La escuela de los maridos/Advertencia

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​La escuela de los maridos​ (1830) de Molière
traducción de Leandro Fernández de Moratín
Advertencia
 

ADVERTENCIA


 

En la primera edición de esta comedia halló Moratin la oportunidad que deseaba de manifestar el alto aprecio que siempre había hecho del mérito de Moliere. El prólogo que puso en ella es un panegírico del poeta francés, y su traducción un tributo de agradecimiento que dedicó á tan digno maestro el mas apasionado de sus imitadores.

“Ha traducido á Moliere (dice el citado prólogo) con la libertad que ha creido conveniente para traducirle en efecto, y no estropearle; y de antemano se complace al considerar la sorpresa que debe causar á los criticadores la poca exactitud con que ha puesto en castellano las expresiones del original, cuando hallen páginas enteras en que apenas hay una palabra que pueda llamarse rigurosamente traducida. ¿Quién le perdonará la osadía de omitir en su versión pasages enteros, abreviarlos ó dilatarlos, alterar algunas escenas, conservar en otras el resultado, prescindir del diálogo en que las puso el autor, y substituir en su lugar otro diferente? Esto no se llama traducir, exclamarán llenos de zelo y de erudita indignación.”

Creía Moratin que siempre se habían traducido mal en español las comedias de Moliere, por haber llegado á persuadirse que lo que es gracioso y expresivo en francés, conservará su gracia y su energía traduciéndolo literalmente; por haberse impuesto la ley de no añadir ni alterar nada de lo que dijo el autor, quedando por consiguiente sin compensación las muchas bellezas que se pierden en el paso de una lengua á otra; por no haberse atrevido á modificar ó suprimir del todo lo que el buen gusto y la decencia repugnan ya, lo que exigen otros tiempos y otras costumbres, tan diferentes de las que el autor conoció. Traducciones desempeñadas con tan escrupulosa fidelidad, en vez de recomendar la obra que copian, la deterioran y la desacreditan.

Suprimió pues el traductor de esta comedia las digresiones que halló en el original, relativas á los trages que se usaban en Francia en el año de 1661, entonces y ahora impertinentes á la fábula. Motivó las salidas y entradas de los interlocutores donde vió que Moliere habia descuidado este requisito. Añadió á las ficciones de la astuta Isabel (llamada en la traducción doña Rosa) todo el cúmulo de circunstancias indispensables para hacer el engaño verisímil, y de consiguiente disminuyó por este medio la estúpida credulidad de Sganarelle (don Gregorio) que en la pieza francesa es notoriamente excesiva. Omitió en el diálogo muchas expresiones, que si fueron aplaudidas cuando se escribieron, ya no las sufre la decencia del teatro. Hizo desaparecer en el carácter de Isabel la indecorosa desenvoltura con que, abandonando su casa, va derecha á la de su amante (á quien no conoce sino de vista) para entregarse en sus manos, y autorizarle á que disponga de ella á su voluntad.


Allons sans crainte aucune
A la foi d un amant commèttre ma fortune.


Nada de esto hay en la traducción. Nada hay tampoco de los incidentes violentos que preparan el desenlace, cuando escondida la pupila (sin dejarse ver de ninguno), el galán desde la ventana, los dos hermanos, el comisario y el escribano desde la calle ajustan el casamiento, sin que se averigüe primero quien es la que se casa, y á la luz de un farol atropellan y firman un contrato de tal entidad: en lo cual no parece sino que todos ellos han perdido el juicio, según son absurdas las inconsecuencias de que abunda aquella situación. El traductor desechó todo esto, y simplificando el desenredo, conservó la sorpresa, sin perjuicio de la verisimilitud: y en él, como en toda la comedia, añadió nuevos donaires cómicos, y nuevos rasgos característicos, para suplir con ellos lo que podia perderse en los pasages que le fue necesario variar ó suprimir. La comedia española (decia frecuentemente Moratin) ha de llevar basquina y mantilla; y si en las piezas originales que compuso se advierte religiosamente observada esta máxima, puede asegurarse que en La Escuela de los Maridos no aparece el menor indicio de su procedencia: tal es la imitación fiel de las costumbres nacionales que en ella se advierte; y tal es el diálogo castellano con que supo animarla y hacerla española.

Ya estaba concluida esta obra, cuando una pérfida invasión alteró la quietud de España en el año de 1808. El rumor espantoso de la guerra hizo enmudecer á las musas, desanimó á las artes, y ocupada la capital, como toda la Península, por los ejércitos enemigos, el mayor empeño que tenían los que mandaban entonces era el de mantener y multiplicar las diversiones públicas, dar novedad y esplendor á los espectáculos, y hacer que un pueblo oprimido cantase al son de las cadenas. Fueron muy poderosas las instancias que se le hicieron á Moratin para que diese al teatro nuevas producciones; pero no existían ya los motivos que le habían estimulado á ocuparse en esto. Nada quiso hacer de nuevo, y solo se pudo conseguir que diese á los cómicos y á la prensa la traducción de La Escuela de los Maridos, advirtiendo él mismo en el prólogo que con ella se despedía para siempre del teatro.

Representada en el del Príncipe el dia 17 de marzo de 1811, fue recibida con el aprecio que era de esperar, en atención al deseo que generalmente se manifestaba de ver alguna otra composición suya, después del largo silencio que habia guardado.

Es poco elogio de Isidoro Maiquez decir que hizo con perfección el papel de don Enrique, acostumbrado á sobresalir en otros de mas difícil desempeño. Josefa Virg, que con tanto primor habia sostenido su parte en La Mojigata y El Sí de las Niñas, correspondió en el carácter de doña Rosa al concepto de excelente actriz que tenia asegurado ya en el público. Eugenio Cristiani acertó á representar el de don Gregorio con toda la expresión y movimiento cómico que requiere aquel ridículo personage. María García y Gertrudis Torre, en lo poco que tuvieron que hacer, contribuyeron eficazmente al mayor lucimiento de esta obra.