La Disgregación del Reyno de Indias/Capítulo 4

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CAUSAS DE LA REVOLUCION DE 1810 Y DE LA EVOLUCION SUBSIGUIENTE HACIA LA DEFINITIVA INDEPENDENCIA[1]
LA REVOLUCION

Hemos establecido anteriormente como determinante de la Revolución Americana, el principio de una adhesión leal a Fernando VII. Como consecuencia de ella, o si se prefiere para manifestarla y hacerla valer mejor frente a la usurpación napoleónica, es que se erigen las Juntas de 1810, allí donde se dudaba, con o sin motivo, de la fidelidad de los gobernantes coloniales al Rey “Deseado”. El propósito separatista; el anhelo de independencia absoluta y de gobiernos propios definitivos, surge en América después de la revolución, debido a causas, sobrevinientes a ella, perfectamente apreciables.

Naturalmente que antes de 1810, hay criollos que aspiran al separatismo pero en todo caso son los menos y estamos así frente a una excepción que confirma nuestra regla.

¿Cuál es el hecho que obra como detonante para la explosión del 10?

Siempre se ha dicho, y aún se dice, que la disolución de la Junta Central y la entrada de los franceses en Andalucía produjo el estallido juntista en América, y esto no es verdad sino en mínima parte, aunque lo hayan certificado con su testimonio, revolucionarios de la jerarquía de nuestro Saavedra. La mayor de verdad creo que voy a denunciarla yo, ahora por primera vez, y es ésta: Al disolverse la Junta Central ( 31 de enero de 1810), en España, se constituyeron a la misma hora el Consejo de Regencia que sustituiría a aquella autoridad caída en desprestigio de tiempo atrás y la Junta Popular de Cádiz, y ésta, que en la Península ejerció desde su instalación poderes decisivos en materia de Hacienda, trató de colocarse con respecto a América, en la posición que había logrado ganar en 1808, la Junta de Sevilla. El Consejo de Regencia, quieras que no, debió de aceptar las imposiciones de Cádiz, y por eso los emisarios que muy luego envió a las colonias para gestionar el reconocimiento de su autoridad también trajeron comisión de la Junta de Cádiz para auspiciar y promover su régimen provisorio de Gobierno. Esta es una OLVIDADA verdad fundamental cuya enunciación- por lo mismo- debe acompañarse de las comprobaciones pertinentes. Vamos a verlas en seguida sin perjuicio de que volvamos a revisarlas con más detalle al tratar particularmente de la Revolución de cada colonia.

A principios de Marzo de 1810 salieron de Cádiz en misión del Consejo de Regencia para las regiones de Venezuela, Nueva Granada, Quito y Perú, Don Carlos Montúfar, Don Antonio Villavicencio y Don José de Cos Iriberri. Bien. Además de las instrucciones que traían estos señores de la autoridad que les dio representación oficial eran portadores de una larga <<Proclama de la Junta Superior de Cádiz a la América Española>>, en la cual, a vuelta de extensas explicaciones justificativas de de su instalación, y después de hablar del antiguo mal gobierno central, de la necesidad de reclamar mayores garantías de libertad civil para españoles y americanos, etc., se dice lo que voy a leerles pidiéndoles mucha atención: “Mas para que el gobierno de Cádiz tuviese toda la representación legal y la confianza de los ciudadanos, cuyos destinos más preciosos se le confían, se procedió a petición del pueblo y protesta de su síndico a formar una Junta de Gobierno que nombrada solemne y legalmente por la totalidad del vecindario, reuniese sus votos, representase sus voluntades, y cuidase de sus intereses. Verificose así y sin convulsión, sin agitación, sin tumulto, con el decoro y concierto que conviene a hombres libres y fuertes, han sido elegidos por todos los vecinos, escogidos de entre todos y destinados al bien de todos, los individuos que componen hoy la Junta Superior de Cádiz: JUNTA ( noten bien!) CUYA FORMACION DEBERA SERVIR DE MODELO EN ADELANTE A LOS PUEBLOS QUE QUIERAN ELEGIRSE UN GOBIERNO REPRESENTATIVO DIGNO DE SU CONFIANZA”.

Es como ustedes ven, clara, expresa y terminante la incitación de Cádiz a los americanos de 14 de febrero de 1810 para que depongan a sus autoridades constituidas y erijan gobiernos locales de origen popular…Ahora observen como fue escuchada en todas las regiones de Hispano-américa donde aparecen las juntas patrióticas de 1810.

