La necesidad de puntuar bien

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


La necesidad de puntuar bien.

Soledad, Julia é Irene, tres hermanas bastante lindas y jóvenes de quince á veinte años, eran visitadas por la mañana y por la noche, hacia dos, por un caballero licenciado en letras, elegante y buen mozo. Era tan sabio nuestro héroe ó amaha tan poco, que había conseguido conquistar el corazón de las tres hermanas sin haberse declarado con ninguna, pero entusiasmándolas hasta un grado tal, que todo era, entre las pobres, hermosas, disputas y cuestiones; amenazando turbar la paz de la familia y convertir la casa en un infierno.

Para salir de esta situación penosa exigieron del joven que se declarase; y acosado y comprometido, ofreció consignar en una décima el estado de su corazón, con respecto á ellas, pero con la condición precisa de que no había de estar puntuada, y autorizando á cada una de las tres hermosas para que la puntuase á su manera.

La décima es la siguiente:

 Tres bellas que bellas son
Me han exigido las tres
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón
Si obedecer es razón
Digo que amo á Soledad
No á Julia cuya bondad
Persona humana no tiene
No aspira mi amor á Irene
Que no es poca su beldad

Soledad, que abrió la carta, la leyó para sí y dijo á sus hermanas :

— Hijas mías, la preferida soy yo, ó sino oid; y leyó la décima con la siguiente puntuación:

 Tres bellas, que bellas son,
Me han exigido las tres,
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Digo, que amo á Soledad;
No á Julia, cuya bondad
Persona humana no tiene;
No aspira mi amor á Irene,
Que no es poca su beldad.

— Siento mucho desvanecer esa ilusión, hermana mía, dijo la hermosa Julia; pero soy yo la preferida; y en prueba de ello, escuchad:

Tres bellas, que bellas son,
Me han exigido las tres,
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón.
Si obedecer es razón
Digo, que, ¿amo á Soledad?
No. A Julia cuya bondad
Persona humana no tiene.
No aspira mi amor á Irene,
Que no es poca su beldad,

— Las dos estáis engañadas, dijo Irene, y el amor propio os ofusca, porque es indudable que la que él ama, de las tres, soy yo. "Veamos:

Tres bellas, que bellas son,
Me han exigido las tres,
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Digo, que, ¿amo á Soledad?
No. ¿A Julia cuya bondad
Persona humana no tiene?
No. Aspira mi amor á Irene
Que no es poca su beldad.

— Estamos en la misma duda, en la misma ansiedad, en la misma incertidumbre que teníamos: dijo Soledad, y es indispensable que le obliguemos á que declare cuál de las tres ha acertado en la puntuación de su original décima.

Efectivamente, aquella misma noche rogaron al caballero que pusiera á la décima la puntuación verdadera, y á la mañana siguiente les envió una copia puntuada así:

Tres bellas, que bellas son,
Me han exigido las tres,
Que diga de ellas cuál es
La que ama mi corazón.

Si obedecer es razón
Digo que, ¿amo á Soledad?
No. — ¿A Julia cuya bondad
Persona humana no tiene?
No. — ¿Aspira mi amor a Irene?
¡Qué! ¡no! es poca su beldad.

Una carcajada fue la contestación unánime de las tres hermanas al comprender el verdadero sentido de la décima.

— Hermanas mias, dijo Irene, hemos llevado unas calabazas solemnes, y si algo hay en ellas de menos amargo, es el haberlas recibido las tres aun mismo tiempo.

— Yo creo que debemos agradecérselo, dijo la mayor, en primer lugar, porque nos ha desengañado, y después, por la brillante lección de ortografía que nos ha dado, y que yo, por mi parte, no olvidaré jamás.

— Hé ahí, dijo Julia, cuan disparatadamente pensábamos cuando creíamos que una coma mas ó menos ni daba ni quitaba valor á la frase, y que la puntuación, de cualquier manera que se colocase estaba bien.

— ¡Viva el novio, que nos ha dado las calabazas en ortografía!

— ¡Viva!