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La braveza del bayani/VII

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época


VII

Partieron, dejando á Bituin Lupa, loca, de dolor y llanto.

Se internaron en el bosque, y echaron suertes sobre quién tiraría antes.

Y la suerte le sonrió á Anak Irog.

— Tira! tronó el viejo, colocado á distancia.

Se combó el arcó; y una flecha hendió el aire silbando.

En raudos semicírculos por el aire cayó muerto á los pies del viejo guerrero un lawin. — Eso nó; volvió á tronar el viejo Gat, tírame á mí, aquí á mi pecho.

Una nueva flecha fué recta al cielo para caer indiscutiblemente sobre la cabeza de Anak Irog mismo; pero, entonces, el noble viejo, de un salto se puso junto á él y le hurtó al peligro, empujándole.

La flecha se clavó en el sitio mismo en que estaba el mancebo.

— ¿Te querías matar?

— Sí

— Y, por qué?... por qué?

— Por no matar al padre de la que adoro.

— ¿Cómo te llamas?

— Anak Irog.

— Pues, oye Anak Irog: yo, Gat Lawin, el padre de la mujer que adoras, te la doy por esposa desde este momento. Anda, corre á ella, bésala por tí y por mí: yo iré en seguida á bendeciros. Como ya no podré luchar, porque estoy muy quebrantado y muy viejo, dadme vosotros un niño para que herede el espíritu libre é indomable de su abuelo.

Anak Irog fuése á buscar á Bituin Lupa.

Pronto volvieron los dos amantes; pues, Bituin Lupa, sigilosamente, había seguido á los contendientes, presenciando toda la escena del desafío detrás de un cañaveral.

Los novios se arrodillaron delante del viejo guerrero, jurando presentarle un nieto, que llevara el espíritu libre é indomable del abuelo; y Ának Irog, cogiendo la flecha recién clavada en el suelo, terminó así:

— ¡Y sea esta la flecha que parta el corazón del nieto, que no sepa morir por la libertad de nuestro Pueblo!


FIN.