Historia de las sociedades secretas, antiguas y modernas en España y especialmente de la Francmasonería/Capítulo IV

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPÍTULO IV.[editar]

SOCIEDADES SECRETAS DURANTE EL TERCER PERÍODO DEL REINADO DE FERNANDO VII.


§ XXXV.[editar]

Pronunciamiento de 1820, debido a las sociedades secretas.


Que en España había descontento en 1819, es una verdad innegable ; pero ese descontento era amañado, artificial, promovido, fomentado y sostenido casi exclusivamente por los revolucionarios, ansiosos de vivir sin trabajar y comer á costa del país, que es lo que en España y áun en otros países, se apellida. libertad. Hemos visto que esto proviene, en su mayor parte, de la ambicion de los militares.

Que el mal llamado glorioso alzamiento de Cádiz, en 1.° de Enero de 1820, fue un acto de baja cobardía, traicion, inmoralidad y cohecho, pagado por los americanos para sostener su rebelion, y manejado exclusivamente por las sociedades secretas, es otra verdad innegable. Claro está que no lo reconocieron, ni reconocerán como tal sus fautores, ni los que de él se aprovecharon y siguen aprovechándose: no habian de tener tan poca vergüenza que lo dijeran por lo claro, pero lo dice y dirá la historia, que en este asunto ha hecho ya no poca luz.

A la raíz misma de los sucesos. un escritor liberal; emigrado, enemigo de Fernando VII y de su gobierno (1), imprimia en Burdeos el año 1827 el siguiente párrafo: «Varios jefes y oficiales del ejército que se hallaba reunido en la isla de Leen y pueblos inmediatos, con el objeto de embarcarse y trasladarse á pacificar las provincias del Rio de la Plata, miraban con horror los riesgos y peligros

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(1) Presas: Historia de los males, etc, cap. XIV, pag 106 del mar, por cuya razon habian demorado con varios pretextos su embarque, y sentian sobremanera dejar su patrio suelo y renunciar las comodidades a que estaban acostumbrados. Habia llegado el momento en que ya no había recurso ni arbitrio para evadir el cumplimiento de la terminante orden, por la que el Rey fijaba el día en que se habia de verificar la marcha : resueltos entónces á morir más bien que á emprender un viaje tan penoso, se resolvieron á realizar el temerario é inicuo proyecto de sublevarse, y para cohonestar su rebeldía proclamaron la Constitucion.»

El autor de este párrafo, que habia residido en América y estaba en España relacionado con americanos, no dice aquí toda la verdad, ni lo que sabía y debía decir; pues no ignoraba el cohecho y las cantidades que los sublevados recibieron de los insurgentes ultramarinos, ni tampoco los manejos de las sociedades secretas, acerca de las cuales se hallaba, y tenía motivos para hallarse, muy enterado ; pero hace lo que todos los sectarios, esto es, hablar de todo menos de lo que principalmente vendria al caso, y encubrir la verdad, buscando las causas aparentes, á fin do no alegar las verdaderas y ocultas. Graves debian de ser éstas en la mente de un escritor tan osado, cuando echó sobre Riego y demás insurrectos la nota de cobardes, para disimular la de ganados por dinero.

El autor sigue faltando á la verdad cuando afirma que la sublevacion de Riego llegó á noticia de los liberales como un acontecimiento extraordinario, y que trabajaron todos á la vez y cada uno en el punto en que se hallaba para que las ciudades y pueblos siguiesen el mismo ejemplo. ¿Cómo les habia de parecer extraordinario lo que estaban preparando hacía seis años, y en una serie incesante y no interrumpida de conspiraciones militares?

La conspiracion venía de muy atrás, como queda probado: los liberales todos estaban iniciados en ella, y no solamente no les sorprendió, sino que la esperaban por, momentos. Pero el pueblo, el verdadero puebló, sediento de reposo, ni la esperaba, ni la deseaba, ántes bien la aborrecia.

Así lo acreditaron el ningun éxito de la tentativa de Riego sobre Cádiz, donde le detuvo Córdova con un puñado de tropa, y su expedicion por Algeciras y otros puntos de Andalucía hasta Córdoba, donde entró con quinientos hombres, famélicos, aburridos y desmoralizados, único resto de los mil quinientos que habia sacado de las inmediaciones de la Isla. Ni un solo paisano se le unió. Es verdad que algun bandido gritó ¡Viva la Constitucion! como suelen hacer en tales casos todos los ladrones, tahures y contrabandistas, cualquiera que sea el grito y cualesquiera que sean sus opiniones, si las tienen. Pero si los pueblos miraban mal aquella sublevacion y no apoyaban á los insurgentes, en cambio los jefes y el ejército realista tampoco los combatian, á pesar de que en Cordoba había un escuadrón de caballería y varios destacamentos, los cuales, ni defendieron el puente, ni hostilizaron á Riego y su escasa tropa, y eso que hubiera bastado una descarga de fusilería para ahuyentarlos, y una carga de caballería para batirlos completamente, pues se hallaban abatidos y casi desesperados. Pero los jefes realistas desconfiaban también de sus soldados, y aún más de sus compañeros, una gran parte de los cuales, aunque no se pronunciaban, sabiase que estaban afiliados en las sociedades secretas, ó por lo menos en relaciones y connivencia con ellas. Por lo que hace á los generales que no se rebelaron, eran casi todos, con pocas excepciones, tan desleales como los sublevados, y aun quizá más, pues no corrian los riesgos á que se exponian éstos, sin perjuicio de venir en su dia á compartir el triunfo y el botín.

La sublevacion de la Coruña, cuando ya Riego andaba derrotado y fugitivo, vino á reanimar la casi apagada hoguera. Aquella conspiracion basta por sí sola para probar cuanto se ha dicho acerca de la deslealtad de los unos y de la cobardía é inercia de los otros (1), y sobre el mal estado del ejército en todas sus clases.

Los complicados en la causa de Porlier, que se aparentaba tener presos en castillos y fortalezas, gozaban de libertad casi completa. «Los comandantes de las guardias les permitian entrar y salir cuando les acomodaba, y el que no les daba libertad era muy mal visto entre sus compañeros. Los jefes de los cuerpos, los gobernadores de las plazas y las autoridades superiores de las provincias consentían esto: el gobierno no debía ignorarlo, y sin embargo el desorden duró años enteros (2)

»A su vista (del gobierno) se volvió á anudar el hilo de la conspiracion, que en diferentes ocasiones, antes del año 1820, se creyó que iba á estallar (3).

»A pesar de los preparativos anteriores, no tomó por el pronto parte activa en la revolucion de la Coruña sino un puñado de oficiales y soldados (4).»

En efecto: el general Venegas habia ido á tomar el mando superior de Galicia con harta repugnancia suya. Tres.

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(1) Hay que decir la verdad seca y desnuda á todos y por completo. El partido realista abandonó á Fernando VII en 1820, y pago cara su criminal inercia. La caída de Fernando VII en 1820 fue peor y más ignominiosa que la de su hija en 1868; y los que tanto han ridiculizado la de ésta, no deben olvidar aquella.

(2) Exámen critico de las revoluciones da España. Paris, Delaunay, 1837: dos tomos en 4.° Tomo I pág. 17.

(3) Id. id., pág. 28.

(4) Id. id., pág, 28. dias antes un sujeto, algo iniciado en el proyecto, había revelado parte de él. Cuando Venegas estaba recibiendo á la oficialidad, que habia venido á mediodía á cumplimentarle, sonaron dos tiros en la plaza. EL coronel de artillería don Carlos Espinosa sacó la espada y se dirigió al general, siguiéndolo otros muchos conjurados con las espadas desenvainadas. El general fué á sacar la suya , y se halló que se le habia olvidado. ¡ Cosa estrafalaria, recibir un general el besamanos de la oficialidad sin ceñir espada! Espinosa dijo al general que el pueblo pedía la Constitucion. Asomado Venegas al balcón, y viendo que apenas había gente en la plaza, respondió al coronel sublevado:—Aquí yo no veo pueblo : le han engañado á V., Espinosa (1). Fué, pues, la sublevacion de la Coruña una sedicion meramente militar y no popular, como se quiere suponer. Los oficiales y paisanos, que en escaso numero la llevaron á cabo, el día 21 de Febrero, es público en la Coruña y fuera de ella que estaban afiliados en la lógia de aquella ciudad (2):

El segundo cabo D. Nicolás Llano Ponte, que no estaba presente cuando fue preso el general durante la visita de etiqueta, cuidó solamente de ponerse en salvo, en vez de presentase al frente de la guarnicion, á la que quizá hubiera hecho entrar en su deber con un poco de voluntad y energía. Luego despues se puso en manos de la Junta. Esta se hallaba ya preparada de antemano. Uno de los paisanos comprometidos sacó un papel en medio de la plaza, lo leyó ante dos escribanos y el pueblo (es decir los hermanos allí presentes), y aclamó por unanimidad á los anotados en aquella lista arreglada por la lógia. Entraron á formar la Junta D. Pedro Agar, antiguo indivíduo de la regencia, el coronel Acevedo, nombrado comandante general por los sublevados á instancias de Espinosa, D. José María del Busto, fiscal de la Audiencia, el citado Espinosa, el marqués de Valladares, D. Manuel Latre, comandante de voluntarios de Aragon, D. Joaquin Freire, capitan de navío, y un comerciante y otro hacendado.

Inmediatamente fueron puestos en libertad los oficiales todavía presos á consecuencia de la conspiracion de Porlier, el primero de ellos D. Manuel de la Pezuela (3), teniente de.

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(1) Relación hístórica de los acontecimientos mas principales ocurridos la Coruña y en otros puntos de Galicia — por el capitán O. José Urcullu. Coruña, imprenta de Iguereta, 1020, páginas 17 y siguientes.

(2) El teniente coronel graduado D. Vicente Vazquez se cree que fue el que despertó el fuego patriótico en la Coruña, á fines de 1816, época en que llegó a dicha plaza y trata las traía las nuevas combinaciones preparadas en las provincias y ejercito expedicionario. Relación hístórica, etc, nota á la pág. 102.

(3) Despues marques de Viluma (hijo del virey D, Ignacio, que con tanto brío combatió a los insurgentes en el Perú), y más adelante cristiano fervoroso, presidente de la Asociación de católicos en España y sujeto por todos los conceptos respetable. Los nombres de los demás los cita Urcullu en la pág. 19, nota(**). artillería, igualmente que otros reos políticos, entre los que figuraba un paisano llamado D. Francisco Espiñeira.

Dos dias despues se pronunció el Ferrol, á quien siguió en breve el puerto de Vigo. No así la ciudad de Santiago, donde el general Pol, conde de San Roman, provocó una reunion de militares, canónigos y concejales para oponerse al movimiento. Si hemos de creer á los militares de aquel tiempo, el conde de San Roman, habia estado en 1815 comprometido tambien en las conspiraciones de Lacy y de Porlier (1). Nada tendria tampoco de extraño que para entónces se hubiese desengañado ya, como sucedió á otros. Apenas podía contar en Santiago con unos trescientos hombres, pero no era mucho más numerosa la columna con que venía Acevedo desde la Coruña: con todo, no se atrevió á esperar á éste y abandonó la ciudad, de donde salieron tambien el Arzobispo y otras muchas personas, retirándose hacia Orense.

El primer cuidado de la columna expedicionaria fué poner en libertad á los presos políticos. De las cárceles de la Inquisicion sacó al conde de Montijo nuestro inolvidable Tío Pedro, que al cabo habia venido á dar con su cuerpo en las cárceles del Santo Oficio (2).

Entre tanto, seguían encerrados en el castillo de San Antón el capítan general Venegas, con el segundo cabo y otros oficiales de graduacion, el oidor D. Julian Cid de Miranda, el cura de San Jorge y el P. Castro, fraile del convento de Santo Domingo (2). El dia 7 salieron en un bergantin para Andalucía, y tuvieron la suerte de arribar á Gibraltar.

El dia 1.º de Marzo salió otra columna de la Coruña para Lugo, compuesta de cuatro compañías del sexto regimiento de Marina, al mando del capitan de fragata D. José de la Serna. Esta columna se apoderó de la poblacion, abandonada de las autoridades y la tropa.

Pocos dias despues (5 de Marzo) se sublevó pacíficamente la ciudad de Zaragoza, tornando parte en aquel acto la guarnición, acaudillada por el capitan general, marqués de Lazan juntamente con las demás autoridades y mucha gente del pueblo. La aristocracia de Zaragoza, sin exceptuar más

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(1) Urcullu dice acerca de él (pág. 59): «Este general, que tiempos atras había hecho concebir o los liberales tantas esperanzas favorables, porque conociendo los males que sufría la nacion habia deseado en 1815 remediarlos, uniéndose para el intento con otros buenos. españoles...

(2) Urcullu, pag. 65.

(3) El prior habia salvado a varios comprometidos en la conspiración de Porlier que se acogieran al convento. No solamente los tuvo escondidos varios dias, sirviéndoles personalmente, por no fiarse de nadie, sino que les proporcionó la evasión en un buque inglés.En 1820 uno de los favorecidos trató de que se hiciera una demostracion con aquel buen religioso; pero el principal de los favorecidos le respondio:-Déjese V. de eso: ¡es fraile! que dos ó tres indivíduos de ella, estaba completamente afiliada en la francmasonería desde el siglo pasado,la mala semilla sembrada allí por el conde de Fuentes y otros señores y aun eclesiásticos notables de la poblacion, desde los tiempos del conde de Aranda había dado sus frutos. Nila Academia del Buen Gusto (1), ni la Sociedad económica se limitaban á los objetos literarios de su institucion, habiendo sido no pocas veces el pretexto para encubrir reuniones de otro género.

Al pronunciamiento de Zaragoza siguió el de Pamplona,provocado por Mina, que había huido de París y penetrado en Navarra, el 23 de Febrero (2), levantando una partida de veinte hombres, con la que proclamó la Constitucion en Santistéban. El 11 de Marzo le abrió Pamplona sus puertas.Dos días antes, el regimiento que guarnecía á Tarragona, en union con los paisanos afiliados en la lógia de aquella poblacion desde el año 1815, se sublevó por la noche, y el 9 de Marzo puso preso al gobernador,marqués de Zambrano, al teniente-rey y al coronel del cuerpo.

Pero estas sublevaciones exclusivamente militares, y en que solamente tomaban parte los comprometidos en las antíguas y modernas lógias, estaban muy léjos de ser una cosa nacional, ni aun popular, por donde no pudieron impedir que Riego se quedara sin ningun soldado y anduviera vagando fugitivo, y que Quiroga envidiara su suerte por no poder hacer otro tanto, debiendo su salvacion á la incalifi- cable inercia del general Freire.

El gobierno pensaba solamente en enviar á Andalucía tropas inútiles, pues las que había nada hacian contra los sublevados. En vano Elío se ofreció á ir á ponerse al frente del ejército de Andalucía, pues no se aceptó su oferta, y añadiendo torpeza á torpeza, se envió allá al que ménos se debia enviar, al conde de La Bisbal, que jugaba con realistas y liberales, como ya hemos visto, aunque altamente comprometido con las sociedades secretas (3). Al llegar á Ocaña donde estaba su hermano con un regimiento, lo sublevó á favor de la Constitucion. Siguióse á éstas la sublevacion de Madrid, en medio de la traidora apatía de toda la guarnición y Fernando VII, abandonado de todos, llamó á Ballesteros, convocó las cortes, y juró la Constitucion el dia 9 de Marzo, miéntras las turbas rompían las cárceles del Santo Oficio y rasgaban sus papeles.

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(1) Un fraile de Salamanca impugnó su nombramiento. ¿Seria que temía que la Academia encubriera algo que no fuese meramente literario?

(2) Asi lo dice en su vida.

(3) Véase en el apéndice la linda fraterna de los cuatro hermanos.

§ XXXVI.

Triunfo de la francmasonería: su gran propagacion é influencia : sociedades secretas.


Una vez jurada la Constitucion por el Rey, y obtenida la victoria por el partido liberal, la francmasonería se abalanzó á los destinos y ascensos. Todos hablaban de los grandes servicios que prestaran en las lógias para conseguir el triunfo de la revolucion; y las rápidas carreras y los sorprendentes ascensos de algunos personajes oscuros y jóvenes locuaces, sin méritos ni estudios, incitaron á los demás á valerse de igual medio de hacer fortuna, y meterse en aquellas misteriosas y oscuras salas, en que habia escaleras, por donde tan á prisa se trepaba á las altas regiones del poder y la fortuna. De aquí el increible aumento de la francmasonería, que llegó á ser entre los jóvenes una cosa general y casi de moda: fue aquello una especie de vértigo, y los mismos que entonces lo padecieron, ahora ancianos y arrepentidos, apénas se lo explican (1).

Describe esto muy bien el marqués de Miraflores (2), testigo irrecusable.

«En aquellos momentos de ardor y de entusiasmo, dice, los títulos que se buscaban en los candidatos(3), eran de tres especies: padecimientos durante el abolido régimen, intervencion en su mudanza y pertenencia a la masonería, sociedad secreta, hija de la conocida por éste nombre en Europa, pero de distinta índole, pues que, no ciñéndose a su objeto puramente filantrópico (4), era propiamente política; por manera que, en vez de ser insignificante, cual acontece en Francia é Inglaterra, fué en la época que nos ocupa uno de los elementos mas activos de la revolucion , y que no puede olvidarse si se han de medir los sucesos por las causas que los produjeron.


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(1)Uno de ellos que ya ha muerto, me confeso que estando concluyendo entonces su carrera, se dejo iniciar con casi todos sus condiscipulos; pero al poco tiempo se canso da aquellas farsas, y no habiendo querido volver á la logia, lo dejaron dormir o en sueño Él mismo me dijo que apenas había en 1820 un joven liberal que no fuese masón; pero que todo aquel entusiasmo masónico paso muy pronto. No todos han sido tan francos. »A nadie se oculta que semejantes sociedades, existentes en Europa de poco tiempo á esta parte (1), no pueden dejar de ser esencialmente contrarias a la estabilidad de los gobiernos, y áun á la buena administracion de los Estados, pues creando un interés de asociación , contrario, por lo mismo, al interés general, fomenta las ambiciones particulares, y acaba por hacer la guerra á los que dirigen los negocios públicos, hasta lograr ponerlos en manos de sus individuos y hacer en su provecho el más escandaloso monopolio (2). Así fué que en España crecieron, á par de la revolucion, y unos por alcanzar empleos, otros por conservar los suyos, y otros, en fin, por hallar un asilo á la peticion, se apresuraron á afiliarse en ellas, y desde luego en la que entónces se llamaba Masonería regular de España.»

De seguro que no lo hubiera dicho yo en tan bellas y oportunas frases como el señor marqués de Miraflores, ni se creería tampoco, si yo lo dijera bajo mi palabra, cual habrá que creerlo diciéndolo tan importante testigo. Pero aún lo es más el párrafo siguiente, de gran edificacion para los españoles amantes de la independencia nacional:

«Un gran número de diputados subieron al Congreso desde las lógias, con ideas de rivalizar á los que por su opinion anterior ó sus padecimientos estaban identificados con el nuevo sistema político, y á esta clase pertenecieron casi todos los americanos, los cuales, elegidos en Madrid en clase de suplentes, y algunos de ellos como representantes de las provincias insurreccionadas, mal podian contribuir á la consolidacion de un sistema político que dejase expedita la accion del gobierno para ocuparse de aquellas regiones casi emancipadas de la metrópoli.

»De aquí provino mas de una vez el triunfo del partido que para mal de España nació en las Córtes á poco tiempo de haber abierto sus sesiones, y que, en vez de labrar la felicidad nacional, precipitó la ruina del sistema político á que debía su existencia. »La ley de Señoríos, la de mayorazgos, la de sociedades patrióticas, y algunas altamente funestas, las decidieron los americanos en las votaciones por sú número…… ………………………………………………………………………………. »Una célebre escritora de nuestros días dijo con lógica exactitud que apenas se establece en un gobierno un poder

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(1) Estupenda noticia, cuando hacía siglo y medio que las habían condenado los Papas.

(2) Es cabalmente lo que vemos ahora desde Octubre de 1868, en que los unionistas, progresistas, cimbrios y republicanos, como quien dice, masones regulares, irregulares, comuneros y carbonarios, nos dan el agradable espectáculo de repartiese los destinos, gruñendo siempre que saca tajada un perro de otra de las tres razas. que no es legal, siempre viene á ser más fuerte que él, y esta verdad eterna se demostró en el período que recorremos.Las sociedades secretas rivalizaban en poder con el gobierno, y á tal punto, que los ministros mismos tuvieron que buscar en ellas su apoyo personal, corriendo á los clubs para afiliarse en ellos.

»Anécdotas curiosas ocuparon la maledicencia, pintando los ministros afiliados, corriendo las pruebas masónicas de recepcion: ciertamente que un ministro con los ojos vendados, ó los piés atados, cayendo y levantando, debia hacer singular contraposicion a la altura ministerial.»

A estas noticias generales hay que añadir algunas más concretas y personales, en nuestro propósito de no callar; ni aun en esta parte nada de lo que sea público.

El francmason Clavel está muy parco en lo relativo á la influencia masónica en el levantamiento de 1820; pero con todo, la reconoce y confiesa, como no podía ménos: «En 1815 y 1816, dice (1), los descontentos que habia creado el nuevo régimen, los liberales, los militares que regresaron de las prisiones de Francia, y muchos de los jefes de los llamados Josefinos, organizaron lógias independientes, y fundaron en Madrid un Grande Oriente político.

Este nuevo cuerpo rodeó sus operaciones con el más profundo secreto (2), multiplicó los talleres en las provincias y se puso en comunicacion con las pocas lógias de Francia que se ocupaban de politica. Una de éstas, la de los sectarios de Zoroastro, dió la iniciación a muchos oficiales españoles residentes en París, y entre ellos al capitan Quesada, el mismo que luégo más tarde favoreció la evasion de Mina, á quien la policía francesa tenía con guardas de vista.

»La revolucion de la isla de Leon fue obra de la nueva masonería española, que la tenía preparada con mucha anterioridad, bajo la direccion de Riego, Quiroga y otros cinco diputados á Córtes.»

En otro paraje (3) da la siguiente noticia contradictoria, aunque cierta en el fondo. «El término (la conclusión, debió decir) de la dominacion francesa dispersó en 1813 la mayor parte de les masones españoles, y trajo consigo la suspension de los trabajos masónicos en este país. Hasta el 2 de Agosto de 1820 el Gran Oriente español no recobró su acti-


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(1) Clavel, pág. 590 de la traduccion española.

(2) En 1820 cantaban los liberales por las calles las siguientes coplillas, aborto de la masa patriotera, siempre algo ramplona.

la patria oprimida

Por el servilismo,

Con todo egoisrno

Seis años duró:

Mas los liberales

Obraron, callando

Urdiendo y tramando

Su restauración.


(3) Clavel, pág. 406 de la traduccion española vídad, bajo el Gran Maestrazgo del conde de Montijo y del hermano Beraza, gran Comendador y representante particular lar del Gran Maestre, presidente del Consejo Supremo del grado 33.»

Ya hemos dicho que el conde de Montijo fue sacado de las cárceles de la Inquisicion de Santiago el día 24 de Febrero de 1890, así que la columna de Acevedo entró en aquella ciudad. Jurada la Constitucion por el Rey, Montijo regresó á Madrid, y no se comprende que dejára de restablecerse en el acto el Grande Oriente bajo su presidencia, en el espacio de medio año que trascurrió desde Marzo hasta Agosto, en que pone Clavel la reinstalacion de aquel centro. Montijo volvió á la gracia de Fernando VII, y tomó el mando de uno de los regimientos de la Guardia real, que tenia el dia 7 de Julio. Despues no encontramos ya noticias de nuestro querido Tio Perico el Manchego de Aranjuez, hasta la conclusion de la revolucion, en que le veremos unido con La Bisbal. Parece ser que la francmasonería no le hizo mucho caso, y los que dan los nombres de los principales masones del año 1820, no le recuerdan. Riera y Comas, en sus Misterios (1 ), dice que estaban á la cabeza de los francmasónes el divino Arguelles, el conde de Toreno, Martinez de la Rosa, Canga Argüelles, Capaz, Mendizábal , Torres, y Morillo; pero hay que fiar poco en sus noticias, que no pasan de novelas. Para nada nombra á Montijo ni á Beraza, de quien se sabe poco. El artículo de la Biblioteca de Religion , que copiaremos luego, tampoco dice nada acerca de esto. Las noticias que yo tengo son de que el Gran Maestre de la francmasonería en 1821 y 22 era D. José Campos, director general de correos (2), á quien veremos citado en este concepto más adelante. Infiero de todo ello que la francmasonería, á la cual sirviera Montijo tan cariñosamente desde 1815 á 1820, luego que ya no le necesitó, le hizo muy poco caso, teniendo en cuenta sus veleidades de Persa en 1814; que al fin esto es lo que hace siempre el diablo con los que le sirven.

Las lógias principales de que tengo noticias son las de Sevilla, Coruña, Jaen, Zaragoza y Salamanca. De algunas otras, como la de Alcalá de llenares, ya se habló anteriormente.

En Sevilla hubo tres lógias del año 20 al 23; una en la calle (ahora plaza) de los Descalzos, en la casa grande hoy propiedad de los Mendietas; otra en la calle de San Bartolome, y otra la calle del Hombre de piedra. La de San Bartolomé fué asaltada por un peloton de gente el dia de San Antonio de 1823, con motivo del pronunciamiento con-

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(1) Tomo III, pág. 277 y 278 de la primera edicion.

(2) En este concepto le citaba Corpas en su manuscrito refutando a Presas. tra la Constitución.Hallóse la consabida sala colgada de bayetas negras, un retablo con un crucifijo, y al lado un esqueleto y una casulla negra. La casa que hace poco tiempo era conocida todavía por la de los Masones, estaba junto al hospital llamado de las bubas, contiguo á la sacristía de la parroquia de Santa Catalina. El esqueleto fué enterrado en el patinillo de la parroquia de Santiago.

La de Zaragoza estaba cerca de la calle Mayor, por detrás de Santa Cruz, y por mucho tiempo se la llamó tambien la Casa de los Masones. El año 23, al entrar en aquella ciudad el general. Molitor, quisieron los realistas pegarle fuego; pero las autoridades tuvieron el feliz pensamiento de poner á la puerta las armas reales, y esto bastó para que nadie entrara ni se cometiera el menor desman, por respeto á los antiguos fueros (1).

En Jaen se estableció la lógia el año 1820 en la casa llamada del Peto, por un escudo que tiene á la puerta. Apoderados los comuneros de lo que se llama la opinion pública, y convertidos los masones en hijos de Padilla, la lógia tambien se convirtió en Torre, como sucedió con las logias de otros muchos puntos de España.

La francmasonería de Galicia continuó con sus lógias casi públicas en la Coruña, Ferrol y Vigo, y echó tambien bastantes raíces en el interior, sobre todo bajo los auspicios del terrorista. Mina, que luego convirtió en torres de comuneros vários de aquellos conventículos. El principal de éstos se reunió por mucho tiempo en casa de un comerciante en la calle de la Franja.

En Lugo habia una lógia no muy numerosa, pero sí importante, pues tenía cierto carácter aristocrático, como casi todas las de aquel tiempo: cada diploma costaba 200 rs., que se pagaban de ingreso, y por este motivo constaba solamente de unos veinte iniciados. Sus estatutos eran los del Grande Oriente Español, y se ocupaba mucho en cuestiones políticas.

En Rivadeo habla un taller compuesto de seis ú ocho individuos, que trabajaba poco.

Algo más laboriosa era la lógia de Santiago, que hizo no pocos prosélitos entre los estudiantes, si bien luego pasaron éstos en su mayor parte á las torres de los comuneros.Otros, cansados en breve de aquellas farsas, dejaron las torres y las lógias.

Omito noticias de otros puntos, pues, sobre no constar con tanta certeza, todas vienen á ser lo mismo, y la enu-


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(1) Las armas reales las ponía un escribano por mandato de la autoridad judicial, con lo cual esta declaraba que aquella cosa litigiosa o amenazada quedaba bajo su salvaguardia y deposito. Los aragoneses respetaban mucho este fuero tradicional. meracion de ellas, ní es fácil, ni conduce á nada. Mas sí conviene decir algo acerca de las llamadas sociedades patrióticas, las cuales, áun cuando no fuesen secretas, estaban íntimamente relacionadas con las que lo eran, pues se componian de francmasones, y sus discursos públicos y declamaciones tribunicias no venían á ser otra cosa que el eco de las lógias , que repetia en café y en alta voz lo que allá dentro se habla dicho en voz baja y al oido.

Jáctase la Coruña de haber sido la iniciadora de estas suciedades, y que la suya databa del día 23 de Febrero de 1820, cuando Riego se hallaba ya perdido y en sus mayores apuros. El capitan Urcullu imprimia en aquel mismo año lo siguiente acerca del origen de ella.

«El ardor y entusiasmo de los vecinos y guarnicion de la Coruña se prueba con la instalacion de una junta con el nombre de Sociedad patriótica , el día 23 de Febrero, para atender a la salud pública, ilustrar al gobierno en materias que éste no pudiese tener conocimiento, y evitar toda sorpresa de parte de los ambiciosos ó malos españoles que aspirasen á empleos, aunque fuese interinamente. Los primeros que se reunieron nombraron por presidente á D. Juan Ventura Galcerán, del comercio. Las demás ciudades de España, conociendo las ventajas que podrían resultar de unas sociedades semejantes, bien dirigidas, se apresuraron á hacer otro tanto luego que pudieron. Aunque para mi sean de bastante peso muchas de las razones que expone en su Discurso á los ciudadanos de la confederación patriótica de Málaga el benemérito y discreto D. Vicente Andrés y Almarza, amigo de la verdadera libertad española, sin embargo, las tales sociedades han sido muy útiles en su principio, y podrian serlo siempre, si sólo se limitasen á ilustrar la opinion y advertir al gobierno sus faltas con prudencia (1).»

El pensamiento podría ser muy bueno ,pero las sociedades patrióticas tuvieron de todo ménos de prudencia, y lo que carece de ésta y da malos resultados nunca podrá llamarse bueno. Las sociedades secretas no eran más que un ensayo para jugar á los jacobinos, como en Francia.

Oigamos al irrecusable marqués de Miraflores (2) que, á pesar de su habitual comedimiento, reconocida moderacion y dulzona parsimonia, lanza contra las sociedades patrióticas el siguiente anatema en acerbas frases, tanto mas notables, cuanto por él ménos usadas:

«Aún no había concluido la Junta sus importantes fun-


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(1) Relacion histórica de los acontecimientos más principales ocurridos en La Coruña …… 1820, pág, 43, nota.

(2) Apuntes histórico-críticos, etc., pag. 49. ciones, y ya Madrid empezaba á apercibirse de los agentes secretos que, creyendo consolidar la revolucion, la minaban desacreditándola, y ya veía CON ESCÁNDALO LÁS ASQUEROSAS REUNIONES llamadas sociedades patrióticas, que en los cafés de Lorencini y de San Sebastian presentaban una copia servil de los clubs del año 1789 en Francia (¡!)Ya el hombre observador se disgustaba de que la hez de la sociedad quisiese tomar la iniciativa de las reformas, y observaba al mismo tiempo que aquellas reuniones no eran más que unos ecos miserables de otras, cuya existencia, cayos deseos é intenciones, si bien por entonces no eran más que consolidar la revolucion, dejaban ver la ambicion de mando, que era su término. Ya, en fin, la capital había presenciado el primer ensayo, que anunciaba nuevos e inauditos desórdenes, en el dia 16 de Mayo de 1820, en cuya noche, en medio de un verdadero motin, se representó al Rey por el club del café de Lorencini para que separase del ministerio de la Guerra al marqués de las Amarillas. El club del café de la Fontana de Oro ya presentaba en esta época otra importancia que los de San Sebastian y Lorencini. Personas de otra influencia y otra categoría, aunque no de gran opinion pública, se presentaron como candidatos y oradores.»

A pesar de lo que dice aquí el autor, el club de la Fontana de Oro, aunque masónico y moderado, fué el peor de todos ellos, pues así como la tiranía más insoportable es la que se ejerce al grito de ¡viva la libertad! así tambien la peor do las anarquías es la que se lleva á cabo en nombre del órden. Los patrioteros de la Fontana de Oro tomaron el título de Amigos del órden. ¡Buen órden el que desordenaran ellos ! Por vía de órden se lanzaron al camino de las peticiones, y el 13 de Julio hicieron una representacion contra los Persas. Las Sociedades patrióticas de Valencia y de Sevilla, á instancias de sus respectivas lógias, y éstas, excitadas por las de Madrid, hicieron coro al club de la Fontana, pidiendo tambien contra los Persas. Y al fin, ¿qué habían hecho éstos mas que ejercitar su derecho de peticion al Monarca, como lo ejercitaban ellas? Y si la Constitucion del año 12 no les gustaba á los Persas, ¿que derecho tenian los masones para imponerles su opinion y exigir que les gustara?

Es tanto más de notar esto, cuanto que ya los liberales andaban divididos en constitucionales de 1812 y constitucionales de 1820, alegando los segundos sus modernos méritos en el alzamiento, los otros sus antiguos padecimientos, y mostrándose los doceañistas fanáticos defensores de su Constitucion casi idolatrada, al paso que para la gente jóven y de accion principiaba á ser objeto de vilipendio y pedían otra nueva y más flamante. ¿Cómo, pues, los hombres de la víspera pedian el castigo de los Persas por haber dicho al Rey en 1814 que no les gustaba la Constitucion que tampoco les gustaba ya á ellos en 1820? Eran, pues, aun más ridículos los masones de la Fontana de Oro que los de Lorencini, pues unos y otros caminaban al mismo fin, sólo que unos querian ir á escape, mientras que los otros, más linfáticos, pretendían ir al reposado pasito de andadura.

Entre los más charlatanes de la Fontana de Oro sobresalia Alcalá Galiano. que gozaba entónces de mediana reputación. Conociendo el estado de exaltacion en que vivia y la petulancia que entonces le caracterizaba, podrá calcularse, el ningun valor que tiene la calumnia que entónces vendió contra el General de la Orden de San Francisco, y último arzobispo de Toledo, de que había querido hacerse mason, y que él se había opuesto á que se dignaran las logias admitir á un fraile. Todo el favor que se puede hacer al orador de la Fontana es decir que tomo por lo serio una anecdotilla inventada como en pura broma por algun fracmasón de buen humor. Con todo eso, no han faltado en época posterior escritores que han repetido esta vulgaridad sin ningun criterio (1). Ya en el siglo pasado inventaron los masones que el P. Torrubia se había hecho fracmasón para explorar sus secretos.

Las palabras del Sr. Galiano dan á entender que entró en la francmasonería de acuerdo con Fernando VII, para espiarla: «Se había congraciado con liberales de todas las banderas y áun arrojándose á entrar en una Orden muy otra que la monástica de su profesión, sin duda seguro de ser absuelto... en consideración al motivó de espiarla que le guiaba(2).» De su puño y letra, al margen de esta noticia, tenía escrito el difunto Prelado estas dos palabras: atroz calumnia.

Los francmasones siempre han propendido á manchar reputaciones de ilustres personajes, suponiéndolos cómplices suyos. Hoy mismo aseguran con gran aplomo que Pio IX ha sido francmasón, y en la Coruña se ha fotografiado su retrato con la banda masónica (3)

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(1)D. Modesto Lafuente, en su Historia, ha dado cabida a esta calumnia, tambien Luis Venillot, en un número de L’Univers correspondiente al mes Agosto ó Setiembre de 1869, en un articulo contra el Episcopado español, á pretesto da sus contestaciones al Sr, Zorrilla. Publicada esta calumnia contra el arzobispo de Toledo á la faz de toda Europa, ¿ puedo yo callarla en este libro? ¿no seria el silencio peor que todo ? No sirve decir que entró de espía, ni aun así le era licito ingresar en tal secta.

Por lo que hace al Sr. Galiano, conocida su habitual ligereza y odio contra los frailes, su acusacion significa muy poco o nada. Estoy autorizado para desmentir esa hablilla calumniosa.

2) Historia de España con arreglo á la que escribió en Inglés el doctor Duham, tomo VII pag. 127.

(3) Yo tengo un ejemplar de esa fotografia; y si nadie por eso ha creído que Pio IX haya sido francmason, ¿por qué se han complacido los realistas en propalar esa vulgaridad contra un alto Prelado y Principe de la Iglesia, cuando los liberales sensatos se ríen de ella? Hay además una inexactitud en lo que se dice de la oposicion de Galiano á la admision del general franciscano en la masonería, efecto de haber escrito con ese despego y fiado en la memoria. Dice aquel historiador que en sus tratos con aquél, de parte del Rey, para instituir un ministerio exaltado, pero franco, en vez del moderado, sobre lo cual trabajaba Galiano por encargo de la masonería, «á los de la Sociedad agradaba poco la negociacion, y así no quedaron satisfechos del giro que llevaba, ni del estado en que se habia puesto.»

A estos motivos de perturbacion constante uníase la presencia de Riego al frente del ejército que había sublevado en la Isla, el cual era una amenaza contínua al órden y al gobierno. El marqués de las Amarillas mandó por fin disolver aquel ejército levantisco, á pesar de las reclamaciones de Riego y de las lógias por medio de sus clubs. Costóle salir del ministerio el día 18 de Agosto, al paso que doce días despues entraba Riego en la córte en medio de una gran ovacion preparada por sus amigos y las lógias de Madrid.

