifiestos:

Ha decendido en tí
Un alhue-püllomeñ
De en medio del cielo:
Es esa la causa que te ha dejado postrado.

Después del alba vino sobra tí
Un alhue-püllomeñ
Que te ha dejado tendido.
Yo vengo ahora a verte,
Pues he dicho: "Iré a sanarlo".
Por eso he venido.

Sobre el cráter del volcán
Se tendió un puente
Para que pasara por él
Un alhue huecufü.
Por eso te encuentras postrado así
En tan lamentable estado.
¿No seré capaz de sanarte?
Afirmé que sé expulsarlo.
Por eso he venido a verte.

Antes del alba, durante la carrera
Te sacaré el mal, te prometió la machi:
Tu modo de andar me reveló
Que hay en tí un alhue püllomeñ.

El arte de sanar al posesionado por un alhue-püllomeñ, consiste en hacer volver a este al cielo, donde vivia junto con Pillán. A ellos se refieren las siguientes canciones, en que el machi se dirige directamente al ánima, hablando con ella y ordenándole lo que debe hacer:

¿A que hora del día se apoderó de tí
El alhue-püllomeñ?
Tendrás ahora que irte otra vez,
Llevándote tu rehue de laurel,
Pues no eres más que un muerto.

Una vez que haya subido un poco el sol
Te llevarás otra vez tu rehue de matico,
Como muerto que eres
Ya no estás sujeto a mi voluntad,
Pero yo sabré cómo tratarte.
Es por eso que he venido acá.

Llevarás contigo tu remedio de muerto
Y con él podrás vivir
En la región celestial.

Además de los alhue-püllomeñ, que aún cuando ocasionan malestar al paciente, no son en, el fondo seres caracterizados por intenciones malignas, pues es posible hacerlas volver al reino celestial de donde provienen, existen también los alhue-huecufü o huitran alhue, que son eminentemente perjudiciales. La palabra huitran signi­fica aliado. Trátase del alma del recién fallecido, que según la creencia permanecerían durante nueve días sobre esta tierra, ántes de ingresar al reino de los muertos, donde encontrarán definitivamente la paz. Antes de alcanzarla, un calcu se podrá apoderar de ellas y emplearlas paro su magia negra, enviéndolas, p. e., donde algún enemigo, a fin de que penetren en su cuerpo y le perforen el corazón, chupándole la sangre como un vampiro.

En estos casos, el machi tienen que establecer la presencia del alhue huecufü, a fin de poder expulsarlo. El machi lo hace surgir hasta la superficie, lo extrae chupando y lo escupe en unas hojas, que luego se queman. Puede escapársele también, y en ese caso el machi le sigue, espantándolo, con curiosas posturas del cuerpo, hasta que lo alcanza a coger en la forma de un palillo o de una pajita, de un pelo o de una lagartija. Se le quema de inmediato, y el hui­tran alhue, convertido en humo, se retira otra vez a su cueva, desa­pareciendo del enfermo, el que podrá sanar en seguida.

Pero así como los huitran-alhue son aliados de los calcu, también los machis pueden tener un espíritu que los favorezca. Este no es denominado, sin embargo, un alhue, sino ñühua-domo (de ñühua, cooperador; y domo, mujer); los machis la llaman también inamonguen (de ina, aliado; y monguen, vida). Su misión consiste en expulsar del cuerpo a los alhue huecufü. Acto a que se refiere la siguiente canción:

Este enfermo parece que no sobrevivirá.
Hay en él un huitran que se posesionó de él,
¿Cómo entonces podrá sanar?
A medianoche llegó el huitran
Y le disparó un flechazo.
Tendrá así que morir sin remedio.
¡Tan grande es el daño que le ha ocasionado!
Hay otros mocetones del huitran
Que también querrán penetrar en él
Antes que amanezca el día.
Para evitarlo, habrá que ofrecerles tabaco,
Pues así se alegrará su corazón.
Pero luego entrará en acción la ñuhua-domo.
Sólo de ella dependerá que el enfermo pueda sanar.
Y si no lo hace, ¿Qué se podrá hacer?
Para poder lograr algo,
Habrá que pagar bien a la machi.
El enfermo tiene una serpiente en el vientre.
Si se estimula a la machi,
Ella pronto triunfará en la lucha.

Este ejemplo demuestra también que los machis exigen un buen pago por sus servicios.

La destrucción del huecufü se relata en la siguiente canción:

"Corramos, pues, una carrera",
Había dicho al huecufü.
Corrimos, y la gané.
Ahora a saltos vienes a la superficie del cuerpo,
Ahora podré quemarte en el fuego,
Ahora serás consumido por él,
Ahora ya no dañarás al enfermo:
Yo he sabido dominarte a tí.

Te he dominado por completo,
Y tendrás que retirarte otra vez
A tu cueva en el interior de la tierra.
Terminó ahora el conjuro que te hice
Y te has disuelto en nada más que humo,
Huecufü que eres.
Terminó mi labor de conjuro.

