No será bien pasar calladamente
la braveza de Rengo sin medida,
pues que, desbaratada ya su gente
y puesta en rota y mísera huida,
fiero, arrogante, indómito, impaciente,
sin mirar al peligro de la vida
dando más furia a la ferrada maza,
solo sustenta la ganada plaza.
Y allí como invencible y valeroso
solo estuvo gran rato peleando
pero viendo el trabajo infrutuoso
y gente ya ninguna de su bando,
con paso tardo, grave y espacioso,
volviendo el rostro atrás de cuando en cuando
tomó a la mano diestra una vereda,
hasta entrar en un bosque y arboleda
donde ya de la gente destrozada
había el temor algunos escondido,
pero viendo de Rengo la llegada
cobrando luego el ánimo perdido,
con nuevo esfuerzo y muestra confiada,
en escuadrón formado y recogido,
vuelven el rostro y pechos esforzados
a la corriente de los duros hados.
Yo, que de aquella parte discurriendo
a vueltas del rumor también andaba,
la grita y nuevo estrépitu sintiendo
que en el vecino bosque resonaba,
apresuré los pasos, acudiendo
hacia donde el rumor me encaminaba,
viendo al entrar del bosque detenidos
algunos españoles conocidos.
Estaba a un lado Iuan Remón gritando:
«Caballeros, entrad, que todo es nada»,
mas ellos, el peligro ponderando,
dificultaban la dudosa entrada.
Yo, pues, a la sazón a pie arribando
donde estaba la gente recatada,
Iuan Remón, que me vio luego de frente,
quiso obligarme allí públicamente,
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