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La araucana segunda parte/XXVII

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XXVI
La araucana segunda parte
de Alonso de Ercilla
XXVII
XXVIII

XXVII


En este canto se pone la descripción de muchas provincias,
montes, ciudades famosas por natura y por guerras. Cuéntase
también como los españoles levantaron un fuerte en el valle de
Tucapel; y como don Alonso de Ercilla halló a la hermosa Glaura


Siempre la brevedad es una cosa
con gran razón de todos alabada
y vemos que una plática es gustosa
cuanto más breve y menos afectada;
y aunque sea la prolija provechosa,
nos importuna, cansa y nos enfada,
que el manjar más sabroso y sazonado
os deja, cuando es mucho, empalagado.

Pues yo que en un peligro tal me veo,
de la larga carrera arrepentido,
¿cómo podré llevar tan gran rodeo,
y ser sabroso al gusto y al oído?
Pero aunque de agradar es mi deseo,
estoy ya dentro en la ocasión metido;
que no se puede andar mucho en un paso
ni encerrar gran materia en chico vaso.

Cuando a alguno, Señor, le pareciere
que me voy en el curso deteniendo,
el estraño camino considere
y que más que una posta voy corriendo.
En todo abreviaré lo que pudiere
y así a nuestro propósito volviendo,
os dije como el indio mago anciano
señalaba la poma con la mano.

Era en grandeza tal que no podrían
veinte abrazar el círculo luciente,
donde todas las cosas parecían
en su forma distinta y claramente:
las campos y ciudades se veían,
el tráfago y bullicio de la gente,
las aves, animales, lagartijas,
hasta las más menudas sabandijas.



El mágico me dijo: «Pues en este
lugar nadie nos turba ni embaraza,
sin que un mínimo punto oculto reste
verás del universo la gran traza:
lo que hay del norte al sur, del leste al oeste,
y cuanto ciñe el mar y el aire abraza,
ríos, montes, lagunas, mares, tierras
famosas por natura y por las guerras.

Mira al principio de Asia a Calcedonia
junto al Bósforo enfrente de la Tracia;
a Lidia, Caria, Licia y Licaonia,
a Panfilia, Bitinia y a Galacia;
y junto al Ponto Euxino a Paflagonia;
la llana Capadocia y la Farnacia
y la corriente de Éufrates famoso,
que entra en el mar de Persia caudaloso.

Mira la Syria, vees allá la indina
tierra de promisión de Dios privada,
y a Nazarén dichosa en Palestina,
do a María Gabriel dio la embajada.
Vees las sacras reliquias y ruina
de la ciudad por Tito desolada,
do el Autor de la vida escarnecido
a vergonzosa muerte fue traído.

Mira el tendido mar Mediterrano
que la Europa del África separa,
y el mar Bermejo en punta a la otra mano,
que abrió Moisén sus aguas con la vara;
mira el golfo de Ormuz y mar Persiano,
y aunque a partes la tierra no está clara,
verás hacia la banda descubierta,
las dos Arabias, Félix y Desierta.

Mira a Persia y Carmania, que confina
con Susiana al lado del poniente,
donde el forjado acero se fulmina
de pasta y temple fino y excelente,
Drangiana y Gedrosía, que camina
hasta el mar de India y ferias del Oriente
y adelante siguiendo aquella vía
verás la calurosa Aracosía.



Dentro y fuera del Gange mira tanta
tierra de India, al Levante prolongada;
vees el Catay y su ciudad de Canta
que sobre el Indo mar está fundada;
la China y el Maluco y toda cuanta
mar se estiende del leste y la apartada
Trapobana famosa, antiguamente
término y fin postrero del Oriente.

Vees la Hircania, Tartaria y los albanos,
hacia la Trapisonda dilatados,
y otros reinos pequeños comarcanos
tributarios de Persia y aliados:
los yberos que llaman gorgianos,
y los pobres circasos derramados,
que su lunada tierra en parte angosta
toma del mar Mayor toda la costa.

