Ir al contenido

Ensayo de una historia de Orizaba: Segunda parte: Capítulo V

De Wikisource, la biblioteca libre.
Nota: Se respeta la ortografía original de la época



V.


Guerras de Moteuczuma I.—Conquista formalmente, entre otras provincias, á Ahauializapan.—Tributos que pagaba á los emperadores de México.




Entretanto los mexicanos habian fundado un imperio en Anáhuac: sus conquistas distrajeron á los tiranos de Ahauializapan, para defenderse á su vez, y no sufrir la suerte infortunada de los conquistados.— Estas poblaciones creyeron entonces respirar el aire de la libertad.

Pero fué solo una tregua.

Moteuczuma I, quinto emperador de México, que es el tipo guerrero mas perfecto de los antiguos mexicanos, luchó sin tregua y venció á sus enemigos casi siempre. Las victorias de este general fueron muy celebradas, y la historia azteca le presenta como uno de sus primeros conquistadores.— El carácter de este rey soldado, ofrece un notabilísimo contraste con el del rey del mismo nombre á quien venció Cortés.

Moteuczuma Ilhuicamina , el flechero del cielo, como le llamaban los mexicanos, conquistó innumerables países: su ambicion, sin límites, nunca estuvo satisfecha.

En 1457, después de conquistarlas Mixtecas, sometió á su poder á Quauhtochco (Huatusco) y Cozamalóapan.

Maltrata, Tequila ó Ixhuatlan fueron invadidos: no opusieron resistencia alguna: esto les salvó, en parte, de los estragos que seguían á la guerra de aquellos pueblos. Estas poblaciones presenciaron el paso del conquistador: sin combatir á aquel enemigo formidable, juraron obediencia luego

Algunas jóvenes fueron entregadas para los sacrificios; pero como esto era una costumbre, los hijos de Ahauializapan se felicitaron de haber alcanzado la paz á este solo precio, obligándose además á pagar al nuevo señor el tributo que daban á otro.

Desde esta época las poblaciones del valle de Ahauializapan quedaron sujetas al gobierno de México. Sin embargo, dos años mas tarde, en 1457, parece que se rebelaron, con los de Cuetlachtlan, impulsados ya por sus propios deseos, ya por temor de los enemigos de que estaban rodeados, que lo eran también de los señores de Anáhuac, á quienes hablan reconocido. Sus enemigos, por su obediencia tuvieron otra razón mas para hostilizarlos.

Esta rebelion solo sirvió para probar otra vez mas el inmenso poder de Moteuczuma I. No dirigió éste personalmente aquella campaña memorable. Los célebres capitanes Tizoc, Axayacatl y Ahuitzotl[1], emperadores sucesivos de México, y Moquihuix, rey de Tlaltelolco, fueron los gefes de esa expedición, que llama Clavijero “la mas difícil y famosa.”

Las tropas mexicanas marcharon á la costa directamente por el país de Ahauializapan.

En estos lugares acampó el ejército, cuyos capitanes eran hijos de la flor y nata de la nobleza azteca, acolhua, tlaltelolca y tepaneca. Los temibles huéspedes fueron recibidos de paz.

Gran cantidad de raciones se le ofrecieron, que aceptaron los gefes de la expedicion, mas bien como un rescate, que como una muestra y señal de buena voluntad de los vencidos hijos de Ahauializapan.— No solo á eso limitaron su obediencia, sino que siguieron después al ejército mexicano, conduciendo los víveres y pertrechos de guerra de los conquistadores.

Al salir de México el ejército, el emperador Moteuczuma ignoraba aún la alianza ofensiva y defensiva que para vengar sus agravios comunes y desahogar el odio tradicional que profesaban á los mexicanos, en el auge entonces de su grandeza y poderío, habian jurado las repúblicas de Cuetlachtlan, Huexotzinco y Tlaxcallan.

El emperador, aunque audaz y guerrero, temió por sus tropas, por aquella triple alianza, y juzgó prudente ordenar que emprendieran la retirada.

En las llanuras de Ahauializapan estaban acampados los ejércitos imperiales.— Reuniéronse en consejo los gefes superiores para deliberar sobre si debian retirarse ó no, acatando la orden del emperador: en su mayoría se resignaron á obedecerla; mas no faltaron generales que consideraran mancliado su honor, y se opusieran á aquella resolucion afrentosa; pero inútilmente: segun el dictamen de la mayoría del consejo, debia emprenderse la retirada, con arreglo á las órdenes enviadas de México.

Entonces tomó la palabra el respetable Moquihuix, rey de Tlaltelolco, y con solo un rasgo de marcial elocuencia, logró alcanzar, lo que en muchos debates no habian conseguido los que se oponían á aquella contramarcha humillante.— “Vuélvanse, pues, —dijo— los que tienen deseo de dar la espalda al enemigo, mientras que yo, con mis tlaltelolcos, alcanzo el honor de la victoria!”

Estas nobles palabras, que contenian un sangriento reproche contra los que se habian decidido por la retirada, bastaron para irritar su amor propio y dispertar sus instintos belicosos. Nadie pensó mas en obedecer las órdenes de Moteuczuma I: es.ta rebelión patriótica dio por resultado el triunfo de los mexicanos.

El ejército avanzó á la costa: las tropas enemigas se avistaron, y se empeñó en las cercanías de Cotastla, un combate á muerte.

Los hijos de esta provincia y sus valientes aliados pelearon como buenos; pero fueron vencidos. El campo de batalla quedó sembrado de cadáveres, y los que se libertaron de la matanza, en número de seis mil doscientos, quedaron cautivos. La suerte que les estaba reservada era peor que la que habian corrido los que murieron en el calor déla batalla.