La Revolución de Caracas se precipita casi súbitamente el 19 de abril y es como una avalancha que nadie resiste. Pues bien, Montúfar ( viejo amigo de Bolívar, del Marqués de Toro, de Montilla, etc. ), Villavicencio y Cos, desembarcaron en La Guaira el 17 de abril y pasaron a Caracas el 18. Siendo parte de su misión la entrega al gobierno y pueblo caraqueño de la <<Proclama de Cádiz>>, ¿se puede poner en duda la influencia de aquélla en los acontecimientos del día siguiente, cuando éstos repiten el proceso gaditano? A mayor abundamiento, observen ustedes que los comisionados regios no debían ocultar nada ni a nadie su misión, ni los documentos de carácter público que conducían.

De Caracas, Montúfar y Villavicencio siguen a Cartagena de Indias y Cos Iriberri camina a Puerto Belo, falleciendo durante ese viaje, de modo que es otra persona (Arismendi) quien se encarga de llevar al Perú los oficios de que era portador. Bien. El 8 de mayo, Villavicencio y Montúfar arriban a Cartagena y el 18 Montúfar sigue hacia Bogotá para de allí dirigirse a Quito. A 12 de Mayo, en Cartagena, se verificó un “Cabildo Extraordinario” para tratar de reorganizar el gobierno local y el regidor Gutiérrez de Piñarez vota en él, expresando: “que además de que los votos de los señores que le han precedido le parecen bastante razonables y especialmente sobre la necesidad del establecimiento de una Junta Superior de Gobierno, que dé una representación legal al de esta plaza en los mismos términos en que se juzgó necesario para la de Cádiz”, etc.

Concuerdan con Gutiérrez de Piñarez otros capitualares, pero con todo se resuelve, por el momento, reformar el gobierno local con una solución intermedia, que consistía en asociar dos diputados del Ayuntamiento al Gobernador titular Montes, y refiriéndose a esto, dice Villavicencio en Oficio al Gobierno de la Regencia de primeros días de junio, que admitió tal solución para evitar otros males ( discrepancias internas ) y así queda constituída la autoridad, “substituyendo provisionalmente- dice – esta medida legal a la formación de una Junta provincial por el modelo de la establecida en la ciudad de Cádiz, mientras que con más pulso y madurez, etc.”

Dije antes que Carlos Montúfar había marchado a Bogotá el 18 de Mayo y ahora he de agregar que es recién en 17 de Junio que llega a dicha Capital debido a que hubo de detenerse por motivos incidentales en algunos pueblos del camino. Ahora bien, el 29 de Junio escribiendo a Villavicencio el Dr. Acevedo Gómez, tribuno de la Revolución del 20 de Julio, dícele: “La circunstancia de haber sido una de las víctimas que proscribió el despotismo en este Reino, por haberme dedicado con el ardor y el celo propio de los buenos patricios y fieles vasallos, a sostener los derechos de mi patria COMBINANDOLOS con los de nuestro legítimo soberano, el señor don Fernando VII es uno de los más urgentes motivos que me hacen tomar una satisfacción de molestar a Vuestra Merced desde ahora. La relación adjunta reservada que he formado con rapidez de los hechos más sustanciales de nuestra historia política en estos dos años, dará a Vuestra Merced una ligera idea de la opresión en que vivimos y de lo mucho que tenemos que temer los defensores de la buena causa, si con la llegada de Vuestra Merced no se minora el influjo del DIVAN y se atempera el sistema del Gobierno, modificándolo a las actuales circunstancias y arreglándolo a los principios que adoptó EL PUEBLO DE CADIZ”,etc. La revolución se produce en Bogotá el 20 de Julio, ¿y quién de Uds. no recuerda que la chispa que precipita su estallido fue una proyectada fiesta de algunos santafereños en celebración de la llegada de Villavicencio a Bogotá, de donde había salido Montúfar hacia el sur el 30 de Junio?

