Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes (Tomo I): Libro Segundo. Capitulo III

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​Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes (Tomo I)​ de Roselly de Lorgues
Libro Segundo. Capitulo III


CAPITULO III.


I.


Los hidalgos españoles, que se habian embarcado entusiasmados con la esperanza del oro, ignoraban cuan ruda es la vida del marinero. Las raciones, que consistian en salazón y mala galleta, hablan minado sus naturalezas durante los tres meses que acababan de pasar aprisionados en estrechos bajeles. Las fatigas consiguientes á la fundacion del establecimiento, el alimento compuesto ya de vejetales, con que no estaban familiarizados, ya de provisiones traidas de España; pero en gran parte pésimas, á causa de la avaricia de los abastecedores, de la inesperiencia del transporte, y sobre todo de las alternativas de calor y de humedad, uniéndose á las influencias nuevas del aire, del suelo y del agua, produjeron calenturas mortíferas.

Como el almirante se encontraba un poco enfermo en el momento del embarque en Cádiz, no pudo examinar por sí mismo la instalacion de todo el material, víveres, ganado y municiones. Parece que el veedor de la marina, Juan de Soria, no habia dejado pasar por alto esta circunstancia, y cuando al desembarcar en la Isabela se inspeccionaron los abastos para almacenarlos, vio el almirante que la mayor parte de los víveres estaban averiados, ó eran en cantidad insuficiente; á causa de los beneficios ilícitos, obtenidos en la provision de Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/412 Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/413 bre, no eran mas que partículas de mica, ó granos de una materia parecida al oro, que el oro trabajado que daban los naturales era el fruto de ahorros de familia, apu- rados ya en los cambios precedentes, y que en lo porve- nir no podria encontrarse mas. Estas palabras acabaron de desalucinar á los descontentos, que para tornarse en sediciosos, no necesitaban sino un jefe, y lo encontra- ron en la persona de un funcionario, escojido por los re- yes, llamado Bernal Diaz de Pisa, teniente de pagador jeneral. Aprovechándose de la enfermedad de Colon, imaji- nó abrir una especie de sumaria contra él, de hacer cer- tificar por medio de numerosos testimonios, que engaña- ba á los reyes con relaciones falsas, y que no habia mas que esperar que la ruina y la muerte en una isla llena de jarales impenetrables, y habitada por jentes estupidas y desnudas, propias para aquel pais. Un tal Gaspar Terris, que se creia fuera del alcance de la ley, porque en su calidad de aragonés no era justiciable por la rey- na de Castilla,^ fue el instigador mas activo de la rebe- lión. Bernal Diaz debia apoderarse durante la noche de los buques, con los que estaban por él; pero en el mo- mento mismo en que iba á ejecutarse el complot, el al- mirante descubrió la trama, é hizo prender al principal motor, sobre quien se encontraron escritas de su puño y letra las pruebas del delito, con los nombres de los cómplices. Colon pudo haberlo hecho juzgar en el acto con todo el rigor de las leyes; pero se linútó á asegurar- se de su persona, y enviarlo á España con las piezas de la sumaria, para que los reyes hicieran justicia por sí mismos. Su clemencia es la admiración de los historiado- res, tanto que Washington Irving no puede menos de decir: El almirante se condujo con mucha moderación. Muchos de los cómplices fueron castigados según su gra- . Oviedo y Valdes. Kisloria natural y jeneral &c. lib. II. cap. XIII. . ^ Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/415 un estrecho, y quebrado desfiladero, impracticable á la caballeria. Era el único camino que conducia directamente á Cibao, y la vejetacion y aspereza del terreno detuvieron á todo el cuerpo espedicionario.

Entónces, á una caballeresca invitación del almirante, algunos nobles que sabian el oficio de gastadores, organizados por Isabel, pusieron briosamente manos á la obra, y entusiasmando á las primeras filas, abrieron en pocas horas camino á la tropa: en honor de lo cual se puso á este sitio Puerto de los Hidalgos.

Una vez desembarazado de tropiezos, el ejército pudo desde la cumbre de la montaña contemplar una llanura inmensa que iba prolongándose hasta el horizonte, cruzada por muchos rios que serpenteaban llevando frescura y vida á sus orillas, en las cuales la opulenta vejetacion de los trópicos prodigaba un lujo indescribible. El arte de los indíjenas, secundando á la naturaleza, habla hecho de aquel paraje un jardín encantador al trazar huertos, verjeles, bosques, prados, templetes de follaje, y sembrarlo de alegres viviendas.

