La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán)/El infierno/Canto VIII
Aquel color que el miedo pintó en mi rostro, cuando ví á mi guia retroceder, hizo que en el suyo se desvaneciera más pronto la palidez insólita (1). Púsose atento, como un hombre que escucha, porque las miradas no podian penetrar á través del denso aire y de la espesa niebla.
—Sin embargo, debemos vencer en esta lucha, empezó á decir: si no!... pero se nos ha prometido... ¡Oh! ¡cuánto tarda el otro en llegar! (2)
Yo bien veia que ocultaba lo que habia comenzado á decir bajo otra idea que le asaltó despues, y que estas últimas palabras eran diferentes de las primeras: sin embargo, su discurso me causó espanto, porque me parecia descubrir en sus entrecortadas frases un sentido peor del que en realidad tenian.—¿Ha bajado alguna vez al fondo de este triste abismo algun espíritu del primer círculo, cuya sola pena es la de perder la esperanza? le pregunté. A lo que me respondió: —Rara vez sucede que ninguno ande el camino por donde yo voy. Es cierto que tuve que bajar aquí otra vez
(1) Quiere decir que Virgilio, pálido de indignacion, procuró recobrar en seguida su serenidad para tranquilizar á Dante.
(2) Si no... Esta reticencia expresa el temor y la duda, que inmediatamente desecha Virgilio por respeto al Ser supremo. Quiere decir: «¡Si no... viniese ayuda del cielo!... Pero, ¿qué digo? Se me ha prometido... y no puede faltar.» Se refiere á la llegada del ángel. á causa de los conjuros de la cruel Ericton (1), que llamaba las almas á sus cuerpos. Hacia poco tiempo que mi carne estaba despojada de su alma, cuando me hizo traspasar esas murallas para sacar un espíritu del círculo de Judas. Este círculo es el más profundo, el más oscuro y el más lejano del Cielo que lo mueve todo (2). Conozco bien el camino; por lo cual debes estar tranquilo. Esta laguna, que exhala tan gran fetidez, ciñe en torno la ciudad del dolor, donde ya no podremos entrar sin justa indignacion.
Dijo además otras cosas, que no he podido retener en mi memoria, porque me hallaba absorto, mirando la alta torre de ardiende cúspide, donde vi de improviso aparecer rápidamente tres furias infernales, tintas en sangre, las cuales tenian movimientos y miembros femeniles. Estaban rodeadas de hidras verdosas, y tenian por cabellos pequeñas serpientes y cerastas (3), que ceñian sus horribles sienes. Y aquel, que conocia muy bien á las siervas de la Reina del dolor eterno (4),—Mira, me dijo, las feroces Erinnias (5).
(1) Ericton, maga de Tesalia, de quien habla Lucano en el libro VI de su Farsalia. Fué famosa en su tiempo; se creia que evocaba los espíritus para saber por ellos lo futuro. El hijo de Pompeyo la consultó para averiguar cual seria el fin de las guerras civiles entre su padre y Julio César.
(2) Del cielo llamado primer móvil, que contíene en sí y da movimiento á los demás cielos. Es de advertir que Dante, siguiendo el sistema astronómico de Ptolomeo, supone á la tierra inmóvil en el centro del mundo, y al rededor de ella, siete órbitas ó cielos, que corresponden á otros tantos planetas, en este órden: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno. Despues de estos cielos, se suponian otros dos: el cielo estrellado ó de las estrellas fijas, y el cristalino ó primer móvil. Estos nueve cielos son dirigidos en su movimiento por otros tantos ángeles, que el Poeta llama inteligencias, los cuales son de un órden gerárquico mayor ó menor, segun es más bajo ó más alto el cielo cuyo movimiento dirigen. Sobre todos está el firmamento ó empireo, que se considera inmóvil. Dado el sistema de Ptolomeo, generalmente admitido en tiempo de Dante, se explicaba el movimiento diurno aparente de todos los astros por el comun impulso del primer móvil.
(3) Cerastas son una especie de sierpes con cuernos.
(4) Proserpina, esposa de Pluton.
(5) Nombre colectivo de las Furias; ejeculoras de las venganzas infernales. La de la izquierda es Megera; la que llora á la derecha es Alécton, y la del centro es Tisifona.—Despues calló.
Las furias se desgarraban el pecho con sus uñas; se golpeaban con las manos, y daban tan fuertes gritos, que por temor me acerqué más al poeta.—«Venga Medusa, y le convertiremos en piedra, decian todas mirando hácia abajo: hicimos mal en no vengarnos de la audaz entrada de Teseo (1).»
—Vuélvete y cierra los ojos, porque si apareciese la Gorgona (2), y la vieses, no podrias jamás volver arriba.—Así me dijo el Maestro, volviéndome él mismo; y no fiándose de mis manos, me tapó los ojos con las suyas (3).
¡Oh vosotros, que gozais de sano entendimiento; descubrid la doctrina que se oculta bajo el velo de tan extraños versos!
