Ira de Dios, poema bíblico/Canto II

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Canto II


De Hebrón en la comarca bendecida
hay un valle amenísimo y fecundo,
que la nación de Jehová escogida
llamaba de Mambré: no encierra el mundo
en su extensión del hombre conocida,
ni en la que hasta ora sólo el mar profundo
viera, y a do jamás pie vacilante
llegó de peregrino o navegante,

ningún país do con mayor largueza
derramara el Señor sus bendiciones;
pródiga allí mostró naturaleza
en pompa singular todos sus dones:
uniendo a la hermosura la riqueza
míranse allí a la par las estaciones,
y otoño, primavera, flor y fruto,
unido al hombre ofrece su tributo.

Allí el nogal junto a la palma crece,
y el oloroso cedro y manso tilo,
y el plátano flexible se estremece
a la sombra del álamo tranquilo:
allí el haya frondosa amante ofrece
a la sencilla tórtola un asilo,
y el sauce, el tamarindo y sicomoro
con el árbol se ven de frutos de oro.

El fuerte olivo de inmortal verdura
crece lozano al margen de la fuente,
la prolífica vid en la espesura
gime bajo su fruto trasparente:
mientras allá en la espléndida llanura,
al blando soplo de fugaz ambiente,
las doradas espigas a millares
se mecen cual las olas de los mares.

Al borde suena aquí de la quebrada,
del buey el melancólico mugido,
bajo la sombra allí de la enramada
de las mansas ovejas el balido:
y al volver por la tarde a la majada
pueblan el aire en múltiple sonido
pastores y ganados y cencerros
y el honrado ladrido de los perros.

En este valle tan feraz y ameno,
lejos del aire corruptor mundano,
y a su amargura y crímenes ajeno,
vivía en aquel tiempo un buen anciano:
de años cargado y de riquezas lleno,
padre más bien que duro soberano
de sus siervos, el rey de los pastores,
tenía allí su tienda entre las flores.

Llamábase Abrahán —en el lenguaje
que usaba entonces la nación hebrea,
Padre de muchos—. Cuando en tardo viaje
vino allí de la tierra cananea,
así le habló el Señor: «De tu linaje
saldrán reyes ilustres de Judea;
más que reyes aún, saldrá el Mesías
cuando se cumplan los fijado días.»

Y el patriarca esperaba el cumplimiento
de las promesas de si Dios seguro,
y su vida pasaba en curso lento
como las ondas de arroyuelo puro:
jamás manchó su vida turbulento
el crimen, ni agitó deseo impuro
las aguas cristalinas de su alma
que reposaban en tranquila calma.

Delante de su tienda
so la enramada umbría,
cuando del mediodía
más vivo es el calor,
está Abrahán sentado
en plácido sosiego;
mas súbito un gran fuego
ante sus ojos vió.

Alza la vista al punto
por ver de dónde vino,
y un rojo torbellino
miró cerca de sí;
de cuyo oscuro centro
salieron tres varones,
que ven sus emociones
con blando sonreír.

Entonces el buen anciano
con susto se levanta,
y la insegura planta
dirige hacia el Señor;
diciendo: «Si tu esclavo
halló en tus ojos gracia,
debajo de esta acacia
descansa, por favor.

Para tus pies divinos
traeré el agua más pura,
y aquesa tierra impura
yo mismo lavaré;
y de mi tienda humilde
bajo el amigo toldo,
cocido en el rescoldo
mi pan os partiré.»

Entonces los tres varones:
«Haz como has dicho», dijeron;
y entró Abrahán, presuroso,
so el hospitalario techo.

Y dijo a su esposa Sara:
«Tres satos amasa presto
de flor de harina, y haz panes,
y cuécelos bajo el fuego.»

Y corriendo a la vacada,
cogió un hermoso becerro,
diólo a un mozo, el cual al punto
lo mató y cociólo luego.

Y manteca y leche pura
tomó también, y dispuesto
ya el festín, sirviólo él mismo
a los fúlgidos viajeros.

Luego que hubieron comido,
dijo así el mayor de entre ellos:
«Descubrirte quiero ahora
mis designios sempiternos.

Pentápolis torpe se lanza
en manos del crudo Abdalón;
la puse en mi eterna balanza,
su crimen el peso inclinó.

Sodoma su grito ha aumentado;
Adama se goza en su error;
dobló Seboín su pecado,
y Gomorra pesó sin temor.

Desciendo a su fértil llanura,
y allí por mis ojos veré
si la obra satánica impura
del crimen colmó su altivez.»

Y saliendo, el camino tomaron
de Sodoma hacia el fértil confín;
mas no mucho de allí se apartaron
que Abrahán, resolviéndose al fin:

«¿Destruirá, gran Señor, tu justicia,
en injusta sacrílega unión,
del impío la torpe malicia
y del justo el leal corazón?

Lejos, lejos, Señor, de tu mente,
una acción tan indigna de Ti;
¿verteráse la sangre inocente
porque viva entre el vicio infeliz?

Si justos en Sodoma hallas cincuenta,
¿tendrán igual fortuna
que la impía muchedumbre turbulenta
que en el pecar se auna?

—Si hallo cincuenta justos en la impía
ciudad, ten por seguro,
que no enviaré la muerte y la agonía
sobre el malvado muro.

—¿Y si hallas cinco menos? —Su recinto
perdonaré clemente.
—Y si faltaren diez, ¿será distinto
el fin de tanta gente?

—Perdonaré también. —¿Si quince hallares
de menos en la cuenta?
—¡Perdonaré por ellos mil millares!
—¿Y si hallas sólo treinta?

—¡También!» Mas Abrahán con rudo ahinco,
siguió de aquesta suerte:
«—¿Y si sólo se encuentran veinte y cinco,
les enviarás la muerte?

—Por veinte, o quince, o diez, si los reúnes,
tú mi palabra toma;
por amor de los diez serán impunes
los vicios de Sodoma.»

Mas cuando el claro sol anuncie al mundo
que nace un nuevo día,
caerá entera en el báratro profundo
Pentápolis impía.