En las canciones aparecen las vinculaciones con la religión, aludiéndose a Nguenechen en su aspecto masculino y femenino, y se alude a un caballo y a un cuchillo pillañ, destinados a prestar ayuda al enfermo, como si se los mandara para ese fin el Ser Supremo. El machi consuela al enfermo y le dá confianza con estas palabras:

Aúnque ya hubieses contemplado tu tumba,
Cobrarás nuevo aliento, capitán de mocetones.
Empuñarás de nuevo tu machete,
Volverás a montar tu caballo-pillañ,
Enviado desde las regiones celestes
Y que te dará bravura.
¿No has vuelto a resucitar
Entre gentes de malas intenciones
Y que anhelaban terminar contigo?
¿No dispones de un cuchillo-pillañ
Enviado desde las regiones celestes
Y de tu caballo-pillañ para tu defensa?
Mucha gente pretendía perjudicarte,
¿pero no has vuelto a resucitar entre ella?
Montarás de nuevo tu caballo-pillañ,
Tu caballo alazán que te dá bravura.
Harás rogativas otra vez a Nguenechén,
Que habita en medio del cielo;
Dirigirás la vista al padre y a la madre
que se encuentran en medio del cielo.
¿No has vuelto a contemplar otra vez el sol?

Voy a perseguir el huecufü por el camino que recorrió,
A fin de que el enfermo pueda sanar
Y para que pueda hablar así:
"He vuelto a contemplar el sol,
Porque sanó otra vez mi corazón.
Ahora podré orar de nuevo.
Me dirigiré al Rey Anciano
Y hablaré a la Reina Anciana.
Le oraré con mi bandera-pilláñ:
¡Rogar también por mí
Mis padres y madres que han fallecido!
Voy hacer otra vez rogativas,
Tan buenas como ellos las haré.
Brindaré a Nguenechén otra vez
De la chicha mareupu que se encuentra en el llangui-llangui,
Ta sacrificaré otra vea los dos caballos-pillañ,
Recibirás otra vez el corazón del cordero,
Como también tu gallo carecare
Y tus niñas azules también,
Y nada te ha de faltar.
Cuanto me ha señalado el machi,
Lo he ejecutado, acatando su consejos".

La alusiones que hace el enfermo están relacionadas con el nguillatún, en que se sacrifican a Nguenechén los objetos que se indican.

Entre los medios mágicos que ocasionan enfermedades figuran a veces seres mitológicos poco conocidos, como los callfümalen (de callfü, azul; y malen, mujer). Ese nombre se da a un joven con capa y venda azúl que actúa en los nguillatunes y que aparece también a veces en el machitún; se le da también a un insecto de cuerpo y alas azules. El azul es también el color característico de Nguenechén-hombre, mientras que Nguenechen-mujer lleva color negro, refiriéndose el primero al cielo diurno y el segundo, al nocturno, en que aparecen el sol y la luna, respectivamente.

La alusión a estos seres figura en la siguiente canción:

Hacia la madrugada se posesionaron de ti
Dos Callfümalen,
Y te causaron tristeza.
Te vinieron a ver
Dos Callfümalen:
Luego, repentinamente,
Se llenó de tristeza
Tu pobre corazón.

Aunque te hubiesen arrastrado
A hermosísimos paisajes,
Cobrarás nuevo ánimo,
Capitán de mocetones.
Aunque te hubiesen transportado
A las más encumbradas cumbres
De la cordillera andina,
Volverás a mirar la tierra,
Capitán de mocetones.

El papel que desempeñan estos callfümalen se desprende claramente de la canción: arrebatan la conciencia y hacen soñar, como en la fiebre: hacen que uno se sienta triste con su destino en esta tierra y lo conducen a hermosísimos paisajes. A pesar de ello, los machis estarán en situación de impedir que esos arrebatos se transformen en realidad.

Fraunhäusl fué informado que los machis disfrutan de la cooperación de 19 espíritus, que enumera, pero que no se describen en detalle, indicándose solamente la etimología de sus nombres, que, por lo general, poco significa. Entre ellos aparecen también Pillañ-huentru y Pilláñ-domo, que no pueden considerarse como espíritus aliados con el machi, pues se trata, simplemente, de Nguenechén (Dios). Otros serían los siguientes:

Malloldomo: mujer que se unta la cara con el mallo, una especie de tiza;

Llahueñmadomo: mujer de los remedios (que ha aprendido a herborizar);

Lululhuentru: literalmente, tropel de hombres; u hombre que hace ruido como una multitud;

Antühuapinda: de antü (sol), hua (maíz); y pinda (picaflor);

Ngümaillahuen: de gnüman (llorar) y llahuen (remedio): "llorar un remedio";

Ñuicomne (üllcha): de ñuin (perder el camino); conmen (agotarse las provisiones) y üllcha (niña): una niña que se extravió y quedó sin provisiones. En vez de üllcha, figura a veces hueche (que significa joven);

Ihuelmahuida: de ihuel (trepar) y mahuida (arbol);

Huiyüforo: de huiyüm (encendido) y foro (hueso);

Trafhuenu: de traf (cerca) y huenu (cielo);

Quelenquelen-huentru: de quelen-quelen (agilucho) y huentru (hombre);

Mollfüñpihuichén: de mollfüñ (sangre) y pihuichén: sangre del pihuichém;

Culil (que) - Pillañ; de culilrue (halcón) y Pillañ;

Púpülli-amui: literalmente, el suelo desapareció;

Sinchull-mapu: de sinchull (un voqui) y mayu (tierra);

Sinchull-trayenco: de sinchull (un voqui) y trayenco (cascada); y

Leftu-Pillañ: de leftun (atacar, acometer) y Pillañ.