Sigamos adelante. El 11 de octubre de 1810 parte del Callao para Valparaíso una fragata que ancló en este puerto el 11 de noviembre y venían en ella las siguientes noticias que tomo de una transcripción de la Gaceta de Buenos Aires: “En Santa Fe (Bogotá), también se ha celebrado Junta y han hecho con el Virrey y Oydores lo mismo que en Buenos Aires y según las papeletas que han venido en este correo ya se cuentan diez Juntas en este Reyno ( de Nueva Granada ), siendo la última la que acaba de erigir en Popayán, Don Carlos Montúfar, hijo del Marqués de Selva Alegre, que viene Comisionado del Consejo de Regencia, habiendo escrito a Quito su patria, que le aguarden para esto mismo y seguir hasta Cuenca y Guayaquil.

Verifiquemos rápidamente la exactitud de esta información. Para mediados de setiembre de 1810, tiempo de la llegada de Carlos Montúfar a Quito, era verdad que ya estaban constituidas las Juntas Populares de Caracas, Cartagena, Santa Marta, Rio Hachas, Bogotá, Popayán, etc. , y más que verosímil, es seguro, que aquél había escrito en efecto a su “patria chica”, anunciando el propósito de referencia, pues, la Junta de Quito se instaló por su orden, o bajo su inspiración, según denuncia el párrafo que voy a leerles de una carta a Villavicencio, fechada a 21 de setiembre: “Antonio mío amadísimo: ya puedes figurarte mi cuidado y agitaciones en el estado en que he encontrado esto, de descontento general, desconfianzas mutuas, odios y venganzas; pero cumpliendo con mi deber como Comisionado Regio y como buen patricio, he trabajado infinito a fin de conseguir la unión, el orden y tranquilidad tan terriblemente turbados. Desde que llegué empecé a acordar con este pobre Jefe a quien han manejado a su arbitrio personas mal intencionadas. Su situación y la desesperación universal le han hecho entrar en todos los partidos que le he propuesto. MAÑANA (¡nótese!) QUEDARÁ INSTALADA UNA JUNTA SUPERIOR DE GOBIERNO, FORMADA EN TODO SEGÚN LA DE CÁDIZ; en el correo venidero te remitiré el acta acordada por voluntad general del pueblo”. ¡Es terminante!

Continúo. En los mismos días de la constitución de la Junta de Quito, sabemos que se establece la de Santiago de Chile (18 de setiembre) ciudad hasta donde no había llegado todavía ningún comisionado del Consejo de Regencia, pero sí- frecuentemente- sus oficios, órdenes e instrucciones desde las iniciales del mes de febrero que venían al Continente acompañadas de la “Proclama de la Junta de Cádiz a la América Española”.

Pues bien; en el acta de constitución del primer gobierno de Chile, reza el párrafo siguiente: “Y teniendo a la vista el decreto de 30 de abril expedido por el Supremo de Regencia en que se niega toda provisión y audiencia en materias de Gracia y Justicia, quedando solo expedito su despacho en las de Guerra; con coincidencia a que la misma Regencia con su manifiesto de 14 de febrero último ha remitido el de la instalación de la Junta de Cádiz, advirtiendo a las Américas QUE ESTA PODRÁ SERVIR DE MODELO a los pueblos que quieran elegirse un gobierno representativo digno de su confianza”, etc.

Para terminar con este recorrido en fuga de la historia de los gobiernos “patriotas” de 1810, réstanos contemplar el caso de Buenos Aires, que por razones obvias nos interesa más vivamente que los demás.

A Buenos Aires tampoco llegaron como a Santiago de Chile, comisionados de la Regencia antes del estallido Juntista de Mayo, ¿Será su caso una excepción en la regla de las ciudades revolucionarias del continente? Por el contrario: ¿se ha de creer que los hechos primordiales de su “Gran Semana” giraron bajo la influencia de los sucesos y proclama de Cádiz? Me inclino resueltamente a lo último aunque bien me sé que es recién en 9 de Junio que se publicó fragmentariamente en la “Gaceta” la proclama de Cádiz de 14 de febrero, precedida del encabezamiento siguiente: “La necesidad de instruir al público sobre los sucesos más importantes, apenas nos dexa tiempo para coordinar las noticias, y reducirlas a la Gazeta, de que no debieran separarse. Los siguientes párrafos forman parte de una Proclama impresa en Cádiz y que la Junta Superior de aquella Plaza dirige a los Pueblos de América; en primera oportunidad se imprimirá toda la proclama: por ahora se publica la parte más necesaria, para que nadie dude la justicia y legitimidad de la instalación de nuestra Junta