En el estado de imperfecta civilización que guardaban los mexicanos, debia resentirse notablemente, entre otras cosas, su legislacion, que adolecia de graves defectos, y con preferencia la que se referia á la guerra.

Aquel furor que los distinguía en los combates, y la crueldad con que trataban á los vencidos, arguyen en disfavor de los antiguos mexicanos.

En mucha parte creemos que esas manchas que afean su carácter, era un defecto mas de su educación civil y religiosa, que de su índole.

Las primeras tribus se hicieron la guerra, á veces por llenar ciertas necesidades y arrebatarse por la fuerza los medios de subsistencia; pero es preciso confesar que ya en tiempo de Moteuczuma I la civilizacion mexicana habia alcanzado algunas creces y ventajas hácia un estado de mayor perfeccion. De esto resulta, que las empresas militares de este tiempo carecian, en cierto modo, de ese principio destructor y salvaje. Ideas mas nobles, intenciones mas sanas, aunque odiosas siempre para los que se rendian vencidos, inspiraban aquellas expediciones, políticamente consideradas, menos perjudiciales que las que se intentan á virtud de un celo religioso, hijo de la supersticion y el fanatismo.

Sus conquistas no tenian, pues, por único fin derramar la sangre, como antes. A pesar de las matanzas que seguian á las victorias, debe observarse que ya no era parte ese uso de sus costumbres guerreras, sino que era mas bien una práctica religiosa. El amor á la gloria, la ambicion de mandar y ser obedecido á grandes distancias, y acaso el interés de contar con mayor suma de súbditos tributarios, inspiraban en esta época las conquistas de los emperadores de México.

Después de los combates, pasado el furor de la pelea, las ideas religiosas, crueles y sangreintas como las de los mexicanos, preocupaban el espíritu del vencedor: los vencidos debian satisfacer, con sus vidas, las necesidades religiosas de sus afortunados señores, y resignarse á servir de víctimas en el altar del Dios de la guerra para quedar después de trofeos gloriosos de la victoria.

Esta fué la suerte que les estaba reservada á los prisioneros de Cuetlachtlan.

Aquellos seis mil doscientos prisioneros vinieron á Ahauializapan: acamparon en estas llanuras con sus guardianes, y en seguida fueron conducidos á México, para ser sacrificados en la dedicación del Quaxicalco, ó templo destinado á conservar las calaveras de las víctimas.

Esta célebre campaña fué cantada por los poetas mexicanos, y nadie disputó á Moquihuix los honores del triunfo: todas aquellas alabanzas que pregonaban la gloria de las armas mexicanas, le ensalzaban á él directamente, puesto que á sus afanes se debió aquella victoria. Desde esta época (1457) fueron tributarios de los emperadores de México todas las provincias de esta parte del territorio del México de hoy.

El Sr. Lorenzana[2] señala á Huatusco y Cotaxtla, y Clavijero, refiriéndose al Códice Mendocino, á Tuxtepec, Otatitlan, Cozamalóapan, y otros pueblos, como tributarios de la corona de México. Consistian los tributos en cacao, oro, algodon, plumas, piedras preciosas y de cristal, cien vasos de liquidámbar y diez y seis mil bolas de hule ó resina elástica.— Ahauializapan contribuia con mantas ó tejidos de algodon, y suministraba semillas para las proveedurías de los ejércitos de México[3]. Los campos destinados para el cultivo eran los que se estienden desde el Ingenio al Encinar j Ojo-Zarco. Todos sus productos se entregaban religiosamente á los agentes del fisco, que al fin de cada cosecha se presentaban á tomar posesion de ellas, en nombre del emperador de México.

En sujecion comun estuvieron por muchos años todos los hijos de estas poblacione , sin disfrutar de la libertad á que habian aspirado, al encaminarse á estos lugares, donde se creian libres de la influencia de otros pueblos mas poderosos.

Ahauializapan no pudo jamás verse independiente, y como los demás pueblos feudatarios de la corte mexicana, al consumarse la conquista, corrió sus mismas vicisitudes adversas.

En vano luchó por sus libertades: desconociendo eso que unos llaman fatalidad, y otros Providencia, quiso librarse del poder de los poderosos pueblos que le rodeaban; pero al fin tuvo que ceder á la adversidad representada en las fuerzas de sus enemigos, mayores que las suyas.

No tardaremos en ver que señores y siervos, con sus virtudes y vicios, cayeron en poder de otra raza mas poderosa y afortunada.

Aquí da punto la historia antigua de estos pueblos. A fuerza de constancia, y como resultado de una atenta lectura de varios autores antiguos, hemos podido presentar este bosquejo que, como tal, no puede en ningun caso dar ideas mas exactas de su constitucion política y sus adelanto.





  1. Este Emperador mexicano fué tan temible que ha dado origen al dicho vulgar de “Fulano es mi Ahuitzotl,” para significar “una persona que oprime ó molesta con sus vejaciones,” segun el Sr. Ramirez.
  2. Mapas de tributos ó Cordilleras de los pueblos que los pagaban. Cartas de Cortes. 1.a Edicion.
  3. Tengo en mi poder un MS. antiquísimo en el que leo: ....“Despues que dicho Moteuczuma conquistó esta tierra (Ahauializapan) dava de comer á la gente de México que hazia la guerra.” Este MS. es una informacion mandada á hacer por la Real Audiencia en 1542, para fallar en un pleito que por una tierras, tenian en ese tiempo los indios de Abriçaba con los de Maltrata.