Indudablemente, varias de estas designaciones no se refieren a espíritus propiamente tales. Los diversos pillañes citados son sin duda los antepasados fallecidos en la guerra que acompañan al Gran Espíritu (Pillan) en su viaje por el firmamento. Conforme a influencia totemísticas, aparecen en forma da animales feroces o aves de rapiña.

Los cantos de los machis son acompañados por al toque del tamborin (cultrún), cubierto por un cuero de perro. Las canciones mismas llevan el nombre de machi-ül. Las que se cantan si enfermo cuando empieza la mejoría y que están destinadas a alentarlo y felicitarlo por haberse recuperado, llevan el nombre de conac-ül, término que se refiere a algo sublime, elevado.

Acerca de callfü-huentru y callfü-malén, se encuentra una explicación en las lecturas reunidas por Félix de Augusta. Explica éste que "llama mucho la atención la analogía que hay con Callfü-Rey-Chau y Callfü-Rey-Ñuque", designaciones que se aplican a Nguenechén considerado como hombre o como mujer, respectivamente. "El color amarillo, que a veces reemplaza al azul y que siempre es el de la bandera, debe tener relación con el fuego o el sol". Debe recordarse que las dos figuras nombradas y que se refieren a Nguenechen adulto, corresponden otras dos representadas como jóvenes. De acuerdo con uno de los mitos de los araucanos, estas dos últimas fueron enviadas a la tierra (veáse Creación del Mundo). Indudablemente, la Niña o Jóven Azul y el Muchacho Azul son símbolos de estos dos últimos personajes.

La relación es la siguiente: "se adereza a una Niña Azul cuando se trata de realizar un nguillatún o un machitún en que se hará una rogativa a favor del enfermo. La visten con una capa azul, y como venda de la cabeza le colocan un paño azul; si no se dispone de ese color, se usa uno amarillo.

"Hay también un Muchacho azul. A este le colocan un paño azul en el cuello".

"Se encillan para ellos dos caballos, uno blanco y otro alazán, en los que montan la Niña Azul y el Muchacho Azul. Salen al galope a la pampa, llevando el Muchacho Azul su bandera amarilla. De regreso, se acercan de nuevo al enfermo. Este está de pié. Entonces el Muchacho Azul y la Niña Azul lo toman al centro y le soplan aliento. El enfermo se frota en los pechos de ambos caballos. El enfermo y los caballos intercambian su aliento. Mientras esto ocurre, el machi hace sus rogativas".

El significado mágico de la escena es evidente. Como representantes de Nguenechén, los dos jóvenes salen a la pampa con el fin de conseguir la cooperación del Ser Supremo, que aportan al enfermo en forma del aliento de los dos caballos y de ellos mismos. Está destinado éste a darle nuevas fuerzas para establecer su salud. El mismo significado tiene el hecho de frotarse en el pecho de los dos caballos. Estos últimos representan, como es obvio, los caballos-pillañ a que se ha aludido anteriormente.

Ya se explicó que en la actualidad la gran mayoría de los machis son del sexo femenino, y ésto sin duda fue siempre así, como se puede deducir de la derivación de la institución de la cultura más antigua de los agricultores.

Excepcionalmente, la profesión era desempeñada también por hombres invertidos. El cacique Quilalebo explicó a Bascuñan en 1629 lo siguiente: "En tiempos pasados, más que en los presentes, se usaba en todas nuestras parcialidades unos huecubuyes, que llamaban renis, como entre vosotros los sacerdotes. Estos andaban vestidos de unas mantas largas, con los cabellos largos, y los que no los tenían, los traían postizos, de cochayuyo o de otro género, para diferenciarse de los demás indios naturales. Estos acostumbraban estar separados del concurso de las gentes, y por tiempos no ser comunicados (con el mundo exterior), y en diversas montañas divididos, donde tenían unas cuevas lóbregas en que consultaban al Pillán, a quien conocen por Dios los hechiceros y endemoniados machis (que son los médicos); éstos, como se ha dicho, por tiempos señalados estaban sin comunicarse (con) mujeres, ni cohabitar con ellas".

Evidentemente, los huecu-buyes o renis no eran machis, sino una especie de sacerdotes, como bien lo explica Quílalebo, y tampoco eran invertidos. Destaca él que antiguamente habían sido mucho más numerosos y que estaban disminuyendo. Posiblemente, eran ellos quienes presidían los nguillatunes, y conforme a lo que dice al texto, deben habar tenido otras funciones más, como la de consultar a Pillán en cuevas existentes en la cordillera, posiblemente para in­dagar la suerte que podía correr alguna empresa militar, los resulta­dos de las cosechas y otros hechos que interesaban a la colectividad o a miembros de ella.

