La Disgregación del Reyno de Indias/Capítulo 9 parte 2

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En cuanto a la adhesión a la causa patriota, de los estadounidenses que venían a estas regiones-con frecuencia desde el grito de Mayo- las pruebas son tan abundantes como categóricas y aún permiten establecer que databa de la época incierta y oscura de germinación del brote revolucionario.

Y de ahí, ¿cómo no derivar lógicamente la certeza de que el volumen de García de Sena vino a estas regiones inmediatamente después de su publicación? Lo anormal y sin sentido sería que los diligentes comerciantes y marinos de la Unión se olvidaran de traerlo, aunque más no fuera para credencial…Por muchas decenas vinieron al Río de la Plata saliendo de su país- precisamente por Filadelfia- durante la etapa inicial de la revolución y de su unánime sentimiento a favor de la causa de “los pueblos” rinden claro testimonio las columnas de la “Gazeta de Buenos Aires”, la correspondencia confidencial del Jefe del Apostadero de Montevideo, Capitán Salazar, con el Ministro del Consejo de Regencia, Ciscar, el jefe de la escuadra inglesa del Pacífico, Comodoro Fleming, etc., etc. Dice este último en efecto dirigiéndose desde Lima al Gobierno de Chile con fecha 3 de Octubre de 1811: Los países en que tuvo su origen esta delirante idea de la independencia (van incluidas naturalmente las Provincias Unidas) fueron aquellos en que más concurrían los anglo-americanos y algunos ingleses que guiados de su interés particular contribuyeron eficazmente a la seducción”, etc.

Y coincidiendo absolutamente con ese pensamiento, expone Salazar al Ministro de Marina en Oficio de 30 de Junio de 1810 “El buque que los transporta (se refiere a los Oydores desterrados de Buenos Aires) es la balandra mercante inglesa Dait de 114 toneladas, su Capitán Marcos Bamfield salido de las islas de Ferney y Guernesey y no puedo dejar de repetir a V.E. para la devida noticia de S.M. que los Ingleses y Americanos han fomentado y faborecido esta rebolución y que mientras pisen este suelo no habrá en el tranquilidad deviendose temer que suceda lo mismo en todos aquellos (¿lugares?) a donde lleguen con su comercio o contrabando”etc. El mismo Salazar, refiriéndose a la marcha ascendente de la revolución de Buenos Aires dice a Ciscar con fecha 10 de Setiembre: “Los que más la sostienen (a la insurrección) son los Frailes y Clérigos y el Cuerpo de Patricios y todos los extranjeros que son muchos especialmente Americanos e Ingleses”,etc.

Y dos días más tarde, relatándole una entrevista celebrada con el Capitán Elliot con el objeto de preparar el bloqueo de la Capital del Virreinato vuelve al tema de paso y escribe “no dude V.E. que los Ingleses por el sumo interés que se sigue a su Comercio han fomentado y fomentan la revolución pues todos los comerciantes tanto de esta Nación como Americanos, los favorecen en quanto pueden,” etc. Es como se ve un “ritornello” para el jefe de la marina española en el Río de la Plata, el tema a que vengo refiriéndome y todavía para demostrar que perduraría a través del tiempo como que reflejaba una verdad definitivamente adquirida, se encuentran, en su correspondencia de meses ulteriores, nuevos datos alusivos.

Así el 18 de Enero de 1811 escribe Salazar a su Ministro: “Hace cerca de un mes que carecemos de noticias seguras de la Capital pues las que nos llegan son por el conducto de los Ingleses y estos son los mayores enemigos de la justa causa como repetidas veces tengo impuesto a S.M., ellos son los fomentadores y los que sostienen la independencia de estas Provincias con deseo de que lo mismo suceda en todas las americas y lo lograrán si no se les prohibe absolutamente la entrada en los Puertos de ellas tanto a los buques de guerra como a los mercantes y por supuesto que lo mismo debe suceder a los de los demás Naciones y singularmente Americanos”, etc. y por último el 7 de Agosto de 1811, puntualiza el rudo y leal marino montañés que asistía desventurado a las vísperas de la libertad en el Río de la Plata: “…es constante que la Junta (de Buenos Aires) travaja con afan en aumentar sus fuerzas maritimas y que en esta empresa le ayudan Ingleses y Americanos del Norte”, etc.

