Epítome de las Historias filípicas de Pompeyo Trogo: Libro décimo

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☙ LIBRO DÉCIMO ❧

Artajerjes, rey de los persas tuvo ciento quince hijos, los cuales tuvo de sus amantes y concubinas y solo tres fueron de legítimo matrimonio, que fueron, Darío, Ariaspes y Oco. De estos tres, en vida hizo rey a Darío, por el gran amor que le tenía; aunque fue contra la costumbre de los persas, que no suelen mudar el rey sino por muerte. Y esto hizo porque creía no ser quitado a él lo que a su hijo dejaba. Y teniendo por cierto que recibiría mucho más gozo de haber engendrado, siendo el vivo ver rey a su hijo. Pero Darío después olvidado y pospuesto, aquel nuevo y grande ejemplo de piedad, de que el padre con grande amor que le tenía usó con él se lo pago con demasiada ingratitud. Porque luego propuso en su corazón de matar al padre. Y la verdad la maldad de sí mismo fuera muy grande si solo pensara y acometiera hacer aquel parricidio, más se hizo muy mayor porque hizo participantes de ello y parricidas a cincuenta hermanos suyos. Que aún parece cosa monstruosa haber tantos


convenido en consentimiento de una tal hazaña y concertado todos unos con otros y que todos pudiesen guardar silencio y que no se hallase uno entre cincuenta hijos que se moviese ni retractase de tan gran crueldad, por la majestad del ser padre, o por la honra y acatamiento que se le debía por ser por cómo era viejo, o por el amor paternal. ¿Como? ¿Qué tan vil debía de ser, y en tan poco tenido en cuenta el nombre de padre entre tanta muchedumbre de hijos, que halla hallado su padre más peligro y acechanzas entre aquellos que le habían de defender y hacer seguro contra todos los enemigos que en los mismos enemigos? Cuanto más que la causa de parricidio fue más fea que el mismo parricidio, la cual tuvo este principio. Muerto Ciro en la guerra que tuvo con su hermano; que arriba se hace mención, el rey Artajerjes tomó por mujer una concubina o manceba suya llamada Aspasia; la cual le pedía Darío que se la diese también como el reino, y al principio con la mucha afición que a los hijos tenía, dijo que le placía. Después arrepentido, por no tener algún color de no dar lo que tan considerablemente había prometido la hizo sacerdotisa del sol; en el que el oficio era mantener y guardar perpetuamente castidad. De lo cual enojado el hijo lo primero que hizo, fue comenzar a reñir de palabra con el padre, y de hay a poco después hecha conjuración con los hermanos entre tanto que andaba poniendo asechanzas al padre, fue tomado en la traición juntamente con los compañeros y muerto,


queriendo los dioses vengar la injuria paternal, con todos ellos y sus mujeres e hijos porque no quedase rastro de tan ingratos hijos ni señal de tan gran maldad. Dende a poco tiempo murió Artajerjes de una enfermedad que cobró del dolor de este hecho; y fue la verdad más dichoso en cuanto rey, que en cuanto padre. La sucesión del reino fue dada a Oco, el cual temiendo otra conjura contra él, hincho la casa y palacio real de sus parientes y hermanos muertos, y de otros príncipes de la tierra, sin tener respeto ni misericordia del sexo femenino, ni de la edad, movido a hacerlo así por la ventura de no ser menos parricida que sus hermanos; y de esta manera casi purificado el reino, movió guerra contra Armenia, en la cual hubo uno de los armenios que desafiaba a batalla de uno por uno a cualquiera de los persas; y con favor y consentimiento de todos salió uno llamado Codamano. Y se hubo también que muerto el enemigo, restituyo la victoria y juntamente la honra a los suyos, que casi la tenían perdida. Por este buen hecho Codamano fue hecho gobernador de los armenios. Y de hay a poco tiempo, muerto Oco, acordándose el pueblo de la virtud pasada que en la guerra había mostrado, fue elegido por rey de los persas. Y porque no pareciese que nada de la majestad real le faltaba, lo llamaron Darío de hay en adelante. Este Darío después hizo guerra mucho tiempo


contra Alejandro Magno, mostrándose varia la fortuna a todas partes. Pero al fin fue vencido por Alejandro y muerto por sus propios parientes y vasallos; poniendo fin en su vida y en el reino de los persas, que con el feneció.