Italia desde la batalla de Pavía hasta el saco de Roma/Capítulo I

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Italia desde la batalla de Pavía hasta el saco de Roma: Reseña histórica escrita en su mayor parte con documentos originales, inéditos y cifrados (1885)
de Antonio Rodríguez Villa
Capítulo I
Nota: Se respeta la ortografía original de la época



CAPÍTULO I.


Desde la batalla de Pavía hasta la salida de
Francisco I de Italia.


Había Italia alcanzado su libertad en el siglo xii y ejercido desde entonces poderosa influencia en la civilización y en la política de Europa; pero dividida aquella bella península en muchos Estados independientes, discordes y rivales entre sí, sólo pudo conservarse en esta disposición mientras se hallaron también fraccionadas y divididas las naciones á las que la unían los más estrechos vínculos. Tan pronto como en el siglo xv España y Francia consiguieron ver en gran parte realizada su unidad territorial, y prepotente y vigorosa la autoridad real, ofrecióseles Italia como rica presa y espléndido botín. Entonces estas dos naciones hermanas aspiraron á dominar á su antigua señora, que habiendo sido elocuente testimonio de la incontrastable fuerza que dan la unión, la virtud y el valor, lo fué ahora también de las lamentables y humillantes consecuencias de la desunión, de la molicie y del afeminamiento.

Estalló la rivalidad entre España y Francia por ejercer su dominación en Italia; muy tarde conoció ésta su desgracia y trató de evitarla, ó cuando menos alejarla excitando el antagonismo de uno y de otro Estado, inclinándose ora al primero, ora al segundo, según las circunstancias; aliándose á veces unos principados con España y otros con Francia, negociando no pocas veces con las dos naciones á la par secretamente para mejor entretenerlas y engañarlas. Pero una vez desarrollado el espíritu de rivalidad y de conquista y más engrandecidas en su interior una y otra, la suerte de Italia estaba prevista: la más fuerte, la más militar ahuyentaría á su contraria y ejercería su dominio en aquella península.

En esta tremenda y obstinada lucha, que ensangrentó mil y mil veces los campos de la hasta entonces próspera y feliz Italia, obtuvo España los más completos y decisivos triunfos sobre su rival. En el momento en que comienza el hilo de esta historia, disputábanse con encarnizamiento Carlos V y Francisco I el ducado de Milán. Campaba en él el ejército imperial, y sitiaba el francés con su Rey á la cabeza la plaza de Pavía, la más importante y fuerte de todo el Estado, después de la capital.

Dominaba en Milán el partido de la independencia italiana sinceramente entregado á un jefe nacional como Francisco Sforza. La peste había diezmado su población, y abierta además su muralla por varios puntos, no tenía medio de defenderse[1]. Por este motivo el mismo secretario de Estado del Duque, el renombrado Jerónimo Morón, aconsejó á su Soberano que abriese las puertas de Milán á Francisco I para evitar su ruina por medio de anticipada sumisión.

Había entregado ya una diputación las llaves de la ciudad á este Monarca, que se había aproximado á ella, cuando al día siguiente el señor Alarcón entró en Milán con algunos caballos; anunció la inmediata llegada del ejército imperial mandado por el Duque de Borbón, el Virrey de Nápoles Carlos de Lannoy y el Marqués de Pescara; reanimó los abatidos espíritus, y llenos de alegría los milaneses gritaron: «¡Viva el Duque! ¡Viva el Imperio!»

Púsose en marcha Francisco I para entraren la codiciada capital, y considerando los imperiales lo despoblada é indefensa que se hallaba, resolvieron abandonarla. Tomó, pues, posesión de ella el Rey de Francia, guarneciéndola poderosamente.

La superioridad del ejército francés era tan grande con relación á la del cesáreo, que podía considerarse á Francisco I como el futuro dominador de Italia, toda vez que obrando con prontitud y acierto podía dispersar las fuerzas enemigas por varias partes diseminadas, apoderarse de todo el Estado de Milán é invadir súbitamente el reino de Napóles. Teníase en efecto á los imperiales como reducidos a completa impotencia[2]; y el Papa, las repúblicas de Florencia y de Venecia y otros principados de Italia sólo aguardaban ocasión propicia para romper de una manera ostensible su alianza con Carlos V.