Su venida á la córte fué funesta para todas y para él mismo. De lejos parecía algo; visto de cerca, hacía reir. La historia, inexorable en sus fallos, le ha marcado ya con el que ha de llevar, y por más himnos que se le canten y más oropeles que se le pongan, la crítica histórica dirá siempre que era un pobre hombre, aunque á ratos de mala entraña.

Tal le veremos en los últimos dias de su vida, robando la plata de todas las iglesias, asesinando á indefensos ciudadanos entre las sombras de la noche y sin formacion de causa, y prendiendo á los generales superiores suyos, como habia hecho en el Palmar.


§ XXXVII.


La masonería saquea el Tesoro á titulo de indemnizaciones: dilapidaciones del divino Argüelles.


Las sociedades secretas y sus conspiraciones habian tenido por objeto el bien general de la nacion, al decir de sus corifeos. Elevados éstos al poder, echóse de ver al punto que el bienestar que buscaban era el suyo particular y el de sus paniaguados; y la codicia que manifestaron, su hambre de destinos y sus escandalosas dilapidaciones, abrieron bien pronto los ojos á los pocos ilusos que pudieran haberse dejado llevar de aquellas palabras. Los insurgentes tuvieron en breve su camarilla como la había tenido el Rey; y cuando se dividieron en partidos, cada uno de ellos tuvo á su vez una camarilla que dominaba al gobierno. La raíz de estas camarillas preciso es buscarla en las sociedades secretas. Salidos los ministros del seno de la francmasonería, que los habia levantado, ésta los seguia dominando, cobraba los intereses de su protectorado, recomendaba para los destinos á los adeptos de ideas mas avanzadas, cuya reputacion artificial y mañosamente iba formando la lógia, á veces para suplantar al ministro de cuyas manos arrancaba el destino con la mira de enaltecer y condecorar a un jovenzuelo, que, sin aquella proteccion secreta, hubiera vegetado toda su vida en el rincon de una oficina, donde apenas valía. para desempeñar un empleo subalterno. Y á su vez la lógia pedia recursos, y habia que dárselos á título de indemnizacion, y los ministros, que necesitaban tambien rehacer su fortuna ó hacerla, si nunca la habían tenido, disponian de los fondos públicos cual si fueran suyos confiando en que la lógia misma, á la cual sirvieran, encubriría sus despilfarros en contrato innominado do ut facias.

Argüelles, á quien sus partidarios y biógrafos pintan como una especie de Arístides y Focion, estuvo muy lejos de serlo, y hubo de señalarse ya desde su primer ministerio por el modo desvergonzado con que manejó los caudales públicos y enseñó á que los manejasen sus compañeros. El Sr. Riera y Comas, en sus Misterios de las sociedades se- cretas, resume en los siguientes párrafos la conducta politica y la gestion económica del Divino (1):

«En primer lugar, el Sr. Argüelles (y lo digo sin temor de equivocarme) apropióse setecientos veinte mil reales del Erario; é interpelado alguna vez por este motivo, contestó muy oportunamente que, suponiendo que él hubiera sido ministro desde que cayó la Constitucion en 1814, le hubieran tocado ciento veinte mil reales anuales de sueldo, y que, atendida esta circunstancia, le parecía muy justo cobrarse por sí propio los sueldos atrasados. Los demás ministros, que estaban siempre á la mira de las acciones de su Divino para imitarlas, se penetraron de la justicia que asistia á Argüelles para tal apropiacion, y en este concepto cada ministro se cobró por si sólo el sueldo atrasado de setecientos veinte mil reales.»

Despues de referir otras várias dilapidaciones, añade: «De D. Domingo Lozano de Torres, tesorero general de estos empréstitos, se cuenta que perdió, ó no supo el parade-

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(1) Tomo III, pág. 280 de la primera edicion. En la segunda edicion, pág. 487 del tomo I, faltan algunas de estas cláusulas, que se han omitido no sé por quién ni con qué intencion. CasuaImente eran lo único bueno que tenía el libro.

TOMO I. 15 ro de ochenta millones que habia recibido, por todo aquello: de lo que han de comer otros, ya lo comeré yo antes.

»Para que se vea cuán verdad es esto, voy á copiar aquí, como prueba entre várias. un apunte que se publicó en Londres en 1836, referente á este asunto.

»Lo que se recibió con estos empréstitos es incalculable: al tesorero general D. Domingo Torres se le desaparecieron de las manos, sin saber cómo ni cuándo, unos ochenta millones de reales (1); por aquello de riñen los pastores y se descubren los hurtos, el asunto se hizo público; llega á noticia de las Córtes, se alborota el cotarro, levantan el grito hasta el cielo algunos diputados, se nombra una comision. se forma expediente, aparece justificado el robo, separan de su empleo al Sr. Ferrer, claman por su castigo algunos periodistas liberales, abrigan en su favor los publicistas ministeriales, que eran los más... el expediente no se concluyó y... ¿qué haremos? ¿qué no haremos? Que diga el Sr. Argüelles que acaba de recibirse mason (2): el Sr. Torres es un hermano muy apreciable, está en el Grande Oriente. Si este negocio continúa, el crédito de todos sus compañeros va á tierra. El reintegro es imposible, porque se hizo la distribucion á prorata (3), y cada uno llevó como V. E. la parte que le correspondió. El Sr. Argüelles pidió el expediente, se quemó de su órden, y asunto concluido. Y las Córtes, ¿qué hicieron entónces?—Nada.»

Hasta aquí el papel publicado en Lóndres y reproducido en el tomo III, pág. 284 de la primera edicion de los Misterios de las sociedades secretas, omitido no sé con qué fundamento en la segunda, como tambien esta cláusula, que sería lástima se perdiera:

«El divino Argüelles tenía grandes virtudes, y sobre todo era muy agradecido. Para corresponder con cierto marino, que no sabía leer ni escribir, y del cual se contó le habia hecho cierto servicio en Ceuta, creó una nueva jefatura política en Algeciras, nombrando propietario de ella al referido marino, con el haber de diez mil reales mensuales.

»Por este estilo fueron otros muchos que enriquecieron en muy poco tiempo. Mendizábal, por ejemplo, llegó á girar millones poco despues de estar en bancarota...

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(1) De seguro que los ochenta milloness no fueron para Lozano de Torres ni para los ministros en su mayor parte, sino que entraron en las cajas del Grande Oriente, para los gastos y sobornos de la francmasoneria; y aun cuando se quedasen todos ellos con no poca carne entre las uñas, pudieron decir que no se los habían apropiado, sino que eran para los gastos secretos hechos en defensa de la santa libertad.

(2) El comunero ó progresista que escribió esto no podia ignorar que Argüelles era francmason desde antes de la guerra de la Independencia: aludirá a alguna iniciacion en grado superior.

(3) Misterios, etc.., tomo III, pág. 282 de la primera edicion: omitido en la segunda. »Tantas dilapidaciones llegaron á ser públicas y notorias, y algunas de las medidas del gobierno desagradaron altamente al ejército nacional que estaba acantonado enla isla de Leon, y cuya mayor parte estaba en pró de los comuneros, los cuales y sus adictos en el ejército (con verdad sea dicho) no suspiraban sino por la caída de los masones, para poder seguir el ejemplo administrativo que éstos le señalaban y hacian envidiar. Constantes en este objeto los comuneros trabajaron asiduamente en sus lógias o torres para lograr la caida del ministerio, y se pensó dar un golpe de mano con el Ejército nacional de lá Isla (1), ya que de otra manera no podian conseguir sus fines. Tomadas estaban ya todas las disposiciones; pero el gobierno, que estaba al corriente de todas las maquinaciones, quiso destruir el ejército de la Isla, y lo ejecutó.

»Entónces era ministro de la Guerra el marqués de las Amarillas, y á él se debió la realizacion de este proyecto.

»El .dia 8 de Agosto, el capitan general de Andalucía, D. J. O'Donojú, comunicó á los jefes del ejército de observacion en la Isla una real órden de 14 de Julio mandando disolver el ejercito. Protestaron contra ella los generales Riego, Lopez Baños y Arco Agüero, alegando razones especiosas é hipócritas para la conservación de aquellas tropas reunidas. Es una cosa edificante el leer en la representacion hecha al Rey por aquellos tres santos varones esta preciosa cláusula: «La ley fundamental del Estado y la seguridad pública están amenazadas por asociaciones protegidas por extranjeros, y por inquietudes internas, cuyas causas pueden tambien atribuirse á influencia extranjera (2).»

Se necesitaba mucha desvergüenza para hablar de asociaciones protegidas por extranjeros á mediados de 1820, los que tenían el ejército minado por las sociedades secretas para derribar el Trono y proclamar la república.

El ejército fué disuelto; pero el ministerio Argüelles, desacreditado por sus dilapidaciones escandalosas y por la difamacion sistemática y calculada de las sociedades secretas contra él, tuvo tambien que dejar el puesto.

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(1) Lo de siempre. Desde Riego hasta Topete.

(2) La célebre mano oculta, que tiene siempre a los progresistas cogidos por las narices.

§ XXXVIII.

Riego y los comuneros intentan asesinar al Rey y proclamar la república.


¿Por qué no reveló Argüelles, antes de su caida, aquellas famosas páginas secretas que comprometian á Riego, y cuyo descubrimiento podia ser perjudicial? ¡Cosa extraña! El gobierno entónces no se atrevió á decir lo que todo el mundo sabía. Una conspiracion masónica republicana tendia sus redes por toda Europa, y sus electos se dejaban sentir en Francia, Inglaterra, Italia y Alemania: en Inglaterra se desautorizaba á la reina Carolina, acusándola de adulterio, á la edad de cincuenta años, con su criado Bergami. Los tronos de Nápoles y el Piamonte se bamboleaban con iguales estremecimientos constitucionales que el de España. El duque de Berry era asesinado á la salida.del teatro (dia 13 de Junio) con la mayor sangre fria , por un hombre en quien el crimen era aún menos horrible que el fanatismo que lo producia; en Barcelona y en Zaragoza los franceses Bessiéres y Montarlot, con otros vários amigos suyos, conspiraban abiertamente en favor de la república,y sostenian secretas inteligencias con todas las lógias del Mediodía de Francia y con los jefes militares afiliados en ellas, de que eran pequeñas muestras las sublevaciones de Lyon y Grenoble, países los más revolucionarios y desmoralizados de Francia desde el siglo XVI, y donde el protestantismo y la masonería han tenido y tienen sus principales focos.

Riego llevó su bastardía hasta el punto de publicar en los periódicos las confianzas que el Rey le habla hecho (1).

Estos manejos de asesinato y de republicanismo eran sabidos de todos; pero el gobierno, á pesar de eso, no se atrevió á decirlo por lo claro; y lo que no decia el gobierno, lo dijeron públicamente sus enemigos. Istúriz, ¡el despues tan moderadito Istúriz! dijo en la sesion de Córtes del dia 4 de Setiembre «que la palabra Rey era anticonstitucional,» y en la sesion del dia 7, Romero Alpuente, manchando de sangre y cieno su toga de magistrado, vertió las doctrinas más horribles y sanguinarias, que apenas creeríamos sí no las conservasen las actas de Córtes y las páginas de la historia. «Romero Alpuente, que aspiraba á la funesta gloria

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(1) Fernando VII, en su odio contra el ministerio, odiado también por Riego, hizo á éste algunas confianzas, que luego reveló, no solamente de palabra, sino tambien por medio de la prensa. de Marat, reprodujo la más detestable de sus máximas, asegurando que el pueblo tenía derecho para hacerse justicia y vengarse á si propio (1).» Las Córtes oyeron con horror aquella frase, hoy de uso tan corriente entre los seides de la democracia, y entónces fué cuando Argüelles amenazó con las páginas secretas, sin valor para leerlas, siendo así que todos sabian su contenido.

Riego salió para Zaragoza á conspirar públicamente por la república, como luégo veremos.

§ XXXIX.


Luchas de las sociedades secretas entre sí desde 1820 al 22: comuneros.


Hacia el año 1825, y apenas concluida la guerra civil, se principió á publicar en Madrid una preciosa série de obras y opúsculos religiosos, algunos de ellos muy importantes, bajo el título de Biblioteca de la Religion, o sea coleccion de obras contra la incredulidad y errores de estos últimos tiempos. En el tomo xxv y último de esta compilacion se incluyó un tratado sobre sociedades secretas en general, donde, desde la página 58 á la 78 inclusive, hay un capítulo o párrafo relativo á las de España. Las noticias que da no son muchas, ni antiguas, excepto en lo tocante á los carbonarios. Con todo, conviene dejar consignado ese artículo importante entre estos apuntes históricos, pues trae alguna que otra revelacion curiosa, y es quizá lo primero que se escribió acerca de la francmasonería española. Por otra parte, la gravedad de las personas que, bajo la proteccion del Sr. Cardenal Inguanzo, compilaron aquella Biblioteca, es mucha, y por tanto los hombres de bien no pueden ménos de mirar como cosa autorizada cuanto dice.

Como lo que principalmente describe es la serie de luchas entre francmasones y comuneros á caza de destinos, objeto exclusivo de los asociados y de sus asociaciones, por ese motivo se consigna aquí bajo ese epígrafe, dejando para otros artículos lo relativo á los anilleros y carbonarios.

«La España, defendida por el catolicismo de sus habitantes y protegida por un tribunal celoso y activo, habia repelido por largo tiempo aún las ideas del filosofismo, en-

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(1) Historia de la vida y reinado de Fernando VII, tomo II, pág. 200.--Un diploma de francmasones de aquella época que poseo, y viene á ser de hácia el año 20, representa un templo gótico, en construcción, con varias alegorías. Bajo un dosel hay un sillon, y en él la bandera española sin las flores de lis ni corona. yos funestos efectos había experimentado la Francia á fines del siglo anterior, y las sociedades secretas, tan favorables á la propagacion de las ideas de los novadores, no habrían penetrado en esta nacion privilegiada (1), que no conocia los furores de las revoluciones, si la Providencia, para castigo del género humano, no hubiese suscitado un hombre, que no sólo nos hizo una guerra terrible, sino que introdujo también entre nosotros la peste moral que ha costado tanta sangre á nuestros vecinos y á nuestros aliados.

»En efecto; hasta la invasion francesa la España apenas podia contar algunos de sus hijos iniciados en los misterios de la Masonería, y éstos lo habian sido léjos de su patria, en los países extranjeros (2), desconocida entre nosotros, y áun por muchos creida como imaginaria. Cuando de hecho extinguieron la Inquisicion, no se hallaron en los archivos del Santo-Oficio sino un muy corto número de procesos relativos á la masonería; y aun los documentos ofrecían tanta confusion y circunstancias tan vagas y discordantes, que la Inquisicion parecia no estar versada en las causas relativas á ella. Más aún: cuando en toda la España se abrieron las prisiones del Santo Oficio, no se hallaron en ellas sino tres o cuatro personas detenidas como masones; de donde se debe concluir que hasta el 1808 los francmasones no existian aquí como sociedad, porque en otro caso difícilmente hubieran podido escapar á la vigilancia de la Inquisicion.

»Los apóstoles, ó si se quiere los primeros propagadores de esta secta en la Península, fueron muchos militares al servicio de Napoleon, entre los cuales los generales L... y M... se hicieron notar por su espíritu de proselitismo. El primero propagó la masonería en la Andalucía, y el segundo en la provincia de Soria. Otros militares trabajaron al mismo tiempo, y consiguieron establecerla en Madrid al lado del trono efímero y usurpado de José: y ó bien fuese atractivo de la novedad, ó necesidad de reunirse y estrechar los lazos de la amistad para con unos hombres que habian seguido el mismo partido, se vio correr á las logias á los ministros del Rey intruso, á sus consejeros de Estado, escritores políticos, en fin, todos los primeros personajes entre los que habían abrazado la causa de la nueva dinas-


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(1) Queda probado hasta la evidencia que no es cierto lo que aseguran aqui aquellos respetables señores, de que no se hubiese propagado la francmasonería por España, pues ellos mismos en parte acreditan lo contrario. Queda también probado que el Tribunal del Santo Oficio, á pesar de su indisputable celo y de su actividad, no fue suficiente á impedir su propagacion y á descubrirla, si. bien impidió que tuviera el aumento y publicidad que en otras partes, lo cual no fue poco.

(2) Sin embargo, véase á la pág. 74 el aviso del embajador de España en Viena, de que en 1748 se había hallado en una lógia alemana allí descubierta un manuscrito intitulado Antorcha resplandeciente, en el cual, entre otras lógias correspondientes, se contaban las de Cádiz. tía: y el Grande Oriente se estableció en Madrid bajo la denominación de Santa Julia.

»Desde esta época hasta la que precedió inmediatamente á la revolucion de 1820, la historia de la masonerías ofrece poco interés é importancia, porque no se le permitió influencia alguna en los acontecimientos políticos; pero en 1815 y 1816 la secta tomó un nuevo carácter. Los malcontentos, los liberales y muchos oficiales prisioneros, de vuelta á su patria, ayudados por muchos de los jefes de los afrancesados, organizaron lógias independientes, que reconocieron inmediatamente la supremacía de un Grande Oriente liberal instituido en Madrid, mientras que el de Santa Julia ó Santa Bárbara perdió el cetro de la masonería española. Este último se sostuvo sin poder y sin influencia, y desapareció con los anilleros , de que hablaremos despues. »El espíritu revolucionario creó el nuevo Grande Oriente, que trabajó por largo tiempo en el secreto de sus tinieblas: las lógias se multiplicaron, y la grande revolucion de la isla de Leon no tardó en estallar. Esta obra de la masonería, preparada hacía muchos años, meditada y sostenida en las lógias por cinco de los diputados á las Córtes más atrevidos y mas inconsiguientes, fue ejecutada por Ouiroga, Riego y los otros jefes militares, que cometieron el perjurio más escandaloso.

»Proclamada la Constítucion, el gobierno organizado segun sus bases fué puesto enteramente en manos de los masones; éstos ocuparon todos los destinos, y la España se asemejó bien pronto á una provincia conquistada que les pertenecia exclusivamente; pero el repartimiento y distribucion de los frutos de la victoria no pudo hacerse sin chocar y herir la ambicion de los particulares. Las rivalidades personales produjeron las contiendas más sérias entre los masones; muchos de ellos, creyéndose despreciados, o desatendidos en la repartícion del botín, se separaron de la Sociedad-madre; y guiados por algunos particulares que tenían cierta influencia, levantaron otro poder por la creacion de una nueva secta.

»Los miembros de ésta tomaron el nombre de comuneros, titulo que les recordaba la antigua rebelion de algunos vasallos de Carlos V, y que ellos adoptaron con entusiasmo á causa de la semejanza de principios, sin que en el espíritu de estos ciegos imitadores cayese el pensamiento de que podrian tener la misma suerte que tuvieron los que habían tomado por modelos. De todas partes corrian gentes alucinadas á esta reunion, que fué acompañada de ciertos prestigios; y como por otra parte los adeptos no se mostraron escrupulosos en la admision de los profanos, el número de los comuneros se aumentó muy luego considerablemente. Sus fundadores fueron M. G.. D. M., R., R., J. (1).

»Las lógias o reuniones de esta secta, conocidas con el nombre de Torres, reconocian en cada provincia la autoridad de una grande junta o asamblea, presidida por un jefe que tenía el título de Gran Castellano. De esta creacion resultaron en España dos sociedades rivales, que ambicionando ambas el poder, trabajaban sin cesar para obtenerle cada una para sí, empleando los mismos medios democráticos, y rivalizando en la inmoralidad más escandalosa. La guerra de empleos se manifestó bien pronto entre los dos partidos. Los comuneros, en mayor númeromás extendidos, obtuvieron ventajas en Andalucía, en el reino de Valencia y parte de Castilla la Vieja; pero los masones, más astutos y más prácticos en los negocios, los burlaron casi siempre, y tuvieron la mayoría en las elecciones de Córtes, y conservaron el ministerio. Así que en 1822 y 1823 se contaban entre los representantes ó diputados cincuenta y dos masones, y sólo veintiun comuneros.

»El suceso más notable y más horrible, causado por la lucha entre los dos partido, fué el atentado del 19 de Febrero de 1823. Todo el mundo sabe que los masones provocaron este suceso para conservar el ministerio, que iba á pasar á manos de los comuneros; y en efecto, éstos hablan llegado á hacer escoger los ministros entre sus partidarios, y fué necesario para impedirlo que los masones recurriesen al medio más vil é infame que se encuentra en la historia de las revoluciones, á saber, el de reunir una horda de malvados que violentasen el palacio real, y con las amenazas é insultos más atroces, forzaron al Rey á conservar los ministros que acababa de destituir, como la Constitución le autorizaba para ello.

»Los corifeos de la sublevacion publicaron por entónces un escrito que parecia defender la justa causa de la razon; y así lo creyeron de buena fé muchas personas que no veian que esto era puramente el resultado de la rabia impotente de los comuneros, precisados á ceder el terreno á sus rivales. Estos adquirieron desde entónces tanto ascendiente, y -elevaron tanto la Masonería, que el Rey se halló más esclavo que nunca, y así S. M. como las personas de la real familia estuvieron y á perder la vida. Entónces fué tambien cuando muchas gentes, engañadas hasta aquel momento, reconocieron con evidencia que la Constitucion no era otra cosa que un medio de que se valían los políticos

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(1) ¿A qué poner las iniciales y callar los nombres, dando lugar quizá a equivocaciones? Entre esas iniciales parecen figurar Gutierrez, Diego Mejía, Riego y Romero Alpuente modernos para hacer á la España esclava de su ambicion y de sus caprichos.

»Las contiendas entre las dos sociedades produjeron en Cádiz, en Valencia y en Tarragona escenas menos escandalosas sin duda, pero siempre funestas á la causa pública. Sin embargo de todo, estos sectarios sabian reunirse cuando su interés comun los obligaba á perseguir á los realistas ó á los hombres tranquilos. Los decretos de proscripcion lanzados contra los primeros, los horribles asesinatos del obispo de Vich, de Vinuesa , de Elío, de Goiffieu, y las sumas enormes obtenidas por exacciones forzosas, la traslacion de los eclesiásticos de unas á otras provincias, etc., fueron por donde quiera los tristes resultados de esta alianza infernal.

»Las lógias masónicas, ya fijas, ya ambulantes con los regimientos, se extendieron en todos los puntos de la Península. Los comuneros tenian, sin embargo, duplicado número de Torres, en donde, como hemos dicho ya, se admitía toda clase de gentes, hasta descamisados. El Grande Oriente sostenia una correspondencia seguida con los capítulos generales de las provincias, y éstos hacian lo mismo con las lógias regulares.

»Las cuestiones más graves eran el objeto de esta comunicación no interrumpida : en las asambleas se discutian los proyectos de ley, la mutacion de ministros y de todas las autoridades; se designaban los que habían de ser elegidos diputados á Córtes ; no se omitia disposicion ni medida alguna relativa á la administracion del Estado, y frecuentemente se descendía hasta consultar á las simples lógias, las que siempre eran oidas cuando se trataba de cosas puramente locales, sobre lo cual la asamblea pronunciaba en último término. De donde se debe concluir que nuestros ilustres legisladores, sentados sobre los bancos del convento de doña María de Aragon, eran unos órganos serviles, ó instrumentos ciegos de la faccion masónica que los trataba como esclavos.

»Cuando el Grande Oriente no se atrevia á tomar por sí la iniciativa procuraba ser excitado por los masones de las provincias, de quienes recibia todas las noticias que podían contribuir á llevar á efecto sus planes ; y así se veían llover peticiones, quejas, representaciones, á que se daba el nombre de Voto del Pueblo, de Opinion general, etc.

»Una serie de relaciones semejantes unia igualmente á los comuneros en sus deseos y en su medio de accion. La grande Asamblea de Madrid estaba en correspondencia con la principal de cada provincia, cuyo jefe, que trasmina las órdenes á las Torres particulares, era el Gran Castellano.

»Los periódicos pertenecian también á las sociedades secretas: así, El Espectador en Madrid, El Grito de Riego en Cádiz, El Centinela en Valencia, y El Indicador en Barcelona, no eran otra cosa que los ecos de la masonería : por los comuneros estaban El Zurriago y sus Suplementos, La Tercerola, El Eco de Padilla, El Patriota, el Diario constitucional de la Coruña, etc.

»Dueñas estas dos Sociedades de todos los medios de comunicacion entre los españoles, despues de haber sofocado la opinion pública, y ahogado el grito de todos los hombres de bien, que ni aun quejarse podian sin exponerse á sufrir un cadalso, gobernaban o más bien trastornaban despóticamente toda la Península, que había venido á ser su patrimonio; y disputándose entre sí el cetro de hierro que tenian empuñado, é invocando la libertad, á cada contienda suya hacían derramar al pueblo torrentes de lágrimas, y sepultaban en la desolacion á las familias.

»Éstas luchas y divisiones explican las variaciones que se observaban en los destinos públicos, segun que la una o la otra secta dominaba en la capital ó en las provincias: los masones, sin embargo, tenian casi siempre la ventaja en este choque de ambiciones opuestas ; y así, si no se viene á apoderarse de sus archivos (1), no se podrá jamás conocer con exactitud la historia secreta de la revolucion española; y un hombre instruido que llegase á registrarlos, podria hacer un grande servicio á la humanidad y á los tronos, descubriendo á la Europa todas las tramas de esta faccion.»

§ XL.


Los anilleros, ó sociedad de los amigos de la Constitución: dudas acerca de su importancia politica.


El marqués de Miraflores, que es quien da más noticias y más fidedignas ó imparciales acerca de las sociedades secretas, segun queda dicho, describe muy bien la de los anilleros (2), objeto de violentas imputaciones para los partidos extremos de uno y otro bando. Oigámosle:

«El intento de esta sociedad fue contener los progresos

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(1) Se aprehendieron en el año 1823 muchos cajones de papeles descubiertos por Riego en su prision : en Baviera, luego que se cogieron los iluminados, se dieron al público para desengaño y preservativo de todos; lo mismo hemos visto practicado en los procesos de Milan; nosotros somos más reservados. ¿Por que en España no se hizo lo mismo por los realistas de 1823, en vez de fingir papeles necios diciendo vulgaridades y tratando de remedar el lenguaje de la francmasonería?

(2) Apuntes histórico-críticos, etc., pág. 118. de la anarquía (1), reuniéndose hombres respetables, aun para los partidos mismos, con el objeto de combatirlos todos, sostener el gobierno y la dignidad de la monarquía. Algunos de los que concibieron el proyecto habian abandonado las lógias apenas las vieron convertidas en teatros de intrigas y de intereses privados; y fijos en el principio de que las sociedades secretas podían reducirse, anularse o neutralizarse por otras mejor establecidas, conservaron todavía la idea de que se exigiesen formalidades para el ingreso, en la que intentaban establecer, que usasen de un anillo sus individuos, y, en fin, que conservase cierto carácter de sociedad secreta; mas no prevaleció el proyecto, determinándose que no tuviese nada de secreta, ni se imitase á éstas en signos , formalidades, ni otra cosa alguna, ántes bien, dando conocimiento á la autoridad civil, tomar el carácter de literaria, sin abandonar por eso el carácter primario, que produjo la idea de su reunion.

»Bien pronto principió esta sociedad á ser el blanco de los anarquistas: para ridiculizarla inventaron la denominacion de anilleros, con que designaron á sus individuos; pero, más ridículo que el que le procuraban los anarquistas, se procuraban ellos mismos por su propia nulidad, debida á la debilidad de algunos individuos, o acaso á la no muy buena fé de otros (2).

»Inutiles fueron los esfuerzos de la mayor parte de sus individuos: existian, es verdad, en la sociedad misma enemigos abiertos del desórden y jacobinismo; pero sus buenos deseos se estrellaban contra la inercia de los demás, que por error ó temor transigian cuando menos con las malas doctrinas. Así fué que no se realizó el proyecto de publicar un periódico que las combatiese, ni el público vio apenas otros trabajos que dos bellos discursos del príncipe de, Anglona, su presidente, que hacen honor á sus opiniones y entereza.

»Esta nulidad dió nuevas armas á sus rivales las sociedades secretas, y El. Zurriago, La Tercerola, El Espectador y El Eco de Padilla, periódicos que las servian de órgano, y que entonces alimentaban la atencion pública, con mengua de la sensatez española, la atacaron cruelmente, concluyendo á poco con ella las esperanzas que produjo en los amantes de la monarquía su establecimiento.

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(1) A más de una persona fidedigna, y muy honrada, que figuró en aquellos tiempos, he oído hablar de este modo acerca del objeto primordial de la institucion de los anilleros, defendiéndolos en tal concepto. Uno de estos defensores vive todavía, y es excelente católico. Creo conveniente advertir esto, pues a ningún católico he oído defender ni vindicar á francmasones y comuneros.

(2) Sucedió en esto á los anilleros lo que á los jovellanistas en 1836, los cuales, aunque no llegaron a nacer, y quizá no existieron sino en la mente de unos pocos moderados, fueron objeto de violentas acusaciones é imputaciones de parte de todos los exaltados. »Abatidos quedaron los amantes del orden al ver desaparecer las esperanzas de contrarestar la anarquía con que les había lisonjeado momentáneamente la aparicion de la Sociedad constitucional, mirada por un tiempo como un punto de reunion de los constitucionales amantes de su patria; bien pronto como inútil, ya por su inercia, ya por ver en ella ciertos hombres cuyas opiniones estaban en el fondo lejos de un medio justo y de las que profesaban la mayor parte de los individuos de la Sociedad constitucional , nada hizo sino sentir en silencio la triste suerte del Estado, pues los ministros, fatigados y comprometida su delicadeza, se decidieron á abandonar sus puestos despues de las célebres sesiones de 9, 10, 11 y 13 de Diciembre.»

La narracion del señor marqués parece la más exacta de cuantas se han hecho acerca de ella, á pesar del carácter de dulzura y de justo medio con que está aderezada, ó, al mo- derno decir, confeccionada.

En el mismo sentido se expresa el autor anónimo de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII (tomo II, pág. 280), el cual añade que fueron fundadores de ella Martinez de la Rosa, el conde de Toreno, el duque de Frias y Calatrava (1), y que se titulaba Sociedad de los amigos de la Constitucion, siendo presidente el príncipe de Anglona.

No pasan por esta descripcion los partidos extremos, los cuales hablan de los anilleros como de una sociedad secreta de gran importancia. El artículo antes citado del tomo xxv de la Biblioteca de Religion, á la pág. 69, la describe así:

«Las dos sociedades rivales continuaban combatiendo sobre las ruinas del imperio español, cuando algunos hombres, acaso ménos ambiciosos, reflexionando sobre los males que inevitablemente iban á seguirse, y que necesariamente debían arrastrarlos tambien á ellos en la ruina de su pátria, idearon oponer un dique á tantas desolaciones, y se reunieron para formar un partido en sentido contrario. Esta nueva asociacion recibió el nombre, ó más bien el sobrenombre de Anilleros. Se vieron correr á ella multitud de masones y de comuneros, que, no esperando progresar, ni áun subsistir, segun el método adoptado en sus clubs respectivos, los abandonaron en parte para refugiarse en esta nueva sociedad, que miraban como una tabla que podia salvarlos del naufragio. Su objeto era reformar la Constitucion; convencidos de que estaba llena de vicios esenciales y de que era enteramente democrática; pero desengañados muy tarde, su proyecto fue vano, porque el edificio no podia

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(1) ¡Calatrava tambien anillero! Tu quoque, fili mi! Poco antes le llama el anónimo (pág. 270) «especie de Prometeo politico (Poteo, querria decir), sin opinión fija.» restablecerse si no se sustituian bases sólidas á las falsas sobre que estaba apoyado, y no había para esto otro medio que el de derribarlo. Pero el odio de los partidos había llegado á su colmo: nadie quería ceder un dedo del terreno que creia haber ganado, y los anilleros, en su inútil proyecto, vinieron a ser la befa de los comuneros y de los masones, que los llenaron de injurias en sus periódicos, hasta la época fatal del 7 de Julio de 1822, en que los primeros se vieron obligados á abandonar el campo. »Entónces se les atribuyeron á los anilleros los proyectos de la Guardia Real y los movimientos de las provincias: se les proclamó enemigos de las libertades públicas, y bajo de todos respectos se les hizo el objeto de la indignacion general. Los nuevos proscriptos, viéndose obligados á dispersarse y á huir para evitar la persecucion, por la mayor parte se refugiaron cobardemente en las filas de sus contrarios, y se hicieron masones ó comuneros »

Pero si esta relacion es apasionada algun tanto y da carácter de importancia y de secreto á una sociedad que ni fue importante ni secreta, ¿qué diremos de la disparatada descripcion que hace de los anilleros el Sr. Riera y Comas (1)¿ Calcada su narracion sobre las relaciones apasionadas de los zurriaguistas y tragaleros, da asenso a cuantas exageraciones escribieron estos intencionalmente y con su habitual mala fé contra los ministros moderados, cayendo en las redes de aquellos furiosos y calumniadores, y faltando así á la verdad histórica, que no permite hacer a nadie más malo de lo que es realmente.

Todos los, revolucionarios fieros tienen la costumbre de acusar á sus enemigos de conspiradores siempre que conspiran ellos; y esto es tan vulgar y sabido, que hoy dia no lo ignora un aprendiz de periodista y de conspirador (2). Los comuneros, que guardaban poco secreto y vivian en continua riña, aprovecharon la ocasion de la tentativa anillera para poner el grito en el cielo y acusar de conspiracion y de carácter sectario y tenebroso todo cuanto hacían los otros liberales que intentaban reprimir sus desmanes.

Lo que inventaron los comuneros respecto á sociedades secretas realistas, Angeles exterminadores, Fray Puñal, Junteros Apostólicos, Ancoristas y otros vários hypogryfos fantaseados por sus imaginaciones calenturientas y aviesas, debió hacer más cauto al autor de aquella novela con pretensiones de historia; y siquiera utilizase los papeles

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(1) Misterios de las sectas secretas, tomo III pág. 287 y siguientes de la primera edicion, y pág. 489 del tomo I de la edicion segunda.

(2) La consigna de los carbonarios y jefes de apaleadores en 1834 y 54, y en otras ocasiones de más o menos Porra, era ésta: Garrotazo limpio, y gritar que nos pegan. de los comuneros (o quizá carbonarios) que poseia, no fiar demasiado en ellos, ni atribuir á un Jesuita, personaje casi principal de la novela, una relacion tan furiosa y falsa contra los defensores del órden público, llegando casi á defender á Riego por insultar al valeroso San Martin.

Hechas estas advertencias, oigamos ahora la narracion descriptiva de los anilleros que el Sr. Riera y Comas pone en boca del P. Vincencio, jefe principal que se supone de la sociedad secreta realista titulada la Contramina, el cual, enseñando historia á su discípulo y protegido, le dice así:

«Acosado Argüelles por todos lados y estrechado por las exigencias de sus compromisos, fue depuesto, entrando á sucederle el ministerio Feliu, compuesto del citado Feliu, Sanchez Salvador, Cano Manuel, Pelegrin, Vallejo, Escudero y Bardají. Este ministerio subió al poder por la intriga de una nueva sociedad secreta que se habia formado con el título de Sociedad del Anillo, ó de los Anilleros. Algunos creen (y yo lo habia creido tambien) que esta sociedad se había formado en contra de masones y comuneros con el objeto de reformar la Constitucion y poner coto á los desmanes que estuvieran cometiendo las dos sociedades citadas; pero en realidad sólo fueron unos truhanes de nueva ley, que sólo querian para ellos lo que había sido para los demás. Todas las prisiones y actos de represion que ejecutaron contra los masones y comuneros fueron más bien para lograr más pronto la realizacion de sus proyectos, que para suavizar las demasías de sus contrarios. Las obras lo prueban así. Entre tanto los principales corifeos de los anilleros se habían mostrado muy amigos de los masones, halagando á Argüelles y los demás ministros con el sólo objeto de ocupar las poltronas ministeriales cuando éstos se viesen en la precision de dejarlas. Sucedió así efectivamente. Acosado Argüelles por las circunstancias, se vió precisado á dejar él ministerio, y creyendo que nadie era tan digno de sucederle como Feliu y comparsa, dejóles el mando.

»Bien pronto se dejó conocer la tendencia del ministerio anillero .

»Lo primero que hizo el Sr. Feliu, presidente del ministerio, fue publicar algunos artículos en la Gaceta probando que los oradores en la Fontana de Oro sostenian falsas y perniciosas doctrinas sobre política.

