Entre jesuitas, agustinianos y dominicos
Arreglando, para su encuadernacion, algunos volumenes de manuscritos en la Biblioteca Nacional, he tropezado con un proceso de 90 folios, proceso que, a mi juicio. vale la pena de emprender la tarea de estractarlo. Es curioso y entretenido.
El 18 de Mayo de 1589, el padre Diego de Torres, rector del Colegio de la Conipania de Jesus en el Cuzco, presentose ante don Luis de Olivera, clerigo, beneiiciado de Santa Maria de Belen, querellandose de que los frailes agustinos y dominicos hacian circular unas coplas, injuriosas al padre jesuita Lucio Garcete y al buen nombre de la Compania.
Aceptado por Olivera el cargo de juez conservador apostolico, y nombrado notario el padre jesuita Antonio Lopez, diose principio al sumario para averiguar quien era el autor de las siguientes
Redondillas al padre Lucio Garcete
El padre Lucio Garcete rcprima su libertad, si no quiere algun cachete: no piense que su bonete le da tanta autoridad.
Si de calido se abrasa, refresque su corazon con lagrimas y oracion;
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y, cristiano, ponga tasa a su libre coiidicion.
El buen Jesus no le enstna ese modo en el oficio; y, a fe, que entiendo que es vicio apasquinado, y resena de marfrodico ejercicio.
Y si piensa reformar a todos con ese celo. es de necedad anzuelo, no bueno.para pescar
a los hijos de este suelo. Ya paso, por vida mia, la famosa pesqueria de chinchorros, con que han hecho de plomo en la Iglesia el techo, y de oro la silleria.
Y asi prueban su ambicion, y su poca can" dad,
y su necia presuncion, y su falsa religion, y su falsa santidad.
Noramala los cajones que han ido de plata a Espana! y esos nuevos tendejones ique son sino presunciones de siglo, mundo y marana?
Coro, coro y disciplina, Jagrimas por los pecados, y no la mejor gallina, la mejor carne porquina y los mejores bocados.
Que la huniana cpndicion al fin tiene que expeler la gruesa congelacion; pues la furia y tentacion nacea del mucho comer.
Y mire, padre, que veo que las santas. religiones no siguen sus condiciones, aunque con sutil rodeo
les cuelgue mil invenciones.
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Asombro del nino tienen no se cuantas cofradias, donde cien agorerias se sustentan y niantienen cantando las tetanias.
Sabida la pretension de esa obra singular es que haya en todo lugar que comer, casa y colch6n, y todo gasto escusar.
Poseen, por eso, en San Bias uias de catorce casitas; en Santa Ana unas poquitas; en Santiago unas seis mas; y en Bclen tres moraditas.
Pues los tristes naturales, como son casi bestiales, estan con simplicidad a titulo de herniandad de los bienes gananciales.
Y a la hija y a la mujer dejan, para su comer, los bienes de la natura, porque los de la ventura son de vuestro menester.
Hermano, menos codicia, mas prudencia en predicar, que arguye mucha malicia tratar mal de la justicia y a ninguno perdonar.
Estas quintillas (bautizadas en el proceso con el nombre de redondillas,) se hallan muy lejos de ser un primor poetico, que mas chabacana no pudo ser la musa inspiradora; pero, en cambio, estan salpimentadas con muy intencionada mostaza. Eran como para levantar ampolla; pero no como para promover ruidoso litigio. Mas a los jesuitas les ha gustado siempre meter bulla y atraer sobre si la atencion publica.
Despues de varias diligenctas judiciales, que no daban la menor luz, pidio el padre Diego de Torres que en las puertas de la Iglesia Mayor,. Santo Domingo, San Francisco,
San Agustin, monjas Clarisas, Cabtldo y Hospital de natu-
rales, se fijasen Ictroncs citaiido a declarar, bajo pena de ex-
comunion mayor, late scnUntice, tritia canonica monitionc
ipso facto incurrenda^ en termino de tercero dia, a cuantos
hubieran leido las coplas 6 conservasen traslado de ellas, 6
supieren cuyo era el autor. En efecto, el 19 se fijaron car-
telones en las mencionadas puertas y en las esquinas de al-
gunas calles.