Basta, creo, la documentación transcripta, para acreditar que los marinos y comerciantes estadounidenses adherían sin excepción a la causa de la patria de la propaganda revolucionaria. Por consiguiente, puesto que ya se ha apuntado antes la conclusión que deriva lógicamente de ese hecho positivo, en relación a la venida del libro de Dn. Manuel García de Sena, a estas regiones, pasaré, para terminar el capítulo, a la demostración del interés con que buscaban los criollos, la Constitución Americana y todo lo referente a organización de los Estados Unidos, todavía en los tiempos del coloniaje. A ese respecto la prueba es abundantísima y tan precisa por lo menos, como la que he traido a colación para certificar el hecho de la adhesión de los americanos al partido de la revolución.

Resultaría, pues, siendo así, que aún cuando fuera sólo ocasional enfermedad de puertos-lo que no creo- el entusiasmo de los marinos y comerciantes estadounidenses por la causa “independentista”, así mismo habría que admitir que no debía faltar el diligente y precavido, que haya traido la compilación de García de Sena a estas regiones, inmediatamente después de su aparición. La ley de la oferta y la demanda hubiera hecho su deber necesariamente en ese caso…Véase si no: En su informe sobre el origen y desarrollo de la revolución de Buenos Aires fechado en Las Palmas a 7 de Setiembre de 1810, dicen los oidores al Consejo de Regencia: “Hemos visto la alegría de sus semblantes (se refieren a los porteños patriotas) y los regocijos con que publican su soñada felicidad: Hemos oido sus agrias quexas del Gobierno Español, los pronósticos de sus futuras ventajas y sus particulares atrevidas insinuaciones: Hemos presenciado sus resentimientos por los castigos de la Paz, su desafecto a las demostraciones de la Nación, su intimidad con los extrangeros y el anhelo (¿conque?) se busca y estudia la Constitución de los Estados Unidos”, etc.

Pronunciados, “por los robustos y francos labios de Artigas frente a los muros de Montevideo”, en Abril de 1813, resonaron por primera vez claros y nítidos en el Río de la Plata, los conceptos sobre forma y organización de gobierno articulados en el Código Político de la “República Americana” y en las cartas particulares de algunas de sus provincias integrantes. Pero, en grave error, que ya anuncia con terminante precisión la noticia que acabo de transcribir de un testimonio autorizadísimo para el caso, han estado los autores que señalan la proclamación “urbi et orbit” del caudillo oriental, como punto de partida de la influencia constitucional estadounidense en la formación política de la Patria Vieja, y sólo ven apuntar a través del anhelo de autonomía palpitante en todos “los pueblos” de la unión desde 1810, manifestaciones convulsivas, ora de sus rivalidades internas, ora de la opresión de Buenos Aires, ora de las ambiciones de los civiles o militares hábiles en la explotación del celo localista.

Antes del grito de Mayo, cuando menos los pensadores del núcleo reducido de propagandistas de la revolución de todo el Virreinato y la “élite” intelectual de la colonia, ya conocían bien que mal a través de las “Gazetas” de Madrid, Londres y Filadelfia, o de los libros de la biblioteca Warville, del clásico Alcedo, de Francisco Alvarez ( noticia del Establecimiento y Población de las Colonias Inglesas en América Septentrional-Madrid-1778) de Reynal, de Villavicencia, de Robertson, etc.,etc., no ya la organización política de los Estados Unidos, sino el mismo proceso histórico de su independencia y de la gravitación que sobre los espíritus ejercitaba ese conocimiento antecedente, hay testimonios tan sugestivos como los siguientes:

Desde Potosí, el 26 de Mayo de 1810, evacuando un “Dictamen a pedimento del Excmo. Sr. Virrey”, sobre la mejor forma de “capear” el temporal revolucionario ya previsto, decía el Fiscal Cañete, refiriéndose a los proyectos de futuro de los promotores: “No está la América en estado de organizar una política sutil que pudiera servir de Matriz para un sistema original (¿propio?) de Gobierno. Ya se ha dexado presentir que la independencia es el proyecto favorito por los dechados de Filadelfia.

Refiriéndose a causas externas predisponentes de la insurrección, escribía años después el Dean Funes, uno de los aludidos en el concepto del inquieto letrado asunceño: “la revolución norteamericana y la reciente de Francia habían resucitado entre nosotros los derechos naturales del hombre” ,etc.

