Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes (Tomo I): Libro Primero. Capitulo II

De Wikisource, la biblioteca libre.
​Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes (Tomo I)​ de Roselly de Lorgues
Libro Primero. Capitulo II

CAPITULO II.


I.


Medio siglo hacia que, no cabiendo Portugal en sus estrechos límites, buscaba estenderse por los mares, y ya tremolaba su pabellón en muchas islas apartadas de las costas conocidas. No eran estas adquisiciones hijas de los esfuerzos de los reyes, sino de la voluntad de un príncipe que, nacido en las gradas del trono, no tuvo mas ambicion que servir á Dios y á su patria.

Ha dicho muy bien un filósofo francés, que todos los grandes navegantes fueron cristianos, y nosotros añadiremos que el que dio el primer impulso á la navegación en el Océano fué un síncero católico.

Hijo de Juan I el infante don Enrique, duque de Viseo, y gran maestre de la Orden de Cristo, ansiaba procurar á sus caballeros la gloria en este mundo y la felicidad eterna en la otra vida. Siendo muy mozo se había señalado con los africanos al pié de las murallas de Ceuta; pero con los años pensó; á pesar de ser jefe de una caballería instituida para pelear contra los enemigos de la fé de Jesu-Cristo, que mas mérito tenia convertir que aniquilar; someter al dulce yugo de la cruz, que acrecentar por la fuerza los dominios de sus antepasados; y quiso llevar el Evanjelio á los pueblos que vivían en las misteriosas playas del África occidental, logrando ver su divisa francesa Talent de bien faire, esculpida en todas las tierras que se descubrieron bajo sus auspicios.[1]

Edificó un palacio sobre un alto pintoresco de una ensenada del cabo Sacrum, jeneralmente conocido por Sagres, y alli apartado del bullicio de la corte, en el silencio de la soledad, se consagró aquel espíritu noble á las matemáticas y á la astronomía. Formó una biblioteca de libros de náutica, se procuró relaciones de viajes, mandó traducir manuscritos árabes, y trayendo á su lado á hombres espertos en las cosas de la marina, tornó su rejia vivienda en un colejio naval. Estableció un consejo hidrográfico,[2] y puso de presidente á un mallorquín cosmógrafo de cuenta, célebre por sus cartas, por haber perfeccionado la aguja de marear y empleado el astrolabio.[3] Hasta entonces consistía toda la ciencia de navegar en seguir la dirección de las costas, y como cuando quisieron apartarse un tanto de la rutina, y engolfarse en el moviente elemento tropezaron con las dificultades y engaños, á que dan lugar los fenómenos marítimos en cada veinticuatro horas, buscó el infante un remedio á tan lamentable imperfección, é impulsado por su celo relijioso, quiso acometer á su costa empresas de descubrimientos.

En 1419 mandó por dos ocasiones reconocer y doblar el cabo Non, que tenia fama de ser el centinela avanzado de las rejiones inhabitadas, y cuyo solo nombre espantaba á los pilotos, pues detras de sus peñascos cubiertos eternamente de blanca espuma, se estendia lo desconocido, nadando en la inmensidad. En 1420 salieron de orden suya Juan González Zarco, y Nuño Tristan Vaz con el objeto de esplorar las costas africanas, pasando por Non; pero una tormenta los echó al Oeste de una isla desconocida, que llamaron Porto Santo, á cuyo encuentro siguió pronto el de la de Madera. Tres años después fué visto y doblado el formidable cabo Bojador, que apenas se sospechaba por los navegantes, y de esta suerte iban los portugueses de dia en dia adelantando por la parte occidental de Africa.

La cordial acojida que daba don Enrique á todos los hombres entendidos en el arte, hacia que afluyeran á Sagres marinos distinguidos de diferentes naciones. Así entraron á su servicio el veneciano Luis de Cadamosto, y el jenoves Antonio de Nole, cuando rivalizaban de celo los atrevidos capitanes Gonzalo de Cintra y Fernandez Dionisio. No tardó mucho en señalarse el cabo Verde, y al año siguiente Cadamosto y Nole reconocieron las islas que bautizaron con aquel gracioso nombre, y que tan mal llevan, como observó el primero Cristóbal Colon. Sin embargo de haber avanzado hasta cabo Rojo, no entraba tanto en la perseverancia del gran maestre de la Orden de Cristo la dilatación de Portugal, como el deseo de propagar el Evangelio, y por esa causa hizo fundar un establecimiento en 1445 en el rio d'Oro, bajo la protección de una fortaleza, para que los suyos pudieran comunicarse con el interior, y trabajar en la conversión de los indíjenas.[4] El noble don Fernando Lopez de Acevedo, fué á Roma de parte del infante, para esponer al papa Martin V que, "el principal objeto de los esfuerzos de su amo era la gloria de Dios y la estension de la fe."[5]

Como es consiguiente la santa sede animaba estos descubrimientos, cuyo fin era al mismo tiempo que conocer la tierra, propagar el cristianismo, y asi dió al piadoso príncipe una prueba de su benevolencia, concediendo a la corona portuguesa un derecho de primacía sobre todas las rejiones que hallase desde el cabo Bojador á las Indias orientales, y al par que amenazaba con los rayos de la Iglesia á quien osara impedirlo, concedia induljencia plenaria á cuantos sucumbieran en la demanda. Aunque la capital del orbe católico aplaudia tan buenos deseos, las ciudades marítimas de Italia y las repúblicas del litoral miraban con recelos la cuestión, considerándola bajo el punto de vista de sus intereses; pues corria la noticia de que don Enrique tenia intención de dar vuelta al Africa con sus caravelas, é ir hasta el mar Rojo y el golfo Pérsico, de donde se seguiría que los jenoveses, y mas aun los venecianos, que monopolizaban el trasporte de los productos de oriente, perderian su tan lucrativa industria. A esta desazón contribuia las nuevas de Africa, que andaban de boca en boca en los muelles del Tajo, y que los pilotos de la Liguria y del Adriático establecidos en Lisboa no escaseaban trasmitir á sus familias.

La muerte del infante amainó el impulso, que su ingenio diera á los descubrimientos; pero no por eso dejó de ser Lisboa el centro del progreso marítimo; y á pesar de haber perdido á su protector, continuaban residiendo en ella los marinos, que atrajo la munificencia del príncipe matemático. Allí abundaban los pilotos [6] de capacidad y los mas hábiles constructores, allí se vendian los mejores planisferios y las obras de astronomía, y allí se confeccionaban los mapamundis y las cartas mas exactas de navegación. No es estraño pues, que el piloto Bartolomé Colon, hermano segundo de Cristóbal, fuera aunque tarde á Lisboa, para utilizarse con sus talentos de jeógrafo, cosa entónces muy lucrativa, y en la que era de reconocida superioridad. [7]

