La noche de la verbena/II
¿Está el maestro? (Entra.)
Ahí está en su despacho, trabajando.
Aquí le vengo a dar cuentas.
Pos, pase usté.
(A Pepa y dándole un golpecito.) ¡Hola, comadre!
(Idem a Matías.) ¡Hola, compadre!
(Fijándose bien en Rosa y algo escamadillo.) Yo me parece que conozco aquí, a la joven. (Mirándola.)
Sí, señor, soy la misma. No enferme usté de miopía.
¿Se conocen ustés?
Tengo una leve idea.
(A Pepa.) Aquí, don Tancredo, que una vez que pasé yo a su lao se le distrajo la mano, y yo le respondí a vuelta de correo, y con sello de alcance; total un leve golpe.
Y que por lo visto debe usté hacer gimnasia sueca, porque me hizo usté pupa.
Ay qué gracioso, pos ese era el argumento por fresco; es mu libertino aquí el doncel.
(Haciéndola una fiesta.) Y usté una yema de las monjas pascasias.
Calle usté, menestral, que paece que le ha modelao la cara Judas, que s'ha metío a escultor.
No ponga usté reparos, que aún tengo buen ver.
Ya lo creo, como la Armería Rial, con papeleta, y los días no feriaos.
Pos usté no me mira con malos ojos, comadre.
Vamos, ¿qué te parece aquí, el albañil, que está como metió en harina pa echarlo en la sartén?
Y qué rico pa un hambre, madre.
M'ha prohibido el doctor la carne de cerdo, hijo; vamos, ande, ande, que le espera el maestro.
Ya voy, déjeme que me despida d'aquí, de la dadora. (Acción de pegar.) Tanto gusto. (Dándola la mano y al ver que Rosa no le da la suya.) Ah, pero ¿no me da usté la mano?
La tengo a réditos.
Pos, dispensar si he faltao. (A la puerta del despacho.) ¿Se pué pasar? (Pausa y entra.)
¿Usté sabe el pellizco que tiró?
¡Los conozco!
Güeno, señá Pepa, yo la dejo a usté.
Pero, ¿qué prisa tiés?
Sí, porque he dejao en casa solas y a la lumbre unas patatas viudas.
¡Infelices, solas y viudas! Hasta pa ser patata hay que tener suerte. ¿Y te cocinea el tuyo?
El cocido le pone bien, pero cuando se mete en filigranas, estropea el guiso.
Tú eres una ansiosa, tiés un marío que es una criada de cuarenta reales, y te quejas. (Dentro.) ¡Pepa!
¡Ya voy, Carmen, ya voy! La diré que estás aquí.
No la diga usté ná, que no quió verla así; ¡voy a pasar mal rato!
Como tú quieras.
Adiós, adiós; ya vendré más despacio; dela usté un beso de mi parte. ¡Pa cuándo son los milagros, Dios mío!... Adiós, señá Pepa... (Vase llorando.)
Anda con Dios, hija.