Medios y tiempo para llegar a Buenos Aires antes del 25 de mayo, tuvo desde luego esta pieza histórica gaditana, que espero será famosa. Documento público impreso con fines de la mayor difusión posible en América, es de creer que debía traerlo al Plata – en muchos ejemplares- la fragata inglesa “John Parish” que arribó a Montevideo el 14 de mayo con procedencia de Cádiz y Gibraltar de donde había salido a mediados de marzo o sea un mes después de fechada la proclama. También pudo hacerla llegar a Buenos Aires el buque de guerra inglés “Miseltoe” que entró a dicho puerto el 14 de mayo con procedencia de Río de Janeiro y once días de navegación. Igualmente es posible que llegase en transcripciones de los periódicos ingleses traídos por la fragata “Venerable” salida de Londres a mediados de marzo y entrada a Buenos Aires el 18 de mayo.

Se me dirá que aunque todo lo apuntado esté bien desde el punto de vista de la lógica histórica, ello no basta para justificar mi opinión de que la Junta de Mayo de Buenos Aires, como la de Abril de Caracas, y la de Junio de Cartagena, y la de Julio de Bogotá, y la de Agosto de Popayán, y las de Setiembre de Quito y Santiago de Chile, surgió por incitación de la de Febrero en Cádiz. Perfectamente, contesto; pero convéngase conmigo en que todo lo apuntado sirve por lo menos (y así llegaremos a nuestro fin por otro camino) para hacer que se admita como fidedigna la siguiente información que nos ofrece un articulista porteño del periódico “EL ARGOS” de 1821. “Buenos Ayres que habiéndose defendido por sí sola de 12 mil ingleses sin el menor auxilio de la metrópoli, no se declaró independiente después de la victoria; Buenos Aires que había manifestado el mayor sentimiento cuando supo la prisión de Fernando VII, y el mayor entusiasmo al recibir a Goyeneche como enviado de la Junta de Sevilla; Buenos Ayres INCITADA POR LA JUNTA DE CADIZ Y SABIENDO LA DISOLUCION DE LA CENTRAL A QUIEN HABIA OBEDECIDO HASTA ENTONCES, FORMO SU JUNTA”, etc.

* * *

¿Por qué Montevideo – ciudad de cercana tradición juntista – permaneció inmutable ante la incitación que venía de Cádiz? ¿Por qué no la escuchó tampoco Asunción? ¿Por qué no se conmueven en movimientos en pro del gobierno propio ni Lima, ni Cuzco, ni Arequipa, ni Guayaquil, ni Cuenca, ni Maracaibo, ni Coro? etc…Pues; dentro de nuestra interpretación histórica, la contestación a tales preguntas es sencillísima: PORQUE EN LAS NOMBRADAS CIUDADES en las cuales, la mayoría inmensa de sus habitantes era criolla, y también lo era la más grande de la fuerza armada NO SE HABIAN MANIFESTADO, por lo menos en forma acusada, las causas que actúan en Caracas, Cartagena, Bogotá, etc. para decidir justificadamente la innovación auspiciada por Cádiz.

En otros términos, porque los gobernantes de Montevideo, Asunción, Lima, etc. gozaban de la confianza popular, primero y principalmente en virtud de su probado fernandismo, y después, porque debido a ese mismo sentimiento concordaban con el pueblo de palabra y de obra y por ello no habían ejercido actos de dictadura, ni estaban sospechados de inmoralidades administrativas, ni sociales, ni políticas, etc.

Del Virrey Abascal no podría decir honestamente ninguno de sus gobernados de 1808 a 1810, lo que con toda razón escribía confidencialmente Acevedo Gómez al comisionado Villavicencio, acerca del Virrey Amar: “La relación adjunta, reservada, que he formado con rapidez de los hechos más sustanciales de nuestra historia política, de estos dos años, dará a Vuestra Merced una ligera idea de la opresión en que vivimos, y de lo mucho que tenemos que temer los defensores de buena causa” ( Debe interpretarse fernandismo, etc. )

