Gesta/Naturales/Nubes
Las nubes blancas, blanquísimas, triunfalmente albas, como la misma aurora, pasan cerca, muy cerca de mi ventana, siempre abierta á la noche. Vapores de la tierra que el viento arrastra, ténues sombras de sombras, allá van en vértigo, confundiéndose, arremolinándose, en torbellino.
El escritor, que medita ante su mesa, se interrumpe para exclamar, apoyando la frente en ambas manos: ¡Quién sabe, ¡oh sombras blancas! si hecho luz y sofocado, no vá en vuestro seno el gemido del mundo! ¡Tanta sangre y tantas lágrimas se han vertido sobre la tierra!...
Y hé aquí que una línea negra se ha marcado en la albura. Semejante á una Ténia monstruosa, llena de anillos deformes, culebrea y se pierde. Después reaparece doble, con menor cantidad de anillos, pero formidablemente aumentada. Se hincha, como hidrópica, hasta que, enorme, estalla, revienta por el centro.
Vése entonces un fenómeno curioso. Los vellones blancos, manchados á trechos, parecen ahora de lana sucia. Hay lunares por todas partes, puntos negros que afrentan el nacar purísimo, aquel cielo de ajenjo blanco. En seguida los lunares se juntan, se aproximan, hasta confundirse, los puntos negros y la Ténia gigantesca reaparece nuevamente, no ya simple ni doble sinó centuplicada. El cielo hace el efecto de un mar fosforecente en que la cresta de la ola se divisa blanca desde la orilla, mientras el costado permanece sombrío. Al cabo de un rato en aquel mar de nubes la Ténia impera. Rapidamente van desapareciendo los fulgores blancos. Créese por un momento ver el cielo cubierto totalmente de lineas negras, curvas y quebradas, ondulantes y paralelas. Esfúmanse los contornos, bórranse por completo las últimas estrías de luz y hay un minuto en que los ojos se esfuerzan por ver todavía algo de aquel desfile fantasmagórico, de aquella procesión de nubes blancas que encantó á la imaginación. ¡Inútil empeño! El cielo es una cripta mortuoria donde yacen el silencio y la sombra.
Sin embargo, dentro de breves momentos amanecerá...