Con los brazos abiertos recibió al náufrago, á quien tenia gran cariño y deferencia, y se esforzó por retenerlo consigo. Su franca hospitalidad no le fué gravosa, pues Cristóbal manejaba el lápiz, el pincel y la pluma admirablemente, y se entretenía en hacer cartas y planos, y copiar manuscritos y obras raras; porque á pesar de la invención de la imprenta, en Portugal estaba todavía en pañales la tipografía, y los libros costaban mucho. Su aficion á la jeografía y al estudio lo familiarizaron con los mas estimados de los lectores del puerto de Lisboa, y los compraba para revenderlos, haciendo así un pequeño comercio, cuyos productos, no solo le bastaban para proveer á sus necesidades, sino que con sus ahorros y las privaciones que se imponía, llevaba algun consuelo á la triste vejez de su padre. Oviedo, historiador de las Indias y enemigo suyo, le tributa el homenaje de que en Lisboa y fuera de Lisboa "tuvo siempre cuidado de socorrer las necesidades de su padre; [8] "á pesar de lo precario de su posición. Su buen porte le mereció relacionarse con los marinos, y la mejor acojida de parte de varios comerciantes jenoveses de aquella plaza. Jamas olvidó las atenciones que le tuvieron sus compatriotas Antonio Bazo y Luis Centurión Scotto, ni los buenos oficios de Pablo de Negro, como tampoco el afecto del hijo de Nicolas Espinóla de Lucoli, [9] y les pagó su voluntad, dando fama eterna á sus oscuros nombres.

Desde su permanencia en Lisboa, salvo cortas interrupciones terrupciones, los principales acontecimientos de la vida de Colon se van presentando por su órden, y quedan completamente accesibles á la investigación, pudiendo decirse que entónces empieza su historia.

El primer hecho que le concierne, después de su llegada á Portugal, vá unido á su piedad; porque de su asistencia constante á los oficios divinos, resultó el suceso de su vida, que dió alas á su jenio, estendiendo sus facultades comparativas, confirmándolo en su vocación, y poniéndolo en ocasión de comunicarse con los grandes y los sabios de la tierra.


II.


Entre los contemporáneos de Colon tres escritores principalmente, sin copiarse unos á otros, nos han dejado tres bosquejos, en tres descripciones de su persona, por las que se puede formar de ella una idea aproximada. En primer lugar, su hijo don Fernando, luego Oviedo, á quien su empleo de paje del infante don Juan permitió verlo con frecuencia, y despues el célebre Bartolomé Las Casas, que como su padre le debió favores personales. Pero como sus toques son demasiado lijeros, nosotros esperamos completar el cuadro con otras pinceladas, tales como las del milanes Girolamo Benzoni, que visitó el nuevo mundo, cuando aun estaban frescos los recuerdos de su descubridor, y que pudo conversar con gran número de personas, que sirvieron bajo sus órdenes. Los historiadores están en perfecto acuerdo sobre sus facciones, el color de sus ojos, de su tez y su cabello; pero difieren en lo tocante á su estatura, y se sabe que Colon era de talla elevada, pues su hermano Bartolomé, dotado de una constitucion atlética, á consecuencia de su altura, era de menos cuerpo que Cristóbal, como lo dijo Las Casas que conoció á entrambos.[10]

Era entónces Cristóbal Colon de treinta y tres años, y estaba en la plenitud de su vigor físico y de su perfeccion intelectual. Su robustez, dando á su talle una varonil elegancia, hacia resaltar la dignidad de su continente, noble como su carácter. Su rostro de un óvalo perfecto; sin embargo de tener las mejillas algo abultadas,[11] y de ser un poco encendido y pecoso,[12] delineaba con limpieza los contornos, hasta perderse con un suave desvanecido en la curva de su barba, adornada con una graciosa hendidura. Por la majestuosa anchura de su frente se traslucia la de sus altos pensamientos y graves meditaciones, que de rubio oscuro tornaron blanco su cabello,[13] é imprimían á el arco de sus cejas un leve ceño, aumentando el encanto de la pura y tranquila mirada de sus ojos garzos.[14]

Su nariz aguileña,[15] se dilataba ligeramente en su base, y los ángulos de su boca bastante pronunciados la daban una espresion particular de finura y bondad, á que contribuia la forma de sus labios.

Esta diversidad de tonos, estos contrastes confundían en su ser la juventud con la esperiencia y la lozania, el brillo de la edad viril con el reposo y la dignidad de la vejez. Su cabeza en armonía con sus ideas, y sus ideas en relacion con su persona, formaban entre su físico y su moral una liga admirable de grandeza, de elevacion y de hermosura tal que, no obstante lo incierto y precario de su situación y de la modestia de su vestir, su persona no podía pasar desapercibida en ninguna parte. Su porte y sus modales indicaban al cumplido caballero,[16] y el solo perfil de sus facciones al hombre noble y de autoridad.[17]

A su vista, su oido y su gusto escedia lo esquisito de su olfato, y como su amor ardiente á la naturaleza lo conducia siempre á la contemplacion durante el dia, y á la observacion de los astros en las noches serenas, al ir navegando por las costas aspiraba con placer los balsámicos perfumes, que traian los soplos de la brisa, y admiraba enternecido las obras del hacedor, amando con pasión las flores, las aves y los peces. Por necesidad sencillo en su traje, no conocia mas lujo que el aseo, y el suyo era esquisito, advirtiéndose ademas de su primor que, como aficionado á olores, los ponia en sus ropas, en sus guantes y su papel de cartas, y hasta su pobre vivienda, adornada solo con curiosidades de historia natural, abundaba en ellos.

Sin embargo de que desde la edad de catorce años estuvo siempre en continuo roce con los marineros, no participaba de sus defectos ordinarios, pues aborrecia las imprecaciones, las coplas deshonestas y los juegos de envite. Apenas bebia, ni era dado á los manjares apetitosos, y conservaba en tierra la sobriedad de á bordo. Tan parco era que, habiéndose habituado en los puertos del Mediterráneo á las costumbres hijiénicas de los árabes, preferia los vejetales á las carnes, y el agua con azúcar prieto de Canarias y unas gotas de esencia de azahar á todos los licores.

El órden, el arreglo y la puntualidad presidian á sus ocupaciones. Gran conocedor de lo que vale el tiempo, y atento siempre á los consejos de la sana razon, no dejaba para otro dia lo que podia poner por obra en seguida, ni lo hacia á la ventura y sin premeditar, ni nunca se detuvo en el buen camino, si esperó llegar á lo mejor, y así como don Enrique de Portugal, tomó por divisa las palabras Talent de bien faire, Colon hizo el bien que quiso con la misma nobleza de emulacion, la leyenda de menos y la modestia cristiana de mas.

Cariñoso con sus parientes, afable con los que lo rodeaban, mostraba con sus inferiores una benevolencia y urbanidad, que no se aprenden sobre la cubierta de un buque, y su facilidad para espresarse, lo pintoresco, lo atrevido y feliz de sus imájenes, el timbre sonoro y claro de su voz, siguiendo las emociones de su corazon, esplican bastante las simpatias que encontró entre los comerciantes jenoveses, que traficaban en Lisboa. A pesar de esta dulzura, era Colon impaciente por naturaleza, é inclinado á la cólera; pero sus arrebatos no hacian mal sino á sí mismo; porque la reflexion, casi tan repentina como el primer impulso, venia para contenerlo. Parecia que su propension á la ira le fué dada como una prueba, como un motivo de luchar para vencer aquella pasión, puesto que ofreció un modelo de paciencia para conseguir dar cima á su obra eterna.