De Abascal no sé que se haya afirmado, ni creo que pudo decirse nunca lo que el ya nombrado Villavicencio dice de Amar y su gobierno de Nueva Granada en los párrafos que voy a leer de una carta suya, privada, a Lardizábal: “Por los adjuntos oficios se impondrá Ud. de todos mis sucesos, de estar reconocida la Regencia ( escribe desde Cartagena a 28 de Mayo de 1810) en esta Provincia y en particularidad del que contiene ocho o nueve pliegos, que pinta aunque no con la extensión que yo quisiera el verdadero estado de miseria y opresión en que viven estos habitantes; si Ud no redime a este fiel y leal Reino, va a perderse miserablemente; todos a una se han llenado de júbilo y contento al verlo a Ud. en el seno del Supremo Consejo de Regencia, y a Venegas elegido Virrey; es imponderable el odio que se profesa a Amar por la codicia de su mujer, y por las razones que expongo en mi oficio”, etc. De Elío y del oficialismo español de Montevideo, no se podría concretar jamás – con serena conciencia- acusaciones sobre mal gobierno y falta de tacto político, como las que en este mismo documento perfila Villavicencio respecto a Montes ( Gobernador de Cartagena) y a sus asociados.

Dice aquí el emisario de la Regencia: “Prediqué, rogué, concilié los ánimos (de los cartageneros, agriados por disputas anteriores) y he conseguido que la fraternidad se restablezca y se olviden chismes y rencillas, y todo se va componiendo: ha habido regocijos públicos con músicas y bailes; todos los vítores y brindis son a Fernando VII, al Consejo de Regencia y a la fraternidad y unión de españoles europeos y americanos. Tengo mucha popularidad por mi carácter, y haber estado aquí cinco años; todos me llaman su ángel tutelar. A pesar de esto no puedo menos de decir a usted que Montes destruye mis obras con sus sandeces y mal manejo, inconsecuencia, y sobre todo con estar tan malquerido. El señor Escaño dirá a Ud. quien es este hombre, que con su sistema de economía indiscreta va arruinando cada día más a esta ciudad”, etc.

Más adelante continúa: “ Pienso trabajar por ambas Españas, clamar, gritar, decir a usted y a S.M. con imparcialidad la verdad de los hechos, por duplicado y centuplicado; por cumplir con mi conciencia, con el Rey y con la Patria, no temo enemigos, calumnias ni venenos: procuraré guardar armonía con los jefes, en cuanto sea dable; pero esto es dificilísimo cuando son inconsecuentes, embusteros, y rodeados de personas mal intencionadas por temor o esperanza como sucede a Amar y a este Gobernador Montes, que lo engañan, alucinan y comprometen en la opinión pública y del Rey con agravio ruinoso de estos fieles y leales vasallos de S.M.” ¡Vean ustedes como la reforma de Gobierno auspiciada por Cádiz tenía que ser bien recibida en Cartagena!

Vean algo más todavía: “mi querido amigo ( sigue Villavicencio) Salvemos a las Américas de las desgracias que se les preparan; seamos sus redentores, LOS MOTINES Y SUBLEVACIONES SON INVENTADOS O FOMENTADOS POR LOS JEFES Y MAGISTRADOS POR APARENTAR CELO, CONTRAER MERITO, Y EJERCER A SU ARBITRIO EL DESPOTISMO estos fieles habitantes AMAN AL REY y sienten las desgracias de España: si se quejan de las injusticias o de los vicios y escándalos de los que mandan, sea de palabra o por escrito, si manifiestan cuál deberá ser el medio adoptable para que Fernando VII conserve estos dominios si la España sucumbe, todos ellos ( los que mandan: nótese) gritan: MOTIN, INSURRECCION ( justamente es lo que ocurrió en Santiago de Chile en el caso de Ovalle, Rojas y Vera absurdamente tachados de separatistas por García Carrasco y perseguidos y enviados al destierro con toda injusticia en Julio de 1810); los Jefes ( continúa Villavicencio) decretan prisiones por precaución, grillos, cadenas”, etc.

Y para final, oigan: Uds. “ES UNA ETERNA VERDAD QUE HAY MAS PATRIOTISMO, Y AMOR A FERNANDO VII EN TODAS LAS AMERICAS QUE EN ESPAÑA. Lo he palpado y es admirable a la distancia que están de las bayonetas francesas.”