Vees el revuelto Cirro caudaloso,
que la Iberia y Albania así rodea,
y el alto monte Cáucaso fragoso,
que su cumbre gran tierra señorea:
mira el reino de Colcos, tan famoso
por la isla nombrada de Medea,
adonde el trabajado Jasón vino
en busca del dorado vellocino.

Mira la grande Armenia memorable
por su ciudad de Tauris señalada;
y al sur la religiosa y venerable
Soltania, sin respeto arruinada
por la tártara furia irreparable
de grande Taborlán, que de pasada
cuanto encontró lo puso por el suelo,
cual ira o rayo súbito del cielo.

Mira a Tigris y Éufrates, que poniendo
punto a Mesopotamia, en compañía
hasta el golfo de Persia van corriendo
dejando a un lado a Egypto y a Suría;
vees la Patria y la Media, que torciendo
su corva costa, abraza al mediodía
el Caspio mar, por otro nombre Hircano,
que en forma oval se estiende al subsolano.



Mira la Asiria y su ciudad famosa,
donde la confusión de lenguas vino,
que sus muros, labor maravillosa,
hizo Semiramís, madre de Nino:
donde la acelerada y presurosa
muerte a Alexandre le salió al camino,
cortándole en su próspera corrida
el hilo de los hados y la vida.

Mira en África, el sur, los estendidos
reinos del Preste Juan, donde parece
que entre los más insignes y escogidos
Sceva en sus edificios resplandece.
Tres frutos da en el año repartidos,
y tres veces se agosta y reverdece;
tiene en veinte y dos grados su postura
al antártico polo por la altura.

Vees a Gogia y sus montes levantados,
que a todos sobrepujan en grandeza,
canos siempre de nieve los collados
y abajo peñascales y aspereza,
que forman un gran muelle, rodeados
de breñales espesos y maleza,
morada de osos, puercos y leones,
tigres, panteras, grifos y dragones.

Destos peñascos ásperos pendientes,
llamados hoy el monte de la Luna,
nacen del Nilo las famosas fuentes,
y dellos ríos sin nombre y fama alguna,
que aunque tuercen y apartan sus corrientes
se vienen a juntar a una laguna
tan grande, que sus senos y laderas
baten de tres provincias las riberas:

a Gogia y Beguemedros al oriente,
y a Dambaya al poniente; del cual lado
hay islas donde habita varia gente
y todo el ancho círculo es poblado.
De aquí el famoso Nilo mansamente
nace, y después más grande y reforzado
parte a Gogia de Amara y va tendido
sin ser de las riberas restringido



hasta un angosto paso peñascoso
que le va los costados estrechando,
de donde con estrépito furioso
se va en las cataratas embocando;
después más ancho, grave y espacioso
llega a Méroe, gran isla, costeando,
que contiene tres reinos eminentes
en leyes y costumbres diferentes.

Mira al Cayro, que incluye tres ciudades
y el palacio real de Dultibea,
las torres, los jardines y heredades,
que su espacioso círculo rodea;
las pirámides mira y vanidades
de los ciegos antiguos, que aunque sea
señal de sus riquezas la hechura,
fue más que el edificio la locura.

Mira los despoblados arenosos
de la desierta y seca Libia ardiente;
Garamanta y los pueblos calurosos,
donde habita la bruta y negra gente;
mira los trogloditas belicosos,
y los que baña Gambra en su corriente:
mandingos, monicongos, y los feos
zapes, biafras, gelofos y guineos.

Vees de la costa de África el gran trecho,
los puertos señalados y lugares
de las bocas del Nilo hasta el estrecho
por do se comunican los dos mares.
Apolonia, las Sirtes y derecho
Trípol, Túnez y junto si mirares,
verás aun las reliquias y el estrago
de la ciudad famosa de Cartago.

Mira a Sicilia fértil y abundosa,
a Cerdeña y a Córcega de frente,
y en la costa de Italia la viciosa
tierra que va corriendo hacia el poniente;
mira la ilustre Nápoles famosa
y a Roma, que gran tiempo altivamente
se vio del universo apoderada
y de cada nación después hollada.