»Por descontado que Feliu no consiguió su objeto por medio de la Gaceta; y entonces, corno que ya era ministro, pudo acudir á otro medio muy corriente, que era el de la fuerza. Para ello depuso al general Copons (1) de la jefatu-

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(1) Copons estaba comprometido en la conspiracion republicana. ra política de Madrid, y puso en ella á D. José Martinez de San Martin (alias Tintin de Navarra), dándole á entender que sería inmediatamente depuesto si no destruia todas las tribunas populares de Madrid. El Tintin, por no perder la preciosa y corroborante prebenda que le halda tocado en suerte, acudió magníficamente á la fuerza bruta (1), destruyendo como un héroe las tribunas populares, poniendo en prision á D. Juan Antonio Jipini, de la Fontana de Oro, con otros dos oradores que pudo haber, y cometiendo liberalmente un sin número de liberalísimas hazañas. Los anilleros, ántes de llegar al poder habíanse convenido en no permitir que ningun cargo público, y particularmente los más distinguidos, recayese en persona que no fuese de su sociedad. Tal propósito lo cumplieron religiosamente

»Las Córtes estaban disueltas, y cuando llegó el caso de reunirlas de nuevo, el ministerio envió notas reservadas á todos los jefes políticos, encargándoles, so pena de..., que influyesen de tal manera en las elecciones, que triunfasen en ellas los partidarios del gobierno; y pues gran parte de las Córtes fué anillera, cumplieron los jefes políticos violentamente su obligacion.

»Entre tanto, los masones, al verse tan horriblemente engañados, hicieron en cierto modo las paces con los comuneros para dedicarse contra el enemigo comun. Estos. oprimidos como estaban, se consolaban con el recuerdo de su héroe Riego, tributándole honores ó incienso en. público y en secreto, y hasta llevando en triunfo su retrato por las calles de las poblaciones. Esto no les gustaba á Feliu y comparsa, y por esta razon determinó proceder contra Riego para herir al partido en su cabeza.

»Riego habia sostenido siempre ideas republicanas, y con estas pensó acusarle el ministerio. No sé decir si el gobierno nombró por acusador de Riego al jefe político de Zaragoza; lo cierto es que este fulano, que lo era un tal Moreda, fué el que acusó a D. Rafael del Riego; el gobierno acogió muy bien la tal acusacion, ó inmediatamente el ,jefe de los comuneros fué separado de su destino de comandante general de Aragón, y enviado de cuartel á Lérida, para que allí aprendiese á padecer entre los apestados. Al ver tamaño atentado (2), la secta comunera rabiaba atrozmente, pero tuvo que callar

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(1) Un realista, y menos un Jesuita, no tienen derecho pura llamar fuerza bruta a la represion de la anarquia.

(2) Se necesita padecer mucha alucinacion para llamar atentado al acto justisimo de separar a Riego de la capitanía general de Zaragoza, que deshonraba, haciendo el payaso en el teatro, entonando el trágala coreado por todos los matones y baturros de aquel pueblo, y fomentando una conspiracion republicana indudable, y con ramificaciones en Francia.¡Y a este acto de justa represíon lo llama atentado un escritor realista! »Mientras que las sectas masónica y comunera trabajaban cada una para su santo, haciendo llegar de todas partes quejas al Rey, se preparaban para una sublevacion violenta y á mano armada. Los comuneros eran los que tenian más adelantados sus proyectos; el Gran Castellano de la secta, al saber que los combustibles estaban ya preparados en toda España, dió por fin la señal y empezó la sublevacion.

»Cádiz fue la primera en pronunciarse contra el Rey y su gobierno, y bien pronto todas las poblaciones del resto de Andalucía siguieron el movimiento. Cataluña no se hizo esperar, y se sublevó tambien casi toda; luego despues Galicia, y así fué cundiendo la sublevacion por todos los ángulos de España, de modo que el Rey y su gobierno ya no mandaban más que en Madrid. El ministerio hizo desde luégo destituciones, nombramientos nuevos, etc., etc., pero de nada sirvió; hasta las Córtes se negaron á las insinuaciones del Rey, y fue preciso entónces despachar al ministerio. Pero los ministros se habian preparado ya para su caida... Nombráronse ellos mismos sucesores, y habiendo cuidado ya de antemano que el Rey tuviese á. bien el aprobarlos, satisficieron á la nacion dejando las doradas sillas...

»Estos nuevos cofrades fueron el gran Martinez de la Rosa, presidente, y le acompañaban los Sres. Moscoso de Altamira, Sierra Pambley, Balanzat y Garelly. Todos eran tambien anilleros, de modo que cuando el pueblo pensó que el ministerio caía, se halló que no hacía más que mudarse de vestido.

»La contraseña de los nuevos ministros fué tambien la misma que la de los pasados, á saber, plan de cámaras y veto absoluto; pero como no tenian mayoría en las Córtes, porque nunca los anilleros la tuvieron, no pudieron conseguir su objeto . »Lo que más contribuyó á la caida del ministerio anterior fue la Milicia nacional voluntaria, que en su totalidad era comunera (1). El ministerio Martinez quiso cortar de raíz ese árbol de mala raza, y por esto resolvió la disolucion de la Milicia. Pero ¿cómo había de hacerse? ¿Quién arrancaba las armas de mano de los voluntarios? Para todo hubo remedio. Pretextó el ministro que la Milicia nacional voluntaria necesitaba de prontas reformas para su competente organizacion , y con esto indicó que sería del caso desarmarla momentáneamente, para volverla despues á poner en el pié de organizacion que se adoptase ; pero esto de nada sirvió, porque los milicianos, avisados por los comu-

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(1) Había de todo. Ranedo, uno de los nacionales qne murieron en la noche del 7 de Julio, había sido carcelero del Santo Oficio y asistió á dar tormento á Van-Halen, como veremos luego. neros, no se dejaron seducir. Algunos de los patriotas más exaltados fueron reducidos á prision , entre ellos Nuñez Macron, Morales, Mejía, Bessieres, etc.; y esto no sólo se hacía en Madrid, sino en las provincias, en las cuales los bajás obraban siempre á satisfaccion del sultánico ministerio Martínez de la Rosa.»

El autor sigue atribuyendo á los anilleros el pronunciamiento de la Guardia Real el dia 7 de Julio, callando la parte que en él tomaron los realistas, que por cierto lo hicieron muy mal. De callar el apócrifo P. Vincencio (1) las maniobras de la camarilla y de los realistas en aquella conspiracion , tenía que caer en el extremo de ponerse del lado de los comuneros y tragalistas, y prohijar sus declamaciones, faltando á la verdad histórica. Así es que, despues de poner casi en ridículo la batalla de las Platerías (2), en que San Martin se portó con gran valor y energía, calla el horrible motin del dia 4 de Febrero de 1822, dirigido, costeado y pagado por los comuneros para asesinar á Toreno y a Martinez de la Rosa.

El gobierno acababa de presentar tres proyectos de ley sobre imprenta, peticiones y sociedades patrióticas. En esta última se quería cohibir, no solamente á los charlatanes de café, sino aun más á los sectarios de las sociedades secretas. En mal hora Calatrava, ántes anillero, y á la sazon casi comunero, alzó la voz contra aquellas leyes, alegando que podia abusar de ellas el tirano, temiendo ménos la anarquía y el libertinaje presente y cierto, que una tiranía futura y poco probable. Defendiéronlas con gran brío Martínez de la Rosa y Toreno, los cuales, á la salida de las Córtes, fueron insultados al grito de ¡Viva Riego!

El dia 4 de Febrero, dice el autor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII (3), «hombres vendidos al oro de las sociedades secretas llenaron de improperios á vários representantes, que milagrosamente escaparon de los puñales de los asesinos (4). Enfurecidos los sediciosos


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(1) El papel del P. Vincencio en esa novela comprometeria á los Padres de la Compañia de Jesus en España si una novela pudiera pasar de ser novela. Un Jesuita que dirige una sociedad secreta, aunque sea con buen fin, compromete a su instituto, mucho más cuando él dice á su discipulo que los Jesuitas no se metian en politica. ¡Estrafalaria contradicion!

(2) Titulo grotesco que se dió á la batida de los alborotadores que paseaban el retrato de Riego, y á quienes San Martin corrío en aquella calle, no sin romper el baston en las costillas de uno, que le preguntó con qué autoridad mandaba disolver aquellos grupos. ¡Ojalá hubiese estado tan enérgico en la tarde del degüello de los frailes, en la cual no estuvo á la altura de su reputacion antirevolucionaria, como veremos luego!

(3) Tomo III, pág. 284.

(4) El milagro lo hicieron los buenos puños de un coronel que se puso al lado de Toreno al salir este de las Córtes, y de dos bofetones y un puntapié tendió á los dos primeros pillos que se acercaron á él. Tampoco Toreno estuvo parado. El conjuro fue tan eficaz, que los demás de la cuerda corrieron como gamos. Lo sé por un testigo de vista, sujeto muy veraz,

TOMO 1. con la fuga de las víctimas, precipitáronse contra la casa de Toreno, donde vivia la esposa de Porlier, y sin respetar á la afligida señora, hirieron á. los criados del conde y compraron cuerdas en una tienda inmediata para ahorcar á Toreno, si lograban encontrarle.»

Entre los vários motines dirigidos y pagados por los comuneros con gran villanía, fué tino de los más indecentes.


§ XLI.


Los carbonarios en España – Los europeos y otros farsantes Italianos.


Las noticias que tenemos acerca de estos señores primos (1) relativamente á nuestra pátria son escasas, y todas ellas se reducen á lo dicho en el artículo de la Biblioteca de Religion, ya varias veces citado. A este artículo, que quizá es lo único escrito sobre la Carbonería en España, se deben cuantas especies se han publicado, inclusas las que dan los francmasones mismos, que las reproducen sin decir de dónde las toman. En tal supuesto, cumple al propósito de esta historia copiar aquí esa parte del artículo, tan curiosa como importante:

«La Carbonería, proscrita en su país natal, vino tambien á pagar su tributo al genio de la revolucion española. Apenas esta secta era conocida en España antes de la llegada de los italianos y emigrados piamonteses; pero éstos trataron muy luego de establecerla en Barcelona y en otros muchos puntos de Cataluña, á donde habían llegado. Los primeros apóstoles de esta secta fueron los nombrados Pachiaroti y D'Atellis: algunos otros procuraron extenderla en Valencia y en Málaga, y aun ensayaron fundarla en Madrid, en lo que principalmente trabajó un tal Pecchio.

»Los masones y los comuneros desconfiaron bien pronto de los carbonarios, y los trataron con poca consideracion; se negaron á prestarles apoyo, y así, hicieron pocos progresos. Sin embargo, los jefes de la nueva secta no confirieron los grados superiores sino á un corto número de neófitos, y

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(1) Sobre la Carbonería, su origen en Italia, relaciones con la francmasonería, conatos de la supuesta regeneracion europea, etc., véase el abate Gyr, páginas 346 y siguientes de la traduccion española. Como aqui no se trata de esta y de las demás sociedades secretas sino en lo concerniente á España, nos referimos en lo demás á la obra citada.

Los carbonarios no se llaman hermanos como los masones, sino primos, y les cuadra, por lo que empriman á los que cogen por su cuenta. los otros trabajaron únicamente en los primeros y segundos grados. Pero habiendo ocasionado las elecciones de 1823 en diferentes provincias, especialmente en Cataluña, una contienda muy seria entre masones y comuneros, los primeros invocaron el auxilio de los carbonarios, que los sirvieron efectivamente. En reconocimiento de este servicio, los carbonarios fueron admitidos en un número igual á las otras sociedades para la formacion de una Junta mixta, que debía tratar de los asuntos más graves y del mayor interés. Esta Junta tenía privilegios inmensos: ella elegia por sí los jueces; presentaba los candidatos para las comisiones de vigilancia y para la formacion del consejo de guerra, los jefes políticos, comandantes militares, etc., etc.

»Entónces, y únicamente entónces, fue cuando los carbonarios fueron iniciados en los negocios políticos; pero bien pronto se hicieron nuevos tratados y acomodamientos entre los masones y comuneros, y éstos últimos, que no habian olvidado ni su derrota ni los que la habian causado, exigieron la destruccion de los carbonarios. Los masones consintieron en ella, sacrificaron á sus propios auxiliares, y para destruirlos se valieron del socorro de los europeos, de quienes debemos dar ahora idea.

»Además de las sociedades puramente españolas, ó bien sea naturalizadas, de que hemos hecho ya mencion, la Península, que habia venido á ser el refugio de los revolucionarios de todos los países, vio reproducirse en su seno otras asociaciones exóticas, enteramente compuestas de extranjeros, de las que se servian los gobernantes para obtener el fin que se habían propuesto. En la primera clase de estas asociaciones es necesario colocar la pretendida Sociedad Europea, ó más bien la Sociedad de la regeneracion de la Europa.

»El general Pepe, huyendo de Nápoles, llegó á Barcelona, y presentó inmediatamente al Grande Oriente liberal un plan para regenerar la Europa. La discusión de este proyecto ocupó muchas sesiones. El Grande Oriente parecía aprobar sus bases; pero habiendo echado en cara al general algunos diarios que habia abandonado cobardemente la posicion de Antrodoco y aceptado algunas gracias del Príncipe Regente, el Grande Oriente temió comprometerse, y abandonó á Pepé y á su proyecto. Este, desesperando de obtener en España lo que deseaba, trató de tentar fortuna en otra parte, y, partió á Lisboa y á Lóndres con la esperanza de ser allí mejor acogido. Mas aunque abandonó su primer asilo, Pepe dejó no obstante en él compañeros de su fortuna y principios con la mision especial de propagar sus ideas y de establecer en España la Sociedad Europea. Los afiliados en esta última secta tenian una especie de afeccion para con los comuneros, por el hecho sólo de que Pepé y sus partidarios habian sido desechados por los masones; lo que les bastó para obtener en Cataluña la proteccion de los primeros, y para que D. M. y M. G. (¿Diego Mejía, y Gutierrez?), jefes principales de los comuneros, fuesen sus apologistas.

»Bajo sus auspicios echaron los europeos en Barcelona los fundamentos de su existencia, y su sociedad llegó á ser muy numerosa, reforzándose con todos los italianos refugiados que habían abandonado el carbonarismo. Su jefe manifiesto era el abogado piamontés Prina, á quien se reunieron todos los generales de la misma nacion. Pero los. europeos fueron siempre desde el principio como tropas mercenarias, que marchaban en pos de las dos sociedades dominantes, segun el grado de favor de que gozaban con cada una de ellas.

»Cuando todas las sectas se reunieron para destruir á los carbonarios , se confió esta comision delicada á los italianos, que la desempeñaron con toda su sagacidad característica. Empezaron corrompiendo con dinero á los jefes que gozaban más influencia entre ellos (los carbonarios), excitaron despues la discordia entre los otros miembros, é hicieron tanto, que la secta fue disuelta; de suerte que sus miembros fueron á reforzar las filas de las otras sociedades.

»La asociacion europea trabajaba aún en el mes de Agosto de 1823, y en la misma época se sabe que habia tambien en Barcelona otro club italiano dirigido por el ex-mayor napolitano Horacio D'Atellis. Este, habituado á la intriga, astuto y sagaz en extremo, escritor por otra parte elocuente, era á la verdad más temible que todos los europeos juntos. Enemigo declarado desde los principios del general Pepé, lo ridiculizó en mil folletos, y lo desacreditó enteramente publicando el Ottimestre, ó historia de la revolucion de Nápoles, obra infame y llena de veneno republicano. D'Atellis, á la cabeza de su lógia, se puso en comunicacion con. las sociedades de Génova, de Ginebra, de Londres y de Edimburgo, y esta lógia hubiera llegado á ser la más peligrosa de todas las de España si hubiese podido lograr el ser reconocida por el Grande Oriente, Viendo D'Atellis inútiles todos sus esfuerzos, cargado de deudas y. de delitos, se hizo el agente de la masonería y del carbonarismo, y últimamente fue arrojado de Barcelona por comun consentimiento de las dos sectas.

»La Asociacion francesa se formó en Madrid bajo los. auspicios del Grande Oriente español. No se saben los nombres de todos sus miembros; se veian, sí, inscritas todas las personas quo habian perdido el honor, el crédito y la fortuna, ó que, hallándose perseguidas y amenazadas por la espada de la ley en su país, le habían abandonado y refugiándose en España para hacer desde ella una guerra cruel a su pátria. El ministerio constitucional español se servía de ellos para prevenir los ataques de los que los amenazaban.

»Entre estos conspiradores se hallaba un tal Ch..., que hizo imprimir en los periódicos liberales de entónces las calumnias más atroces contra la augusta familia de los Borbones de Francia. El grotesco destacamento que se presentó en el Bidasoa tan luego como se supo que el ejército aliado iba á entrar en la Península, se componia en gran parte de indivíduos de esta asociacion. Pero hacía ya mucho tiempo que el club central de estos traidores se hallaba en Bilbao, protegido por la autoridad superior constitucional, quien habia recibido la órden de facilitarle y procurarle la mayor extension.

»La asociacion, dirigida por un ex-coronel, conocido con el nombre supuesto de Legrás, tenía numerosas relaciones en Francia, de donde sacaba sumas considerables, y de donde hizo venir uniformes para un escuadron de cazadores. Se cree que esta asociacion se entendia directamente con un comisario regulador en París, y que mantenia relaciones marítimas en las costas de Normandía. Tenía tambien en Barcelona un agente, nombrado M. R., ex-oficial de Marina. Este último estaba reputado allí como un empleado de la policía francesa, pero se le dió bien pronto toda confianza, porque el Grande Oriente liberal habia ordenado que sr le ayudase en todas sus operaciones.

»El patriarca de la francmasonería, uno de los primeros revolucionarios españoles, se lisonjeaba de obtener el triunfo más completo para la causa de los conspiradores, por la facilidad que tenían de arrojar la tea de la discordia en el Mediodía de Francia, y estableció para esto clubs de correspondencia con las principales ciudades de la frontera.»

Hasta aquí el artículo de la Biblioteca de Religion, en lo que se refiere á los carbonarios y á las sociedades secretas españolas de aquel tiempo, pues con esto concluye la serie de sus importantes revelaciones.

La carbonería no fue extinguida en España completamente con la entrada de los cien mil hijos de San Luis, pues se sostuvo en Cataluña al amparo de la guarnicion francesa. Las conspiraciones descubiertas allí por el conde de España en 1827 y siguientes eran obra, más que de los masones, de los carbonarios, quienes tuvieron tambien la mayor parte en el degüello de los religiosos, quema de los conventos y represalias horribles contra los presos de la ciudadela. Los francmasones, como más ilustrados y humanitarios, dejan siempre estas atrocidades repugnantes á cargo de los carbonarios, ó cuando más les pagan y excitan para que las hagan, pues su ilustracion y filantropía les impiden tomar parte demasiado activa en actos tan brutales, que á veces no son, segun ellos, más que desahogos del pueblo oprimido.

§ XLII.

Pérdida de América: influencia de las sociedades secretas en ella.


Queda ya consignada la parte maléfica que la francmasonería americana y sus diputados tuvieron en la sublevacion de Riego, y en las de casi todas nuestras colonias. Veamos la que tuvieron en la completa pérdida de éstas.

Cual si no fuera suficiente la accion funesta de las sociedades secretas liberales, antojósele tambien á Fernando VII y sus parciales meterse allí á conspiradores. Para salvarse de Napoleón, habia proyectado Cárlos IV retirarse á Méjico: Fernando VII trató de hacer lo mismo en 1820 para librarse de los liberales. Al efecto escribió al virey Apodaca, y éste preparó la farsa oficial de la sublevacion de Itúrbide, quo costó tan cara.

Era Itúrbide realista, pero estaba encausado por robos y excesos que había cometido en el Bajío. Encargósele la conducción y custodia de 800.000 duros del comercio de Filipinas, como un medio de proporcionarle recursos para pronunciarse contra la Constitucion. Itúrbide, poco despues de haber salido de Méjico, en vez de dar el grito de ¡Muera la Constitucion! principió á gritar ¡Viva la independencia!

Para reemplazar al virey Apodaca consiguieron aquí los diputados americanos que se enviase al hermano O'Donojú, á quien hemos visto ya perseguido y encausado como franc-mason. El diputado americano D. Miguel Ramos Arispe, conocido como tal, se alababa poco tiempo después de haber obtenido este nombramiento de sus hermanos los doceañistas (1). El objeto y los medios fáciles son de conocer.

Llegado O'Donojú á Méjico, investido con los empleos y funciones de capitán general, gobernador y jefe político, consumó en breves dias la obra de Iturrigaray y Riego. Así que aportó á Veracruz se puso á merced de los insurgentes, mandó abrir las puertas de la ciudad, y dió una procla-

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(1) Idea de su conducta politica. Publicola el mismo Arispe en un folleto con fecha 18 de Marzo de 1822. Este Sr. Arispe, en premio de este soborno y otros servicios por el estilo, llegó á ser ministro en Méjico. ma, «cuyo contenido indicaba claramente la disposicion y ánimo de este general para cometer la más alta traicion y perfidia, que no tardó mucho en consumar (1).» En efecto: hizo con Itúrbide un convenio disparatado, echó de Méjico los batallones europeos, disolvió las milicias leales que aún habia, y no se avergonzó de ocupar el segundo lugar en la Junta soberana, establecida en Tacubaya.

Presas dice casi por lo claro que le valió dinero (2): «Por las consecuencias que despues se vieron debe inferirse que para ejecutar todo esto se le habían hecho algunas ofertas de conveniencia é interés particular, que quizá traería ya estipuladas con los diputados americanos en las Córtes de Madrid.» El Sr. Arrangoiz, en su Historia de Méjico, le acusa tambien, como veremos luego. Resulta, pues, que los diputados americanos, conocidos casi todos ellos como francmasones, sobornaban á los empleados liberales, correligionarios suyos, antes que salieran de España (3).

Reunidas las tropas leales por D. José de la Cruz, en escaso número, fueron sitiadas y obligadas á capitular por el traidor D. Pedro Celestino Negrete, que había sido de la real marina española (4), y se pasó á Itúrbide.

Para completar este cuadro, no falta ya más que nombrar á los célebres ayacuchos (5), que en la América meridional dejaron un recuerdo tan glorioso y tan grato para España. Estaban aquellos oficiales advenedizos é inexpertos llenos de orgullo y fatuidad. «Pasaron estos pretendidos reformadores los mares, y deseando llegar antes y con ántes al fin de su ilustre carrera, cuando aún por sus pocos años é inexperiencia no se hallaban con la aptitud necesaria, se complotaron, y usurpando la mas alta prerogativa del soberano, depusieron y arrojaron de su preeminente puesto al virey de Lima. D. Joaquín de la Pezuela, colocando en su lugar, en 29 de Enero de 1821, al teniente general don José de Laserna (6).»

Este tuvo habilidad para disgustar á los americanos leales, deshizo torpemente algunos regimientos que se habían


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(1) Presas: Juicio imparcial. pág. 96.

¡Lástima que no hicieran con el los españoles mejicanos lo que los cubanos con Dulce, aun más francmason que O`Donojú!! Luego veremos, con el testimonio del Sr. Arrangoiz, lo que hizo O`Donojú en obsequio de la masoneria.

(2) Presas: Juicio imparcial, pág. 98.

(3) Era precisamente aquello lo mismo que lo que ahora sucede con respecto a Cuba, sobre lo cual no se debe decir todavia lo que ya sabemos todos. A su tiempo se dirá.

(4) Siendo marino y traidor es casi seguro que era mason: si no hubiera sido mason no fuera traidor.

(5) Véanse los periódicos políticos del año 1843 y las revistas, llenos todos de oprobios contra los llamadas ayacuchos.

(6) Presas: Juicio imparcial, pág. 72. batido heróicamente, entre ellos el primero del Cuzco, y poco despues fueron derrotados aquellos sabios militares en Ayacucho, dejando una reputacion equívoca en materia de fidelidad y desinterés.

El conde de España, en una carta reservada dirigida á Calomarde, le decía que era preciso desconfiar de los militares recien venidos de América, los cuales habían traido de allí mucho dinero, pero muy poco honor (1).

Espartero y Maroto eran del número de aquellos oficiales.

Cuando en 1843 se sublevó el país casi en masa contra la regencia infausta que lo abrumaba, designóse con el nombre de ayacuchos , no solamente á los jefes militares vencidos en Ayacucho, que casi todos pertenecian al partido progresista y apoyaban á Espartero, sino tambien á todos los partidarios de éste, aunque no fuesen militares ni hubiesen estado en América. Los periódicos se desataron en invectivas contra ellos, y la calificación de ayacucho quedó por tan antipática y odiosa, que los mismos que no podian negar haber estado en aquella accion, no podian soportar semejante mote, el más infamante que jamás hubo en España.

Nadie ha querido hacer gala de ese sambenito.


§ XLIII.


Algo más sobre la francmasonería en América, segun los americanos de buena fé (2).


Sucede con la historia de la francmasonería americana como con la de España: apenas hay dato ninguno seguro acerca de ella mientras existió la Inquisicion; no porque no la hubiese, sino porque los masones escribian póco, por temor de ser sorprendidos por ella.

Las noticias seguras que puede darse acerca de ella están tomadas de dos escritores católicos y muy respetables: el Sr. Arrangoiz, de Méjico, y D. José Manuel Groot, de Nueva-Granada. Uno y otro atribuyen á la masonería la insurrección en su mayor parte.

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(1) Por no interrumpir el órden cronológico de los sucesos, se deja para los apéndices la inserción de esta interesante carta inédita.

(2) Este párrafo es nuevo, pues las obras citadas en él son posteriores a la época en que se imprimió la primera edición. Dice así el primero respecto de la de Nueva-España (1): «Hasta la ida de las tropas expedicionarias esta sociedad contaba con pocos indivíduos, que vivian aisladamente y ocultos por temor de la Inquisicion, habiendo sido el primero en reunirlos y darles forma de cuerpo el oidor de Méjico, D. Felipe Martinez de Aragon, español.

»Los principales eran el Sr. D. Fausto Elhuyar, español, suegro de Martínez, que era el decano en el país, habiendo sido recibido en Alemania desde que fué pensionado por el gobierno español á hacer sus estudios. ¡Dos frailes franciscanos! y algunos más, todos españoles, pues los mejicanos no empezaron á. entrar hasta algun tiempo después. La llegada de las tropas expedicionarias dió nueva importancia á la asociacion, por pertenecer á ella los jefes y casi toda la oficialidad, así como todos los oficiales de marina (2).

»La primera lógia que se estableció en Méjico, en 1817 á 1818, no sé por qué casualidad fué en la casa de los capellanes del convento antiguo de religiosas de Santa Teresa (que no habitaban ellos), en la calle de este nombre, de donde pasó al núm. 20 de la calle del Coliseo Viejo, y se titulaba la Arquitectura moral. Despues el número fué creciendo, entrelazándose de tal manera las personas, que sucedió el que, de dos hermanos, el uno fuera secretario de la Inquisicion, y el otro estuviese alistado en la masonería, siendo empleado ea la secretaría del virey.»

¡Si estaria bien servida la masonería con este hermano .•. metido en la secretaría del virey, y con afinidades íntimas en la de la Inquisición.

Mas pocas líneas antes, y al principiar el tomo II, supone la existencia de lógia en Veracruz con fecha anterior: «Los comerciantes de Veracruz eran muy liberales, con rarísimas excepciones... Instrumentos ciegos de los independientes, aquellos hombres, por medio de la lógia en que estaba afiliada la mayoría, lo fueron por completo en aquella época.»

Por manejos de ésta se sublevó la guarnicion en 1820 y obligó á jurar la Constitucion al mariscal de campo D. José Dávila. «Apenas habia jurado éste la Constitucion, dirigién dose á un navarro francmason, hombre honrado, pero muy tonto, que habia hecho gran papel en el motin, le dijo:— Señor D. N., me han obligado Vds. á jurar la Constitución; pero hoy han hecho Vds. La independencia de este país.»

En efecto : así fué, y el pobre navarro lo contaba en la

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(1) Méjico desde 1808 d 1867, por D. Franciscode Paula Arrangoiz, tomo II pág. 5.

(2) ¡Todos! Ya puede ver mi contrincante el Sr. D. Cesáreo Fernandez, quo no soy yo solo quien lo dice, y que, ántes bien, es opinion general. Habana el año de 1831, ya tarde arrepentido. Pero ¡ay! ¡Cuántos comerciantes y españoles hay en la Habana que han hecho allí lo que el tonto navarro en Veracruz, y tambien lo lloran, aunque ya tarde !

Respecto al aumento de la francniasonería en Méjico por O'Donojú y los liberales españoles, añade el mismo (tomo II, pág. 98): «La ida de O'Donojú á Méjico había dado grande impulso a la francmasonería: las personas que habían ido con él desde España se incorporaron á las lógias existentes, y formaron otras nuevas, todas bajo el rito escocés. De estas últimas fue la de El Sol, de que dependia el periódico á que se dió el mismo nombre, redactado por D. Manuel Codorniu, médico, que fué con O'Donojú. Su objeto era sostener el plan de Iguala, propagando los principios liberales establecidos en España, excluyendo al clero de toda intervencion en la instruccion de la juventud. que es la base de la guerra al Catolicismo y fomentar las escuelas lancasterianas. Se estableció tambien una de éstas en Méjico, llamada de El Sol, en el convento en que los belemitas habian tenido su escuela pública.»

No son ménos curiosas las noticias del Sr. Groot sobre la introduccion de la masonería en Nueva Granada. El autor hace datar las lógias del año 1820, pero reconociendo que ya existian antes de la venida de los expedicionarios, aunque de una manera silenciosa y vergonzante (tomo III, página 99). La gran propaganda, y con carácter oficial, principió en 1820, y bajo la proteccion del gobierno y del general Santander. En la Gaceta del dia 2 de Enero se leía: «Aviso al público.—Una sociedad amante de la ilustracion, protegida por el señor general Santander, ofrece al público dar lecciones para aprender á traducir y hablar los idiomas francés é inglés. El. Sr. Francisco Urquinaona y el teniente coronel Benjamin Enriques (1) serán los preceptores. Los lunes y juéves de cada semana, de las seis á las ocho de la noche, darán lecciones en la casa en que habitaba el señor Lastra.»

La tal escuela, como otras por el estilo, no era más que un pretexto para encubrir las reuniones masónicas y catequizar á los jovenes incautos. La puerta del templo estaba cerrada durante las lecciones. Terminadas éstas, y despedidos los profanos, se abria aquella y se constituía la lógia (tomo III, pág. 58).

A pesar de las anecdotillas masónicas acerca de la fraternidad y de los socorros mutuos, los masones americanos y el francmason Santander fusilaban muy santamente á los

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(1) Por supuesto que el Sr. Benjamin era judio. El otro, D. Paco, era tío del Sr. Groot. masones españoles que caian en sus manos, sin que les valiera el signo dee hijos de la viuda. Habiendo caido prisioneros treinta y ocho españoles en el ataque de Boyacá, fueron conducidos á Santa Fé de Bogotá, donde mandó aquél fusilarlos en el paraje donde los españoles habian ajusticiado á varios insurgentes. Barreiro, Plá y algunos otros de aquellos españoles eran masones, como otros muchos oficiales de los que iban con Morillo. Creyeron que esto bastaría para salvarles, y Barreiro cometió la bajeza de enviar su diploma de mason y condecoraciones de uno de los grados más altos al general Santander, suplicándole una entrevista. Santander les contestó secamente «que antes era la patria que la masonería.» ¡Muy bien dicho!

Hizo ésta por aquella tierra tantos progresos, que atrajo no pocos curas (enfermedades serian, que no curas) y tambien frailes, y no como quiera, sino frailes dominicos!«Se hizo empeño en meter frailes, y, en efecto, se consiguieron de Santo Domingo, que eran los mas despreocupados, corno se decía entónces, lo que equivalia á no tener religion.

En los banquetes, los curas y frailes eran los quemas brindaban contra los Papas, porque no hay peor cuña que la del mismo palo. Como ya había muchos, y muy poderosos, porque el vicepresidente Santander habia sido electo venerable, en lugar de París, y todo el ministerio estaba en la lógia , sin que faltaran ministros de la Córte suprema, entraron todos los jefes militares y la mayor partede los comerciantes.» (Ibidem, pág. 100.)

Más adelante Bolívar, á quien habian tratado de asesinar los benéficos hermanos en Bogotá (25 de Setiembre de 1828), dió al traste con las lógias. Para matar á Bolívar habian formado una Sociedad filológica, á fin de perfeccionar la juventud en el. estudio de las ciencias. Entraba de director de ella un fraile portugués apóstata, llamado Arganil, que habia figurado entre los sansculotes de Marsella. El libertador Bolívar, atacado en su casa por los venerables filólogos, tuvo que saltar por el balcon y estar escondido debajo de un puente durante tres horas para él mortales.

Con fecha de 8 de Noviembre mandó disolver todas las sociedades secretas de Colombia, cualquiera que fuese su denominacion. Y es lo bueno que todos los ministros menos uno (el Sr. Tanco) eran francmasones. Como en la conspiracion habian entrado algunos estudiantes y varios catedráticos partidarios del positivismo utilitario de Bentham y deTracy, se prohibió su enseñanza y se principió una reaccion en sentido católico (Ibidem página 513), cuando poco tiempo antes á los que pedian ésto se les calificaba de godos, crímen nefando por aquellas tierras.

Bolívar, desde entónces, se desentendió por completo de la francmasonería, y ésta le puso la proa y acibaró los últimos dia de su vida.

El Sr. Groot hace con este motivo juiciosas observaciones, y repito el paralelo de Larrazábal entre los generales Bolívar y Sanmartin. «Bolívar es solo: nadie manda donde él manda. Sanmartin, hijo de las lógias (1), se ve sujeto, bajo ley de muerte, á una tenebrosa subordinacion, que al fin le pierde.» De la fraseología gongorina y hojarasca poética con que luego sigue comparándolos el Sr. Larrazábal, lo único que sacamos en limpio es que la francmasoneria acabó con el uno y con el otro. A Bolívar lo mataron los francmasones á disgustos, ya que no pudieron á puñaladas. Sanmartin, no pudiendo aguantar más sus exigencias ni sobreponerse á ellas, tuvo que emigrar, ó, lo que es lo mismo, irse con la música masónica á otra parte.

Despues de muerto, la masonería dedicó al general Sanmartin una estatua ecuestre. ¡Matarlo, y despues besarlo!


§ XLIV.


Conspiraciones realistas: plan de Vinuesa : las guerrillas : regencia de Urgel:

Junta apostólica de Galicia.


Abandonado de todos, Fernando VII habia tenido que jurar la Constitucion á la fuerza. pronunciando aquellas célebres palabras: Marchemos todos, y yo el primero, por la senda de los deberes constitucionales. Ni el pensaba cumplirlo, ni los descontentos se lo hubieran consentido, ni la conducta de los liberales era tal que el Rey pudiera resignarse á estar quieto y aguantarla. Los liberales culpan al Rey y á los realistas, éstos á los liberales y á. las sociedades secretas, y yo á unos y á otros, pues todos ellos lo hicieron á cual peor, y la historia inexorable califica ya á los unos de indiscretos, y á los otros de taimados y revolvedores.

Las conspiraciones realistas en el espacio de aquellos tres años fueron innumerables en las provincias, puesto que se trataba de encender la guerra civil y destruir el ejército liberal, sublevado por las lógias, combatiéndolo mediante el paisanaje armado en guerrillas, como contra los franceses. La empresa era terrible y grandiosa: era la lucha de los campos contra las ciudades, de los paisanos contra los

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(1) Sanmartin estableció en Lima una lógia ea 1812, que se dice haber sido la primera por aquellas tierras. soldados levantiscos y sus jefes francmasones, de la Religion contra el indiferentismo y la impiedad. Por desgracia, muchos de los jefes que acaudillaban aquellas bandas de campesinos y montañeses, llenos de fé, tenian ménos fé y peor moralidad que los militares liberales. Esta cadena de conspiraciones y sus resultados no son de nuestro objeto, y mucho ménos la narracion de sus vicisitudes, victorias, correrías, desastres y varia fortuna. Pero sí conviene estudiar la série de las tramas cortesanas y las maniobras de los principales agentes realistas, que de un modo más ó ménos encubierto eran el foco de todas aquellas continuas llamaradas. Sería un absurdo suponer á las guerrillas hijas de sociedades secretas del partido realista. El ódio contra la Constitucion era general en todas las provincias del Norte, desde la desembocadura del Ebro á la del Miño, y los liberales lo hacían mayor cada día con sus demasías, y continuos insultos á la Religion y sus ministros. Pasado ese primer momento de estupor, que sobreviene siempre despues de las grandes catástrofes, los vencidos principiaron á pensar en levantarse contra los vencedores, que los llenaban de injurias y se repartían el botín. Sucede a los pueblos como á los viajeros sorprendidos por ladrones en un camino: se dejan atar mansamente, sin hacer resistencia cuando pudieran hacerla, y luego, despues de atados, principian á pensar en evadirse mientras los bandoleros riñen repartiendose la presa. Tal fué lo que sucedió á los realistas en 1820. Sin armas, sin recursos, sin disciplina, llenos de tardío coraje, cansados de sufrir palos é improperios en nombre de la libertad , lanzáronse contra los liberales, es decir, contra el ejército y los políticos de las ciudades, con la misma valentía que habían empleado contra los franceses: quizá no hubieran triunfado sin el auxilio de éstos, como no triunfáran nuestros padres sin el de los ingleses y los rusos. Dejando, pues, á un lado toda esta parte de la guerra civil, ajena a nuestro propósito, veamos las conspiraciones cortesanas realistas y sus secretos focos, en contraposicion á esos motines liberalescos, hijos de las lógias y de las sociedades secretas, donde se incubaban.


1.ª conspiración palaciega: la del 8 de julio de 1820.