Antes de tresdias llovieron declarantes, teinerosos de iii- currir en excomunion. Oace clerigos, treinta y seis frailes de diversas ordenes, veintisiete vecinos, cinco damas prin- cipales, once mujeres del pueblo, dos soldados, una monja,
diez y ocho indios en fin j^a mar de declaracio-
lies! Juez y escribano apenas se daban trazas para interro- gar el uno y escribir el otro.
Todos confesaban haber leido los endiablados versos, y aun algunos los sabian de memoria. Varios declarabaii haber sacado copi'a de el los; pero que esta se les habia per- dido 6 traspapelado. Entretanto, en lo relativo al autor, este se hacia cada vez mas diflcil de descubrir. Todo no pasaba de sospechas 6 conjeturas contra el clerigo tal 6 el fraile cual. Embarullada la justicia, iba en camino de dar la paternidad de las coplas a diez y seis autores: es decir, a padre por quintilla,
mas padres que sobre Roma con Borbon por Carlos quinto.
Pero por una mujer se perdio el mundo; y por una Da- lila le cortaron el cabello a Sanson; y por una Bethsabe el santo rey David perdio hasta el seso y la santidad; y por una dona Leonor Hurtado se supo que el padre de las quintillas era fray Juan Gutierrez, de la religion agustinia- na. Las mujeres solo saben guardar un secreto: — el de su edad.
Declaro esta dama que, estando de visita en su casa, el padre Gutierrez la leyo los versos y, en confianza, la dijo que el los habia escrito.
Tambien la monja sor Ines de Santa Clara, vino a agra- var la situacion; porque declaro que no solo habia leido los versos motivo del juicio, sino tambien un papel titulado Los mandamientos de los Teatinos^ en que se ponia como hoja
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de peregil a la Compania de Jesus; y finalmente una octava, que conservaba en la memoria y que decia, pintando lo que son los jesuitas
Soberbia y ambicion disimulada, en cuellos altos, sucios y sencillos; arrogancia filastica fundada en rostros tristes, secos y amarillos; venganza eterna, no perdonar nada; amigos de honras, bandos y puntillos; reir de Dios, vivir a hutnano modo de las puertas adentro — he ahi todo.
Alabo la memoria de la monjita que se aprendio de coro octava tan raniplona en la forma, si bien muy conceptuosa y veraz en el fondo. Bien se ve que no era monja de las Catalinas: pues estas, por un caminito subterraneo, de con- vento a monasterio, vivian en intimidad con los jesuitas. El subterraneo es, actualmente, visitado en el Cuzco por los curiosos.
Con fecha 29 de Mayo se expidio auto da prision contra fray Juan Gutierrez, sacerdote de San Agustin, previnien- dose que fuese encerrado en la carcel de su convento, y que se le piantara una barra de grillos, conminandolo c^n excomunion mayor en caso de fuga 6 quebrantamiento de carceleria.
El prior de los agustinos empleo mil subterfu gios para no cumplimentar el mandamiento de prision.
Fray Juan Gutierrez dijo entonces que el no reconocia otro juez que el Cabildo en Sede vacante; que, realmente, los versos eran suyos, en lo cual no pensaba haber cometido pecado de herejia, pues no atacabaal dogma sino a un hom- bre pretencioso y vano, como el jesuita Lucio Garcete; que si el juez Olivera no echaba tierra sobre el proceso, el sabria armar una de Dios es Cristo, y ocurrir no solo a Lima, sino a Roma. Atiadio que el motivo que lo obligara a escribir contra el padre Gircete fue que este, en un sermon, habia satirizado a dominicos y agustinos, tildandolos de malos sa- cerdotes, porque asistieron a una corrida de toros; y por fin, que el, aunque fraile, tenia sangre en el ojo, y no era hom- bre de aguantar pua sin dar corcobo. Se nego a firmar la notificacion, haciendo constar el notario 1 as frases que habia vertido el camorrista fraile.