Tan desesperada era la situación de los imperiales, que Lannoy llegó á pensar en evacuar el Milanesado y replegarse sobre Nápoles, no sólo para no arriesgar todo lo que el Emperador poseía en Italia, sino también para oponerse al cuerpo de ejército que el Rey de Francia había enviado á aquel reino al mando del Duque de Albania para distraer por aquella parte la atención de los Generales de Carlos V. Por fortuna el Marqués de Pescara logró disuadir al Virrey de tan desastroso intento, conviniendo todos en que la dominación de España ó de Francia sobre Italia había de resolverse en Lombardía.

De repente, merced á la pericia y á la actividad de Pescara y de Borbón, todo cambió de aspecto. El antiguo Condestable de Francia, acaudillando los alemanes que el Archiduque Fernando le había enviado y los reclutados por su cuenta, en número de más de doce mil, se incorporó al ejército imperial, con cuyo refuerzo casi igualó éste en infantería al francés, quedándole inferior en caballería y artillería. Ya no pensaron entonces estos caudillos más que en acometer á Francisco I si aceptaba la batalla, ó en librar á Pavía si la rehusaba. Imponíase además fuertemente esta solución, de una parte por la apurada situación de nuestras tropas, á las que se debían gruesas sumas de dinero; y de otra por el angustioso estado en que se hallaba Pavía, después de tres meses de estrecho bloqueo y de un sangriento asalto, sin víveres, sin dinero y sin municiones, sostenida solamente por el esfuerzo, bravura y animosidad del nunca bien ponderado Antonio de Leiva.

Así, pues, el 24 de enero de 1525 salió de Lodi el ejército cesáreo, mal pagado, hambriento y desarrapado, en busca del francés, lucido, bien provisto, superior en fuerzas y favorecido por el terreno. Con la aproximación de ambos ejércitos comenzó á mejorar la situación de Pavía y á cobrar algún recelo Francisco I, porque dejando de combatirla, sólo se ocupaba en fortificar su campo, vigilarlo de noche y de día y reconcentrar todos los destacamentos, teniendo que sostener continuas escaramuzas con los imperiales de dentro y fuera de la ciudad, de las que salieron muy mal librados los franceses. Desamparáronles también en tan críticos momentos diez y seis banderas de grisones y tres de suizos; y la peste y otras dolencias mermaron considerablemente aquel ejército antes tan poderoso.

«El dicho Rey (de Francia)—escribía desde Génova Lope de Soria al Emperador con fecha 26 de enero[3]— está todavía sobre Pavía sin hacerle batería ni pensar en combatirla, sino fortificando su exército para esperar al de V. M.; y por una espía que partió de su exército á los xxii del presente, tenemos nueva cómo había hecho derribar los muros del parco de Pavía para que su gente darmas pudiese bien pelear encaso que viniese á combatirlo el exército de V. Ces. M., del qual ya tenía mucho recelo y noche y dia estaban en armas y hacía recoger toda su gente de los alojamientos; y también dice la dicha espía que morían muchos do su exército de pestilencia y otras dolencias; y los de Pavía salían fuera de continuo y se decía que tenían abundancia de vituallas dentro y están muy fuertes.»

En estas condiciones dióse la batalla el 24 de febrero de 1525, combatiendo unos y otros con extraordinario valor, pero llevándose sobre todos la palma la infantería española, á la que principalmente correspondieron aquel día los honores del triunfo. En menos de dos horas, dice M. Mignet, un lucido ejercito mandado por el Rey en persona y por los más acreditados generales de su nación, fué no sólo derrotado, sino deshecho y exterminado. Más de diez mil hombres perecieron en el campo de batalla ó se ahogaron en el Tesino. Los mejores capitanes, los más encumbrados oficiales de la Corona, los primeros señores del reino, quedaron ó muertos ó prisioneros. Prisionero quedó también el mismo Francisco I.

« A Dios sean dadas infinitas loores y gracias (escribía al Emperador su Embajador en Genova) y al glorioso santo Mathía , pues en el dia de su fiesta nos alumbró del nascimiento de V. Ces. Mag., y asimismo en el dia de su fiesta ha dado esta tan felice victoria, con la qual agora tiene más absoluto poder V. M. para asentar las cosas de la christiandad y poner ley por todo el mundo, de suerte que Dios sea servido y los christianos estén en buena paz.»

