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Ensayo de una historia de Orizaba: Tercera parte: Capítulo VI

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época



VI.


Pasa D. Hernando segunda vez por Ahauializapan.— Comitiva del conquistador en este nuevo viage.— Casamiento de D.a Marina, la Malintzin, con Juan de Xaramillo, en Ostoticpac.— Festejos.




A mediados de 1524, es decir, á los tres años de haber sofocado Sandoval la rebelion de Ahauializapan, vino aquí por vez segunda D. Hernando, para ir contra Cristóbal de Olid, que le habia negado obediencia en Guatemala. — “Cortés, como dice Bernal— no se dejaba mucho burlar en tales casos.”[1]

Al volver ahora el afortunado conquistador por aquí, venia de muy distinta manera.

¡Cuántos cambios habian ocurrido, merced á la sola espada de un aventurero de génio!

En su primer viage Cortés dejaba en México un poder fuerte todavía, aunque comenzaba á bambolearse para caer y no levantarse nunca, y marchaba en busca de otro enemigo mas temible y que le daba, por eso, mas en que pensar.

Ahora era distinto. La monarquía azteca ya no existia, y aun su capital misma habia sido destruida por las armas extrangeras auxiliadas de innumerables aliados nativos del país. Verdad es que otro nuevo rival que se levantaba centra su autoridad le distraia de su importante tarea; pero ¡cuánto desmerecia Cristóbal de Olid de Pánfilo de Narvaez, no por sus prendas personales, que eran aventajadas, sino por las circunstancias en que se hallaba y la fortuna siempre en auje del dueño de México!

Cortés de simple soldado habia pasado á ser un ser un gigante; era invencible en la guerra, por su valor y su cálculo militar, y como político habia hecho bastante para granjearse el título de esperimentado y sobresaliente en las intrigas y vaivenes que constituian la política de un siglo en que Nicolás Machiavelo aconsejaba al poder, en todo y para todo, la hipocresía, y de la que hoy se reniega en público, pero que se practica á mansalva aun en los asuntos mas comunes de la vida.

Hernán Cortés, en todo el apojeo de sus glorias entonces, con su espada invencible se habia hecho el dueño y señor de estas tierras: la fuerza moral que sin disputa le habian dado sus triunfos, la realzaba él con el aparato que ostentaba aún en su servicio íntimamente personal.

No era ya el soldado aventurero de otros tiempos, cuando vino á Ahauializapan en esta ocasion, ni vivia como tal, sujeto á las privaciones de los campamentos: antes bien ostentaba toda la pompa de un magnate. Su carácter era el mismo, puesto que el aparato de que hacia gala, mas que por una mezquina conveniencia, entraba en sus miras políticas para robustecer mas el influjo de su autoridad en los españoles que le segiían, y para no desmerecer en el aprecio de los antiguos subditos de Moteuczuma, acostumbrados á las magnificencias que el infeliz destronado lucia en su corte, en los dias mas prósperos de su reinado.

No haremos nosotros al talento de Cortés el agravio infundado de suponerle capaz de que se entregara á esas debilidades propias solo de un espíritu comun, que se ocupa mas en satisfacer una pueril necesidad, que en acometer empresas gloriosas. Sus ostentaciones de hoy, como la llaneza de sus dias de escasa fortuna, eran el secreto de su política, firme y segura, y en cuya fiel observancia estribaba el éxito feliz de sus proyectos.

Seguíanle, pues, algunos capellanes, y otros gefes, entre los que sobresalian el infortunado Guatemotzin, emperador destronado, el príncipe de Tacuba, y varios jóvenes nobles mexicanos. El último soberano de México debia espirar á poco sacrificado á la conservacion del nuevo gobierno español, cuya existencia creia Cortés amenazada con la sola presencia del infortunado prisionero[2]. Entre la servidumbre de de Cortés habia además mayordomos, maestresala, botillero, repostero, despensero, encargado de ]a vajilla de oro y plata, que era considerable; camareros, médicos, cirujanos, muchos pages, dos escuderos, ocho mozos de espuela, dos cazadores alconeros, y además cinco tocadores de chirimías y sacabuches y dulzainas; un volteador, un judor de manos y un titiritero[3]: para cuidado de sus monturas y fardelaje un caballer izo y tres acemileros españoles, fuera de centenares de indios, que completaban su servidumbre personal.