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Asi las cosas, mando el juez Olivera promulgar privile- gios y bulaspontificias en favor de la Compania de Jesus, y se armo la gorda. El Cabildo en Sede vacante, compues- to del dean licenciado Carrillo de Albornoz, del chantre Hernando Arias, de los canonigos Esteban Villalon, Alonso Martinez y Diego de Valencia, se opuso a la promulgacion. Olivera amenazo al Cabildo con excomulgarlo, y el Cabildo le contesto con identica promesa de excomunion.
Entre tanto fray Juan Gutierrez, que andaba mas suelto que lengua de beata, apoyado por dominicos y agustinos, obtuvo que el canonigo Alonso Martinez fuera nombrado, por el Cabildo eclesiastico, juez de la causa. Nueva pelo- tera. El juez Olivera dicto auto de prision contra el juez canonigo, y este le correspondio con la misma moneda. La autoridad civil estaba entre la cspada y la pared, y sin saber a que carta quedarse.
Los partidarios del fraile Gutierrez, fueron a aprehender en su casa al clerigo Olivera; pero este, que se habia eva- porado a tiempo, hizo poner cartelones excomulgando for- mal mente al canonigo y al agustino. EIlos quitaron los le- trones de las puertas de las iglesias, y en su lugar plantaron otros contra Olivera y los jesuitas.
En aquellos tiempos l^s excomuniones andaban bobas, y producian menos efecto que los polvos de Jalapa, purgativo a la moda. Excomulgaba la Inquisicion, excomulgaban los obispos y cabildos, excomulgaban los curas, excomulgaban los superiores de ordenes monasticas, en fin, todo titere con hopalandas sacerdotales tenia derecho para declarar al projimo fuera de la comunion catolica — apostolica — roma- na, condenandolo al fuego eterno del infierno. Por lo mas insignificante, por una duda de conciencia, por una barraga- nia 6 amanccbamiento, por leer un libro prohibido, por no ayunar en cuaresma, etcetera, le caia a uno encima, expresa 6 tacita, una excomunion que lo partia por la hipotenusa. Puede afirmarse, sin exajeracion, que las dos tercias partes de los peruanos vivian excomulgados. Parece que las ex- comuniones se les convertian en salud: no quitaban sueno ni apetito. Hasta virreyes excomulgados tuvimos, y gober- naron como si tal cosa.
Veanse este par de cartelones:
a Tengan por descomulgado a Juan Gutierrez, de la 6r- « den de San Agustin, por no haber parecido presente ante
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« Luis de Olivera, juez apostolico conservador de la Com- er pania de Jesus de esta ciudad del Cuzco, y se manda, so ff pena de excomunion, late setentia ipso facto incurrenda^ que « nadie quite este papel. » —
«f Tengan per descomuJgado, papalmente y a divinis, al w canonigo Alonso Martinez, por impedir el oficio de Juez « conservador de la Compania de Jesus a Luis de Olivera; «r y mando, so pena de excomunion, cuya absolucion en mi « reservo, que ninguna persona sea osada a borrar 6 quitar ff este papel. — Fecho en la ciudad del Cuzco, a los 7 dias del « mes de Junio de 1589. «
El clerigo Olivera y el jesuita padre Torres que no eran hombres de dormirse en las pajas, sino caracteres activos y enerjicos, notificaron a la real justicia, compuesta del teniente correjidor don Luis de Espinoza, y de los rejidores don Pe- dro Vasquez de Vargas y don Luis Trejo Paniagua, para que, bajo pena de excomunion, no prestasen el menor ampa- ro al juez canonigo Martinez. Otro conflicto. El tenien- te correjidor se declaro partidario de los agusttnos, y los otros dos caballeros se pronunciaron en pro de los je- suitas.
El escandalo tomaba creces de hora en hora, y el vecin- dario cuzquefio andaba dividido en bandos. Cierto que no hubo meeting como ogaiio, y que las senoras ni chistaron ni mistaron; pero si se suscribieron, por el sexo barbudo, representaciones 6 actas al Cabildo y a la Real Audiencia, pidiendo se refrenase el escandalo.