Y demostrando que en 1810 ya era valor corriente en el pueblo de Buenos Aires la grandeza del primero de los americanos, decía el poeta montevideano Eusebio Valdenegro en malas octavas publicadas por la “Gazeta” del 25 de Octubre: “Si hubo un Wassinton-En el norte suelo-Muchos Wassintones-En el Sud tenemos-Si allí han prosperado-Artes y Comercio-Valor compatriotas-Sigamos su ejemplo.”

Los “hombres de Mayo” y Moreno primero, es cierto que con la orientación dada al movimiento revolucionario, se muestran desconocedores del modelo estadounidense en todos sus aspectos, pero no lo eran sino en apariencias, ni de haberlo sido se podría deducir ni una rectificación a lo que vengo exponiendo, ni mucho menos la conclusión que impugno de que el sistema de gobierno federativo, carecía de opinión en Buenos Aires y en los demás pueblos del Virreinato. La prueba es harto elocuente sobre el particular y quien en primer término suministra elementos para formarla-procediendo en orden cronológico-es Moreno, testigo inobjetable por su calidad moral.

En artículo de la “Gazeta” de 28 de Noviembre de 1810, que ha sido llamado su testamento de político dice, en efecto, el Secretario de la Junta de Mayo:

Oigo hablar generalmente de un gobierno federaticio, como el más conveniente a las circunstancias y estado de nuestras provincias; pero temo que se ignore el verdadero carácter de ese gobierno y que se pida sin discernimiento una cosa que se reputaría inverificable después de conocida” y entra de inmediato a hacer cátedra –bastante mal, sea dicho sin irreverencia-con ejemplos prácticos de todos los tiempos y exposición de las desventajas que advierte en la aplicación del sistema. Y bien, en lo transcripto, sea como fuere, está el reconocimiento expreso de que en la propia Buenos Aires de 1810 según he dicho y como se debe deducir lógicamente del testimonio de los Oidores, se pensaba, sino universalmente, generalmente, en el “gobierno federaticio” como el más ventajoso para los pueblos.

Pero hay otra cosa aquí digna de observación porque demuestra la fuerza pujante que impulsaba dicho pensamiento con el cual evidentemente no estaba de acuerdo el publicista. Su “lección” prestigiosa-en verdad, paupérrima desde el punto de vista doctrinario y asimismo del histórico-es aplicada-y aún mismo con temor-a la demostración de las desventajas de una unión de todos los pueblos de América, idea que desbordaba de seguro del pensamiento de aquellos a quienes él oía “hablar generalmente” mirando al escenario de las Provincias Unidas. Dice en efecto Moreno y así está eludida la cuestión: “Este sistema es el mejor, quizá que se ha discurrido entre los hombres, pero difícilmente podrá aplicarse a toda la América. ¿Dónde se formará esa gran Dieta, ni cómo se recibirán instrucciones de los pueblos tan distantes para las urgencias imprevistas del Estado?” etc.

Por lo demás y termino mi observación con otra complementaria, el Secretario de la primera Junta no menta ni por asomo la Constitución Americana pero para que no se dude de que la conocía forzosamente recuerdo al lector que para comenzar la redacción de la declaratoria de rotura de relaciones con Montevideo, tres meses antes, (13 de Agosto) buscó algo más que inspiración-como ha notado Luis F. Domínguez-en el acta de la independencia de los Estados Unidos, documento anexado fatalmente a todas y cualesquiera edición de aquél Código Político. Otra prueba clara del prestigio general desde la iniciación revolucionaria del programa de organización federativa en “los pueblos” del Virreinato, la suministra, bien a su pesar, el Dr. Nicolás Herrera, en sus declaraciones de 30 de Mayo de 1815 ante la “Comisión Civil de Justicia” encargada de incoar proceso a los gobernantes y funcionarios del período ulterior a la revolución del 8 de octubre de 1812.

Preguntado, el inquieto y talentoso estadista montevideano, por los sumariantes: “Si así mismo ignora el que declara el descontento conque progresivamente han ido explicándose los pueblos, separándose del Gobierno Central que habían reconocido, hasta quedar este aislado a un tanto más de extensión que la ciudad de Buenos Aires”, responde: “Que los pueblos desde el principio de la Revolución han aspirado siempre a una independencia absoluta de la Capital y de entre si mismos que denominaban equivocadamente Federalismo; y que considerando el gobierno que en el estado de nuestras circunstancias políticas, nada sería más funesto a la independencia general que la falta de concentración en el poder que debía dirigir el movimiento de todas las Provincias contra los esfuerzos de la tiranía encaminaba sus pasos a contener ese espíritu de división”, etc.