A la vista de tan deliciosa perspectiva, y profundamente conmovido, el contemplador de la creación detuvo su caballo, y mandó hacer alto á la columna, para poder admirar á sus anchas aquel cuadro, elevar su alma al autor de tales bellezas, y bendecirlo públicamente por las magnificencias que le prometía descubrir:[1] á esta llanura, la mas hermosa del mundo, puso el nombre de Vega Real.

Al acercarse á las habitaciones, las trompetas y los tambores rompieron á un tiempo, y sobrecojldos de admiración, acudieron los Indíjenas delante de los poderosos estranjeros para contemplarlos respetuosamente, y ofrecerles las frutas y el oro de que podían disponer, mientras otros, atemorizados, huyeron, ó se encerraron en sus choPágina:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/417 Luego de haber trazado el camino que miiriala Isabela al castillo de Santo Tomas, instalo en él cincuenta y seis hombres escojidos, y algunos caballos, bajo las órdenes de Pedro Margarit, caballero del orden de Santiago, padre de familia, sin fortuna, y que Colon habia recomendado á los reyes; circunstancia digna de notarse, porque este oficial ingrato y rebelde fue uno de los principales causantes de las desgracias de la colonia y de los aprietos del almirante.


II.


De vuelta en la Isabela no habia descansado de sus fatigas, cuando un mensaje de Margarit le hizo saber que Caonabo se aprestaba á sitiarlo. Sin inquietarse, porque conocia la debilidad de los indios, y su terror á los caballos y á las armas de fuego, le mando no obstante un refuerzo de setenta hombres con víveres. Hecho esto, se ocupó de activar la conclusión de la Isabela. La fecundidad de su suelo parecia increíble. Las verduras nacian en tres dias, y maduraban en tres semanas. El 30 de Marzo, dia de la pascua, un hortelano llevó al almirante espigas de trigo en sazón, sembrado á fines de Enero. Estaban seguros así de conseguir dos cosechas al año; pero esta esperanza por mas grata que fuera, no podia remediar los males presentes. La fiebre hacia estragos, los trabajadores mas robustos, agoviados por las faenas, se desanimaban y decaían; los hidalgos Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/419 Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/420 , tuvo que obligarlos, para que su pueblo no pereciera sino se trabajaban las obras públicas."[2]

Colon establecia en principio esta máxima de los sacerdotes de los primeros tiempos: "El que no trabaja no merece comer." A los nobles hambrientos y á los egoistas perezosos propuso elijieran entre el trabajo ó la supresión de las raciones, lo cual le valió en concepto de los consumidores inútiles, una reputacion de barbarie, que el apoyo del vicario apostólico revistió de ciertas apariencias de verdad, que los oficinistas de la dirección de Sevilla exajeraron gustosos, y que consolidó los amigos y las familias resentidas de los hidalgos que forzó al trabajo, y sobre todo el P. Boil, que procuró siempre atenuar sus faltas manchando al almirante.

Preciso es decir aqui algunas palabras acerca del P. Boil, y de sus trabajos evangélicos.

El P. Bernardo Boil, catalán, fraile benedictino del convento de Monserrat, hombre de gran crédito en la corte por su saber, su capacidad, su esperiencia en los negocios, la sutileza y los recursos de su imaginacion, y de irreprochables costumbres, no habia venido á las Indias de su grado, impelido por la vocacion, ni mucho menos demandado dirijir la mision.

Designado por los reyes para aquel vicariato apostólico, obedeció, embarcándose como si hubiera ido á negociaciones diplomáticas, á que era aficionado. Su eleccion en la mayor parte de sus compañeros se resentia de su falta de predilección divina, pues entre ellos, si bien algunos estaban destinados á evangelizar los idólatras, el mayor número, hecho para la pacífica regularidad del coro, se encontraba sin fuerzas, sin eficacia en su nuevo jénero de vida. Ni tenian celo, ni facilidad para hablar la lengua de los indíjenas y ocuparlos de Dios, ni edificaban, ni consolaban á nadie, ni servían para consolarse Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/422 Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/423

  1. "Prendado de su estremada belleza y bendiciendo al criador."— Muñoz. Historia del nuevo mundo, lib. V. § VI.
  2. Herrera. Historia jeneral de los viajes en las Indias Occidentales, década I. lib. II. cap. XII.