Ensayo de una historia de Orizaba: Tercera parte: Capítulo V
Retrato moral de Gonzalo.— Sigue á Cortés á España.— Su muerte en el puerto de Palos.
El relato anterior habrá asombrado á no pocos de nuestros lectores, al ver la lenidad con que Gonzalo de Sandoval trató en esta campaña á los que juzgaba rebeldes, cuando es creencia general, aunque infundada, que los españoles de la conquista eran poco dados, á la conmiseracion.
Acaso los escesos de algunos de ellos den cierto fundamento á esas preocupaciones; pero las escepciones que pueden presentarse y que hablan en su favor, compensan yPor J. Arróniz, hijo.
Conquistador de Ahauializapan.
No vamos á ser nosotros los que digamos nada en favor del gefe español que tocó en suerte á Ahauializapan para que le conquistara definitivamente. Un testigo ocular, primero, y despues un historiador apreciabilísimo por su recto juicio é imparcialidad, pintarán el carácter del joven capitan español, que, francamente, nos inspira muchas simpatías.
Creemos qee para dar mejor idea de sus buenas prendas, y justificar con ellas las que en su elogio hemos dicho para complemento de esta obra, nos basta citar el testimonio de Bernal Diaz y Mr. Prescott.
Dice el primero de estos historiadores refiriéndose al dicho del mismo Cortés:[1] “Era Gonzalo tan valeroso y esforzado Capitan, y de buenos consejos, que podia ser uno de los buenos coroneles que ha habido en España, que en todo era tan bastante, que osara decir y hacer.” Mas adelante agrega el historiador soldado: “El capitan Gonzalo de Sandoval fué muy esforzado, y seria quando acá pasó de hasta veinte y dos años: fué Alguacil mayor de Nueva-España, y fué Gobernador della, juntamente con el tesorero Alonso de Estrada, obra de once meses; su estatura muy bien proporcionada, y de razonable cuerpo y membrudo: el pecho alto y ancho, y asímismo tenia la espalda, y de piernas algo estevado:[2] el rostro tiraba algo á robusto, y la barba y el cabello que se usaba algo crespo, y acastañado, y la voz no la tenia muy clara sino algo espantosa, y ceceaba tanto quanto: no era hombre que sabia letras, sino á las buenas llanas, ni era codicioso de haber oro, sino solamente hacer sus cosas, como buen capitan esforzado, y en las guerras que tuvimos en la Nueva-España, siempre tenia cuenta en mirar por los soldados que le parecia que lo hacian bien y les favorecia y ayudaba: no era hombre que traia ricos vestidos, sino muy llanamente, como buen soldado: tuvo el mejor caballo, y de mejor carrera, resuelto á una y a otra mano, que decian que no se habia visto mejor en Castilla, ni en esta tierra.... y deste Gonzalo de Sandoval fue de quien dixo el Marqués Cortés á su Magestad, que demás de los fuertes y valerosos soldados que tuvo en su compañía, que fué tan animoso capitan, que se podia nombrar entre los muy esforzados que hubo en el mundo.”
Mr. Prescott, por su parte, en nada escasea elogios merecidos al, conquistador de Ahauializapan.— Hé aquí el retrato de mano maestra que hace de Sandoval.
“Era —dice— el mas grande de los capitanes formados en la escuela de Cortés. Pertenecía á una buena familia, y era natural de Medellin, lugar también del nacimiento del general, á quien tenia la mas ardiente adhesión personal. Cortés muy pronto conoció sus raras cualidades, y lo manifestó, escojiendo casi siempre á este joven oficial para las comisiones mas arduas: su conducta en tales ocasiones justificó ampliamente la preferencia.
“Era muy apreciado de los soldados, porque aunque era severo en materia de disciplina, los cuidaba muclio en sus necesidades, ocupándose muy poco de las suyas propias. Nada tenia de esa avaricia tan común entre los conquistadores, y parecia que toda su ambicion se cifraba en cumplir fielmente las obligaciones de su profesion. Era hombre muy sencillo, sin afectar en sus maneras la ostentacion ni en su trage, las galas marciales que tanto distinguian á Pedro de Alvarado, el azteca Tonatiuh. La espresion de su semblante era franca y varonil: sus cabellos acastañados se rizaban formando anillos sobre su cabeza, y su cuerpo era fuerte y nervioso.... De facto no era orador; pero si era lento al hablar, era muy pronto y enérgico en obrar: tenia precisamente las cualidades que lo hacian apto para las peligrosas empresas en que se hallaba comprometido.”
Nada podremos agregar á lo dicho. Bernal Diaz con su prosa llana y sencilla, propia de la época en que escribió, cuando nuestro común lenguaje, aunque con cierta timidez, comenzaba á dar señales del apojeo á que debia llegar manejado por la gloriosa pléyade de los escritores que forman la edad de oro de la literatura española.— El elogio de Mr. Prescott, igual en el fondo al de Bernal Diaz, cautiva por la elegancia del estilo y la imparcialidad de sus apreciaciones.
Debemos decir cual fué el paradero de Gonzalo de Sandoval. Cuando Cortés, acusado por envidiosos rivales, regresó á España en 1528, le seguia entre otros de sus amigos, el fiel Gonzalo. El pobre joven iba muy desmejorado en su salud, y las penalidades de la travesía la empeoraron notablemente.
El gefe de los conquistadores y Gonzalo, fueron á desembarcar al puerto de Palos, de donde años antes saliera Cristóbal Colon en busca de un mundo desconocido.[3] Allí se aliaron, Cortés y su amigo, á Francisco Pizarro, conquistador del Perú. “El encuentro de esos dos hombres extraordinarios, el conquistador del Norte y el del Sur del Nuevo-Mundo, en los momentos de desembarcar en su tierra natal, después de una ausencia llena de tantos acontecimientos y en el mismo lugar ya célebre por la presencia de Colon, tiene para la imaginacion no sé que de admirable y de sublime.”[4]
Sandoval no pudo ya seguir á D. Hernando á la corte. Sus males habian adquirido tal incremento que le imposibilitaron seguirle. Cortés le prodigó todos los cuidados de una sincera amistad: el joven conquistador de Ahauializapan, después de arreglar sus asuntos particulares, dio su último aliento en brazos de su gefe y amigo á la edad de trinta y un años.
En el convento de la Rábida, célebre en los fastos de la historia americana, por el abrigo que en él bailó Colon, cuando mendigaba la protección de los reyes para realizar sus vastos proyectos, se celebraron las exequias de Sandoval, con gran pompa. Algunos de sus camaradas, que tanto habian peleado con él en las batallas de la conquista de México, acompañaron sus restos mortales al cementerio del convento, situado en una elevada eminencia que domina al Océano, y que cruzó en busca de glorias y aventuras, y donde aun permanecen acaso sus cenizas al amparo solo de unas rústicas arboledas.