Insatisfechos los jueces con tal respuesta vuelven a preguntar al Dr. Herrera: “¿Por qué agraviando las sanas intenciones de los pueblos que han desplegado en todo tiempo para ser regidos en equidad y justicia y ofendiendo igualmente sus conocimientos en lo que verdaderamente se denomina Federación, se cree el confesante superior a todos para atribuirles deseos de una absoluta independencia, cuando aún en las turbulencias presentes, no distan de la concentración del Poder y unos y otros solo temen el arbitrario y despótico poder que han sacudido”, etc. Y contesta el interrogado batiéndose en franca retirada: “Que las intenciones del confesante en la respuesta a la tercera pregunta no han sido ofender ni los sentimientos ni la ilustración de los pueblos, sino de clamar contra algunos hombres que tomando su nombre han pretendido persuadir la conveniencia de la absoluta división de los pueblos llamándola Federación.

Que por otra parte ha visto con dolor que algunos pueblos de las Provincias Unidas y algunas Provincias de las del Estado, han fijado su Gobierno independiente proclamando la Federación, en el acto mismo en que se han negado a enviar sus Diputados a la general (¿Asamblea?) y que el confesante ha deseado siempre y ha manifestado en todas partes sus deseos de ver reunida una Asamblea de los Diputados de todos los pueblos, electos en plena libertad para que fijasen los límites de la autoridad del Gobierno y estableciesen la forma que fijase la incertidumbre de las opiniones asegurando la verdadera libertad civil”, etc. Como se ve después de la rectificación de Herrera, con aclaraciones solo aplicables al caso del Paraguay asociado mediante pacto de confederación con sentido de alianza pura y simple, todo lo que queda como reflejo de verdad palpitante y fiel de sus cuidadas palabras, es el reconocimiento del hecho liso y llano de que “desde el principio de la revolución” se hablaba constantemente en “los pueblos” de federalismo en tratándose de régimen de gobierno y organización política para la patria naciente…!

Ahora bien, ¿quiénes suscitaron y mantenían prendida la llama del entusiasmo por las ideas americanas? ¿Cuáles y cuántos fueron los que sintieron la inquietud inicial acusada en el párrafo de Moreno: “Oigo hablar generalmente de un gobierno federativo”, y en la confesión de Herrera que se acaba de comentar?¿A qué personas precisamente aludía el articulista de la “Gazeta” de 18 de Agosto de 1813 al escribir: “Yo he visto frecuentemente presentar como único modelo de constitución de Norte América y ansiar porque sean consagrados todos sus artículos”, etc.? Al borde de un misterio histórico me ponen hoy por hoy estas preguntas sobre asunto que sobrepasa largamente el tema que aquí debo tratar, pero, como me parece cautivante una investigación al respecto, a ella iré, en plazo no lejano, impulsado por la esperanza lógica de fructuosa cosecha.

Declarando ante los mismos jueces del Dr. Herrera y en circunstancias semejantes, el 3 de Junio de 1815, Bernardo Monteagudo formula manifestaciones harto sugestivas para una avaluación del poder y temibilidad de la fracción federalista a mediados de 1812, cuando-obsérvese-Artigas todavía, no había pronunciado su voto honrado y clarísimo a favor de las autonomías provinciales y cuando aún no había entregado Tucumán a sus diputados a la Asamblea Constituyente, las instrucciones de 7 de Setiembre donde constaba bajo el número ocho del pliego la proposición anhelante: “Que para formar la Constitución provisional se tenga presente la del Norte América para ver si con algunas modificaciones es adaptable a nuestra situación local y política.

La “Comisión Civil de Justicia” pregunta al fervoroso tribuno, si es verdad que el Triunvirato que dirigió las elecciones de Diputados al Congreso del Año XIII puso el peso de su influencia en favor de determinadas candidaturas y si encuentra justificativo para una actitud semejante, en fraude evidente de la soberanía y contesta Monteagudo que: “cree de buena fe que si el gobierno hizo sentir de algún modo su influjo para las elecciones, solo fue en cuanto convenía obviar los males que podrían haber resultado del nombramiento de individuos que siguiendo ciegamente un plan desconcertado de Federación, frustrase la unidad que se propuso por sistema.