Presentes en su imajinacion los ejemplos del hogar paterno, y las encarecidas recomendaciones de su piadosa madre, conservaba á bordo los hábitos cristianos de la niñez; y él mismo nos ha dicho cuan vasto campo ofreció el mar á sus meditaciones relijiosas. No bien establecido en Lisboa, tomó por costumbre el ir diariamente á misa al convento de monjas de Todos los Santos, en el cual fueron notadas su devoción y su aspecto desde las celosias del coro por una jóven pensionista, que le cobró tal aficion, que deseosa de conocerlo, discurrió un modo de satisfacer su tierna curiosidad.

Era esta una doncella llamada doña Felia, hija de don Bartolomé Mognís de Perestrello, noble italiano naturalizado en Portugal, antiguo empleado de palacio, y uno de los protejidos de don Enrique que, atendiendo á sus talentos de marino, lo agrego á las últimas espediciones de descubrimientos. En recompensa de sus servicios lo hizo nombrar gobernador de Porto Santo, autorizándolo para colonizar la isla, y concediéndole á perpetuidad grandes posesiones. Pero como carecia de capital, quedó en embrion su ensayo, y principalmente la plantacion, que tropezó con un obstáculo tan grave como ridículo, pues algunos conejos importados de Portugal se multiplicaron de suerte tan prodijiosa, que no bastaban á sus banquetes nocturnos las legumbres que se sembraban, ni era suficiente á destruirlos la guerra á muerte que les tenian declarada los desesperados labradores. Así es que Porto Santo no fué para Perestrello sino un manantial de desazones y desembolsos, que dieron en tierra con él y con su caudal, dejando al morir, pobre á su viuda, y á sus tres hijas sin mas dote casi que la hermosura y la virtud.

Esta falta de haberes no impidió á Colon ofrecer su mano á doña Felipa; pero como quiera que entre su primer visita y el casamiento medió un intervalo bastante largo, tal vez para dar tiempo á la viuda de conocer á quien iba á entregar á su hija, prueba de nuevo esta circunstancia que, á pesar del oficio de su padre, era Cristóbal de bueno y antiguo oríjen; y no tan solo se verificó este matrimonio con beneplácito de la familia de la novia, sino que el yerno fué á vivir en la misma casa de la suegra. No es posible unirse con mas intimidad, ni abonar mejor á aquel estranjero de posición tan ambigua. ¿Es creible siquiera que así se adoptara al hijo de un cardador, si antes no hubiese hecho pruebas de nobleza?

Sin embargo de que el caudal de doña Felipa no podia bastar á su manutención, y de que para ayudarse proseguía Colon trabajando en sus planos y sus manuscritos, el lugar que había ocupado su suegro, y las relaciones que le proporcionó su honroso enlace, le facilitaron el acceso á los mas elevados personajes, como lo justifica un hecho en que no han puesto atencion sus biógrafos. El rey Alfonso V, que sin ser muy dado á espediciones de mar se interesaba en ellas por instinto y tradicion, gustaba conversar de estas cosas y de ciencias naturales con él, y un dia, tal vez para confirmar sus ideas cosmográficas, le hizo ver unas cañas de dimensiones colosales, que unas fuertes mareas habian llevado á las playas de las Azores.[18]

No es esto tan insignificante como parece, pues por lo mismo que manifiesta que su plan no se completó hasta el cuarto año de su estada en Portugal, indica que de antemano habia concebido la idea de examinar la totalidad del globo. Todos los sucesos de su vida guardan igual analojía. No se sabe la época de su nacimiento, sino por la de su muerte; ni se conocen los pasos de su adolescencia, sino por las revelaciones de su edad adulta; ni los designios de su edad adulta, sino por los pensamientos de su vejez. Cuando anciano escribió con su propio puño, que aquel que se dedica á la navegacion se siente poseído del deseo de penetrar los secretos del mundo,[19] declarando asi las preocupaciones que le dominaron en su juventud. En esa involuntaria confidencia se esplica el móvil que le hizo pasar tantos dias en la mar, tan sin provecho material para él.

El pensamiento que alimentaba silenciosamente en sí, el jérmen que fecundaron la reflexion, el estudio y la contemplacion de las obras de Dios, recibió en el seno de la familia un rápido desarrollo. Su suegra, mujer de sincera piedad y devocion,[20] admirada de su deseo de penetrar y descubrir lo desconocido, le refirió la historia de su esposo, que fué un hábil navegante, le dijo la parte que habia tomado en el descubrimiento de varias islas, y le confió sus notas y su diario. Aquellas observaciones vinieron en apoyo de su proyecto, y le permitieron examinar los progresos de los portugueses en la costa de Guinea, y el camino que seguian para llegar á ella. Poco después partió con doña Felipa para su árida posesión de Porto Santo, donde permaneció algún espacio y nació su hijo Diego.

En la inmensidad el Océano imájen fiel de lo infinito, y bajo la luz resplandeciente del Sol tropical, el injenio de Colon iba perfeccionando un cálculo sobrehumano, un proyecto mas osado que el heroismo. Cuanto veia y oia no hacia sino afirmarlo y fortalecerlo, parecia que sus costumbres, sus gustos y sus relaciones de vecindad y parentesco estaban de antiguo dispuestas, para servir á su plan.

La hermana segunda de doña Felipa, casada con un distinguido oficial de la armada, que fué gobernador de Porto Santo, tenia también posesiones en la isla, y Colon pudo comunicarse con él, y tomar nota de sus observaciones. Hizo luego viajes á la isla de la Madera y á las Azores, pasó á la costa de Guinea, á la embocadura del rio d'Oro, y visitó la fortaleza de San Jorje de la Mina, aumentando de este modo su esperiencia y la escala de sus comparaciones.

Correa le dijo que habia visto en las playas de Porto Santo, un trozo de madera primorosamente tallado, y que como si viniera del otro lado del mar, trajo el viento de Oeste; en las Azores supo que en la misma dirección llegaban al Fayal pinos descomunales, y de clase desconocida, y al afirmarle que en las orillas de la isla de las Flores se hallaron dos cadáveres, cuyas facciones diferian de las de los insulares, le añadian que dieron en una ocasión con barcos atestados de hombres de raza estraña. Un marino portugués, llamado Martin Vicente, le habló de que á cuatrocientas cincuenta leguas de Europa hacia occidente sacó del agua un palo labrado, que una brisa de aquel punto impelia de dias atras delante de su barco, y Antonio Leme, emparentado en Madera, le refirió que habiendo navegado muy á poniente divisó tres islas.

