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Mariano Moreno (VAI)

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época


Mariano Moreno.


MARIANO MORENO


(1777 - 1811)




M

ariano Moreno es el numen de la Revolución de Mayo, el apóstol de la democracia en el Plata, y la primera víctima sacrificada á las rivalidades de los partidos personales, á la torpeza dé las pasiones egoístas, y al celo estrecho de un mal entendido patriotismo.

Mariano Moreno comprendió que la Revolución argentina no era un acontecimiento fortuito, limitado á cambiar el personal de la administración pública, sino una evolucion en la vida de la sociedad, y una variación completa no sólo en las ideas, sino también en las costumbres y en las instituciones políticas. Por eso lo encaminó resueltamente por la anchurosa senda que debía conducirlo al triunfo por medio de las armas, al mismo tiempo que con la pluma ardorosa del revolucionario redactaba el programa de libertad que debía llenar, señalando con admirable claridad de vistas las bases orgánicas y los puntos de partida de la constitución definitiva del país.


I.

Mariano Moreno nació en Buenos Aires el día 22 de setiembre de 1777, de padre español y madre argentina. Su padre habíase establecido en aquella ciudad á consecuencia del naufragio del navio Concepción, del cual era contador, en las tierras del Estrecho de Magallanes (1765) y contraido matrimonio algo más tarde con doña Ana María Valle.

El joven Mariano aprendió las primeras letras en la Escuela del Rey, llamada así porque era costeada con dineros de la corona; pasó luego al Colegio Real de San Carlos donde estudió latín, siguiendo, de 1793 á 1795, los cursos de filosofía y teología.

Parece que hizo rápidos progresos en el primero de dichos ramos, pues según refiere su hermano don Manuel, siendo muy niño aún, hablaba con perfección y elegancia la lengua latina, y con tanta facilidad como si fuera su propio idioma.

El joven Moreno era sumamente aplicado al estudio, al cual consagraba mucho tiempo en el día, continuando sus tareas hasta una hora avanzada de la noche. En el Colegio de San Carlos se distinguió entre sus condiscípulos por la vivacidad de su carácter, y la agudeza y despejo de su ingenio. Sostuvo conclusiones de filosofía, y más tarde de teología, con tanto lucimiento, que no sólo se captó la buena voluntad de sus maestros, sino también el aprecio y el cariño de sujetos tan distinguidos como el franciscano fray Cayetano Rodríguez, varón ilustre por su saber, por su patriotismo y las prendas de un carácter noble y generoso. Él fué quien introdujo á Mariano Moreno en la biblioteca de su convento, y le puso en contacto con las personas de su amistad, augurándole un brillante porvenir en las letras y en los destinos futuros de la patria que tanto amaba.

En aquella época de su vida, Moreno manifesto tanto fervor religioso y tanta asiduidad en las prácticas de la vida devota, que nadie hubiera creido ni sospechado siquiera, que más tarde traduciría el Contrato Social de Rousseau, bien que haciendo discretas reservas sobre la manera como había entendido aquel publicista el sentimiento religioso. Por eso llegaron á creer sus padres y sus amigos, que el joven Mariano tenía vocación decidida al ministerio de la iglesia; en cuya virtud, una vez que terminó los estudios generales, convencidos de su creencia, sus padres le enviaron á Chuquisaca á fin de que terminase su carrera vistiendo los hábitos sacerdotales.

En esta ciudad vivió en la intimidad del canónigo Terrazas, sujeto distinguido, quien era poseedor de una rica biblioteca donde no faltaban las obras de política y de filosofía que la Inquisición, en su furor de destruir la buena semilla, tenía prohibidas con inexorable rigor.

Allí se dedicó Moreno al estudio de las sagradas escrituras y de los padres de la iglesia. Empero, nuevos horizontes se abrieron á su espíritu, y contrariando la voluntad de sus padres, al mismo tiempo que contraía matrimonio con una hermosa joven, optaba por el estudio de la jurisprudencia, ingresando en 1801 en la Academia Carolina. El 23 de febrero de 1804 graduábase de doctor en cánones y en derecho, y á principios del año siguiente abría ya estudio de abogado.


II

En 1805 abandonó el Alto Perú á consecuencia de la arbitrariedad de los jueces en un negocio que él patrocinaba, y volvió al seno de la familia, no tonsurado y vistiendo la jerga, pero si rodeado del aprecio y del respeto de las personas que lo conocían, por la liberalidad de sus opiniones y la elevación moral de su carácter.

