Estando en Valencia el Cid

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XCIV


E

stando en Valencia el Cid

de trabajos muy cansado,
cansado de tantas guerras
como por él han pasado,
nuevas al Cid son venidas
que le ponen en cuidado,
que el rey Búcar, fuerte moro,
sobre Valencia ha llegado.
Treinta reyes trae consigo;
valientes son, esforzados,
muchas gentes trae consigo
de á pié son, y de á caballo.
Echado estaba el buen Cid,
en la su cama acostado;
pensando estaba cuidoso
en hecho tan afamado,
suplicando á Dios del cielo
que siempre esté de su bando,
y de peligro tan grande
con honra lo saque salvo.

Cuando el Cid no se cató
un hombre vido á su lado,
el rostro resplandeciente,
cano, crespo y muy honrado,
tan blanco como la nieve,
con color muy sublimado:
díjole:—¿Duermes, Rodrigo?
Recuerda y está velando.—
Díjole el Cid:—¿Quién sois vos
que lo habedes preguntado?
—Sant Pedro llaman á mí,
príncipe del apostolado;
vengo á decirte, Rodrigo,
otro que no estás cuidando,
y es que dejes este mundo,
Dios al otro te ha llamado,
y á la vida que no há fin
do están los santos holgando.
Morirás en treinta días,
desde hoy que esto te hablo.
Dios te quiere mucho, Cid,
y esta merced te ha otorgado;
y es que después de tú muerto
venzas á Búcar en campo:
tus gentes habrán batalla
con todos los de su bando.
Esto será con la ayuda
de mi hermano Santiago,
y él verná á la batalla;
ya se lo tiene mandado.
Tú, Rodrigo Campeador,
haz enmienda á tu pecado,
porque muerto que tú seas
á la gloria seas llevado,
que Dios por amor de mí
todo aquesto ha ordenado,

porque honraste mi casa,
do Cardeña era nombrado.—
Cuando lo oyó el buen Cid,
gran placer había tomado:
saltó luégo de su cama,
de rodillas humillado,
para le besar los piés
al buen Apóstol honrado.
Dijo Sant Pedro á Rodrigo:
—Aqueso ya es excusado,
que á mí no podrás llegar,
no te trabajes en vano;
mas ten por cosa muy cierta
aquesto que te he contado.—
Esto dicho, el buen Apóstol
á los cielos se ha tornado;
Rodrigo quedó contento,
alegre con lo pasado,
dando á Dios crecidas gracias
por lo que le habia otorgado.