Estos datos sin relacion entre sí, y á los que se ha atribuido una grande influencia en las determinaciones de Colon, no sirvieron sino para estimularle, pues al recojerlos no les dio mas importancia de la que realmente merecian. Tuvo por ilusiones ópticas las islas, y pensó que tal vez fueran peñascos, que considerados al traves de cierta influencia atmosférica, y de tal ó cual posición pudieron semejar el aspecto de la tierra, ó bien algunos de esos islotes flotantes cubiertos de follaje que nos describen Plinio y Juventius Fortunatus. En efecto, poco tiempo tardó en convencerse de que la escursion de Martin Vicente era ni mas ni menos que una fanfarronada, puesto que no se apartó de las costas arriba de cien leguas.[21] En lo tocante á las maderas trabajadas, á las cañas jigantescas y á los muertos, nada establecian tampoco de positivo; porque podian ser llevados de la parte aun no esplorada de Africa a las rejiones ecuatoriales, y desde allí rechazados á las Azores y Canarias.[22] Ademas, durante muchos años de navegacion y de residencia en aquellos sitios nada tocó de esto por sí mismo, y Washington Irving se ve en la necesidad de confesar, que tales rumores "no debió conocerlos Colon, sino después de que su opinión estuviese formada, contribuyendo así á confirmarla."[23]

Como quiera que sea, desde 1474 tenia resuelto ir á descubrir las tierras, que presajiaba existian de la parte de occidente. Por medio de un toscano domiciliado en Lisboa se puso en correspondencia con el médico florentino Pablo Toscanelli, matemático y jeógrafo importante, y una de las mas grandes celebridades de Italia. Bien recibido en la corte pontificia, consultado por el rey de Portugal en cosas de navegacion y cosmografía, y de ardiente emulacion por la ciencia, se aficionó Toscanelli á las matemáticas, á causa de sus relaciones con Brunellesco, que era á la par platero, escultor é injeniero, y fué quien hizo la tan admirada cúpula de Santa María del Fiore, en Florencia. Aparte de esto se dedicaba á estudiar la naturaleza, y lo conocian por el médico Pablo, que entónces los de esta facultad no tenian otro dictado. Después de haber leido los apuntes que habia de los viajeros, su saber lo puso en contacto con los que de diversas naciones iban á visitar la península, y pasaban por Poma, centro de la cristiandad, foco permanente de la civilizacion.

De los dos únicos fragmentos que han llegado á nosotros de las cartas de Colon resulta:

Primero: Que antes del mes de Junio de 1 474 le comunicó Colon su proyecto de navegar hacia occidente, puesto que Toscanelli le remitió copia de una contestacion, que acababa de dar el dia 25 al canónigo Fernando Martinez, que le habia escrito de parte del rey de Portugal.

Segundo: Que Toscanelli encontró muy llenas de interés las cartas de Colon, que juzgó su deseo de ir á oriente por occidente como noble y grande,*[24] y que ya aquel le habló de los incalculables beneficios que de ello reportaria toda la cristiandad.[25] Téngase esto presente; porque la sola palabra cristiandad reasumía ya el objeto, el complemento y la recompensa de su idea.

Transcurrieron despues dieziocho meses, durante los cuales maduró el proyecto.


III.


En 1746, teniendo Cristóbal Colon cuarenta años, decidió poner por obra su pensamiento, y deseoso de asociar su pueblo á la honra de tal empresa, volvió naturalmente sus ojos á él. Varios escritores lusitanos, sin comprender lo sublime de su carácter, ni lo verdadero de su patriotismo, han pretendido que se ofreció primero á Portugal, y esto es falso, pues Ramusio, Benzoni, Herrera, Ortiz, Casoni, Tiraboschi, Robertson, Bossi, Spotorno, y jeneralmente los biógrafos italianos están conformes en que dio la preferencia al Senado de Jénova.[26] Pero las razones en que se apoyaba no podian ser bien recibidas por los jenoveses, que tan prácticos como atrevidos en el Mediterráneo, apenas se aventuraban en el Océano, ya porque no conocian los progresos de los portugueses en la jeometría, ó ya porque creyéndose maestros en la navegacion, imajinaran que no se les podia sobrepujar. Tomaron las palabras de su compatriota por delirios de orgullo, pretestaron la penuria del tesoro, motivada por armamentos considerables, y tal vez para rebajar sus pretensiones le dijeron, que no cojia de nuevas al Senado el deseo de hacer descubrimientos; porque mas de uno habia pagado con la vida su temeraria curiosidad, como lo justificaban papeles de los archivos de la república, en que se leia que doscientos años antes, dos capitanes de la sangre mas ilustre, llamados Tedisio Doria y Ugolino Vivaldi partieron para el grande Océano, sin que se volviese á saber de sus personas.[27] Este desaire no quitó á Colon el afán de dotar á Italia con las rejiones que pensaba encontrar, y dicen que se encaminó á Venecia, pareciéndole que por la situación de su erario y de su marina se hallaba en estado de secundar sus miras; mas no fué así, pues el consejo no accedió á ello.

Ningun documento relativo á esto ha llegado hasta nosotros; pero la tradición de los venecianos da grande autoridad á las afirmaciones de algunos historiadores, entre ellos Bossi,[28] majistrado de aquella república, cuyo testimonio acreditan muchos publicistas eminentes, entre los que se encuentra el enemigo de Colon, don Martin Fernandez de Navarrete.[29]


IV.


Despedido por Venecia y Jénova pasó á Savona, con el objeto de visitar y llevar algún consuelo á su padre, á la sazon de mas de setenta inviernos. Decimos en Savona y no en Jénova, porque antes del año de 1469 abandonó Domingo la ciudad de mármol, para establecerse allí; sin embargo de volver de nuevo á Jénova mas adelante. Este cambio de domicilio, que duró sobre diezisiete años, nos parece ha contribuido principalmente á la incertidumbre y á las equivocaciones de los historiadores acerca de la verdadera patria de Cristóbal. Permítasenos entrar ahora en ciertos pormenores, levantando con respeto el humilde velo que cubre el pobre ajuar del anciano cardador, y perdónesenos lo trivial de la relacion en gracia de su orijinalidad y exactitud.

¡Cuán caprichosa es la fortuna! Unos dan con ella fácilmente, casi sin buscarla, y otros no la encuentran nunca por grande que sea su afán; unos ven recompensados sus esfuerzos, su prevision y su economía, y otros sin embargo de su constancia, de sus desvelos, de sus reiteradas privaciones no pueden llegar jamas á romper el yugo, á que parecen destinados. Su premio está en el cielo, y aquí no gozan mas que de la esperanza que les dan los consuelos de la fé. La vida de Domingo Colon fué una lucha perenne contra las tribulaciones, y como los desgraciados sueñan tanto, persuadido de que su estrella mejoraria, alquiló á un sombrerero su almacén de la calle de Mulcento, y se partió para Savona. El alquiler de la casa continuó pagándose; á pesar de eso en nombre suyo;[30] bien porque los benedictinos no quisieran cambiar nada en su arrendamiento, bien porque conservara la idea de volver algún dia á su antiguo albergue.

Tenia Domingo consigo á dos hijos, Juan Pelegrin ya mayor de edad, y Santiago en pañales todavía. Pelegrin lo ayudaba cuando lo permitian sus fuerzas, pues parece que era de mala salud, y su padre se veia en la necesidad de valerse de un jornalero, que en mas de una ocasion fué un tal Bartolomé Castagnollo, que había sido su aprendiz.