Varios dependientes de Palacio, de acuerdo con algunos guardias de Corps, formaron una conspiracion desatinada para impedir la reunion de las Córtes el domingo 9 de Julio. Los guardias de Corps intentaron salir á caballo de su cuartel, llevando atado al brazo un pañuelo blanco: su objeto era marchar á Palacio para ponerse á las órdenes del Rey, y, en union con otros vários conjurados que acudirian al Parque, poner en libertad al Monarca. Habiéndose opuesto á la salida el centinela de estandartes, le asesinaron. Esto produjo confusion y alboroto, redobláronse las patrullas de milicianos y abortó la conspiracion, resaltando que nadie había hecho nada, como sucede siempre en esos casos, cuando los proyectos descabellados salen mal. Con este proyecto coincidia el empeño de que el Rey saliese de Madrid y fuera á Castilla la Vieja, en lo que trabajaban un secretario de S. M., llamado D. Domingo Baso y Mozo, y un capellan de altar, llamado D. José Manuel Erroz. Baso salió de Madrid en un coche, y, llegando á Daimiel, donde estaba D. Pedro Agustín Echevarría, antiguo ministro de Orden público (1), le dijo que el Rey venía en pós de él, y era preciso que tomase el mando de las tropas de los pueblos por donde iba á pasar. Descubierto este aborto monstruoso de conspiracion, Baso y Erroz fueron presos, y murieron asesinados en el castillo de San Anton de la Coruña, como veremos luégo.


2.ª conspiracion palaciega la de Carvajal.


A la conspiracion para evitar la reunion de Córtes siguió otra al tiempo de cerrarlas, el día 9 de Noviembre. El Rey, impulsado por la camarilla, nombró capitan general de Madrid á D. José Carvajal, sin contar con el ministerio. Habiéndose presentado á tomar posesion de su cargo, Vigodet, que lo desempeñaba, se negó á entregar el mando mientras el ministro no refrendase el decreto.

Alborotóse Madrid á la noticia de aquel golpe de Estado: las logias lanzaron á la calle sus prosélitos; las sociedades patrioticas concitaron los ánimos. La comision permanente de Cortes, presidida por Muñoz Torrero, hizo como que se veía apurada por los amotinados, aunque en el fondo ella y el ministerio se alegraban de aquel motín y lo azuzaban en secreto.

El Rey tuvo que confesar que le habían engañado, y desterró al conde de Miranda, su mayordomo mayor, y á su confesor D. Víctor Damian Sáez. Hízosele al Rey regresar del Escorial, y entró en Madrid cabizbajo y tembloroso. Mientras desfilaban las tropas por delante del real alcázar, la francmasonería le hizo presenciar una de aquellas escenas que preludiaron la marcha de Luís XVI hácia el patíbulo. Alzaron en hombros un soldado y un clérigo, un hom-

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(1) El que descubrió la conspiración del café de Levante, arriba citada. bre y una mujer, que enseñaban al Rey el libro de la Constitucion, besándolo y amenazándole con él. En seguida presentáronle el hijo de Lacy, saludándole con grandes aplausos y gritando: ¡Viva el vengador de su padre!

La Reina se retiró anegada en llanto, y cayó desmayada; Fernando, lleno de ira y de espanto, guardó en su pecho aquella injuria.

Que tales ultrajes fueron promovidos por los francmasones, lo dice claramente el marqués de Miraflores (1) y lo dicen cuantos alcanzaron aquella época. Pero lo más célebre del asunto es que lo dijeron despues los comuneros cuando el dia 30 de Diciembre la autoridad cerró á la fuerza los dos cafés de Malta y de la Fontana de Oro, y disolvió las sociedades patrióticas que disparataban en ellos. Representó al Rey la del café de Malta, y se lamentó de haber contribuido inocentemente a la última farsa del mes de Noviembre...«acontecimiento memorable en el que se abusó con tanta audacia del grito sagrado de la pátria está en paligro, y en el que, con grave perjuicio de la tranquilidad pública, fueron sorprendidos nuestra credulidad y nuestro patriotismo.»


3.ª conspiración palaciega: la de Vinuesa.


El 21 de Enero de 1821 fué preso el capellan de honor D Matías Vinuesa, llamado vulgarmente el cura de Tamajón. Hallóse entre sus papeles, y escrito de su puño y letra y con enmiendas, un plan para conseguir nuestra libertad, que era otro proyecto de contrarevolución tan absurdo y descabellado como los anteriores.

«Este plan sólo deberá saberlo S. M., el serenísimo señor infante D. Cárlos, el Excmo. señor duque del lnfantado y el marqués de Castelar. El secreto y el silencio son. el alma de las grandes empresas. La noche que se ha de verificar este plan hará llamar S. M. á los ministros, al capitan general y al Consejo de Estado, y estando ya prevenido, entrará una partida de guardias de Corps, dirigida por el señor infante D. Carlos, haciendo que salga S.M. de la pieza en que estén todos reunidos, en la que quedarán custodiados. En seguida pasará al cuartel de Guardias el mismo señor infante, y mandará arrestar á los guardias poco afectos al Rey. El duque del Infantado debe ir aquella misma noche á Leganes á ponerse al frente del batallon de guardias que hay allí, llevando en su compañía á uno de los jefes de di-

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(1) Apuntes histórico-críticos: pág. 73. «Las logias se reunieron, y aprovechando tan favorable ocasion, pusieron en movimiento todos su agentes. cho cuerpo. A la hora de las doce de la noche deberá salir de allí aquel batallon, y á las dos poco más deberá entrar en esta córte. El regimiento del Príncipe, cuyo coronel debe estar en buen sentido, se pondrá de acuerdo con el duque del Infantado, y á las tres de la mariana saldrán tropas á ocupar las puertas principales de la córte. A las cinco y media deberán empezar la tropa y el pueblo á gritar: ¡Viva la relígion, viva el Rey y la patria, muera la Constitucion!............

A estos mezquinos y ridículos detalles seguian otros muchos por el estilo, acerca del modo con que se habia de quemar la Constitucion, tirar la lápida de ella y otras cosas semejantes. Nada se preveia acerca de la resistencia del resto de la guarnicion, ni del Parque de artillería, ni de la milicia, que era lo más importante. Dábase por supuesto que todos se dejarían prender como corderos, que la tropa saldria de Madrid para las provincias, y que todo el ejército se vendría con ellas. Parecen increibles tanto delirio y tanta imprevision.

Preso Vinuesa, recusó al juez por razon de su fuero. Los periódicos se desataron en invectivas infames contra él y contra su familia, calumniándole en su vida privada del modo asqueroso con que los periodistas revolucionarios de todos tiempos, siempre soeces y embusteros, han solido y suelen insultar á los sacerdotes y á sus allegados en casos tales, y aun sin ningun motivo.

Es más: el fiscal, faltando á su alto y sagrado ministerio, incurrió en la inhumanidad de los fiscales revolucionarios de aquel tiempo, imprimiendo su acusacion cuando la causa estaba todavía en sumario. Imposible parecerá este acto de iniquidad leguleya, y nadie lo creería ahora, ni lo creyera yo, á no tener á la vista el impreso con la firma y sello del fiscal (1). ¡Tan feroces eran las corruptelas curialescas de aquel tiempo!

El desgraciado Vinuesa se defendió como pudo, publicando otro impreso con fecha 27 de Marzo de 1821 (2). Allí se vindicaba de los cargos de ambicion, codicia e incontinencia con que se le había denigrado en la prensa y en canciones que se cantaban por las calles y debajo de las rejas de su prision; pero en vez de responder en lo relativo á las acusaciones políticas que contra él se lanzaban, encerrábase en

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(1) Acusación fiscal puesta en setenta y dos horas por el promotor nombrado de Oficio para la primera instancia en la causa de D. Matías Vinuesa, etc. Madrid, imprenta de Vega: 1821. Un folleto en 4.ª de 24 páginas. Lo firma el doctor D. Tiburcio Hernandez.

(2) Manifiesto de D. Matias Vinuesa, Capellan de Honor de S.M. para vindicar su conducta moral de las calumnias con que públicamente ha sido infamada. Madrid, 1821: imprenta da Búrgos. Un folleto de 12 páginas en 4.° un misterioso silencio, peor que la acusacion fiscal. «Mi conducta, pues, puede considerarse bajo dos aspectos: de política y moral. En órden á mi conducta política en las presentes circunstancias, está entendiendo el juez nombrado para mi causa, y el público, que descansa en sus luces, debe abstenerse de pronunciar su fallo anticipadamente, por no exponerse á errar.» Para decir esto valía más callar, puesto que quien debía callar habia hablado. La razon era excelente, pero no servía de nada contra el lenguaje de la pasion, y el no negar el hecho, ni atenuarlo, sino esquivarlo por completo, equivalia á los ojos del público, mal prevenido, á una tácita confesion de la conspiracion abortada y proclamada ya por el fiscal.

Seguia a esto un extracto de la relacion de sus méritos durante la guerra de la Independencia, en cuya época, siendo cura de Tamajon, habia prestado muchos servicios á la causa nacional, por los cuales el Rey le premió, haciéndole capellan de honor y arcediano de Tarazona.

El juez le condenó á la pena de diez años de presidio; pena bárbara y exorbitante, tratándose de un delito frustrado y de una tentativa que no habia pasado de proyecto escrito, y en que no aparecieron cómplices, sin lo cual no hay ni sombra de conspiracion.

Pero las hienas de la francmasonería y de las sociedades patrióticas necesitaban sangre, y puesto que no la daba el juez, se la proporcionaron ellos. El ayuntamiento de Madrid, más criminal que ellos, quitó la guardia de la cárcel á los inválidos y puso nacionales voluntarios. Todo Madrid sabía que se iba á asesinar al cura de Tamajon. En la Puerta del Sol se acordó su muerte en medio de un griterio es pantoso y de una escena de caníbales: aplazóse para la tarde, y las autoridades nada hicieron. Los asesinos se reunieron pausadamente, sin que nadie se les opusiera ; fueron desde la Puerta del Sol á la cárcel ; los nacionales escogidos para este caso hicieron la farsa de disparar los fusiles al aire, y, entrando los sicarios en la prision, penetraron en el calabozo, rompieron el cráneo del sacerdote de dos martillazos, y le dieron diez y siete puñaladas (1).

En la fuente de la calle de Relatores, próxima á la cárcel de Corona (ó del clero) donde se cometió el asesinato, y que hoy se llama del Progreso, lavaron los asesinos el martillo, lo pasearon en triunfo, y despues lo tomaron como

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(1) El juez Arias tuvo que escapar. Los asesinos invadieron su casa y maltrataron á su familia.

Martinez de la Rosa y Toreno abominaron en las Córtes aquel asesinato, como despues en 1834 el de los frailes. Mejor hubiera sido haberlo castigado más severamente. Romero Alpuente lo aplaudió y defendió en las Cortos, apoyándole Golfín y Moreno Guerra. Los realistas ahorcaron más adelante á varios de los asesinos.

TOMO I. emblema, poniendo todos los liberales exaltados un martillo por empuñadura de sus bastones; alegoría masónica á la vez que recuerdo del asesinato del cura de Tamajon, y preludio de los horribles cometidos despues por los comuneros Mina, Roten, Mendez Vigo y el mismo Riego, en Cataluña Galicia y Andalucía.

Pero conste que de aquel crimen fueron más culpables las autoridades que los comuneros. Las autoridades, que nada hicieron para evitarlo, pertenecian á la masonería, los asesinos á la comunería.


4.ª conspiracion palaciega: la de los guardias de Corps.


En todos los proyectos de conspiracion se contaba siempre cón la fidelidad de este cuerpo y su adhesion al Rey. A la verdad esa era su mision. El Rey se veía insultado en las calles públicamente siempre que salia de paseo, y su escolta, lejos de poder impedirlo, era tambien objeto de irrision y continuos denuestos. Subieron éstos de punto al divulgarse el proyecto de Vinuesa, que contaba con los guardias. El Rey se quejó al ayuntamiento, el 4 de Febrero. Este envió un regidor con algunos de policía para impedir los insultos al Rey cuando saliera de Palacio al día siguiente; pero los nacionales y la canalla pagada por los clubs hicieron tan poco caso del regidor y de la guardia, que, de intento, y más que nunca, prorumpieron en insultos y amenazas, al tenor de las instrucciones dadas por los comuneros, que costeaban y dirigian la funcion.

Acalorados algunos guardias que estaban allí, tiraron de las espadas, y los nacionales y los peseteros huyeron despavoridos, pues no era cosa de recibir una cuchillada por tristes cuatro reales que les valía la funcion. Resultó herido un miliciano y atropellado el pobre regidor, primero por los alquilones del motín, y despues por los guardias.

Tomóse de aquí pretexto contra estos, y se acordó la disolucion de aquel cuerpo. Rodeóse de artillería y tropa el cuartel y se les obligo á capitular, saliendo con las espadas únicamente á los edificios em donde fueron arrestados. Negábase el Rey á firmar el decreto de disolucion , y los jefes reclamaban que se juzgase á los delincuentes y no se castigára á todo el regimiento por la tropelía de unos pocos jóvenes acalorados. De nada sirvió tan razonable observacíon, pues se supuso que había una conspiracion, aunque esto no era cierto, y D. Cayetano Valdés acudió al resorte de siempre para convencer al Rey, diciéndole que, de no hacerlo así, el pueblo, exasperado, se precipitaría contra él mayores excesos. Al escuchar este conjuro, Fernando tuvo que bajar la cabeza. Los guardias, que habían acuchillado á los alborotadores el 4 de Febrero, fueron metidos en un convento y encausados. Allí estaban presos todavía á fines de Agosto, cuando los comuneros intentaron asesinarlos. Con motivo de unos nombramientos hechos ilegalmente por el Rey, concitaronse nuevos tumultos. El club de la Fontana de Oro (¡los amigos del orden!) excitó á los asociados al asesinato de los guardias y de un pintor condenado á diez años de presidio por conspirador, como Vinuesa. La guardia esta vez no tiró al aire, y la firmeza de Morillo disipó en breve aquel motin.


5.ª conspiración palaciega: la de Ugarte.


Visto el fracaso de todos aquellos descabellados proyectos, disuelto el regimiento de guardias de Corps y hechos objeto de desconfianza los demás cuerpos de la Guardia real, pensó la camarilla en proyectos más vastos y fuera de Madrid, conociendo, aunque tarde, que un golpe de mano en la córte no era bastante para acabar con la revolución. Reinaba en todas las provincias del Norte de España gran descontento, y no poco en algunas de las del centro. Los motines, los continuos insultos y apaleamientos, el charlatanismo de los holgazanes políticos, la empleomanía rabiosa de los patriotas desinteresados, los escandalosos robos y dilapidaciones de ministros y de las autoridades subalternas, las luchas de los partidos nacientes y de las sectas y sociedades secretas y rivales, el malestar y penuria general, mayores que en los años pasados, habían producido en pocos meses tedio en los hombres de bien, y desencanto en no pocos ilusos por falta de talento. Añadiase á esto el descontento de las provincias exentas por el atropello de sus fueros, y el del. clero por las medidas tomadas contra él. La fiebre amarilla, que asolaba el litoral, el hambre y la sequía venían á aumentar el desasosiego, y, como sucede en tales casos, y en la exageracion de los partidos, casi se culpaba al gobierno cuando en alguna parte no llovia á su tiempo acostumbrado. Entónces se acordó sublevar las provincias septentrionales, aprovechando aquel general disgusto, y teniendo por base las guerrillas que ya pululaban en algunos puntos. Pero estas no eran hijas de sociedades secretas, pues los realistas se daban poca maña para ellas.

Ugarte, el filo-ruso de quien ya se habló anteriormente, recibió para ello el encargo y los millones de Fernando VII, y preciso es confesar que procedió con gran destreza, pues al año de promulgada la Constitucion brotaban partidas realistas por todas partes. Los escritores realistas no negaron la influencia de Ugarte en el levantamiento de éstas, ántes algunos hablaron de ella más ó ménos explícitamente, y otros la vinieron á confesar en el hecho de defender á Ugarte de los cargos de malversacion de caudales, pues lo cierto es que las partidas nacientes, por lo comun, carecian de todo, hasta de municiones y armamento.

Presas, en la biografía o caricatura de Ugarte, insertó el siguiente edificante párrafo, despues de narrar su salida del alcázar de Segovia, donde estaba preso por otras concusiones al estallar la revolucion de 1820: «Ugarte (1), puesto en libertad, tardó poco en volver á la gracia del Rey, quien, como hemos dicho, le encargó de aumentar las partidas de los llamados realistas. Con este objeto estableció el plan de seguir correspondencia con vários sujetos de algunas provincias, que ocultamente apoyaban el proyecto de restablecer el gobierno absoluto, se formaron en distintos puntos juntas secretas, las que recibían los avisos y órdenes de Ugarte, y éstas eran ejecutadas luego que las circunstancias lo permitían.

»D. Santiago Gomez de Negrete, en el dia intendente de Mallorca, y D. Juan Agudo Múzquiz, administrador de la Aduana de Valencia, fueron en la corte sus principales agentes, por cuya mano se distribuían los fondos que Ugarte les entregaba, y de los cuales cercenaba Múzquiz bastante cantidad para jugar al monte, como lo vimos (2); con cuyo medio eficaz y poderoso lograron hacer un gran número de prosélitos y formar un partido numeroso é imponente. No se contentó Ugarte con trabajar en España , sino que extendió á París el plan de sus operaciones, para lo cual mandó á D. Cecilio Corpas, que poco ántes había estado preso por crímenes de mucha importancia en uno de los castillos de la plaza de Badajoz (3).»


6. conspiración palaciega: la de la Guardia real


Continúa Presas su narracion anterior, diciendo (4):«Desde luego que Fernando vió asegurada esta faccion poderosa, juzgó que con ella ya podía emprender el proyecto que, realizado, lo libertase de la opresion en que lo tenian los liberales. Dispuso, pues, con mucha reserva que una gran parte del cuerpo de reales guardias españolas, que le

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(1) Presas: Pintura de los males, etc. pág. 126

(2) Si Presas vio jugar á Mitzquiz. no debía estar lejos del garito

(3) Mas adelante hablaremos de la vindicacion de Corpaas.

(4) Pintura de los males: etc., pág. 126. era adicto, se reuniese secretamente á los demás partidarios que debian estar en el real sitio del Pardo, distante dos leguas de Madrid, y que desde allí viniesen á batir á los nacionales que guarnecian la córte.

»Los consejeros de esta empresa estaban tan pagados de la sabiduría con que la habían combinado, que ni remotamente llegaron á dudar de su feliz éxito (1), pues que, para celebrar su victoria, estaban preparados con toda la servidumbre que existía dentro de Palacio á salir de gran gala, y hasta los caballos que debian ponerse á los coches estaban ricamente enjaezados (2). Llego el 7 de Julio de 1822, que era el dia señalado, y todos los defensores de la causa de Fernando, que se hallaban en las inmediaciones de Madrid, se reunieron en el real sitio del Pardo, capitaneados por jefes ignorantes y cobardes, que lograron introducirlos por distintos puntos en la capital, en donde fueron enteramente derrotados.» Esta narracion es muy inexacta: luégo veremos otra mejor, hecha por un comunero, describiendo las varias intrigas que se cruzaron.


7.ª conspiración: Junta apostólica de Galicia


Luégo que se pronunció la Coruña, y al saberse que venía sobre Santiago la columna de Acevedo, el conde de San Roman convocó una junta en el Ayuntamiento, á la cual asis tieron dos canónigos. Era uno de ellos el administrador del Hospital del Rey, D. Manuel Chantre, el cual excitó á todos á la defensa del Rey y de la Religion, ofreciendo al general la proteccion del santo Apóstol Santiago (3). Poca fé debia tener el conde cuando, en vez de esperar á Acevedo, teniendo fuerzas iguales á las de éste, huyó, abandonando á Santiago, y con él huyeron también el Arzobispo, el canónigo Chantre y el librero D. Manuel Freire Castrillon, diputado que había sido en las extraordinarias, y acérrimo realista. Refugiados éstos y otros vários realistas de Galicia dentro de Portugal, establecieron una junta que se denominó Apostólica, bien fuese porque se pusiera bajo la proteccion del Santo Apóstol, Patron de España, bien que los liberales le diesen este dictado. El marqués de Miraflores dice en sus Apuntes históricos

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(1) Este ha sido siempre el carácter del partido realista.

(2) Es una hablilla de las muchas que acogía Presas sin criterio: no estaban para eso el dia 7.

(3) El capitan Urcullu, en su Relacion histórica hace una caricatura sangrienta de Chantre y de Freire. A la pag. 62 dice: «En el dia (1820), Freire, fugitivo, sopla desde un rincon de Portugal el fuego de la discordia con su amigo el canonigo Chantre. lo siguiente, que de él han copiado en mi juicio todos los demás historiadores (1): «En el mes de Enero de 1821 fué aprehendida en Galicia la famosa Junta Apostólica, á cuya cabeza estaba un aventurero, que decia llamarse el baron de Sancti Joanni, siendo los demás individuos conocidamente fanáticos y enemigos de las reformas.»

Apenas se hallan más noticias acerca de esta Junta. Lo que dice el marqués de Miraflores no es enteramente cierto. D. José de Castro no era un aventurero, sino persona muy conocida en Galicia. Levantó una partida en las cercanías de Celanova. y, habiendo sido derrotado y preso, fué ajusticiado en la Coruña, en lo cual tuvo fortuna, pues al fin pudo recibir los Sacramentos, cosa que no sucedió á los otros presos asesinados despues en el castillo de San Anton, con quienes indudablemente hubiera perecido, si antes no lo hubieran ahorcado.

El barón de Sancti Joanni (2), ó sea D. José de Castro, ni era de la llamada Junta Apostólica, ni ésta iba con él, pues la Junta realista de Galicia estaba en Portugal. Más adelante se levantó en aquella provincia D. José Ramon Abuin, á principios de 1823, y, despues de vários lances afortunados, fué al cabo derrotado, preso y ajusticiado en Lugo el dia 15 de Marzo.

La sumision á la Regencia de Urgel la hizo á nombre de la Junta de Galicia D. Ramón García, como presidente de la Junta Apostólica ; cosa notable, pues es la única vez en que se halla este título en documento publicado por los realistas mismos. En las otras juntas no he hallado hasta el presente que ellas mismas se apellidasen Apostólicas, si bien los liberales las llamaban á todas de este modo.


8.ª conspiración: Junta realista de Bayona.


El general Eguía logró escaparse de Mallorca arriesgándose en una lancha de pescar, y luchando con grandes dificultades, pudo aportar á las playas de Francia. Llegado allí, marchó á Bayona, donde se reunieron á él muchos realistas fugitivos, y durante el verano se le agregaron algunos otros en Bañeras de Bigorre, donde hubo una gran concurrencia de emigrados, á cuyo frente se puso aquel anciano general. Constituyóse de este modo la célebre Junta de Bayona, á la cual pertenecian, además de éste, los obispos de Pamplona y de Tarazana (éste Inquisidor general), O’Donnell y el Ge-


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(1) Apuntes, página 81.

(2) Oración fúnebre que… por los realistas del consejo de Buron dijo don Juan Claudio Denís.—Santiago, imprenta de Montero: 1824. neral de los Capuchinos. Los liberales dieron principalmente á esta el título de Junta Apostólica, como por apodo; pero la Junta no lo usó nunca, ni los realistas la llamaron así.

De ella dependian las de Navarra y Provincias Vascongadas, y tenía tambien grandes inteligencias en Aragon y montañas de Búrgos. Componian la de Navarra D. José Joaquín Melida, abad de Barasoain, y despues canónigo de Zaragoza, D. Benito Eraso, D. Joaquin Lacarra, canónigo de Pamplona; D. Juan Villanueva, teniente coronel retirado en la misma ciudad; D. Manuel Uriz, y D. Santos Ladrón, teniente coronel retirado en Lumbier. «Estos celebraron desde Enero á Diciembre de 1821 muchas juntas y sesiones reservadas en la casa de D. Domingo Ulibarri y Martínez, dirigidas todas á preparar y disponer las cosas necesarias para el levantamiento general de este reino y de las Provincias Vascongadas (1).»

El levantamiento que hicieron á fines de aquel ario fracasó, pues el cordon sanitario impidió pasar armamento y municiones, de modo que en la accion de 25 de Diciembre de aquel año (1821 ) fueron dispersadas las partidas en Larrainzar.


9.ª conspiración: la Regencia de Urgel en 1822


Gran incremento acababan de tomar las guerrillas en el mes de Junio. Quesada había empezado nueva campaña en Roncesvalles, y en pocos dias reunió mil quinientos hombres. El 21 del mismo mes, reunidas las varias guerrillas de Cataluña, tomaron por asalto la plaza de la Seo de Urge, subiendo al frente de todos el Trapense, sin armas, con un Crucifijo en la mano. La guarnicion fue fusilada a sangre fria en Olot. Ni unos ni otros daban cuartel.

El 15 de Agosto se instaló en Urgel la Regencia, compuesta del general baron de Eroles, el marqués de Mataflorida y el obispo Creus. Considerando al Rey cautivo, como cuando estaba en Francia, y á los liberales como unos franceses, establecieron aquella regencia cual un centro de acción para. todos los realistas de España, en contraposicion al gobierno de Madrid. No era, pues, la Regencia una sociedad secreta; y desde el momento de su instalacion las juntas de gobierno, que los liberales llamaban apostólicas, se

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(1) Historia de la guerra de la división real de Navarra contra el intruso sistema,..., por D. Andrés Martin, cura párroco de Ustáriz. Pamplona, imprenta de Sadea:1825. Un tomo en 4.º de 286 paginas, pag.17 sometieron á ella y tuvieron ya un carácter público y autorizado.

La Junta de Bayona reconoció á la Regencia en 25 de Setiembre de 1822, y lo mismo hicieron la de Vizcaya, Navarra, Sigüenza, Burgos, Aragon y otras de menos impor-tancia. La de Sigüenza, que duró poco, la componian Abellan, Gamboa y Zafrilla (1).

Alarmado el gobierno liberal á vista de este simultáneo y organizado levantamiento, reunió á las órdenes de Mina un ejército de veinte mil hombres. Los horrorosos asesina-tos. saqueos y quemas de pueblos enteros que hizo estremecen. A pesar de esto le detuvieron seiscientos realistas por espacio de setenta y cuatro dias, hasta que, sin víveres ni municiones, hicieron una salida desesperada, en que murieron muchos, pero se salvaron la mayor parte. ¡Cerca de tres meses gastó Mina con veinte mil hombres en tomar una plaza que el Trapense habia tomado en tres horas (2)! La Regencia, que había salido de Urgel en 10 de Noviembre, se instaló de nuevo en Puigcerda , donde abrió un empréstito de ochenta millones, hipotecando el subsidio eclesiástico; pero atacada tambien en el punto donde se había refugiado, entró en Francia por la parte de Perpiñan, y concluyó su existencia el dia 7 de Diciembre de 1822.

Asegura Mina que cogió los papeles de la Regencia de Urgel; Pero hasta en esto le persiguió la desgracia para dejar malparada su veracidad, pues el marqués de Mata-florida, resentido con el gobierno frances, con Eguía, Quesada y otros, que habian hostilizado á. la Regencia casi más que Mina, publicó un catálogo de los documentos importantes de los veintiseis legajos de papeles que tenía en su poder, los cuales formaban el archivo de la Regencia (3). La lectura de este catálogo es altamente edificante y curiosa. Se vé por ella que los realistas andaban tan divididos cómo los liberales, y que cundian entre ellos la ambición, la

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(1) Eguilanz Discurso apologético de la lealtad española. Pag 54 Mataflorida da por presidente a D. Felipe Lemas de Zafrilla, y secretario a D.José Palafox.

(2) El señor marques de Miraflores (Apuntes. pág. 162). califica á Mina de diestro e intrépido en estas operaciones; pero ni estuvo diestro ni intrépido, pues algún otro escritor liberal le acusa con mas razon de torpeza y cobardia. Carnerero, en sus Memorias contemporáneas (pág. 234 de la edicion de la edición de 1838), después de llamar embusteros (en buenos términos) á los periodistas que por entonces encomiaron á Mina. añade: «Lo sublime ó superior del hecho consistia en el bloqueo de Urgel, despues de la retirada del barón de Eroles á Francia, y en la evacuacion voluntaria de los fuertes por los sitiados, luego que carecieron de víveres, sin que se opusiesen los sitiadores. Pueden medirse por la misma escala las promesas de Mina en Cataluña. Una gran parte de las fuerzas disponibles de la España estaban bajo sus órdenes, y no quiso emprender operacion ninguna hasta no estar bien cierto de no experimentar reveses. Por obtener esta certidumbre quizás perdió un tiempo precioso.» Con perdon del señor marqués, lo de la retirada voluntaria no depone á favor de su veracidad.

(3) Véase en el apéndice. avaricia y la indisciplina. El marqués de Mataflorida se queja de las intrigas de la Junta de Bayona contra la Regencia, y de que los emisarios de aquella trataron de asesinar á los regentes y enterrarlos en los fosos del castillo (1). En Francia tambien le persiguieron y trataron de asesinarle varias veces, y pone al arzobispo de Valencia por testigo de ello y de los trabajos que pasó con este motivo (2).

Eguía era el agente de Ugarte, de quien los realistas desconfiaban, y con razon. En carta de 28 de Julio de 1822, Morejon se lamentaba de que Eguía se fiára demasiado de Ugarte, y añadia (3): «No me puedo olvidar que Ugarte es el primer origen de nuestros males, y ya que se ha hecho a mezclarse en los negocios, él acabará con la Real familia.»

Los siguientes párrafos manifiestan que los realistas, en sus relaciones secretas, manejo de caudales y cuestiones de mando, andaban poco más o ménos como los liberales. «La relacion de estos pasos anunció al marqués de Mataflorida la imprudencia con que todo se conducia, y que la publicidad había de producir el efecto de comprometer á S.M., mayormente sabiendo que Eguía se hallaba en el peor estado de capacidad; que los que le rodeaban no pensaban como verdaderos realistas; que no querían emplear el dinero en defensa de la justa causa; que Eguía, alojado en un pequeño cuarto de una pastelería en Bayona, no quería dar audiencia á ninguno como no fuese delante de la pastelera, mujer muy á propósito para publicarlo todo, porque le habían hecho creer que con los gritos de esta mujer, en cualquiera apuro, le salvarian de un veneno ó de un puñal, con que le habian amenazado.» De esta correspondencia aparece que Eguía, el cual tan intransigente se mostró luego, transigía entónces con que se formara una Constitucion más monárquica y con dos Cámaras; que el ministro Villele, enemigo de la Regencia de Urge!, tenía empeño en que se formase la nueva Constitucion para España, plan en que tambien entraban Corbier y Chateaubriand, y en España Martinez de la Rosa y Toreno, sirviendo de intermediarios el conde do Fernan-Nuñez (4); que Eguía malgastó en Bayona doce millones, y que el baron de Eroles hizo traicion á la Regencia, como tambien Quesada , el cual quiso disolver la division de Navarra, y despues la abandonó.

Sobre estas cosas sería bueno haber oído á Eguía explicarse contra Mataflorida, el cual no estaba por Constitucion ni transacciones.

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(1) Legajo 18. Este proyecto de asesinato fue tramado por el realista D. Pedro Podio

(2) Legajo 20.

(3) Legajo 5 º, al final.

(4) Legajo 8.°

§ XLV.


Conspiraciones republicanas franco-españolas en 1821 y 22.


Hay algunos escritores modernos que echan á D. Leopoldo O’Donnell la culpa del nacimiento del partido republicano español en 1854. Con todo, si lo estudian bien, le harán más remoto abolengo. No acudiremos á buscarlo ni en la Union de Aragon, ni en las Comunidades de Castilla, ni en las Germanías de Valencia. La Union y las Comunidades fueron sublevaciones de origen aristocrático : principiadas y dirigidas por algunos magnates descontentos del Monarca, tuvieron pronto correctivo en la democracia, que hizo en breve con ellos lo que ellos querían hacer con el Rey.Los realistas hicieron con Padilla en Villalar lo que hubieran hecho con él los Comuneros un mes más tarde: el pobre Padilla no hizo más que cambiar de verdugo. Lo mismo sucedió á Lanuza el dia que salió de Zaragoza con los baturros de la parroquia de San Pablo y los lacayos y asesinos pagados por el solemnísimo bribón de su envidioso primo, los cuales le apuntaron dos veces para matarle, segun refiere Argensola. El pobre chico, pues sólo tenía veintiseis años y no servía para el caso, halló más sencillo el picar espuelas á su caballo y escaparse hacia Epila, donde tenía la novia que dejarse matar por los inconscientes demócratas de Zaragoza y demás canalla que allí se habia reunido, procedente de Teruel y Pedrola. Los diputados de las comunidades de Calatayud y Daroca, que formaban en Aragon una especie de Provincias Vascongadas, realistas con instituciones democráticas, no quisieron tomar parte en aquel descabellado alzamiento, permanecieron leales á Felipe II, y escribieron á Lanuza que no fuera tonto (1).

Es muy curioso ver desde la Edad Media formarse el carácter de los pueblos y aparecer éstos hoy con el que tenian hace trescientos y quinientos años. Ninguna de aquellas sublevaciones aristocrático-democráticas dejó simiente.en España, y apenas encontramos algunos ligeros chispazos en este sentido durante el siglo XVII, sobre todo en la sublevacion de Barcelona; mas no debía de ser muy ardiente el

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(1) La carta de los diputados de la comunidad de Calatayud se lo dijo al pobre chico casi por lo claro. republicanismo de los demócratas de la ciudad condal cuando no se avergonzaron de hincarse de rodillas delante de Luis XIV, para pedirle amparo contra su Rey ó Conde. Ellos con su republicanismo dieron lugar á que el rey de Francia nos robára una cuarta parte de Cataluña, como robó la Alsacia y la Lorena, que justamente acaban los fran-ceses de perder. Mas en el siglo pasado nada se oyó en sentido republicano, ántes bien fueron sofocadas todas las instituciones democráticas, merced á la influencia de una exagerada centralizacion á estilo de Francia, sin que los ejemplos de la revolucion francesa hiciesen pensar en república, pues hemos visto que los francmasones mismos eran los que mandaban suprimir en la Novísima Recopilacion nuestras antiguas leyes políticas y mutilar los cánones toledanos relativos a franquicias y libertades que amenguáran el poder del Rey.

En Cádiz es donde se halla la cuna del republicanismo español. En los atropellos contra la regencia, en la proclamacion de los derechos del hombre por el cura Muñoz Torrero, en el perjurio de los diputados intrusos de aquellas Córtes anticonstitucionales; donde el estamento popular usurpó sus derechos á los otros más antiguos y respetables que él, allí, allí es donde nació nuestro partido republicano; y los que tal hicieron son los padres de la república española y de las repúblicas hispano-americanas, y los asesinos de la monarquía tradicional de nuestra nacion. ¿Y acaso eran otras las ideas de aquellos padres de la patria? ¡Pues qué! ¿no fueron las obras del. canónigo Marina y del abogado Sempere escritas con hiel y veneno contra nuestros antiguos Reyes, y llenas de citas truncadas, de hechos tergiversados y aun falsificados, de los que más han contribuido á inocular en los ánimos de la juventud española ideas antimonárquicas y republicanas?

Por otra parte, es bien sabido que ya en Cádiz se presentaron algunos combatiendo á la monarquía abiertamente; que la mayor parte de los clubs y las lógias de aquel pueblo adolecian de lo mismo, y que Montijo aseguró á Fernan do VII en la junta de Daroca que eran republicanos en sus ideas y tendencias casi todos los diputados liberales, y que él mismo había asistido á un club celebrado en un café, donde se acordó matar al Rey á su vuelta de Francia y establecer la república.

Las conspiraciones del café de Levante y de Richard eran tambien republicanas, segun hemos visto, y tendian, no sólo al destronamiento, sino al asesinato del Monarca.La de Vidal en Valencia tropezó con las tendencias socialistas, más que republicanas, de aquel país; tendencias poco gratas, dicho sea de paso, á los opulentos masones y ambiciosos militares, que fomentaban y dirigian semejantes tramas para sus intereses, y á fin de hacer negocio.

Pero en 1820 se marcó ya completamente la tendencia republicana y se deslindó más con la creacion de la comunería, cuyo carácter era republicano, como lo eran casi todos sus principales jefes, principalmente Riego y Mina. Las gestiones de ambos en Aragon y Galicia para el establecimiento do la república, de acuerdo con algunos aventureros franceses, son tales, que pasaron de conspiraciones, llegando ya á constituir secta y sociedad secreta.

A principios de 1821, miéntras los palaciegos formaban proyectos para restablecer el gobierno absoluto, un aventurero trató de hacer su negocio en Málaga, proclamando la república. Llamábase Lúcas Francisco Mendialdua Barco. Ignoro qué masónico apelativo uniría á este lujo de nombres y apellidos, con el cual encubria la escasez de metálico. El plan se reducia á gritar ¡viva la república! y uniéndose con una gavilla de contrabandistas, presidiarios cumplidos y reos sacados de las cárceles y presidios, arrojarse sobre las casas de los comerciantes, propietarios y realistas ricos. El dia 15 de Enero supo el gobernador aquélla trama y prendió á Mendialdua, que se decia Tribuna del pueblo en una proclama con que encabezaba su proyecto de República Española. Era la república de la uña.