El mismo Lope de Soria añadía en otra carta de 26 de febrero dirigida á S. M.:

« V. M. puede dar gracias á Dios de la victoria que ha dado al Visorrey contra el Rey de Francia, según ha referido el Secretario del Duque de Genova que residía cerca del dicho Visorrey, el cual arribó aquí la noche pasada; y dice cómo á los 24 del presente, dos horas antes del dia, el exército de V. M. asaltó al del Rey de Francia, y fue con tanta orden y esfuerzo que muy poco pelearon los franceses y luego se pusieron en rota; pero este Secretario no se halló en ello, porque el Visorrey hizo ir á Santangelo á Hieronimo Morón con todos los Embaxadores que estaban con él, y uno dellos fue el dicho Secretario. Pero dice que estando en Santangelo pasaron muchos con la nueva de la victoria, y entre otros vido pasar algunos caballos franceses que habia tomado presos el capitán Çucaro, que los enviaba á Lodi, y sabida la certeza de la victoria dice que se partió para venir aquí y quando fue acerca de Placencia halló muchos de caballo de los franceses que venian á salvarse en aquella ciudad, y todos decian cómo el campo del Rey de Francia era roto y que pensaban que fuese preso el Rey, y por otras partes tenemos esta misma nueva y la tenemos por cierto que sea roto el Rey de Francia, pero no que sea preso ni libre, y de cada puncto espero que venga la certeza de todo y el despacho del Visorrey para despachar la dicha carabela. Y no es de maravillar que sean rotos los franceses, porque el exército de V. M, y los que están dentro de Pavia les han muerto y deshecho mucha gente en pocos dias y se les eran idos xvi banderas de grisones y tres de suyzos, y hablan roto y desbalijado las cuatro banderas de Juanin de Médicis y él está herido de un arcabuzazo en una pierna y es venido á curarse á Placencia, y también la gente del Duque de Milan, de la cual era capitan Alexandro Ventivolla, han roto y preso á Joan Ludovico Palavicino en Casalmayor..... Post datum. Después descrito lo susodicho somos á los xxvii y es venida una carta al Duque de Genova por via de Alexandria hecha ayer, en que le dicen cómo por hombres venidos del campo francés han entendido como fue preso el Rey de Francia y herido en la cara, y que también son presos el que se dice Rey de Navarra y Mr. de Lançon y Federico de Bozol[4] y Memoranci y otras muchas personas principales, y muertos el Almirallo y La Paliça y Mr. del Cu[5] y otros muchos, que en conclusión se juzga no haber escapado persona de importancia de muertos ó presos, y de la infantería juzgan que sea muerta la mayor parte, y del exército de Y. Mag. Ces. no sabemos hasta agora el daño que habrá recebido, pero juzgan que sea poco. Dios lo haga y á él damos muchas loores y gracias de la natiuidad de V. M. que fue en el dia de Sancto Mathia y en su dia mismo ha sido esta tan noble victoria, con la qual Y. M. puede agora poner ley y usar de su preheminencia imperial en toda la christiandad.»

Lope de Soria al Emperador.


 Génova, 2 marzo 1525.

«A los 27 del mes pasado screví á V. Ces. Mag. por via de Monego avisando aquella de la gloriosa victoria que Dios ha dado al Visorrey y al exército de V. M. á los 24 del mes pasado, como habrá entendido por el Comendador Peñalosa, al qual despachó el Visorrey por Francia, y por esto no será necesario que yo diga las particularidades de la batalla, ecepto que ha sido tal que es presionero de V. M. el Rey de Francia, y con esta será la nómina que me ha enviado el dicho Visorrey de los muertos y presos de los enemigos, y de la otra gente muy pocos son escapados..... Y entre otras cosas acuerdo á V. Ces. M. que tome Marsella debaxo de su dominio, porque demás que en ello será Dios servido, será grandísimo bien para los reinos de V. M. y bien de todos los cristianos, á causa que siendo de V. M. no saldrán de allí ni se recogerán los corsarios y ladrones como han hecho hasta agora; y desde agora podrá ordenar V. M. con la Madre y el Consejo del Rey de Francia que no consientan que salgan ningunos navios en curso de Probençia, porque yo pienso que luego será deshecha esta armada francesa, y estando armados los navios irán en ellos algunos corsarios que podrían hacer muchos daños.

»Toda Italia tiene por cierto que V. M. ha de venir este verano á coronarse, porque á todos parece que agora tiene aparejo para ello sin contradicción alguna, y está en su mano venir por mar ó por tierra.

»E1 Visorrey me ha escrito que platique con Andrea Doria si quiere acordarse con sus galeras para servir á V. M. y helo hablado con un pariente suyo para que lo platique con él: de lo que me responderá daré aviso á V. M., y el armada francesa acordó ayer de ir hacia la plagia Romana para embarcar la gente principal del Duque de Albania para volverla en Francia, pero yo creo que no harán tal viage sino que irá á Marsella.