Algo después de volver á la ciudad donde viera la luz, Moreno fué nombrado relator de la Audiencia Pretorial, en cuyo puesto le sorprendieron las invasiones inglesas. La ocupación de Buenos Aires por las tropas británicas lastimó dolorosamente su alma de patriota: «Yo he visto en la plaza, decía, llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno, cuando á las tres de la tarde del 27 de junio de 1806, vi entrar 1560 hombres ingleses, que apoderados de mi patria, se alojaron en el fuerte y demás cuarteles... » En febrero del año siguiente estuvo expuesto á ser complicado en una causa de infidencia; con motivo de la evasión del general Beresford; pero su reputación, dice su hermano, le liberto de toda molestia.

En 1809 el virrey Cisneros le llevó á su lado en calidad de asesor privado. Ocupando este empleo de confianza fué que escribió su célebre Representación á nombre de los hacendados, en que sostuvo la conveniencia de la apertura de los puertos del virreinato al comercio inglés y demostró los grandes resultados económicos que produciria esta medida que, según los mismos españoles han confesado más tarde, fué sugerida á Cisneros por Moreno, dando así el primer paso verdaderamente revolucionario, y el que en realidad precipitó los sucesos de Mayo que tuvieron lugar en el año siguiente.

Los comerciantes metropolitanos y el consulado de Cádiz por medio de su representante, protestaron contra semejante resolución. Se atribuye al doctor don Julián Segundo de Agüero, célebre más tarde como ministro de Rivadavia, la paternidad del escrito que mereció de Moreno los más vivos ataques por la perniciosa doctrina que se desarrollaba en él, pues entre otras razones, exponía el defensor del Consulado y de los comerciantes españoles, que la medida aconsejada no sólo era impolítica sino también contraria á la religión del país!

« Por aquel tiempo salía el doctor Moreno á paseos al campo en los días de fiesta, á distancia que no excedía á cuatro ó cinco leguas, volviendo siempre á la noche. En estas cortas incursiones se acompañaba de uno ó dos amigos de las letras, y para contemplar mejor las bellezas de la campaña traia consigo los Estudios de la Naturaleza de Bernardino de Saint-Pierre, á cuya lectura se entregaba con deleite á la sombra de un árbol, á la vista del río, ó en el corredor de alguna casa humilde en que pasaba el día ».[1]


III.

Entre tanto se acercaban los días gloriosos de Mayo. En todas partes se notaba grande agitación; y las autoridades españolas, creyendo conjurar el peligro de cuya existencia no tenían duda, tomaban todo género de precauciones, al mismo tiempo que creaban empleados encargados especialmente de vigilar la ciudad y sus alrededores. Los patriotas estaban dispuestos á no perder la menor coyuntura favorable, y esta se les ofreció con motivo de la pérdida de las Andalucías y su ocupación por las tropas francesas, cuya noticia fué comunicada al pueblo por el virrey Cisneros el 18 de mayo de 1810 por medio de una proclama.

Desde ese momento los agentes de la Revolución desplegaron una actividad pasmosa, y no pensaron ya sino en la reunión de un cabildo abierto que tuvo lugar el 22 de mayo, quedando anulada la autoridad del virrey el 25.

La Junta de Gobierno que se creó en ese día tuvo por secretario al doctor Moreno. Él fué uno de sus miembros más activos y resueltos, cabiéndole gran parte de la responsabilidad en los sucesos que entonces se produjeron, y especialmente en la ejecución de Liniers y sus compañeros, que si bien fué un acto sangriento salvó la revolución en su cuna, y comprometió á muchos que se mostraban fluctuantes todavía.

En medio de sus numerosas y variadas tareas, Moreno no olvidó que las revoluciones no sólo se realizan pos medio de las armas, sino también por medio de la idea. Con este motivo fundó la Gaceta de Buenos Aires, que redactó él mismo; y dió á luz la traducción del Contrato Social de Rousseau, á fin de propagar los principios democráticos y las nociones igualitarias que aquellos suponen necesariamente en la sociedad.

Moreno creó, además, la biblioteca pública de Buenos Aires, con donaciones gratuitas de libros y dinero hechas por los particulares.

IV.

Un suceso inesperado vino á separarle de la Junta, á cambiar la faz interna de ésta, y á debilitar en cierto modo la unidad de acción que debía existir forzosamente.

