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La escuela de los maridos/Acto I/Escena I

De Wikisource, la biblioteca libre.
La escuela de los maridos (1830)
de Molière
traducción de Leandro Fernández de Moratín
Acto I, Escena I.
LA ESCUELA
DE LOS MARIDOS.

ACTO PRIMERO.
ESCENA I.
DON MANUEL. DON GREGORIO.


D. GREGORIO.

Y por último, señor Don Manuel, aunque usted es en efecto mi hermano mayor, yo no pienso seguir sus correcciones de usted, ni sus egemplos. Haré lo que guste, y nada mas; y me va muy lindamente con hacerlo asi.

D. MANUEL.

Ya; pero das lugar á que todos se burlen, y.....

D. GREGORIO.

¿Y quién se burla? Otros tan mentecatos como tú.

D. MANUEL.

Mil gracias por la atencion, señor Don Gregorio.

D. GREGORIO.

Y bien, ¿qué dicen esos graves censores? ¿Qué hallan en mí que merezca su desaprobacion?

D. MANUEL.

Desaprueban la rusticidad de tu caracter, esa aspereza que te aparta del trato y los placeres honestos de la sociedad, esa extravagancia que te hace tan ridículo en cuanto piensas y dices y obras, y hasta en el modo de vestir te singulariza.

D. GREGORIO.

En eso tienen razon, y conozco lo mal que hago en no seguir puntualmente lo que manda la moda; en no proponerme por modelo á los mocitos evaporados, casquivanos y pisaverdes. Si asi lo hiciera, estoy bien seguro de que mi hermano mayor me lo aplaudiría, porque, gracias á Dios, le veo acomodarse puntualmente á cuantas locuras adoptan los otros.

D. MANUEL.

¡Es raro empeño el que has tomado de recordarme tan á menudo que soy viejo! Tan viejo soy, que te llevo dos años de ventaja; yo he cumplido cuarenta y cinco, y tú cuarenta y tres; pero aunque los mios fuesen muchos mas, ¿sería esta una razon para que me culpáras el ser tratable con las gentes, el tener buen humor, el gustar de vestirme con decencia, andar limpio y..... Pues qué, ¿la vejez nos condena, por ventura, á aborrecerlo todo, á no pensar en otra cosa que en la muerte? ¿Ó deberemos añadir á la deformidad que traen los años consigo un desaliño voluntario, una sordidez que repugne á cuantos nos vean, y sobre todo, un mal humor y un ceño que nadie pueda sufrir? Yo te aseguro que si no mudas de sistema, la pobre Rosita será poco feliz con un marido tan impertinente como tú, y que el matrimonio que la previenes será tal vez un origen de disgustos y de recíproco aborrecimiento, que.....

D. GREGORIO.

La pobre Rosita vivirá mas dichosa conmigo, que su hermanita la pobre Leonor destinada á ser esposa de un caballero de tus prendas y de tu mérito. Cada uno procede y discurre como le parece, señor hermano..... Las dos son huérfanas; su padre, amigo nuestro, nos dejó encargada al tiempo de su muerte la educacion de entrambas, y previno que si andando el tiempo queríamos casarnos con ellas, desde luego aprobaba y bendecía esta union; y en caso de no verificarse, esperaba que las buscaríamos una colocacion proporcionada, fiándolo todo á nuestra honradez y á la mucha amistad que con el tuvimos. En efecto, nos dio sobre ellas la autoridad de tutor, de padre y esposo. Tú te encargaste de cuidar de Leonor, y yo de Rosita: tú has ensenado á la tuya como has querido, y yo á la mia como me ha dado la gana, ¿estamos?

D. MANUEL.

Sí; pero me parece á mí.....

D. GREGORIO.

Lo que á mí me parece es que usted no ha sabido educar la suya; pero repito que cada cual puede hacer en esto lo que mas le agrade. Tú consientes que la tuya sea despejada y libre y pispireta: séalo en buen hora. Permites que tenga criadas, y se deje servir como una señorita: lindamente. La das ensanches para pasearse por el lugar, ir á visitas, y oir las dulzuras de tanto enamorado zascandil: muy bien hecho. Pero yo pretendo que la mia viva á mi gusto, y no al suyo; que se ponga un juboncito de estameña; que no me gaste zapaticos de color, sino los dias en que repican recio; que se esté quietecita en casa, como conviene á una doncella virtuosa; que acuda á todo; que barra, que limpie, y cuando haya concluido estas ocupaciones, me remiende la ropa y haga calceta. Esto es lo que quiero; y que nunca oiga las tiernas quejas de los mozalbetes antojadizos; que no hable con nadie, ni con el gato, sin tener escucha; que no salga de casa jamas sin llevar escolta..... La carne es frágil, señor mió: yo veo los trabajos que pasan otros; y puesto que ha de ser mi muger, quiero asegurarme de su conducta, y no exponerme á aumentar el número de los maridos zanguangos.