»E1 Rey de Francia ha enviado al Marqués de Salucio que ponga en libertad á Don Hugo de Moneada y lo envié adonde estuviere el Visorrey, y el dicho Marqués dice que quiere que pongan primero en libertad á su hermano que ha sido preso en la batalla.»

Concluída ésta, y á ruego del Rey cautivo, no fué llevado este á Pavía, sino á un monasterio inmediato que allí fuera había, quedando encargado de su custodia el Sr. Alarcón. A los pocos días fué trasladado al castillo de Pizzighetone situado sobre el Adda entre Lodi y Cremona, yéndose los caudillos cesáreos á reunir con el Duque de Milán para ordenar lo que debía hacerse hasta que llegase la resolución del Emperador.

Cuando supo éste el triunfo obtenido por su ejército «se entró en su oratorio é retraimiento, solo, á dar gracias á aquel Soberano Señor y Dios dispensador de todo por la victoria habida, y estuvo bien media hora retraído alabando á Dios»[6]. Mostróse después el César de veinticinco años con los que le hablaron de aquel suceso tan moderado en sus palabras como modesto en su actitud, adelantando tan solo la idea de que aquella victoria podía ser el punto de partida de una paz universal en la cristiandad y de fuerte baluarte contra los infieles.

No faltaron cortesanos que le propusieron celebrar con gran pompa tan glorioso triunfo; pero él lo rehusó generosamente, y quiso tan solo que al siguiente día se verificase una procesión general en acción de gracias á la divina Providencia, procesión de la que formó parte, á pie, dirigiéndose desde su Alcázar de Madrid al templo de Nuestra Señora de Atocha, donde se cantó misa solemne.

Llegábanle entre tanto felicitaciones de todas partes, y singularmente de sus ministros en Italia y de los mismos potentados de aquella península que antes esperaban con impaciencia su derrota para aliarse contra él. Aconsejábanle los primeros que se aprovechase de la victoria ejerciendo su dominación absoluta sobre toda Italia y apoderándose de alguna parte de Francia, especialmente de Marsella, é indicábanle la conveniencia de irse á coronar con tan fausta motivo.

Los Estados de Italia, vencidos y humillados tanto como el Rey de Francia en Pavía, se apresuraron á formar liga con el Emperador y á contribuirle con cuantiosas sumas para las necesidades del ejército. Cuando en Roma se supo la victoria del César, mostró el Duque de Sesa, su embajador en la Corte Pontificia, al Papa Clemente VII[7] «doblado acatamiento é respeto, diciendole que este felicissimo vencimiento es para mayor exaltación suya y acresceutamiento del Estado de la Sede Apostólica y beneficio universal de la christiandad, y para que Y. M. pueda libremente con su ayuda convertir las armas contra el enemigo común de la fee, ofreciendole (al Pontífice) nueva liga é confederación con V. M. y haciendo aquel cumplimiento que era necesario para llevarle de lo que otros le atemorizaban con la grandeza de V. M.; y asi se ha puesto en plática de los capítulos que converná hacer para que venga en efecto la dicha liga, y se ha escrito al Visorrey para que pareciendole que se debe proceder adelante y concluir sin esperar respuesta de V. M. se haga. Venida la orden que dará se executará conforme á aquello.»

[8]«<La dificultad consiste en que S. S. querría que se incluyesen todos los potentados de Italia ó á lo menos se les dexáse lugar reservado para que con consentimiento de los confederados pudiesen ser recibidos, y porque está la materia de Venecianos al punto que se sabe, conviene resolver lo que con ellos se ha de facer. Querría S. S. ser primero certificado que serían seguros del Estado y que veniesen á composición de dineros, y aunque no se efectuase de presente, desearía asegurarse S. S. solo de esta partida ó por promesa del prefato Visorrey.»

A este despacho contestó el Emperador:

[9]«Que S. M. ha recebido las cartas de 9 de Marzo con el correo de S. S. y que ha sido muy bien hecho después de la victoria de usar con su Beatitud los términos blandos y dulces y mostrarle l'acatamiento y buena intención de S. M. como lo ha hecho; y cuanto á la nueva liga plaze muy bien á S. M. que se tracte entre los dos para asegurarse l'un y l'otro. Pero antes de concluir cosa alguna es razon de consultar los capítulos con S. M. y assi lo deue hacer el Duque, y entre tanto con muy buenas persuasiones confirmar S. S. en la buena esperanza de la dicha conclusion, y que siendo concertados los dos, más fácilmente se tractará de la conclusion de los otros y de las condiciones con las quales se deuerian recibir.