Los diputados de todas las provincias que se hallaban reunidos en Buenos Aires en el mes de diciembre de 1810, dirigidos por el deán Funes, diputado por Córdoba, apoyados en el gobierno por Saavedra, que lo presidía, é invocando la circular del 27 de mayo, pretendieron incorporarse á la Junta y tomar parte activa en sus deliberaciones. El secretario Moreno se opuso vivamente á una medida que complicando la marcha del gobierno, dificultaba la decisión rápida de los asuntos revolucionarios. « Además, decía Moreno, el espíritu de la circular es falseado por la base, puesto que se tuvo en vista al dictarla convocar la reunión de un congreso, que decidiera la manera como había de constituirse el país, y determinarse al mismo tiempo la forma de gobierno que debía regirlo. » Pero entre Moreno y el presidente Saavedra mediaba un completo desacuerdo, nacido de la circular del 6 de diciembre suprimiendo los honores rendidos al presidente de la Junta. Esta había sido dictada con motivo de un brindis que pronunció en un banquete un militar llamado Duarte, en el que proclamaba emperador á Saavedra, diciéndole que la América esperaba con impaciencia tomase el cetro y la corona. « Un habitante de Buenos Aires, decía Moreno en ella, ni ebrio ni dormido debe tener impresiones contra la libertad de su patria... La libertad de los pueblos no consiste en palabras ni debe existir en los papeles solamente... Si deseamos que los pueblos sean libres observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. »

No obstante las protestas de Moreno y de algunos otros miembros de la Junta, se decidió la incorporación de los diputados (18 de diciembre). Desde luego la posición de Moreno era insostenible, y comprendiéndolo así renunció su cargo el mismo día, consignando en el acta las causas de esa determinación.
V.

Con la separación de Moreno el gobierno quedó privado de su brazo más enérgico. La nueva Junta, compuesta de puros elementos heterogéneos, se dividió en su propio seno; y desconociendo los grandes fines y las largas vistas de su primer secretario, puso en graves conflictos el éxito de la Revolución naciente.

Seis días después Moreno recibió orden de partir encargado de una misión diplomática ante las cortes de Río Janeiro y Londres; y el 24 de enero de 1811 se embarcaba entristecido, con el alma dolorida y lleno de sombríos presentimientos.

Moreno falleció en la navegación, de un ataque violento. « Antes de morir pidió perdón á sus amigos y enemigos de todas sus faltas... Sus últimas palabras fueron; Viva mi patria, aunque yo perezca » [2]. Sus labios se cerraron para siempre el 4 de marzo de 1811, al amanecer, cuando apenas contaba treinta y tres años de edad. Así murió en las soledades del mar el apóstol de la democracia argentina, lejos de la familia, y de la patria que tanto amaba, cuyos destinos no aparecían ya á su mente con los hermosos colores con que él la había soñado engalanada poco antes. La causa de su muerte ha quedado ignorada y rodeada del mayor misterio, contribuyendo de ese modo á despertar su nombre más vivas simpatías en el corazón de sus conciudadanos.


VI.

Las ideas políticas de Mariano Moreno se dejan traslucir en los artículos que escribió en la Gaceta con motivo de la reunión del primer Congreso argentino. En ellos traza con toda precisión la esfera de la acción legislativa de este último, cuya única misión debía ser constituir el país. Sobre esos artículos reposa igualmente el juicio de los que pretenden hacer de Mariano Moreno el fundador del sistema unitario, y sólo la falta de estudio ha podido hacer incurrir en semejante error. En ellos aconsejaba Moreno que cada provincia se constituyese en absoluta independencia una de otra, y sólo se ligasen entre sí en una alianza estrecha « que sostuviese la fraternidad que debe reinar siempre, y que únicamente puede salvarnos, decía, de las pasiones interiores que son enemigo más terrible para un estado que intenta constituirse, que los ejércitos de las potencias extranjeras. »

Moreno era republicano por principios y federal en cuanto al sistemo de gobierno. « En esta forma, por más que se haya dicho en contrario debe reconocerse la gran ventaja del influjo de la opinión y del contento general: se parece á las armonías de la naturaleza que están compuestas de fuerzas y acciones diferentes, que todas contribuyen á un fin para equilibrio y no para oposición; y desde que se practica felizmente por sociedades incultas, no puede ser calificado de difícil. »

Sin embargo, Moreno reconocía que la aplicación inmediata de ese sistema era inconveniente entonces á causa de las circunstancias, y aun podría ser perjudicial. Él creía que su realización en el gobierno debía postergarse para mejores tiempos. Lo que buscaba era concentrar las fuerzas de todas las provincias y formar una especie de Junta Central, por delegación de las demás, que se encargase de tratar con las potencias extranjeras, y de llevar adelante la guerra de la Independencia.

Tales fueron las ideas políticas de Mariano Moreno, el único pensador que tuvo la revolución en sus primeros días, y el único que pudo haberla conducido á puerto con rumbo seguro y determinado. Vieytes, Peña, Belgrano, etc., no pasaban de hombres llenos de patriotismo y susceptibles de sacrificarse por la felicidad del país; pero ninguno de ellos tenía el genio atrevido de Moreno, ni era capaz de mirar en el futuro con la fijeza y claridad de aquel infortunado ciudadano.


  1. Manuel Moreno.
  2. Manuel Moreno.