Se le hacen cargos por haber declarado que no sabía que entre el Congreso ya reunido y el Gobierno hubiera una “liga” que descartaba la libertad de uno respecto al otro y contesta: “Que es verdad que en la Asamblea no se obraba por inspiración y que ha habido una reunión de hombres a la que hoy se atribuyen los caracteres de un partido pero, que, ciertamente el principio radical y la base de la división de los pueblos y aún de sus mismos diputados en la Asamblea a sido el conato que mostraban unos por la federación y la mayor parte por la indivisibilidad de la República; que así se notaba una relación de armonía entre los empleados y ciudadanos particulares que opinaban y sostenían el sistema indivisible así como los federalistas formaban un círculo exclusivo: que consiguientes a estos principios es público la verdad, el empeño del gobierno en repartir los empleos dentro y fuera de la Capital a los que no eran federalistas”.

Por último refiriéndose a motivos (adviértase bien) y planes de la revolución triunfante de 8 de Octubre de 1812 dice Monteagudo: “Que las bases primordiales de aquel orden (el determinante del movimiento) fueron el sistema de indivisibilidad que se creyó necesario adoptar y sostener antes que los pueblos se dejaran arrastrar al furor de la federación. Que con estas miras se convocó la Asamblea general y procuró el gobierno fijar un centro a la opinión disponiendo a las Provincias (por razón de la fuerza) a recibir la Constitución mas a conformar sus intereses como lo indica la circular de veinte y cuatro de Octubre”.

Salta a la vista, de entre las transcriptas declaraciones de Monteagudo, una prueba clarísima de la fuerza y extensión creciente en los pueblos de las Provincias Unidas del ideal federalista antes de la revolución local de Buenos Aires de 8 de Octubre de 1812. La logia Lautaro decide el movimiento que da por primer resultado la elección de un nuevo Triunvirato para contener a los pueblos-lo dice un dirigente-antes que “se dejasen arrastrar al furor de la federación”. ¿Quiénes impulsaban la vorágine, cómo procedían, dónde actuaban? O mucho me equivoco o en el seno de la segunda Sociedad Patriótica inaugurada el 13 de enero de 1812 surgió la fracción que según reconoce Monteagudo constituía, a principios del año XIII, por su vigor y firmeza, una grave amenaza para el triunfo de los centralistas dueños, de hecho, del gobierno de Buenos Aires.

Creo que hasta la formación de ese “Club” los criollos-los muchos criollos-que estaban al cabo del sistema político americano en la capital porteña y en provincias, se limitaban a exteriorizar, como aspiración personalísima, el deseo de que los encargados de dirigir la cosa pública se inspiraran en el código fundamental estadounidense en la hora de decidirse a organizar el gobierno permanente. Lo propio debía ocurrir, sea dicho de paso, con los partidarios desinteresados del régimen de unidad indivisible consignado en la fórmula política de la revolución francesa. Se confiaba entonces en la Junta o en el Triunvirato; se esperaba buenamente de la sabiduría y elevación de sus decisiones finales y se creía, en último término por lógica consecuencia de la inexperiencia en el ejercicio de la libertad, que si no era ilícito, sería peligroso del punto de vista patriótico, que la ciudadanía dejara de marchar a la zaga o pasivamente por los rumbos señalados en las esferas oficiales…

La creación de la segunda Sociedad Patriótico-literaria marca a mi entender el fin de ese estado de cosas. Su tribuna se abre como un estímulo a todas las ideas dignas de sembrar inquietud en el pueblo que debe reivindicar sus derechos de soberano. Allí se critica sin reservas al Triunvirato hermético y con tendencias al despotismo. Se reclama la proclamación inmediata y franca de la Independencia, se declara sin ambajes, que los gobiernos de Buenos Aires, desde la primera Junta, no han tratado a los “pueblos”-hermanos e iguales a la capital-con la consideración que les era debida; se habla de organizar jurídicamente el país dándole constitución definitiva de acuerdo con los deseos de la voluntad general expresada en congreso de diputados libres. Tan ardientes y revolucionarios se hacen los debates, que el hecho llega a preocupar la atención del Triunvirato, al punto de que en Marzo de 1812 esa autoridad alarmada se dirige al presidente de la Sociedad ordenándole que impida discusiones en el seno de la misma, respecto a los asuntos ajenos a la finalidad de su organización, o de atingencia exclusiva de quienes tienen la responsabilidad del gobierno…