»Quanto al punto de los Venecianos, que S. S. bien puede estar seguro que por beneficio particular de S. M. no se han de mover las armas contra christianos, y que S. M. ha también respondido á su Embaxador que acá está, que meritamente queda contento de la respuesta; pero si pareciese que á los dichos Venecianos remordiese la consciencia de su hierro, y que por mejor asegurar su Estado quisiesen ofrecer dineros, fuera bien que antes de responder sobre ello se supiese la suma que ofrecen y lo que piden por ella; y asi debe el Duque, como de si, procurar que se aclaren, por tener mejor respuesta, persuadiendo á S. S. que si Venecianos toviesen más seguridad de la que tienen, nunca vernian á tales ofrecimientos como vienen estando en duda, aunque la duda no debe ser tal que les desespere, pero es claro que concluido el concierto entre S. S. y S. M. y viendo no haber lugar de poder entraren ello sin común consentimiento de entrambos, más liberales serán en sus ofrecimientos y mejores condiciones se sacarán para emplear sus fuerzas contra Turcos, contra los cuales es puesto todo el estudio é intento de S. M.»

En cuanto á los Venecianos, escribía á Carlos V su Embajador en aquella república:

«Los desta república después desta victoria hacen á menudo sus consejos que dicen de pregay, y dellos sacan á los papalistas, que dicen que es señal que tractan negociacion de Roma, y van y vienen correos á menudo y con mucha diligencia. Lo que podemos conjeturar es que desean que el Duque de Albania no se resolviera que el Papa, ellos, Florentines y el Duque de Ferrara se ligaran á defension el uno del otro; á lo qual según aquí nos dicen, el Papa no les ha bien acudido»[10].

Deseoso el Virrey de Nápoles de facilitar á los Venecianos el ingreso en la liga, que más por temor que por sinceridad formaron con Carlos V los principales Estados de Italia, escribió al embajador Alonso Sánchez con fecha 23 de marzo, comunicándole las instrucciones necesarias al efecto, dando cuenta de ellas y de su gestión diplomática este Ministro al Emperador en los siguientes términos:

[11]Escribíale el Virrey: «Que hiciésemos saber á los de esta república de parte suya que aunque en lo pasado había rompido la capitulación, no querían que fuese rota, sino que pues al felicísimo exército de V. M. se debia mucho y la deuda habia crecido tanto por causa que ellos no cumplieron lo capitulado, porque si hubieran enviado su exército, como eran tenidos, no hobiera discurrido tanto tiempo, como discurrió, antes de salir el exército de V. M. en campo, ni fuera menester hacer venir la gente que después de la primera vino de Alemaña; seria justo y conveniente que se redimiese con dinero la dicha falta, que aunque se dixese que no hablan enviado su gente, se podría responder que se habia recompensado con dinero, y quedarla saneada la benivolencia entre V. M. y ellos, y para el delante se podría hacer entre V. M. y los de esta república una perfecta liga en defension y ofension, amigo de amigo y enemigo de enemigo, no eceptuando á persona alguna; y que les hiciésemos saber que ellos tienen hombre que platica con Suyzos, lo que jamas en tiempo pasado han hecho; y que no le parecía que llevaban camino derecho para perdurar en unión y conformidad con V. M.; que después de haber dado Dios á V. M. esta tan crecida victoria y siendo ellos obligados á ayudar la empresa y no lo habiendo hecho, antes habiendo puesto tiempo en medio de tal suerte y á tal sazón que la dilación pudiera ser presentanea causa del perdimiento del exército de V. M., no les ha tomada una carga de feno de sus tierras ni alojado en ellas un caballo en un mes que habia despues que vencieron á Franceses. Antes se les habia mostrado tan entero amor y benivolencia como si en esta empresa hubieran fecho toda la buena obra que se pudiera desear, y que convidandoles allende de esto á la reformacion de amistad y deseando perpetuarla entre V. M. y ellos, teniendo V. M. causa justa de condolerse por la que han faltado, se muestren agora tan altaneros como si ellos fuesen los vencedores y nosotros los culpantes.....»

«Después de haberles hecho todos estos cargos, contestaron que consultarían y responderían.

