La noche de la verbena/IV
(A Antonio desde la puerta.) Pero, déjate ya de trabajar.
(Saliendo del despacho con el señor Matías.) Na, chi- ca, que no salen las cuentas, y este Matías, que le tié uno allí en la obra de persona de confianza, la da de lila perdió.
Diga usté que no, maestra. (Matías saca un papel donde sigue echando cuentas, que a juzgar por los gestos que hace, no le salen bien.)
No te enfades, hombre.
(Con mucho mimo.) Quita, tonta, si no me enfado, y contigo, Dios me libre, (a Matías.) Faltan cuatro portes, y esas tres carretas de ladrillos recochos no aparecen por ninguna parte: y le dice usté al carpintero de taller que la madera de los montantes está reseca: y al maestro vidrios, que avive, que se echa el plazo encima: y usté cuidao con los ladrillos.
No estés ocecao: no creerás que mojo ladrillos en el chocolate; es que en esto de las cuentas se enreda uno en un cuatro y no sale uno de él. (Todo este tiempo estará Carmen cogida al brazo de Antonio.)
Sobre tó, que no quiero que te calientes más la cabeza, ¡tanto afanar!
Es que estos obreritos se creen que lo roba uno, y que si llega uno a lo que llega uno es porque sí; y yo he sío obrero como ellos, y he ido con mi blusilla y mi tartera, a la que amanecía, al currelo, y he aguantao la helá y el sol.
Eso; y a las doce iba yo a buscarte con el piri mu amarillito, y al pie de la obra nos lo comíamos, y pa postre me dabas un pellizco que me sabía a gloria.
Es verdaz, chiquilla. Bueno, bueno, anda, arréglate. (Llevándola mimosamente del brazo hacia la puerta lateral izquierda.)
Pero, ¿qué pretendes que tan engalaná me quiés ver?
Es que esta noche es la verbena de nuestro barrio y aunque no salgas quiero verte arreglá.
¡Mi verbena de la Paloma! (Mutis.)
¡Pobre! ¡Con qué resignación lleva su desgracia!