El año de 1470 abrumó al pobre cardador con el peso de infinitas desazones. Tuvo que vender por precisión el dia 24 de Setiembre, en presencia del escribano Francisco Camogli, de Jénova, varios pedazos de tierra y una casa que poseía en el barrio de Ginestrel, en la aldea de Bisagno, y tal fué su aprieto, que un mes mas tarde hizo cesion al llamado Antonio Rollero de la insignificante suma de 18 libras, que le debia Castagnollo.[31] No obstante estas enajenaciones, su situación iba de mal en peor, y al año siguiente, temerosos Giuliano y Scampino de Caprile, compradores de sus inmuebles de Bisagno, de que su mujer los reclamara como afectados á su dote, exijieron que ella ratificase la venta hecha por el marido.[32]

Las angustias de los Colones se agravaron en tales términos, que no podian procurarse ni las primeras materias para la fabricación de paños, pues no ofrecian ninguna garantia para obtenerlas á crédito; y así acribillados de deudas, pasaban por todos los apuros y humillaciones de la pobreza. A principios de 1472[33] tornó Domingo á Jénova para ver de procurarse algunos recursos, y de vuelta en Savona logro que Juan Signorio le adelantara por valor de 40 libras en lana. Pero no hubiera podido esto servirle de mucho, si en Agosto, Cristóbal, en una de esas visitas que se complacía en hacer á sus padres, no determinase al prestador á darle ciento mas, en lo que convino, siempre que padre é hijo se comprometieran á pagar en tejidos, á seis meses de plazo, las 140 libras.[34]

Tampoco mejoró con el tiempo la posición del cardador, pues el 12 de Febrero de 1473 tomó de un tal Barbarino una cantidad de lana, obligándose á restituirla en tela, aconteciéndole lo propio con otra partida de que se hizo el 4 de Junio, perteneciente á Luis Multedo.[35] Como cada dia tropezaba con nuevas dificultades, se alarmó hasta tal punto el dueño de otros terrenos que habia vendido, que no solo pidió la confirmacion de la escritura por Susana, sino tambien por los hijos mayores, que se encontraban presentes.[36]

Estas fechas auténticas prueban que Cristóbal permaneció con los suyos cerca de un año. Entonces como en su infancia era para sus padres obediente y cariñoso; los socorría con sus escasos recursos y de tal manera se identificaba con ellos, que se le consideraba del gremio de cardadores. En la obligacion del 26 de Agosto anterior se le puso igual ejercicio que á su padre, y bien porque en presencia del anciano no quisiera rebajar su oficio ni renegar de sus principios, ó bien porque el dueño de los efectos tuviera este requisito por una condicion, para aceptar la fianza, lo cierto es, que aparece en el documento no como marino, sino como cardador, y de esta suerte debia ser reputado, viviendo con su familia, que toda se empleaba en trabajar la lana. Ademas proseguia haciendo cartas y copiando manuscritos, que llevaba á Jénova, donde compraba y vendia libros impresos, por lo cual sus contemporáneos han dicho que fué alli librero.[37]

Algunas semanas mas tarde, Cristóbal Colon estaba de vuelta en Portugal.

Durante el año de 1474, mientras Cristóbal redondeaba en su mente el universo, su padre que como de la cofradía de cardadores era llamado á deliberar acerca de sus reglamentos, considerándose ya como establecido en Savona tuvo deseos de hacerse con una pequeña propiedad en su término. Sin duda la fortuna le habia hecho en sus sueños dorados alguna magnífica promesa. De cualquier modo que fuera el 19 de Agosto compró al contado á Conrado de Cuneo, por la cantidad de doscientas cincuenta libras [38] saboyanas, una posesion situada en Valchaude, sobre la cual gravitaba un censo de los canónigos de san Felipe y Santiago. [39] Mas ay! todo era pura ilusion, que se desvaneció en el acto como el humo! Confió tal vez en una oferta que le faltó en el momento de pagar, y así tan luego como el vendedor le dió el recibo, en el mismo punto, ante los mismos escribano y testigos, se confesó estarle en deber la misma suma, ofreciendo satisfacerla en cinco años, dándole cada dia de san Miguel por valor de la quinta parte en paños, apreciados por los peritos Cristóbal Barrucio [40] y Enrique Bertou. Pero no obstante su buena voluntad, no pudo cumplir con exactitud el compromiso contraido.

Juan Pelegrin su hijo, que fué sucesivamente una carga y un alivio para su familia, sucumbió al fin tras penosos padecimientos, y tres años mas tarde se decidió á vender la casa con jardin, que poseia en Jénova junto á la puerta de San Andrés.[41] Con el producto de estas dos nuevas enajenaciones no salió Domingo de sus dificultades, y quedaron en pié las obligaciones contraidas para la adquisicion de la hacienda de Valchaude.

Falto de fuerzas tuvo que renunciar á cultivar su campo por sí, [42] abandonando tambien su oficio, sin haber tenido el gusto de enseñarlo á Santiago, cuya delicada complexion exijia muchos cuidados, y para colmo de infortunio le arrebató la muerte la fiel compañera de su vida, la que durante mas de cuarenta y seis años partió con él sus penas, y dulcificó sus amarguras. Desde entónces Savona se le hizo insoportable.


V.


Volvamos á Cristóbal Colon.

Si las dos repulsas, y tal vez la imposibilidad patente de apelar acto contínuo á otro estado con esperanzas de mejor éxito, le hicieron aplazar la comunicacion de su proyecto, no dejó por eso de proseguir con igual constancia observando y esforzándose por ensanchar el horizonte de sus comparaciones cosmográficas, y por esa causa lo vemos un año despues buscar el océano Jermánico, y avanzar hácia el polo. En Febrero de 1477 se hallaba á cien leguas mas allá de Islandia, comprobando fenómenos interesantes para la hidrografía. Desde el cielo sombrío y plano de la última Thule de los antiguos al resplandeciente de los trópicos, reunia en su imajinacion con sus poderosas facultades las armonías de la tierra y de las aguas, y buscaba penetrar al traves de sus poéticas apariencias el principio de las grandes leyes del globo. Pasando luego de la contemplacion de las obras divinas á la investigación de las de los hombres, dedicaba las horas que permanecia en tierra, y le dejaban libres sus copias de manuscritos y de esferas, con lo cual se sustentaba, en estudiar los libros de los filósofos, de los historiadores y de los naturalistas. De esta suerte proseguía sus viajes, sin sacar de sus trabajos y fatigas mas provecho que la esperiencia, cuando subió al trono Juan II, sucesor de Alfonso V, que parecía querer seguir los ejemplos del hermano de su abuelo, don Enrique, de feliz memoria.

Habia reunido este monarca en su marina pilotos de primera clase, verdaderos hombres de mar, como Diego Cam y Bartolomé y Pedro Diaz, é imitando á su antepasado, acojia á todo estranjero que calculase con su alta penetracion ser de grande capacidad, pues deseaba dilatar sus conquistas en las Indias.

No fué difícil á Colon cuando le pareció llegada la hora el obtener de él una audiencia, para esplanar su idea, tanto menos, cuanto que por su parentesco con dos gobernadores de Porto Santo, y sus antiguas relaciones con el rey su padre, era merecedor á una benévola acojida.