Mira en Toscana a Sena y a Florencia
y dejando la costa al mediodía,
a Bolonia, Ferrara y la eminencia
de la isleña ciudad y señoría;
Padua, Mantua, Carmona y a Placencia,
Milán, la tierra y parque de Pavía,
adonde en una rota de importancia
Carlos prendió a Francisco, rey de Francia.

Mira a Alexandria, y por Liguria entrando
a la soberbia Génova y Saona;
y el Piamonte y Saboya atravesando,
a León, a Tolosa y a Bayona;
y sobre el viento coro volteando,
Burdeos, Putiers, Orliens, París, Perona,
Flandes, Brabante, Güeldres, Frisia, Olanda,
Ingalterra, Escocia, Ybernia, Yrlanda;

a Dinamarca, Dacia y a Noruega
hacia el mar de Dantisco y costa helada,
y a Suecia, que al confín de Gocia llega
que está en torno del mar fortificada,
de donde a la Xelandia se navega;
y mira allá a Grolandia desviada
del solar curso y la zodiaca vía,
do hay seis meses de noche y seis de día.

Mira al norte a Moscovia, que es tenida
por última región de lo poblado,
que rematan su término y medida
las rifeas montañas por un lado,
y de las fuentes del Tanays tendida
llega al monte Hyperbóreo y mar helado,
confina con Sarmacia y Tartaría
y corre por el Austro hasta Rusía.

Mira a Livonia, Prusia, Lituania,
Samogocia, Podolia y a Rusía,
a Polonia, Silesia y a Germania,
a Moravia, Bohemia, Austria y Vngría,
a Corvacia, Moldavia, Trasilvania,
Valaquia, Vulgaría, Esclavonía,
a Macedonia, Grecia, la Morea,
a Candia, Chipre, Rodas y Iudea.



Mira al poniente a España y la aspereza
de la antigua Vizcaya, de do es cierto
que procede y estiende la nobleza,
por todo lo que vemos descubierto;
mira a Bermeo cercado de maleza,
cabeza de Vizcaya, y sobre el puerto
los anchos muros del solar de Ercilla,
solar antes fundado que la villa.

Vees a Burgos, Logroño y a Pamplona;
y bajando al poniente, a la siniestra,
Zaragoza, Valencia, Barcelona;
a León y a Galicia de la diestra.
Vees la ciudad famosa de Lisbona,
Coymbra y Salamanca, que se muestra
felice en todas ciencias, do solía
enseñarse también nigromancía.

Mira a Valladolid, que en llama ardiente
se irá como la fénix renovando,
y a Medina del Campo casi enfrente,
que las ferias la van más ilustrando;
mira a Segovia y su famosa puente,
y el bosque y la Fonfrida atravesando
al Pardo y Aranjuez, donde natura
vertió todas sus flores y verdura.

Mira aquel sitio inculto montuoso
al pie del alto puerto algo apartado,
que aunque le vees desierto y pedregoso
ha de venir en breve a ser poblado:
allí el Rey don Felipe vitorioso,
habiendo al franco en San Quintín domado,
en testimonio de su buen deseo,
levantará un católico trofeo.

Será un famoso templo incomparable
de sumptuosa fábrica y grandeza,
la máquina del cual hará notable,
su religioso celo y gran riqueza.
Será edificio eterno y memorable,
de inmensa majestad y gran belleza,
obra, al fin, de un tal rey, tan gran cristiano,
y de tan larga y poderosa mano.



Mira luego a Madrid, que buena suerte
le tiene el alto cielo aparejada;
y a Toledo, fundada en sitio fuerte,
sobre el dorado Tajo levantada;
mira adelante a Córdoba, y la muerte
que airada amenazando está a Granada,
esgrimiendo el cuchillo sobre tantas
principales cabezas y gargantas.

Mira a Sevilla, vees la realeza
de templos, edificios y moradas,
el concurso de gente y la grandeza
del trato de las Indias apartadas,
que de oro, plata, perlas y riqueza
dos flotas en un año entran cargadas
y salen otras dos de mercancía
con gente, munición y artillería.