Este aborto republicano, o mas bien comunista, no tuvo consecuencias, pero la comuneria siguió trabajando durante aquel año en el mismo sentido, de acuerdo con los militares republicanos franceses y los carbonarios venidos de Italia, de modo que estuvo á pique de triunfar á mediados de 1821.

Los puntos donde se presentó el elemento republicano casi triunfante fueron los mismos en que la masonería había establecido sus principales lógias desde el siglo pasado; Madrid, Cádiz, Sevilla, Murcia, Barcelona, Coruna, Bilbao y Zaragoza, Ahora contaban allí con autoridades, no solamente masónicas, sino comuneras, y por tanto republicanas.

Por el mes de Setiembre de 1821 hallábase Riego de capitan general de Aragon. Estaban en Zaragoza dos oficiales franceses republicanos, que habian tenido que desertar, temiendo el castigo que les esperaba, por haberse descubierto su participacion en la secreta trama que para establecer la república en Francia hablan urdido allí algunos jefes militares: Llamábanse Uxon y Cugnet de Montarlot (1). Hiciéronle creer á Riego (y no era difícil hacerle creer cualquiera exa-


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(1) Entre los fusilados en Almería el dia 24 de Agosto de 1824 con Iglesias, estaba un militar francés, llamado Mentarlot, que se titulaba Presidente de la Confederación de Francia. Quizá fuera el mismo. geracion, atendida su escasa capacidad), que si llegaba á presentarse en Francia con algunos batallones, desplegando la bandera tricolor, ellos y sus amigos harian que el ejército francés aclamara la república, de modo que en breves dias podria entrar triunfante en París, como Napoleon á su regreso de la isla de Elba.

El jefe político de Zaragoza, D. Francisco Moreda, avisó al gobierno estos tratos. Mandó el gobierno que Riego pasara de cuartel á Lérida. Este andaba entre tanto estableciendo torres de comuneros en varios pueblos de Aragon. Regresaba á Zaragoza cuando le notificó aquella orden un oficial de caballería enviado por el jefe político con un destacamento. Quiso Riego resistir; pero no habiéndole hecho caso los soldados, y avisándole el oficial que Montarlot estaba preso, envainó la espada y tomó la ruta de Lérida, mohino y cabizbajo. Dos comandantes de la Milicia y unos pocos oficiales de ella asaltaron poco despues la casa de ayuntamiento, apellidándose la Milicia y pueblo de Zaragoza, y obligaron a Moreda á renunciar. Al saberlo el resto de la Milicia, protestó contra aquel desman, y Moreda fue repuesto: era a fines de Octubre de 1821.

Otro tanto que á Riego en Zaragoza sucedió a Mina en Galicia. Había este convertido en comuneros á los muchos y antiguos masones de aquella importante comarca. Para satisfacer la sed de venganza que aquejaba á éstos, fue preciso ajusticiar á varios realistas de los primeros que se sublevaron, y á otros se los embarcó para Canarias a toda prisa en unos malos buques, á fin de salvarlos de los asesinos, que, fingiendo un motín popular, trataban de matarlos á todos.

Mina se puso al frente de los proyectos republicanos de Galicia, como lo estaba Riego de los de Aragon. El gobierno le destituyó y mandó que tomase el mando militar el brigadier D. Manuel Latre, jefe político de la provincia. Alborotóse una gran parte de la guarnicion y de la Milicia, complicada en aquellas tramas: Latre fue insultado y maltratado, y Mina volvió á tornar el mando. Pero habiendo logrado aquel fugarse de la Coruña, se estableció en Lugo, reunió fuerzas y se hizo reconocer por todas las autoridades de la provincia. Viéndose perdido Mina y aislado en la Coruña, hubo de cesar en su temeraria empresa.

Por el mismo tiempo, y á mediados de Julio, se descubrió en Barcelona otra conspiracion republicana, dirigida por un aventurero francés, llamado Jorge Bessiéres, que había estado preso por complicado en la conspiracion de Lacy, y que habia contribuido despues á proclamar allí la Constitucion. En la conspiracion entraban un fraile y otros sujetos de baja estofa. Fue condenado á pena capital, con arreglo á la ley draconiana de 26 de Abril de aquel año contra los conspiradores; pero no se llevó á cabo.

«Gran pérdida creian experimentar los jacobinos (1) con la de Bessiéres, y era preciso tratasen de evitarla, pues ya estaba próximo el fin de este aventurero célebre: el hollarlas leyes nada importaba : las sociedades secretas no querían privarse de un instrumento que creian tan útil. Su defensor protestó que no debía haber sido Bessiéres juzgado por la ley de Abril, y con razon no fué escuchado. Acogiese el defensor al indulto que las Córtes habian acordado para los facciosos, el cual debia ser aplicado por el Tribunal Superior de Guerra, residente en la córte, y por tanto no podia llegar á Bessiéres, que estaba cuarenta y ocho horas hacía en. capilla. Forzoso era, pues, violentar los medios de lograr el objeto, sin dejar de darle un aspecto legal que obligase á la autoridad á consentir en ello. Aclamado el indulto por el defensor, el general Villacampa, por cuya jurisdiccion militar había sido juzgado en consejo de guerra, pasó el recurso al auditor. Dijose entónces, no sé si con probabilidad ó sin ella, que a éste se le puso en la alternativa del puñal ó de una recompensa considerable; ello es que opinó por la suspension de la sentencia, y consultar al Tribunal Supremo de Guerra y Marina »

Así libró la vida el célebre Bessiéres, que pasando al castillo de Figueras, conforme á resolucion del Tribunal Superior, se fugó á Francia, de donde á poco volvió con el carácter de defensor del Altar y el Trono (2) »

Los escritores liberales suponen que Bessiéres, semejante á Regato, era un realista encubierto, que exageraba en sentido revolucionario para desacreditar la revolucion . Pero esto no parece exacto si se tiene en cuenta que el marqués de Mataflorida, tipo del realista intransigente, desconfiaba de él, y le denunciaba por traidor. En el legajo 18 del archivo de la Regencia de Urgel consignó la nota siguiente:

«Tambien obra en este legajo una nota de lo que resulta del informe dado al ministerio francés sobre la parte que D. Jorge Bessiéres tuvo en el proyecto de revolucionar la Francia, como uno de los agentes más activos del complot republicano. Este se titula hoy general Bessiéres, y se supone muy realista, cuando se verá todo lo contrario, averiguando su conducta en Cataluña, Aragon y Castilla.

»Tambien dice la nota misma que el proyecto de Bessiéres de revolucionar la Francia no era desconocido del ge-

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(1) Miraflores : Apuntes histórico-críticos; pág. 101.

(2) El marqués de Miradores copia a continuacion un articulo del Diario Constítucional de Barcelona en elogio de Bessiéres y de sus servicios á la causa de la libertad. neral Villacampa. Este proyecto de revolucionar la Francia fué despues del 9 de Marzo de 1820, y en Barcelona se trabajó mucho á este fin.»

Resulta que los realistas y los liberales desconfiaban de aquel aventurero, que, de republicano francés, pasó en realista furibundo, y fué luego el primer carlista fusilado, segun veremos luego.

El ridículo paseo del retrato de Riego, terminado con la batida de aquellos farsantes, y que se da el nombre de batalla de las Platerías, el dia 18 de Setiembre de 1821, encubría tambien un proyecto republicano, cuyo objeto era vengar la derrota de Riego en Zaragoza, y lograr en Madrid el desprestigio de las autoridades para destruirlas y derrocar la monarquía, contando al efecto con parte de la guarnicion. Así lo dicen escritores bien informados, y las personas que alcanzaron aquellos tiempos siempre han hablado de ese acontecimiento como de un conato de los comuneros, y aun de algunos francmasones, para plantear la república. El marques de Miraflores se explica en los siguientes términos acerca de aquel suceso grotesco, pero que pudo ser trágico (1): «Así concluyó esta escena que, si bien presentó el aspecto de una farsa, quiso sostenerse ser el principio de un horrible atentado. Es verdad que la ley no pudo patentizar los proyectos del 18 de Setiembre, porque nada más difícil que las pruebas legales en donde, contaminados todos los resortes de la administración pública por las sociedades secretas, se hallaban siempre instrumentos de iniquidad y hombres ligados por juramentos inmorales. Pero, sin que se hubiese podido probar, no faltaron indicios de que se trataba aquel dia hacer un ensayo para concluir con la monarquía, que fue cuestion de establecer un gobierno militar á cuya cabeza debian colocarse dos generales, jefe uno de la masonería y otro de los comuneros, unidas entónces las dos sociedades acaso la primera y última vez.»

Estas cláusulas son altamente significativas para todo el que quiera entenderlas por lo claro. Pero aún lo son más las palabras de Romero Alpuente en su furibundo discurso de Diciembre de 1822, defendiendo aquellos excesos y los de Sevilla, Cádiz y otros puntos, donde se habían sublevado contra el gobierno, y atropellado á las autoridades. Romero Alpuente tenía las buenas mañas de todos los de su escuela, los cuales, siempre que conspiran, gritan contra sus contrarios ó contra el gobierno, acusándolos de conspiradores; y si la conspiracion suya aborta, declaman contra el gobierno ó contra los realistas, o hablan de la mano oculta, el oro

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(1) Apuntes histórico-críticos ,pág.108 extranjero, ó las intrigas de la reaccion (1). La regla de criterio para todos los hombres de bien y discretos es bien sencilla: entender al revés todo lo que en esta materia dicen los revolucionarios en sus periódicos y en sus discursos.

Consiguiente con esta tradicion y practica de su secta, Romero Alpuente negó todos los conatos de republicanismo, logrando con su negativa que los hombres honrados se afianzaran en la idea de que los revolucionarios trataban de acabar con la monarquía; pues bastaba que Romero Alpuente lo negase, para que todo hombre de bien lo creyera. Recordó la causa do Oudinot y otras posteriores por el estilo, no bien traídas, y añadió: «Para dar valor á esta atroz calumnia de republicanismo, hicieron los conspiradores venir de Francia emisarios, especialmente para Aragón y Valencia, y áun hasta Madrid, que excitando á muchos patriotas el deseo al gobierno republicano, como preferible al constitucional, pudieron recoger algunas medias palabras y papeles, dictados por ellos mismos, con que presentar á tus conspiradores la prueba de su invencion y perder como republicanos á los constitucionales más decididos.»

Alegaba Romero como prueba que en Zaragoza solamente se habia puesto preso al patriota Villamor, oficial segundo de la contaduría de Propios. Acusó al gobierno de haber dejado perder los hilos de la conspiracion cortesana, que habian logrado coger los jueces de primera instancia de Valencia, Murcia, Alcalá y Madrid, removiéndolos por ser buenos patriotas y cediendo á las intrigas de Palacio. El gobierno contestó victoriosamente á todas aquellas alharacas, y aún fue peor para el ciudadano Juan el que no faltára en la prensa quien le atacase con el sarcasmo, haciendo objeto de ridículo (2).

La lógica de Romero no quedó mejor parada en la defensa que hizo del general Copons, jefe político de Madrid. Este fué de los que en 1814 contribuyeron más á echar abajo la Constitucion y perseguir á sus autores, llegando á decir que «sólo tenía envidia al general Elío por haber echado á pique la Constitucion.» Hecho despues furibundo demagogo y republicano, por la facilidad con que los hombres exage-

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(1) Todo esto se sintetiza en la fórmula ya citada : ¡Garrotazo firme, y gritar que nos pegan!

(2) Contestacion que da Pedro Tomillo Alvado al discurso que el ciudano JUAN ROMERO ALPUENTE publicó en Setiembre último sobre la supuesta junta de conspiradores contra el sistema constitucional. Madrid, imp. de doña Rosa Sanz: 1821. Un folleto en 4.º de 40 páginas.

En él se rebaten con fina sátira las cavilaciones de Romero Alpuente y los interesados aplausos que daba á los jueces interinos de Alcalá, Madrid y Valencia por los expedientes formados, los cuales estaban fundados sobre anónimos que habían recibido, y á los cuales habían dado valor, faltando á las leyes, que prohiben admitirlos en los procedimientos. rados pasan siempre del libertinaje al despotismo, y viceversa, no solamente se negó á disolver las sociedades patrióticas anárquicas de Madrid y vigilar las secretas , focos de aquellas, sino que cometió la bajeza de entregar á. éstas una circular reservada del gobierno acerca de las elecciones, y leerla públicamente en un café, produciendo un conflicto grave, de cuyas resultas fue preciso destituirle.

Los motines de Cádiz, Sevilla, Valencia, Murcia y Cartagena tuvieron, no solamente carácter republicano, sino tambien socialista. Ya en 2 de Marzo de aquel año el populacho de Alcoy y de los pueblos inmediatos habia quemado las fábricas, causando un perjuicio de muchos millones. En Cádiz el general Jáuregui dejó pasear el retrato de Riego, mientras en Madrid lo impedían San Martin y Morillo. El gobierno separó á Jáuregui; pero los comuneros y republicanos de Sevilla, que tenian sus reuniones y tribuna en el café del Turco, promovieron una asonada, nombraron una junta revolucionaria y obligaron á huir a los enviados del gobierno. Los de Cartagena llevaron más adelante su exageración, pues se declararon independientes: de paso destituyeron á los empleados del gobierno, y, con el mayor patriotismo y desinterés, se repartieron sus destinos, como es de rigor en tales casos. En Murcia se repitió la misma farsa, jurando su independencia bajo la lápida de la Constitucion; hirieron á varios del resguardo, y el jefe político Saavedra tuvo que huir ante los amotinados, á quienes acaudillaba el brigadier D. Gregorio Piquero.

En Valencia, el conde de Almodóvar, que desde la Inquisicion, donde estaba encausado por francmason, habia subido á capitan general de la provincia, dejó tambien crecer la farsa republicana, en union con el jefe político Plasencia. Pero cuando vieron la ciudad invadida por contrabandistas, presidiarios cumplidos y bandidos armados de puñal y trabuco, que se proponian buscar en las casas de los ricos lo que ávidamente codiciaban, y que los desinteresados patriotas pedian un destinillo con mucha necesidad, conocieron su torpeza y tuvieron que deshacer á balazos el mismo plan que antes habían apoyado.

Narrar todas las peripecias de los motines republicanos de España, desde mediados de Setiembre de 1821 á Enero de 1822, sería demasiado prolijo. Las derrotas de Riego en Zaragoza, y de Mina en la Coruña, abatieron á sus parciales, viendo desautorizados á estos dos jefes. Aquellas exageraciones fueron muy útiles para la causa realista, pues produjeron el completo desprestigio del sistema constitucional, y el deseo de verlo derrocado. Para mayor desconcepto, el Monarca accedió á destituir á los ministros en el momento en que éstos conseguian el triunfo, con lo cual quedó aún

TOMO I. más desacreditado el sistema constitucional, pues los anarquistas vencidos lograron derribar á los partidarios del orden vencedores.

Pero no por eso terminaron las tentativas republicanas, más ó ménos encubiertas. Los comuneros trabajaron siempre en ese sentido, y áun los francmasones, cuando les convino para oponerse á los comuneros, que les habían arrebatado los destinos y el gobierno despues de los sucesos del 7 de Julio de 1822.

Mina, Riego, Copons y todos los furibundos, vencidos á fines del año anterior, volvieron al poder despues de aquellos infaustos sucesos, en que se necesitó para perder el juego toda la proverbial y solemnísima torpeza de los realistas en materia de conspiraciones, pues no podian hacerlo peor que lo hicieron (1). La conducta infame de Fernando VII, excitando á los nacionales á que acuchillaran á los guardias fugitivos, por el y por sus torpísimos agentes conducidos al matadero, es una de las páginas más afrentosas de la monarquía española, pues para buscar otra igual hay que retroceder á los tiempos de los tres Pedros Crueles y a cual peores. Así, ¿cómo no habían de desarrollarse los instintos republicanos?

El dia 9 de Junio de 1822 debían entrar los realistas en Navarra, equipados por cuenta de la junta de Bayona. Supolo por sus espías el capitan general de aquella provincia, y procuró aglomerar tropas en la frontera: entre éstas se obligó á que saliesen los nacionales del valle de Salazar, que lo eran á la fuerza y de los llamados de la ley. La mayor parte do ellos estaban comprometidos con los realistas de Bayona. Al hacer una batida en el bosque de Irati, en vez de encontrar allí realistas ocultos, hallaron ocho republicanos franceses desertores y un coronel llamado Adulfo, que venian con papeles sediciosos y proclamas republicanas. Así que los vieron el comandante y soldados del regimiento de Toledo, todos ellos comuneros. trataron de echar por otro lado para que pudieran evadirse: pero los realistas no pararon hasta cogerlos, con harto sentimiento del jefe de la columna. que despues de hablar un rato con el coronel Adulfo le dejó escapar. Sin duda le haria la señal de los hijos de la viuda. Entregados á las autoridades de Pamplona por los milicianos, éstas «los incorporaron á las filas constitucionales, con recomendacion á sus jefes por los servicios que habían intentado hacer á nuestra patria (2).»


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(1) Lo que les acaba de pasar con el Sr. Escoda manifiesta lo poco que de entonces hasta ahora han adelantado. Escoda dicen que no es un lince, y cuanto más se rebaje á este, mas rebajados quedan los que se han dejado engañar por él. El hecho es inmoral; pero ¿quién cae en lazo tan grosero?

(2) Historia de la guerra de la división real de Navarra…, por D. Andrés Martin. curá párroco de Ustarroz, etc., pág. 52 Resentidos de esto los realistas de Ochagavia, y sabiendo en dónde se habia escondido el coronel Adulfo, avisaron al prefecto de Mauleon, el cual le aprehendió y llevó á Bayona, donde fue ajusticiado. «Era éste, segun se asegura, uno de los corifeos subalternos del general Berton, quien por igual causa estuvo refugiado en San Sebastian, donde despues de haber dejado á sus discípulos las instrucciones generales para erigir la república española, volvió entrar en Francia bajo un traje oculto y disfrazado; pero descubierto al fin y hecho preso por órden de su gobierno, sufrió en Paris la pena capital (1).»

En esta série de conspiraciones republicanas franco-españolas había comprometidos muchos jefes de ambos ejércitos, como lo acreditó el expediente sobre el asesinato del duque de Berry, y despues el descubrimiento de la conspiraciones de los sargentos en la Rochela (29 de Agosto de 1822).

U n escritor realista describe así estas conspiraciones republicanas, y la alianza de las sociedades secretas de ambos paises (2) : «A unos cuantos militares que, huyendo por sus delitos, ó arrastrados por su fanatismo revolucionario, habían pasado de Francia, prodigaron su proteccion y auxilios: se activaron los manejos secretos por las numerosas relaciones que algunos de ellos y los mismos masones españoles tenían en aquel reino: se organizaron con aquellos y otros extranjeros unos pequeños cuerpos llamados legiones liberales..., y Mina trazaba ya la ruta por donde había de penetrar con su ejército por la parte de Cataluña al interior de Francia.»

En los primeros dias de Abril salieron de Bilbao, donde se habían organizado, se acercaron al Bidasoa, y desplegaron una bandera tricolor: los franceses los saludaron con una docena de metrallazos, y los republicanos echaron a correr á .meterse en San Sebastian.


§ XLVI.


Los comuneros en. 1822: primera Asamblea de Setiembre de 1821 á 1822: desacuerdos de resultas del nombramiento de la segunda Asamblea.


A las noticias anteriormente dadas acerca de los comuneros y su orígen, copiadas de un excelente artículo de la


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(1) Historia de la guerra etc.., ya citada pag. 54

(2) Eguuilaz: Discurso apologético de la lealtad española, pag 71 Biblioteca de la Religion, pero que son un tanto vagas, preciso es añadir algunas más concretas sobre el origen, reglamento, organizacion, número, alianzas y disidencias, siquiera estas ultimas correspondan más bien al año 1822, en que trataremos de ellas.

El origen de la secta de los comuneros data del año 1821. Durante el verano de ese año, los francmasones, disgustados del gobierno, y en especial Romero Alpuente, Flores Estrada, Gutierrez Acuña, Mejía y todos los liberales más exaltados, como Riego, Mina, Torrijos, Jáuregui, Piquero y otros que se citarán, descontentos por verse postergados, o por no haber conseguido cuanto en materia de venganzas y de intereses anhelaban, principiaron á trabajar para formar una nueva francmasonería española, más francamente revolucionaria que la regular dependiente de Orientes extranjeros. La disolucion del ejército de la Isla y el destierro de Riego produjeron esta ruptura entre los francmasones, dando orígen á la Confederacion, en que, segun se ha dicho, entraron todos los quejosos.

El autor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII, que indudablemente debia ser francmason, y en tal concepto enemigo de los comuneros, despues de hablar del culto puro que la masonería da á la filantropía, la libertady la igualdad, sus diosas tutelares, pasa á describir el origen e instituciones de aquéllos de la siguiente caústica manera (1):

«En vano los comuneros, remontándose á la historia de las Comunidades de Castilla en tiempo de Cárlos V, pretedian disfrazarse con antiguos trajes y colocarse bajo el escudo de Padilla (2) y de los demás mártires de la libertad en aquel reinado. Hijos del dia, y de un dia de discordia civil, llevaban marcado en el rostro el sello de la época, es decir, la exageracion de sus principios; porque, jóvenes los más y sin conocimiento del mundo, todo lo veían con el prisma de una mente acalorada. El juramento quo prestaban á la sociedad era terrible; solamente la inexperiencia podia pronunciarlo, y, si lo hubiesen sostenido, la sangre hubiese corrido á torrentes por toda España. Juraban dar


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(1) Tomo II, pag 214

(21 Los comuneros, que, á pesar de sus pretensiones historicas, acogieron muchas patrañas sin ningún criterio, se agenciaron unos huesos que dijeron ser de Padilla y una rodela comprada en cualquier prenderia.

Hablandome de su recepción, me contaba un comunero arrepentido, entre otras cosas grotescas, que al mandarle cubrirse con el escudo de Padilla, y dirigir los comuneros sus espadas contra el débil y simbólico aparato de defensa, un cerrajero fornido, al dirigir la punta de su estoque contra él, lo apoyaba con tal ahinco, que le hizo retroceder, y estaba esperando que, roto el escudo, asomara la punta del estoque y le sacara un ojo. El comunero que estaba al lado, viéndole tan poseido de su papel, le dijo por lo bajo:—¡No aprietes tanto, que es de hojalata! la muerte á cualquiera á quien la secta declarase traidor, y si no cumplian la promesa, entregaban su cuello al cuchillo, sus restos al fuego y las cenizas al viento. Mas el número de los confederados llegó á cuarenta mil (1), y como en la admision no había tacto ni escogimiento, inundaron los castillos y torres mozuelos sin hiel, que, infieles al secreto, revelabanlo á sus queridas. En algunos puntos de la Península tambien fundaron las mujeres sus torres, y adornaron su pecho con la banda morada (2), distintivo de los llamados émulos de Padilla: en otros, ese sexo tanto más hermoso cuanto más tierno y amante, y al que el ódio roba todos los atractivos, concurrió á las tertulias llamadas patrióticas, y sus labios, formados para el amor, predicaron la discordia y la matanza.

»Tantos elementos de desórden, confundidos y luchando en la desventurada patria, comenzaron á dar el venenoso fruto que debía esperarse.»

Tal era la comunería española, segun ese escritor anónimo, cuyo lenguaje é ideas revelan bien claramente su filiacion masónica.

Los comuneros guardaban muy mal sus secretos, á pesar de sus juramentos: así es que se sabe mucho acerca do ellos, al paso que de la francmasonería se sabe poco, y eso poco en su mayor parte revelado por los comuneros en documentos que pueden verse en los apéndices (3). Es verdad tambien que los francmasones tuvieron gran habilidad para minarlos, haciendo que varios masones entraran comuneros, á fin de saber de este modo cuanto trataban, sembrar discordias entre ellos. El mismo jefe político de Madrid, don Juan Palarea se prestó á esta maniobra, si hemos de creer á los comuneros.

Tampoco se descuidaban los realistas en esta parte, y siguió sirviéndoles muy bien el célebre D. José Manuel Regato, tipo notable del espía doble y del revolucionado vendido al realismo. A la verdad, hubieran sido muy necios los realistas si no hubieran tenido habilidad para esta pequeña maniobra, tan fácil y comun entre los revolucionarios y conspiradores de todos los partidos políticos.

Regato habla vendido al gobierno los secretos de los liberales, segun se dice, en los años anteriores al levantamiento de Cádiz. Trabajó mucho por el establecimiento de la Confederacion de comuneros, y se mostró en ella celoso


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(1) La mitad de la mitad, si se quiere acertar.

(2) antojóseles á los liberales el verde, a los masones el azul y á los comuneros el morado, alegando la patraña de que el pendón de Castilla era morado, lo cual es falso.

(3) Véanse también las revelaciones hechas por un periodista de El Zurriago, que se insertarán luego. hasta la exageracion y el fanatismo. El que se decide á espía doble, y se compromete á desempeñar el papel de Regato, tiene siempre que colocarse entre los intransigentes, echar la culpa de todo á los más templados, y proponer de continuo medidas extremas y comprometedoras. Regato supo hacer esto á las mil maravillas: una de sus mayores habilidades fué el hacer apedrear las casas de los embajadores de la Santa Alianza, á fin de suscitar conflictos (1). Hízolo con tal maestría, que tuvo habilidad para escurrir el bulto, dejando en manos de la policía á un zapatero, patriota de los más calentitos, llamado Damian Santiago, á quien prendieron frente á la embajada de Rusia. El pobre maestro de obra prima (ahora sería artista) quedó por editor responsable de aquella hazaña, miéntras Regato recibia en el castillo los calurosos plácemes de los hijos de Padilla. Encantados éstos á vista del patriotismo de Regato y de su gran lealtad y celo, no pararon hasta que hicieron que las Córtes le declaráran ¡benemérito de la patria! Fernando VII le pagaba muy bien, y cuando los comuneros y francmasones tuvieron que emigrar, Regato se quedó tranquilo en casa, comiendo el premio de sus buenos servicios.

No fué Regato el único tipo de este género, más común entre los realistas que entre los liberales: éstos suelen escarmentar perfectamente á los que llegan á ser descubiertos, y generalmente no mueren en su cama.

Merced á estas hábiles maniobras, los comuneros, no solamente vivieron en perpetua riña con los francmasones y en reconciliaciones pasajeras, sino que ellos mismos se enredaron en disensiones interminables, y su existencia fué un cisma continuo desde fines del año 1821. Las fortalezas que tenian, segun su órden de antigüedad, y las que aumentaron en 1822, eran unas cincuenta, segun la lista publicada por ellos mismos.

1 Madrid. 5 Córdoba.

2 Segovia. 6 Valladolid.

3 Murcia * (2) 7 Barcelona.

4 Jaen. * 8 Valencia.


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(1) Lo mismo sucedió en la quema de las armas pontificas el año de 1868.A las doce del día se avisaba a los estudiantes de la Universidad para las ocho de la noche: la consigna vino de la redacción de un periódico. A la una se puso un papelito avisando a los demás: yo mismo lo vi. Mons. Franchi avisó dos veces al gobierno; pero como era la masonería ibérica e irregular la que dirigia la fiesta , se dejó llevarla á cabo. Quemado el escudo pontificio frente al ministerio de Gracia y Justicia, en la calle Ancha de San Bernardo, el Sr. Rivero, con admirable energía, disolvió los grupos.

(2) Los números que llevan estrella indican las torres cuyos procuradores promovieron la disidencia á fines del año 1822. 9 Ciudad Real. 30 Gerona.

10 Leon *. 31 Toledo.

11 Zamora. 32 Avila.

12 Ferrol. 33 Lugo.

13 Zaragoza. 34 Vitoria.

14 Sevilla. 35 Teruel.

15 Tarragona. * 36 Plasencia.

16 Badajoz. 37 (Falta en la lista.)

17 Coruña. 38 Palma de Mallorca. "

18 Málaga. " 39 Palencia.

19 Granada. 40 Santander.

20 Logroño. * 41 Alicante.

21 Soria. 42 Calatayud.

22 Cuenca. 43 Tudela.

23 Salamanca. 44 Guadalajara.

24 Búrgos. 45 Castellon.*

25 Cartagena. 46 Lérida.

26 Almería. 47 Huelva.

27 Cádiz. 18 Bierzo.

28 Oviedo. 49 Játiva.

29 Albacete.


§ XLVII


La Landaburiana en 1822.


A exacerbar el cisma comunero contribuyó no poco la creacion de la sociedad Landaburiana. El dia 30 de Junio de 1822, al cerrarse las Córtes, varios paisanos, azuzados por los comuneros, insultaron á los soldados de la Guardia real durante la formacion. Irritarlos éstos, vitorearon al Rey, y terminada la funcion, arrojaron de la plazuela de Palacio y sus inmediaciones á los silbantes y asalariados apedreadores. Hubo excesos en esto, como sucede en tales casos, Y resultó herido el hijo del diputado Flores Calderon. El oficial de la Guardia real D. Mamerto Landaburu, que era comunero (2) y mal visto por los soldados, trató de contener á éstos, pero no le hicieron caso, ántes al contrario, al ver que descargaba sobre ellos su sable, lo mataron de una descarga, á pesar de que algunos de los otros oficiales trataron de

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(2) No eran realistas todos los oficiales de la Guardia real: muchos de ellos abandonaron a los soldarlos al salir éstos al Pardo, y se pusieron la cinta verde. El conde de Mantijo era coronel del segundo regimiento. cubrirlo con su cuerpo. Armóse la milicia y principiaron las tristes escenas que preludiaron el 7 de julio ; cruzándose misteriosas intrigas de parte del Rey y de su camarilla, y de las sociedades secretas, deseosas todas de explotar aquellos sucesos en favor suyo.

Entre tanto los liberales más exaltados formaron una sociedad patriótica llamada Landaburiana , compuesta, no solamente de comuneros, sino tambien de francmasones. Esa sociedad dejó atrás muy en breve á las célebres de Lorencini, café de Malta, San Sebastian y la Fontana de Oro. Exigió una víctima expiatoria á los manes del difunto Landaburu (lenguaje mitológico-masónico), y el gobierno, para acallar la sed de aquellas hienas revolucionarias, les echó para pasto al oficial D. Teodoro Goiffeux, francés, oficial de la Guardia real, que huia á su país, disfrazado de paisano, y con pasaporte. El embajador de Francia quiso salvarle, pero los landaburianos exigieron su muerte, y Copons, el antiguo admirador de Elío, hizo ahorcarle.

No bastaba esto; los tigres de Valencia necesitaban también sangre humana, y fué preciso echarles el cadáver del general Elío, á quien se dio garrote, el dia 4 de Setiembre de 1822, junto á las verjas del jardin del Real, que él había hecho plantar siendo virey. Para arrancar la firma á las autoridades que vacilaban en aprobar la sentencia, se hizo venir á todos los matones y foragidos de la provincia, que en su mayor parte estaban á las órdenes del jefe de los comuneros; pero los francmasones tuvieron tanta ó más parte que éstos en el asesinato jurídico de Elío. D. Asensio Nebot, que con una porcion escogida de landaburianos de Madrid había salido para Valencia a levantar los ánimos, tuvo el disgusto de llegar al dia siguiente de la ejecucion de Elío.

La tal sociedad Laudaburiana fué en breve un campo de Agramante entre los francmasones empleados y los comuneros, que pedian un destino con mucha necesidad. En la noche del 10 de Noviembre, los masones y comuneros vinieron allí á las manos, y hubo entre ellos una escandalosa y prosáica cachetina. Preciso era evitar espectáculos tan feos, y el Gran Oriente español se apresuro á dirigir á la Asamblea de los comuneros un mensaje (1), al cual contestó ella desentendiéndose del suceso y echando la culpa á las provocaciones masónicas. Pero ¿qué juez se atreveria á dar la razon á unos ni á otros? Y por otra parte, ¿qué habia de suceder en la sociedad Landaburiana si estaba al frente de

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(1) Lo incluyó el marqués de Miraflores entre sus Apuntes. Véase en los apéndices. Tambien lo incluyó Carnerero en sus Miscelaneas. ella el ciudadano Romero Alpuente, con el título de ¡moderador del orden!

Las intrigas de la francmasonería para revolver á los comuneros entre sí aún más de lo que estaban, y arrancar el poder de sus manos, cuando el despecho pesimista de Fernando VII los llamó á formar ministerio, necesitan narracion especial y párrafo aparte, pues constituyen uno de los hechos más curiosos y edificantes de aquel tiempo; y acerca de él oiremos á francmasones y comuneros.

Con respecto á la organizacion de éstos, nada añadiremos á lo ya dicho; tanto más, cuanto que en los apéndices se hallaran sus estatutos y código penal (1).

En cuanto al número de comuneros, se habla con mucha variedad. El autor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII, que en muchas cosas sigue, y aun copia, al marqués de Miraflores, los calcula en unos cuarenta mil. El anónimo Zurriaguista, cuyo manuscrito publicó Riera y Comas, los hace subir á sesenta mil. Yo calculo que apenas llegaban á diez mil en toda España los alistados; pero contaban como adeptos suyos á todos los soldados, con los cuales podian contar á ciencia cierta los jefes comuneros, y las hordas de sicarios que tenian á sus órdenes, ó que, en casos dados, les alquilaban los carbonarios, con los cuales vivian en amistad estrecha, con harto sentimiento de los francmasones, que eran los moderados de aquel tiempo.

La mayor parte de las torres contaban solamente de cuarenta á ochenta comuneros, o sea unos sesenta por término medio (2). Aunque en Madrid y otras capitales eran más numerosos, con todo, multiplicados por ese cálculo, se verá la razon que hay para asegurar que, por mucho que se quiera ponderar su número, no eran más de unos diez mil.

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(1) Estos estatutos son muy comunes. Yo he reunido hasta cinco adiciones de ellos. La más abundante y oficial es una que lleva al frente el sepulcro de Padilla y demás comuneros, con varias alegorías. Hay otra muy rara con comentarios satíricos, puestos por la francmasonería en el apéndice.

(2) En Calatayud, a pesar de los esfuerzos de Riego y Lopez Pinto, sólo eran cuarenta y seis: entré ellos había tres curas: es verdad que en algunos pueblos inmediatos había tambien torre y casas fuertes. Habiendo sorprendido los realistas á Lopez Pinto en la granja de Zaragozilla, cerca del Monasterio de Piedra, cuando iba fugitivo con los nacionales de aquel pais, le cogieron el equipaje y todos los papeles de los comuneros de aquella provincia.

§ XLVIII.


Sucesos del 7 de Julio de 1822, narrados por un comunero: manejos de las sociedades secretas en ellos, y sus consecuencias.


Fernando VII seguía conspirando por su cuenta, mientras las sociedades secretas conspiraban entre sí y para sí, y contra él.

El primero lo hacía ocultamente por medio de sus agentes en varias córtes de Europa, en las provincias, y además en la córte, explotando el descontento del ejército y del clero y gran porcion de la grandeza. Esta parte de la historia ha sido descrita y es bastante conocida. La lucha de las sociedades secretas entre sí, aunque sabida por los que desean penetrar en los misterios recónditos y ocultos, pero á veces muy trascendentales, de la historia, no ha sido bien pintada. Los escritores políticos huyen de esto generalmente, alegando que, esas miserias, aun cuando sean ciertas, rebajan el carácter elevado de la historia, y, buscando en ésta la belleza y la grandiosidad, más bien que la exactitud, describen solamente las figuras que se mueven más y se destacan más del fondo de los sucesos, á veces oscuro, omitiendo y aún encubriendo los ocultos hilos y resortes que Manejan estos personajes teatrales, y con que á veces son manejados.

En la misma novela histórica titulada Misterios de las sociedades secretas, el Sr. Riera y Comas incluye una relacion hecha por un redactor de El Zurriago, que durante su emigracion en Londres la escribió en un acceso de despecho. El estilo es algo bajo, y desciende á pequeñeces personales; pero hay en él cierto matiz de verdad que interesa, y coinciden con su contenido las noticias confidenciales que yo he adquirido sobre aquel suceso. El Sr. Riera lo hace preceder del párrafo siguiente (1), hablando del motin de los guardias el dia 30 de Junio de 1822:

«Atribuyóse este motin a los comuneros; pero el resultado fijo de ello fue que dejaronse (2) cesantes a los jefes de los seis batallones citados ; pusiéronse en su lugar á otros menos liberales, algunos de los cuales eran á satísfaccion del


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(1) Tomo III, pág. 301 de la primera edición. En la segunda se ha omitido.