En la primera entrevista sorprendido Juan II de la novedad de un plan, que daba en tierra con todo lo admitido hasta entónces en materia de cosmografía, se manifestó poco dispuesto á entrar en sus miras; pero en otras conversaciones el monarca, pesando los argumentos de Colon, comprendió que algo había de superior é inmenso en el fondo de su teoría, y como era de espíritu elevado, gran conocedor de los hombres y aficionado á las ciencias naturales, se sintió predispuesto en favor de Colon, atraído por el ascendiente de su noble sencillez y leal confianza, y decidió hacer los gastos de una espedicion. Pero antes de comprometerse en ella quiso conocer de un modo positivo qué remuneracion pediria Colon, en caso de obtener buen resultado.

Portugal premiaba á los descubridores con muchas liberalidades; daba jeneralmente el gobierno de la parte descubierta al mismo que habia tomado posesion de ella, y añadia algunas veces al empleo un título honorífico; de suerte que la esperanza de tan altas recompensas aguzaba las imajinaciones. Pero semejante galardón no era el que podía satisfacer al hombre, que se gastaba haciendo cartas, y copiando manuscritos para ganar el sustento, y á sus ojos, mas que mezquina le parecia indigna de lo grande de su empresa. Fijó pues sus condiciones, y fueron tales, que don Juan, antes de suscribirlas, decidió poner á discusion la probabilidad del éxito, encargando para ello una comision compuesta del doctor don Diego Ortiz de Cazadilla, obispo de Céuta, de Rodérigo su médico, y del judio José, físico tambien y su maestro de cosmografía.

Esceptuando varios portugueses, recusables aquí con sobrado motivo por sernos sospechosos, todos los historiadores convienen en que la incertidumbre del rey no fué sino un pretesto. Sin duda provenia únicamente de que la demanda de Colon se consideraba como escesiva y orgullosa; á pesar de presentarse con formas tan modestas como sencillas. Es positivo que si se hubiera dado por contento con la gobernacion perpetua de los paises descubiertos, y títulos y privilejios hereditarios, el negocio habria terminado fácilmente;[43] pero para que no fuera así sin duda lo colocaria su peticion muy cerca del trono, [44] pues de lo contrario la firme resolucion de Juan II lo libertara de las demoras que tuvo que sufrir. Si Colon necesitaba grandes honores, no le hacian menos falta grandes riquezas, por que tenia un gran pensamiento que satisfacer, cuyo cumplimiento lo consideraba como la sola recompensa que merecia su empresa. Manifestarlo será preciso para justificar su desmesurada ambicion ante los corazones cristianos.

La junta científica concluyó por rechazar la proposicion del jenoves, considerando su proyecto como sueños de un visionario. Sin embargo, la elevacion de miras que caracterizaba al rey, abogaba sin saberlo en favor suyo: por instinto creia en el estranjero, tan pobre como aferrado en sus exijencias, y como contra el parecer de la comision proseguia considerando seriamente el proyecto, convocó un consejo de las personas de mas nota en Portugal, para de nuevo ocuparse de él.

Examinóse entónces; pero mas bajo el punto de vista práctico, que bajo el de las ventajas que reportaria á la nacion, y la disputa que fue tan acalorada, que casi podemos calificarla de tempestuosa, tomó un carácter de interés jeneral. Asistian prelados, y entre ellos el obispo de Céuta con doble influjo que los demas, por su saber y por su cargo de confesor de S. M. Habiendo estudiado la cuestion como presidente de la junta cosmográfica declaró que las razones espuestas por Colon no tenian bastante consistencia, para que un príncipe ilustrado y prudente se aventurase á ponerlas por obra, sin hacer antes un ensayo. Echando á un lado el fin relijioso que se proponia, hizo apasionado el debate pronunciándose contra todo nuevo descubrimiento, esforzándose en que prevaleciera una prudencia limitada y cautelosa sobre el patriotismo y el anhelo de difundir la relijion católica, que es lo que debió inspirarlo, y tratando el asunto como ministro de hacienda, que ante todo procura equilibrar los gastos con los ingresos, vió en el mal estado del tesoro un obstáculo saludable á espediciones mas honrosas, que lucrativas: sostuvo que en lugar de arrojarse en busca de tan remotos paises, seria mejor política negar su existencia, y ocultar su camino, para que el incentivo de lo nuevo no debilitara el espíritu belicoso de los portugueses, tan propensos á grandes cosas; que en poco tiempo la emigracion despoblaría el reino, que debilitado en el interior antes de estar seguro en el esterior, se esponia á una invasión; y que mas sábio y glorioso era combatir en Berberia contra infieles, enemigos siempre de vecindad peligrosa.

Este lenguaje de fria circunspeccion, basado en cálculos aritméticos, exasperó el patriotismo de la asamblea, y el conde de Villareal, caballero de la Orden de Cristo, se levantó y dijo, que Portugal no estaba naciendo entónces; que á sus príncipes no faltaba de tal suerte el dinero, que no pudieran proveer á la espedicion; que por ningun motivo debia cerrarse el camino tan felizmente abierto por don Enrique; que seria una gloria eterna para los portugueses el haber despejado los misterios del Océano, tan temidos por otras naciones;[45] que asi se evitarla la ociosidad que enjendra por lo regular una paz muy prolongada, y es la lima sorda que va gastando insensiblemente la fuerza y valor de los subditos; y que fuera en mengua del nombre portugues amenazar con peligros soñados á los hombres, que en riesgos graves y positivos mostraban tanta intrepidez y valor, pues á las almas grandes tocaba dar cima á las grandes empresas. Llegando luego al punto que se proponia Colon, añadió que, siendo el de la propagacion de la fé católica, le causaba estrañeza que un prelado tan devoto como el obispo de Ceuta osara oponerse á él,[46] pues era casi negar á Dios, ó al menos dejarle de servir de un modo eficaz, el descuidar aquella ocasion de hacer llegar de polo á polo la voz del santo Evanjelio; "y que se atrevia, aunque soldado, como voz y espíritu del cielo pronosticar felices sucesos, y la mayor honra y crédito con la posteridad, que jamás alcanzaron los Césares y monarcas mas valerosos y bien afortunados.[47]"

Unánimes aclamaciones acojieron este discurso; pero el parecer del obispo era desfavorable á Colon en cuanto á los medios de ejecucion, y por su reconocida especialidad en materia de ciencias náuticas consiguió que el consejo, sin profundizar mas, lo perdiera de vista ante una cuestion mas palpitante para la monarquia; la prosecucion de las espediciones acometidas por don Enrique, suspendidas bajo el reinado precedente, y por cuya continuacion opinó el consejo contra la voluntad de Cazadilla, pero sin mentar lo de Colon.

Esta sesion es un documento precioso en la história de aquel hombre, pues de él se desprende, que ya entonces la propagación del Evanjelio era el objeto decidido y definitivo de su empresa.