La cita traza una clara separación entre la función del sacerdote y del machi.

El nombre de huecu-buye proviene de huecún (exterior, afue­ra) y voigue, foique o foye (canelo), porque llevaba como distintivo una rama de canelo en la mano. El término de reni corresponde a renü (caverna), porque pasaban una parte del tiempo en ellas.

Lo que se ha conservado de estos sacerdotes, son los nguenpin, que presiden los nguillatunes, pero que no se distinguen de los demás araucanos sino por llevar una vida ejemplar.

El propio Bascuñán conoció, en cambio, a un machi invertido, que describe de la siguiente manera: "Parecía un Lucifer en sus facciones, talle y traje, porque andaba sin calzones (chamal), pues éste era de los que llaman hueyes (invertido pasivo). Traía en lugar de calzones un puno, que es una mantichuela, que traen por delante de la cintura para abajo, al modo de indias, y unas camisetas largas encima. Traía el cabello largo, siendo así que todos los demás andan trenzados. Las uñas tenia tan diformes, que parecían cucharas. (Era) muy pequeño de cuerpo, algo espaldudo y rengo (rengo= cojo por lesión en las caderas) de una pierna, (de modo) que sólo mirarle causaba horror y espanto: con que daba a entender sus viles ejercicios". Luego agrega otros detalles: "Se ponen las gargantillas, anillos y otras alhajas mujeriles, siendo muy estimados y respetados de hombres y mujeres, porque hacen con éstas el oficio de hombres y con aquellos de mujeres... Les llaman hueyes, que en nuestro vulgar (idioma) son nefandos y que (también) en entre ellos se tienen por viles, por acomodarse al oficio de mujeres".

Podría interpretarse como contradictorio el juicio de Bascuñan, quien primero dice que los machis invertidos eran muy estimados por hombres y mujeres y después, que se les tenía por viles. En realidad, la estimación de que disfrutaban se refiere únicamente a su calidad de machis; como hombres, se les menospreciaba. Guevara (en su "Psicología del Pueblo Araucano") informa al respecto: "La lengua identificaba con la palabra hueye a los practicantes de la pederastía. La inversión sexual ha existido siempre entre los araucanos. Ha sido un vicio constituido en costumbre y no clasificado entre los hechos perjudiciales que atentan a los intereses de la comunidad. Pero en ocasiones muy limitadas se ha presentado fuera del gremio de los machis".

No cabe duda que, conforme a las ideas de la antigua cultura agrícola sobre la influencia de la luna (considerada como deidad femenina) y el predomnio de la mujer en el ámbito social y portadora de fuerzas mágicas derivadas de la luna, el hueye era un individuo privilegiado entre los hombres, pues se acercaba al principio femenino. Al menos se le conceptuaba así como ejercitante de las prácticas mágicas. Los varones, en cambio, que estaban organizados en sociedades secretas en que se practicaban todas las virtudes masculinas, tenía que tener por ellos el mayor desprecio. No hay el menor indicio de que la inversión sexual hayan tenido cabida en ellas. Una prueba indirecta al respecto es la indicada por Guevara, de que en realidad las invertidos son muy raros entre los araucanos.

En los últimos tiempos, a pesar de la ocupación de la Araucanía y de la cristianización y occidentalización de los araucanos, la institución de los machis no ha perdido su antigua situación. Siguen dedicados a la profesión también algunos hombres invertidos, pero su proporción es muy reducida. Gusinde conoció a dos de ellos, uno en Boroa y otro en Coñaripe, pero en ambos lugares había también machis mujeres. Aquellos dos machis hombres seguían "en la acostumbrada inversión del sentido sexual, lo cual se comprueba por su modo de vestirse y por la preferencia que dan a alhajas y adornos mujeriles".

No es de creer que antiguamente su número haya sido mayor que ahora. Se trataba simplemente de individuos nacidos con una inversión sexual y un predominio de condiciones psicológicas femeninas. El mero hecho de existir tales individuos te­nía que aparecer a los araucanos como la manifestación de una fuera mágica divina, derivada de Pillán-Mujer, con sus influencias lu­nares (véase Religión, N°). Como consecuencia, esos individuos eran considerados como predestinados para ser machis. Posiblemente, muchos de ellos ni siquiera practicaban la pederastía.

Guevara, quien convivió con los araucanos y es un buen observador, describe la situación de los machis modernos en estos términos: "La machi es la persona que en el dia figura en primer término en el personal de operadores mágicos. Revestida de la dignidad de curandera y encantadora, goza entre los de su raza de una conside­ración cercana al temor supersticioso. Es un miembro del grupo que posée el privilegio de comunicarse con los espíritus, curar las enfermedades por sortilegios y prevenir los desastres de la comunidad. Tiene todos los caracteres del mago (shaman).