(2) El lenguaje del zurriaguista, y el mismo de la novela del Sr. Riera y Comas, dejan que desear tanto como su criterio histórico. Rey, porque, es preciso decirlo, existia también por aquellos tiempos una mano oculta (1) que cuidaba de que los intereses del Rey llegaran á buen término. En los primeros dias de Julio de 1822 creyeron los ministros que la hora era llegada de establecer definitivamente su tan suspirado plan de Cámaras y veto absoluto. Todo el mundo comprenderá muy bien los buenos resultados que de tales proyectos podian sacar para ello unos ministros que no buscaban más que su provecho. En razon de eso, avisaron los ministros al Rey de que iban á promover la sublevacion de los guardias con el objeto de establecer las Cámaras y el veto.» Entra pocas líneas después á insertar el manuscrito del comunero, acerca del cual dice en una nota á la página 303 Es de un antiguo editor de EL ZURRIAGO. Lo escribió en Lóndres cuando su emigracion. Dice así: «D. Evaristo San Miguel, que conspiró en Belmez contra la vida del héroe Riego, como ya se ha dicho, y que debió su existencia ulterior á la generosidad del mismo héroe; que era un teniente coronel oscuro, que nunca habia podido figurar en España, porque sus principios, sus modales groseros, su ninguna literatura (2), su infundado orgullo y desmedida ambicion le echaban fuera del círculo do los filósofos (3), del de los hombres de bien y del de los entusiasmados por la hidalguía... (4) este hombre, que habia sido secretario de la Sociedad del Anillo, en la cual había hecho ostentacion de sus principios de ¡viva quien vence...! en los dias que mediaron desde el 1.° al 7 de Julio mandó un batallón que se llamó sagrado, el cual era cómpuesto de varios oficiales y paisanos. El mismo se habia erigido jefe de este batallon, y es notoriamente falso cuanto han dicho sus apologistas con la idea de convencer que los individuos de dicho batallon le eligieron. Lo que hay de cierto es que, observando los patriotas que algunos de los batallones de guardias salian armados de los cuarteles, corrieron al Parque de artillería buscando armas para defenderse. San Miguel se dirigió entónces al ayuntamiento, y pidió armas para aquellos patriotas: el ayuntamiento dió Orden para que se les franqueasen, y hé aquí el modo que tuvo San Miguel de adquirir el mando de aquel cuerpo, con la idea de

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(1) ¡La mano oculta en 1822, y mano realista. ..! ¿Que extraño es que ahora tambien vean los progresistas, en 1870, la mano oculta que todos veían hace ya medio siglo? Y si la veían, ¿como estaba oculta?

(2) San Miguel escribió la Historia de Felipe II, y murió siendo director de la Academia de la Historia. Por aqui se puede inferir la hiel del comunero.

(3) ¿Qué cosa es un filósofo? Pues qué, ¿hay algun liberal que no sea filósofo? ¡ Aqui todos semos predicadores!» decia el cocinero de un convento de frailes dominicos.

(4) Suprimo otros denuestos. contener el valor y entusiasmo de sus individuos, como en efecto lo logró. »A la cabeza ya de este cuerpo, obró de acuerdo con el general Morillo, que era uno de los principales corifeos del plan de Cámaras, y obró descaradamente contra Riego y contra las intenciones de los patriotas. En la tarde del 4 de Julio los guardias rebeldes que existian en la plaza de Palacio hicieron fuego á la partida de patriotas que mandaba Selles, situado en la subida de los Angeles. Riego corrió entónces al Parque de artillería, mandó preparar los cañones y dió las demas disposiciones necesarias para atacar el Palacio. Los patriotas, llenos de valor y entusiasmo con la vista del héroe, ansiaban impacientes el momento de atacar el inmundo alcázar del despotismo; pero llegó en este momento el general Morillo, que era capitan general de la provincia, y de consiguiente mandaba las armas; él tuvo la osadía (1) de prevenir al general Riego que se retirase, á presencia de San Miguel. El batallón sagrado bramó entonces, corrió hacía Palacio y hubiera sin duda en aquel momento acabado con el tirano y con todos sus prosélitos, si San Miguel, auxiliado de sus amigos anillares, que existian en el batallón, no hubiese ocupado con las espadas desnudas el principio de la calle de la Caballeriza (2), diciendo: Orden, señores, moderacion, por Dios, que nos perdemos: al instante se va atacar, pero hagámoslo en regla. Con estas voces y otras imposturas, que salieron de la boca de este hombre infame en elogio del general Morillo, y protestando á su nombre que al momento se iban á mover todos los cuerpo patriotas, logró contener el ímpetu gigante del batallon, que fue inmediatamente trasladado a la plaza de Santo Domingo.» Pasaremos aquí por alto una porcion de pequeñeces y personalidades que amontona el pobre narrador y ex-redactor de El Zurriago, que no debia ser un lince, segun lo mal que escribia y lo pueril de sus apreciaciones. Estas no son en su mayor parte más que habladurías de cuerpo de guardia. Consignanse aquí solamente en cuanto pueden ilustrar un poco los manejos y actitud de las sociedades secretas en aquellos sucesos, y aun eso no mucho, pues no pasan de ser invectivas de un comunero contra los francmasones ó supuestos anillares, á los cuales daban siempre los exaltados o comuneros exagerada y malévola importancia, cuando ya ni los que habián pretendido formar aquella sociedad se acordaban de tal cosa.

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(1) ¡Osadía el impedir el capitan general que se hiciera una barbaridad!

(2) ¿Y qué hubiera hecho aquel batallan contra toda la Guardia real, y más si ésta salía a campo abierto? El hecho es que todos conspiraban. El Rey, los realistas, los francmasones y moderados, los comuneros y exaltados, ó patriotas, como ellos se decían, todos andaban envueltos en secretas y misteriosas tramas.

En la noche del 6 al 7 de Julio, cuando los ministros esperaban explotar la insurreccion de los guardias en obsequio suyo, se hallaron no poco sorprendidos al notificarles el Rey que quedaban presos, que desde aquel momento recobraba su poder absoluto. Al mismo tiempo los guardias gritaban en la plaza de Palacio: ¡Abajo la Constitucion! ¡Viva el Rey absoluto!

A la mañana siguiente, cuando la artillería y la caballería exterminaban á los guardias fugitivos, Fernando VII, segun dicen, asomado á uno de los balcones de Palacio qué dan al Campo del Moro, miraba aquel destrozo con un anteojo diciendo delante de sus ministros:—«¡Duro, duro, á esos pícaros comprometedores (1)!»

El libro citado del Sr. Comas concluye lo concerniente á los sucesos del 7 de Julio y á la influencia de las sociedades secretas, con estas cláusulas relativas á la subida de San Miguel al ministerio de Estado de resultas de ellos (2):

«El ministerio San Miguel no era ya anillero. Esa fraccion dejó de influir en política con la caida de Martinez de la Rosa.

»La sociedad caida de los masones, que tan abatida estaba desde que se habían entronizado los anilleros, trabajaba en secreto para poder llegar de nuevo al poder, y no dejó do tener su parte en la bullanga del 7 de Julio pero suponiendo que fuera la de ménos influencia en aquella bullanga, sin embargo, es preciso conceder que ella fué la que se quedó con el resultado positivo. Valiose de San Miguel para usurpar el ministerio de Estado, y lo logró. San Miguel se habla metido anillero por consejo mandato del Grande Oriento mason, y los anilleros pusieron en él toda su confianza, por medio de la cual burló sus empresas; y en hombros de los anilleros llegó al poder ministerial á consecuencia de la jornada del 7de Julio. Martinez de la Rosa y comparsa creyeron dejar por sucesor suyo otro ministerio anillero; pero se engañaron, porque San Miguel, luego de estar en el poder, se declaró mason y buscó por compañeros de ministerio a Argüelles, Calatrava, Adan, Canga Argüelles y Rico, todos los cuales eran masones, y no anilleros. Do este modo, por una traicion cayó la célebre sociedad del Anillo. Enton

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(1) Esto no lo dice la obra del Sr. Comas, pero lo he oído referir a persona fidedigna. Poco significa y poco importa que sea o no cierto; pero, atendido el carácter de Fernando VII, es verosimil. El autor de la Vida de éste pone en su boca las palabras ¡a ellos! que vienen á ser lo mismo.

(2) Pág. 310 del citado tomo. ces los comuneros, si bien sintieron no haber podido llegar al poder, sin embargo, no dejaron de achacar á los anilleros toda la culpa sobre los sucesos de la Guardia y otros. Los masones por otra parte no les guardaron muchas consideraciones, y, oprimidos y acosados por todas partes, los anilleros se vieron en la necesidad de disolverse y repartirse cobardemente entre los masones y comuneros. Como aquéllos estaban en el poder, es muy claro que la mayor parte de ellos se uniria con los masones, y muy pocos con los comuneros; y por esta razon éstos se dieron entonces por más ofendidos que nunca contra los masones, en virtud de que se había formado una sociedad poderosísima, rival de ellos con la union de otras dos que eran ya poderosas y rivales suyas.»

Hasta aquí la obra del Sr. Riera sobre los sucesos del 7 de Julio y sus consecuencias para las sociedades secretas, que no puede aceptarse sino á beneficio de inventario, como dicen los juristas; pues siendo una quimera lo de la sociedad de los anilleros, lo es tambien lo que se achaca á esa supuesta sociedad secreta.

§ XLIX.


Pugnas entre los masones y comuneros despuos del 7 de Julio: Invasión francesa: reconciliación entre masones y comuneros: cisma entre éstos por las intrigas del Grande Oriente.


Continuaremos describiendo estos sucesos, copiándolos de la obra citada del Sr. Riera y Comas (1), el cual, á su vez, la copió del manuscrito inédito del redactor de El Zurriago, que describió la sedicion del 7 de Julio. Incapaz este escritor de mirar las cuestiones desde un punto de vista elevado, con todo eso es su narracion apreciable, porque desciende á pequeñeces y minuciosidades poco conocidas ; describe los manejos, intrigas y rencillas de las sociedades secretas, en los cuales aparece muy versado, y retrasa á ciertos personajes con alguna verdad, aunque la exageracion del espíritu de partido le hace recargar demasiado los colores en no pocas ocasiones.

Continúa diciendo así:

«Cuando marchaba el ministerio con la mayor decision y entusiasmo á la consolidacion de sus planes; cuando éstos


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(1) Tomo III, pag. 316. va tenían ramificaciones inmensas é innumerables proselitos; cuando todos contaban con la conformidad de la Santa Alianza y del Rey para llevarlos á cabo, el Rey y la Santa Alianza conspiraban solamente á entronizar el despotismo, ocultando este designio, contemporizando con los masones, y engañándolos. Entónces fue justamente cuando San Miguel contestó á las notas altaneras de Francia. Rusia, Prusia, etc. Esta contestacion deslumbró á los hombres poco reflexivos y poco políticos, que le tributaron el concepto de gran patriota; y aunque dicha contestacion fue burlarse de los liberales y del estado de la nacion (1), el Rey, sin embargo, no pudo sufrirla y llegó á temer que la nacion recobrase una actitud imponente. Por una parte sus ministros, por otra el embajador de Francia, le daban esperanzas próximas de su triunfo, y reflexionadas todas estas circunstancias en junta de serviles, se resolvió que el Rey mudase el ministerio. El Rey lo hizo así, usando de la facultad que le concedia el Código; pero aquí fué Troya. Entónces conoció San Miguel y sus compañeros que el Rey los engañaba., y recibieron la novedad con el disgusto que era consiguiente. ¿Qué remedio aplicaremos á tanto desastre? ¿Cómo reducir al Rey á que no se aparte del fin propuesto? Intimándoselo ó acabando con su existencia, si no accede á que los San Migueles continúen en sus poltronas hasta perfeccionar el Plan. Tales fueron las cuestiones que los ministros caídos, unidos á Argüelles, Alcalá Galiano, Canora, Campos, Morillo y otros pasteleros, agitaron, y tal fue la desesperada resolucion que se adoptó. Para llevarla á cabo contaron con infinitos partidarios del mismo ministerio, ya por su incorporación al Gran Oriente, y ya por los que había seducido la antipolítica contestacion á las notas extranjeras: todos bramaban de ira: Alcalá Galiano, que era el que menos tenía que perder, y el más proporcionado para una jarana, se dispone para el combate con cuatro ó cinco botellas (2) y seguido de Campos (3) marcha á la Puerta del Sol : allí perora á la multitud: le dice que la libertad y la patria se pierden sin remedio; que los ministros iban á salvarla, y que por esto los ha despojado el Rey de sus puestos; inculca la con-

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(1) Extraña apreciacion par parte de un comunero, pues entonces todos los liberales lo miraron como un rasgo de heroismo, y de sus resultas se reconciliaron los partidos y aun las sociedades secretas que los fomentaban.

(2) Téngase en cuenta que habla un redactor de El Zurríago hambriento y despechado en la emigracion. El Sr. Alcalá Galiano, en su biografia, que publico el Sr. Ovilo, creyó conveniente descender á la refutacion de esas acusaciones de bebedor, que eran demasiado públicas.

(3) Cecilio Corpus dice que este Campos era director de correos y el jefe principal del Grande Oriente en España. Los francmasones procuran siempre, y en todo paises, tener por suyos á los jefes de correos.

Aun los correos de gabinete, en tiempo de Fernando VII, eran casi todos masones, y las lógias tenían así comunicaciones rápidas sin costarles nada. testacion á las notas, habla de medidas de defensa que se proyectaban; dice tambien que los redactores de El Zurriago, vendidos á la Santa Alianza, pagados por el Rey propues tos por el embajador frances, iban á reemplazar a los ministros depuestos, para abrir la puerta á los franceses y entronizar el despotismo: aparecen allí San Miguel y los demás compañeros, excepto el ministro de Hacienda, que se fué á Palacio á decir al Rey que era llegada su última hora si no revocaba su decreto de deposicion del ministerio: no se olvida Galiano ni los demás de su pandilla de hacer observar al pueblo que las Córtes iban á empezar sus sesiones dentro de pocos dias, y que el cambio del ministerio tenía por objeto el evitar que aquellos ministros tan patriotas diesen cuenta á la Representacion nacional del estado de la nación, y con todas estas arterías é infamias consiguieron arrastrar al pueblo hasta Palacio,gritando: ¡Muera el Rey! y ¡Muera Mejía! Los amotinados llegaron hasta la escalera de Palacio, y habrian indudablemente penetrado hasta la estancia del Rey, si la guardia de la Milicia nacional de infantería, mandada por el comunero Mateo Casado, no hubiera defendido el puesto con la mayor resolucion.

»Tiembla entónces el cobarde tirano: envia al general Zayas á contener el pueblo, y queda sólo con el ministro de Hacienda; éste redobla entónces sus esfuerzos para persuadirle del grande riesgo en que existia, le hace firmar un decreto para que los ministros continuasen en sus puestos interinamente, y hasta que lean en las Córtes sus respectivas memorias: baja ufano con este decreto á darle la noticia á San Miguel, que esperaba embozado en su capa en el umbral de Palacio, y consolados ya con esta novedad, tratan de separar al pueblo de aquel sitio, y lo consiguen en efecto; pero la agitacion popular no se calma con esta medida, y el Rey y los ministros no aciertan á tomar un partido seguro. El Rey; que habia pensado en elegir por ministrs a sus más distinguidos favoritos... á los más acreditados serviles (1), conoció la imposibilidad de llevar adelante este designio, y obligado por la necesidad, se puso en manos de los comuneros, única fuerza respetable que podia garantir su existencia; consultó con algunos individuos de la Asamblea sobre la nueva elección de ministros: envió á Guseme para que Mejía le indicase las personas á propósito para desempeñar este cargo, á cuyo acto estuvo presente el patriota Juan Espino; y Mejía, buscando el acierto y el bien de la pátria, le indicó que nadie podria darle un dictá-


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(1) Es un disparate solemne, que prueba los pocos alcances del comunero. No podia Fernando VII pensar entonces en tal desatino: lo que deseaba era dividir más á los liberales, y desacreditar el sistema trayendo á los comuneros, aunque con riesgo no pequeño para su persona. men más acertado sobre el particular que el patriota Juan Romero Alpuente. Este designó en seguida á Florez Estrada. Calvo de Rozas, Torrijos, Muñoz y otros individuos, conocidos todos por su adhesión al sistema, y en el mismo día expidió el Rey un decreto nombrándolos por sucesores de los San Migueles. Todo esto fué efecto de las circunstancias de apuro que mediaban; en otro caso, jamás se hubiera podido recabar del Rey la eleccion de unas personas tan á propósito para salvar la pátria.

»Los comuneros entónces tenian una fuerza irresistible: más de sesenta mil valientes (1) habian jurado en las fortalezas de la Confederacion defender las libertades patrias sobre los restos del héroe Padilla, y estos mismos valientes hubieran contraido sus esfuerzos á sostener á los ministros nuevamente electos, como los más á propósito para hacer el bien del Estado; pero la intriga de los masones les puso en estado de no poder obrar con la firmeza y energía que eran entónces tan necesarias. Voy á exponer los medios inicuos que se adoptaron para que este nombramiento quedase sin efecto.

»Al Rey le pesó de haber hecho este nombramiento tan luégo como reflexionó que los elegidos no eran personas que se adherian á sus ideas liberticidas, pero ni se atrevia á revocarlo, ni le parecia decoroso confirmar á los San Migueles en sus puestos, y por otra parte éstos no le acomodaban, porque ya los miraba con ódio. Los masones, atolondrados con este golpe mortal, no hallaban el modo de repararlo; redoblan sus juntas, se hacen en ellas diferentes proposiciones, y se adoptan planes y medios indignos al propósito de conservar el mando ó continuar el ministerio de los San Migueles, ó entrar á reemplazarlos otros masones. Tal fué el fin que se propusieron.

»Ambos extremos eran bien difíciles, pero era preciso aventurarlo todo, y no reparar en los medios para conseguir cualquiera de ellos. Con esta idea se trató de destruir la sociedad de los comuneros, o al memos ponerla en desorden y confusion por algun tiempo, y desgraciadamente lo lograron. ¡Hombres perversos (2)! Ella era el antemural... la égida impenetrable que defendía las libertades del pueblo español, y trataron de destruir los esfuerzos de aquellos patriotas por medio de la más detestable intriga. El brigadier Palarea hombre venal, que habia sido indivíduo de la sociedad del Grande Oriente, fué el lazo traidor que, pretestando desertar del Grande Oriente, se introdujo en la fede-


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(1) La mitad de la mitad, segun queda dicho.

(2) Llamar perversos un comunero a los francmasones de Madrid, es una cosa tan linda como edificante.

TOMO I. 19 racion de Comuneros para espiarlos y procurar su ruina. Era entónces jefe político de Madrid y comendador de la suprema Asamblea de los comuneros: el Grande Oriente le llamó á su seno. Allí le ofrecieron los ministros la faja de mariscal de campo; y alucinada su alma baja con este oropel, ofreció cumplir cuantas órdenes se le diesen. De sus resultas el mismo Palarea y otros diez individuos de la Asamblea, que por sus sugestiones tomaron tambien parte en el Grande Oriente, se separaron de los comuneros, acusaron de republicanos y anarquistas á los más distinguidos patriotas, quisieron formar otra comunería, expidieron reglamentos para ella, usaron, en fin, cuantas supercherías, iniquidades é infamias pudieron pensar unos hombres resueltos á no hacer caso de la honra, á cambio de medrar para destruir la asociacion. No lo consiguieron, porque las merindades á que pertenecian estos procuradores traidores y perjuros que se unieron á Palarea, nombraron inmediatamente otros procuradores patriotas para que los reemplazáran; pero en el tiempo que medió hasta que vinieron á la Asamblea los nuevos elegidos... mientras la Asamblea se ocupó en discernir las calumnias é imputaciones de estos traidores... hasta que se desengañaron muy buenos comuneros, alucinados por los mismos traidores.., la Confederación estuvo en bastante desórden, é imposibilitada de poder obrar con la energía que lo hubiera hecho si no hubiese ocurrido este desagradable incidente.

»Él separó de las juntas de los masones todos los obstáculos, y los puso en aptitud de obrar con ventajas para perfeccionar sus depravados designios. En primer lugar, intimidaron al Rey, le hicieron creer que su ruina era indudable si se separaba del plan de Cámaras, y el Rey, sin perder jamás de vista su idea de engañarlos, les prometió de nuevo seguirlo. Le oyeron con desconfianza, pero no tuvieron el valor que era necesario para apartarse de sus intenciones, aunque ya consideraban difícil llevarlas á efecto.

»Entónces fué cuando el ministerio espirante, de acuerdo con el Grande Oriente y con la doble idea de sujetar al Rey á sus planes, y de sostenerse en las poltronas, resolvió la salida del gobierno y del Rey para Sevilla. Los franceses no habían pisado todavía el suelo español, ni lo pisaron hasta un mes despues; pero la inicua disposicion de desamparar la córte (que se disfrazó diciendo que se quería dejar expedito el paso al enemigo para que se internase, pues habia planes combinados para cortar su retirada) sirvió para vigorizar los planes de los serviles, parar al gobierno por espacio de un mes de las interesantes tareas que reclamaba con urgencia la situacion de la pátria, para invertir inmensas sumas, sin consideracion á la penuria del Tesoro

__________________ nacional, para ocupar más de veinte mil hombres en la escolta del gobierno, y para dejar expedito el paso á los enemigos.

»Las Córtes, cuya mayoría había ya tomado parte en el Grande Oriente, convinieron en todo lo que propuso e lministerio; é hicieron más: quebrantaron su reglamento interior para prolongar la permanencia de los San Migueles en sus puestos, cuyo fin estaba circunscrito á la lectura de sus respectivas memorias en el Congreso. Esta lectura debía verificarse, segun lo dispuesto en el reglamento, á los tres días siguientes al de la apertura de las Córtes: pero éstas, abusando de su autoridad y de su poder, acordaron que las memorias de los ministros no se leyesen hasta que el Congreso se instalase en Sevilla.

»En esta ocasion fué cuando el eminente patriota Romero Alpuente publicó un papel que tituló Sobre la probable disolucion del Estado, en el cual probó que los tres poderes conspiraban de hecho contra la libertad; pero sus clamores fueron inútiles: estaban ya lodados (1) con la cera de Ulises los oidos de los españoles, y desoyeron este grito de uno do los mejores patricios, así como desoyeron tambien los que dimos en El Zurriago, despreciando la muerte y los peligros que por todas partes nos amenazaban de cerca.»

Suspendamos aquí un momento la reproduccion del curioso manuscrito zurriaguista, para observar rápidamente lo que haya de verdad en esto, fundándolo, no en dichos de un escritor famélico y fanático, sino sobre documentos y testimonios de personas más graves.

Hemos visto que el fiscal militar Paredes, comunero apoyado por la Asamblea, había pedido la prision de todos los ministros anteriores y de várias autoridades militares, logrando la de Morillo, San Martin y otros francmasones, y que San Miguel y sus compañeros nada dejaban que desear en materia de exaltacion y violencia.

Los comuneros dijeron además que todo iba muy bien, pues el gobierno merecia su confianza, y por modestia no añadieron que principiaba á colocar comuneros. Era ministro de Estado D. Evaristo San Miguel, á quien Dios no llamaba por el camino de la diplomacia, y que, segun malas lenguas, habia estado para fusilar á Riego. Un tal Gasco, abogado de un pueblo inmediato á Madrid, y muy conocido en su lugar, era ministro de la Desgobernacion del reino; Benicio Navarro, muy conocido entre los pescadores y barqueros del Grao de Valencia, donde vivia su familia demasiado modestamente, se encargó de la Gracia y de la Justicia, y de la

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(1) Lodar no es palabra corriente ni admitida. Se usa en Salamanca y otros puntos de Castilla la Vieja, en vez de tapiar con piedra y barro algun portillo Marina el Sr. Capaz, célebre en los fastos náuticos por haberse apoderado los franceses de un buque suyo por medio de una carga de caballería; cosa portentosa y que nos negaríamos á creer á no verlo impreso y explicado por los intensos frios á la sazon reinantes (1). A un tal Vadillo de Cádiz se le encargó el ministerio de Ultramar, en lo cual era muy inteligente, pues tenía tienda de azúcar y canela, y un tal Enea manejaba la Hacienda. Hubieran sido demasiado exigentes los comuneros si hubieran pedido personas de más talla. El Rey quiso ir á la Granja, pero el ministerio masónico de San Miguel no lo tuvo por conveniente; hizo dictar en las Córtes medidas feroces contra el clero, y autorizó con su silencio cuantas atrocidades plugo cometer a Mina y sus sicarios en Cataluña. Para que todo fuera completo, el fiscal militar Paredes hizo dictar auto de prision contra todas las autoridades militares anteriores, de cuyas resultas unos escaparon y otros fueron presos, entre ellos Garelly y Moscoso. Morillo fue aprehendido al pasar la raya de Portugal, y San Martin, llevado á la cárcel pública, principió á expiar su victoria de las Platerías.

¿Qué más podian pedir los comuneros? ¿Hubieran hecho ellos más que hacian el Oriente masónico y su jefe el venerable San Miguel, maestro sublime, perfecto, del grado 33? Es verdad que los comuneros querian ahorcar á todos los presos, y el gobierno andaba indeciso en este punto; pero rumores particulares aseguraban que los ministros tenían interés en que no se ahondase demasiado en los misteriosos sucesos del 7 de Julio.

Por otra parte, los ministros francmasones no podían romper enteramente con los comuneros, y ántes procuraron algun acomodamiento, á cuyo efecto trataron de congraciarse con ellos, á pesar de desaire que les dieran aquéllos cuando hubo la pelea ó cachetina en la Landaburiana. Los francmasones se vengaron cerrando esta sociedad, á pretexto de que el edificio donde se reunia estaba ruinoso, pagando así malamente el aprecio que en su contestacion había hecho del gobierno, y acreditando que, á pesar de aquel incienso, vengaban como ministros el insulto que recibian como masones. Pero pronto pudieron tener ocasion de deshacer aquel atropello fraternal, pues al comunicar los representantes de la Santa Alianza sus notas al gobierno (6 de Enero de 1823) y responder éste tres días despues retando á

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(1) Asi lo dijeron los periódicos en 1843 al combatirle durísimamente por ayacucho. La Postdata, periódico satírico-moderado, le llamaba siempre el Ministro incapaz. Dicen que el mar estaba helado cuando los enemigos se apoderaron de sus buques. Creo que hay exageración en ello. todas las potencias que la formaban, se hizo una farsa de reconciliacion en el Congreso, y se abrazaron Argüelles y Alcalá Galiano, representante aquél del órden, o sea dé la anarquía mansa, y éste de la demagogia, o sea de la revolución sin bozal.

Repitióse la farsa de reconciliacion en las lógias y en las torres entre el Gran Oriente y la Gran Asamblea, y en casi todas las poblaciones donde habia hermanos de las sociedades secretas. En Tarragona se abrazaron en la plaza comuneros y masones, y aun en los puntos donde sólo habia comuneros fraternizaron éstos con las autoridades y la tropa (1).

Mas el diablo, que no gusta de paz ni aun entre sus hijos, lanzó bien pronto la manzana fatal en medio de los hermanos. Antolósele al ex-republicano Bessieres venir á molestar á los comuneros de Zaragoza y Calatayud, y llegando despues á Guadalajara y Brihuega, tuvo el mal gusto de asustar á los valerosos milicianos de. Madrid, á quienes su paternal Ayuntamiento llevó en calesas, tartanas y otros vehículos á que Bessieres los cogiera presos con escaso gasto de pólvora, como exige el decoro en tales casos. Culpa de los imprevisores francmasones, que, creyendo la derrota de Bessieres tan fácil y segura como las que suele pintar en los periódicos la imaginacion de los periodistas, se empeñaron en poner al frente de la brillante columna al general O'Daly, uno de los cinco héroes que compartieran los azares de la sublevacion de Riego. Era O'Daly francmason, como O'Donujú y los O'Donnell, y casi todos los irlandeses aclimatados en España. Sabiase que O`Daly no era á propósito para mandar muchos soldados juntos, como no fuese en alguna revista; pero los masones quisieron que fuera este venerable hermano quien podara aquellos fáciles laureles en los campos de la Alcarria. El éxito no correspondió á las esperanzas, y el Empecinado, comunero, cuya caballería no habia podido correr tanto como los corceles de las calesas madrileñas, llegó tarde, y no sin riesgo, á presenciar el presuroso y desordenado desfile de los elegantes milicianos de la córte.

Culparon los comuneros, como era natural, al francrnason por el mal desempeño de aquella pequeña empresa, que podia haber dado ocasion á tan patrióticos ditirambos. El gobierno había cometido la torpeza de consentir que se abriera nuevamente la Landaburiana, y volvieron á insul-

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(1) En Calatayud tuvieron una gran comida en la plaza. Era yo niño, y aun recuerdo haber visto á Lopez Pinto, jefe politico de aquella ciudad, a quien por apodo llamaban Bigotes, el cual vino a probar el suculento rancho que comieron en público los nacionales, casi todos ellos comuneros. tarse otra vez en ella masones y comuneros, con un furor que les hubiera honrado en los campos de Brihuega. Preparábanse los comuneros á un nuevo rompimiento y á nuevos escándalos, á pesar de la conciliacion reciente y de los pactos conciliadores que traian entre manos, cuando el Rey, temeroso de perder trono y vida si los comuneros escalaban el poder, o deseando precipitar la marcha de las cosas, se entendió con éstos por medio de Regato y de algunos otros. Nombrado estaba ya el ministerio comunero cuando los francmasones, los moderadísimos, filantrópicos é ilustrados francmasones, cultivadores de las virtudes cívicas, fraguaron el motin más asqueroso que presenta nuestra historia, fecunda en abortos de este género, desde el de los sombreros, costeado y dirigido por el duque de Alba, ascendiente del Tio Perico el manchego, hasta el degüello de los frailes en tiempo del héroe de las Platerías, como veremos luégo.

Oigamos sobre este punto importante de la historia revolucionaria y francmasónica, la narracion autorizada del marqués de Miradores, testigo presencial:

«Al anochecer del dia 19 de Febrero de 1823 se esparció la voz de que el Rey se habia servido remover el ministerio, medida que, sobre reclamarla la utilidad pública, fué producida por contestaciones desagradables entre sus individuos y el Monarca. No era difícil prever los resultados; hijo este ministerio de la masonería, esta corporacion debía echar el resto para sostener sus hechuras, pues se escapaba de sus manos el gobierno de la monarquía. En efecto: una asonada puso en consternacion la capital, no en verdad por el número de los individuos amotinados, pues no llegaban á trescientos, sino por su naturaleza. En muchas ocasiones había sido turbada la tranquilidad pública; en muchas, viras y mueras diferentes habian resonado en las calles y plazas de la capital; pero jamás se habia manchado la revolucion con signos ciertos de un atentado hasta esta noche ominosa.

»La pluma se resiste á describirla: voces de ¡muera el Rey! se oyeron por primera vez, se insultó al sagrado asilo y aun á la virtuosa y respetable Reina, y acaso sin la Milicia de Madrid y sin el Ayuntamiento, se hubiesen ensangrentado las páginas de nuestra historia con la sangre de ilustres víctimas.»

El autor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII (1), testigo presencial, despues de narrar que se puso en la plaza de la Constitucion una mesa para recoger

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(1) Tomo II, pág. 60 firmas pidiendo el destronamiento del Rey y el establecimiento de una regencia, añade : «Veíanse al frente de los grupos, acalorando á la muchedumbre, hombres osados, y un diputado cuyo nombre no queremos recordar porque en 1814 fué el encarcelador de sus compañeros (1), y desde entónces ha figurado en opuestas banderías, se presentó en medio de los amotinados ostentando una cuerda, con la que decia debian arrastrar al Rey. Figuraban allí gentes do rostro siniestro, conocidas por sus delitos, y que, á manera de las aves de rapiña, únicamente salen de sus madrigueras al olor de las revueltas, cualquiera que sea la causa que las impulse.»

Dícese que la francmasonería, no pudiendo contar con los comuneros (o progresistas, como diríamos ahora), apeló á los carbonarios, y es lo bueno que pocos dias despues, al sembrar la zizaña entre los hijos de Padilla, formó a la Asamblea de comuneros capítulo de culpas por estar en relaciones con los carbonarios, y tener su fortaleza en la misma casa donde aquellos tenian su renta. Los comuneros no lo desmintieron por completo, pues sólo dijeron que la casa tenía muchas habitaciones, y que lo mismo podria suceder si establecieran en ella los masones sus misteriosos talleres, á los cuales llamaban más adelante las cavernas de Adoniram. A ellas se pasaron en la noche del 22, de Febrero de 1823 muchos hijos de Padilla.

En efecto; afianzados en el poder los dos hermanos San Miguel, con toda la pandilla masónica, todavía intentaron otra vez atraerse á los comuneros y ya que no lo consiguieron, los dejaron divididos por la discordia y minados por la intriga. Palarea quedó al frente de los comuneros disidentes y en relaciones con la masonería, pues él era mason, y, para no impedir el motin del dia 19 de Febrero, como jefe político de Madrid, se marchó á pretexto de perseguir una faccion que andaba por las inmediaciones de Colmenar, como si no pudiera prestar tan pequeño servicio cualquiera otro de los muchos militares que habia en Madrid, mejor que el jefe político, que como tal debia prescindir de los asuntos bélicos.

El dia 9 de Febrero se había comisionado por la asamblea de comuneros á los procuradores de Teruel, Málaga y Granada para entenderse con los comisionados del Grande Oriente. Reunidas las comisiones, acordaron unas bases de avenencia muy notables (2). Pero la pesada burla que hicieron los masones á los comuneros diez dias despues, promo-

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(1) No sabemos á quién aludirá: los sujetos coetáneos á quienes he consultado dudan si alude á Copons o a Alcala Galiano, segun las notas del zurriaguista. Ambos eran entonces capaces de ello. ¡Dios los haya perdonado!

(2) Véanse en el apéndice. viendo el asqueroso motin para conservar sus poltronas, hicieron que éstos, como más briosos, no quisieran volver a tratar con los masones. Los disidentes vendidos á éstos tuvieron una junta el dia 22, en que acordaron pasarse a las cavernas de Adoniram con armas y bagajes, y tomaron desde entónces el nombre de Comuneros constitucionales.

Los nombres de estos señores, que ellos mismos tuvieron cuidado de publicar (1), son los siguientes:

Juan Palarea, brigadier, jefe político de Madrid. Este señor, que habia presidido la apertura de la Landaburiana, presidió tambien á estos reformados ó disidentes.Ramon Salvato, diputado a Córtes.—Domingo M. Ruiz de la Vega, id.- Joaquin Abad, empleado en Gobernacion.—Mariano Cárdenas, capitan de infantería.—Mariano Gonzalez Aparicio, id.—Joaquin Rodriguez, intendente de ejército.—José María Martinez, oficial de Gobernacion.—Florencio Ceruti, coronel de caballería.—Pedro Martin Bartolome, diputado á Córtes.—Benito Romero, juez de primera instancia de Madrid.—Martin Serrano, diputado á Córtes.— Juan Alfonso Montoya, visitador de la Audiencia de Granada:—Tomás Dominguez, teniente coronel de caballería.--J. Aniceto Alvaro, comerciante—Mateo Seoane Sobral, diputado á Córtes.—Antonio Mejía, síndico de Madrid.—Francisco España, abogado.—Roque Barcia, propietario (2).—Manuel de Roda, oficial de Gobernacion.—Mariano Palarea, teniente coronel de caballería.—Agustin Cano, Capitan de infantería.—Luis Angel García, capitan de ingenieros.—Mariano La Gasca, diputado á Córtes.—Juan Pacheco, íd.—Diego Gonzalez Alonso, id.—Francisco de Paula Soria, id.—José Perez.—Manuel Lopez Tejada, oficial de la inspeccion de caballería.—Dionisio Valdés, diputado á Córtes.— Calixto Gonzalez, capitan de caballería.—Rafael Amonaci, abogado.—Francisco Caros, diputado á Córtes.— Basilio Neira, id.—José Urbina, capitan de caballería.— José Ojero, diputado á Córtes.—Mariano Moreno, id—Antonio Vilars, oficial de caballería.—Fausto Gonzalez, jefe de seccion de la tesorería general.—Juan Oliver y García, diputado é Córtes.—Tomás Villafañe , oficial de la direccion de correos.—Eugenio Joaristi, regidor constitucional de Madrid. -José Francisco Arana, teniente comandante del resguardo municipal.— Joaquin Castañeira, de la direccion

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(1) Constan en las contestaciones quee tuvieron con motivo del cisma: los publicó tambien el señor marques de. Miraflores.

(2) Distinto, aunque al parecer pariente, quiza tio y padrino, del otro Roque Barcia, hoy tan famoso por sus deliciosas elucubraciones económico-democráticas, y por sus acertadas disposiciones guardacantonales para la reconstrucción de Cartagena. Este ciudadano usaba antes el pseudonimo de El Autor de los Viajes. ¿Seria por haber inventado el viajar? de aduanas.—Dionisio Barreiro.—Manuel López, capitan retirado.- Juan de Mariátegui, ingeniero de caminos.

Para distinguirse de los comuneros españoles constitucionales, los otros continuaron llamándose á secas comuneros españoles, y la Orden, en virtud de esta reforma, se dividió ya en calzados y descalzos, al estilo antiguo, sólo que aquí, a diferencia de los monacales (pues fuera poco católico comparar aquéllos con éstos, y menos en burla), los reformados o constitucionales todos eran calzados, dado que todos tenían destino (1), y los de la primitiva observancia no lo tenian, pero aspiraban á calzarse con uno bueno, que era el desideratum, como dicen los pedantes, o el ideal filosófico, segun los gitanos de escuela en su moderna jerga.

En la noche del 24 de Febrero, los citados señores disidentes o constitucionales acordaron las siete bases principales de su reforma, resolviendo llamarse Comuneros españoles constitucionales, sostener la Constitucion, no transigir con la tiranía, y no admitir á los que «intenten convertirla en foco de desórdenes o en objeto de miras interesadas ó particulares.»