Y bien, esta es la hora si no me equivoco mucho, en que los doctrinarios de la federación dan comienzo a la formación del partido militante y apasionado que con rapidez de centella hace prosélitos en todo el haz del territorio argentino. Quieras que no en esa obra lo secundan ampliamente la mala política del gobierno central y la prensa que lo fustigaba sin temor en artículos y “comunicados”: “El Grito del Sud”, “Mártir o Libre”, “El Censor” y a veces la misma “Gazeta”…Un recorrido por las columnas de estos periódicos y por las crónicas de las reuniones de la Sociedad Patriótica, permite comprobaciones sorprendentes con relación a las nociones corrientes sobre hombres y hechos de la época y aunque la digresión ya va siendo larga, no resisto el deseo de hacer algunas transcripciones demostrativas. Es el caso de Monteagudo y sus ideas políticas en la etapa de su vida pública anterior a la reunión de la Asamblea Constituyente. Para mí y en vista de las citadas fuentes de información, el fervoroso prócer iniciador de la Segunda Sociedad Patriótica era federalista convencido en 1812 como lo era Alvear su compañero de infortunio de 1815, según se deduce de la denuncia del Dr. Vicente Pazos Kauki, sobre sus relaciones con Artigas.

Escribiendo en la “Gazeta” decía Monteagudo refiriéndose al derecho inalienable de los pueblos a organizarse libremente: “Por la misma razón yo me pregunto ¿qué pueblo tiene derecho (Ah! Buenos Aires dominador) a dictar la Constitución del otro? Si todos son libres, ¿podrán sin una convención expresa (obsérvese este punto de partida) y legal recibir su destino del que se presume más fuerte? ¿Habrá alguno (otra vez Buenos Aires en la punta de la pluma!) que pueda erigirse en tutor del que reclama su mayoridad, y acaba de quejarse ante el tribunal de la razón del injusto pupilaje a que la fuerza lo había reducido?” Y después de conjurar a todos los directores de la opinión a que no pierdan de vista sus razones que sirvieron igualmente, observa, para justificar la revolución contra España, agrega el escritor: “Toda constitución que no lleve el sello de la voluntad general, es injusta y tiránica: no hay razón; no hay pretexto, no hay circunstancias que la autorice. Los pueblos son libres y jamás errarán sino se les corrompe o violenta. Tengo derecho a decir lo que pienso y llegaré por grados a publicar lo que siento.”

Se dirá-y ello es cierto-que Monteagudo aquí apenas se revela contra la amenaza de las constituciones impuestas o contra los usurpadores de la soberanía. Pero véase, para dar sentido a su pensamiento federalista de la hora, la opinión que le merecía la Carta Política de Venezuela, todavía en Enero de 1813 en ocasión de “declamar” públicamente en la Sociedad Patriótica, sobre la labor de los próceres que organizaron aquel país: era, dice “un eterno monumento” elevado “a la filosofía y a la equidad” que por si solo bastaba para “justificar nuestro orgullo” y “honrar el genio americano en su mismo rival hemisferio”, etc. Dada esa pauta, continuó. En Marzo 28 de 1812 haciendo un “paréntesis a las observaciones didácticas”, que venía publicando en la “Gazeta”, escribe Monteagudo después de afirmar que por no haber “equilibrado el ardor de uno de sus principales corifeos” (Moreno) la Junta de Mayo llevó al interior “un plan de conquista”, que, “el Paraguay hizo en su opinión-dice-la resistencia que debió y ha acreditado hasta el fin que conoce su dignidad”; y agrega: “el quiere vivir confederado y no sujeto (nótese bien) a un pueblo cuyos derechos son iguales” y más adelante aludiendo a las obligaciones que comporta el envío de tropas auxiliares a la Banda Oriental, “es un deber por nuestra propia conservación, no el subyugarle (a Montevideo) sino el libertarle a sangre y fuego de sus opresores”.

En los mismos días (Marzo 29 de 1812) en artículo publicado en “Mártir o Libre” puntualizando su pensamiento sobre los requisitos a llenar para que se “formara” la constitución permanente dice Monteagudo: “Bien se que la Asamblea (actual) no puede fijar por si sola la constitución permanente de los pueblos” (era un toque de alarma contra la pretensión de dictarla con mayoría inmensa de diputados de Buenos Aires) “para eso es necesaria la concurrencia de todos (los pueblos) por delegados suficientemente instruidos de la voluntad particular de cada uno y el solo conato de usurparles esta prerrogativa sería un crimen”,etc.