"Aunque de ordinario casada, su existencia parece envuelta en cierto misterio. Vive más retraída que el común de la gente. Frente a su habitación se halla plantada la tosca figura de madera que suele usarse en algunas ceremonias y que simboliza sus operaciones mágicas. Una bandera en la puerta de su hogar indica al viajero que allí reside quien tiene en su poder la salud de los hombres y el secreto de los genios irresistibles. La posesión de amuletos y talismanes que preservan de influencias maleficiarias y cambian la naturaleza de las cosas, le da mayor ascendiente entre los que benefician sus conocimientos. Cuida en el bosque un canelo predilecto, cuyas ramas y hojas emplea en la curación de los enfermos y a veces en las ceremonias a que concurre. Si alguien descubre y corta esa planta, la machi seguramente languidecerá y morirá".

"Como en muchos pueblos primitivos, extrae por absorción el cuerpo venenoso o el animal que corroe las entrañas de la víctima. En las fiestas religiosas y en las operaciones curativas, sirve de intermediaria entre los hombres y los espíritus bienhechores. Cae en esos actos en un éxtasis espontáneo, durante el cual los espíritus toman posesión de su cuerpo y le revelan los pormenores de la enfermedad, o le anuncian la próxima lluvia".

Obra de buena fe, por autosugestión e imitando lo que se ha hecho tantas centurias antes de ella: sus alucinaciones son las mismas de la sociedad beneficiada por su magia. Sus manipulaciones ejercen en el público una acción considerable: muchos de los que han estado bajo la influencia de sus encantos, créense sanos y libres de hechizos mortales. El alma individual de la machi transparenta el alma colectiva de la raza".

Gusinde, al citar estos párrafos, agrega que "puedo confirmar lo antedicho con mi propia experiencia, pues concuerda bien con mis observaciones".

Cabría agregar, sin embargo, que si bien los actos mágicos pueden tener una influencia muy grande y saludable en enfermedades sugestionables, no ocurre lo mismo cuando no se cumple esa condición: ni una tuberculosis ni un cáncer serán sanados con las prácticas descritas.

Además, es indudable que la labor de los machis es juzgado en un sentido positivo por el pueblo araucano y que se ve en ellos una institución útil y altamente beneficiosa. Tampoco se puede negar que los propios machis interpretan el ejercicio de su profesión en el mismo sentido y que creen actuar de buena fe. Pero es difícil admitir ésta cuando practican actos de prestidigitación, como ser, cuando se procuran antes de un machitún una lagartija, que esconden en su vestuario, para hacerla aparecer al someter el cuerpo de un enfermo a masajes, afirmando que la han extraído de él. Como conocen perfectamente el origen de ese animal, tampoco puede admitirse que ellas mismas estén muy convencidas de que se identifique con el huecufü, como sostienen al paciente. Tales actos no representan una autosugestión, sino una sugestión ajena, realizada con un deliberado de propósito: el de hacer creer al enfermo de que ha sido sanado, aunque, racionalmente, ello no haya ocurrido, ni se trate de una enfermedad curable por psicopatología.

El rehue se encuentra frente a la viviendas del machi. La palabra se derive de re (puro, sagrado, divino) y hue (lugar): recinto sagrado. Trátase de un tronco labrado, que Félix de Augusto describe de esta manera: "Tiene dos partes: la escalera y las ramas. La escalera es un grueso tronco (labrado de cuatro caras, en una de las cuales están talladas (como cinco) gradas, por las que la nachi ha de subir; por eso se llama el tronco escalera (praprahue). La parte de arriba presenta una cara de hombre tallada, en la que se distinguen los ojos, la nariz y la boca: lleva el nombre de chel-cruz". La primera de estas palabras proviene de che (hombre, gente) y mamüll (madera): madero tallado con cara humana. La segunda es castellana y se refiere a la cruz que se coloca en sitios sagrados".

"En la parte superior de la escala están amarradas las ramas del rehue, que son de laurel o de maqui, pero por lo general de canelo. De entre las ramas sobresale un palo colocado horizontalmente, que sirve para colgar una bandera. Por lo general es de género negro".

"En el plano superior se coloca la machi. Allí baila y canta y habla a su espíritu para que le revele el porvenir: si habrá un año bueno o malo, etc., es lo que se trata de saber".

Este rehue no sólo se encuentra frente a la vivienda de las machis, sino que se coloca también en al recinto del nguillatún, Con motivo de los cuales se realiza la ceremonia del ngueicu-rehuenn (de ngueicun, mecer, mover;y rehue), es decir, se consulta a los machis acerca del porvenir. Al mismo tiempo se realiza la investidura de nuevos machis, que muestran en esa ocasión su preparación. Pero no cabe duda que estos actos de los machis en el nguillatún nada tienen que ver con la ceremonia religiosa propiamente tal, en la que no intervienen, de modo que se separa nítidamente entre la religión y la magia.

Un araucano de Huapi, Coliñ, describió al mismo autor el rehue, expresándole que se trataba de "un tronco grueso de maqui, en cuya extremidad se amarran ramas derechas y descortezadas, de maqui o canelo, de manera que divergen en todas direcciones. En dichas ramas se suspenden por el nervio los corazones de los corderos sacrificados y gallinas enteras y muertas. En el tronco se ven tallados unos peldaños, cuyo destino es facilitar a la macho el ascenso, pues ha de subir en él para hablar con su dios y recibir revelaciones respecto al buen o mal resultado de las rogativas. Alrededor del rehue ejecutan hombres y mujeres sus bailes".