La base sexta, muy notable, decia: «Los que pertenezcan á esta sociedad, mientras permanecen en ella, no podrán trabajar en otra secreta.» Finalmente, la sétima proponía que se dieran «los pasos convenientes para que esta sociedad trabaje de acuerdo con la de masones regulares para defender la Constitucion, poniendo fin á las disensiones y animosidades que tanto perjudican al bien de la patria,»

Dos dias despues, 26 de Febrero, se acordaron las bases para la organizacion interior de las torres de los disidentes, acordando constaran éstas solamente de cinco á veinte individuos. Con fecha del 28 lanzaron al mundo un manifiesto violento contra la Asamblea de la Orden y sus partidarios, á quienes, á falta de otro dictado, que no llegaron á tomar, llamaremos los primitivos, o de la primitiva observancia.

Lamentábanse de que desde la renovacion de la Asamblea en 23 de Octubre (2) la sociedad habia degenerado.

Hasta entónces, segun los disidentes, la confederacion fuera grande y virtuosa (3), aunque perseguida por sus contrarios, que acusaban á los confederados de anarquistas republicanos, jacobinos y demagogos. Pero desde que se renovó la Asamblea todo fue de mal en peor, pues cayó

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(1) Los cargos concejiles de Madrid, aunque no retribuidos, siempre han sido codiciados; tanto, que entre ciertas gentes el ser concejal eqivale á lo que llamamos ponerse las botas, sinonimo de calzarse.

(2) Esto nos acredita que la Comuneria, con su primera Asamblea, se instaló definitivamente e mediados de octubre de 1821, pues se renovó la Asamblea en 23 de Octubre de 1822.

(3) ¿Qué entenderían por actitud estos caballeros particulares? ésta en poder de unos hombres de ideas exageradas, «que promovían discusiones acaloradas, vagas y furiosas declamaciones,» y lo demás que en ello se contiene, como «propalar y dar fomento á los motivos de enemistad contra los masones; excitar á la guerra abierta contra ellos; levantar querellas contra los empleados públicos; lamentarse agriamente de la injusticia que se cometia en las provisiones de destinos (1).» La disidencia llevó su crueldad calzada hasta el extremo de decir que «estas gestiones ofrecian racional motivo para dudar si sería todo pura expresion de patriotismo ó ecos disimulados de ambicion y pretensiones individuales.»

Pasando á formar cargos concretos á la Asamblea de los primitivos, la acusaban de haber fomentado la escision por medio de El Zurriago y de la tribuna Landaburiana, llegando á decir que aquel periódico estaba vendido á la córte y á la Santa Alianza, no sin haber indicado ántes que aquellas producciones eran probablemente de otra sociedad secreta extranjera, aún no bien conocida.

"No iban descaminados los disidentes en esta invectiva contra los carbonarios; pero no parece cierto el otro cargo de que estuviesen vendidos á la córte los redactores de El Zurriago. Mejía y Morales murieron pobremente en la emigración, miéntras Regato comia tranquilamente el oro de Fernando VII. No hay razon para imputar á nadie lo que no fué; ni se avenia tampoco el ser órganos de los carbonarios con estar vendidos á la córte.

Algo más de razon tenian en decir que no era justo que «la sociedad secreta extranjera de los carbonarios viniera á dirigir á la Confederacion de Comuneros, que era puramente española.» Estos pobres comunero» no habían entrado todavía en el cosmopolitismo trascendental masónico, ni en la realizacion del ideal de la humanidad para la vida... Claro está que hablamos de la humanidad terrestre, como decimos ahora nosotros los filósofos; pues aún no hemos logrado ponernos en combinacion directa con los filósofos planetícolas y francmasones de las otras nebulosas que giran en el espacio. Mi conciencia filosófica me obliga á exhibir esta salvedad contra la teoría de espíritu algo cerrado de los comuneros disidentes; que no alcanzaban el espíritu más levantado de la Carbonería en sus relaciones con la humanidad terrestre, queriendo preferirle la Comunería por puramente española. Hoy ya las ideas de familia y patria van siendo atrasadas, y dentro de poco las dejaremos para los serviles.


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(1) Por ese capitulo debieron principiar; y con él bastaba. La Asamblea de los comuneros primitivos ó descalzos opuso otro manifiesto en Marzo de aquel año (la fecha va en blanco), respondiendo á los cargos de los disidentes, y llevó su crueldad replicativa basta el extremo de probar que muchos de éstos «habian sido agraciados por aquel ministerio, sin merecerlo acaso, con afrenta tal vez del gobierno, y quizás á costa de la Asamblea.» Citar los casos prácticos de sueldos dados á personas oscuras y sin méritos, y entre ellas á los procuradores de Valencia, Córdoba, y otros puntos, y á un tesorero suspenso de Cádiz, á quien habian hecho intendente de Castellon, era horrible cuando «muchos de los actuales procuradores habian perdido los destinos que tenian ántes de ser indivíduos de la Confederacion.»

Vindicábase en seguida de lo relativo á El Zurriago y a la participacion en sus invectivas, en lo del apoyo prestado al comunero Paredes para seguir sus acusaciones sobre los entronques de los sucesos del 7 de Julio; y negando sus relaciones con la Carbonería en esta frase rotunda: «Es falso que haya carboneros en la asamblea: á lo ménos ésta no los conoce.» Mucho me temo que al estampar esto los descalzos no tuvieran en cuenta el octavo mandamiento de la ley de Dios. En cuanto al dictado de constitucionales con que querian honrarse los disidentes calzados, decia con razon que no podian llamarse constitucionales «los que el 19 y 20 de Febrero apoyaron el atentado de forzar al Rey á que repusiera unos ministros que había separado en uso de sus facultades.»

Entre tanto los franceses habian entrado en España, y, precedidos por las guerrillas realistas, reforzadas y mejor armadas, avanzaban hácia el interior de la Península.

§ L.


Viaje de Fernando VII á Cádiz: su ineptitud oficial : riñas entre los masones y comuneros pintadas por ellos mismos.


No voy á trazar la historia de aquellos bien conocidos sucesos, sino los ocultos manejos que en gran parte los motivaron, y esto más como compilador que cual historiador, recogiendo los escasos datos que sobre ellos nos han dejado los competidores mismos en momentos de odio y encono, cuando la pasion se sobrepone al cálculo y al egoísmo de la secta. Y á la verdad, seria lástima que estos datos, ya publicados, aunque poco conocidos, se perdieran ó fuesen cayendo en el olvido. Volvamos, pues, á continuar hasta su conclusion el precioso manuscrito del escritor zurriaguista, que en esta segunda parte se expresa en términos muy duros, agresivos y violentos contra la francmasonería; pero á bien que yo no los invento (1). No se olvide que escribe un comunero:

«Nada les quedó por hacer á los masones para que continuase el ministerio de los San Migueles. A la llegada del Rey á Córdoba trataron de que el pueblo y las tropas clamasen por la continuacion de los ministros; pero los comuneros frustraron su intento. La misma trama estaba urdida en Sevilla para el dia que llegara el Rey; pero tambien fue destruida. El Congreso iba á empezar sus sesiones, y los ministros interinos tenian que cesar sin remedio, á la par que concluyesen sus memorias, y los patriotas electos debían reemplazarles. Por consiguiente, los masones veian próxima la destruccion de sus planes, y el Rey tambien veia perjudicados sus conatos á destruir la libertad, y en este conflicto recíproco cada uno procuraba buscar el medio de evitar el golpe fatal que les amenazaba. Para encontrarlo se reunieron en la casa del diputado Cabaleri los siete ministros, los San Migueles, Canga Argüelles, Calatrava, Adan, Rico y otros vários diputados, y allí se acordó que los ministros intimidasen al Rey y le dijesen que los electos no tenian la opinion pública, y era fuerza que nombrase á Calatrava y á Zorraquin, y éstos, despues de ocupar sus puestos; le dirían á S. M. los sugetos que debian elegir para los demas ministerios; y se acordó tambien que Adan y Rico fuesen comisionarlos á decir á Florez Estrada y á Calvo de Rozas que renunciáran sus empleos. ¿Podia atacarse la Constitucion de un modo más expreso y terminante, obstruyendo al Rey la voluntad (2) de separar á los secretarios de Estado y del Despacho? Los comisionados cumplieron exactamente sus encargos; y aunque Florez Estrada y Calvo de Rozas respondieron á la intimacion que se les hizo, que estaban tan distantes de hacer semejante renuncia como de conocer autoridad en una junta tan clandestina é ilegal, los ministros recabaron del Rey, sin violencia, porque justamente era lo que deseaba, que se revocase el nombramiento de los ministros patriotas y que nombrase á los masones propuestos, que eran tan malos ó peores que los San Migueles, para que acabasen de perder la pátria (3).


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1) Pág. 324, tomo III de la primera edicion.

(2) El castellano del zurriaguista, como ya queda advertido, no es muy clásico, que digamos. Por lo demas, los escrúpulos zapironianos del comunero autor del manuscrito son edificantes. ¡Quién no se indigna de que los masones tratasen de obstruir los conductos de la voluntad a un Rey á quien los comuneros trataban de sacar de penas... obstruyendole las vías respiratorias con un poco de cáñamo retorcido, y pará uso externo.

(3) Dificil era ya perder lo que estaba completamente perdido. »Calatrava, ese bribón (1) que no se avergonzó de poner en los diarios de Madrid vários artículos que firmó, blasonando de mason y defendiendo una institucion tan criminal y detestable (2)...; que se habia distinguido en las Córtes por sus trabajos é intrigas; que comentó y sostuvo para que desapareciesen la libertad de imprenta, el derecho de peticion y las tribunas populares; el autor de un Código penal indigno de un pueblo libre...; un adulador bajo y ratero de Argüelles y del conde de Toreno, que siempre le trataron á baqueta...: un miserable lego-leyo (sic) que jamás habia saludado la política... ¡Tal fue el hombre que en las circunstancias más críticas y más difíciles de la nacion fue preferido, por una intriga detestable, á un Florez Estrada y á sus dignos y sabios compañeros!

»¿Y quiénes fueron los elegidos por el tal Calatrava para sus sócios? Manzanares, capitan sin talentos y sin probidad (3), que por haber faltado en eI órden masónico al secreto y á la confianza que de él se hizo. fué puesto entre columnas y reprendido agriamente y obligado á pedir perdón de sus faltas á todos los hermanos, lo que ejecutó de rodillas y llorando á lágrima viva... (1); un bruto que, porque no rebuznase más en la tribuná de Lorencini y Fontana de Oro, donde predicaba todas las noches que era necesario acabar á puñaladas con el ministerio de los Argüelles, le compró este ministerio con lá tesorería de Barcelona, al mismo tiempo que compró á Alcalá Galiano con la intendencia de Cordoba, y convirtió á los dos en panegiristas de sus operaciones...; el hombre inconsecuente y bajo, que empezó a adular á Argüelles desde aquel momento, y lo hizo mason...; el pícaro que vendió en Barcelona á los más distinguidos patriotas y les hizo la guerra tan luégo como se incorporó en la sociedad del Grande Oriente...; el que ascendió por estos medios á la jefatura política de Valencia, introdujo el desórden, la desunion y el disgusto en aquella ciudad, y se consagró á perseguir la exaltacion, á canonizar el sistema de moderacion y apatía que nos ha perdido;


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(1) Siento en el alma tener que reproducir esa grosera injuria, hija del encono sectario de un comunero rabioso. Impresa en una obra que ha circulado mucho, seria ya impertinente omitirla. Por mi parte la califico por lo menos de grosería y de injuria inaceptable.

(2) Esto lo dice un comunero.. Por lo demás, no se acusará de inconsecuente al Calatrava por los que sepan la mucha consecuencia que ha tenido en el Oriente español en estos ultimos años, resignándose á ser Gran Muestre de la masonería, segun los periódicos, cuando ya necesitaba descansar, en los felices tiempos de Amadeo primero y último.

(3} Digo de estos insultos groseros y los que vendrán luego, lo que de los anteriores. A los escritores de El Zurriago había que ponerles C. C. (cave canem), como ponían los romanos a los perros que tenian á la puerta de casa.

(4) No andaría lejos el comunero cuando sabia esto con tantos detalles. Oyendo decir un andaluz que, segun Plinio, el elefante oye crecer la yerba, dijo: «O ese Plinio era un elefante, ó algun elefante se lo dijo a Plinio.» produciendo su mal porte en este destino que el pueblo se amotinase contra él en dos ocasiones...: este fué el hombre elegido, con asombro de toda la nacion, ministro de la Gobernacion de la Península...

»Sanchez Salvador, que fué uno de los generales á quienes Riego prendió en el cuartel general de Arcos, en el día 1.° de Enero de 1820, que habia sido ministro con Feliu, y persiguió y calumnió á Riego y dejó su puesto á la fuerza, cuando, corno se ha dicho, se llegó al caso de que la mayor parte le negó la obediencia al gobierno... éste fué otro de los propuestos por Calatrava y elegido para ministro de la Guerra. Este mason se comprometió con el Rey en el viaje desde Sevilla á Cádiz en tales términos, que S. M. le amenazó de muerte, y le dijo que, ó habia de mandar en absoluto, ó que dejaría de existir; y considerando entónces el mismo Salvador que era imposible llevar adelante el plan de Cámaras oponiéndose el Rey, y agobiado de los remordimientos que había causado al Estado (1), se degolló en Cádiz, y dejó una carta para Calatrava y demás compañeros, en que les decía que habia tomado aquel partido porque no podía sufrir la infamia de que estaba cubierto, y les persuadía que abjurasen sus errores y que trabajasen en favor de la patria, porque ya era visto que el tirano Fernando pretendia decididamente esclavizarla. ¿Y quién fué el sucesor de este ministro?

-->iEsto es asombroso! El coronel de artillería Puente, hijo político del general Campana, asesino de Cádiz en 10 de Marzo de 1820.

»Yandiola tambien tuvo la desgracia de haber hecho parte de este ministerio, para eclipsar el bien merecido concepto de patriota que le habían adquirido sus padecimientos en la causa de Richard, y otros importantes servicios que habia prestado á la pátria. El fué seducido por Argüelles y demás masones, y tomó parte en esta sociedad: pero no manchó su honra, declarándose, como sus compañeros mencionados, amigo del gobierno tiránico.

»Si estos ministros, se dirá, eran tan infames y perjudiciales, ¿cómo no hicieron los patriotas una vigorosa oposición á que ocupasen las sillas ministeriales? Mas si se les suponia de acuerdo con el Rey desde su ingreso al ministerio para derrocar el sistema constitucional, ¿cómo ellos influyeron en Sevilla para que las Córtes privasen al Rey del mando absoluto y le pusiesen una regencia?

»Voy á contestarles. Los únicos que podian haber hecho un esfuerzo contra estos nombramientos eran los comu-

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(1) ¡Estupendo lenguaje del zurriaguista… remordimientos del Estado! Si la verdad histórica es como la exactitud del lenguaje, estamos medrados. neros, pero éstos no habian podido reparar todavía el daño que les hizo Palarea. El Grande Oriente, por el contrario, tomaba cada dia más incremento, porque era el distribuidor de las gracias y de los empleos. Riego estaba despreciado y proscrito por los mismos masones: la benemérita milicia nacional de Madrid procedia engañada por los San Migueles, y la mayor parte de sus oficiales eran tambien del Grande Oriente (1); las tribunas populares habian callado: los ejércitos franceses avanzaban hacia Sevilla sin encontrar obstáculos; no había, pues, elementos para combatir la masa de pícaros que arrastraron á su partido á una multitud de obcecados, de tontos y de mentecatos.

»Y en cuanto á la segunda pregunta, ya se ha dicho diferentes veces que el Rey trabajaba de hecho constantemente al propósito de erigirse en tirano; que engañaba á los ministros aparentando conformarse con el plan de Cámaras, y para esto se trajo el ejército francés y se dictaron las inícuas providencias que se han indicado. Pero al Rey se le hacía un siglo cada momento de los que trascurrian sin que pudiese desplegar la rabia y furor de que su corazon estaba poseido. Llega á Sevilla, recibe allí el bando servil un refuerzo considerable con los canónigos y frailes que se unieron; se creen ya con fuerza suficiente para proclamar el despotismo; derraman su oro á manos llenas y se prepara nada menos que una conmocion popular, que tenía por objeto acabar en una sola noche con las Córtes, con Riego y con los ministros. La trama se descubrió poco antes de la hora designada por el Rey para el rompimiento, y entonces, viéndose comprometidos los mandarines, denuncian el proyecto, corren á las armas la tropa y la miliciapara sostenerlos, se llenan de pavura los serviles, y tiembla el Rey; y las Córtes para acabarse de cubrir de oprobio..., para acabar de perder la honra, declaran al Rey inepto para regir hasta que llegue á Cádiz.»

En esta narracion del anónimo comunero y redactor de El Zurriago hay un gran fondo de verdad en medio de algunas inexactitudes y de apreciaciones exageradas, hijas del despecho, del encono político y del espíritu de secta y pandillaje. Dada la posicion en que se veían las Córtes, no pudieron hacer con Fernando VII otra cosa que lo que hicieron, declarándole incapacitado moralmente para seguir reinando por entonces. Fernando VII, al negarse á salir de Sevilla, contaba con una conspiracion á cuyo frente estaba el general Downié con gran parte de la guarnicion y casi todo el paisanaje. Pero los realistas, con su habitual impe-


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(1) Querria decir que dependian del Gran Oriente masónico, como francmasones que eran casi todos. ricia en materia de conspiraciones, fueron descubiertos. Un cirujano liberal, que tenía franca entrada en casa de aquel general, llegó hasta la habitacion donde discutian los conspiradores sin recato ninguno, se enteró del plan, lo reveló á la autoridad, y ésta los cogió casi infraganti. El coronel Minio, que era uno de ellos, dice que él no fué preso por haber salido un poco antes de que llegara la policía.

La salida de Sevilla fue sumamente tumultuosa. El dia 12 por la noche se avisó á las Córtes que el Rey habia salido para Cádiz. Al dia siguiente principiaron á embarcarse los diputados. Entre tanto los paisanos y casi todo el vecindario de Sevilla, resentidos por los desmanes de aquellos dias, se arrojaron sobre los equipajes de los diputados y milicianos de Madrid; atropellaron á varios de ellos, y áun el regimiento de artillería que había quedado para protegerlos logró a duras penas abrirse paso a la bayoneta (1), Un fracaso horrible vino á calmar aquel tumulto. El pueblo, casi inerme, habia invadido el salon de Córtes, el café del Turco, donde se reunia la sociedad patriótica, y la lógia de la calle de San Bartolomé, donde hallaron todavía alzadas las columnas y en su sitio el esqueleto en la sala de meditaciones, colgada de negro. En busca de armas penetró una gran turba en la Inquisicion, cuando de pronto voló todo el edificio, con la gente que estaba dentro incendiados, casualmente ó por malicia, unos barriles de pólvora que allí habian quedado. Los datos de aquella época hacen subir los muertos a más de ciento: la tradicion vulgar a mas de mil.

Cuéntase, no se sabe con qué verdad, que se trató tambien de asesinar á Fernando VII en su viaje de Sevilla á Cádiz, y que, sabiéndolo el Rey, se entendió con el jefe de la escolta, al cual hizo el signo de detresse (2), y que éste, correspondiendo al signo masónico, le ofreció proteccion y amparo, y lo cumplió haciendo respetar su vida. Por mi parte, no doy importancia a esta anecdotilla que he oido referir á más de un liberal y a no pocos realistas como cosa corriente, motivo por el cual no la omito, aunque no la crea. Pero ella indica la gran conviccion que habia en los últimos años de la vida de Fernando VII de que éste era francmason, o lo habia sido, propalando esa voz los liberales a fin de hacerle odioso á los realistas, y repitiéndola los realistas descontentos del mismo á quien habian idolatrado.

No conviene esa narracion con la del coronel Minio (3)


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(1) Habiendo negado despues Lopez Baños, á quien hicieron algunos del populacho una ligera y mal dirigida resistencia, echo una contribucion enorme y dejó á los soldados hacer toda clase de robos y atropellos.

(2) De destreza, como diría el amable embustero Truth.

(3) Exámen de la conducta... del coronel D. Vicente Minio desde el día 7 de Marzo de 1820. Imprenta Real: 1824. Un folleto en 4.º de 50 páginas. acerca de los conatos de asesinar á Fernando VII en su viaje á Cádiz, los cuales impidió él con su lealtad y la disciplina del regimiento de Almansa. El coronel Minio, que despues mandó los coraceros de la Guardia real, tuvo la desgracia de que no creyesen su narracion ni los realistas ni los liberales. Yo creo que algo se tramó contra la vida del Rey, aunque no todo lo que dice Minio, ni en la forma que él lo dice.

§ LI.


Horribles matanzas y devastaciones hechas por los comuneros y republicanos: represalias de los realistas.


La sublevacion de los guardias y de otros cuerpos militares, que, bien dirigida y en los primeros dias de Julio, hubiera ahorrado muchos males, ejecutada torpemente por unos, y de mala fé por otros, produjo grandísimos males, rabioso encono de las pasiones políticas, el enaltecimiento de hombres exagerados, la exacerbacion del odio nunca extinguido, ó por mejor decir inextinguible, contra el clero, y que volvieran al mando los republicanos, ávidos siempre de sangre y exterminio.

No hablaremos aquí de los muertos en el campo de batalla, o á consecuencia de acciones de guerra, siquiera sea siempre vituperable el matar al vencido (1); pero haciéndose la guerra sin cuartel desde 1822, ni unos ni otros contendientes tienen derecho para echarse en cara los actos de este género cometidos por los jefes de ambas parcialidades. En todo caso, la odiosidad es mayor cuando aquellos son cometidos por jefes militares de alta graduacion y mandando tropas regulares y disciplinadas.

Mina y Riego, que estaban de cuartel despues de haber fracasado sus tentativas republicanas, fueron enviados á Cataluña y Andalucía. En Cataluña acababa de ser derrotado Torrijos por el baron de Eroles ; pero Milans y Mina destrozaron las huestes de los realistas, que éste, con su habitual mendacidad y orgullo, hace subir, á treinta y seis mil para dar importancia á su triunfo, cuando apenas eran la tercera parte. Los habitantes de Castelfollit hicieron una resistencia briosa contra las tropas, de Mina, que mandó pasarlos á


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(1) En 1821 Cruchaga soltó á casi todos los realistas navarros que cogio presos. Es verdad que éstos decian que aquel jefe habla estado antes en relaciones con ellos. (Martin: Historia de la guerra de Navarra, páginas 30 y 34.) Tambien Bessieres soltó casi todos los prisioneros de Brihuega.

TOMO I. cuchillo y destruir el pueblo, dejando solamente un paredon en que se puso un letrero que decia :

AQUÍ EXISTIÓ CASTELFOLLIT:PUEBLOS, TOMAD EJEMPLO, Y NO DEIS ABRIGO A LOS ENEMIGOS DE LA PATRIA.

Los escritores liberales refieren este acto de brutalidad como la cosa más sencilla, y añaden las palabras de Mina, de que «produjo los más felices resultados.» Es la frase que usaban los caníbales franceses en 1793 (1).

A la verdad, el romper la cabeza de un garrotazo al hijo que se insubordina es un procedimiento casero de los más sencillos, y que da tambien los más felices resultados; pero no deja por eso de ser una barbaridad. A Mina no se le alcanzaba más. Lo que harían los vecinos que lograron escapar de la matanza, puede considerarse fácilmente : tenian que ser guerrilleros á la fuerza, y el español en tales casos no siente desaliento, sino ira y sed de venganza.

Pero Rotten dejó muy atrás los furores de Mina : la crueldad de éste sobre el campo de batalla se explica, aunque sea vituperable ; pero la del general D. Antonio Rotten, organizando los asesinatos á sangre fria, es horrible y repugnante en alto grado. Al ocupar á San Lorenzo de Morunys señaló á cada batallon el barrio que habia de saquear, con facultad para hacer los soldados cuanto quisiesen, y echados del pueblo los vecinos que sobrevivieron, se les prohibió reedificar las casas, ni volver á él.

Roten organizó en Barcelona contra los hombres de bien el sistema que han seguido los ministros cimbrios, o sea la masonería ibérica, contra los bandoleros y secuestradores de Andalucía. Enviaba los presos á Tarragona o a cualquier otro pueblo, y la escolta, que era escogida al efecto, los asesinaba á. bayonetazos en medio del camino, alegando que habían tratado de fugarse. Los presos salian en

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(1) Segun una estadistica, por cierto muy incompleta, publicada por Proudhon, la revolucion francesa del año 93 degolló en la guillotina :

Ciudadanos de diversas clases, 13,638: mujeres del pueblo, 1,467; nobles, 1,218; sacerdotes, 1,135; señoras nobles, 350; religiosas, 250. Total de guillotinados, 18,116. Murieron en la Vendée : hombres, 900,900; mujeres16.000; criaturas, 22,000; Mujeres muertas á consecuencia de atropellos de los humanitarios regeneradores de la Francia, 3,400; mujeres muertas estando embarazadas, 348. Total de muertos, 941,748. Murieron en Lyon: asesinados, 31,000; trabajadores ahogados en el Loira, 5,300; criaturas id., 1,500; nobles id., 1,400; mujeres id., 500; sacerdotes, 400. Total, entre asesinados y ahogados, 40,100. Murieron en. Nantes: hombres de distintas condiciones fusilados, 32,000; niños id., 500; sacerdotes id., 300; mujeres id., 264. Total, solamente de fusilado, 33,094 una tartana, que llegó á tener funesta celebridad, siendo llamada la tartana de Rotten, aunque no era suya, sino de los comuneros más feroces de Barcelona. Sabíase que el que entraba en ella viajaba para la eternidad. Así fue asesinado el anciano obispo de Vich, el dia 10 de Abril de 1823. Hubo empeño de asesinar igualmente al obispo de Lérida, tambien preso; pero algunos liberales, amigos suyos, trabajaron mucho la noche ántes, acudiendo asimismo al eficaz conjuro de las onzas de oro, repartidas entre vários de los más furiosos comuneros : así se logró que estas hienas se contentasen con el cadáver de un Obispo, quedando el otro en la prision por enfermo. Al llegar á unos matorrales donde siempre se les antojaba á los presos salir de la tartana y escaparse cerca del pueblo de Villarana, el obíspo de Vich y el lego que le acompañaba fueron sacados de ella y asesinados á balazos (1).

Antes de esto había hecho matar Rotten á veinticuatro vecinos de Manresa del modo más inhumano, el dia 17 de Noviembre de 1822. Conviene consignar los nombres de las víctimas y los pormenores de aquel asesinato feroz y salvaje, en que tuvieron parte los francmasones de Manresa, por ruines rivalidades de caciques lugareños, y las autoridades y comuneros de Barcelona, que exigían á las autoridades ejecutar tales matanzas.

Hay personas que, con buena intencion, al parecer, pero en mi juicio con fementidas miras, pretenden que sobre estas cosas debe echarse un velo. La historia no se escribe echando velos, sino rasgándolos, y presentando los cuadros en toda su horrible realidad, por repugnantes que sean. Para atenuar la brutalidad de la quema do los conventos en Barcelona y de los autos de fé liberal con los carlistas de la Ciudadela, apelan los escritores liberales, como atenuantes, á las justicias hechas por el conde de España con los francmasones de Barcelona , y al P. Puñal, y al Angel Exterminador Y á otros hechos, verdaderos unos y quiméricos otros, ejecutados por los realistas ; pero tienen buen cuidado de callar que estas venganzas, que yo vituperaré, y que no todas son ciertas, habian sido precedidas de las horribles escenas de Manresa y otros puntos de Cataluña, de los incendios de Castelfollit y Piteus, y de los asesinatos á sangre fria hechos por los sícarios de Rotten en los presos que se querian escapar de su fúnebre tartana.

Los liberales de Manresa acusaron de conspiradores á

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(1) El autor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII describe este asesinato horrible minuciosamente, tomo III, pág. 120. Era obispo de Vich, el Rdo. P. Strauch, de quien se habló en el capitulo anterior, y de sus polémicas. en Mallorca. En la cárcel tradujo las Memorias para la historia del Jacobinismo, por el abate Barruel. varios sacerdotes, religiosos y vecinos ancianos del pueblo. Descollaban entre ellos el canónigo Tallada, literato y matemático distinguido, de edad de sesenta y tres años, el doctor Font y Ribot, teólogo y canonista, el P. D. Juan Orioitia, Jesuita americano, de edad de ¡ochenta años! gran humanista, que contaba más de cuarenta años de enseñanza y vida ejemplar, dos padres carmelitas, siete capuchinos y varios comerciantes y artesanos, conocidos por su probidad, y casi todos pobres. Entre éstos se distinguía el alcalde segundo, D. Ignacio Font, hombre de mucha oracion y recogimiento, alejado de la política, y cuyo único crimen era el haber sido elegido para aquel cargo por los hombres de bien, y haberlo aceptado con harto disgusto. Pero al fin era alcalde, y ocupaba un puesto donde un comunero pudiera mirar por sus intereses y los de la patria, y de esa manera se lograba con su asesinato el retraer á los hombres de bien de los cargos municipales, y poder explotar libremente el bolsillo de los conciudadanos. El pobre Font estaba casado y tenía cinco hijas: obligósele á buscar los bagajes para con-ducir los presos, y él mismo, al ver el disgusto con que los prestaban los vecinos, les dijo : «¡ Se os figura que iré yo á gusto en ellos para que nos maten!» ¡Tan públicas eran en Manresa la alevosía que se iba á cometer y la connivencia de las autoridades en la perpetracion del crimen!

En efecto: al llegar á un paraje llamado los tres roures, por haber en un recodo del camino tres frondosos robles, mandaron detener la comitiva y principiaron á matar á los veinticinco presos á tiros y bayonetazos. El anciano Jesuita Origoitia, enérgico en medio de su decrepitud y cansancio, absolvió á sus compañeros de infortunio, y puesto de rodi-llas, les dirigió palabras de consuelo, exhortándolos al perdon y la paciencia. No se avino bien con ellas el preso don Francisco Camps, que, echando á correr, se precipitó por un derrumbadero espantoso, y logró salvarse, á pesar de los muchos tiros que le dirigieron los asesinos, y llevó á los pueblos de la montaña la noticia del espantoso crimen (1).


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(1) Las víctimas estuvieron dos dias insepultas. En el sitio donde fué perpetrado se levantó una capilla expiatoria. El año 1824 se publicó en la imprenta de Abadal una hoja cuyo epígrafe dice asi: «Relacion Individual de los nombres de las veinticuatro víctimas que se hallan depositadas en la iglesia nueva de la cueva de San Ignacio de la ciudad de Manresa, las que fueron sacrificadas en el 17 de Noviembre de 1822 en la emboscada llamada los tres roures, por disposicion del cruel y sanguinario Rotten las cuales víctimas estuvieron tendidas en el mismo lugar del Matadero hasta el 20, que fueron enterradas sin el menor obsequio en el cementerio de San Pablo de la Guardia, del obispado de Barcelona en el cual lugar permanecieron hasta el 28 de Diciembre de 1823, que con pompa funebre fueron procesionalmente trasladadas a dicha iglesia, en la que permanecerán hasta estar concluido el monumento, que el ilustre ayuntamiento de esta ciudad, de acuerdo con el Excmo señor capitan general baron de Eroles, ha determinado construir para eternizar la memoria de unos héroes, que fueron y serán el modelo de la más acendrada lealtad, etc., La capilla o rotonda construida a la entrada del cementerio en 1825, fué demolida en 1835 de orden de Sarfield. De todos los actos de barbarie cometidos por las, autoridades liberales para aplacar la sed de sangre de los comuneros y republicanos, ninguno más feroz que el degüello de aquellas veinticuatro víctimas inocentes. Horrendo fué el asesinato de los del castillo de San Anton de la Coruña; pero al fin eran en su mayor parte reos políticos. En cambio este último tuvo otras circunstancias no ménos espantosas, siendo doblado el número de las víctimas.

El general Morillo se hallaba en Lugo con su cuartel general el dia 26 de Junio de 1823, amenazado por el general francés Bourke. Indignado al saber la destitucion del Rey en Sevilla, reunió una junta, compuesta del Obispo, jefe político, y tres procuradores de las provincias de la Coruña, Orense y Vigo, para atender á la conservacion del órden público, y envió un parlamentario á Bourke, pidiendo un ar-misticio y tener entre tanto las provincias de Galicia á las órdenes del Rey. Hallóse presente en la junta Quiroga, y no pudo ménos de convenir con Morillo en principios, pero se negó á creer que fuese cierta la violencia hecha al Rey. Separóse de Morillo, y éste tuvo la generosidad de darle cuarenta mil reales de los únicos setenta mil que había en caja. Con éstos, y acompañado de algunos oficiales de ideas exageradas, se dirigió á la Coruña, decidido á resistir, no solamente al general francés, sino á todo el país, en parte sublevado, y en su totalidad deseoso de concluir con el sistema constitucional.

Morillo, con gran sagacidad, había hecho que el obispo de. Lugo entrase en la junta con objeto de contener asi a los realistas. El país estaba en fermentacion, y las tropas li berales no ocupaban moralmente más terreno que el que pisaban. Numerosas partidas pululaban por todas partes, mandadas por el cura de Freijo, en el partido de Buron: D. Andrés Arias, conocido por D. Juan Feas, empleado en artillería, mandaba los realistas de Monterroso y Taboada; D. Vicente Gil, los del Bocelo; D. Antonio Pardo, los de tierra de Rábade; D. José Ramos, los de Arzúa, y D. Ramon Várela, los de Deza. El mismo Quiroga habia perseguido en vano á los realistas de Buron, cometiendo en el país no pocas tropelías (1).

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(1) En la oración fúnebre que predicó en Lugo el canónigo lectoral don Claudio Denis, el dia 15 de Marzo de 1824, en las exequias celebradas por el alma de D: José Ramón Abuin y otros realistas ajusticiados por los liberales, hay algunas notas históricas muy curiosas, tanto sobre las vicisitudes de los realistas de Galicia, como sobre los horribles asesinatos de la Coruña. Es un cuaderno en 4.° de 10 páginas, impreso en Santiago el año 1824, imprenta de Montero. La nota 15 dice: «Uno de los cuatro héroes de la Isla, Antonio Quiroga, que á la sazón (1823) mandaba en déspota en este reino de Galicia, su patria, cuya fidelidad desmintiera con rebelde conducta. Volvió bien avergonzado de la fanfarrona tentativa que emprendió contra los invictos buroneses, en cuyo pais hizo de las suyas...» No son para olvidados. Contrastaba ésta conducta con la de los facciosos, los cuales, habiéndose apoderado del Mariscal de campo Feliu, que pasaba a la Coruña de director de las fortificaciones, con dos hijas y un hijo, escolta de caballeria y rico equipaje, fué puesto por ellos en libertad incondicionalmente, diciendole:—«Facciosos somos, pero tan honrados y generosos como V. ve (1).» Entregáronle además todo su equipaje.

Quiroga, secundado por sus secuaces, y á pesar de los favores recibidos de Morillo, le difamó entre los liberales, acusándole de traidor. Sentido de esta ingratitud, el conde de Cartagena le escribió una carta, echándole en cara su inconsecuencia y mal comportamiento (2):

«He visto atacada la Constitucion, le dice Morillo, en los fundamentos que la sostienen, no puedo reconocer un acto que detestan los pueblos y la tropa. Tú has sido testigo de la opinion que generalmente han emitido las diferentes personas, que he reunido para proceder con acierto en asunto tan delicado. Tú mismo, conviniendo en los principios que los dirigieron, y dudando unicamente de la autenticidad del papel, que ha servido á todos para persuadirse del hecho, y de las noticias que por separado lo confirmaban, sólo reconociste la Regencia condicionalmente. Convencido de todo te has decidido á poner en seguridad tu persona (3), y me pediste con este objeto auxilios que te facilité gustosamente... ¿Qué es, pues, lo que esperas? ¿Cometerás la bajeza de ser tú el traidor á las promesas que has hecho voluntariamente de tu salida, sin que yo las exigiese de tí...? Créeme, Quiroga: tus impotentes esfuerzos sólo producirán conmociones populares; obligarán á éstos á que para remedio de sus males invoquen el auxilio del ejercito invasor... Decídete, pues, á separar de tu lado á los que te aconsejan tan imprudentemente...» Así se expresaba el sensato conde de Cartagena; pero Quiroga, en su escaso talento, y dominado por los comuneros de la Coruña, trató sólo de resistirse allí inútilmente, no para dejar bien puesto el pabellon, que esto fuera decoroso, sino por aparentar

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(1) Oración fúnebre por el citado Sr. Denis, pág. 41 y nota 14.

(2) Esta terrible carta puede verse íntegra en el tomo II de documentos para los Apuntes histórico-críticos, por el señor marqués de Miraflores, pág. 302, número XXIII

(3) Esto ya lo supo hacer. Entre los papeles de aquella epoca tengo á la vista una sátira breve, pero muy fina, titulada la Economía prodigiosa del general Quiroga, en que no queda muy bien parada su reputacion. Quiroga pidió permiso á las Córtes para perseguir al capitan retirado D. Marcos Nuñez Abreu, supuesto autor de la sátira; puede verse en el apéndice. Abreu era coronel cuando Quiroga aún no lo era.