¡Qué lejos está de tales ideas Monteagudo que volcaba en “El Independiente” de 1815 justamente en Marzo también, las cínicas afirmaciones del artículo titulado “Federación”, sobre legitimidad del poder de los gobiernos que se sucedieron en Buenos Aires desde la primera junta hasta la fecha, respecto a las provincias! ¡Cómo está cerca en cambio del miembro de la Sociedad Patriótica que ocultando el nombre bajo las iniciales M.P. (¿Matías Patrón?) pedía en “El Grito del Sud” “la publicación de las constituciones norteamericana y venezolana”, después de proclamar la necesidad de organizar de una vez el país por medio de representantes de las provincias libremente elegidos!

Concluyo; si nadie podrá negar honestamente después de de examinar los antecedentes que he venido relacionando en la forma más breve y objetiva que me pareció posible, que la doctrina federalista tenía partidarios entusiastas y conscientes en estas regiones desde los iniciales de la Revolución de Mayo y que por consiguiente es infundada la afirmación corriente que atribuye a Artigas la calidad de primer vocero-en el tiempo-de los dogmas constitucionales estadounidenses;¿quién va a hacer objeciones a mi idea lógica de la venida al Río de la Plata del libro de Don Manuel García de Sena, inmediatamente después de su aparición en Filadelfia?¿Quién osará dudar que fuera un magnífico artículo comercial a los ojos de los expertos marinos y traficantes americanos? En conclusión: sea como fuere o por razones subalternas de dinero o por elevados sentimientos de solidaridad como conjeturé antes, y parece más razonable, lo cierto y positivo, lo que se debe creer “a pie juntillas” es que de entre los estadounidenses que llegaron al puerto de Buenos Aires a fines de 1811, procedentes de su país hubo alguno (o más de uno) que trajo, todavía con olor a tinta fresca ejemplares de “La / Independencia / De La Costa Firme / Justificada / Por Thomas Paine Treinta Años Há”.



III

La obra “trabajada” por García de Sena con la noble finalidad de servir a la democracia incipiente de hispano-américa tiene doscientas ochenta y ocho páginas de texto en papel de calidad inferior, propio de las grandes ediciones para difusión…

Se abre la misma con una carta-prólogo del ilustre patriota caraqueño, fechada en Filadelfia a 15 de Diciembre de 1810, a su hermano Ramón, prócer “amado de las musas y de la guerra” en el decir de Juan Vicente González. Trátase en realidad de “Envío” oportuno para aclarar ante el gran público los propósitos y motivos del volumen. Dice allí, en efecto el escritor: “Perdona si mi excesiva condescendencia me había hecho consentir en confiar a otro que a ti la dirección de esta traducción; un acontecimiento favorable para mi hace que tenga ahora el curso que debía yendo a tus manos. Yo te suplico, pues, la recibas y la presentes al Gobierno de esas Provincias, a cuyos habitantes principalmente consagro este trabajo, para que informado por ti, y cerciorado por su lectura de no contener una sola palabra contra nuestra Religión (para eso la obra de Paine sólo se transcribe en extractos) tenga un libre pasage entre mis conciudadanos.

A estos diles que estas son las verdades que el antiguo Gobierno tenía tanto interés en ocultarnos; incurriendo a este fin en el sacrílego atentado de hacer un precepto casi divino lo que era en realidad un acto de despotismo. Diles que el Autor, cuyas obras he extractado y traducido literalmente al Español siendo Inglés Europeo, vino aquí y fue el primero que declamó contra la opresión, y prescribió reglas para establecer, y preservar la libertad de los Tiranos. Por último diles que sin atender al buen o mal estilo de la traducción, procuren impresionarse de las máximas en ellas contenidas, pues que la generalidad de ellas constituye en estos países la felicidad de sus habitantes, que yo jamás me canso de admirar y que es la misma que deseo con ansia para los nuestros.”

“Pues aunque verdaderamente es casi imposible en el orden social llevarlas a la práctica en toda su extensión, con todo ellas (las máximas de Paine) han sido adoptadas por estos Estados formando cada uno su Constitución particular, en que dando al hombre en la sociedad el lugar que le corresponde según su clase, le dexa una entera libertad, que parecerá acaso, al que no le ha contemplado de cerca como yo, incompatible con la tranquilidad y buen orden, que se advierte en estos pueblos”.