Hasta allí Villavicencio. En concordancia absoluta con los motivos y opiniones que él nos suministra, yo podría exhibirles a ustedes, en seguida, muchísimas otras piezas documentales “de primer agua”, relativas a Caracas, acerca de cuya revolución sentenciaba el Oydor desterrado Martínez Aragón en documento confidencial dirigido a la Regencia desde Filadelfia en el mes de Julio: “EL DESPOTISMO DE EMPARAN, LA DESCONFIANZA QUE TODOS TENÍAN DE SUS OPERACIONES ( por afrancesado) Y SU NECEDAD HAN CAUSADO LA PERDIDA DE CARACAS”. Relativos a Chile, bajo el mando despótico y chocante para la aristocracia santiaguina de García Carrasco. Relativas a Quito donde al decir de Villavicencio en el documento que he venido leyéndoles, las familias principales gimen en calabozos, cadenas y otros andan prófugos por los montes, confiscados sus bienes, saqueados a la francesa y expuestos a ser víctimas de sus parciales y mortales enemigos Tacon, Gobernador de Popayán, Fuentes y Amar, el Juez de la causa” (se refiere a la abierta a los Juntistas de 10 de Agosto de 1809).

Con referencia a Lima, bajo el gobierno de Abascal, no hay en cambio, piezas documentales de tal índole y no las hay tampoco- naturalmente que estoy aludiendo a documentos que resisten al juicio de la crítica histórica imparcial- respecto a la administración de Elío en Montevideo, o a la de Velazco en la Asunción, o a la de Concha en Córdoba, etc.

Vayan viendo pues, ustedes por el camino de esta divergencia cómo se hace claro y se agranda con nuestra interpretación de los hechos en estudio, el panorama revolucionario de 1810 que los Clásicos estrecharon con bambalinas de fantasía, como la formada con el supuesto de que si Montevideo resistió a la innovación Juntista y si no la consagró Lima, y Cuzco, y Arequipa, y Asunción, y Veracruz, y México , y la Habana, etc. etc. , fue porque el elemento español peninsular contuvo y sofocó por la fuerza y la violencia a sus vecindarios criollos.

¡Bueno sería! En todas las colonias de Hispano-América, no parece que los peninsulares sumaran en 1810 trescientas mil personas y pasaban con certeza de tres millones, los criollos blancos, o españoles americanos…

* * *

Vamos a entrar de lleno al examen de los motivos que determinaron en 1810 a los pueblos de Caracas, de Cartagena, de Buenos Aires, de Bogotá, de Popayán, de Santiago, de Quito etc., a deponer a sus Virreyes y Presidentes y colocar en el mando – en su lugar – “un gobierno representativo digno de su confianza” como incitaba la Junta de Cádiz a todas las colonias.

No hay inconveniente en que violemos – externamente- la verdad histórica estricta con el uso del calificativo de “Revolución Americana” como título sumario de estos movimientos. Primero, porque su consecuencia inmediata fue el estremecimiento convulsivo de todas las colonias debido a las reacciones injustificadas y anti-patrióticas de la prepotencia regentista, y en segundo lugar, porque, dése al propósito inicial de los Juntistas el orígen que se quiera, siempre será cierto que en razón de la instalación de sus gobiernos populares nacieron y prosperaron luego las causas que deciden verdaderamente nuestra separación definitiva de España.

Por todo ello insisto en que no hay inconveniente en el empleo – para el caso – de aquella denominación general, pero siempre – naturalmente – con tal que no se olvide que abarca más de lo que contuvo en realidad el movimiento Juntista y es – dado el momento histórico en que ocurre el mismo – intrínsecamente impropia.

Recuérdese en efecto, que el regentismo tuvo sus primeros defensores de hecho en todas las colonias, en soldados y oficiales americanos.

Téngase presente – además – que no hay Gobierno Central legítimo en la España de 1810 y por tanto era lícito y no ilegal, desobedecer a quien no tenía preexistente derecho a mandar.

En un libro que tengo a la mano impreso en Northampton en 1828, bajo el largo título de “AMÉRICA, O EXAMEN GENERAL DE LA SITUACIÓN POLÍTICA DE LAS DIFERENTES POTENCIAS DEL CONTINENTE OCCIDENTAL”, se consideran las anteriores observaciones con penetrante y sajona frialdad. Vamos a leerlo fragmentariamente, pues también tiene otros puntos de vista, que después, tendremos que tomar en cuenta: “Las convulsiones de la madre patria (el autor alude a España) y las usurpaciones del trono de España por un extranjero, han sido con respecto a la revolución de la América Española los sucesos particulares que determinaron el tiempo y modo de su ocurrencia. Cuando por un movimiento simultáneo todos los dominios ( quiere decir toda la Península) sacudieron el yugo de Francia ( hay aquí otra traición del traductor – bastante infiel – pues el publicista quiso expresar: se alzaron contra el yugo que aspiraba a imponerles Bonaparte) cada reino o Provincia ( de España) asumió por de pronto y según las circunstancias que él permitía el derecho de gobernarse a sí mismo y las colonias americanas en hacerlo así, no han procedido con menos justicia que las diferentes secciones de la Península. El Perú y México puestos en iguales circunstancias que Castilla y Granada poseían naturalmente los mismos derechos políticos.