Mira a Cádiz donde Hércules famoso
sobre sus hados prósperos corriendo,
fijó las dos colunas vitorioso,
Nihil ultra en el mármol escribiendo;
mas Fernando católico glorioso,
los mojonados términos rompiendo,
del ancho y Nuevo Mundo abrió la vía,
porque en un mundo solo no cabía.

Mira por el Océano bajando
entre el húmido Noto y el Poniente
las islas de Canaria, reparando
en aquella del Hierro especialmente,
que falta de agua, la natura obrando,
las aves, animales y la gente
beben la que de un árbol se distila
en una bien labrada y ancha pila.

Mira a la banda diestra las Terceras
que están de portugueses ocupadas,
y corriendo al sudueste, las primeras
islas que descubrió Colón, pobladas
de gentes nunca vistas estranjeras,
entre las cuales son más señaladas,
los Lucayos, San Iuan, la Dominica,
Santo Domingo, Cuba y Iamaíca.



Vees de Bahama la canal angosta,
y siguiendo al poniente la Florida,
la tierra inútil y lucida costa
hasta la Nueva España proseguida
donde Cortés, con no pequeña costa
y gran trabajo y riesgo de la vida,
sin término ensanchó por su persona
los límites de España y la corona.

Mira a Ialisco y Mechoacán, famosa
por la raíz medicinal que tiene;
y a México abundante y populosa,
que el indio nombre antiguo aun hoy retiene;
vees al sur la poblada y montuosa
tierra, que en punta prolongarse viene,
que los dos anchos mares por los lados
la van adelgazando los costados.

«A Panamá y al Nombre de Dios mira,
que sus estrechos términos defienden
a dos contrario mares, que con ira
romper la tierra y anegar pretenden.
Vees la fragosa sierra de Capira,
Cartagena y las tierras que se estienden
de Santa Marta y cabo de la Vela
hasta el lago y ciudad de Venezuela;

a Bogotá y Cartama, que confina
con Arma y Cali, tierra prolongada,
Popayán, Pasto y Quito, que vecina
está a la equiniocial línea templada.
Mira allá a Puerto Viejo, do la mina
de ricas esmeraldas fue hallada,
y las tierras que corren por la vía
del Euro, del Volturno y Mediodía.

Vees Guayaquil, que abunda de madera
por sus espesos montes y sombríos;
Túmbez, Payta y su puerto, que es primera
escala donde surgen los navíos.
Piura, Loxa, la Zarza y Cordillera,
de do nacen y bajan tantos ríos
que riegan bien dos mil millas de suelo,
donde jamás cayó lluvia del cielo.



Mira los grandes montes y altas sierras
bajo la zona tórrida nevadas,
los Mojos, Bracamoros y las tierras
de incultos chachapoyas habitadas.
Caxamarca y Truxillo, que en las guerras
fueron famosas siempre y señaladas,
y la ciudad insigne de los Reyes,
silla de las Audiencias y virreyes.

Y a Guánuco, Guamanga y el templado
terreno de Arequipa, y los mojones
del Cuzco, antiguo pueblo y señalado
asiento de los Ingas y orejones.
Mira el solsticio y trópico pasado,
del austral Capricornio las regiones,
de varias gentes bárbaras estrañas
los ríos, lagunas, valles y montañas.

Mira allá a Chuquiabo, que metido
está a un lado la tierra al sur marcada,
y adelante el riquísimo y crecido
cerro de Potosí, que de cendrada
plata de ley y de valor subido
tiene la tierra envuelta y amasada,
pues de un quintal de tierra de la mina
las dos arrobas son de plata fina.

Vees la villa de Plata, la postrera
por el levante a la siniestra mano,
y atravesando la alta cordillera,
Calchaquí, Pilcomayo y Tucomano,
los iuries, los diaguitas y ribera
de los comechingones y el gran llano
y frutífero término remoto,
hasta la fortaleza de Gaboto.