Ya se dejó constancia de que aquellos animales sacrificados en los nguillatunes están destinados a Nguenechén. Al colocarlos en el rehue, se indica claramente que éste, como lugar sagrado, está consagrado igualmente al Ser Supremo. No cabe duda que la figura tallada en la parte superior del tronco, lo representa. El machi se pone en el rehue en contacto con el mismo. Ahora bien, en todas sus oraciones, como ya se expresó, se dirige únicamente a Pillán: lo que comprueba su identidad de éste con Nguenechén.

Félix de Augusta informa haber visto en Rucacura (entre Bajo Imperial y Toltén) un rehue situado al lado de llangui-llangui, encontrándose ambos rodeados por un rectángulo de 4 por 15 m. y señalado por colihues plantados en el suelo.

En Quille (cerca de Carahue) este autor observó otra forma de un rehue. "El tronco era un poste de unos 3 m. de altura, macizo y labrado de suerte que la extremidad superior en toda su circunferencia formaba la cabeza de un hombre con sombrero de tarro puesto, mientras que los brazos y los pies y lo distintivo del sexo estaban tallados sin arte alguno en la cara anterior del mismo madero, en cuyo lado opuesto se veían los peldaños, mediante los cuales la machi sube a la plataforma del tarro, donde ejecuta su baile (el ngueicurehuenn) y su pone en comunicación con Dios o los espíritus, hasta llegar el sublime momento en que de salto se deja caer abajo, siendo recibida allí en las mantas por unos hombres galanes, para no sufrir una caída fatal, lo cual, sin embargo, a veces sucede (como ocurrió al famoso machi y adivino Coshcohue). Unos arbolitos más altos que el poste estaban plantados a ambos lados y amarrados en el".

El acto del ngueicurehuenn no se realiza solamente en los nguillatunes, sino también con motivo de curaciones, o simplemente cuando se consulta a un machi sobre la causa de muerte de un fallecido, sobre el futuro, etc., ceremonias que se realizan frente a su ruca.

Félix de Augusta presenció la siguiente ceremonia realizada en la zona marítima de la Araucanía: "Antes de ascender la machi en el rehue, se echa a correr un caballo blanco alrededor del mismo rehue, hasta que quede bañado en sudor. Se tomo del mismo una porción mediante una cuchara, y la machi se lo toma revuelto en agua. Ignoramos el efecto que se atribuye a esta esencia de sudor de caballo blanco".

Evidentemente, se trata de un acto mágico ya descrito: es el caballo-pillañ, que recorre la pampa, se llena de espíritu divino y es capaz de transmitirlo. Aparece en la ceremonia de callfü-malen y callfü-huentru, ya señalada. En este caso, el espíritu de Pillán está contenido en el sudor de la bestia: al tomarlo, el espíritu divino entra en la machi y le hace posible realizar el ngueicurehuen.

El objeto esencial de esta ceremonia consiste en ponerse encima del rehue en contacto con Pillán, a fin de saber de él lo que ocurrió y lo que pasará en el futuro. Se emplea para ello el baile, la música y el canto. El machi invoca a Pillán, le habla. Emplea para ello su la autosugestión en grado máximo y logro provocar a veces el estado conocido con el nombre de trance, es decir, un ensimismamiento en que la persona pierde la conciencia y escucha voces; en este caso, son las de Pillán, quien le contesta las preguntas formuladas.

Es ésta la manera cómo actuaban los "oráculos" araucanos, de que se ha dado un ejemplo, citando a Treutler.

Para poder desempeñar las múltiples funciones de un machi, se requerí sin duda de especial vocación. Si campo de actuación iba de la medicina racional a la mágica; requería conocimientos para producir estados de alucinación y trance, para practicar el ventrilocuismo y en prestidigitación, el canto y baile. Es de suponer que sólo algunos de los machis dominaran todas estas técnicas con gran maestría. Los jóvenes, al incorporarse a la sociedad, tenían oportunidad de presenciar esos actos, y de ese modo se manifestaba en ellos la vocación.

Pero, además de ella, se requería un aprendizaje más o menos prolongado. Afortunadamente, Rosales ha conservado la situación existente al respecto en la segunda mitad del siglo XVII, escribiendo al respecto lo siguiente: "Lo más que enseñan a sus hijos y a sus hijas, es ser hechiceros y médicos, que curan por arte del diablo (como aquel misionero califica a Pillán, que en realidad se identifica con Dios), y a hablar en público y a aprender el arte de la retórica para hacer parlamentos y exhortaciones en la guerra y en la paz. Y para esto tienen sus maestros y su modo de colegios, donde los hechiceros los tienen recogidos y sin ver el sol en sus cuevas y lugares ocultos, donde hablan con el diablo (Pillán) y les enseñan a hacer cosas aparentes, que admiran a los que las ven, porque en el arte mágico ponen todo su cuidado, y su grandeza y estimación está en hacer cosas que admiren a los demás, y en eso se muestra el que es más sabio y ha salido más aprovechado de los estudios".