En la representacion de los partidarios de los jesuitas, he- mos encontrado una firma de gran significacion hi^torica. Es la de Mancio Sierra de Leguizamo, aquel soldado de caballeria compafiero de Pizarro, que jugb el sol por salir^ y el unico de los conquistadores que aun vivia en 1589. Mancio Sierra era casi nonajenario cuando suscribio el acta 6 representacion a que nos referimos. Decididamente, el bravo militar de la conquista se encontraba ya no&o.
Por fin, tanto Olivera como Martinez, accediendo al esii- peno de las autoridades y de los principales vecinos del Cuzco, que veian la ciudad amagada de motin, se reunie- ron el 9 de Junio y firmaron un compromiso, en virtud del cual ambos retiraban y daban por nulas las excomunioues y censuras, se abstenian de interpretar las bulas y privile- jios concedidos por Su Santidad a dominicos, agustinianos
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y jeFuitas, y convenian en ocunir a Lima para que la Real Audiencia decidiera cual de los dos jueces Iiacia fuerza, y a cual de ellos correspondia seguir en el conocimiento de la causa.
Asi St aquietaron los animos y, en la apariencia, quedo el Cuzco como una balsa de aceite, si bien per debajo la exi- tacion continuaba latente.
Venido el proceso a Lima, el padre Juan de Atienza, pro- vincial de la Compania de Jesus en estos reinos del Peru, se dcclaro personero de sus hermanos del Cuzco, y con fe- cha 3 de Julio la Real Audiencia, compuesta por el doctor Ramirez de Cartajena y los licenciados Alonso Criado y Vi- cente Maldonado, declaro inhibido al canonigo Martinez, y que el presbitero Luis de Olivera prosiguiera en el conoci- miento de la causa.
i Victoria por los jesuitas!!! Verdad es que sus adversa- ries (desde el principio del juicio) anduvieron desacertados; pues treinta y un frailes, entre dominicos y agustinianos, Iiabian reconocido la competencia del clerigo Olivera, con el hecho de acudir a su juzgado a prestar declaracion. Item, el mismo canonigo Alonso Martinez y su companero el canonigo Valencia, figuraban en el niimero de los decla- rantes. Era contradictorio salir despues con la antifona de desconocer la jurisdiccion que, pocos dias antes, acataran. La Real Audiencia estuvo, pues, en lo justo, segiin mi leal saber y entender. Alia los hombres del foro fallaran si an- do errado en el concepto,
Aqui termina el codice que tengo sobre mi mesa de tra- bajo. Ignoro si llego 6 no a pronunciarse sentencia defini- tiva, en el Cuzco, por el juez Olivera.
De este proceso, a la lijera estractado, sacara el lector en limpio que, apenas llegados los jesuitas al Peru, (pues, en 1589, contaban veintiun alios de establecidos en Lima, y quince en el Cuzco), cuando ya eran combatidos por las demas congregaciones nionasticas y por una parte de la so- ciedad. Y notese que en aquel siglo no habia masones, rojos, ni liberates y que, coino dijo fray Juan Gutierrez, no es punto de dogma ni herejia el desenmascarar a los discipulos de Loyola y Layncz. iSerian impios contuma-
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ces, herejes vitandos, cristiaiios renegades, sacerdotes apos- tatas, los agustinianos y domiiiicos del Cuzco, que hicie- ron causa coniun con el padre Gutierrez?
El hecho incontrovertible es que los jesuitas, en el Peru, han si do siempre batalladores y motimsias, lasolentes para con la autoridad y sembradores de zizana.