Vees, volviendo a la costa, los collados
que corren por la banda de Atacama,
y a la diestra la costa y despoblados
do no hay ave, animal, yerba ni rama.
Ves los copayapós, indios granados,
que de grandes flecheros tienen fama,
Coquimbo, Mapachó, Cauquén y el río
de Maule y el de Ytata y Biobío.



Vees la ciudad de Penco y el pujante
Arauco, estado libre y poderoso;
Cañete, la Imperial, y hacia el levante
la Villa Rica y el volcán fogoso;
Valdivia, Osorno, el lago y adelante
las islas y archipiélago famoso
y siguiendo la costa al sur derecho
Chiloé, Coronados y el estrecho

»por donde Magallanes con su gente
al Mar del Sur salió desembocando,
y tomando la vuelta del poniente
al Maluco guió noruesteando.
Vees las islas de Acaca y Zabú enfrente,
y a Matán, do murió al fin peleando;
Bruney, Bohol, Gilolo, Terrenate,
Machián, Mutir, Badán, Tidore y Mate.

Vees las manchas de tierras, tan cubiertas
que pueden ser apenas divisadas:
son las que nunca han sido descubiertas
ni de estranjeros pies jamás pisadas,
las cuales estarán siempre encubiertas
y de aquellos celajes ocupadas
hasta que Dios permita que parezcan
porque más sus secretos se engrandezcan.

Y como vees en forma verdadera
de la tierra la gran circunferencia,
pudieras entender, si tiempo hubiera,
de los celestes cuerpos la excelencia,
la máquina y concierto de la esfera,
la virtud de los astros y influencia,
varias revoluciones, movimientos
los cursos naturales y violentos.



Mas aunque quiera yo de parte mía
dejarte más contento y satisfecho,
ha mucho rato que declina el día
y tienes hasta el sitio largo trecho».
Así, haciéndome el mago compañía
me trujo hasta ponerme en el derecho
camino, do encontré luego mi gente,
que me andaba a buscar confusamente.

Llegamos al asiento en punto cuando
entraban a la guardia los amigos,
donde gastamos tiempo, procurando
reducir a la paz los enemigos
unas veces por bien, acariciando;
otras por amenazas y castigos,
haciendo sin parar corredurías,
por los vecinos pueblos y alquerías.

Mas no bastando diligencia en esto
ni las promesas, medios y partidos,
que en su protervo intento y presupuesto
estaban siempre más endurecidos.
Vista, pues, la importancia de aquel puesto
por estar en la tierra más metidos,
con maduro consejo fue acordado
sustentar el lugar fortificado.

Y proveyendo al esperado daño
de algunos bastimentos que faltaban,
que aunque era fértil y abundante el año,
los campos en cogollo y berza estaban,
don Miguel de Velasco y Avendaño
con los que más a punto se hallaban,
haciéndoles yo escolta y compañía,
tomamos de Cautén la recta vía.



Aunque con riesgo, sin contraste alguno
los peligrosos términos pasamos
y en tiempo aparejado y oportuno
a la Imperial ciudad salvos llegamos,
donde a los moradores de uno en uno
con palabras de amor los obligamos
no sólo a dar graciosa la comida
pero a ofrecer también hacienda y vida.

Así que alegres, sin rumor de guerra,
con pan, frutas, semillas y ganados,
dimos presto la vuelta por la tierra
de pacíficos indios y alterados;
y al descubrir de la purena sierra
hallamos una escolta de soldados,
digo de nuestra gente, que venía
a asegurar la peligrosa vía.

El sol ya derribado al ocidente
había en el mar los rayos zabullido
dando la noche alivio a nuestra gente
del cansancio y trabajo padecido,
pero al romper del alba, alertamente
se comenzó a marchar con gran ruido,
el cargado bagaje y el ganado
de todas las escuadras rodeado.

Iba yo en la avanguardia descubriendo
por medio de una espesa y gran quebrada,
cuando vi de través salir corriendo
una mujer, al parecer turbada;
yo tras ella los prestos pies batiendo,
luego de mi caballo fue alcanzada;
el que saber el fin desto desea,
atentamente el otro canto lea.