La lijereza con que el consejo desairó á Colon por boca de uno de sus miembros, no satisfizo ni la rectitud, ni la ilustracion de Juan II, pues condenar no es juzgar. Recordaba constantemente las conversaciones del cosmógrafo jenoves, y como manifestara á su servidumbre varias veces lo que le preocupaban, hacia por disipar su disgusto, representándole cuantos perjuicios podrian redundar á la majestad real, con un tratado firmado para un proyecto, que no seria sino una ilusion de un mercader de libros: unos le indicaban que hiciese la prueba con los datos proporcionados por el pretendiente, y otros erijian en sistema la parsimonia, porque querian con las demoras dar acceso á eventualidades, que despejasen gratis la incógnita, que tan cara procuraba vender el estranjero.

Transcurria el tiempo, y nada decia la corte que pusiera término á la incertidumbre. Pero Colon firme y resuelto, armado de esa paciencia que sirve de defensa á las almas fuertes, ganando su pan con la pluma y el compas, y alimentando su espíritu con la lectura de cuantos libros compraba para revenderlos, iba adquiriendo durante su forzada inaccion una instruccion tan amena como sólida.

No pudiendo resistir mas decidió el rey poner en ejecucion el proyecto. Lo único que le contenia era la exorbitante remuneracion que demandaba su autor; pero en esta duda, uno de sus consejeros le sujirió un medio de conciliar su gusto, con lo que ellos llamaban la dignidad de la corona, que consistia en comunicar secretamente á un buen piloto portugues la idea y las instrucciones de Colon, y una vez descubierta la tierra, no seria menester acordarle tan alta recompensa. Hicieron valer razones de estado, y en nombre de la patria lo convencieron de que el interes jeneral debia sobreponerse al particular, tanto mas, cuanto se trataba de un estranjero, y puede ser que añadieran que esto seria el castigo merecido de su porfia en pretensiones por demas insensatas. Don Juan, hombre de corazon noble y leal en su política, tuvo la debilidad de dejarse sorprender, y ruborizándose consintió en tamaña alevosia. Se olvidó de que era caballero. El causante de su estravio se llamaba don Diego Ortiz de Cazadilla.

Latió de esperanza el triste corazon de Cristóbal al leer un pliego de la comision científica, en que se le invitaba a depositar su plan sin tardanza alguna, y de suerte que pudiera examinarse á fondo, tanto su teoria como los medios de llevarlo á cabo. Incapaz de sospechar la felonia lo entregó todo sin desconfianza, y en seguida se despachó uno de los mas diestros pilotos con una carabela para que, aparentando partirse para las islas de Cabo Verde, hiciera rumbo á occidente en demanda de las tierras desconocidas, guiándose por los papeles de Colon.

Favoreció á esta espoliacion del jénio el mayor secreto. Pero si bien le usurparon, sus datos científicos, no pudieron hacer lo propio con su firmeza, su fé, la superioridad de sus alcances, el don misterioso que recibiera de Dios para dar cumplimiento á su obra; y al cabo de algunos días de navegar, comenzó la tripulacion á sobrecojerse, y alarmarse de lo largo del camino. Temblaban los marineros ante la inmensidad, cuando una borrasca remató de atemorizarles, y volviendo la proa entraron vergonzosamente donde habian salido, para perpetrar el atentado. El señor no estaba con ellos. Apenas llegados á puerto de salvamento, y como acontece en casos semejantes, los cobardes se tornaron fanfarrones y despreciativos, mofándose del proyecto del jenoves, y calificándolo de estravagancia vanidosa. Divulgóse la especie, y se hizo público el secreto, abriendo tan honda herida en el pecho de Colon, lacerado ya con otros dolores,[48] que resolvió no volver á tratar jamas con una corte capaz de semejantes maldades.

Como tuvo el rey noticia de que la carabela no habia continuado el rumbo, ni el número de leguas durante los dias señalados, le repitió el deseo de entrar en negociaciones. Hubiera venido entonces en todo lo que rehusó por tan largo espacio; pero Cristóbal, á pesar de su pobreza, finjió ignorar las nuevas disposiciones de don Juan, y cuando supo de buena fuente que queria asegurarlo por medio de un tratado, temeroso de sus consejeros si persistía en la negativa, realizó sin ruido cuanto le pertenecia por su mujer, y salió en secreto de Lisboa para Jénova[49] á fines de 1484, llevando consigo á su hijo, cuyas delicadas facciones recordaban la hermosura de su madre.

Sin embargo de la negativa de la serenisima república años atrás, le daba su patriotismo valor bastante para arrostrar de nuevo los desaires del pueblo que lo vio nacer;[50] y lo inducía á insistir con el Senado. Pero graves atenciones lo distrajeron del proyecto, pues sus recursos no le permitian cercenar su nota, para engolfarse en una empresa, que ningun precedente justificaba, y Colon no sacó de este viaje otra satisfacción que la de visitar en Savona á su venerable padre, y pedirle su bendición para su nieto, que un dia mezclaria su sangre con la de las dos casas reales de España y Portugal.

Profundamente conmovido quedó el anciano al saber los pensamientos de su hijo; y aunque conocia las repulsas de las dos repúblicas, y las ambiciones de Portugal, presentia su ciencia, comprendia su fuerza de voluntad y su fé, y adivinaba que Cristóbal trataba de dar vuelta al mundo, para llegar á los pueblos que ignoraban la venida de Jesu-Cristo, y mostrarles el signo de la redencion. Estas esperanzas rejuvenecian al patriarca en el borde mismo de la tumba, tornando en reluciente aurora el crepúsculo de su vida, en premio de los cristianos ejemplos que dió á su familia, y en indemnización de sus tribulaciones, de sus angustias y de sus pesáres.

Se cree que la vuelta de Domingo á Jénova data de entonces, y es mas que probable que fuera Cristóbal quien lo trajese; porque despues de haber perdido á su mujer, careciendo de los cuidados que son indispensables en edad tan avanzada, imposibilitado de trabajar lo mismo en su oficio que en su hacienda de Valchaude, suspiraba por la ciudad á que le ligaban tantos recuerdos, y vino a establecerse en el barrio de San Esteban junto á la puerta del Arco.

Despues de hacer por su padre cuanto estaba á sus alcances, dirijió Cristóbal la vista á las monarquias cristianas, para elejir una que asociar a la honra de ejecutar su empresa. Por su celo en defender la fé, su intrepidez y su constancia en pelear contra la morisma, su carácter caballeresco, sus recursos marítimos, y mas que todo por la fama de sus reyes don Fernando de Aragón y doña Isabel de Castilla, que juntos la gobernaban, España fué la escogida. Desde aquella hora se consideró comprometido con ella, y para ella se embarcó á la primera oportunidad, sin haberse provisto de ninguna recomendacion, confiando solo en la proteccion del todopoderoso.