En la comitiva de D. Hernando se distinguia entre todos, la célebre de D.ᵃ Marina ó la Malintzin.

Esta muger extraordinaria, confidenta de los secretos mas íntimos del conquistador y su mas fiel aliada, le seguia no ya como la antigua concubina, sino como un auxiliar tan poderoso como los soldados que venian á su mando, muy escasos en número[4]. La noble princesa era un galardon de precio inestimable, que Hernando Cortés gustaba llevar siempre consigo para atraerse mas las simpatías de los vencidos.

La vida de esta muger fué una serie no interrumpida de aventuras: hermosa y entendida, al llegar Cortés á las costas de Tabasco, la recibió como un presente, juntamente con otras diez y nueve doncellas.— Dotada por la naturaleza de un claro talento y de no escasas prendas físicas, pronto se hizo dueña del corazon del general.

Aunque de distinguido nacimiento, cúpole la suerte de andar siempre sujeta al capricho y la voluntad de extrañas gentes. En todas las escenas de la conquista se halló: en Cholula salvó á los españoles, y en la Noche triste, se encontró en todos los episodios de aquel combate nocturno.

Después de estar en poder de Cortés pasó al de Alonso Fernandez de Portocarrero, aunque la celebrada Malintzin jamás perdió al conquistador el distinguido afecto que le manifestó desde el principio.

Parece que entre los españoles, antes y con mucho, la joven india habia prendado á uno de los capitanes del ejército invasor. Llamábase el capitán Juan de Xaramillo sujeto de alcurnia distinguida[5] y de valor imperturbable.

No está averiguado si D.ᵃ Marina, entró muy luego en relaciones con su pretendiente; mas sí puede conjeturarse que á la salida de Cortés para su expedicion á Honduras, comenzó á ajustarse su matrimonio legal. ¿En dónde se celebró esta ceremonia? —En los alrededores de Orizaba.

En estos tiempos existia un pueblo numeroso, en el lugar que está situado el Ingenio. El caminante puede ver, y el anticuario observar y estudiar, los montesillos que se ven hácia el Este del Ingenio, y testifican la existencia del antiguo pueblo de Ostoticpac, que así se llamaba[6].

Aquí se unió de por vida D.ᵃ Marina á Juan de Xaramillo[7], en presencia de Cortés y toda su comitiva. Por el boato que ostentaba ya el conquistador en estos tiempos y el séquito que le cortejaba, puede calcularse, sin mucho esfuerzo, por cierto, la solemnidad de esta ceremonia nupcial. Aun sin hacer caso del oropel de aquellas pompas, que solo tienen valor para los espíritus vanidosos y vulgares, la ceremonia con solo figurar en ella aquellos personajes, tiene un sello de indescriptible grandeza[8].

Esa fué la ceremonia que presenciaron estos lugares: las humildes cabañas de sus habitantes alojaron al conquistador y su espléndido cortejo.

Nunca volverá el Ingenio á dar albergue á otra reunión mas esclarecida, como en aquellos dias. Cortes y D.ᵃ Marina, Xaramillo y otros soldados distinguidos, entre ellos el mismo Bernal Diaz, son los que mas sobresalen en ella. No faltó tampoco un sacerdote ejemplar, que es célebre en la historia eclesiástica de México. Hablamos de Fray Juan de Tacto, que por su carácter y eminentes virtudes, debió sin duda oficiar en el matrimonio de la Malintzin[9].

D. Hernando prosiguió su marcha; pero antes los caciques de estas poblaciones le festejaron con demostraciones de fingido cariño[10]. Es fama que le obsequiaron con un un gran banquete, y el monumento que lo atestigua, segun la tradicion popular, es la piedra llamada del Gigante[11].

Nos limitamos á apuntar esta noticia, con toda reserva. Una figura humana gigantesca, y otras dos representando una un pescado y la otra una liebre, y algunos pequeños círculos, quedaron allí grabadas para testimonio eterno de aquel obsequio campestre[12].

Con recordar la época en que esto se verificó, y los personajes que figuraron en estas escenas, uniéndolo ala poesía y encanto de estos lugares, la imaginacion ve algo de maravilloso, en el simple contraste de las ostentaciones de D. Hernando con la sencillez de los usos y costumbres de los indígenas ante quienes hacia gala de ellas.— El matrimonio de D.ᵃ Marina será siempre en la Historia de estos lugares un célebre y simpático recuerdo.