»Fuimos esta manyana con ellos por la respuesta, y según su costumbre nos la hicieron leer en escrito. En sustancia es: sus buenas palabras y escusaciones de lo pasado; de la observancia que han tenido y tienen á V. M. etc. y que ellos entienden de tener con V. M. la mesma confederación que hasta aqui, y que todavia les placerá platicar la liga. Cuanto al dinero, que ellos pueden jurar con verdad que han tenido el gasto como si dieran su gente, y que por esta causa no seria su honra dar dinero; que cuando las cosas serán establecidas entre V. M. y ellos, son contentos de reconocer á V. M. en lo que pudieren, teniendo deseo como tienen de gratificarle, etc. Esta es la respuesta en sustancia.

»Fueles replicado que V. M. y el Visorrey quedarían poco satisfechos de esta respuesta, porque postponian y dilataban lo que hablan de poner primero, que es lo del dinero por las presentes ocurrencias, que el felicísimo exército de V. M. no puede estar así, y que pues eran cuerdos que viesen lo que les convenia[12]. En el discurso del razonar señalaron que era conveniente que supiesen cómo han de vivir antes de pagar dinero; y por lo que comprendemos y entendemos dellos, tenemos por cierto que no vernán á pagamiento de dinero que primero no hayan asentado sus cosas con V. M. cómo han de estar, pareciendoles que pagar dinero y quedar en los mismos términos á peligro de guerra, que no deben hacerlo ni les conviene.»

Natural era que Carlos V tratase de obtener de su victoria las mayores ventajas posibles. Hubo sobre este punto en su corte grandes consultas, resultando de todas ellas tres pareceres principales. Opinaban unos que conservase perpetuamente prisionero al Rey de Francia; opinaban, por el contrario, otros que le diese inmediata libertad, bajo promesa de que no volvería á hacer la guerra al Emperador; y por último, aconsejábanle algunos que con la brevedad posible y con las mejores condiciones que se pudiesen alcanzar, se le declarase libre. Desechado desde luego el primer parecer, el Emperador resolvió adoptar un término medio entre los dos segundos. Conservando sobre las armas el ejército de Italia, impuso á su regio prisionero como principales condiciones para otorgarle la libertad la cesión del ducado de Borgoña, de los condados de Auxerre y Macón y del vizcondado de Auxone; perder sus derechos de soberanía sobre Flandes y Artois; renunciar á todas sus pretensiones sobre el reino de Nápoles, ducado de Milán, condado de Asti y señoría de Génova; ceder la Pro venza al Duque de Borbón, que la reuniría á sus antiguos estados para formar un reino independiente; restituir al Rey de Inglaterra lo que había poseído en Francia; pagar á este Monarca lo que había prometido satisfacerle el Emperador, y en fin, restituir al Príncipe de Orange en el principado que le había confiscado.

Pero oigamos al mismo Emperador su resolución y sus propósitos al contestar á la felicitación que le dirigió el Abad de Nájera por la victoria de Pavía[13]:

«Vuestras cartas de 19 de Enero, 3, 17, 23, 25 y 26 de Febrero habernos recibido, y con ellas tanta alegría cuanto se puede pensar por la felicísima victoria que contra el Rey de Francia nuestro Señor Dios nos ha dado... Todos esos capitanes han hecho lo que de tanta caballería y verdaderos servidores nuestros se podía desear, los cuales demás de haber cumplido con lo que sus sangres les obligaban, nos han obligado á tener especial cuidado de su honra y acrescentamiento, en el número de los cuales no dexamos de poneros á vos, pues no habrá poco ayudado á ello vuestra persona, industria y diligencia. Y assí en la promoción que agora se ha de hacer destas iglesias, nos acordaremos de mostraros alguna señal para principio de gran significación de lo que merecéis...

[14]»A1 Visorrey de Nápoles escrebimos que nuestra voluntad es tener fin á la paz universal de la christiandad, porque vemos que no nos ha dado Dios esta victoria de su mano para otro efecto, y que assí tratase con el Christianísimo Re^ de Francia de los capítulos y asientos della, porque fasta saber si tendrá por bien de venir en condiciones honestas, no queremos sino sobreseher las armas que otramente sería necesario exercitallas.

»Con este despacho va provisión de otros cien mil ducados para el entretenimiento del exército fasta ver lo que el Rey de Francia acordare de hacer, que en verdad holgaríamos mucho que se contentase de se conformar con lo que Dios le muestra que quiere, para en beneficio de la christiandad, y quando no toviere por bien, aunque contra nuestra voluntad, quedaremos satisfecho de haber cumplido con lo que nos parece que debemos á príncipe christiano y al cargo en que Dios nos ha puesto»[15].