Conforme a ésto, había, pues, verdaderos colegios de machis, en que se aprendía la profesión. Eran regentados por machis experimentados y funcionaban en cuevas. Puede haber en esto alguna exageración, explicable de parte de un misionero empeñado en cristianizar a los araucanos. Lo más probable es que esa instrucción se la haya impartido una madre machi a su hija, y que a veces se hubieran reunido varias jóvenes para recibirla tal como ocurre en la actualidad. El aprendizaje en cavernas no figura en los relatos modernos, ni hay muchas de ellas en la Araucanía, donde la población vive en tierras más o menos planas. Seguramente, algunas machis muy reputadas se encargaban de la preparación de varias candidatas. No hay información sobre la preparación de machis-hombres, pero es de suponer que era similar, aprendiendo los candidatos con maestros experimentados.

"El hechicero que los enseña - prosigue Rosales - los gradúa a lo último, y en público les da a beber sus brevajes, con que entra el demonio en ellos". De acuerdo con esta afirmación, los estados de trance eran el resultado de haber ingerido ciertos brebajes (acerca de cuya composición nada se sabe). Es lo más probable que haya ocurrido así. El colliguay, el chamico y otras plantas producían efectos narcóticos, pero es posible que se hayan usado para ello brevajes cuya composición ha quedado ignorada. Ya se explicó que en los machitunes el estado de alucinación se provocaba fumando tabaco (quizás con otros ingredientes más). En el nguillatún se usaban igualmente el humo del tabaco, pero no se menciona con referencia al ngueicurehuenn, quizás por simple olvido, pues si los machis fumaban en los machitunes, ¿por que no lo iban a poder hacer también en esa ocasión?

En la ceremonia de graduación de los candidatos (que se realizaba,como ya se dijo, con ocasión de algún nguillatún), había especial interés por demostrar prácticamente la expedición adquirida. Mientras más impresionante el acto, tanto mayor el prestigio de la institución. Por eso, se volvía recurrir a todo el provecho que día lograra del hipnotismo. El maestro de los machis, dirigiéndose a los candidatos, escribe Rosales "les da sus propios ojos y su lengua, sacándose aparentemente los ojos y cortándose la lengua; y sacándoles a ellos los ojos y cortándoles las lenguas. Hacen que todos juzguen que ha trocado con ellos ojos y lengua, para que con sus ojos vean al demonio (siempre se trata, en realidad, de Pillán, encarnación de las fuerzas del bien), y con su lengua le hablen, y metiéndoles una estaca aguda por el vientre, se la saca por el espinazo, sin que (sienta) dolor ni quede señal. Y así con éstas y otras apariencias quedan graduados de hechiceros..., y luego hacen pruebas y curan los enfermos, que siempre dicen que lo están de bocado" y que, por consiguiente, sólo son susceptibles de ser tratados por medio de la magia.

Pero no sólo emplean las técnicas ya descritas, sino que Rosales agrega una más, hasta ahora no mencionada. Los machis deben tener también una extraordinaria agilidad y desenvoltura física. Deben ser capaces de dar saltos y efectuar carreras, "moviéndose de unas partes a otras sin poner los pies en el suelo, bailando sobre el fuego, los pies descalzos, tragándose tizones ardientes y arrojando en el fuego sus vestidos, sin recibir en sí ni en sus vestidos lesión alguna. Y de este suerte hacen otras maravillas aparentes, sacándole a uno los ojos, cortándole a otro las narices, quitándole a éste las llancas..., al otro las orejas..., con que tienen abobada la gente". Eran verdaderos fakires.

"Y de estas apariencias... e ilusiones de la vista están todos admirados, y el médico queda con grande opinión de sabio, y gana con el oficio, porque de todas partes le llaman y le pagan con gran liberalidad... En estos embustes e ignorancias se funda la ciencia que aprenden estos médicos".

Debe destacarse, sin embargo, que los araucanos mismos reconocían a los machis como elementos útiles, sanos y convenientes y que ese juicio favorable - gracias al cual se pudo conservar la institución hasta nuestros dias - se basa sin duda en que los machis tuvie­ron éxito en una proporción elevada de las curaciones que realizaban: no sólo por ser excelentes herbolarios, sino también por sus prácticas mágicas.

En el siglo pasado predominaba una opinión muy adversa a éstas últimas, pues se creía únicamente en los procedimientos racionales. Los autores españoles de los siglos XVI al XVIII, como Bascuñán, Rosales, Gómez de Vidaurre y otros, también se expresaban en contra de ellas, pero no por ser adeptos de una apreciación racional del problema, sino porque identificaban a Pillán con el Diablo y veían en aquellos procedimientos el juego del demonio.