  1. Historia Verdadera. Tomo 4.o
  2. “Los españoles en los primeros años de la conquista siempre vivieron en constante alarma —dice Prescott— temerosos de una sublevacion: asi se deduce de no pocos pasajes de los historiadores de ese tiempo. Preocupado Cortés por los mismos temores, decidió llevarse consigo á tan peligroso compañero en esta penosa expedición.”
    Por esto acaso Cortés quiso deshacerse de él: Guatemotzin y el príncipe fueron ahorcados, cerca de Tabasco, en las ramas de unas ceibas, á orillas del camino. Bernal Diaz dice: “la ejecucion de Guatemotzin fué muy injusta y pareció mal á todos.”
  3. Es indudable que desde esa época (1521) hubo los primeros títeres en Orizaba.
  4. Probablemente no escedian de cien hombres de caballería y cuarenta ó cincuenta infantes españoles, y tres mil indios auxiliares. Carta de Albornoz, y Quinta Carta de Cortés. Coleccion del Sr. Icazbalceta. Tomo 1.o
  5. ....“Fué persona preemiaente.” dice Bernal Diaz. Tomo IV.
  6. Leo en otro MS. de mi Coleccion, y que es una copia que debo á mi finado amigo D. Francisco Cervantes, persona muy recomendable por su dedicacion en conservar esta clase de documentos: ....“Sabian vivir (unos indios) en Ostotiquepaque que era en el propio sitio que ahora es el Ingenio, que solia ser de Don Antonio de Mendoza.” Este fué el primer Virey de Nueva-España. Mas adelante haré uso de este precioso MS.; pues él trata especialmente dé la congregacion de los indios en Orizaba, en 1601.
  7. Dice Bernal Diaz: ....“en un pueblezuelo de un Ojeda el tuerto, cerca de otro pueblo que se dize Orizaba, se casó Juan de Xaramillo con D.a Marina la lengua, delante de testigos.” —No he podido averiguar cual fué el repartimiento que tocó á este Ojeda, que, según el testimonio del mismo Bernal, “le quebraron un ojo en lo de México”; pero tengo para mí que fué Ostoticpac. Véase el Apéndice.
  8. ....“El marqués Hernan Cortés se partió con toda la mas lucida gente y la mayor parte de los caballeros que habia etc.— Motolinia. Historia de los Indios. Tratado tercero. Cap. I.
    Cortés salió de México á fines de Octubre de 1524: puede calcularse que en la primera quincena de noviembre de ese año llegó á Orizaba, y se casó D.a Marina.
  9. Fray Juan de Tacto murió de hambre al pié de un árbol, durante esta desgraciada expedicion de Cortés.— Fué uno de los primeros doce frailes franciscanos que vinieron á México, en 1521. Del número de estos era el P. Motolinia, tantas veces citado ya en esta obra.
  10. Si los indios se habian sometido esto no quiere decir que vieran con afecto á los españoles. Ya en la nota 1 a de la pág. 167 he citado á Prescott, con este motivo: el P. Motolinia dice á ese respecto: “Y à esta razon (1524) estaban todos los señores naturale de la tierra hechoa á una y concentrados para se levantar y matar á todos los cristianos, y entonces aun vivian muchos de los señores viejos etc.” Historia de los Indios Tratado tercero. Cap. I.
  11. A ser cierto el hecho, no dudo fijarlo en este segundo viage de Cortés. La razon es clara. El conquistador pasó por aquí despues de la toma de la capital; es decir, cuando lo que se habia llamado Imperio de Moteuczuma, estaba, aunque no del todo, sometido á su poder. No creo aventurar, pues, que si hubo el tal convite, fué entonces; pues cuando vino al encuentro de Narvaez, seguro es que ni estas poblaciones le miraban como ahora ni el espíritu mismo del conquistador estaba para holgarse en convites. Recuérdese, además, que los dos dias que permaneció aquí, en aquel primer viage, llovió continuamente, y no es posible que el banquete que se verificó al raso, pudiera tener efecto. Véase la Nota 1.a de la pág. 126.
  12. La piedra es de forma irregular, y mide 7 ú 8 metros de longitud, por 5 ó 6 de ancho. Es naturalmente plana: las figuras están groseramente esculpidas, y se diferencian en todo de los relieves que damos en la estampa núm. 3.— Su antigüedad, pues, data, cuando mas, de la época de la conquista. Véase el Apéndice.