De la lectura de esta carta resulta clara y terminante la resolución del Emperador, basada en la aspiración á la paz universal con los príncipes cristianos, en obtener de Francisco I honestas condiciones para su rescate y en mantener en pie de guerra el ejército de Italia para utilizarlo, caso de no concertarse aquéllas. De otros sucesos que por este tiempo ocurrían en Italia nos dan noticia las siguientes cartas de Lope de Soria y Alonso Sánchez, embajadores cesáreos respectivamecte de Génova y de Venecia, y del Virrey de Nápoles.


Lope de Soria al Emperador.


Genova 5 de abril de 1525[16].  


«El armada de mar francesa es yda hacia la plagia Romana para recoger al Duque de Alba nia y su gente, la cual gente, según me escriben de Roma de los xii del presente, ha sido una parte della desbaratada por alguna gente de V. M. que estaba juntamente con los Coluneses y pelearon acerca Sant Paulo de Roma y los rompieron y los siguieron hasta Monte Jordano, que es la casa de los Ursinos dentro de Roma, y les tomaron siete banderas de infantería y muchos presos y muertos y ahogados en el Tíbero; y hecho esto mandó el Papa que no se procediese más contra ellos, y también mandó á los Franceses que vendiesen los caballos y se fuesen á embarcar, los cuales iban hacia Civita vieja y Cornetto, y alguna gente de V. M. y de Coloneses eran idos contra el señor de Salmonete, porque se habla mostrado en favor de Franceses é ya tractaban con él de composición...

»Por otras tengo scrito á V. Ces. Mag. cómo los desta ciudad tuvieron un Consejo general á los 3 de Hebrero en el cual determinaron de hacer una unión en esta ciudad de Adornos y Fragosos, y gobernarse como hacen los Venecianos por algunas personas de la ciudad y no tener más cabos de parcialidad y echar al Duque con darle cierta renta perpetua y alguna suma en contado y derribar el castillo y hacer otras cosas. Y para esto diputaron doce ciudadinos para que ellos entendiesen en las cosas que para esto convenían, los cuales se comulgaron junctamente y juraron de no pensar en otra cosa ecepto en el bien común desta ciudad y de no descubrir cosa alguna de las cosas que se platicasen entre ellos, y en esto consintió el Duque de Génova por ver la tierra en mucho peligro de perderse, teniendo á las puertas los enemigos por mar y por tierra y no tener forma de haber dineros para sustentar los gastos que aquí se requerían. Y con este título de Union prometían los de esta ciudad de pagar al hora sesenta ó setenta mil ducados, y por suplir aquella necesidad y pasar aquella fortuna y dar tiempo al tiempo le pareció que convenía al servicio de V. M. dar lugar á esto por sostener esta ciudad cuanto fuese posible, porque no se alterase antes de tiempo, como cierto estaba y estuvo en mucho peligro de reboltarse; que yo vi la noche que surgió aquí la armada francesa muchos destos ciudadinos determinados de enviar á platicar de partido con el Marqués de Salucio, y otros se huyeron y se escondieron en monasterios pensando que aquella noche hiciese mudanza esta ciudad; y como ha sucedido la victoria en favor de V. M., ha comenzado á resfriarse esta unión por aquellos que al hora fueron los inventores della, pensando más en su propio interes particular que no en el servicio de V. M. ni bien de la tierra. Pero como el Datarlo del Papa ha solicitado esta plática y aconsejado que se debía traer al cabo, y scrito sobresto y dicho á algunos desta ciudad que eran en Roma y enviado breves del Papa que contienen que lo deben hacer y les ofrece SS. todo favor para lo que convenga al bien de la tierra, y porque tambien la parte Fragosa lo desea, pareciendoles que toda mudanza les podría ser provechosa,... procuran todavia la dicha union, pero toda la parte Adorna es de contraria opinión y no querrian que se hiciese, y están determinados de no consentirlo aunque el Duque lo quiera, si V. M. expresamente no lo manda y lo tiene por bien... Yo creo que V. Ces. Mag. debe tener entera informacion de la importancia y cualidad desta ciudad y cuanto importa á su servicio tenerla subjeta, de suerte que pueda servirse della seguramente y que no pueda valer á sus enemigos, y para esto no me parece que seria buena la dicha Union...