El criterio actual ha cambiado en esta materia. Aún cuando hay muchas tendencias en las opiniones sobre el particular, existe una que se acerca al criterio araucano. El Presidente de la Asociación Internacional Psiquiatría y Psicologia, Juan José Lopez-Iber, p. e., sostiene que todas las enfermedades tienen una causa espiritual Sea tienen una causa espiritual y no material. He aquí algunas de sus palabras textuales: "No ha transcurrido mucha tiempo desde que la medicina consideraba a las enfermedades como accidenta. Una enfermedad era como un cuerpo extrañe en una vida, un incidente que sobrevenía, sin que se supiera de cómo y do donde y que desaparecía a menudo sin dejar rastro... Pero un ser humano es demasiado complejo para que una enfermedad pase sobro él como una lluvia. Los síntomas tienen un sentido. La enfermedad tiene un sentido en la vida del enfermo... La enfermedad no es un demonio que se introduzca subrepticiamente en el cuerpo, es un desorden que se produce en el interior del ser mismo. Y ese desorden tiene un sentido.

"El cuerpo humano no es un cuerpo igual a los demás, pues tiene significados propios. Los movimientos que realiza no son físicos, sino intencionales... La diferencia antro la vida como tal y la humana, consiste en que esta última es una vida que tiene sentido".

"La enfermedad es un fenómeno natural, pero tiene, en cuanto a fenómeno humano, un sentido cultural. El estudio de las relaciones entre la cultura y las enfermedades es apasionante... Fuera de otros términos, el hombre podría sel definido por su capacidad de ser psíquicamente enfermo. Los animales no presentan casos de enfermedades mentales"...

"Enfermedad es el choque de un hombre con su propia naturaleza: por consiguiente, la enfermedad tiene un sentido para el hombre. En las zonas obscuras da la conciencia del enfermo aparece siempre el deseo de saber el significado da su enfermedad. Es un buen médico quien sabe responder a la pregunta del enfermo, no con palabras, sino con su comportamiento. ¿Por qué estoy enfermo en este momento y de esta manera?"...

"La antropología médica moderna se ha preocupado del sentido da la enfermedad. Ella ha contestado: uno mismo hace su enfermedad; en ella existe una cristalización da conflictos no resueltos. V. Weisacher fué uno de los primeros en formular aquel principio da una manera casi apodíctica: cuando un ser humano atraviesa por una crisis vital que no es capaz de solucionar, aparece una enfermedad como solución del conflicto. Y no sólo las neuroses son las únicas enfermedades que provienen de ese conflicto".

"El sentido de la enfermedad está ligado al pasado del hombre".

"El hombre representa una naturaleza encarnada, y la encarnación se basa en el contraste irresuelto entre el carácter limitado del cuerpo y el ilimitado del espíritu. El proble­ma que surge no tiene una solución racional, sólo queda el salto hacia lo transcendente. La vida jamás se explica por ella misma. Si fuera capaz de hacerlo, ello no contendría en su esencia misma la enfermedad, que es un rasgo de la no-vida. La enfermedad revela al hombre hasta qué punto la necesidad de una tras­cendencia se encuentra implicada en su plasma".

"El hombre es un ser que, por su constitución, se encuentra en crisis... Toda enfermedad es una crisis vital, y una enfermedad mental es una crisis vital que se manifiesta en el plan psíquico. Las bases mismas de la existencia tiemblan". (Extracto de un artículo publicado en la revista "La Table Ronde", Dicbre. de 1959, Paris).

No cabe duda que si es así, si las enfermedades tienen causas espirituales, los tratamientos espirituales tienen también un amplio campo.

Pero se expresó también que sin duda enfermedades como la tuberculosis y el cáncer no eran tratables con los procedimientos de los machis. La causa de la primera de ellas se atribuye por ellos al Pihuichén (Véase Piuchén), una especie de culebra que succiona la sangre. El machi trata de extirpar lo del cuerpo con su arte, pero parece imposible que logre resultado alguno con esos medios. El cáncer ni siquiera será capaz de imaginárselo como un ser fabuloso similar al Piuchén. Sencillamente, dirá al paciente que tiene un huecufü muy "metido adentro" y que ya no le es posible desarraigarlo. Si fallece finalmente aquel, inculpará a lo mejor a una persona inocen­te de haber introducido ese maleficio.

La exposición precedente ha analizado objetiva­mente la institución de los machis, que es extraordinariamente inte­resante. Se ha demostrado que ella cubre un campo muy amplio, que va desde la cirugía y medicina racional hasta prácticas mágicas. Esta última se basa en lograr la cooperación de Pillán para sanar al enfermo. Más allá, los machis aprovechan su relación favorable con el Ser Supremo, para pedirle revelaciones, sobre todo en lo referente al causante de una enfermedad o muerte y al futuro del pueblo, el estado de sus sementeras y del ganado, etc. Se logran esos objetivos por medio del consumo de narcóticos y estupefacientes, que producen los estados de alucinación y trance. Secundariamente, se usan procedimientos racionales para aumentar el efecto de los tratamientos: hipnotismo, sugestión, ventrilocuismo, prestidigitación, actos dignos de fakires.

Hay una separación definida entre los machis y los sacerdotes, en cuyas manos se encuentra la administración de la religión, por una parte; y los calcus, que practican la magia negra, por otra. De cierta manera, los machis aplican la medicina racional y la magia blanca, sin que se haga una separación muy clara entre ambas.

Se podría sostener que los machis tienen muchas fallas en les resultados prácticos de su arte, pero aún admitiendo que sea, así, ¿podría honradamente negarse que nuestra medicina también las tiene?