Oíase á través de las turbias ondas un gran ruido, lleno de horror, que hacia retemblar las dos orillas, asemejándose á un viento impetuoso, impelido por contrarios ardores (4), que se ensaña en las selvas, y sin tregua las ramas rompe y desgaja, y las arroja fuera; y marchando polvoroso y soberbio, hace huir á las fieras y á los pastores. Me descubrió los ojos, y me dijo:—Ahora dirije el nervio de tu
(1) Aluden al atrevimiento de Teseo, cuando bajó á los infiernos para robar á Proserina, y el cual, encadenado por órden de Pluton, fué libertado por Hércules.
(2) Medusa, cuya cabeza convertia en piedra á todo el que la miraba.
(3) Es notable este pasaje, y lo que sigue. En las Furias quiere significarse el remordimiento, que atormenta más que el castigo en esta vida y en la otra; y en el rostro de Medusa, que tenia el don de petrificar á las gentes, se quiere representar el placer de los sentidos que, endureciendo el corazon del hombre, oscurece su entendimiento. Por eso Virgilio manda á su discipulo que cierre los ojos, y él mismo (simbolizando la filosofia moral) le ayuda á hacerlo.—PIETRO FRATICELLI.
(4) Sabido es que el calor, enrareciendo el aire, aumenta su volúmen y disminuye su densidad; de lo cual resulta que, buscando el equilibrio en las diversas partes de la Tierra, se producen los vientos. Dante se refiere aquí á esta causa, que no es la única, de las agitaciones atmosféricas. vista sobre esa antigua espuma, hácia el sitio en que el tufo es más maligno.—Como las ranas, que, al ver la culebra enemiga, desaparecen á través del agua, hasta que se han reunido todas en el cieno, del mismo modo ví más de mil almas condenadas, huyendo de uno que atravesaba la Estigia á pié enjuto. Alejaba de su rostro el aire denso, extendiendo con frecuencia la siniestra mano hacia delante, y solo este trabajo parecia cansarle. Bien comprendí que era un mensajero del Cielo, y volvíme hácia el Maestro; pero este me indicó que permaneciese quieto y me inclinára. ¡Ah! ¡cuán lleno de dignidad me pareció aquel enviado celeste! Llegó á la puerta, y la abrió con una varita sin encontrar obstáculo.
—¡Oh demonios arrojados del Cielo, raza despreciable! empezó á decir en el horrible umbral; ¿cómo habeis podido conservar vuestra arrogancia? ¿Por qué os resistís contra esa voluntad, que no deja nunca de conseguir su intento, y que ha aumentado tantas veces vuestros dolores? ¿De qué os sirve luchar contra el destino? Vuestro Cerbero, si bien lo recordais, tiene aun el cuello y el hocico pelados (1).
Entonces se volvió hacia el cenagoso camino sin dirigirnos la palabra, semejante á un hombre à quien preocupan y apremian otros cuidados, que no se relacionan con la gente que tiene delante. Y nosotros, confiados en las palabras santas, dirigimos nuestros pasos hácia la ciudad de Dite. Entramos en ella sin ninguna resistencia; y como yo deseaba conocer la suerte de los que estaban encerrados en aquella fortaleza, luego que estuve dentro, empecé á dirigir
(1) Pelados por la cadena con que Hércules lo sujetó y lo sacó fuera del Infierno. Segun otros comentadores, si bien los menos, bajo la imágen del Cerbero se quiere representar alegóricamente al espíritu infernal, que llevado de su impotente ira, se peló el hocico, cuando bajó Jesucristo á los Infiernos, al ver que no podia oponerse á ello. escudriñadoras miradas en torno mio, y ví por todos lados un gran campo lleno de dolor y de crueles tormentos. Como en los alrededores de Arlés, donde se estanca el Ródano, ó como en Pola, cerca del Quarnero (1), que encierra á Italia y baña sus fronteras, vénse antiguos sepulcros, que hacen montuoso el terreno, así tambien aquí se elevaban sepulcros por todas partes; con la diferencia de que su aspecto era más terrible, por estar envueltos entre un mar de llamas, que los encendian enteramente, más que lo fué nunca el hierro en ningun arte. Todas sus losas estaban levantadas, y del interior de aquellos salian tristes lamentos, parecidos á los de los míseros ajusticiados.
Entonces le pregunté á mi Maestro:—¿Qué clase de gente es esa, que sepultada en aquellas arcas, se dá á conocer por sus dolientes suspiros?—A lo que me respondió:—Son los heresiarcas, con sus secuaces de todas sectas: esas tumbas están mucho más llenas de lo que puedes figurarte. Ahí está sepultado cada cual con su semejante (2), y las tumbas arden más ó menos.—Despues, dirigiéndose hácia la derecha, pasamos por entre los sepulcros y las altas murallas (3).
(1) Quarnero. Flanaticus sinus de los antiguos: golfo del Adriático, que baña la Istria, última parte de la Italia, confinente con la Croacia.
(2) Es decir, cada secta en su lugar, separada de las otras.
(3) Supónese que pasan entre los sepulcros y las murallas de la ciudad. En el canto siguiente: dice: «Tra 'l muro della terra ed i martiri.»