»Aquí es arribado el Embaxador que envió el Rey de Tunez al Rey de Francia, al cual habla despachado el Rey de Francia para que volviese á Tunez y hele tomado la carta que llevaba del Rey de Francia, y he enviado una copia della á Roma y otra al Visorrey, el cual me ha scrito que lo tenga á buen recaudo hasta que me escriba otra cosa; y helo puesto en una galera, y con la presente será una copia de la dicha carta del Rey de Francia, por la cual y por las pláticas que tenia con el de Tunez, verá V. M. cómo usaba del Christianismo; y lo que deste he podido entender, es que truxo un presente de parte del Rey de Tunez de caballos y leones y gamellos y otras cosas moriscas y ofrecimiento de dineros y fustas armadas con artillería en ellas para poner en tierra contra Secilia, y el Rey de Francia le había de ayudar con su armada para tomar los Gerbes.

»Don Ugo de Moncada pienso que debe ser partido para ir á V. M. por tierra, porque á los xxv del presente me escribió de Milan que partiria el dia siguiente; y segun he entendido el Rey de Francia le ha rogado que vaya á V. M. para platicar algunas cosas, y en Milan están el Duque de Borbon y el Visorrey y todos los otros capitanes con muchas fiestas y banquetes, y el exército está una parte hácia Rezo y Módena y Carpio, el cual han tomado para el Marqués de Pescara, y la otra parte del exército va hácia Piamonte, y se entiende en pagarlo, porque de otra suerte no quieren ir á ninguna parte, y aun estáia destro de Pavia los alemanes que han estado cercados.

»El Obispo de Pistoya es venido al Visorrey de parte del Papa y dicen que trae pláticas de mucha importancia, pero hasta agora no tengo noticia dellas, pero sé muy cierto que todos los potentados de Italia conocen estar en contumacia con Y. Ces. Mag. por la mala demostración que han hecho en lo que tocaba á su servicio y están con algún temor, y no cesan entre ellos de platicar una unión para en caso que V. M. quisiese tomar emienda y castigar algunos dellos por su error. Yo digo que V. M. es dotado de tan Real condicion y es tan católico que olvidará todo lo pasado y hará libro nuevo y pensará en poner paz en toda la christiandad y en asentar las cosas de Italia, de suerte que cada cual goce de lo que justamente le toca y que no deben temer de nada. V. M. lo mandará mirar como conviene á su imperial estado y servicio... La infanteria española se es comenzada de amotinar pidiendo que les paguen lo que se les debe...

»Somos á los 4 de Abril y es vuelto el bergantin que envié á reconocer el armada francesa, á la quel dexó partida y á la vela delante de Pisa el postrero dia del mes pasado y va hacia Provenza y en ella se son embarcado los Alemanes y Rienço de Cheri.

»En este dia he recibido cartas de Milan hechas ayer y no dicen otra cosa sino que el Visorrey y el Marques de Pescara eran idos á Peciguiton á ver al Rey de Francia y aun no eran vueltos.»

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Dejemos al Rey de Francia prisionero en España, donde, como es sabido, su cautiverio fué más prolongado de lo que él se prometía, y su entrevista con Carlos V más difícil y tardía de lo que todos presumieron, y volvamos nuestra atención á Italia, objeto exclusivo de este estudio.







  1. Mignet. Rivalité de Francois I et de Charles V.
  2. Mignet
  3. Col. Salazar—A— 34.
  4. Federico da Bozzolo, de la casa de Gonzaga.
  5. Lescu.
  6. Relación de lo sucedido en la prisión de Francisco I, por el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo.
  7. Carta del Duque de Sesa al Emperador. Roma 9 de marzo, 1525. Col. Salazar
  8. En cifra lo que sigue.
  9. Minuta de carta, de letra del canciller Mercurino Gattinara.—Col. Salazar.
  10. Párrafo de carta de Alonso Sánchez, embajador de S.M. en Venecia, dirigida al Emperador con fecha 16 de marzo de 1525.— En cifra.—Col. Salazar.
  11. Carta de Alonso Sánchez al Emperador. Venecia 29 marzo 1525.—Col. Salazar.
  12. En cifra lo que sigue.
  13. Minuta de carta del Emperador al Abad de Nájera, de 2 abril 1525,—Col. Salazar.
  14. En cifra.
  15. En iguales ó parecidos términos se expresó el Emperador con el Papa en carta que le escribió, Datum Maioreti 4.° Aprilis 1525, que empieza: «Exhibuit nobis Reverendus Baltasar Castillioneus...»—Col. Salazar.
  16. Col. Salazar.