“Sobre los principios que propone Paine en sus Disertaciones modificados como se puede ver en las Constituciones de algunos Estados, que agrego al fin de ellas, se halla establecido el Gobierno de estos países. Lástima es que esté sujeto a la decadencia natural de todas las cosas humanas un Gobierno acaso el más bello que ha existido jamás, y que se ve puede ser el más alto grado de perfección a que es capaz de llegar el entendimiento de los hombres. Soy tu afmo. hermano”,etc.

Como se habrá observado y tuve ya ocasión de apuntarlo antes, el “Envío” transcrito letra a letra, sirve de pretexto al esforzado compilador y traductor de los panfletos de Paine y las constituciones americanas para eliminar posibles obstáculos a la difusión de su obra,-v.gr. la aclaración sobre materia religiosa-al paso que de incentivo al interés por su lectura, de parte de aquél, no importa quién, a cuyas manos llegara.

Era una medida precaucional hábil sin duda que se reitera por lo demás en la “Dedicatoria” a los “Habitantes de la Costa Firme” que sigue al “Envío” diciendo textualmente: “Americanos Españoles: si os dedico este mi primer ensayo de traducción en las obras de Thomas Paine, no es para inspiraros sentimientos que os sean desconocidos; sino para que agregado a la negra perfidia y execrable administración de justicia de los monstruos que aborta la España para gobernaros, sirva de justificación a vuestra laudable y generosa conducta.”

“Los habitantes de Puerto Rico lo leerán, conocerán en él las razones de vuestros procedimientos, y lo guardarán como un documento que servirá a justificar la que tarde o temprano ha de venir a ser su misma causa. Y entonces podréis decirles: Mientras vosotros luchabais con las circunstancias que os retenían en la esclavitud, nosotros que por una feliz casualidad tuvimos ocasión de superarlas primero, avanzábamos en el camino de la felicidad siempre con el cuidado de dexarlo preparado para vosotros. Apresuraos, amigos, daos prisa hermanos en llegar allá; ella es de un fondo inagotable, y todo aquel que abrace el partido y medidas nuestras tendrá una porción igual a la que nosotros disfrutamos ya”.

“La libertad y prosperidad de todos que me ha hecho emprender este trabajo que os presento, será siempre el primer voto ante la Suprema Providencia. De Vuestro hermano y Compatriota. Manuel García de Sena.”

La dedicatoria “A los Habitantes de la Costa Firme” que de rechazo iba a excitar directamente los sentimientos americanos de los isleños del Puerto Rico dominada por Antonio Cortabarría, deja al lector en los umbrales del texto de la compilación formada, según el índice preliminar de materias, por los siguientes elementos:

“Del origen y designio del Gobierno en general; con unas observaciones concisas acerca de la Constitución Inglesa”…Pág. 9 (Se trata de fragmentos del Common Sense, el más antiguo y famoso de los panfletos de Paine impreso en Filadelfia por primera vez en 1776)
”De la Monarquía y sucesión hereditaria”… Pág. 18 (idem, idem, idem)
“Disertación sobre los primeros principios del Gobierno”…Pág. 32 (Impreso en París por primera vez en 1795)
“Disertación acerca del Gobierno en los asuntos de Banco y papel moneda”…Pág. 67 (Impreso en Londres por primera vez en 1786)
“Declaración de la Independencia”…Pág. 157 (Acta de 4 de Julio de 1776 del Congreso de Filadelfia)
“Artículos de Confederación”…Pág. 163 ( Pacto de unión de los 13 estados americanos reunidos en congreso el 8 de Julio de 1778)
“Constitución de los Estados Unidos”…Pág. 176 ( con los doce artículos adicionales y “de corrección”)
“Constitución de Massachusetts”…Pág. 200
“Relación de la Constitución de Connecticut”…Pág. 241
“Constitución de New Jersey”…Pág. 246
“Constitución de Pennsylvania; con unas notas de un célebre abogado, que facilitan la inteligencia de las otras”…Pág. 253
“Constitución de Virginia”…Pág. 280.

Lo relacionado es todo lo que abarca el libro histórico que-las comprobaciones del Apéndice responden en último término de la verdad de mi aserto-mayor influencia ejerció en los destinos de la Patria Vieja…Y después de advertido de ello documentalmente, ¿no justifica el lector mi decisión de adjudicar al maltratado “De Sena / La Independencia” un sitio de privilegio de mi biblioteca?