Historia general del Perú, o Comentarios reales de los incas (Tomo I)/Capítulo XLIX

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPÍTULO XLIX.

Tuvieron cuenta con las eclipses del sol: lo que hacian con los de la luna.


Contaron los meses por lunas de una luna nueva á otra, y así llaman al mes quilla como á la luna. Dieron su nombre á cada mes: contaron los medios meses por su creciente y menguante: las semanas por los quartos, aunque no tuvieron nombres para los dias de la semana. Tuvieron cuenta con los eclipses del sol y de la luna, mas no alcanzaron las causas. Decían al eclipse solar, que el sol estaba enojado por algun delito que habian hecho contra él, pues mostraba su cara turbada como hombre ayrado, y pronosticaban á semejanza de los astrólogos, que les habia de venir algun grave castigo. Al eclipse de la luna, viendola ir negreciendo, decian que enfermaba la luna, y que si acababa de obscurecerse habia de morir, caerse del cielo, cojerlos á todos debaxo y matarlos, y que se habia de acabar el mundo: por este miedo, empezando á eclipsarse la luna, tocaban trompetas, cornetas, caracoles, atabales, atambores y quantos instrumentos podian haber que hiciesen ruido: ataban los perros grandes y chicos, dabanles muchos palos para que ahullasen y llamasen la luna, que por cierta fábula que ellos contaban, decian que la luna era aficionada á los perros por cierto servicio que le habian hecho, y que oyéndolos llorar habria lástima de ellos, y recordaria del sueño que la enfermedad le causaba.

Para las manchas de la luna decían otra fábula mas simple que la de los perros, que aun aquella se podia añadir á las que la gentilidad antigua inventó y compuso a Diana haciéndola cazadora; mas la que se sigue es bestialísima. Dicen que una zorra se enamoró de la luna viéndola tan hermosa, que por hurtarla subió al cielo, y quando quiso echar mano de ella, la luna se abrazó con la zorra y la pegó á si, y que de esto se le hicieron las manchas: por esta fábula tan simple y tan desordenada se podrá ver la simplicidad de aquella gente. Mandaban a las muchachos y niños que llorasen y diesen grandes voces y gritos llamándola Mama Quilla, que es madre luna, rogándole que no se muriese porque no pereciesen todos. Los hombres y las mugeres hacian lo mismo. Habia un ruido y una confusion tan grande que no se puede encarecer. Conforme al eclipse, grande ó pequeño, juzgaban que habia sido la enfermedad de la luna. Pero si llegaba á ser total, ya no habia que juzgar sino que estaba muerta, y por momentos temian el caer la lunaa y el perecer de ellos. Entonces era mas de veras el llorar y plañir, como gente que veía al ojo la muerte de todos y acabarse el mundo. Quando veian que la tana iba poco á poco volviendo á cobrar su luz, decian que convalecia de su enfermedad, porque el Pachacamac, que era el Sustentador del universo, le habia dado salud, y mandádole que no muriese porque no pereciese el mundo; y quando acababa de estar del todo clara, le daban la enhorabuena de su salud, y muchas gracias porque no se habia caido. Todo esto de la luna vi por mis ojos. Al dia llamaron punchau, y á la noche tuta, al amanecer pacari. Tuvieron nombres para significar el alva y las demas partes del dia y de la noche, como media noche y medio dia.

Tuvieron cuenta con el relámpago, trueno y rayo, y á todos tres en junto llamaron illapa. No los adoraron por dioses y sino que los honraban y estimaban por criados del sol. Tuvieron que residian en el ayre mas no en el cielo. El mismo acatamiento hicieron al arco del cielo, por la hermosura de sus colores, y porque alcanzaron que procedia del sol; de modo que los reyes Incas lo pusieron en sus armas y divisa. En la casa del sol dieron aposento de por si a cada cosa de estas, como en su lugar dirémos. En la via que los astrólogos llaman lactea, en unas manchas negras que van por ella á la larga, quisieron imaginar que habia una figura de oveja con su cuerpo entero, que estaba amamantando un cordero. A mi me la querian mostrar diciendo: Ves allí la cabeza de la oveja; ves acullá la del cordero mamando; ves el cuerpo, brazos y piernas del uno y del otro; mas yo no veía las figaras sino las manchas, y debia de ser por no saberlas imaginar.

Empero no hacian caudal de aquellas figuras para su astrología, mas de quererlas pintar imaginándolas; ni echaban juicios ni pronósticos ordinarios por señales del sol, ni de la luna ni de los cometas, sino para cosas muy raras y muy grandes, como muertes de reyes ó destrucion de reynos y provincias; adelante en sus lugares dirémos de algunas cometas, si llegamos allá. Para las cosas comunes mas aína hacian sus pronósticos y juicios de los sueños que soñaban y de los sacrificios que hacian, que no de las estrellas ni señales del ayre. Y es cosa espantosa oir lo que decian y pronosticaban por los sueños, que por no escandalizar al vulgo no digo lo que en esto pudiera contar. Acerca de la estrella venus, que unas veces la veian al anochecer y otras al amanecer, decian que el sol, como señor de todas las estrellas, mandaba que aquella, por ser mas hermosa que todas las demas, anduviese cerca de él, unas veces delante y otras atras.

Quando el sol se ponia, viéndole trasponer por la mar (porque todo el Perú á la larga tiene la mar al poniente) decian que entraba en ella, que con su fuego y calor secaba gran parte de las aguas de la mar, y que como un gran nadador daba una zabullida por debaxo de la tierra para salir otro dia al oriente; dando á entender que la tierra está sobre el agua. Del ponerse la luna ni de las otras estrellas no dixeron nada. Todas estas boberias tuvieron en su astrología los Incas, de donde se podrá ver quán poco alcanzaron de ella, y baste esto de su astrología, digamos la medicina que usaban en sus enfermedades.