Hipólito Vieytes (VAI)
DE
ARGENTINOS ILUSTRES
E
L nombre de Vieytes está estrechamente ligado á las primeras tentativas que hicieron los argentinos para conquistar una patria de que carecían, y constituirla rica y grandiosa en el concierto de los pueblos libres de la tierra. Vieytes es uno de los próceres de la nación argentina, y también una de las figuras más simpáticas que ofrecen los anales de la colonia.Nació en San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires, el 12 de agosto de 1762. Estudió filosofía en el colegio de San Carlos, de 1775 á 1779, y aun cuando frecuentó las aulas de jurisprudencia, no coronó su carrera con las borlas doctorales.
Desempeñó el puesto de secretario del Consulado en la administración del virrey Sobremonte; y cuando las naves inglesas asomaron en las aguas del Río de la Plata, Vieytes, como todos los patriotas de su tiempo, corrió á alistarse en la calidad de soldado. Con ese motivo desempeñó las funciones de capitán, con grado de teniente coronel, en el Regimiento de Patricios.
Hacia esta época, Vieytes era conocído y apreciado por sus talentos como por sus escritos.
Bajo la administración del virrey Aviles (1801), había tenido lugar la publicación del primer periódico en Buenos Aires. Aunque esta ciudad poseía una imprenta, que bajo la dominación de Niños Expósitos existía desde 1780, hasta entonces sus prensas se habían contraído á la impresión de libros religiosos y de obras de devoción. En 1801 apareció por ellas el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico é Historiógrafo del Río de la Plata, dirigido por un español llamado don Francisco Antonio Cabello: pero en octubre del año siguiente fué suprimido de orden del virrey.
Un mes antes de su supresión (setiembre de 1802), un hijo de Buenos Aires había dado á luz otro periódico, superior en mérito al Telégrafo. Era este el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, redactado por don Hipólito Vieytes, con la colaboración del ingeniero Cerviño, director de la Escuela de Náutica, y la de otros sujetos inteligentes.
El primer número del Semanario apareció el 1° de setiembre. Hasta el mes de febrero del año siguiente, se contrajo á las materias en relación con su título; pero desdo esta fecha para adelante, trató de todas aquellas que bajo cualquier respecto pudieran merecer interés al público, por ser además, el único periódico existente, pues el Telégrafo de Cabello, como hemos dicho antes, fué suprimido oficialmente á fines de octubre de 1802. Con motivo de la primera invasión inglesa (1806), se postergó su publicación; hasta que reconquistada la ciudad, y á invitación de Liniers, Vieytes continuó publicando su Semanario.
En esa misma invitación, Liniers hacía un cumplido elogio á los talentos y al patriotismo de Vieytes, expresándose á su respecto de la manera siguiente: « Los periódicos de Vd. no respiran sino el más puro patriotismo, amor á las artes y más acendradas ideas morales, y en este momento los miro más necesarios que nunca, cuando acabada su reconquista tememos de nuevo vernos atacados, y necesitamos que los moradores de esta ciudad y sus dependencias, se inflamen de un nuevo celo para rechazar los esfuerzos de nuestros enemigos, empeñados en nuestra ruina. »
Dedicado á demostrar las ventajas que reportaría el país fomentando su agricultura y desarrollando su comercio, el Semanario fué una verdadera novedad para los habitantes del virreinato. Con ese un, Vieytes escribió unas Lecciones elementales de Agricultura, por preguntas y respuestas. Tan útil publicación cesó en 1807. Todos los escritos que contiene se recomiendan tanto por el estilo, como por la idea que los inspiraba.
Vieytes era además un industrial. Poseía una fábrica de jabón, que él y sus amigos han hecho célebre, pues fué ella la humilde cuna en que nació el pensamiento de Mayo. Situada en las afueras de la ciudad, y en paraje apartado, servía de punto de cita para los patriotas; y allí fué donde Belgrano, los hermanos Peña y otros personajes distinguidos, cambiaron ideas sobre los medios con que debían llevar á cabo la gloriosa empresa que meditaban.
En 1810 fué colaborador del Correo de Comercio, periódico que publicó el doctor don Manuel Belgrano en los primeros meses de aquel año memorable; el cual, aun cuando contiene algunos escritos de interés, no deja sospechar siquiera el estado de los ánimos, ni el grandioso acontecimiento que se preparaba y que se produjo casi en seguida. El 22 de mayo concurrió á los salones del Cabildo, votando por la deposición del virrey; y el 9 de julio partía con la expedición destinada á las provincias del norte, en calidad de auditor de guerra.
Suprimida la comisión del ejército auxiliador, de que formaba parte, Vieytes regresó á Buenos Aires, donde fué electo poco después en unión de don Nicolás Rodríguez Peña, para llenar las vacantes quedadas en la Junta por fallecimiento del presbítero Alberti, y del doctor don Mariano Moreno; de cuyo puesto fué separado, y confinado luego á Lujan, á consecuencia del movimiento revolucionario operado en Buenos Aires en los días 5 y 6 de abril de 1811.
Restituido á su domicilio con motivo de la creación del primer triunvirato, se le declaró inocente, junto con los demás miembros depuestos, y en noviembre del año siguiente fué encargado por el gobierno, en unión de otros sujetos, para que asociados, preparasen y discutiesen un proyecto de Constitución, que debería ser presentado á la Asamblea próxima á reunirse.
En diciembre de 1813 sostituyó el coronel Moldes en la Intendencia de Policía de la Capital; y en seguida, elegido diputado por la misma, se incorporó en la Asamblea General Constituyente, que le nombro por uno de sus dos Secretarios.
Vieytes se afilió en la facción de Alvear, y fué uno de los miembros más influyentes de la Logia Lautaro, en que aquel se apoyaba.
Operada la revolución del 15 de abril de 1815, que dió en tierra con la autoridad arbitraria del joven Alvear, Vieytes corrió la fortuna de este. Procesado por abuso en la administración pública, falleció en 27 de setiembre de ese mismo año, en el pueblo de San Fernando, á donde había sido desterrado.
Vieytes fué un patriota distinguido; pero envuelto en el torbellino de los acontecimientos y de las rencillas personales, como los miembros de su facción, perdió la fe de los primeros días, y cedió, tal vez á su pesar, á las ilusiones de una política sin horizontes y ajena á los propósitos y á las tendencias de la Revolución de Mayo.