Y a fin de que no se diga que, al llamar motinistas a los sectariosf de Loyola, escribimos a la birlonga 6 sin pruebas. alii va una real cedula que copio de un tomo de manuscri- tos de la Biblioteca:
— • Venerable y devoto padre provincial de la Compariia « de Jesus en las provincias del Pirii. He sido informado « que teniendo presos los Alcaldes del crimen de mi Au- « diencia Real tres esclavos, por indicios de haber dado la « muerte a un espanol pulpero, y confesado el delito en el ff tormento que se les dio, salio a la plaza el padre Alonso « Mexia, religioso de vuestra Compania y dijo en el pulpito, « en presencia de grande auditorio, que los presos padecian « sin culpa, y que a el le constaba quienes fueron los verda- « deros delincuentes, cosa que causo notable escandalo y de « que pudo resultar sedicion y muchos danos e inconve- ff nientes. Y despues, teniendo preso en la calle un algua- « cil a un hombre, dio voces Mexia y salieron del colegio « de San Martin mucho niimero de colegiales y religiosos « de la Campania, y con violencia y fuerza se le quitaron; y « conviniendo poner el remedio conveniente, ordeno que bs « predicadores, cuando suban al pulpito, examinen bien lo <f que han de decir, por el poco recato y modestia que en « ello tienen, y que no se metan a impedir la ejecucion de « la justicia. Y visto por los de mi Consejo de las Indias, « se ha extraiiado mucho este modo de proceder en religio- ff SOS a quien mas verdaderamente pertenece la modestia y a buen ejempio, ayudando de su parte a la administracion « de justicia, que no embarazandola, al escarnn'ento que de- « ben tomar todos con el castigo de los delitos. Y porque « de los que cometicron los religiosos vuestros subditos esta ff a vuestro cargQ.el castigo, OS encargo y mando que los « castigueis con demostracion por lo que conviene a la sa- ff tisfaccion publica, y a los fueros de los magistrados que « administran justicia. De que me avisareis en particular, « no dando lugar a otra. Fecha en San Lorenzo, a postre- « ro de Octubre de 1624. — Yo el Rey — Por mandato del « Rey nuestro Seiior, Pedro de Ledesma, »
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La reprimenda es mayiiscula y muy merecida. <iHabra sociedad posible acordando a los jesuitas poder para iaimV cuirse hasta en los procediinientos de gobeniantes y magis- trados? Hizo bien el monarca eii cortarles las alas aplican^ doles varapalo tan contundente.
Soberbios y engreidos siempre los jesuitas, tuvieron en 1648, con motivo del proceso a que los sometio el ilustre franciscano fray Bernardino de Cardenas, obispo del Para- guay, la insolencia de hacer circular entre los vecinos de la Asuncidn este jactancioso pasquin:
Todos nos han menester; frailes, Cabildos y Audiencia; y todos, en competencia, tiemblan de nuestro poder. Y pues hemos de veneer a esta canalla enemiga, que todo el pueblo nos siga, y no quieran, inconstantes, perder amigos gigantes por un solo obispo hormiga.
Vulgo loco y desatento que te pagas de mentiras, pues con mas afecto miras lo que menos esta a cuento! La ensenanza y sacramento nos debes, que son tu guia; porque aunque todo, a porfia, te acude de polo a polo, vas ciego, perdido y solo, cuando vas sin Compahia,
Y ya que hemos sacado a plaza estas decimas, no desper- diciaremos la oportunidad de dar a conocer una historieta que, manuscrita, hemos hallado en uninfolio de la Bibliote- ca de Lima. Dice asi:
ff En el colegio de la Compania, en Mexico, amanecio « ahorcado el jesuita padre Antonio Segura. Pocos dias <c despues de este suceso llego a la capital el obispo de «f Guadalajara, muy gran patrocinador de los ignacianos, y « se hospedo en el colegio. Una semana mas tarde amane-
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« cio su ilustrisima difunto, reclinado en un sillon y con un « dedo en la boca. De aqui tomo pie un poeta para escri- « bir esta redondilla:
(f Haber venido a parar « donde no hay vida segiira (f fue, senor, tnucha locura . . . « y asi . . . morir y callar. »
Volviendo a lo del libelo cuzqueno, ^merecian tanta a)ha- raca las desventuradas coplas contra ei padre Garcete? A fe que no. Franciscanos, dominicos, mercenarios y agusti- nos fueron siempre, en Espaiia y en el Peru, objeto de sati- ra mordaz para la piuma de poetas traviesos, y nunca ocurrio a esas comunidades alborotar el gallinero por dicha- racho mas 6 dicharacho menos. Pero la Compaiiia quiso gozar de inmunidad, y su soberbia la arrastro al estremo de iniciar ridiculo proceso contra un hijastro de Apolo y de las musas. Ne touchez pas lesjesuites.