La revolución de la América Española, ni aún de hecho ha sido ilegal, y esta circunstancia particular, que ha acompañado su orígen la distingue y da una preeminencia sobre todas las demás revoluciones…la revolución de la América Meridional, hasta el restablecimiento del rey de España en 1813, no ha sido en lo más mínimo ilegal. Durante este intervalo, los Americanos se habían visto naturalmente obligados, a ejercer las funciones de su propio gobierno, a formar entre sí nuevas relaciones, y aun con potencias extranjeras, y acomodarse en varios puntos, a la nueva situación, en que las circunstancias que ellos no habían causado, ni podían remediar, los habían puesto. El si en dichas circunstancias se hallaban formalmente obligados a volver a someterse, luego que el rey se restituyó a sus dominios, quizás es una cuestión que pocos osarían decidir de un golpe en la afirmativa. Los derechos de un hombre sobre otro dependen de las relaciones que hay entre ambos, y si una de las partes quebranta injustamente una relación existente, claro está que no puede valerse de su misma transgresión para adquirir nuevos derechos. Mas si se altera una relación existente sin que ninguna de las partes haya tenido culpa, sus derechos y obligaciones respectivas deberán arreglarse entonces conforme a las relaciones nuevamente adquiridas, hoy conforme a las antiguas; y en este mismo caso se hallaban el rey de España y sus colonias en América. Hasta allí lo que interesa del publicista anglosajón, que – dicho sea de paso- oculta su identidad bajo este rótulo: “Por un Ciudadano de los Estados Unidos”.

Bien, pues. Establecido que la Revolución de 1810 no tuvo, estrictamente, ni la generalidad que conviene al rubro de “Americana”, ni el carácter de alzamiento contra la legalidad que corresponde en manera adecuada al título de “Revolución”, podemos pasar sin más demora a la puntualización de las causas y motivos que originaron y deciden el memorable estallido.

Traigo un esquema formado con todos los extremos que – hoy por hoy – me parece que realizan unidos y combinados la reconstrucción cabal del proceso del 10. Voy a leerlos y después, siguiendo su orden, me particularizaré en la exposición y justificaciones de cada uno:

MOTIVO ORIGINARIO: El imperialismo napoleónico en su tentativa de usurpación a España.

CAUSAS PREDISPONENTES:
a) Leal simpatía a Fernando VII y anhelo de demostrarla en forma activa y desafiante.
b) Inclinación a imitar a los pueblos de la Península que sustituyeron a sus gobernantes antiguos por Juntas Populares para asegurar mejor la defensa de su propósito de mantener en el Trono a Fernando VII.
c) Reacciones de individualismo racial ante las persecuciones y desmanes ordenados o cometidos por los gobernadores contra quienes querían exteriorizar de cualquier forma su anti-francesismo excitado por la lealtad a Fernando VII.
CAUSAS DETERMINANTES:

a) Dudas promovidas y fomentadas desde la misma España por los periódicos y las “papeletas” que traían a América noticias de la situación peninsular, acerca de la lealtad a Fernando VII de las autoridades centrales provisorias y de su misma capacidad y prestigio para dirigir el gobierno.

MOTIVO OCASIONAL: Incitación expresa y precisa de la Junta de Cádiz de 1810 a todos los pueblos americanos para la institución de nuevas autoridades modeladas en su ejemplar.

Adecuar el proceso de la Revolución Americana al marco de motivos y causas que acabo de presentarles, será restarle grandeza dramática, reducirlo en sus proyecciones, disminuir su trascendencia, pero también es, ¿y qué importa más que eso? ajustarse a la verdad histórica.

Fuente[editar]

  1. Publicado en la revista de la Asociación de Estudiantes de Abogacía. Año 1, No 1. Montevideo, 1932