  1. Lafiteau. Histoires des découvertes et conquétes des portugais dans le nouveau monde, lib. I, cap. V y VI.
  2. Joáo de Barros. Da Asia, decada 1a, lib. I. XVI.
  3. Jeneralmente se le conocía por Jaime de Mallorca. La munificencia del príncipe lo determinó á desertar de su isla natal para establecerse á su lado.
  4. "O Infante como seu principal intento em descubrir estas terras era attrahir as barbaras nacós ao jugo de Cristho, etc. "Joáo de Barrros. Da Asia, decada I. lib. I. cap. VII. p. 57.
  5. Lafiteau. Histoire, etc. lib. I. cap. I. p. 15.
  6. Por piloto se entendia entónces á todo marino que no mandaba en jefe un buque, y se aplicaba del mismo modo á los segundos capitanes en la marina de guerra. Los tenientes de navio se llamaban tambien pilotos.
  7. Su sobrino don Fernando, á quien su escesiva modestia hizo siempre disminuir el mérito de sus parientes; no obstante decir que era de corta instrucción, reconoce su buen sentido, y su arte para formar esferas. Antonio Gallo contemporáneo suyo y secretario del Senado de Jénova, habla de su habilidad para dibujar cartas para los marinos, ("Sed Bartholomeus minor natu, in Lusitania, demum Ulissipone consisterat, ubi intentus quæstui tabulis pingendis operam dedit, queis ad usum nauticum, &c." — De navigatione Columbi per inaccessum antea Occeanum commentariolus.) Gustiniani lo atestigua, y llega hasta pretender que de él aprendió Cristóbal á confeccionar los mapamundis, y Muñoz menciona su juicio, su esperiencia en las cosas de la mar, y su primor para fabricar instrumentos náuticos. (Historia del nuevo mundo, t. I. lib. II. § 22.) Ademas, otros hechos que mencionarémos acabaran de justificar esta opinión.
  8. Oviedo y aldes. Historia jeneral y natural de las Indias &c., lib. II. cap. II.
  9. Testamento del almirante. Apunte á continuación del codicilo de mano propia del almirante. Docum. diplom. nº 158.
  10. "Era persona de muy buena disposición: alto de cuerpo, aunque no tanto como el Almirante." Las Casas. Historia jeneral de las Indias, lib. I. cap. CI. Ms.
  11. "Las mejillas un poco altas, sin declinar de gordo ó macilento." Fernando Colon. Historia del almirante, cap. III.
  12. Oviedo y Valdes.
  13. Pero de treinta años ya le tenia blanco. Fernando Colon.
  14. Los ojos vivos. Oviedo y Valdes. Los ojos garzos. Herrera.
  15. La nariz aguileña. Fernando Colon. Il naso aquilino. Girolamo Benzoni.
  16. El rostro luengo y autorizado. Herrera.
  17. Oviedo y Valdes. Historia natural y jeneral de las Indias &c., lib. II. cap. III. Traducción de Juan Poulér.
  18. Herrera. Historia jeneral de las Indias etc., decada I. lib. I. cap. II.
  19. Carta del almirante al rey y á la reyna, fól. 4 del libro de las Profecías. Docum. diplom. núm. CXL.
  20. Ráulica. La mujer católica, tomo II. p. 325.
  21. Fernando Colon. Historia del almirante, cap. VII.
  22. En efecto, durante su primer viaje se vió pasar á cinco dias de navegacion de la Gomera un pedazo de mastelero, que habia pertenecido á un casco de ciento veinte toneladas. Diario de Colon, 11 de Setiembre de 1492.
  23. Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colon, tomo I. lib. I. cap. V.
  24. * En una de sus cartas á Colon le dice "Veo tu noble y gran deseo de pasar allí, donde nacen las especias...." Y en otra: "Tu designio me parece noble y grande." — N. del T.
  25. "E guadagno inestimabile é di grandissima fama appreso tutti li Cristiani." Segunda carta de Toscanelli á Colon.
  26. "Che volendo gli armare alcune navi, si obligava di andare fuori di stretto di Gibilterra e naviguar tanto per Ponente che el circonderebbe la terra del mondo, arrivando dove le spezierie nascono." Benzoni. La historia del mondo nuovo, lib. I. fól. 2, verso. Venezia, 1572.
  27. "Ingolfatisi nell Oceano, non avevano piú data nuova di loro." Casoni. Annali di Genova.
  28. Note alla vita di Cristoforo Colomho, n.° 14.
  29. Colección de viajes, &c. Introducción, § 49.
  30. El nombre de Domingo Colon consta en los libros de cuentas de la abadia de San Esteban, desde el año de 1456, hasta el de 1489. Los libros de los años 1461 á 1466 no han podido encontrarse.
  31. Escritura fecha 25 de Octubre de 1470 ante Giovanni Gallo, escribano en Savona. Nota di diversi documenti degli archivi di Genova é Savona riguardanti la famiglia del Cristoforo Colombo, 1839.
  32. Tuvo lugar esta ratificación el 25 de Mayo de 1471, ante Francisco Camogli, escribano de Jénova.
  33. El 14 de Abril se encontraba en aquella ciudad.
  34. El 26 de Agosto se firmó este compromiso ante Tomas del Zocco, escribano de Savona. Nota di diversi documenti &c.
  35. Compromiso hecho ante Pedro Corsaro en la sala baja del palacio de justicia de la municipalidad de Savona, en presencia de los testigos Estéban Vieto y Antonio Olivieri.
  36. El 7 de Agosto de 1473, Cristóbal y Pelegrin acompañaron á su madre con este objeto á la escribania de Pedro Corsaro.
  37. Berna Idez. Historia de los reyes católicos, Ms. cap. CXVIII.
  38. "Et hoc pro pretio et nomine pretii librarum ducentarum quinquaginta monetæ Saonæ."
  39. El vendedor le dió recibo ante el escribano Juan de Rojero en presencia de los testigos Santiago Ferrerio y Santiago Lambert, ciudadanos de Savona.
  40. Los hermanos Barucio eran á la sazon los primeros fabricantes de paños en Savona. Se lee en un instrumento público fechado en 12 de Marzo de 1473 en la escribania de Ludovico Moreno, que cuarenta y cuatro cardadores dieron sus poderes, en provecho de su corporacion á Bartolomé Barucio.
  41. Giovanni Gallo, notaro in Savona. — 23 Gennajo 1477. — "Susanna de Fontanarossa, Q. Giacomo, moglie di Domenico Colombo... da consenso al marito per la vendita d'una casa in Genova con giardino posta nel borgo di S. Stefano, contrada di S. Andrea, obligata per le sue dotti."
  42. El 17 de Agosto de 1481 ante el escribano Ansaldo Baso lo arrendó á Juan Picasso, hijo de Ode.
  43. Muñoz. Historia del nuevo mundo, t. I. lib. II. cap. XIX.
  44. "Aveva dimandati troppo grandi premii é onori quando la cosa fosse succedata secundo le sue promesse." Casoni. Annali di Génova, lib. I. fól. 28.
  45. Vasconcelos. Vida y acciones del rey D. Juan el II de Portugal, lib. IV.
  46. Vasconcelos, ibid.
  47. Vasconcelos, ibid.
  48. Hacia algun tiempo que la muerte le habia arrebatado su compañera, la noble doña Felipa, madre de Diego y único consuelo de su pobre albergue.
  49. Por mar se escapó Cristóbal de la capital del reyno Lusitano.
  50. Se sabe de un modo positivo que en la primavera de 1485 estaba Cristóbal Colon en Jénova. Muñoz lo afirma del mismo modo que Humboldt, que añade que hizo una corta permanencia, lo que es verdad. Muñoz. História del nuevo mundo, lib. II. § 21. Humboldt. Historia de la jeografía etc., t. I, p. 19.