Hay tambien otro papel del coronel D. Tomás Rosales, á quien insultó y desafio Quiroga en el ayuntamiento de Sevilla, y á quien después el retado echó en cara su insolencia, por medio de un papel impreso en casa de la viuda de Lopez, á 8 de Febrero de 1821, recordándole su reto, al cual no se sabe que contestara entonces el general Quiroga. un heroismo que no le cuadraba. Así que, al formalizarse el sitio, huyó de la Coruña. Recayó entónces el mando en el brigadier D. Pedro Mendez Vigo, comunero furibundo y de ideas maratistas, como lo acredita un escrito que publicó en 1834, en que hace la apología del asesinato de Vinuesa (1). Pero, aun cuando no lo dijera su pluma, lo dirian sus hechos, y el asesinato feroz é inhumano de los cincuenta presos del castillo de San Anton de la Coruña, el dia 22 de Julio, cuando ya se hallaban los comuneros de aquel pueblo sitiados por los franceses, y un mes antes de su capitulación, que fué en 27 de Agosto y á discrecion del vencedor. Honrosa hubiera sido esta defensa sin aquel horrible crimen, que manchó el nombre del defensor de la plaza, condenado ya por la historia y la opinion pública á causa de semejante acto de barbarie, comparable sólo con los más repugnantes de la revolucion francesa (2).

El dia 22 de Julio de 1823 se mandó al alcaide de la cárcel de la Coruña, D. Ramon Varela, dar cuenta de los presos que tenía: pasó éste la correspondiente lista, distinguiendo los que eran por delitos politicos y los que por delitos comunes, y tuvo la precaucion de advertir que á uno de ellos, llamado Bartolome Becerra, no se le seguia causa por estar loco. Mendez Vigo puso al margen de la lista el decreto siguiente: «Además de los que contiene esta lista, ménos el último de ella que se halla demente, deberán embarcarse todos los que había hasta aquí en el castillo de San Anton por opiniones políticas, ménos el capitan Losada.Mendez Vigo.»

Trasladados aquel mismo dia desde la cárcel pública al castillo de San Anton, fueron unidos á otros veintiun reos de delitos políticos que allí estaban, y todos ellos, en número de cincuenta y uno, entregados á las doce de la noche á


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(1) Titúlase el papel España y América en proyecto, y lo incluyó el marqués de Miraflores en el tomo II de documentos para sus Apuntes, pág. 341, El Sr. Mendez Vigo estampa, acerca del horrible asesinato de Vinuesa, estas palabras: «que resultó en una de las ocasiones más escandalosas de parcialidad servil una efervescencia en que perdió la vida el traidor Vinuesa, que sus jueces hubieran querido poner a salvo.»

El juez le había condenado á diez años de presidio, pena exagerada contra un reo de tentativa de conspiración frustrada y no probada: nuestro Código impone á este caso presidio mayor de siete á doce años. El echar á presidio por diez años llamaba Mendez Vigo salvar al reo. ¡Que ideas de libertad y de justicia! Añade que la milicia nacional de Madrid tuvo que arrepentirse de haber condenado el asesinato de Vinuesa.

(2) El autor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VI I, tomo III, pág. 121, le llama defensor de las doctrinas más exageradas, y a su acto saxcrílega imitación de los matrimonios revolucionarios de Francia, inventados en tiempo de su espantosa revuelta para más prontamente sacrificar á los hombres. El marqués de Miraflores (pag. 227), «triste recuerdo historico de los sucesos tristemente desastrosos.» Lo horrible es triste, pero es algo iras que triste. Omito otras calificaciones duras de historiadores posteriores. En otra parte le llama emulo de Robespierre. D. Juan García Pumariño. Embarcóseles en el quechemarin sevillano el Santo Cristo, y así que entraron á bordo, se los ató de dos en dos fuertemente amarrados, y, dejándolos casi desnudos, se los bajó á la escotilla. Allí estuvieron hasta el dia 23 por la tarde, en que el barco se hizo á la vela, suponiendo que iba á Vigo á fin de que allí estuvieran los presos más seguros: reforzado el buque con tropa á las órdenes de un ayudante de Mendez Vigo, que se prestó á servir de verdugo, avanzó á tres leguas dentro del mar. Subidos los reos á la cubierta, viendo uno de ellos que se les iba echando al mar á bayonetazos, se arrojó sobre el ayudante, que no lo habria pasado bien si el preso hubiese estado sin ligaduras. Los soldados pusieron fin á aquella escena de caníbales, echando al mar llenos de heridas á todos los cincuenta y un presos; y los marineros, desde un bote, remataron á los que sobrenadaban, rompiendo sus cráneos con los remos. El mar se encargó de patentizar el horrible crimen arrojando á la orilla en los días siguientes los cadáveres mutilados, llenos de heridas, con las manos cortadas y los cráneos destrozados, causando indecible horror en los sitiadores y no menos exasperacion en los pueblos de la costa (1).

Mendez Vigo, al dirigir sus denuestos al marqués de Miraflores por las pocas y suavísimas palabras con que habló de aquel horrible crimen, ni áun cuidó de atenuarlo. ¿Y cómo, si él casi elogiaba el asesinato de Vinuesa, y creia que las brutalidades de los comuneros hubieran podido salvar al liberalismo en España, á pesar del ejército invasor (2)?

Quizá el gobernador de la Coruña pecó por debilidad, pues en la poblacion era público que los masones y comuneros le exigieron la perpetracion de aquel crimen, como un medio de comprometerle más en la defensa y de tomar en sus enemigos una última y ruin venganza. Pero Mendez Vigo no podia lavarse las manos como Pilatos, pues al fin éste trató de salvar á su víctima, y él no.

Perecieron entre las de la Coruña D.Domingo Baso y Mozo, complicado en la disparatada conspiracion palaciega para la evasion del Rey, como tambien los indivíduos de la


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(1) Fueron ajusticiados en la Coruña por estos asesinatos D. José Rodriguez D. Antonio Frade, ayudantes de plaza, Antonio Fernandez, Damián Borbon, su hijo Bernardo, José Lizaso, zapatero, José Perez Torices, piloto, Antonio Vallejo y José Morales, Torices, Frade y Lizaso se suicidaron.

(2) «El pueblo, que comparaba los misterios ridículos de los masones con la publicidad y la bandera nacional de los comuneros…. iba formando decididamente su opinion, y si la revolucion hubiera durado un año más, los comuneros, batidos en 1823 en todas partes hubieran obtenido un triunfo completo y hubieran tal vez salvado la patria. (Miraflores, tomo II de documentos, pág. 357.)

El autor más adelante (pág. 364) hace profesion de republicano federal, combatiendo el Estatuto Real. Niega que Riego fuese republicano (pág. 350), diciendo que Feliu llevó hasta la infamia las difamaciones de republicanismo y áun acusa al mismo Riego de haber hecho un papel indeciso y equívoco (pág. 351). Real Capilla D. Jorge Crespo, D. José Terron (que era además canónigo de Burgos), D. Antonio Ordoñez, D. Francisco Barrio y D. Agustin Escudero, todos ellos sacerdotes: Tambien el presbítero D. Juan Magadan, comandante de los realistas sublevados en Buron, murió allí con otros varios de su guerrilla, que habian sido presos en una accion. Los dos hermanos García y los otros dos Blanco eran tambien jefes de los realistas de Cotovade; D. Salvador Escandon brigadier preso en Asturias con dos hijos que formaban parte de su guerrilla; D. Carlos Teodoro Gil y D. Juan Aragon, tenientes coroneles, y D. Francisco Rodriguez Corral y D. Domingo Neira, escribanos. Varios de los asesinados estaban condenados á pena de garrote por realistas, y entre ellos D. José Fernandez de la Mezquita, Fr. Narciso Alonso de la Mezquita y Alonso Caneda. Finalmente, los ocho últimos de la lista estaban presos por ladrones y habian intentado escalar la cárcel, rompiendo una reja. Excepto estos ocho criminales, los cuarenta y tres restantes estaban presos por conspiradores realistas, ó por guerrilleros en igual sentido (1).

Si los tribunales habian condenado algunos de ellos á morir en el patíbulo, ¿por qué asesinarlos á lo cafre, entre las sombras de la noche, sin auxilios espirituales, mutilando á los moribundos con aquellas armas que no son las del verdugo, cuando en todo caso debieran morir á la luz del dia, publicamente y á manos de aquél, en virtud de una sentencia bien o mal dictada? Quien usurpa sus funciones al verdugo, sufra las consecuencias de que la historia le cuente entre los verdugos de la humanidad, por mucho que hable de libertad y de república; que no por sus palabras, sino por sus hechos, se juzga á los hombres.

Tambien del castillo de San Sebastian se sacaron sigilosamente presos realistas que fueron ahogados entre las sombras de la noche; pero aquellos verdugos tuvieron más fortuna y más astucia (2): la mar no devolvió cadáveres y no se formó causa criminal sobre ello, como sobre los asesinatos de la Coruña. En Alicante fueron embarcados veinticuatro frailes, con órden de arrojarlos al mar; pero el patron del buque, al ir á ejecutar su desapiadada oferta, no tuvo suficiente hiel en su pecho para cometer el crimen, y desembarcó en una playa de Murcia á los desgraciados, que habían estado á las puertas de la muerte:

En Cartagena fueron embarcados para Mallorca otra porcion de realistas, los cuales, conociendo la suerte que les

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(1) Véase la lista de ellos en el apéndice.

(2) Da noticias de este crimen D. Tiburcio Eguiluz; pero no he podido adquirir suficientes datos acerca de aquel hecho, ni lo cítan las histories que he consultado. esperaba, y que de todos modos habian de morir, lograron arrojarse desesperadamente sobre sus conductores,y sujetarlos: entónces, variando de rumbo, vinieron á desembarcar en las playas de Valencia. En Orense fueron degollados tambien los presos de la cárcel, y Soroa dejó asimismo no pocos rastros de sangre en Guipúzcoa (1).

En otras partes se guardaban ciertas formalidades para llevar al suplicio á los acusados de serviles; pero se sabía de antemano que los reos habían de ser ajusticiados, y en algunos puntos, como Barcelona, Murcia, Zaragoza, Granada y Valencia ni aun se les permitía nombrar defensores, para cubrir las apariencias. Así sucedió en Barcelona en la causa de D. Francisco Coll, asesinado jurídicamente en el mes de Febrero. El Universal de aquella ciudad, correspondiente al 4 de Marzo, se atrevió á estampar que el defensor se habla contentado con preparar á Coll para que sufriese con paciencia el castigo merecido, y que sólo pedía á los jueces rogasen á Dios, que cuanto antes tuvieran igual suerte cuantos conspiradores se hallasen en su caso. Esto era convertir los tribunales en carnicerías de hombres.

Con igual cinismo se procedia en Granada, pues un artículo impreso en El Universal de 25 de Febrero decia, que allí ya no se estilaba llevar los presos á la cárcel, sino que se los sumariaba y despachaba rápidamente. A veces se ahorraban hasta los sumarios, pues el 12 de Febrero asesinaron los nacionales á las puertas de la poblacion á cinco que traian presos, y pocos dias antes (4 de Febrero); entrando en la cárcel algunos sicarios pagados, asesinaron al P. Osuna y á otros cinco realistas presos por sospechas de conspiracion.

Los jefes militares entre tanto cometían por do quiera mil atrocidades. El mismo Presas confiesa las de Torrijos, el Empecinado y otros (2). «Rotten, en la capital del Principado, renovó con proscripciones y asesinatos las sanguinarias escenas de Robespierre. Torrijos en Vitoria y Pamplona, si bien no fue tan cruel, no pudo contener sus tropas para que dejasen de cometer violencias y asesinatos de casi igual naturaleza.

»El coronel Gonzalez, sólo en un dia, mandó pasar á cuchillo á trescientos que se habían. rendido. D. Juan Martin el Empecinado entró en Cáceres asesinando á todos cuantos encontraba por delante, sin perdonar ni á los inocentes niños que hallaba en su encuentro.»

Horrible fue tambien la conducta de los soldados de Lu-

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(1) D. Tiburcio Eguiluz: Discurso apologético de la lealtad española. pág. 65: cita á propósito el Indicador catalana de 21 de Febrero (Enero, dice allí) y El Universal de 4 de Marzo

(2) Presas: Pintura de los males, pág. 123. sitania, mandados por D. Bartolomé Amor, cuando el ex-republicano Bessiéres se empeñó en meterse dentro de Madrid con necio é imprudente orgullo, el dia 20 de Mayo, violando la capitulacion que tenía hecha el general Zayas con el general francés. Notábase gran excitacion en los barrios bajos de Madrid, feroces liberales en 1820, y feroces realistas en 1823, como fueron feroces degolladores de frailes en 1834 y como serian mañana feroces sarracenos, si viniera por Rey absoluto el moro Muza. Las avanzadas de Bessiéres, compuestas de lanceros catalanes, llegaban ya al Prado, cuando el regimiento de Lusitania dió una carga que arrolló, no solamente á la caballería, sino tambien á la infantería del petulante Bessiéres, haciendo en ella gran matanza, y cogiendo de paso setecientos prisioneros, por la estúpida majadería de su jefe.

Pero los soldados de Lusitania, ebrios de cólera por los insultos que aquel dia les habían dirigido los chisperos y manolas, se desparramaron por los campos, acuchillando inhumanamente á las familias imprudentes, pero desarmadas, que habían salido á esperar á los realistas y que estaban merendando por aquellos sitios. Pretextóse luego que pensaban entrar en Madrid á saqueo ; los pensamientos no se vieron: lo que se vió fué más de doscientos hombres y mujeres inermes y muertos inhumanamente, y otros muchos más heridos en los campos y en las calles.

Tres meses despues, Zayas fue sorprendido y preso por Riego, en Málaga; y metido en un buque con otros dos generales y varios oficiales, los envió á Cádiz. De paso se apoderó de la plata de las iglesias de Málaga y otros muchos pueblos, y atropelló á cuantos sacerdotes y religiosos pudo haber á las manos. La prision de Zayas y de los otros deportados tuvo lugar en la noche del 17 de Agosto; pero Riego siguió en los dias inmediatos haciendo cuantos despropósitos y estorsiones se le antojaron, prendiendo á todos los que le eran denunciados como serviles, y amenazándoles con la muerte para sacarles dinero (1).

En la noche del 20 hizo sacar de un buque á cuatro sujetos que había mandado embarcar en una fragata llamada la Comunera, y en union de otros cuatro que tenía en la cárcel, fueron llevados extramuros y asesinados los ocho sin recibir auxilios espirituales. Entre ellos se contaban un celador de la catedral, el cirujano del colegio de náutica y un escribano de rentas. En la acusacion fiscal de Riego, que he

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(1) Véanse mas noticias en el apéndice. Los escritores liberales sólo hablan vagamente de atropellos hechos por Riego, pero sin querer especificarlos. Lo que yo extraño es la torpeza de los realistas en no haberlos divulgado más, probando que Riego debia morir por haber matado inicuamente. visto, me llamó la atención el que se le acusase solamente por delitos políticos, y no como á reo de estos asesinatos y otros delitos comunes, de que debió acusarle Cabia. Como se sabía que se le habia de ahorcar, el fiscal no se quiso molestar en trabajar demasiado.

El general Loberdo se dirigió desde Granada á Málaga para atacar á Riego. Este, contando con el recurso de las sociedades secretas (1), fuese en busca de Ballesteros, y despues de ofrecerle el mando de las tropas reunidas y procurar inducirle á que cometiera la felonía de violar la capitulacion estipulada con el general francés, le sorprendió como á Zayas, y le puso preso. Sabedor de esto el general Balanzat, avanzó para rescatar á Ballesteros con su division, y Riego tuvo que echar á correr con la suya, compuesta de unos dos mil quinientos soldados desmoralizados, abandonándole los escuadrones de Numancia y España, que se quedaron con Balanzat y Ballesteros.

Con sus dos mil quinientos merodeadores llegó Riego á Jaen, y trató de saquear la poblacion; pero la llegada de una division francesa le hizo huir sin plan ni direccion alguna, hasta que, batido, desalentado y abandonado por todos, llegó á verse en aquel país como se habia visto tres años ántes. Acompañado de tres sujetos, dos de ellos extranjeros (2), llegó á un cortijo cerca de Vilches y Arquillos. Como le había costado poco trabajo ganar el mucho oro que llevaba, robado de las iglesias, y arrancado escandalosa é inhumanamente á los realistas de Málaga, lo prodigaba, y esa prodigalidad le fue funesta, pues habiendo ofrecido á un porquero quince onzas de oro si le proporcionaba auxilios y le servia de conductor, entró éste en sospechas y avisó á los realistas de Arquillos, que le prendieron. El 15 de Setiembre fué trasladado á la Carolina, y el 7 de Noviembre ahorcado en Madrid, que quien a hierro mata a hierro muere; y si no siempre se cumple este apotegma, por lo ménos cuando se cumple se recuerda (3).

Los realistas, por su parte, principiaron á usar crueles represabas con sus enemigos. No hablaremos aquí de palos, injurias, arrestos, burlas y vejaciones: muy liberales y hasta pródigos habian sido los liberales en el reparto de tales agravios; pero los realistas, á su vez, los prodigaron de tal

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(1) MIRAFLORES, Apuntes, pág. 230, dice de Riego además que «rodeado como siempre de malos consejeros cometio tropelías y atentados.» Es demasiada dulzura tratándose de asesinatos.

(2) El capitán D. T. Bayo, el teniente coronel piamontés Virgilio Vicenti y el ingles Jorge Matías.

(3) El autor anónimo de la Historía de la vida y reinado de Fernando VII, en sus ideas volterianas é inpías, echa en cara a Riego el no haberse suicidado con un veneno que le proporcionó un extranjero, y que muriese dando señales de arrepentimiento. (Tomo III, pag, 180) modo en la segunda mitad del año 1823, que no quedaron aquéllos á deber nada á éstos. Insultábase además á las personas más pacíficas por usar en sus trajes cualquier adorno de color verde ó morado, ó por usar gorras ó cachuchas, especie de boina encarnada que llevaban muchos liberales de aquel tiempo (1).¡Quién les dijera entónces á los realistas que aquellas gorras, ó cosa parecida, habian de ser, andando el tiempo, el distintivo realista de sus hijos y sus nietos!

Ya á mediados de Agosto se mandó formar causa á los que cometieron vários atropellos en Alcalá y Torrejon contra los liberales, quemándoles sus muebles en la noche de San Lorenzo (2); pero en otros pueblos salieron peor librados, muriendo no pocos liberales á manos de las turbas ó de particulares, por venganzas personales, pues, como sucede en tales casos á todo se daba entónces color político. Horrible fué, entre otros de su especie, el asesinato del esquilador de Ateca, á quien una horda de salvajes llenó de golpes y heridas, y medio vivo le arrojó en una hacina de cáñamo, á la cual habian pegado fuego por ser de un liberal, pues los de aquel pueblo habían cometido otros atropellos enormes. Los padres capuchinos sacaron á toda prisa el Santísimo Sacramento para contener á semejantes caribes; pero nada consiguieron, y áun fué voz que recibieron algunas pedradas de aquellos defensores del Altar y el Trono. ¡Cómo callar á vista de tales horrores! ¿Hay derecho para escribir los unos y callar los otros? La prensa periódica, que sistemáticamente execra los horrores de los contrarios, y absuelve, atenúa, disculpa ó niega los dé los suyos, extravía la educacion del pueblo, de eso que se llama pueblo, y no es más que populacho fanático y grosero, que hoy con su porra aplasta á los realistas, y mañana, en nombre de Dios, quemaría á los liberales.

Mas entre los hechos de aquella época que ya registra la historia, hay algunos más graves, que no deben admitirse sin exámen, porque se atribuyen á sociedades secretas raalistas, dirigidas, segun se dice, pero sin pruebas, y.. en mi juicio sin verosimilitud, por Prelados eclesiásticos.

La regencia nombró intendente de Zamora á D. Francisco Aguilar y Conde; mas la junta de allí, á cuya cabeza estaba el Sr. Inguanzo, habia designado para aquel destino á otro sujeto, hijo de la misma poblacion. Este, apoyado por sus parciales, se lanzó sobre Aguilar, quien recibió diez y

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(1) En Aragon las llamaban setas en atencion á su forma: á los liberales los llamaban setaríos (sectarios) y cuscos.

(2) En Alcalá se atribuye a los excesos de aquella noche el empeño de los ingenieros,. casi todos liberales y masones, aun despues del año 1824, por marcharse de alli a Guadalajara. siete puñaladas, siendo encarcelado so pretexto de ser liberal encubierto. Los historiadores liberales dicen que le atropellaron porque llevaba zapatos blancos ribeteados de verde, risum teneatis! y culpan de ello al Prelado. Mis informes lo desmienten, pues aunque el Sr. Inguanzo era de carácter algo desabrido (y en decir esto no se agravia su memoria, pues es público en Zamora y en Toledo), nadie le tuvo allí por hombre de mal corazon y capaz de tal infamia. Pero bastó que fuese presidente de la junta local realista para que los liberales manchasen su memoria, atribuyéndole participacion en aquel hecho (1). De todos modos, las diez y siete puñaladas no debieron ser de las buenas á estilo carbonario, pues el herido, á pesar de ellas, y de un balazo á quema-ropa, y los malos tratamientos y la prision, no murio en ella. El general francés que mandaba en Valladolid envió tropas y le sacó de Zamora. La proteccion de los generales franceses á los francmasones, y sobre todo del que mandaba en Valladolid, fue tan patente, que han quedado grandes recuerdos de ella por todo aquel país. Fué notable, entre otros muchos, el caso de Avila. Cogieron allí las autoridades una gran porcion de papeles de aquella lógia, con las listas de los masones y várias planchas al Or.•. de Mosen Rubí. Uno de los más comprometidos, á quien el año 1838 los estudiantes de Madrid llamaban por mote Camaleon, avisó á Valladolid, y los .hermanos trabajaron para que la autoridad militar reclamára la causa con todos los antecedentes. Envióse en efecto; pero una legua ántes de llegar á Valladolid salieron unos enmascarados, apalearon á los conductores, les quitaron todos los papeles, y no se habló más del asunto.


LII.

Acusaciones do los liberales contra los desmanes de los realistas en 1824.


El Sr. Mondes Vigo, el de los matrimonios republicanos del castillo de San Anton, inculpa gravemente al clero español por su conducta en 1824: estas inculpaciones las reproducen sin criterio alguno todos los historiadores liberales. «Para dar, dice (2), una ligera idea de la índole de la (1) No solamente no tuvo tal participacion, sino que fue el que le salvó cuando ya le iban a matar, segun relacion que tengo a la vista, hecha por testigo presencial, persona tan imparcial como respetable y autorizada.

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(2) MIRAFLORES: Apuntes, al fin del tomo III. faecion ó secta que gobernó la España despues de los liberales, copiaremos los siguientes hechos pertenecientes á la Sociedad apostólica del Angel exterminador, compuesta de Arzobispos, Obispos, canónigos, frailes, y algunos Grandes y propietarios. En Setiembre de 1825 celebró ésta junta general en el monasterio de Poblet, en Cataluña, á la cual asistieron ciento veintisiete Prelados y fué presidida por el arzobispo Creux : hallóse tambien en ella el Vicario general de Barcelona, Avella, electo obispo de Ceuta. En ella se resolvió influir y poner todos los medios para que los oficiales indefinidos que se refugiaron en Barcelona, y pasaban entónces de seiscientos, fuesen obligados á trasladarse á los pueblos de su naturaleza, por cuyo medio se lograria separarlos, y separados que fuesen, acabar con ellos en una noche, sirviéndose para ello de la reserva de los voluntarios realistas. Esto se descubrió por dos hacendados que habían concurrido á aquella atroz reunion, fascinados por los monjes de Poblet. Horrorizados al oir aquella crueldad, dieron cuenta de ella al intendente de policía. Redobló éste la vigilancia, y no paró hasta descubrir la madriguera que tenían en Barcelona. Mas cuando iba á echarse sobre ella, recibió órden del gobierno para que, lejos de perseguir esta sociedad la prestase su proteccion.

»Por los partes dados á la Audiencia de Barcelona, hasta fines de Octubre de 1823, habian sido asesinados en los caminos y en los pueblos mil ochocientos veintiocho individuos, entre los cuales se contaba un diputado de la provincia de Barcelona. Estos infelices habían pertenecido la mayor parte al ejército constitucional; y como éste se licenció, los iban asesinando cuando se retiraban indefensos á sus casas (1): los demás eran propietarios ó personas que se habian declarado á favor de las leyes fundamentales del reino. N.' 11' O.' E.' Febrero do 1826 (2).»

Hasta aquí la narracion del Sr. Mendez Vigo. Si yo creyese en la existencia de semejante sociedad, no hallaría palabras bastante duras para anatematizada, y tanto mas, atendido el carácter sagrado de las personas que se dice la formaban, pues, faltando á su mision de paz y de caridad, se constituían en verdugos y asesinos de sujetos que, por malos que fueran, ni debian ellas juzgarlos, ni menos asesinarlos en nombre de un Dios de misericordia y de una Religion incruenta , cuyos hijos dan la sangre propia por salvar la ajena, pero jamás derraman la de sus hermanos.


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(1) No seria extraño que los vecinos de Castelfollit y otros, reducidos a la miseria por las brutalidades de Mina, cometieran tales feroces venganzas.

(2) Ignoro lo que significa ese O. E.: quizá sea el número 11 del periódico titulado" Ocios de los Emigrados. Yo pondría esa sociedad infame y maldita por bajo de la de los carbonarios y de las reuniones sanguinarias de los jacobinos y maratistas. Corruptio optimi pessima. Pero ¿es cierta? El testimonio del Sr. Mendez Vigo, ¿es aceptable en crítica y en derecho? El suceso de Poblet, ¿aconteció efectivamente, o no pasa de ser una hablilla calumniosa, de las muchas inventadas por desacreditar al clero, como en el dia estamos viendo a cada paso? ¿Qué ciento veintisiete Prelados eran esos? Reunidos todos los de España, no llegaban á ese número, que no se vió áun en los Concilios más concurridos de Toledo. Para mentir se necesita mucha habilidad y saber. La exageracion de este número prueba la falsedad de lo restante. Las congregaciones monasticas tuvieron que celebrar capítulos en 1824 para nombrar sus prelados: sobre este hecho sencillo levantaron los liberales por entonces mil patrañas.

La existencia de la Junta Apostólica y del Angel Exterminador la negaron los realistas entónces y la niegan ahora, segun veremos luégo. El testimonio del Sr. Mendez Vigo, con arreglo á las leyes, no sería admitido en ningun tribunal civil; ¿y podrán la critica y el tribunal de la historia admitir la acusacion, sin pruebas y por el mero dicho de un hombre, que hizo asesinar á sangre fría cincuenta y un reos, casi todos políticos, y de la manera inhumana con que perecieron las desgraciadas víctimas arrojadas en las aguas de la Coruña? Estaba en el interés de quien cometió aquel crimen acusar á sus contrarios de crímenes iguales y mayores, para atenuar el suyo.


LIII.


Transigentes é intransigentes: libertad del Rey: reacción.


El conde de Montijo, nuestro inolvidable Tio Perico, había visto pagados con harta ingratitud sus antiguos servicios masónicos de 1816 á 1820. Aunque al pronto pudo sostenerse en su sonrosado Oriente hasta mediados del año 1820, bien luégo conoció que su grado 33 era ilusorio, como los que se dan por honor á los Reyes y á los príncipes, y que en realidad había otros maestros que enseñaban lo que él no quería aprender ni practicar, y de los cuales no era sino un mero y áun ridículo instrumento. Al ver a la francmasonería atacar todas las instituciones aristocráticas que rodeaban el trono, dándole esplendor y fuerza, él, que era altamente aristocrático, se vio no poco contrariado, al decirle la francmasonería con tono burlon: «Si has de ser nuestro, quema lo que adoraste y adora lo que quemaste.» En vano, escudado con el ejemplo de la aristocracia inglesa, que en su casi totalidad es masónica, quiso hacer valer sus servicios y sus ideas liberales y antireligiosas, sin perjuicio de las de su clase y nacimiento, pues se vió desairado y reducido á la nulidad por el verdadero Oriente masónico. Una revolucion, que era radicalmente democrática y traia en su seno la republica, mal podia avenirse á que la francmasonería, alma de ella, siguiese dirigida por un aristócrata veleidoso, y conspirador sempiterno, que si le había hecho favores, tambien le habia irrogado agravios y perjuicios en 1814.

Al acercarse los franceses á Madrid, aparecen en escena por ultima vez el conde de Montijo y el otro inolvidable conde de La Bisbal, digno de figurar al lado suyo. La pretensión de aquellos dos modelos de honradez, lealtad y consecuencia era ser los Castor y Polux del régimen constitucional en tan deshecha borrasca y quiénes mejores que ellos para representar ese fraternal grupo y servir de fuegos fatuos ó luces de San Telmo, segun la expresion del vulgo?

El autor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII da una interpretacion siniestra á las gestiones de ambos por salvar la Constitucion del naufragio en que íba á quedar sumergida. «El conde de La Bisbal, dice (1), que en todas épocas había vestido el traje del dia, y que tanto había descollado en las tortuosidades de Palacio, veíase solicitado por sus antiguos amigos, y entre ellos por el enredador y corrompido conde de Montijo, que se había quedado en Madrid con instrucciones secretas (2), bullendo siempre en deseos de figurar y de trastornar el gobierno representativo.»

¡ Oh ingratitud monstruosa! ¡El querer salvar la Constitucion, con sólo añadirla el apéndice de otra Cámara, se llama trastornar el gobierno representativo! Y si la pobre niña bonita (3) nacio en Cádiz algo raquítica, y sus propios padres la encanijaron á poco de nacer, y al romper a andar en 1820 se vió que cojeaba con la muleta de una Cámara, ¿Qué extraño es que los dos condes quisieran regalarle otra, con la cual pudiera enderezar mejor sus vacilantes pasos? Compréndese bien que las Córtes de 1811, al usurpar sus atribuciones y derechos á los otros dos Estamentos, basando su origen político en el fraude, el perjurio y la destruccion rapaz de la constitución antigua é histórica de las Córtes de

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(I) Tomo III, pág. 83.

(2) ¡Secretas! ¿De quién?¿Del Rey, de los masones o de ambos?

(3) Tituló que daban los liberales a la Constitucion, principalmente en los cantos populares y patrióticos. España, no quisieran sustituir los dos Estamentos por ella preferidos y aun despojados de sus legítimos derechos, una Cámara senatorial, que fuese sombra de los mismos pues las sombras de las victimas suelen ser el torcedor de los usurpadores, al menos en los dramas y leyendas, Pero aquellos dos condes francmasones, ¿podían dejar de exigir que se armonizasen sus ideas masónicas liberales con sus Intereses aristocráticos realistas?

El duque de Angulema estaba en la idea de salvar la Constitucion modificándola, el ejército francés abundaba en esos deseos, el ministerio francés lo deseaba y exigia así, y su presidente M. Villele, después de haber desfavorecido y casi perseguido á la Regencia de Urgel, por no querer transigir en esta parte, continuó despees trabajando en aquel sentido y dividiendo á los realistas. segun vamos ó ver.

FernandoVII aparentaba acceder á tales exigencias, y entretenía con eso á los ministros moderados; pero en su interior detestaba la Constitucion, lo mismo con una que con dos Cámaras. Por otra parte, la reaccion venía con el Mismo empuje con que había venido la revolucion tres años ántes, y en este país de viceversas no hay cosa más reaccionaria que una revolucion, ni cosa más revolucionaria que una reaccion. Aun cuando hubiera querido Fernando VII sostener una Constitucion modificada y un gobierno templado, ¿habría podido hacerlo? ¿Le hubieran dejado obrar así los realistas, los guerrilleros, los emigrados, los apaleados por espacio de tres años, los parientes de los asesinados y de las víctimas de los masones y comuneros?

Pues qué, ¿no estuvo para costarle el trono tres años despues el no haber querido acceder á todas las exigencias de la reaccion? ¿No principió con este en 1825 la guerra civil que todavía nos devora en 1870 (ahora ya 1875), dividiendo la familia real y dando al país un mal ejemplo, funesto á la misma dinastía? Fernando VII logró en 1823 lo que deseaba; pero, aunque no hubiera querido, tenía que hacer lo que hizo en política de lo que no se le puede disculpar es de las medidas sanguinarias que entónces se dictaron ó no se precavieron.

En esta suposición, los dos condes francmasones los Castor y Polux de la revolución, hicieron un papel ridículo en Mayo de 1823, queriendo servir á la reaccion y á la re- volucion, al Rey y á la masonería. Con fecha 11 de Mayo presentó Montijo una exposicion al de La Bisbal para que salvase a la patria de los peligros que la cercaban, declamando contra la Constitucion, que era tan insostenible como el absolutismo, y exhortándole á declararse independiente hasta que el Rey estuviese en libertad.

A esta carta de Montijo respondió La Bisbal , cuatro dias despues, abundando en las mismas ideas, expresando en un manifiesto que era imposible gobernar con la Constitución de Cádiz, que el Rey debía volver á Madrid en completa libertad, nombrar un ministerio que no fuese de partido alguno, convocar nuevas Córtes, y que entre tanto los franceses volvieran á su país por donde habian venido. De éste modo queria La Bisbal borrar en los montes y asperezas de Somosierra lo que habia hecho en los llanos de Ocaña.

Publicadas las cartas de los dos inolvidables condes, produjeron el efecto que era de esperar, mediando dos personajes tan hidalgos como consecuentes. Los realistas se rieron de ellos, los liberales se indignaron. Los militares que á las órdenes de La Bisbal debian defender contra los franceses los pasos de Guadarrama y Somosierra, principiaron á vacilar, y los soldados á marcharse á sus casas. Los oficiales comuneros, resentidos contra La Bisbal, á vista de aquella nueva defeccion, concitaron los ánimos contra él, de tal modo, que hubo de esconderse, entregando á toda prisa el mando al marqués de Castelldosrius. Este fin tuvo la pretendida transaccion de los dos condes masones, que pudiera llamarse pastelada, si esta palabra grotesca no hubiera do parecer demasiado baja á los que rehuyen toda calificacion demasiado vulgar, dura y prosáica.

Por su parte, la Regencia de Bayona, luégo que se vio instalada en España, se olvidó tambien de todas las transacciones y modificaciones constitucionales ofrecidas al gobierno francés, y M. Villele quedó no poco sorprendido al ver que dicha junta, protegida por él contra la Regencia de Urgel, era nula reaccionaria que ésta, y que el más templado de todos los realistas era el barón de Eroles, que había sido de la Regencia de Urgel, aunque no siempre do acuerdo con Matafloria.

Castelldosrius hubo de abandonar sus posiciones y retirarse á Extremadurá. Angulema, al llegar á Alcobendas el dia 23 de Mayo, destituyó la Regencia de Eguía, nombrando otra nueva; en que entraban los duques del Infantado y de Montemar, el baron de Eroles, el obispo de Osma y D. Antonio Gomez Calderon. La grandeza representó al principe francés en el sentido de La Bisbal y Montijo; pero al punto apareció otra exposicion en sentido contrario, firmada por multitud de generales, títulos de Castilla, dignatarios eclesiásticos y civiles, y no pocos propietarios, combatiendo energicamente á la primera, y calificándola casi por lo claro como parto de la francmasonería. «Por desgracia han renacido y se han generalizado las sospechas de que la faccion impía y enemiga de la legitimidad pueda alcanzar sobre los bordes de su inexistencia un termino medio para que la dé vida, y que perpetúe en el seno de la religiosa y fiel España sus talleres de iniquidad y de turbulencia.» El que no vea claro el sentido de esta cláusula y de la palabra talleres, en verdad que debe ser casi ciego.

Entre las primeras firmas de ella se contaba la del capitan general Castaños. Si éste era mason, como dice la coleccion de embustes de Truth, debia ser un francmason sui generis, pues pedia «el cabal restablecimiento de todas las instituciones religiosas y políticas existentes en 7 de Marzo de 1820, particularmente la del Santo Tribunal de la Inquisicion.»

Miéntras esto pasaba en Madrid, las Córtes en Sevilla hacían lo mismo que la Regencia, condenando las pretendidas transacciones do los dos condes, á los cuales exoneraron de todos sus títulos y honores el dia 22 de Mayo de 1823. Ni los realistas ni los comuneros se conformaban con transacciones: unos y otros querian jugar el todo por el todo. Los comuneros, en sus sempiternas ilusiones, soñaban con un levantamiento del país, como en 1808, sin conocer que el pueblo los odiaba tanto como á los franceses, y estaba cansado de su tiranía. Entónces el diputado Falca dejó escapar de sus lábios esta verdad terrible: «Me guardaré bien de tomar la guerra de la Independencia por término de comparacion con la actual porque ¡y quisiera equivocarme! los elementos que fomentaron aquélla y formaron el grande teson con que se llevó a cabo, están des graciadamente EN CONTRA DE ESTA.»

¡Desgraciadamente! ¿Y quién había sistemáticamente herido el sentimiento católico, la influencia del clero, la moral religiosa, el amor al Rey, el respeto al Trono, el acatamiento al principio de autoridad, el desinterés y la confianza en el gobierno, y la disciplina en el ejército, que fueron los elementos que fomentaron aquella empresa?

Despues de várias vicisitudes militares y políticas, que no son de nuestro objeto, el dia 1º de Octubre salió Fernando de Cádiz para el Puerto de Santa María, quedando en libertad y olvidando en el acto lo que acababa de ofrecer en el primero de esos puntos, con palabra de Rey.